Invierno de colores✓

By Mari_p08

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LIBRO 3. SAGA «COX» Ethan es el prototipo de chico tímido que por lo general no tiene muchos amigos. Mack es... More

SINOPSIS.
UNO
TRES
CUATRO
CINCO
SEIS
SIETE
OCHO
NUEVE
DIEZ
ONCE
DOCE
TRECE
CATORCE
QUINCE
DIECISEIS
DIECISIETE
DIECIOCHO
DIECINUEVE
VEINTE
VEINTIUNO
VEINTIDOS
VEINTITRES
VEINTICUATRO
VEINTICINCO
VEINTISÉIS
VEINTISIETE
VEINTIOCHO
VEINTINUEVE
TREINTA
TREINTA Y UNO
TREINTA Y DOS
TREINTA Y TRES
TREINTA Y CUATRO
TREINTA Y CINCO
EPÍLOGO

DOS

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By Mari_p08

2. Ethan. 

Bajé las escaleras de dos en dos, en busca de algo de desayunar. El día de hoy estaba soleado, despejado, indicando que sería una bonita mañana, tarde y noche. Me fui felizmente hacia el comedor de nuestra casa, uno que ya estaba ocupado por mis dos hermanos.

Mi madre tarareaba una canción en la cocina con su cabello rubio recogido, mientras que no había señales de mi padre por ninguna esquina.

Supongo que por eso había paz.

Me adentré a la estancia, con una sonrisa de alegría en mis labios. Algo que se borró cuando fui consciente de que mis hermanos no estaban divirtiéndose, sino todo lo contrario a eso.

—¿No sabes que vaca es con v? ¿Es enserio?

—¡Fue un descuido! De todas formas, ya te gané.

—¿Estás loco? Yo nunca pierdo. Y tú eres un bobo.

—Acepta que perdiste, Jonas, de eso se trata.

—¡Que no! —se enfureció

Me adentré, acercándome.

Cuando ellos fueron conscientes de mi presencia entonces detuvieron su jueguito. Me incliné ligeramente hacia la mesa donde encontré que cada uno tenía una hoja e iban tachando las palabras que escogieron.

—Uh, yo quiero —tomé asiento, sacando una hoja del centro

—Tu no juegas —renegó el pequeño

—¿Qué? ¿Por qué?

—Porque siempre ganas —me respondió el rubio, negando

Eso me hizo reír

—A ver, no es mi culpa que tú Mike no tengas ortografía, y que tú Jonas no sepas escribir rápido.

—¡Claro que escribo rápido! —se alteró—. Deben tener consideración conmigo, voy en segundo primaria, ¿cómo quieren que sea el mejor? Les estoy dando ventaja.

Lis istiy dindi vintiji —imitó él

Jonas le dio un golpe en la cabeza

—Ahora si confirmo que tienes cinco años.

—¿Y tú cuántos tienes, enano?

—Tengo siete —le gruñó con enfado—. Y podré ser un enano, pero mi coeficiente intelectual te dejaría en pañales.

—A mí no me interesa tu coefitience intelectual —bufó—. Ni siquiera sé qué significa.

Él lo miró seriamente

—Tarado.

Se miraron el uno al otro por unos cuantos segundos, como si estuvieran teniendo una lucha que mi hermanito menor terminó ganando. Mike se lanzó a él y tomó su hoja, arrugándola en un puño.

Jonas lo miró con el ceño fruncido como si no quisiera reaccionar de ninguna manera, pero cuando lo hizo, el rubio terminó casi tragándose un lápiz.

Me levanté de mi asiento, dejándolos en su patética pelea que al final ninguno ganaba.

Era lo mismo casi todos los días. Sí, Mike y Jonas se adoraban el uno al otro, pero al rubio le encantaba molestar al menor solo porque este nunca ha permitido ninguna falta de respeto hacia su persona.

Incluso me sorprende que un niño de siete años use palabras tan bien formuladas como las suyas.

Me detuve en el umbral de la cocina, observando a la mujer que iba poniendo todo en platos distintos. Me acerqué hacia ella, deteniéndome a su lado

—¿Qué hiciste? —cuestioné

—Wafles para Jonas, panqueques para Mike, huevos revueltos con tocino para tu padre y a ti te hice el sándwich vegetariano que amas. ¿Te suena?

