El Renacer de Emma© #4

Galing kay shipsinthesky

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Nunca se trató de curar la herida, sino de aprender a vivir con ella, de amigarse con ella. Y Emma estaba l... Higit pa

Sinopsis
EL RENACER DE EMMA
0: Sexo de casados
1: Casa dolce casa
3: Una escapada
4: ¡Familia Oschner, familia feliz!
5: El espíritu de la procreación
6: Papá gato con muchos sueños
7: El fracaso es de valientes
8: Cowgirl
9: Mami feliz, mami óptima
10: Pequeños sueños
11: AN-TE-NAS
12: Neptunianos al poder
13: La amiga que todos quieren
14: Alan
15: El verdadero terror
16: Profesor
17: Hace dos años...
18: Halloween de la familia Miller 2020
19: Mejor disfraz de la fiesta
20: Noviembre
21: Persona sociable
22: Vulnerado
〰 Adelanto: capítulo 23 〰
23: Ovillos de colores
24: Castillo en Neptuno
25: Brandon
26: Voyager I & Apolo 11
27: Algo más que suerte
28: Acción de gracias
29: La mejor noticia
30: Un nuevo recuerdo
31: Ave Fénix
32: Zombis come pavos
33: Gracias
34: Fiesta sorpresa
35: Princesa guerrera y príncipe valiente
36: Guiados por su Estrella dorada
37: Primera vez
38: ¡Feliz cumpleaños Oschner!
39: Maldito
40: Un pedazo de mierda
41: C O L I N
42: a, e, i, o, u
43: Señorito Eugene
✨️ANUNCIO✨️
44: Los chicos apestan
45: Dulces los domingos
46: Fin de la era Cohen
47: Primera mañana de vacaciones
48: Su lado de la ciudad
49: Abandono
50: Picnic en invierno
51: Lingotes de oro
52: Tío Jamie
53: Su infierno
54: Despedida
55: A diez días de Navidad
56: La familia Oschner...
57: C
58: Nochebuena
59: Regalos
60: Fiesta de los Miller
61: Terremoto de magnitud 8
62: Ese día no es hoy
63: Extistiendo
64: Dejarlo
65: Anestesia
66: Una lluvia en vacaciones de verano
67: Reunión
68: Perdida en Los Angeles
69: Al Estilo Emma
70: Cumplemeses
71: Viva
72: Recetario de la familia Oschner
73: Noticias
74: Felicidades
Epílogo
𝓔𝓼𝓽𝓮𝓵𝓪
Ilustración: cowgirl emmy
8/8 [noticia]

2: Manzana podrida

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Galing kay shipsinthesky

Cuando el despertador sonó a las 5:30, Colin quiso ponerse a llorar sobre su almohada, pero, en lugar de eso, estiró un brazo y desconectó el despertador. Maldita sea. Cuando estaban en Italia, el despertador no sonaba hasta las 8 de la mañana, y, cuando lo desconectaba, era para busquearse con su esposa hasta quedar exhausto sobre el cuerpo de ella. En una ocasión, después de follarla en misionero, se había vuelto a dormir por media hora más.

Ahora se sentía demasiado lejos de esa vida.

Emma se despertó en su abrazo.

—Tuve un sueño —dijo con los ojos cerrados, abrazándolo más fuerte—. Estábamos en nuestra casita de ratón y te marchabas a la uni sin hacerme el amor.

—No fue un sueño, fue una pesadilla —rio, poniéndose automáticamente de mejor humor.

—Estaba bromeando. Sé que estamos en nuestra casita de ratón... y que son las 5:30 de la mañana... y que no desayunaré tostadas con mantequilla de cabra —cubrió su cara con una mano, lamentándose con lloriqueos actuados.

—Bueno... Aún puedo hacerte el amor.

—Algo es algo —exhaló con frustración, bajando su mano.

