If not for you

By karlaeilishh

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El caos es incontrolable, y cuando existe en tu cabeza es indomable. More

Prólogo: Jaqueline Rodríguez
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11 (1/3)
Capítulo 13 (3/3)
Capítulo 14

Capítulo 12 (2/3)

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By karlaeilishh

No estaba bien.

Desde lo que pasó en el cumpleaños de Tate he intentado sobrellevarlo todo lo mejor que he podido. He dejado de salir por las noches para emborracharme o para drogarme, he dejado de encerrarme en mi habitación para llorar la pena de todo lo que no tengo y me falta.

Intento despertarme con positividad cada día. Ya no evito a mis amigos por lo que me paso el día con ellos riéndome, distrayéndome y sin pensar en nada. Intento ser una persona con futuro, con esperanzas y con ganas de mejorar. Pero la depresión y la ansiedad nunca desaparecen. Cuando creo que estoy en mi mejor momento es cuando me saludan y me dicen: Hey, estoy aquí. ¿Ya te habías olvidado de nosotras?

También está el tema que hablé el otro día con Alba.

¿Cómo voy a mejorar si en casa todo sigue igual? El desprecio por parte de Leonardo sigue igual, sus insultos, sus miradas asesinas, su egoísmo, su maltrato. Mi madre continúa bebiendo y diciendo cosas que me hieren, comportándose de manera que me hiere. Entonces me lleva a preguntarme...

¿La única que tiene un problema aquí soy yo? ¿Yo soy la única que tiene que mejorar y cambiar?

La respuesta es un rotundo no. Si todo a mi alrededor sigue igual yo no puedo avanzar. Me atasco.

Como ahora.

Todo el que me conoce sabe que no tengo autocontrol, que me dejo llevar fácilmente por la rabia y la ira, que puedo destrozarlo todo en cuestión de segundos porque los demonios de mi cabeza son más fuertes que mi propia fuerza de voluntad. Y Leonardo sabe eso de sobras, pero siempre intenta ser el bueno de la historia.

—Yo no te lo pedí. —le dije.

—Indirectamente fue una obligación. —me miró desde el sofá. —Si no te hubiera sacado de allí tu madre ahora estaría mucho peor.

Me estaba pidiendo que le devolviera de alguna manera la fianza que pagó cuando me sacó de la celda en comisaría la mañana siguiente a la fiesta de Tate. Intentaba hacerme sentir culpable por los problemas que tiene mi madre, cuando en realidad es al revés y es mi madre la que me perjudica a mí.

—No me hagas chantaje emocional, Leonardo. —rodeé el sofá y me planté frente a él.  —Los dos sabemos que mi madre no está así por mi culpa.

—Pero siempre te encargas de empeorarlo todo. —apagó el televisor y me miró desde su sillón. —Si tuviera una hija normal no estaría así.

—¿Pero tú te estás escuchando? —grité furiosa. —Hemos empezado hablando de la puta comisaría y tú te has encargado de sacarme toda la mierda. ¿No te has parado a pensar que mi cáncer eres tú?

—Jacqueline... —mi madre me regañó mientras salía de la cocina con una botella de vino en la mano.

—No, mamá. ¡Estoy harta! —grité descontrolada. —No eres capaz de ver nada, dejas que este hombre al que conozco desde hace sólo cuatro años me hunda la vida poco a poco, ¡y todo porque tiene dinero!

—¿Quién crees que paga la casa, tus estudios, tu ordenador y tu ropa? —Leonardo se levantó del sofá. —Yo, niña. Por eso hay que hacer lo que yo diga.

Cuando caminó hacia mí mirándome con ese desprecio, la furia que trataba de controlar en mi interior se desató. Con un paso al frente quedé cerca de su rostro, desafiándolo.

—Eres un puto machista de mierda. —dije entre dientes. —Si te largaras ahora mismo viviríamos igual de bien, porque no nos haces falta. Nunca nos has hecho falta.

—Dejad de pelear. —escuché a mi madre de fondo.