Sonreí

—Siempre sabes qué hacer —alagué

—La experta en la cocina, esa soy yo —bromeó

Me reí

Di unos pasos más lejos, tomando asiento en uno de los taburetes de la barra.

Alcancé a oír como mis hermanos seguían discutiendo sobre tonterías, algo a lo que mamá no le prestó atención ya que es lo que sucede literalmente todos los días. Sabemos que nunca llegan a algo serio entonces es mejor no entrometernos.

Una conversación que tenía pendiente con la mujer que me dio la vida me dejó pensando en las posibilidades de decírselo ahora.

Suspiré. Sí, quizás era el momento adecuado, considerando que mi padre no estaba cerca.

Me acomodé, dispuesta a hablar

—Ahm... mamá

—¿Sí?

—Bueno, yo... sabes que terminé el instituto hace poco, ¿no? —pregunté, nerviosa. Ella asintió—. Estuve pensando en que no debería... inscribirme tan pronto a la universidad, ¿no crees? Después de todo tengo dieciocho, estoy muy joven como para atarme a una carrera que... ahm... ya sabes.

«Que no quiero»

Eso era lo que quería salir de mi boca, pero preferí no decirlo. Si mi padre se enteraba que no quería estudiar negocios como tanto había deseado para mi futuro, pondría el grito en el cielo. Y ni hablar de lo que me esperaría, la ley del hielo para toda la vida.

Esperé con ansias su reacción. Mi madre me observó, para luego sonreír

—Estás nerviosa, eso es normal, cariño —habló con dulzura—. Pero ya verás que harás buenos amigos, eres alegre y simpática. Tu padre está emocionado con la idea de verte estudiando en la que algún día fue su universidad, podrás con eso y más.

Claro, mi padre

Me dediqué a asentir

—Tienes razón, tal vez solo son los nervios.

—Así es —tomó dos platos—. Puedes ir a tu lugar, es hora del desayuno.

Me bajé de la silla para salir de la cocina. Al hacerlo, el silencio que se formó fue neutral. Mis hermanos estaban completamente serios, muy diferente a cómo era antes de que cierto individuo apareciera.

El hombre de la casa estaba sentado en la punta de la mesa, con su porte habitual y su traje y corbata. Su ceño fruncido, sus antebrazos recargados en la madera, esperando el desayuno.

Enseguida me apresuré a llegar, tomé asiento junto a Jonas y mi madre le dejó el plato a mi padre, este le dio una corta mirada de agradecimiento antes de empezar a comer con sus cubiertos.

Pasé saliva, nadie lo miraba, nadie hacía algún comentario para cortar el silencio, las hojas y lapiceros que se encontraban esparcidas en la mesa ahora estaban en el suelo, del lado de Mike como si este las hubiese escondido en tiempo récord.

De hecho, lo tapaba todo con sus pies.

Nos mantuvimos así, lo único que se oía era el sonido de las agujas del reloj cada vez que contaban los segundos, y de los zapatos de mi madre mientras traía los desayunos de cada uno. Terminó con el suyo, sentándose al lado de su esposo para empezar a comer.

Ojeé el mío sin mucho interés.

Ni Mike, ni el pequeño ni yo hacíamos ningún tipo de ruido al masticar, los codos estaban bajo la mesa, la espalda recta apoyada en la silla, todo con una educación como si fuésemos los príncipes de no sé dónde.

Era frustrante no poder hacer algún comentario o formar una grata conversación.

Pero siempre había sido así.

Le di un mordisco al pan, comiendo con delicadeza. En eso, mi padre ocasionó un pequeño ruido cuando decidió hablar

—Mackenzie, ¿puedes alcanzarme una servilleta, por favor?

Las servilletas estaban del lado de Mike, tendría que estirarme bastante para poder alcanzarlas.

Bueno, no era algo que me sorprendiera, después de todo mi padre no le dirigía la palabra a mi rubio hermano, ni un susurro, ni una corta mirada, absolutamente nada.

Mike no se movió, entonces hice un pequeño ruido con mi silla al levantarme. Tomé lo que me pidió y volví a mi asiento, dándoselo.

—Gracias —limpió su boca y manos. Luego, suspiró, mirándome—. ¿Ya realizaste tu inscripción a la universidad?

Mis alarmas se encendieron

—Ahm... sí, bueno, digo... —sentí el calor subirse por mi cuerpo hasta mis mejillas—. Aún no están abiertas, el semestre terminó hace una semana, habrá que esperar a que les den espacio a los nuevos para el próximo año.