Colin se echó a reír, a continuación, se acostó de lado para tenerla de cara, le acarició el cabello con los dedos, poniéndolo detrás de su oreja, mientras se miraban. No tenían ganas de hacer el amor. Tal vez el horario los había golpeado, tal vez era la melancolía post vacaciones o, simplemente, el placer que sentían en sus corazones al contemplarse en silencio, sin hacer otra cosa.

—Entonces, pasarás la tarde con Gael y Gi.

—Eso creo. Tal vez no la tarde entera. Quiero ordenar mis cosas sola.

—Muy bien.

—Te esperaré para abrir los obsequios de Shizu y de mi abuela.

—Dios, sí, no los olvido.

Aunque su abuela Grace los había spoileado en la boda.

«—Jakey me dijo que a Cole le gusta cocinar —les había dicho la anciana, sentada en la mesa redonda de mantel blanco, acompañada del tío Jamie y familia—, así que mi regalo está destinado para que Colin haga feliz a su esposa.

—Abuela —le había dicho Sid—, eso se interpreta de mil formas.

Emma se había sonrojado, parada frente a la mesa, en cambio, Colin trató de no borrar su sonrisa mientras pensaba en que Sid tenía 15 jodidos años».

—¿Cenamos pasta para llorar y lamentarnos juntos? —preguntó ella, en medio de una sonrisa.

Colin sonrió.

—Encargaré de La Toscana y pasaré a retirarla de regreso para acá. Es una cita —declaró.

—¿Es una cita? —habló como si él le hubiese dicho que la recogería a las 8 para llevarla a un castillo mágico ubicado en las nubes. Lo abrazó del cuello con energía. Colin sonrió, rodeándola con sus brazos—. Eres el mejor esposo del mundo. Yo quiero pasta rellena. Sorpréndeme. Ah, y no te olvides del pan.

—Nunca —le dio un beso en el hombro, y se quedó abrazándola por un rato más—. Avísame si tenemos alguna novedad.

—Sí.

—¡Diablos, Oschner! —Brice alzó sus brazos cuando lo vio entrar a la sala de reuniones con un té helado en la mano.

Mónica, sentada en una silla de espaldas a la puerta, rápidamente giró la cabeza cuando se percató de su presencia. Vaya. Había pensado que no aparecería ese día, que saldría con la excusa de que su avión estaba varado en medio de una isla desierta o lo que sea que le impidiera llegar a la uni ese viernes. Colin se esforzó por medio sonreír, entrando a la sala sin hacer contacto visual con ellos, dejó su té helado sobre la mesa larga y se dispuso a sacarse la mochila de sus hombros. En ese momento, llegó Kurt.

—¡Oschner, demonios, llegaste! —gritó y soltó una carcajada alegre—. Desapareciste completamente desde el miércoles, hermano. —¿Hermano? —. Joder. —se le acercó, contándole—: Nos moríamos de ganas por saber cómo salió la boda, entonces, ¡nos dimos cuenta que no nos seguimos en Instagram!

Ah, sobre eso, tampoco había aceptado sus desesperadas solicitudes.

—Eh, no uso mucho Instagram, la verdad.

—Nos dimos cuenta. No nos aceptaste todavía —señaló Brice.

Colin estiró una silla y se sentó a desayunar su té helado con un dónut. Cielos. Sí que echaba de menos la mantequilla casera de cabra. Se dio cuenta que lo estaban mirando demasiado. Cielos. Qué pesados. Cielos. ¿Debía ser un poco más agradable con ellos? Encendió su tablet para no tener que mirarlos.

—La boda salió perfecta —dijo.

—¿Y la luna de miel? ¿La pasaste bien en tus vacaciones? —preguntó Kurt, sentándose al lado de Mónica—. No tienes idea de cuánto te envidio, Oschner. Además de tener suerte en el amor, vas a vacacionar a lugares de lujo.

—¡Vaya! —Cohen se paró bajo la puerta. Los cuatro voltearon a verlo—. Miren quién regresó. Colin Oschner. No supimos si al final te casaste o huiste.

