MOTORSPORT

By Diana_skk

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Se rumorea que una figura del mundo clandestino de Yokohama está organizando un concurso. El corredor calleje... More

✦ MOTORSPORT
1. Bienvenido a Mayonaka
2. Daifuku de albaricoque
3. Escúchame, idiota
4. Estás en chándal y pantuflas
5. Phantom
6. Responsabilidad
7. ¿No tienes frío?
8. De vuelta al juego
9. Personas a las que salvar
10. Perdóname
11. Hermanos
13. Chispas
14. Es bueno verte
15. Bajo control
16. Ojos en mí
17. Nivel de comprensión
18. Latigazo
19. Deseo de muerte
20. Respirar
21. El resultado
22. Solo una niña
23. Catarsis Parte 1

12. Ultimátum

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By Diana_skk

tw: pensamientos/ideaciones suicidas

Rec. de la autora: hay un # donde deberías reproducir 'Voyeur Girl' de Stephen.

—Osamu, necesitamos tener una charla.

Fukuzawa dice eso como si Dazai no acabara de verlo regresar del cobertizo de Mori con Chuuya a cuestas.

Levanta una ceja hacia Fukuzawa, cruzando los brazos libremente sobre el pecho mientras patea con su bota de combate la hierba muerta justo al lado de la hilera de tiendas llenas de puestos de comida.

Empieza a llover ligeramente.

—Camina conmigo. Por favor —pide Fukuzawa.

Suena aprensivo, lo cual es inusual en Fukuzawa.

Dazai suspira y gira sobre sus talones, siguiendo a Fukuzawa. Es lo menos que puede hacer para tratar de no darle un mal rato.

Se prepara mentalmente para la decepción.

El paseo es largo: cruzan todo el lote y dan una vuelta alrededor de la armería. Están en silencio, y la actuación de Raven's Regret inunda los tímpanos de Dazai con demasiada fuerza como para que pueda pensar.

Se pasa los dedos por el cabello, sus dedos emergen húmedos a causa de la llovizna. Dazai saca un par de horquillas de su bolsillo, las abre una a una entre sus dedos y dientes y se sujeta el lado izquierdo del flequillo.

Una vez que llegan al garaje familiar, Fukuzawa saca las llaves de su bolsillo. Dazai mira el anillo en su mano. Hoy, el llavero del Senna está enganchado a él.

Dazai suspira por la nariz mientras Fukuzawa abre la cerradura que mantiene cerrada la entrada de la armería junto a las puertas del garaje.

La colección de autos de Fukuzawa es digna de veneración. Dazai nunca ha sido invitado a ver su garaje, pero sabe que el McLaren Senna negro mate y verde jade es uno de un puñado de supercoches a nombre de Fukuzawa que, en conjunto, probablemente valgan mil millones de yenes.

Siempre los estaciona lejos de Mayonaka, y no es una decisión por la que Dazai encuentre que Fukuzawa es engreído en absoluto. Él tampoco querría un juguete tan caro cerca de las manos de adolescentes y jóvenes borrachos.

Fukuzawa le abre la puerta de la armería a Dazai, quien entra tragando saliva con nerviosismo.

Fukuzawa cierra la puerta con suavidad, su antebrazo se flexiona suavemente cuando gira la manilla para cerrarla. Tiene la espalda recta y una postura firme y segura. Es un poco musculoso y se mantiene erguido.

Su autoridad no es del tipo que necesita ser probada.

Es la personificación de la gracia masculina, y sus movimientos y gestos son todo lo que Dazai desearía ser.

Esperemos que a los 45 años todavía esté en forma como Fukuzawa, si es que vive hasta entonces.

Al parecer, la armería (completamente vacía y cerrada con llave) no es suficiente privacidad. Fukuzawa sigue adentro hasta llegar a la oficina, y luego vuelve a cerrar la puerta una vez que Dazai está adentro.

Cuanto más dura este momento, más se da cuenta Dazai de que esto no va a ninguna parte buena.

Toma asiento en el escritorio en el que se sienta con tanta frecuencia que bien podría ser suyo.

—Hijo —asiente Fukuzawa, apoyándose en la pared a la que Dazai observa con los brazos cruzados sobre el pecho.