—Repite eso. —me animó Leonardo.

—Que no nos haces falta. —repetí. —Ojalá te largaras y te metieras todo tu dinero por el culo.

No me esperé ese manotazo en la cara. Bueno, sí me lo esperé porque no me sorprende por su parte, pero no esperé que fuera tan fuerte. Mi madre se puso en pie cuando yo me llevé la mano a la mejilla y miré a aquel hombre.

El corazón me iba a mil por hora y a estas alturas ya no era yo, la rabia me había consumido.

—Como vuelvas a tocarme te juro que...

Otro manotazo.

Mi madre corrió hacia mí para atraparme en el aire cuando me lancé sobre él. Justo en ese instante Laura bajó por las escaleras y entre ella y mi madre lograron inmovilizarme.

—¡Cálmate! —me gritaba mamá. —Jacqueline, ¡ya basta!

Pero no podía calmarme, continuaba pataleando y forcejeando con ellas porque lo único que quería hacer era destrozarle la cara a ese hombre que volvió a sentarse tranquilamente en el sofá. Su única intención fue encenderme, provocarme toda esta ira para después hacerles creer que la loca esquizofrénica era yo.

Él sabe perfectamente lo fácil que es desatarme, y lo usa en mi contra.

—¡Por qué no me defiendes! —le grité a mi madre. —¡Defiéndeme!

—Cálmate. —repitió frente a mí, sujetando mis brazos.

La miré a los ojos con la respiración acelerada, empapada en sudor. Poco a poco dejé de hacer fuerza contra su agarre y las dos me soltaron.

—Te has descontrolado. —me dijo. —¿Es que no lo ves? Es un problema muy grande, Jacqueline. Y no nos haces caso cuando te pedimos que vuelvas al psicólogo.

La rabia que sentía se convirtió en llanto. Nada podía dolerme más que esas palabras. Leonardo se había ganado a mi madre en todos los sentidos y ahora ya no había nada que hacer.

—No solo Jackie debería ir al psicólogo. —dijo Laura colocándose a mi lado. —Abre los ojos, Stacy.

La mirada malhumorada de Leonardo se posó en mi prima. Si llegara a tocarla algún día, ese día la muerte se lo llevaría para siempre.

—Estáis muy equivocadas. —mi madre retrocedió unos pasos. —Las dos.

—Vete a la mierda. —la encaré. —Tú y Leonardo os podéis ir a la mierda. ¡Es vuestra culpa! ¡Soy así por vuestra culpa! —le grité cerca de su rostro. Ella se encogió. —El día menos esperado vas a perderme para siempre, y entonces te darás cuenta de todo lo que estás haciendo, mamá.

—Ni se te ocurra amenazarme con eso. —me señaló. —Ni una vez más.

—Te odio. —le dije a punto de llorar. —Te odio con toda mi alma.

Antes de verla llorar salí del salón y me fui a mi habitación.

Allí pude llorar tranquila, pude desahogarme gritando sobre la almohada, golpeé la pared, me hice daño a mí misma para no cometer una locura.

¿Cómo voy a mejorar si estas escenas se repiten casi diariamente? ¿Cómo no voy a tener problemas de autocontrol? ¡Ese hombre nos amargó la vida el día en que apareció! Y mi madre no quería separarse de él. Lo escogió a él por encima de mí y eso es lo que más me pesa ahora.

Y de nuevo todo volvió a darme igual. Todo lo que había conseguido y toda la estabilidad que había construido hasta ahora se fue a la mierda. Todas las charlas con Alba se fueron a la mierda.

Lo único que se me pasaba por la cabeza era una cosa; necesitaba olvidarme del dolor. Necesitaba tranquilizarme porque si no acabaría en la cárcel por asesina.

No quería preocupar a Laura... Ella no eligió vivir con nosotros, se encontró aquí de un día para otro y ha visto y escuchado demasiadas cosas. Ella ya tiene suficiente con lo suyo, por lo que en vez de salir por la puerta salté por mi ventana.

