Still Loving You.

By Carminum_07

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Sebastian es un pianista que por insistencia de sus padres llega a una escuela nueva. Victoria, por otro lad... More

Capítulo I: La bella durmiente
Capítulo II: Toccata y fuga
Capítulo III: Anastasia parte 1.
Capítulo V: Don't stop me now.
Capítulo VI: Anastasia parte 2.
Capítulo VII: Crazy Little thing called love
Capítulo VIII: Pride and Joy
Capítulo IX: Somebody to love
Capítulo X: No One like You
Capítulo XI: Moonlight Sonata
Capítulo XII: Love of My life

Capítulo IV: Layla.

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By Carminum_07

Notas preliminar: Hay dos versiones de layla, una esta canción,  la versión de estudio fue grabada por Clapton  a inicios de los setentas, cuando estaba con Derek and the Domino's, para el album Driving  Athems La segunda fue grabada por él como solista y es la que aparece en su famoso Unplugged para MTV y luego fue sacado también como álbum de manera homónima, a principios de los noventas. Cómo dato curioso, está escrita para la que en su tiempo fue la mujer de George Harrison y que luego fue su esposa, Patty Boyd, siendo que ambos eran muy cercanos.

Victoria

La música es una montaña rusa de emociones; un hilo conductor de recuerdos e historia, hay canciones que definen una época, definen historias de amor, que son tan importantes que incitan a rebeliones.

Para mí  cada vibración de una cuerda, cada acorde, cada “vibrato,” cada escala en una guitarra, es una llave hacia un recuerdo con mi padre: Siempre he tenido, desde que aprendí a tocar, el mismo sueño: estoy sentada en los regazos de papá y mi madre me da un regalo de parte de él: ¡Dios! una guitarra clásica, rosa como sacada de un set de Barbie, era tan rosa que incluso a mí me parecía demasiado rosa. No entendía cómo pensó que me gustaría, aun así la acepté. Luego de un rato mi mamá,  al ver mi cara de decepción escondida por una sonrisa de agradecimiento, habló con él.

Esta es la siguiente parte de mi sueño: mi padre con un estuche, de ella saca una dreadnodght. Ese es el verdadero momento que se repite una y otra vez sin importar el día o la hora, siquiera mi estado de animo. La música me conecta una y otra vez con él.

Por eso amo la música, siempre está envuelta en un manto de misticismo. Llevándome de un lado a otro, como si yo solo fuera su esclava, al fin y al cabo soy hija de mi padre, mi vida está indudablemente en clave de sol y a cuatro cuartos. «¿No es la vida entonces tan maravillosa como una canción? O al contrario, ¿no es la música tan aplastante y rotundamente abrumadora  como la vida?» Son preguntas que llegan siempre  que extraño a papá.

Me desperté con  mi alarma al ritmo de Clapton.  Dios es Clapton y Clapton es Dios, ese es mi lema.
Era sábado por la mañana, brinqué de mi cama, corrí al baño llena de energía como era usual, me cepillé el cabello, y tomé una ducha. Luego me dispuse a elegir una falda a cuadros escoceses, una blusa de tirantes negra y me amarré el cabello ya una vez seco.

—¡Victoria baja en este instante! —gritó mi hermano algo molesto—. Llegarás tarde a tu ensayo si no bajas a desayunar en este momento.

Me puse mis botas lo más rápido que pude y bajé, después de todo tenía razón.

—Heme aquí hermanito, lista para la acción, Vic a tus órdenes, la guitarrista más talentosa de este lado del Bravo —dije burlonamente mientras bajaba las escaleras.

—Vaya, esa es una afirmación muy arriesgada siendo que  no estamos en México siquiera —respondió sarcásticamente—. ¿Me puedes decir dónde está tu guitarra? —«al menos una de ellas» me dije mientras recordaba que había olvidado bajarla.

—¡Demonios lo olvidaba! —exclamé mientras corría hacia el estudio, donde había dejado mi guitarra en su estuche la noche anterior—. Es hora. ¡Por fin voy a tocar con esta guitarra!

Por un momento me detuve,  el estuche estaba en el piso alfombrado de lo que era, en otra época, el estudio de mi padre. En él,  había un pequeño altar a la memoria de mi padre,  en el que mi madre entraba a veces cuando se sentía perdida respecto a alguna decisión importante, o simplemente cuando estaba demasiado cansada o abatida por el trabajo; además de algunos de sus trofeos como piloto y por supuesto esta guitarra. Él mismo había sido estudiante de mi escuela hace mucho tiempo.