—Fukuzawa-sama —responde Dazai, su voz se convierte en un susurro involuntario mientras mira fijamente al frente, posando su mirada en el abdomen de Fukuzawa cubierto por una camiseta.

—Tengo algunas noticias para ti —informa Fukuzawa—. Y presiento que no te voy a agradar mucho por ello, pero... te las voy a contar de todos modos.

¿Qué más podrías haber hecho, sinceramente?

Prácticamente ha descuidado a Dazai todo el tiempo que han estado en este pequeño juego de rol de padre e hijo.

Pero... Dazai todavía se siente mal incluso pensando en cualquier tipo de mal de Fukuzawa.

La boca del hombre se abre de nuevo, su aguda mirada se posa en el rostro de Dazai.

Nunca ha sido un hombre de muchos preámbulos.

—Cuando descubrimos que Tane estaba embarazada, tu padre... se preparó.

Los oídos de Dazai zumban ante esa palabra.

—Se preparó para lo que sería de ti, por si alguna vez le sucedía algo.

...

—Por eso... viniste a buscarme, ¿no? —pregunta Dazai en voz baja, sus dedos se enfrían sin razón aparente—. Él te pidió que lo hicieras, mucho antes de... que sucediera.

Fukuzawa asiente lentamente.

—Él... sabía que okaa-san se iría, entonces —murmura Dazai, su corazón se hunde un poco ante la revelación.

Fukuzawa guarda silencio.

Dazai sabe que es una causa perdida, pero sigue deseando que Fukuzawa diga algo, porque él es así de estúpido. Cualquier cosa sería reconfortante; solo un "No le des más vueltas, Osamu". Tal vez un abrazo, si tiene suerte, pero Dazai no tiene suerte, nunca la ha tenido y probablemente nunca la tendrá.

—Tú... eres muy consciente del drama dentro de tus lazos de sangre —continúa Fukuzawa—. Pero en cuanto al dinero, hay un fondo bancario completamente independiente que... es hora de que conozcas.

No.

Dazai escucha un pitido en sus oídos.

No, no me digas esto ahora.

—Tu padre apartó unos trescientos millones de ye-

—No.

Los labios de Dazai se curvan en una sonrisa temblorosa después de susurrar eso. Su visión se vuelve un poco borrosa a medida que se queda en blanco, y su conciencia de la presencia de Fukuzawa frente a él se tambalea un poco.

—Su idea era que te lo diera cuando cumplieras veintiún años...

Dazai niega vigorosamente con la cabeza, respirando profundamente por la nariz mientras asimila la noticia.

—No.

—Osamu.

—No, no, por favor, no me digas que no tenía por qué estar tan deprimido mientras crecía —muerde Dazai, levantándose de su escritorio.

Su respiración es pesada, y sus palmas están presionadas contra la madera.

Dazai no ha llorado como es debido en tres años. Estuvo muy cerca esa noche que pensó que Chuuya podría haber muerto, pero aun así no cayó ninguna lágrima.

Esto podría cambiar eso.

—No me digas que tenías trescientos millones de yenes dedicados a mantenerme con vida, y nunca pensaste en alimentarme de vez en cuando —Dazai se ahoga, su voz tiembla y sus palabras salen de sus labios mientras trata de controlarse—. Nunca pensaste en alimentarme de vez en....

—Osamu, solo quiero que entiendas que quedé como testamentario de los bienes que tu padre me dejó para ti, y todo lo que incluía era el apartamento, y este dinero. Estaba siguiendo sus instrucciones, pero...

—No, no, lo entiendo perfectamente. Pero tu, como testamentario, tenías elección, Fukuzawa-sama —suelta Dazai, empezando a caminar por la oficina. Tiene que cerrar la boca antes de decir algo de lo que se arrepienta—. Un llamado de juicio. No había nada que te obligara legalmente a impedirme eso hasta que cumpliera veintiún años...

Cállate.

El pecho de Dazai se siente apretado. Simplemente duele.

No puede quejarse. Fukuzawa ha hecho mucho por él. Mucho...