—Se casó, profesor —informó Brice—. Acaba de regresar de una inolvidable luna de miel. Aún no aceptó nuestras solicitudes en Instagram.

—Una inolvidable luna de miel, ¿eh? —Cohen caminó hasta Colin, y le dio un golpe amistoso en la espalda, Colin parpadeó una vez al recibirlo—. Cuéntame. ¿Seremos tíos en 9 meses? ¿Hiciste tu trabajo? —soltó una carcajada que parecía bastante pesada. Kurt y Brice rieron también, en cambio, Mónica puso los ojos en blanco. Colin selló sus labios. Debió imaginar que Cohen lanzaría un comentario como ese—. Bromeo, Oschner. No necesitas un bebé ahora. Ni nunca —rio más, dándole otro golpecito.

—¿Nos enseñarás fotos de la boda o no? —le preguntó Kurt.

—No las tengo. No las tengo aquí —mintió.

—¡Bah! —se quejó Cohen—. Pídele a tu esposa que te las mande. No te irás de acá hasta que nos las muestres —advirtió, caminando a su oficina.

—Ya. —Mónica suspiró—. ¿Quién de ustedes dos le pone al día a Colin? —miró a sus colegas—. Iré a buscar café y, cuando regrese, espero que estén haciendo algo productivo. Tendrán los descansos para andar de chismosos.

—Chismosos. —Cohen se burló desde donde estaba.

—Pero, Monic —Kurt la observó levantarse de la silla—, Oschner acaba de casarse. No seas tan mala. Necesitamos el chisme completo ahora.

—De hecho —Colin habló, y los tres lo miraron—, necesito que me pongan al día.

—Oschner no quiere hablarnos sobre su boda —concluyó Brice.

—No es eso —mintió—. Les enseñaré unas fotos más tarde.

—Y aceptarás nuestras solicitudes —añadió Kurt.

Colin mordió con fuerza.

—Sí —sacó su computadora de su mochila—. Más tarde.

Emma despertó casi a la 1 de la tarde con un fuerte dolor de cabeza. Puso una mano sobre su frente y cerró sus párpados con fuerza. Lo primero que hizo fue averiguar qué hora era, en su celular. Concluyó que su dolor de cabeza podía deberse a dormir de más. Se tomó unos segundos para sentarse en su lugar. En ese momento determinó que echaba de menos a Estela de una manera insoportable. Hasta sus ojos, hinchados de tanto dormir, se aguaron al pensar en su gata. Era hora de ir a buscarla. No soportaba ni un segundo más sin acariciar ese pelaje.

Se levantó y arrastró sus pies descalzos hasta el refri. Sacó una botella de vidrio y llenó un vaso. Cargó su boca con agua y la contuvo entre sus mejillas por unos segundos, miró hacia abajo, a su cuerpo desnudo, y colocó una mano sobre su abdomen hinchado, a continuación, tragó el agua. Respiró. Dejó el vaso en la mesada y regresó al cuarto. Leyó los mensajes de Colin antes de dar otro paso.

Esposito: Te extraño

Había una selfi de él comiendo sushi como almuerzo.

Esposito: Háblame cuando despiertes. Quiero saber cómo estás

Emma: Me desperté con dolor de cabeza. Creo que lo único que puede curarme es regresar a Italia con mi esposito

Esposito: Ay, no

Emma se sentó en la cama con las piernas arriba.

Emma: Estás ahí :)

Esposito: Claro. Creo que en la mesa de noche hay paracetamol.

Emma: No quiero tomar nada. Tal vez me pase pronto.

Esposito: Está bien. Avísame si te pasa o no.

Emma: Cole

Esposito: ?