Me senté sobre mis pantorrillas, prendí unas velas y algo de incienso, casi nunca lo hacía, me dolía demasiado recordar, pero esta vez lo sentí necesario, después de todo estaba tomando algo muy valioso para él.

»Padre —dije solemnemente—, este es tu legado, juro por tu sangre que corre en mis venas que la cuidaré, con toda mi alma. —me empezó a temblar la voz y una lágrima bajó por mi mejilla, sentía como si alguien tomara mi corazón y lo aplastara—. Papá,  por favor, acompáñame siempre a través de está guitarra, dame las fuerzas para soportar lo mucho que te extraño.

Dejé que el incienso se consumiese y solo cerré la puerta.

—¿Victoria, no era que tenías prisa? —dijo mi hermano desde abajo.

Bajé inmediatamente después de limpiarme las lágrimas y rezar porque mis ojos no se hayan enrojecido demasiado, con el estuche duro en las manos, me llegaba hasta el pecho cuando estaba de manera vertical así que debió verse divertido. 

»¡Espera qué! Espero que esa guitarra no sea en la que estoy pensando, Victoria, mamá te matará. —era evidente que si era la guitarra en la que él estaba pensando, mi hermano no era tonto pero sí un poco ingenuo, hacía meses que mamá me había dejado usar la guitarra de papá—. Pudiste haberme pedido una Les Paul para el cumpleaños si querías tocar con una.

—Sabes tan bien como yo que ninguna de las que estén en la tienda sonará como la vieja standard de papá  —respondí mientras bajaba con el estuche duro—. Ahora sí, a desayunar. —seguí con la guitarra en mano mientras me miraba debajo de los lentes con algo de enojo, tengo muchas guitarras, él no entendía porque de todas me animé a tocar con esta.

Sus ojos negros y profundos como los de papá, me veían con desaprobación, mi hermano es muy rígido y esta guitarra es algo especialmente prohibido para él.

—Ten mucho cuidado por favor, Vic. Esa Les Paul no solo  tiene valor sentimental incalculable, prácticamente es de colección —siguió sermoneándome cómo era su costumbre ya hace años. 

—¿Podrías dejar de preocuparte? Si alguien sabe tratar a una guitarra es un guitarrista —le reclamé con desdén, había demostrado muchas veces que yo sabía cuidar mis guitarras.

—Hay miles de videos que dicen lo contrario, Hendrix quemó una en el escenario. —él era rico y tenía un montón de guitarras, yo no podría quemar una guitarra de diez mil dólares.

  —Yo no soy Jimmy Hendrix, J.P. —Juan Pablo estaba siendo bastante irritante así que le respondí con enfado—. ¿Qué hay para desayunar? —pregunté para desviarme del tema.

—Pancakes con miel de maple y tocino. —se me hizo la boca agua con el tocino, así que dejé la guitarra en un sofá y corrí a la cocina.

Los devoré en un segundo, me encantan los pancakes.

—Y dime Victoria: ¿Estás emocionada por regresar a clases? —me preguntó mamá mientras masticaba, tragué, me limpié la boca con una servilleta y me dispuse a responder.

—No lo sé mamá, hay rumores extraños sobre un chico nuevo, dicen que es todo un genio musical. —Mi madre levantó las cejas, con interés—. Y que es todo un divo, prácticamente le regalaron una sala de práctica y un piano nuevo con tal de que viniera a nuestra escuela.

—¡Vaya! Si eso es verdad le va agriar la vida a todo el mundo. ¿Cómo puede ser un chico tan malcriado? —me respondió algo molesta, para luego tomar un sorbo de su café mañanero.

—No lo sé mamá, no creo que haya puesto todas esas condiciones solo por ser un niño malcriado —reflexioné mientras me levantaba de la silla—. Pienso que puso todas esas condiciones para que le dejaran de insistir y luego no le quedó de otra que aceptar.

—Vamos a lo mismo Vic, ¿quién no querría asistir  a la mejor academia de artes del mundo?

—Bueno tienes razón, pero mira: si es tan talentoso, ¿por qué no asistió a la academia desde primer año?  —«Un talento así no se hace de un día para otro» me dije mientras le respondía—. ¿Por qué entró hasta ahora?

Mi madre dejó su comida para escuchar más atentamente.

—Debe tener familia, amigos, incluso una... —me puse roja como manzana de solo pensar en eso.