Él me miró fijamente. Creí que me atraparía en mi mentira, sin embargo, una oleada de alivio me invadió al verlo asentir

—Quiero que estés atenta. Supongo que habrá que pagar de más si te retrasas.

—No lo haré, papá —musité, volviendo a mi comida

—Eso espero —bebió de su jugo—. ¿Y tú, Frederick? ¿Cómo va tu curso de francés?

Jonas levantó la cabeza

—Bastante bien —asintió—. Estoy... aprendiendo mucho, padre.

—Eso me alegra —comentó, más tranquilo—. Hablé con Jasmine por teléfono, mencionó que todo va en orden por allá y que no ha habido ningún altercado en las empresas. Todo funciona excelente.

Hubo un momento de silencio

—¿Lo ves? —se dirigió a mi madre esta vez—. Sí me interesa la vida de mis tres hijos.

Entonces, se levantó de su asiento, perdiéndose en la salida.

Expulsé el aire que estaba reteniendo, sentí que un peso se iba de mis hombros y que todo lo malo se había ido por fin. La energía pesada que mi padre dejaba en el ambiente se había ido con él.

Minutos después, escuchamos sus pisadas saliendo y luego el sonido del auto arrancando hacia su trabajo.

Miré a Mike, este revolvía su plato con la cabeza gacha

«Tres hijos»

Somos cuatro, en realidad.

—Lo siento —murmuré

—No es tu culpa —negó, mirándome—. Ya es igual, me acostumbré desde la primera vez que me echó de su vida.

—No te desanimes por eso —mi madre tomó su mano—. Tu papá te quiere, es solo que aún le cuesta aceptar que...

—Que no seguí su camino —completó por ella—. Que decidí hacer lo que amo y no meterme en su... estúpido negocio familiar.

Nos quedamos en silencio. Mike me miró

—Aún puedes hacer lo que desees hacer —habló seriamente—. No necesitas seguirle el juego, puedes tomar tus propias decisiones, eres mayor de edad, yo te apoyo.

Le di una corta sonrisa

—Gracias.

Suspiró, negando

—No es nada —se encogió de hombros, entonces miró a Jonas—. ¿Qué pasa, Frederick?

—¡No me llames así! —clavó el tenedor en su comida

—¡Así te llamas!

—¡Es horrible! —renegó hacia mamá—. ¿Verdad que suena como nombre de anciano? ¡Solo tengo siete años! Y si me llamas así, Mike, te cortaré la lengua con mis tijeras de cortar papel.

Este soltó a reír, en burla. Jonas nos miró mal a todos, pues mi madre y yo no pudimos evitar reír también.

Formamos el ambiente del desayuno más tranquilo, muy diferente a como era todo con mi padre presente.

❄️

Me moví ágilmente por cada mesa tomando pedido entre pedido. Entregaba los platos, recibía el dinero, llegaba con una nueva orden hacia la cocina, todo con una sonrisa en mi rostro por atender a los clientes con alegría. Lo que todos deberíamos hacer.

Mi delantal negro protegía una parte de mi ropa, esta vez usaba un suéter amarillo que hacía resaltar mi cabello recogido en un moño.

Seguí con mi camino, entregué el pedido a la mesa dos y luego volví por más, justo a la barra donde se encontraba mi hermano sentado en un taburete, comiendo con tranquilidad

Le robé una papa, echándola a mi boca

—¿Qué te sucede? —reclamó enseguida, ofuscado

—Cálmate, solo es una papa —hablé con la boca llena

—No tienes educación —bufó—. Ni respeto por nadie, ladrona de papas.

—Pues mira que al menos no armo un escándalo por cualquier tontería

—¡No es una tontería! ¡Es una...!

—Jonas, no grites, por favor —mamá salió de la cocina, poniendo una bandeja llena de comida a mi disposición— Pedido de la mesa 8, linda.

—Genial —la tomé ágilmente con una sola mano. Cuando iba a pasar por su lado, le robé otra papa y salí corriendo

—¡Mack, que ya no más!

Reí

Me acerqué a la mesa y dejé los platos con habilidad, tomando de nuevo la bandeja para llevármela. Me agradecieron con una sonrisa y entonces seguí con mi camino hacia la mesa cuatro pues un chico levantó la mano

—¿Sí, diga?