Emma: Te extraño también. Nuestra luna de mil me malacostumbró

Esposito: Te amo. Nuestra luna de miel me hizo mucho bien :)

Emma sonrió y se acostó de lado por un rato. A los dos le había hecho mucho bien. Abrió su galería de fotos y sintió maripositas en el estómago cuando vio la foto que una mujer random les tomó a lado de una Vespa amarilla en las calles de Cinque Terre. La mujer era una lugareña bilingüe que los llenó de palabras dulces cuando se enteró que eran recién casados, también señaló que Emma parecía más joven.

«—Es que usa mucho bloqueador solar —había dicho Colin.

Su luna de miel lo había sacado de su zona de confort. Había entablado conversación con un montón de extraños en las calles.

—Ah, pero tú también te ves más joven de lo que eres, guapo —le había contestado la mujer con sobrepeso de unos 40 años o más.

—¡Ay, gracias! —se había metido Emma, agachando la cabeza como si estuviesen en Corea y no en Italia—. A veces le agarra una crisis de melancolía cuando recuerda que cumplirá 25 el mes que entra».

Ahora que habían pasado por la boda, la luna de miel, el cumpleaños 25 de su amorcito se hacía mucho más real. Aunque la fecha especial se encontrara a finales del calendario de noviembre, Emma pensó que debía comenzar a idear una buena sorpresa. Bloqueó su celular y decidió darse un baño.

Quería apurarse para ver a Estela.

Camino a casa de los Miller, en Uber, se detuvo brevemente a comprar ensalada de un restaurante. Junto al local notó una cafetería que había comenzado a prepararse para Halloween con deco fantasmal, una empleada estaba pegando fantasmas en el ventanal. Qué tarde. Ya habían pasado la quincena de octubre, la deco de Halloween apareció el 1 octubre en la mayoría de los locales. Y Emma no le había dado atención a su festividad favorita, hasta ahora, porque estaba ocupada siendo novia. Pero, ahora que la boda había pasado, regresaba a tener tiempo de sobra para emocionarse por el primer Halloween con su esposo.

Comió la ensalada en el camino, con un tenedor de plástico, mientras soñaba con estar comiendo cualquier cosa menos una ensalada. Cuando llegó a la casa, su ensalada había terminado, le pagó al conductor y bajó. Estaba el jardinero trabajando en el jardín delantero, se saludaron cuando se vieron, mientras Emma cruzaba por el caminero hasta la puerta principal.

Jeffrey le abrió.

—Señorita Emm... Señora Oschner—se hizo a un lado para dejarla pasar, muy respetuosamente—. Bienvenida. ¿Te divertiste en tu luna de miel, señora?

Emma sonrió.

«Señora Oschner. Señora Oschner. Señora Oschner».

No escuchó otra cosa más.

—Hola, Jeffrey —cerró la puerta tras ella—. Vine desesperada para ver a mi niña hermosa. ¿Dónde está?

—¡Aquí estoy! —gritó Gillou desde alguna parte.

Emma sonrió, mirando hacia arriba, en la escalera. Gael y Gillou bajaron corriendo, empujándose por ser el primero que llegara hasta ella.

—Traeré a Estela. —Jeffrey se retiró.

Cuando los dos llegaron al piso de abajo, Gael cargó a Emma sobre su hombro antes de dar cualquier saludo humano. Emma gritó, menos mal que estaba usando biker short y una camiseta larga, sin embargo, su bolso cayó al suelo, el plato de ensalada vacío salió disparado. Bienvenida al estilo Miller.

—¡Me voy a caer! —gritó asustada, colgada sobre el hombro derecho de su hermano—. Gael, me duele. Acabo de comer.

—¿Escuchaste? —Gillou le dio un golpecito detrás de la cabeza a Gael—. No la lastimes, tonto. Está cargando un frijol.

—¿Un qué? —Emma pisó el suelo.

Gael se agachó a recoger su bolso.

—No le hagas caso —pidió.