—¿Una que?  —preguntó mi madre con malicia y una sonrisa algo pícara en el rostro.

—¡Nada! —exclamé avergonzada—. Me tengo que ir.

—Mi niña, eres demasiado dulce e inocente no cambies nunca —me dijo riendo mientras se acercaba a darme un beso—. Cuídate mucho y cuida esa guitarra.  Por cierto: ¿Ya saben que van a hacer sin pianista? Es una lástima que David se tuviese que ir de la escuela por vivir en Madrid.

—No lo sé mamá, conseguir otro, no me queda de otra, él era más importante de lo que se imaginaba. —Era más que pianista, el que nos ayudaba a componer y hacer arreglos a covers, casi nunca salía a escena a menos que lo ameritara la canción—. Como sea ya tengo que irme, ma, nos vemos más tarde.

Corrí hasta la puerta, poniéndome mis audífonos y con la guitarra a cuestas.

Aunque JP y yo caminamos juntos un rato, él pronto siguió por un camino diferente al mío rumbo a su trabajo. Corría alegremente por toda la ciudad. Esa ciudad en la que había vivido toda mi vida, llena de música, arte y cultura.  Gracias a nuestra academia se respiraba todo eso en cada esquina. La amo  y amo a mi escuela. Me tuve que resistir a bailar mientras pasaba por el parque ya que daban un concierto de ritmos latinos. A lo que si no me pude resistir fue a tomar una guitarra que se me ofreció y tocar bolero.

—¡Llegas tarde guitarrista! —me regañó Jonathan mientras dejaba el estuche con mi guitarra en el suelo cuidadosamente—. A juzgar por tu rostro supongo que te entretuviste andando por la ciudad. —Yo solo sonreí, me conocía más de lo que quería admitir.

Él era el bajista de nuestro grupo, un chico corpulento y pesado como su instrumento.

—Entonces… ¡Muéstramela! La tienes, ¿verdad? —preguntó desde la batería mi amiga Azul, su apodo, en realidad se llama Priscila—. Dime que sí la tienes, rosa. —Volví a sonreír.
Era una chica alta y de cabello negro satín hasta los hombros, con un mechón azul en el fleco, nos lo habíamos teñido juntas a comienzos de las vacaciones de verano.

El guitarrista rítmico del grupo se apresuró y  tomó el estuche, lo puso sobre una mesa que teníamos en el cuarto de ensayo  y me miró con ojos de emoción,  yo solo asentí con mi cabeza. Ash, como le llamábamos a Milo, era un chico algo más pequeño que el promedio.

Moví la cabeza afirmativamente para indicarle que podía abrirla. Él sonrió alegremente y soltó los broches.

—Vaya… es hermosa  —dijo Jonathan, asombrado—. Nunca había visto una Les Paul tan cerca… al menos no una real.

Y así era,  con cuerpo de caoba, una tapa de  arce de color ámbar y en los bordes iba al rojo, “Cherryburst”, se llamaba el acabado; con una bella beta en la madera, mástil de caoba y trastera de negro ébano, las dos  pastillas de doble embobinado estaban cubiertas con una tapa de bronce, y el golpeador  era color negro, papá la había mandado a modificar un poco, hace muchos años, en la misma Gibson.

Ash me miró, y juntando las manos inclinó la cabeza, me estaba pidiendo permiso para tocarla, era  complicado comunicarse con él, pero la costumbre me decía que estaba pidiéndome algo. Simplemente moví mi cabeza de manera afirmativa, se apresuró a colocarse la correa y a conectarla a su Marshall sin esperar ni un segundo.

A pesar de no escuchar, Ash sentía muy bien el ritmo y por esta razón lo escogimos como segunda guitarra. No hay nadie tan preciso como él, excepto tal vez Jonathan. Tenía cabello cenizo, por eso el apodo, y casi siempre llevaba una gorra de maquinista negra encima. Tocaba descalzo sobre un andamio de madera para sentir mejor la batería. El feeling en sus solos era espectacular, para el blues no había mejor guitarrista que él.  Oírlo interpretar a Clapton con una Les Paul fue genial, Layla resonaba en sus manos, casi era como escuchar a slowhand tocar. Esos bends tan precisos, esa forma tan relajada de tocar casi sin mover la mano, suave, terso, con verdadera pasión… repito para el blues no había nadie mejor  que el cenizas. Sus ojos se iluminaron al terminar, evidentemente le había encantado, normalmente toca con una Pacífica y me extrañaba verlo tan cómodo con una escala corta.