Pero le está pasando factura, las noches tranquilas en sus primeros años de adolescencia, cuando el refrigerador estaba prácticamente vacío, y se preguntaba cuánto podría durar una caja de cereal.

A veces el hambre le dolía físicamente.

En ese entonces era demasiado pobre para solucionar ese problema por sí mismo.

Así que llegó esa época en la que tenía trece años, donde intentaba averiguar cómo ganar algo de dinero extra sin hacer nada demasiado ilegal, porque no quería decepcionar a nadie.

Dazai se vuelve hacia Fukuzawa, caminando hacia él mientras se agarra el cabello.

No puede evitar estar molesto. Desearía poder estar enojado. Sería más fácil estar enojado.

—Vamos, hombre —la voz de Dazai se quiebra, y empuja suavemente el pecho de Fukuzawa antes de darse la vuelta para sostener su cabeza mientras camina.

Le está pasando factura la forma en que se miraba en el espejo y luego se miraba las muñecas después de fracasar en los exámenes de secundaria, porque quería dar clases privadas para ganar dinero, pero acababa sintiéndose inútil porque podía pasarse todo el tiempo intentando estudiar y aun así obtener unos resultados de mierda. Eso fue antes de que le diagnosticaran que tenía TDAH y del Adderall.

Si hubiera tenido este dinero en aquel entonces, nada de eso habría sucedido.

Probablemente no se hubiera sentado allí preguntándose si todos los chicos a su alrededor sabían lo jodidamente afortunados que eran, llevando los almuerzos que sus madres les habían preparado.

Dazai no veía a Fukuzawa después de clase cuando entrenaban, y esperaba constantemente que fueran a comer algo al terminar, y tal vez solo pasar algo de tiempo juntos fuera de la pista, como padre e hijo y no como entrenador y su producto.

—Vamos — tratando de no derrumbarse en este momento porque es tan injusto—. Podría haberme salvado todas esas malditas veces que estaba pasando hambre.

—Osamu, yo...

—Tuve que trabajar tan duro... no es justo...

Dazai se pregunta si va a llorar.

Una parte de él quiere revolcarse en la lástima hasta que lo haga. En medio de toda la desregulación en su interior, Dazai solo siente curiosidad por si derramará una lágrima o dos.

Pero no quiere molestar a Fukuzawa con eso.

Necesita calmarse, antes de actuar como un niño y molestar a Fukuzawa. Hará que piense mal de Dazai.

Dazai respira hondo. Está agitado.

Tal vez llore.

Toda esa lucha, solo para escuchar que podría haberlo evitado todo...

Se agolpa en su interior inmediatamente, y por un segundo piensa...

No, no. Cállate, en realidad no es para tanto.

Se apaga, solo así. Es subconsciente, casi. Pero se apaga.

Otra respiración profunda.

Otra.

No se siente bien.

Solo se siente como si hubiera algo atascado en el pecho de Dazai, y no puede sacarlo.

Es como si estuviera enfermo.

—Me odias, ¿verdad? —pregunta Fukuzawa desde detrás de él.

Su tono es de aceptación. Humilde, pero...

Desearía que no dijeras eso.

Porque ahora es como si Dazai tuviera que tranquilizar a Fukuzawa.

—No, no —enfatiza Dazai, dándose la vuelta. Le duele mucho el pecho. Ni siquiera sabe si está mintiendo.

Fukuzawa parece decepcionado por eso... joder, Dazai no quería decepcionarlo... ¿tal vez si hubiera dicho que lo odiaba? No, eso también lo decepcionaría.

¿Cómo puedo ganar?

Dazai simplemente no quiere molestarlo. Si no fuera una molestia, tal vez la vida sería más amable.

—Sé que la cagué —murmura Fukuzawa—. Sé que la he cagado mucho. Debería haber sido un mejor padre.

Dazai no responde, sino que se esfuerza por respirar hondo.

—Osamu, ¿puedes... puedes decir solo eso? —pregunta, con voz tranquila y grave—. ¿Puedes decir que la cagué? ¿Puedes enojarte conmigo para que pueda pedirte perdón?

Dazai aprieta los labios y niega con la cabeza.

Tranquilízate.

Esto es confuso.