—Es una broma. —Gillou le dio un abrazo de bienvenida. Emma colocó sus manos, lentamente, sobre la espalda de Gillou. ¿Un... frijol? Gael miró a Gillou y sacudió su cabeza desaprobándolo. Gillou frunció su ceño. Emma estaba mirando la pared, pensando y pensando—. No te enfades, señora —prosiguió a decir el mete pata Gillou—. No esperamos que te hayas embarazado tan pronto.

Gael transformó toda su cara.

«¡Qué te pasa!».

Le gritó a Gillou sin usar su voz.

Emma se apartó, tratando de fingir que no le importaba en absoluto que Gillou haya confesado indirectamente que su familia hablaba sobre un hipotético embarazo en la luna de miel. No pudo evitar ruborizarse. Tomó su bolso de las manos de Gael, mirando a cualquier lado, menos a ellos, para que no notaran lo avergonzada que estaba.

—Yo también los eché de menos —rio fingida. Pero dejó de sentirse nerviosa en cuando Jeffrey apareció con Estela. Eso es lo que llaman una mascota de apoyo emocional—. ¡Mi niña! —colgó su bolso en su brazo y agarró a Estela con fuerza, dándole besos por toda su cabecita.

Los ojos Emma se llenaron de lágrimas cuando la gatita le dio lamiditas en la barbilla. Un reencuentro emocional...

Quizá demasiado emocional.

—¿Estás llorando, Emmy? —Gael sonrió.

Efectivamente. De un segundo a otro, se hizo un profundo mar de lágrimas. Lloró y sonrió mientras abrazaba a Estela, justo en el momento en que su pa regresaba de almorzar de la mano con Bianca.

—¡Florecita! —gritaron los dos, después se miraron entre ellos.

Emma seguía abrazando y besando a Estela.

—No se emocionen. Esteli es la única razón por la cual Emmy vino a casa —les comunicó Gael.

—No. —Emma sollozó, secándose sus lágrimas con su mano—. También vine porque debo recoger mis cosas.

—¡Ja, ja, ja! —Jake la atrapó entre sus brazos—. ¿Llevas casada una semana y ya te importa una mierda la familia que te preparó tus mejores cenas?

Emma sonrió un poco, en medio del abrazo, todos sus sentidos estaban en Estela, desde su tacto hasta su olfato. Es que esa gatita era su hijita, su hijita felina, y, aunque había pasado distraída en su luna de miel, había tenido bastante tiempo de echar de menos a Estela.

«—En nuestras próximas vacaciones, nuestra Esteli irá con nosotros a donde sea que vayamos —le había dicho Colin, mientras cenaban una deliciosa pasta a luz de las velas en un romántico restaurante en Portofino.

—¿Me lo prometes? —La luz de las velas se habían reflejado en los enormes ojos ilusionados de Emma.

—¡Por supuesto! Nuestra luna de miel a solas está bien, pero debemos vacacionar en familia la próxima vez —llevó un pedazo de pan a su boca.

—¡Oh, Cole! —Emma se levantó de su asiento. Colin se quedó con el pan en su boca, totalmente tomado de sorpresa con aquel abrazo que recibió a continuación—. ¡Eres el mejor! ¡Significa tanto que quieras a Esteli! —le repitió como siempre lo hacía.

En ese momento, Colin había sentado a Emma en su regazo».

—No —contestó, apartándose de su pa—. Me importan lo suficiente para preguntarles ¿por qué diantres son la única casa sin deco? ¿Eh? ¿Llevo casada una semana y ya perdieron todo el espíritu de noche de brujas?

—¿Discúlpame? —Jake llevó una mano a su pecho, seguidamente, la tomó de la mano, guiándola a la sala, donde toda la decoración de Halloween estaba metida en cajas—. Esperábamos iniciar este fin de semana. No podíamos decorar antes con la boda y todo eso. Podrías venir con Colin a darnos una mano, ¿no? Mañana o el domingo.

—Bueno. No sé.

—Es un para mí.

