Don't Leave Me; KookTae

By Sachigiro

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[SEGUNDA TEMPORADA DE STAY] [ESTRICTAMENTE NECESARIO LEER LA PRIMERA TEMPORADA] Las interacciones sociales y... More

ADVERTENCIA
Prólogo
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By Sachigiro

Sus ojos picaron. Quería alejarse, vomitar, desaparecer, no volver a existir.

Sintió que quería morir.

Yeonjun había besado su mejilla, muy cerca de sus labios si no fuera porque lo esquivó. Tal vez, si alguien pasara y desde su ángulo, pensaría que se estaban besando.

Miró hacia al frente.

Nada estaba bien.

Todo estaba completamente mal.

Las náuseas incrementaron y fue entonces cuando alejó con una fuerza extraordinaria a Yeonjun.

Ese día, como nunca, había sentido mucho miedo. Miedo de perderlo todo, miedo de perderlo a él.

Jeon Jungkook los daba viendo.

—Aléjate... —dice primero, sintiendo el pánico carcomer su ser—. ¡Aléjate, no quiero que vuelvas a estar cerca de mí! —finalmente le grita.

Taehyung nunca le gritó a nadie porque aprendió que con gritar no resolvería nada. Sin embargo, entendió la razón principal del porqué las personas gritaban en un estado de desesperación:

Porque ese era la única manera que podían hacerse sentir bajo la presión.

Yeonjun jamás lo había visto tan alarmado. Giró su cabeza para ver hacia dónde estaba viendo. Lo entendió todo cuando vio a Jungkook.

Tal vez ese era su propósito inicial, que se enojara con él, utilizarlo, manipularlo, querer, tal vez, maltratarlo hasta el punto de que su pareja malinterprete todo y llegue a odiarlo. Tal vez quería que todo fuera así, si no hubiera sentido ese dolor punzando su corazón, uno que le decía que estaba mal lo que hacía, que no debía vengarse, no con él porque solo es un inocente.

Viendo que Tae de verdad iba a romper el cristal del auto con su codo, decidió dejarlo ir. Abrió las puertas.

Taehyung no perdió tiempo en abrirla y salir corriendo al exterior hacia Jungkook que lo miraba escéptico.

Primero, no podía saber lo que estaba pensando.

Segundo, lo vio apretar la bolsa que llevaba en su mano con tanta fuerza que podía ver sus nudillos rojos.

Y tercero, sabía que ese era el fin.

—Jungkook...

—Hablamos arriba.

Fue lo único que le dijo en ese entonces, dándole la espalda para caminar hacia el interior del edificio, Taehyung en todo momento lo siguió con los pensamientos dispersos. Entrando al ascensor, ambos podían sentir la tensión, pero Jungkook mantenía un semblante serio.

Era justo a cuando lo conoció. Ya nada volvería a ser igual.

Entrando al departamento, Taehyung lo vio dejar sus cosas encima de la mesa, dar varias vueltas y mirarlo.

—Jungkook, no es lo que piensas. Él...

—Sí, él te besó.

Frunció las cejas.

—No, no lo hizo. Solo me besó en la mejilla porque lo impedí.

Jungkook ya estaba harto de las mentiras, siempre lo estuvo. Siempre de sintió traicionado hasta de su propia familia, pensó que tener una relación con Tae sería diferente, que lo haría sentir vivo como fue hasta ahora. Lo pensó tanto que nunca se dio cuenta de que su principal error fue compararlo con los demás, porque incluso así, estaba acostumbrado a escuchar excusas baratas.

¿Piensas que voy a creer en esa mentira, Kim Taehyung?

Sí. Ese era el verdadero Jeon Jungkook, aquel chico frío, testarudo, arrogante, y vanidoso. Taehyung sabía que esa era su verdadera personalidad, desde el inicio la había tratado así. Por tal razón, se acostumbró a él como Jungkook se acostumbró a Tae.