Podría estar por ahí tranquila durante horas hasta que alguien se diera cuenta de que no estoy en mi habitación.

Y eso hice.

***

No había pensado que un sábado por la noche las calles de la ciudad estarían tan llenas de gente. Eso fue una ventaja, no fue difícil encontrar algo.

Conocí a una pareja de amigos en un bar del centro; Dylan y Lili. Ambos son un año mayor que yo, y por lo que dicen fueron a mi mismo instituto. La rubia me sonaba de algo pero no lograba recordar nada, probablemente porque mis años por el instituto no fueron muy buenos y no hubo un día en el que estuviera sobria.

No estudian en la universidad, Dylan trabaja en el taller de su padre y Lili es dependienta en una tienda de ropa de las afueras.

Me cayeron muy bien, sobre todo porque ni siquiera me preguntaron por el por qué estaba llorando cuando entré al bar y no me hacían preguntas personales. Tan sólo disfrutábamos del subidón de esas pastillas juntos y nos reíamos por estupideces.

Y qué bien me sentí cuando la pastilla me hizo efecto...

El dolor pasó a un segundo plano, no me daba tiempo a pensar en nada porque lo único que captaba toda mi atención era el mareo que sentía. Todo me parecía gracioso y adorable, todo me parecía bien. Era una sensación como de... ¿Felicidad?

Sí, quizá la felicidad se sienta así también.

—¿Te niegas? —me preguntó Dylan. —Vamos, nos lo pasaremos genial.

—Venga, Jackie... —Lili agarró mis manos y tiró de mí, obligándome a ponerme en pie. —Todo el mundo estará hoy allí.

—No se... Tengo mucho sueño ahora. —dije encorvada. Me era muy difícil mantenerme en pie.

—Eso tiene solución.

En ese bar lleno de gente, una disimulada Lili sacó una pastilla de color naranja de una bolsita en su chaqueta. Se la metió en la boca y se acercó a mí. Me sorprendió que agarrara mi nuca y me besara de esa manera, pero no pude hacer nada para evitarlo y tampoco quería.

El beso me dejó descolocada, pero ya tenía la pastilla en mi boca y solo tuve que darle un trago a la cerveza para tragármela.

—En veinte minutos querrás darlo todo en la pista. —Dylan palmeó mi hombro. Se acercó a mi oreja. —Creo que le has gustado.

—Ella me gusta. —sonreí.

Me di cuenta de que lo había dicho en voz alta cuando la rubia se giró para sonreírme.

Una hora después estaba saltando, sudando y cantando en aquella pista gigante de esa discoteca. Por lo menos habían cinco mil personas allí. Un DJ bastante famoso pinchaba esa noche y por lo visto todo el mundo lo sabía menos yo. Me crucé con gente de mi universidad a la que sólo conocía de vista, incluso vi a Mason de lejos pidiendo algo en la barra.

Pensé en si Laura ya se había dado cuenta de que no estaba en mi habitación. ¿Estará preocupada? Igualmente no me importa, lo único que me importa ahora es continuar bailando con Lili, pasármelo bien y olvidarme de todo por una noche antes de volver a mi miserable vida.

En mitad de esa canción con una base que retumbaba profundamente en mis oídos, me pareció ver a mis tres amigas entrando por la puerta que daba a las terrazas. No me sorprendió, ellas sí son adolescentes normales que salen de fiesta sin dañarse la vida, y si Mason estaba aquí lo más probable es que las haya avisado.

Obviamente no me invitaron. Para qué, ¿Para amargarles la noche?

—Ven. —le dije a Lili. —Te voy a presentar a unas amigas.

Ambas con la frente empapada y la respiración acelerada salimos de la pista. Tomé su mano para guiarla y ella entrelazó nuestros dedos. Las tres chicas miraban a su alrededor, probablemente intentaban localizar a Mason. Pero en lugar de eso, me localizaron a mí y pude ver la sorpresa en sus ojos.

Sobre todo en los de Jenna.