—Qué linda camiseta, cariño. —Bianca le dio un medio abrazo a Emma.

La camiseta de Emma era verde, larga hasta sus nalgas, y tenía la caricatura de unos raviolis que decían ¡Viva la pasta! Con una banderita italiana. Emma se había puesto su nueva camiseta, de amante de la pasta, principalmente porque no tenía mucha opción de ropa en el depa. Los calcetines que estaba usando eran de Colin, y sí, le quedaban enormes.

—Cole me la compró del aeropuerto, a penas llegamos —contó con una sonrisa—. Eh, y sí vine a recoger mis cosas; Gael, ¿podemos usar tu camioneta?

—¿Por qué tan apurada? —le preguntó Gillou—. ¿No nos mostrarás algunas fotos? ¿No nos contarás algunas historias graciosas con Colin como protagonista?

—Bueno —sonrió, mirando a Bianca. Bianca le estaba sonriendo—. Encontramos una Vespa amarilla en Cinque Terre. Eh, ordené la cuenta en italiano —rio—. Fuimos a la playa, pero hacía frío como para meterse al agua. Vimos hermosos amaneceres. Comimos mucho. Mucha pasta, mucha pizza.

Eso último lo habían notado...

Emma tenía su carita hinchada, como pasa cuando llevas una semana entera comiendo abundantes carbohidratos en cada una de las comidas.

—¡Qué delicia! —dijo Bianca.

—¿Y las fotos? —preguntó Gillou.

—Puedo enseñárselas. Pero luego necesito cargar mis cosas en la camioneta, por favor. En mi depa solo tengo camisetas de aeropuerto. Además, necesito llevar el castillo de Estela con mis esenciales de pintura. Tal vez debamos hacer dos viajes. Me preocupa.

—Nada de eso —Jake extendió un brazo para cortar la preocupación de Emma—. Gi puede llevar algunas cosas en mi camioneta. No te preocupes por nada, florecita. Le pediré a Jeffrey que prepare algo para beber. Necesito ver las fotos de los Oschner en Italia. —caminó a la cocina.

Emma sonrió, acariciando a Estela.

—Está bien. Seleccionaré las mejores fotos —le dio un besito a la cabeza de Estela. Todavía se sentía emocional, pero su gatita estaba con ella de nuevo.

—Hermosas fotos, Oschner. —Cohen dijo después de haberlo obligado a proyectar unas fotos de la boda en la sala de reuniones al final del día—. Tienes una hermosa esposa. Quién lo diría —rio frente a la foto familiar con Estela; en ella, Estela estaba en medio de los dos espositos. A Cohen le pareció una maravilla que Estela usara un vestido diseñado a medida. Cosas de ricos.

—Sí —apoyó Brice—. Es muy linda.

Colin apagó el proyector en silencio, sin responder.

—¡Queríamos más fotos! —protestó Kurt—. Solo nos mostraste tres.

—Joder —se quejó Mónica—. ¿No tienes algo mejor que hacer, Kurt?

—Al parecer, eres tú la que no tiene nada mejor que hacer, Mónica —respondió Cohen—. Nadie te obligó a que te quedaras a mirar las fotos —se puso de pie desde su silla. Brice se echó a reír frente a la cara de Mónica—. Muy bien, Colin, te deseamos un feliz matrimonio. De verdad. Sé lo que vengo repitiéndote hace semanas, que el matrimonio no es más que un fastidio, pero eres inteligente y calculo que has tomado una buena decisión. Que seas muy feliz.

—Gracias. —Colin cerró su computadora. ¿Qué clase de Maximiliano Cohen era ese? Como sea, Colin quería huir ya.

—¿Tienen pensado tener hijos? —preguntó Brice.

—Espero que no. —Y Cohen volvió a ser Cohen—. Aprovecha tu juventud para estudiar, Colin, para trabajar en tus proyectos. Un hijo es igual a problemas. Y tú no necesitas problemas. Aprovecha la linda esposa que tienes, después del embarazo, ya sabes... —colocó sus manos alrededor de sus caderas como si fuese una panza desbordada.