Entonces, ¿por qué quería que hiciera silencio cuando nada de eso era verdad?

—Dime, ¿al final me estabas utilizando?

—¿Qué estás diciendo? —murmura con la voz temblorosa—. Nunca me atrevería a utilizarte. Siempre te lo he dicho, eres un ser humano que merece respeto también. ¿Con qué fin te utilizaría?

—No lo sé, al fin y al cabo, soy tu musa. Como musa, tú dependes de mí en tu inspiración.

Esas palabras fueron las más doloroso que pudieron decirle en años.

Su piel picó aún más.

—Y tú dependes de mí en sentirte escuchado.

Mordió su lengua. No sabía lo que le pasaba en ese día. No podía enfocarse en sus pensamientos a causa del remolino que tenía como sentimientos, estaba actuando por impulsión en vez de con la cabeza. No eran emociones, lo sabía desde el momento en que Yeonjun lo encerró en su auto por unos largos minutos.

Probablemente ese sería su futuro trauma.

Llegó a pensar, ¿así sería el mundo si todos dijéramos nuestros pensamientos? Porque sería un caos.

El caos que somos, ¿representa lo que acabaría con el mundo? Porque el ser humano sería la destrucción definitiva del planeta Tierra, y probablemente de otros planetas si llegaran a invadirla y tristemente colonizarla.

—Podías decirme que no querías escucharme, me hubiera ahorrado tener que molestarte a cualquier hora para que me escuches. ¿Y sabes qué? Es molesto cuando hablo y tú ni siquiera puedes expresarte.

Una punzada.

—Sabes que lo intento. Todos los días intento dar lo mejor de mí en tener que ser más expresivo. Solo por ti lo estoy intentando.

—No lo intentas lo suficiente como para demostrarme de verdad que llegas a amarme.

¿Por qué no podemos empezar a hacer todo por nosotros mismos en vez de por otros para hacerlos sentir bien? ¿Por qué no podemos ser egoístas por un instante, pensar en nuestro bien y ser felices después? ¿Por qué criticamos la mínima señal de egoísmo por un bien común? ¿Por qué nos complicamos tanto la vida?

Dos punzadas.

—¿Piensas que te estoy engañando?

—A lo mejor el problema soy yo en tener que confiar en ti desde el inicio cuando sabía que podrías engañarme.

Tres punzadas.

La bomba explotó porque el detonante no midió su fuerza.

Por lo tanto, volver a lo que una vez fue su lugar seguro, sería algo que difícilmente podría sentir incluso en sus sueños.

—No debí pedirte en ese entonces que fueras mi musa —tragó fuerte. No pensó en tener que volver a llorar, pero quería hacerlo. Le estaba doliendo demasiado el pecho como para seguir aguantando la presión—. Siempre has sido así, desconfías de todos incluso de aquellos que te han ayudado. Nunca das las gracias cuando las cosas no son como quieres que sean y te buscan la ayuda necesaria. ¿Quieres que todo sea de color de rosa? Te digo que no, esa es la vida real, no una ficción —sorbió su nariz—. ¿Por qué no confías en mí cuando nunca te he dado motivos?

Nadie confiaba en Kim Taehyung, la única persona que lo hacía había muerto.

Sus padres pensaron que, cuando se fue a Seúl, no iba a sobrevivir ni una semana porque aún era muy joven, por más que sabía cuidarse solo. Pensaron que al escoger más de diecisiete créditos universitarios no iba a tener vida propia, algo que no fue cierto porque, tras el estrés, pudo divertirse viendo otro tipo de arte y saliendo de su zona de confort.

Lo que más le dolía, es que Jungkook no confiara en él después de demostrarle lo mucho que le amaba.

Se sentía muy asfixiado. Su cuerpo empezó a temblar y su vista se nubló.

—Es difícil para ti confesar que te gusto, nunca lo hiciste bien sin sentirte obligado a hacerlo. ¿No será porque eres un buen actor que oculta su verdadera razón de ser?