—¡Hola! ¡Qué casualidad! —grité cuando llegué a ellas.

—¿Jackie? —Alba me miró preocupada. —¿Tú no estabas en casa estudiando? Tienes examen el lunes.

—Estaba. —me reí. —Pero he decidido... he decidido que la universidad me importa una mierda.

Lili se rio a mi lado y soltó mi mano para pasar su brazo por mi hombro. Me acercó a ella para dejar un sonoro beso en mi mejilla.

Si las miradas mataran, esas tres ya habrían descuartizado a Lili.

—No me has presentado a tus amigas. —susurró la rubia en mi oído.

Me hizo cosquillas.

—Chicas, ella es Lili. —sonreí. —Ellas son mis amigas. Tate, Alba y Jenna. —las señalé. —¡Qué bien! Estamos todas juntas.

Vi como la de ojos oscuros suspiró, rodó los ojos y se alejó diciendo que iba a buscar a Mason. Yo me la quedé mirando mientras me reía por alguna razón.

—Estás drogada. —dijo Alba. —¿Qué coño te has tomado?

La chica colgando de mi hombro quiso responderle pero yo le tapé la boca.

—Nada, nada. —dije. —Sólo he bebido.

—Y una mierda. —habló Tate.

—Bueno, ¿Y eso qué importa? ¡Estoy feliz! ¡No me acuerdo de nada de lo que ha pasado esta tarde!

Por la mirada de Alba supe que estaba enfadada, y no me equivoqué. Se acercó a mí y apartó con una sonrisa falsa a Lili, se disculpó con ella y tiró de mí hasta que salimos a la terraza.

Me sujeté al hombro de Tate porque de repente tuve mucho frío y comencé a marearme. En ese instante llegó Jenna junto a Mason.

—¿Le has vendido algo? —Alba encaró al rubio.

—¿Qué? ¡No! —contestó Mason. —Ya te dije que no volvería a hacerlo.

Yo me quedé mirando a Jenna con una sonrisa mientras ella me miraba seria y de brazos cruzados. La conversación de mis amigos quedó en un segundo plano.

—Estás muy guapa. —le dije.

Ella sopló y miró hacia un lado. Alba colocándose frente a mí y agarrándome por los brazos me hizo salir de mi burbuja.

—Te vamos a llevar a casa. —me dijo. —No, sin peros.

Intenté hablar pero su mano tapaba mi boca. Moví la cabeza hacia los lados hasta que me soltó.

—Ni de coña voy a volver, estoy pasándomelo genial. —les dije mirándolos a los cuatro.

El teléfono de Tate sonó, le llegaron varios mensajes de golpe.

—Es Laura. —dijo mirando a Alba. —Dice que si sabemos dónde está Jackie.

—¡Yo no estoy! —grité.

—¡Deja de comportarte como una cría! —gritó Jenna.

No sólo me sorprendió a mí ese ataque repentino, sino a todos.

—Mirad... —levanté mis manos. —He discutido fuerte con Leonardo y me he escapado para olvidarme por un momento de todo. —los miré. —No quería molestar a nadie, no pretendía encontrarme con vosotros aquí. Dejadme en paz, disfrutad de la fiesta y mañana será otro día.

—Te conocemos bien, Rodríguez. —habló Mason. —Sabemos lo que te puede pasar si pierdes los nervios.

Intenté deshacerme de ellos de la mejor manera, pero no me lo estaban poniendo fácil y yo sólo quería volver a la pista junto a esa preciosa rubia, bailar un poco más y terminar bien la noche.

Y ellos se estaban poniendo muy pesados.

—Dejadme en paz. —dije con enfado. —Olvidaros de mí, joder.

Antes de girarme para volver a la pista, pude ver a Jenna mirándome preocupada. Cuando suspiró y agachó la cabeza, el rubio a su lado la atrajo hacia él para abrazarla y acariciarle la espalda.

Con que esas tenemos, Mason... Pues bien, que empiece el juego.

____________

Pero sigan bajando, que hay más 😈

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