—Diablos, debí haberme ido hace rato. —Mónica se puso de pie, recogiendo sus cosas—. Escucharlos hablar en lenguaje simio es repugnante.

—Ya. —Colin agradeció que Mónica tuviera las agallas que él no tenía—. Debo irme. Encargué comida en un restaurante y me avisaron que ya está lista.

—De acuerdo. —Cohen asintió. Colin recogió todas sus cosas, caminando a la puerta—. Pero recuerda lo que te dije, Oschner. Un consejo de alguien más grande y sabio que tú. ¡No arruines tu vida con un bebé!

Colin cruzó rápido la puerta. No podía escucharlo más.

Maldito simio.

—Aquí tienes tu orden, Colin —le dijo Laura, la italoamericana dueña de La Toscana, colocando la bolsa sobre el mostrador junto a la cajera, después se retiró a hablar con otros clientes fieles.

—Gracias. —Colin abrió su billetera, tratando de decidirse por una de sus tarjetas de crédito.

Mientras estaba distraído, provocó su primera decepción desde que regresó. La cajera del turno se entusiasmó al descubrir el nombre de Colin, pero su ilusión se desplomó contra el suelo cuando vio que era casado.

—Son 50.

Colin le pasó su tarjeta y se acercó a abrir su bolsa.

—¿Pueden darme más pan? —preguntó, con la cabeza metida en la bolsa. Dios. La comida olía deliciosa—. Pagaré por el extra —miró a la cajera.

Condujo al depa con el pedido especial de su esposita: pan. Suficiente pan. Le mandó un mensaje, parado en el semáforo, para informar que estaba en camino con una deliciosa cena para dos. Mientras la cajera le cobraba, le apeteció cargar un vino tinto a su pedido.

Abrió la puerta del depa, chocando con dos cajas de mudanza llenas y el castillo de Estela en medio de la sala. Un notable silencio se extendía por todo el departamento. Cerró la puerta. Usó sus pies para sacarse los tenis.

—¡Cariño, ya llegué! —le bromeó, dejando su mochila sobre el sillón.

Ni un grillo le contestó.

Emma debía estar en la ducha.

Dejó la cena en la mesa del comedor y se dirigió a su habitación. Abrió la puerta. Su mundo se paralizó cuando la encontró llorando en la cama, en posición fetal. Cualquier rostro de felicidad se transfiguró, sus ojos se aguaron por la desesperación.

—Mi amor, ¿qué sucede? —puso una mano sobre el hombro de ella.

—Oh, Cole —lloró, con la cara tapaba con sus brazos. Sentía que estaba podrida por dentro. Le enseñó su temblorosa mano derecha. Tenía sangre en sus dedos índice y medio.

—Emma —se sentó a su lado y la trajo hacia él hasta sentarla en su regazo, momento en que notó que la braga de ella también estaba manchada en sangre de menstruación. La abrazó, meciéndola, mientras Emma lloraba sin consuelo—. Está bien, corazón.

—¡Me siento como una tonta! —se lamentó, estrujando la camiseta de él, mientras lo bañaba con lágrimas de un corazón ahuecado.

—No eres una tonta. Ni se te ocurra volver a decirlo —presionó sus labios contra la frente de ella—. Escúchame, corazón... —Le pidió que lo escuchara, pero no tenía mucha idea de qué decirle para calmarla—, ambos... ambos estamos de acuerdo que los tiempos de Dios son distintos al nuestro, ¿cierto?

El llanto de Emma aumentó.

Bravo, Oschner.

—Emmy —insistió, levantándola la barbilla para que lo viera. Emma lo miró con la vista nublada y los ojos entrecerrados, el dolor que sentía era la de una herida abierta bañada con alcohol—, todo fue increíblemente repentino. Tal vez esta sea una señal para que planifiquemos las cosas. ¿Estás de acuerdo?