Quiere enojarse, quiere gritar, pero no va a ser de esa forma. Así es Fukuzawa, así son las cosas.

—¿Por qué no?

Mantén la calma. Mantén tus pensamientos rectos.

—Porque no fue culpa tuya que mi padre muriera —responde en voz baja, tragando saliva—. No fue... No debiste convertirte en padre tan abruptamente si no estabas preparado. Perdiste mucho al acogerme.

La mandíbula de Fukuzawa parece aflojarse. Dazai ve su nuez de Adán moverse por el rabillo de la mirada, sus ojos ahora están fijos en el borde de su escritorio.

—Yo... lamento —dice Fukuzawa—, que te sientas así. Sin embargo, no me siento de esa manera.

Dazai frunce los labios.

—No guardaste el dinero a propósito solo para ser un imbécil, Fukuzawa-sama —murmura—. Está bie-

—No. Pocas cosas en tu vida han estado bien, Osamu.

Dazai se muerde el labio, anticipando un sollozo que quiere escapar de él. Tiene tantas ganas de llorar.

Pero no puede. Simplemente no puede. Intenta que se le escape, pero no lo hace; le importa, pero también, no, no le importa.

Así son las cosas, y ahora que Dazai ha absorbido el shock inicial, se está entumeciendo de nuevo.

En su cabeza, todavía duele. Al menos, debería.

Se siente mal del estómago.

En el fondo de su cabeza, sabía que la conversación lo decepcionaría. Lo vio venir, pero entonces sucedió de verdad. Por alguna razón, por mucho que Dazai sepa en su cabeza que alguna mierda le va a doler, nunca suaviza el golpe.

—¿Por qué me dijiste esto? —le pregunta a Fukuzawa. Su voz es pequeña.

Fukuzawa respira hondo, arrastrando el aire entre sus dientes.

—Cumplirás veintiún años dentro de unos ocho meses —asiente—. Es una cantidad de dinero que te cambiará la vida. Yo... quería hablar de lo que podrías querer hacer con él.

Dazai niega con la cabeza, su labio tiembla mientras pone sus manos en sus caderas y vuelve a pasearse por la oficina.

—Solo... solo ponlo en ahorros —susurra—. No quiero pensar en ello ahora.

Fukuzawa respira hondo, mirando a Dazai como si esperara más. Dazai siempre es una decepción.

Trescientos millones de yenes.

¿Qué demonios va a hacer Dazai con trescientos millones de yenes?

Casi no los quiere, irónicamente. No quiere que le den esa cantidad de dinero después de que le hayan enseñado durante años que siempre tendrá que luchar por dinero.

Todavía está estresado por recuperar el dinero de su matrícula universitaria que gastó asegurándose de que Chuuya no muriera congelado en este invierno.

Sí, sería de ayuda. Pero Dazai se las ha arreglado. Aprendió a arreglárselas porque Fukuzawa nunca levantó un dedo, pero AHORA viene con esta fortuna y este interés... se supone que es bueno, pero duele.

Fukuzawa asiente.

—¿Necesitas algo más? —pregunta Dazai, sentándose de nuevo en su escritorio. Apoya la frente en las palmas de sus manos.

Ahora se siente cansado.

Fukuzawa se queda callado un segundo.

—No.

—Entonces... vete, por favor. Solo vete.

Dazai se siente fatal por la petición. Es grosero. Es todo lo contrario de lo que Dazai probablemente quiere, pero tal vez en este punto, sería mejor si Fukuzawa simplemente dejara de intentar ser parte de su vida por completo. Así ambos sentirían algo de paz.

—Lo siento, Osamu. No puedo cambiar el pasado. Si pudiera, habría estado más presente para ti cuando eras más joven.

¿Qué es esto?

Suena ensayado. Como si Fukuzawa hubiera practicado las palabras para venir a decírselas a Dazai. Sin embargo, todavía suena nervioso.

—Tú... probablemente me necesitas menos que nunca, ahora, y lo entiendo. Pero me necesitabas en aquel entonces, y yo no estaba allí, y estoy empezando a ver eso —dice Fukuzawa.

Está bien.