—¿Y qué te parece? —Parecía estar bastante satisfecho le brillaban los ojos.

Pensó, tomó una agenda de su bolso y se dispuso a escribir:

«Siento las cuerdas muy suaves, eso me incomodó un poco» recitaba el papel

—Lo supuse, te gustó la manera en que las cuerdas resuenan por toda la guitarra pero prefieres una escala más larga, ¿verdad? —tardó un poco en leerme los labios pero terminó por entenderme y levantar su pulgar

Atrás Jonathan hacía gestos groseros y azul le seguía la bromita, y el pobre Ash ni en cuenta. Yo les pinté dedo, esos dos no se podían poner serios nunca.

«No les hagas caso» leí en un mensaje de Ash en mi teléfono un momento después.

—Vic, sin celulares en el ensayo, ¿recuerdas? —Yo misma había puesto esa regla y ahora azul la usaba en mi contra.

Le di al stand by  de mi amplificador y me llevé la guitarra al hombro.

—¿Listos entonces? ¿Podemos comenzar? —Johnny hizo lo mismo y revisó que su bajo estuviese afinado.

Asentí con la cabeza y le di encendido al amplificador.

Cuando empezamos a tocar sentí algo muy diferente: Era muy pesada, solo para empezar, me jalaba hacia abajo, eso pasa cuándo tu guitarra no parece queso suizo por dentro.

Mi padre me llamaba a través de cada cuerda, era como si cada vibración fuese una llamada al cielo, ahora sabía que él me veía.

Cuando terminé de tocar mi compañera la loca de la batería, el tipo con el hacha de guerra de fantasía en el cuello y mi amigo el mini Angus Young me miraban asustados.

—¿Qué..? ¿Qué  pasa chicos? —pregunté con voz entrecortada.

—¿Estás bien? —me preguntó azul con rostro de preocupación

Solo la miré extrañada.

»¡Estás llorando, Victoria!  Te... ¿Te sientes bien? — En ese momento sentí mis mejillas empapadas por lágrimas.

Ash corrió hacia mí y me abrazó

—¡Tranquilo, Ash! —respondí a su gesto devolviéndoselo —. ¡Estoy bien! Solo me dio algo de nostalgia oír esta guitarra otra vez

Llevaba años sin escuchar esta guitarra y solo la tocaba cuando papá me ponía en sus regazos y me dejaba hacer una que otra cosa. Nunca me había atrevido a bajarla de la pared donde dormitaba, justo encima de su  foto en el altar, me intimidaba. Para mí era como tirarme a un barranco esperando sobrevivir. Significaba darle un vistazo a mi pasado, aquel que tanto añoraba, y mirarme de niña en el regazo de papá, y sentirme segura en él. Estaba abrumada por esos sentimientos que jamás volverán y que me encantaría volver a sentir. Ahora solo me queda esta proyección a mí pasado y este pedazo de madera que  por alguna razón vibró  a través de mi alma y sacó todos estos recuerdos de mi corazón.

Al terminar el ensayo, y por suerte para mí, ya dominaba más ese sentimiento.

—Oye guitarrista. —Jonnathan estaba acomodando la sala de ensayos que nos prestaba la escuela, yo ya me iba—. ¿No quieres ir al cine conmigo el viernes?

—¿Y el resto de la banda?  —guardé mi cable en el estuche.

Él me miró algo molesto.

—Sabes qué, olvida lo que dije, da igual.

Dejó la escoba en una esquina y salió por la puerta frunciendo el ceño. Para mí desdicha no es la primera vez que trata de acercarse a mi así. No sé cómo dejarle claro que no me interesa.

Volví a casa está vez en autobús, me dolían los pies demasiado como para pensar en caminar. En cuanto llegué me puse  los audífonos de nuevo, esta vez conectados a mí tocadiscos. Desempolvé uno de los viejos discos de B.B King de papá primero, luego algunos de cream y Dereck and the dominos, mientras revisaba por última vez las partituras de la canción que íbamos a tocar el lunes.

Últimamente tengo una idea algo extraña, pero mi formación es algo popular, así que no la he ejecutado. Además me da mucha pena cantar, hemos estado rotando de cantantes y generalmente uno de los chicos de canto nos ayuda, pero para la presentación, del lunes solo tendríamos a Jonathan. 

Como sea al finalizar la noche, terminé con mis audífonos de pastilla conectados a mi celular con Lo-Fi para dormir.

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