Se preguntó, ¿qué hice mal en mi otra vida para merecer esto?

Creía que era una exageración ver a las parejas discutir cuando se trataba de alguna infidelidad. Creyó que no tendría que pasar por eso porque, mientras tuvieran una buena comunicación, nada de eso pasaría.

Descubrió que todo lo que nunca pensó, se convirtió en su verdadera pesadilla.

—Tampoco me cuentas nada de tu vida —continuó juzgándolo—. Ni siquiera me has contado qué ocurrió en Estados Unidos, siempre eran tus experiencias en galerías de artes, con famosos, pero nunca nada personal. ¿Es porque tuviste una aventura con Yeonjun que no quieres decirlo? Adelante, es tu momento de hablar. ¿Por qué no lo haces? Oh, claro... Es porque nunca has podido expresarte bien.

Se burló de su defecto como si no le doliera.

—Si hablo, es malo, si no lo hago, ¿también? ¿Cuál es tu problema ahora? ¿Por qué te sorprendes tanto que no pueda expresarme bien? Si no lo hago, ¿qué? Eres tan ciego que no puedes ver el esfuerzo que hace la gente en adaptarse a ti. Yo lo hice, estoy intentando dar lo mejor que puedo en expresarme hacia ti, en mostrar mis sentimientos. No ves nada de eso y te enfocas en que soy como todas las parejas que has tenido. ¿Tan grande es tu falta de confianza que no puedes ni creer en mí? ¿O es que no confías en ti? —comenta dolido. Aquella última pregunta le causó cierta inquietud al mayor—. No me besé con Yeonjun, no salí con él. No me gusta, no lo quiero, ¿qué más quieres que diga?

—¿Alguna vez se te confesó? —dudó por unos segundos responder.

—Hace unos meses me dijo que le gustaba.

Fue suficiente para incrementar su ira.

—Y luego te preguntas porqué desconfío.

—¡Tú me preguntaste, yo te respondí! —exclama cansado—. ¿Prefieres que te mienta en la cara?

No escuchando una respuesta, tomó la decisión de irse. Sabía que, si se quedaba más tiempo ahí, en ese lugar, no podría retener más las ganas de llorar. Y no era porque pensaba que llorar era de débiles, llorar nunca representaba una debilidad, sino otro modo de expresarnos cuando no podemos aguantar una emoción tan fuerte. Entonces, ¿cuál era la razón para no llorar frente a Jungkook en ese momento?

No quería demostrarle qué tan lastimado estaba por su culpa. No quería sentirse más miserable de lo que se encontraba. No quería volver a tener sentimientos encontrados cuando en el momento que debía llorar, nunca lo hizo.

Al instante de salir, Jungkook lo agarró del brazo, Taehyung lo apartó bruscamente, llegando a empujarlo.

Nunca lo vio llorar de frente.

Fue ese el momento, cuando vio sus lágrimas bajar, que se dio cuenta que todo lo había hecho mal. Sin embargo, ya era tarde para poder remediar el daño ya hecho. Y aunque lo sabía, no quería admitir que fue su error.

—No quiero estar con alguien que no pueda confiar en mí, en mis capacidades, ni que pueda valorarme, así como yo lo hago. Y si tú no puedes hacerlo, entonces no quiero estar contigo.

Sus palabras solían como el fuego, uno ardiente, doloroso. Podía sentir la decepción, su ira, su tristeza. Lo vio secarse las lágrimas y marcharse por los pasillos del edificio.

No lo siguió, ni tenía pensado hacerlo.

Lo estaba perdiendo.

Su amor era como el oro.

Sus lágrimas como el diamante.

Aquel ser despiadado que hiciera llorar un artista por criticar sus habilidades, era justo el castigo de quitar sus razones de existir.

La razón de existir de Jungkook era la felicidad y su motivo de tocar. Sin las dos juntas, ¿qué era Jeon Jungkook?

Un cuerpo vacío cuyo motivo abandonó su ser.

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