—Perdona, es que han pasado quince minutos desde que pedí mi orden, ¿podrían apurarse? Es urgente.

—Oh, claro, ehm... ¿quién lo atiende?

—Una chica castaña con rizos, no sé cómo se llama, solo sé que...

—¡Aquí voy! —la voz proveniente de la cocina nos alertó a todos. Wendy salió felizmente con una bolsa en sus manos, acercándose—. Un pastel de chocolate con dos muffins en forma de corazón para la feliz pareja.

El chico lo recibió, sacando el dinero

—¿Propina? —mi amiga batió sus pestañas—. Ya sabe lo que dicen, si no hay propina para el mesero, no habrá felicidad para el cliente.

Elevé ambas cejas, pues definitivamente nadie había dicho eso nunca. El cliente la miró con algo de confusión, la chica se apresuró a aclarar.

—Es broma, yo lo inventé —se rió—. Oh, pero si quiero la propina.

Le dio unos cuantos billetes, saliendo de la mesa para irse. Wendy los contó con el ceño fruncido

—¿Dos dólares? —levantó la cabeza, molesta—. ¡Oiga! Pero... ¡la próxima vez no lo atenderé así de bien!

—¿Se puede saber qué te sucede? —pregunté, algo divertida por la situación

—¿Qué me sucede? ¡Es el tonto de tu hermano!

—¿Jonas? —lo miré

—¿Qué? No, él no —negó—. Él es tierno, hablo del idiota rubio con genes de... arg, es que es molesto.

—¿Por qué dices que es molesto?

—¡Porque se atraviesa en mi camino tooooodo el tiempo! No sé si quiere molestarme, pero me irrito con facilidad, voy a terminar golpeándolo.

Empezó a caminar hacia la cocina otra vez así que me adelanté a seguirla. Mi hermanito seguía en la misma posición comiéndose las tres papas que aún le quedaban a la bolsa que sostenía.

Estiré mi mano para tomar una, y terminó manoteándome con molestia. Lo miré boquiabierta, Wendy aprovechó para tomarla y Jonas solo le sonrió

—¿Es enserio? —me quejé

—Tu puedes tomar las que quieras —suspiró hacia ella—. ¿Ya te dije que hoy te ves muy bonita?

Wendy le sonrió con ternura

Awwwww —pellizcó su mejilla—. Cosita.

—Y pensar que a mí me golpea si lo toco —murmuré, para mí misma

—Wendy —la miró, tomando su mano como si quisiera confesarle algo—. ¿Verdad que cuando sea grande serás mi novia?

Mike salió de la cocina, enseguida

—¿Qué has dicho?

—Drama —canturreé, tomando un muffin de la muestra para comer un poco

Esto sería bastante interesante 

La castaña miró mal a mi rubio hermano

—¿Otra vez tú? ¿Qué haces aquí?

—Vine a comer algo —se justificó

—¡Ya dame mi espacio! —chilló, ofuscada

Él sonrió

—Oye, linda, yo no te estoy persiguiendo.

—¿Linda? —Jonas se levantó de su asiento, lleno de ira—. Se acabó, tu y yo vamos a arreglar esto, analfabeta.

—A mi no me vengas a pisar, enano.

—¡Enano tu...!

—¿Qué sucede aquí? —mi madre salió a la escena—. Chicos, aprecio que quieran ayudarme en la cafetería, pero no es el primer escándalo que protagonizan. Si van a trabajar, genial, si no ya dejen de hacer ruido. Los clientes los están mirando.

Eso era muy cierto. Terminé de comer mi muffin para luego sacudir mis manos

—¿Hay otro pedido? Wendy y yo tenemos que trabajar.

—Así es —la castaña se quitó el delantal—. Me gustaría seguir ayudando, señora Blythe, pero tenemos que ir a cuidar a un terremotito que nos vio cara de sus niñeras.

—¿Puedo ir? —preguntó Mike

—No —no lo miró

—¿Puedo ir? —cuestionó Jonas esta vez

—Por supuesto que sí, amiguito.

El rubio la miró boquiabierto.