¿Qué demonios se supone que debe hacer Dazai con una declaración como esa?

Sucedió.

—Y no me lo he ganado, pero me gustaría.

—¿Ganarte qué? —murmura Dazai.

—A ti. Como mi hijo.

Dazai nunca pensó en sí mismo como algo que se pueda ganar.

—Y mi papel como tu padre. Ahora tienes veinte años, y sé que no soy el mejor, pero... lo intento.

Sé que no soy el mejor, pero lo intento.

Eso es doloroso de escuchar.

—Te arruiné, Osamu.

Deja de hablar.

Eso duele. Eso duele.

—Yo... lo siento, no es suficiente, y deberías odiarme. Está bien que me odies.

Dazai jura que va a llorar. Pero también sabe que no lo hará. Solo está entumecido.

—Pero de ahora en adelante, estoy aquí si me necesitas. ¿De acuerdo?

Duele. Dazai casi desearía que Fukuzawa no intentara arreglar esto, porque es algo que requiere su energía, y en este momento de su vida no tiene esa energía.

Dazai no sabe qué pensar. Solo está decepcionado, aunque no debería estarlo, porque no es que Fukuzawa tuviera que aparecer por él.

Aun así... esperó hasta que Dazai tuviera veinte años para decirle eso.

Veinte.

Durante mucho tiempo, esta es la mierda que Dazai necesitaba escuchar. Esto es lo que él pensaba que necesitaba escuchar, cuando tenía catorce, quince años.

Pero ahora tiene veinte.

Y no significa nada.

—Te quiero —dice Fukuzawa.

Eso es nuevo.

¿Por qué está tan amargado?

—Estoy ... estoy tratando de hacer algunos cambios aquí. Te quiero. No necesitas decir nada a eso.

Dazai cierra los ojos con fuerza. Fukuzawa no quiere decir eso.

No puede.

¿Por qué arde tanto?

Fukuzawa finalmente acata la petición de Dazai y se va.

El silencio que deja atrás es ensordecedor.

Trescientos millones de yenes. Qué... demonios...

Dazai presiona las palmas de sus manos en las cuencas de sus ojos.

No estoy enojado.

No está enojado.

¿Por qué duele tanto?

Quiere llorar, aunque está luchando contra ello. Dazai quiere que sus ganas de llorar venzan su resistencia al llanto, porque eso es lo que pasa cuando la gente está disgustada, y si llora entonces demuestra que le importa que este dinero exista, como debería importarle a un ser humano normal.

Debería importarle... debería importarle, es justo que lo haga, especialmente cuando alguien como Chuuya mataría por esta fortuna.

Pero no llora.

Es un pedazo de mierda al que simplemente no le importa nada, porque está roto. No le importa una mierda él mismo y cómo ha sido agraviado, no le importa una mierda que las cosas puedan ser más fáciles y cómodas ahora, porque es un desagradecido. A él no le importa, no le importa...

—Oh, mierda, estás aquí. Te lo juro. He estado buscándote idiota durante veinte minu- ¿Dazai?

Le duelen los ojos. Ha estado presionando sus palmas en ellos por un tiempo.

Chuuya guarda silencio.

Dazai siente que se acerca, caminando alrededor del escritorio hasta que está justo a su lado.

Dazai no se da cuenta del frío que tiene hasta que Chuuya está cerca.

El calor constante de Chuuya hace que Dazai se sorprenda a sí mismo imaginando cómo se sentiría tener su piel apretada cada vez que él está cerca.

Chuuya siempre parece encontrarlo cuando está de mal humor.

Dazai respira hondo y levanta la cara de las palmas de sus manos.

Está agotado. Es tan repentino, pero está tan cansado.

Chuuya no dice nada, mete un dedo entre su gargantilla y su piel y tira de él un segundo antes de soltarlo.

Dazai quiere volver a tocarlo. Rodear a Chuuya con sus brazos y hundir su cara en el pliegue de su cuello. Podrían sentarse y él simplemente podría quedarse allí un rato, tal vez más, porque es cómodo.

Lo desea.

...

Desea a Chuuya más que a nadie.