—Soy una manzana podrida.

Colin negó con la cabeza.

—¿Por qué dices eso? —hundió sus dedos en el cabello de Emma, peinándola delicadamente—. Eres una manzanita sana.

Emma cubrió sus ojos con su mano, entregándose al dolor. Le dolía el corazón. Le dolían los ovarios, es más, sentía que sus ovarios se estaban burlando de ella con el dolor, como si con cada calambre le recordaran que no era madre. En Italia le había prometido a Colin que se mantendría cautelosa con las ilusiones de más. Había roto su promesa porque, hasta una hora atrás, creía firmemente que estaba embarazada.

—Te amo. —Colin le dio besitos en la frente—. También había comenzado a ilusionarme, ¿sí? Pero no quise decir nada porque las cosas son así, amor. A veces no pasa tan pronto. Que una vez lo hayamos conseguido a la primera no significa que será igual. Muchas veces se necesita tener paciencia.

—Quiero un bebé —sollozó fuerte.

—Lo sé. Y prometo dártelo.

Emma lo abrazó del cuello, llorando sobre su hombro, abrió su boca y le chupó el hombro, llenándolo de saliva, lágrimas y mucosidad nasal. Colin metió una mano debajo de la blusa de tirantes y le acarició la espalda en círculos. Ella tenía el corazón roto, un cartel que decía averiado colgaba de su órgano vital. El sentimiento de vacío volvió a llenarla.

—Mi nena —presionó su nariz contra la mejilla de ella—, debes limpiarte. Compré la cena. Ordené cappelletti para ti y traje una tonelada de pan. Estamos juntos, ¿sabes? No estás sufriendo sola, corazón.

—La vida es tan injusta —soltó, sin dejar de abrazarlo.

Colin cerró sus ojos.

—Vamos —la tomó del mentón. Debía sacarla de ese agujero donde se había metido—. Vamos a bañarnos —la colocó sobre la cama, entonces, notó la presencia de Estela junto a la almohada, la cargó en medio de una sonrisa fingida—. Nuestra niña por fin está en casa —le dio un beso en la cabeza a Estela, acto seguido, la colocó sobre el abdomen de Emma, y se puso de pie para preparar el baño.

Encendió la luz del cuarto de baño, entonces, su mirada cayó en el cesto de basura. Había tres cajas sin abrir de pruebas de embarazo en la basura. Sintió como si se le hubiese bajado el azúcar o algo así. El pecho le apretó con fuerza mientras se sentía extremadamente débil. Colocó sus manos sobre la mesada del lavabo y lloró.

«—Debí haber menstruado ayer —le había dicho Emma desde la puerta del baño de su pequeña habitación en hotel.

—Ah, ¿sí? —le había contestado desde la cama.

—¿Deberíamos ilusionarnos?

—Tal vez debamos esperar un poco.

—Claro —había sonreído, mirando hacia abajo—. Es lo más lógico».

Nena mentirosa y actriz.

Colin se secó las lágrimas y encendió la ducha en agua tibia, seguidamente, pasó por delante de la cama hasta la cómoda, notando las tres maletas sin desempacar. Ella no había ordenado nada de sus cosas.

Emma sollozaba con Estela entre sus brazos.

—Prefiero bañarme sola —comunicó, mientras él se sacaba su anillo.

—Está bien —dejó su reloj sobre la cómoda, y extendió su brazo frente a ella. Emma le tomó la mano y, lentamente, bajó sus pies en el suelo—. Avísame si necesitas algo.

Emma se dirigió al baño, pero no cerró la puerta. Colin observó la mancha de sangre sobre la sábana blanca. Estiró la sábana con fuerza e hizo una bola que terminó en el cesto de ropa sucia. Colocó un juego de sábanas limpio. 

Ipagpatuloy ang Pagbabasa

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