Mientras tanto, mi pequeño hermano salió felizmente hacia la puerta de atrás, siguiendo a Wendy. Entregué mi delantal en la barra, algo que mi madre utilizó para ponérselo a Mike en el pecho

—Tú te quedas, tú atiendes —ordenó

Decidí no seguir escuchando sus quejas y mejor me fui por la puerta trasera donde se encontraba el auto color lila propiedad de mi amiga castaña. Me subí al asiento del copiloto, y ella arrancó metiéndose en las calles solitarias de Londres

Enseguida tuve que tomar mi abrigo del asiento trasero para cubrirme, aunque hoy el clima no estaba tan frío como de costumbre.

Wendy encendió la radio

—¿Y bien? —pregunté—. ¿A quién cuidaremos esta vez?

—Se llama Ronald, tiene ocho años y su madre mencionó que le gusta mucho el desorden —rodó los ojos—. Se irá en el transcurso de la tarde así que nos pagarán por horas. 

—Funcionará —asentí

Jonas se metió entre los asientos

—¿Podemos jugar a las adivinanzas?

—Claro —le respondió ella—. A ver, dime ¿qué tiene agujas y no sabe coser?

Lo pensó en silencio, rodé mis ojos sin creer que la castaña lo soportaba tanto. Finalmente, al niño se le iluminaron los ojos

—¡El reloj!

—¡Bien! Adivinaste —sonrió

—¡Otra!

—Ya adivinaste, ya cállate —pegué mi mano en su frente, devolviéndolo al asiento. Me dirigí a Wendy esta vez—. ¿Qué pasó contigo y mi hermano?

—¿Qué pasó de qué? Nada de nada, eso lo sabes perfectamente, Mack.

—Claro que pasó algo —sonreí—. Estaban discutiendo.

—¿Y eso es bueno para ti? —enarcó una ceja

—Ay, por favor, entre ustedes dos había algo antes de que Mike se fuera a la universidad, me contaste sobre una relación a distancia, que no haya funcionado, eso te lastimó. Ahora él volvió por vacaciones y hay momentos tensos entre ustedes.

—¿Por qué hablan de ese bobo? —cuestionó él, ceñudo

—¿Quieres galletas o no? —lo miré

Me dio una mala mirada enseguida

—Chantajista.

Volví a mirarla a ella. Wendy suspiró, negando con la cabeza como si el asunto fuese difícil

—Eso ya no es importante. Lo único que importa es que yo también me iré a la universidad el próximo año. Estaremos lejos el uno del otro.

—¿Ah sí? No lo creo. Dijiste que querías ir a la universidad de Nueva York.

—Sí, pero él estudia lejos de allí. Yo... no sucederá nada entre nosotros, no sé por qué te haces falsas ilusiones.

—¡Porque el amor es increíble! —me recosté en mi asiento, con una boba sonrisa—. ¿No te encantan las mariposas en el estómago y el canto de las aves por las mañanas? Todo se ve completamente diferente cuando te enamoras.

—Mira, el amor no es como lo lees en los libros, Mack —negó, con desgano—. La vida real es muy diferente. Cuando te enteres por tu cuenta que no es tan divertido vas a entenderme.

Bah —me encogí de hombros—. Déjame soñar a gusto.

—Solo espero que no sufras un amor fallido que te haga decepcionar —me dio una mirada comprensiva, antes de seguir conduciendo

¿Era posible que eso fuese cierto?

A mis dieciocho años de vida no había experimentado ningún tipo de amor, a pesar de que la sola idea de hacerlo me emocionaba.

Vamos, dudo mucho que sea tan malo como lo ven, quizás y yo tengo la razón. Tal vez podré encontrar un amor que no me desilusione y sea el correcto.

Esperaba.

Cuando llegamos a la casa que Wendy consiguió, bajamos del vehículo, tocamos el timbre y una mujer pelirroja nos atendió.

Mencionó que su hijito hiperactivo nos estaba esperando y que tuviéramos cuidado con las porcelanas. Ella se fue algo apurada, así que nos adentramos y empezamos a ojear cosa por cosa y rincón por rincón.

Desde que salimos del instituto Wendy y yo habíamos buscado distintas formas de emplearnos para poder obtener dinero, mi madre y su cafetería fueron de gran ayuda, y luego, mi castaña amiga creó una especie de App en la que la contratan como niñera de medio tiempo. Me ofreció acompañarla y entonces todo ha salido bien, por ahora.

Pasamos los primeros quince minutos en la sala, Jonas y Ronald congeniaron bien, por lo tanto, estaban jugando algo parecido a ping pong mientras Wendy yo veíamos una película en el enorme televisor pantalla plana que tenían en la sala.