Este sentimiento no es realmente como la situación habitual en la que se encuentra Dazai, en la que todo lo que hace es tener sexo obsceno e insatisfactorio con quien sea que esté jugando mientras ignora todo lo que sucede en su vida. El único propósito que tiene es mantener su funcionalidad, y solo lo hace con una admiradora, o algo por el estilo, alguien que sienta una vacía admiración por él.

—¿Puedo ayudarte en algo? —murmura Dazai.

No vale la pena mencionar a esas personas. No deja que las cosas con nadie duren demasiado.

—Puede esperar —responde Chuuya en voz baja. Sus manos están metidas en los bolsillos de su chaqueta de cuero.

Chuuya, sin embargo... se ha colado profundamente en la vida de Dazai. Parece entender lo que pasa cuando ve a Dazai deprimido, y eso ya es más de lo que Dazai puede decir de cualquier otra persona que conozca.

Aun así.

Nada durará demasiado.

Dazai deja de pensar en eso.

La armería está en completo silencio. La oscuridad es total, a excepción de la blanca iluminación LED de la oficina.

—¿Qué ocurre? —pregunta Chuuya.

—Nada —murmura Dazai.

—Está claro que no es nada —dice Chuuya.

—Es una mierda.

—Esa es mi frase. Déjame decirlo.

Dazai se ríe entre dientes, cruzando los brazos mientras baja la cabeza.

Se queda callado un rato. Pero Dazai sabe que Chuuya no se va a ir sin que él diga algo.

Está demasiado agotado para mentir al respecto.

Dazai sabe que se arrepentirá más adelante. Pero... así es la vida.

—Los viejos daddy issues —murmura.

El aliento de Chuuya parece entrecortarse en su garganta, como si no esperara una respuesta así.

—Esas no son tonterías, Dazai.

Dazai no debería quejarse. Al menos tiene una figura paterna.

—¿Fukuzawa sigue siendo un imbécil? —pregunta Chuuya, y Dazai lo escucha levantarse para sentarse en la mesa.

—No. No, en absoluto —murmura Dazai—. Nunca lo fue, de verdad. Yo... por favor, no lo llames así.

—¿Entonces es agradable?

Dazai hace un mohín.

—Quiero decir, ha sido bastante agradable últimamente. Realmente no entiendo por qué. Creo que quiere reconstruir la relación, o algo así

Gira la cabeza para mirar a Chuuya. Su muslo está a un par de centímetros de la nariz de Dazai.

—Espera. ¿Él te agrada o no? —pregunta Chuuya.

El concepto que Chuuya tiene de los padres parece bastante superficial.

Bueno, lo sería, ¿no? Hace una década que no tiene ninguno.

Dazai se muerde el labio mientras lucha contra el impulso de presionar su mejilla contra el pantalón negro que tiene al lado, así que mira hacia la madera con los ojos entrecerrados.

Ahora mismo se siente desnudo. No le gusta.

—Es complicado —murmura Dazai, volviendo a bajar la cabeza. Se lleva los dedos al cabello y recorre las horquillas que apartan su flequillo izquierdo de su cara.

Decide explicárselo a Chuuya.

—Los padres... y las figuras paternas... son complicados, sobre todo cuando ya no eres un niño pequeño. Muchos de ellos no son espectaculares con sus hijos, pero para algunos de ellos, no es porque estén tratando de ser malos, simplemente no se les da bien.

—Mm.

—Así que pueden hacerte sentir como una mierda, pero no puedes enojarte por ello, porque sabes que de alguna manera a través de todas las cosas de mierda que hacen, solo quieren lo mejor para ti. Resulta que también son personas con sus propios problemas.

Chuuya tararea.

—Parece que sientes mucha empatía por eso.

Dazai frunce el ceño.

Chuuya se queda callado un rato.

—Espero que Yoko no piense así de mí —murmura luego.

—Realmente no creo que lo haga —responde Dazai en voz baja, con los ojos cerrados—. Padres como los que estoy describiendo probablemente no podrían hablar de sus hijos como tú hablas de ella.

Siente la mirada de Chuuya en su nuca.

—¿Cuál es... el problema de Fukuzawa? —pregunta Chuuya.

Dazai deja escapar un suave suspiro por los labios, sus ojos cerrados.

—En realidad no lo conozco tan bien —admite. —Pero su vida ha sido solitaria. Sin cónyuge, sin conocer a sus padres, nada de eso.

—Tuvo a Mori y a tu padre durante un tiempo —señala Chuuya.

—Oh, ya sabes sobre eso, ¿eh? —pregunta Dazai—... Sí. Supongo que tal vez solo soy lo que queda de mi padre para él.

—¿Cómo es que la soledad lo convirtió en un mal padre? —pregunta Chuuya, y lo dice de esta manera que en realidad no suena entrometida, aunque así es como Dazai suele tomarse cualquier pregunta sobre sí mismo.

Chuuya solo siente curiosidad y, por alguna razón, Dazai no se opone a ello.

Dazai... no podría llamarlo mal padre...

—Creo —empieza Dazai—, que la soledad lo llevó a esa... mentalidad casi taoísta —murmura—. Quiero decir, el taoísmo no tiene nada de malo. Pero él lleva todo el asunto de la acción natural muy lejos.

—¿Qué quieres decir?

—Por ejemplo, no cree que sea bueno resolver los problemas de la gente por ellos. Cada uno se las arregla por su cuenta y...

De repente, Dazai se enoja de nuevo. Esconde la cara entre sus manos. Suspira.

—Y él nunca va a...—su voz se quiebra—, ayudarle a nadie...

Whoa, whoa, whoa-

—Mierda —maldice Dazai en voz baja, levantándose bruscamente y ladeando la cabeza.

Tiene los ojos secos. No va a llorar. Solo está siendo dramático. No pasa nada.

Joder, deja de hacer eso.

—Dazai.

—Estoy bien.

—Puedes llorar.

—No.

—Puedes llo-

—No voy a llorar, Chuuya. No lo he hecho en años.

Dazai deja escapar un suspiro, volviéndose hacia Chuuya y buscando pasar a su lado para poder caminar de nuevo.

Chuuya capta su mirada. Sus ojos azules penetran directamente en el alma de Dazai.

Tal vez consiga un abrazo.

No lo harás, bastardo pegajoso.

—No llorar por tanto tiempo no es bueno —señala Chuuya.

Dazai suelta una risa entrecortada.

—Sí, muchas cosas de mí no son buenas ni normales —murmura—. A veces me preocupa que ni siquiera sea humano.

Chuuya se queda callado un segundo.

Y luego se ríe.

—¿Qué clase de... mierda emo es esa? —pregunta, y esa misma punzada de negatividad se hunde en su cuello como un peso esférico como las otras veces en que Dazai ha cometido el error de mostrarse vulnerable con Chuuya—. No, está bien. Lo tuyo con Fukuzawa no es ninguna estupidez. Pero esto que haces de creerte especial y único por estar deprimido sí lo es.

Dazai ahora se siente horrible.

—Eres un corredor callejero, Dazai —dice Chuuya—. Persigues un subidón cada maldita vez que corres. Vienes aquí —señala en dirección al lote—, todas las noches para pasar el rato con gente con la que disfrutas.

Traga saliva, mirando detrás de Chuuya mientras lo escucha. ¿Realmente disfruta con ellos? Dazai cree que la respuesta es no, pero tal vez solo esté siendo dramático.

—Comes, duermes y meas; tienes cabello que crece, y te lo cortas y afeitas para tener buen aspecto. Follas y te tocas porque se siente bien —señala Chuuya.

Y sigue.

—Vas a la escuela y trabajas como los demás veinteañeros normales, ¿y estás aquí preocupado porque no eres humano solo porque has pasado por tanta mierda que ya nada te hace llorar?

Hay algo más que eso. Pero Dazai supone que la cuestión sigue siendo la misma.

—Estás agotado, Dazai, y es por eso que no podrías ser más humano.

Dazai suspira.

No eres un maldito... defecto, o excluido, o lo que sea —dice Chuuya, y de repente, Dazai siente un empujón en su mandíbula hasta que su rostro vuelve a mirar a Chuuya.

Su rostro arde donde ha sido tocado por los dedos de Chuuya.