Esta gente era doblemente millonaria.

Saqué una manotada de palomitas

—¿Quién dices que muere? —cuestioné

—Todos —se encogió de hombros—. Son películas de miedo, es obvio.

—No sé cómo me convenciste de esto.

—Soy buena —sonrió, comiendo

De repente, algo me alertó, me activó todas las alarmas disponibles en mi cuerpo y me dejó completamente sentada en el sofá. Wendy lo notó, así que pausó la película para mirarme

—¿Qué?

—¿Oyes eso? —señalé

Ella frunció el ceño

—No hay nada.

—Exacto —bajé los pies de la mesita, incorporándome—. No es normal que con mi hermano haya silencio. Lo sabes, ¿no?

Comprendió mi punto, pues abrió sus ojos abruptamente

—Joder, es cierto —dejó las palomitas en el suelo, poniéndose de pie—. Debe estar pasando algo y nosotras no sabemos.

Me levanté, siguiéndola por todo el pasillo hasta llegar a la enorme sala principal. Entonces, ambas nos detuvimos pues escuchamos ruidos provenientes del sótano.

Un puerta extraña se encontraba abierta, y en segundos, mi hermano salió de ella, aplicando toda su fuerza mientras arrastraba algo.

Preferí esperar, lo que sea que traían fue más visible para nosotras cuando Jonas teminó de empujar y el peculiar trineo quedó en medio de la sala, con Ronald terminando de empujarlo.

—¡Sí! —celebró

—¿Qué es eso? —pregunté

—Un carrusel —ironizó Jonas

Le puse mala cara

—¿De dónde lo sacaron? —preguntó ella—. Es más, ¿para qué lo sacaron? ¿Qué están planeando hacer?

Ronald se encogió de hombros

—Usarlo para dar un paseo.

—¿Qué? No, no, están locos. Tu madre me prohibió que salieras, está haciendo frío afuera y puedes congelarte.

—¡Será divertido! —celebró mi hermano—. Oh, vamos, no podemos quedarnos aquí toda la tarde sin hacer nada.

—Jonas se une —Ronald le pasó un brazo por los hombros, mirándome—. ¿Te unes, Mack?

Sonreí enseguida

—¡Por supuesto que sí! Amo la diversión.

—¿Qué? —Wendy me miró mal—. Mack, no podemos...

—Será solo una vuelta —bufé—. Debes empezar a relajarte un poco, aguafiestas.

❄️

No, no fue solo una vuelta.

Y todo podía salir mal.

Ronald, Jonas, Wendy, y yo nos encontrábamos en medio de la sala mientras la mujer pelirroja caminaba de lado a lado como un león enjaulado. Tenía mi cuerpo lleno de nieve, al igual que los demás.

Resulta que no solo todo se descontroló y terminamos dando vueltas por todo el vecindario, sino que también, terminamos arrollando a un chico sin intención y luego al volver rompimos un poco la cerca que separaba el jardín de la calle.

¿Desde cuándo era tan irresponsable?

O mejor aún, ¿desde cuándo había podido hablar con chicos con tanta facilidad si cuando estoy nerviosa hablo de más?

Aunque debía reconocerlo, los ojos grises de ese chico, rostro atractivo, altura intimidante y al mismo tiempo sonrisa encantadora, fueron los detonantes para que mi cuerpo entero reaccionara en una especie de cortocircuito que casi no pude parar.

Mierda, nunca había visto a un... joven tan guapo en mis dieciocho años de vida, y gracias a mi torpeza olvidé pedirle su nombre o al menos... no lo sé, saber algo más. Supongo que los encuentros así solo se viven en los libros que leo, ¿por qué no creer que estoy en uno?

—Mack —Wendy me codeó

Salí de mis pensamientos enseguida

—¿Sí?

—Dame las llaves de mi casa —masculló la mujer—. Ahora.

Las saqué del bolsillo de mi abrigo y se las tendí, casi temiendo por mis dedos cuando me las rapó de un movimiento brusco

—Y no quiero volver a verlas —señaló hacia la salida—. Son las peores niñeras de la historia.

Wendy y yo nos miramos, Ronald se vio algo cabizbajo cuando mi hermano se despidió de él, entonces, los tres empezamos a caminar hasta que estuvimos fuera de la casa y el portazo que dio la mujer nos hizo saltar en nuestro lugar.

—Demonios —la castaña se adentró al auto, enseguida la imitamos agradeciendo la calefacción desde adentro—. Seguro nadie volverá a contratarnos.

—Oye, solo fue un tropiezo, descuida —la animé

—Hay que reconocer que fue increíble —sonrió mi hermano—. Deberíamos comprar un trineo, Mack.

—Sí, ¿qué tal si usamos el dinero de tu colegiatura?

Me sacó la lengua con toda la madurez que poseía en ese momento

Ella arrancó, volvimos a meternos en las calles de Londres y empezó a conducir hacia mi casa. Vivía un poco más lejos de nosotros, así que se tomó la libertad de dejarnos justo en frente y luego marcharse

Demasiado rápido

Me miré las botas, cabizbaja

—Pobre, Wendy —exclamó él—. Se veía triste.

—Lo sé —murmuré

—Todo por tu culpa.

—¿Qué? —lo miré enseguida—. Oye, no fui yo quien sacó un trineo del sótano de una casa de ricos que no es mí casa.

—Tú nos seguiste el juego, se supone que eras la adulta responsable.

—No me culpes a mí, ¿okey?

—Además si no hubieses arrollado al chico de gorro azul no habríamos tardado tanto en volver. Te quedaste como... embobada, ¿segura que no te enamoraste de él?

—Ya cállate —bufé. Mejor puse mi vista en la casa de enfrente—. Iré a saludar a Federico.

—Que nombre más ridículo —rodó los ojos—. ¿De verdad vas a dejarme solo en casa?

—Tu verás si me sigues —atravesé la calle, mirando hacia ambos lados. Inmediatamente sonreí cuando sentí sus pasos detrás de mí

—No me gusta ir con los señores Houston —puso una mueca—. Ella siempre pellizca mis mejillas.

—Nadie te mandó a ser tan tierno.

—Soy peligroso, no tierno —refunfuñó

—Cálmate, malandro —toqué el timbre, esperando con las manos dentro de mis bolsillos

Jonas pateó algo de nieve

—No tardes mucho, ¿sí? Quiero que me hagas chocolate caliente.

—¿Algo más, su majestad?

Sonrió

—Y unas galletas, gracias.

—Sí, claro —volví a tocar, cuando no obtuve respuesta

Esperé en los próximos cinco minutos, pensando que a lo mejor no habría nadie cerca. Sin embargo, cuando estaba pensando en irme, la puerta fue abierta y el rostro del señor Edward fue lo siguiente que vi.

Él nos sonrió a los dos en segundos

—Mack y Jonas —pronunció—. ¿Cómo están mis vecinos preferidos?

—Y únicos —remarqué, divertida—. Buenas tardes, señor Edward.

—Anda, pasen —se hizo a un lado—. Tienen suerte, tenemos chocolate y galletas listas para repartir.

Jonas se sorprendió

—¿Está Federico? —pregunté, ansiosa

—Claro, esperaba que vinieras a verlo.

—Hoy no pude traerle su comida —lo seguí hacia la cocina—. Pero espero mañana traérsela, no hay problema, ¿cierto?

—No te preocupes por eso, Mack. Eres bienvenida. Además, Nora ya se encariñó con ese gato, es como parte de la familia.

—Me alegra —sonreí con algo de timidez

Apenas llegamos al comedor, me llevé la sorpresa de que la señora Nora no era la única habitando la estancia.

De hecho, la persona a su lado levantó la cabeza justo cuando mis ojos lo buscaron, lo que causó que nuestras miradas se conectaran por instinto.

Vi algo de sorpresa en sus facciones, aunque rápidamente se recompuso y terminó poniéndose de pie, enseñándome ese suéter ajustado que usaba y que se amoldaba perfectamente a su cuerpo.

De acuerdo, Mack.

Solo es un chico muy atractivo.

—Hola —la señora nos sonrió

—Perdón si vinimos en un mal momento —pronuncié

—No, no hay problema —señaló al chico a su lado—. Él es mi nieto, Ethan. Vino de vacaciones. Ethan, ellos son Mack y Jonas, los vecinos.

«Ethan»

Vaya, vaya.

Las vacaciones podrían volverse interesantes. 

*

¿Yyyyyyyyy? ¿Qué les parece nuestra nueva protagonista? Yo le veo madera, xd

¡Gracias por leer!

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