Tocó a Dazai. Chuuya extendió la mano y lo tocó. Suavemente.

—Eso que dices es una estupidez, ¿sabes? Solo estás triste. Eso es todo. Deja de llamarte...

—Como sea —murmura Dazai, agarrando de repente a Chuuya por los hombros y empujándolo suavemente hacia un lado para que pueda pasar.

Sale a grandes zancadas de la oficina, buscando regresar a Mayonaka. La carrera de Gatsby va a comenzar pronto.

—Dazai, mira. Mira, no, detente —Chuuya lo persigue—. No estoy tratando de hacerte sentir como una mierda.

—¿Sí? De todas formas lo estás haciendo muy bien —le espeta Dazai.

—Solo escucha —pide Chuuya—. Por favor.

Y como Dazai es estúpido y débil, su paso se ralentiza.

—Mira, te atascas mucho en tu cabeza, ¿de acuerdo? —le dice Chuuya—. Le das demasiadas vueltas a las cosas, Dazai, porque siempre estás intentando resolverlo todo.

Dazai frunce el ceño.

Normalmente la gente no le presta la suficiente atención como para hacer un comentario así.

—Y debido a que encima eres pesimista como el demonio, una vez que no puedes encontrar una solución aceptable para algo, porque la vida no es como las matemáticas, donde solo puedes aplicar una fórmula para encontrar la respuesta, recurres inmediatamente a culparte a ti mismo.

Dazai está... impresionado. Y ligeramente incómodo, pero si alguien va a estar criticándolo, supone que Chuuya es su mejor elección para el trabajo.

—Y eso te pone todo deprimido. No es lindo. Es una mierda. Y estoy intentando sacarte de allí.

Dazai mira al suelo con los ojos entrecerrados.

—Tengo una ideología muy simple. No pienses, no estés triste —le dice Chuuya—. Creo que necesitas eso, Dazai.

—Tampoco parece que estés muy sano con las cosas —murmura Dazai.

—Sí, bueno, a veces solo tienes que ser hombre y aceptar las cosas como vienen. Nada es perfecto.

Dazai no contesta.

—Mira —llama Chuuya, su voz de repente mucho más cercana de lo que solía ser.

Dazai se gira para verlo cerca de nuevo, apenas distinguiéndolo en la oscuridad de la armería. La luz procedente de la puerta de la oficina se refleja en él lo suficiente para que Dazai pueda observarlo.

Su rostro ahora es familiar. Dazai no necesita verlo para saber la mirada que recibe. Para imaginar la curva de su mejilla, ni el ángulo de su fina mandíbula.

—Tenemos una carrera esta noche —le recuerda Chuuya.

La mano de Chuuya se levanta para rozar algo en la manga de la chaqueta de cuero de Dazai. El antebrazo de Dazai se mueve en piloto automático, sus manos rozan el dorso del bíceps de Chuuya mientras baja la mirada para observarlo.

—Yo no... no sé todo lo que hizo Fukuzawa. Pero solo aprovecha esta noche para despejarte. Terapia del acelerador.

Sus dedos se entrelazan.

Vuelven a mirarse a los ojos, y algo intenso recorre el centro del pecho de Dazai.

Es como si le robaran la capacidad de respirar. Otra vez.

De alguna manera, Chuuya es simultáneamente la entidad más ruda y amable con la que Dazai se ha encontrado.

Es un temperamento interesante.

Sus rostros están cerca el uno del otro antes de que Dazai se dé cuenta de que se está inclinando de nuevo, como sucedió en el callejón.

Pero esta vez, Chuuya no parece tan asustado. No huye de él.

Y una vez más, su aliento caliente baila en los labios de Dazai, pero ahora, en sus ojos brilla una cierta comodidad juguetona mientras deja que Dazai se acerque.

Dazai aún no sabe con certeza qué cambió entre ellos.

Su corazón late con fuerza mientras su barbilla se afloja, su cabello cae sobre su cara mientras sus dedos se posan en la mandíbula de Chuuya.

Chuuya lo deja acercarse.

Su rostro es suave.

Deja escapar una profunda exhalación contra el rostro de Dazai con la sonrisa más suave, y luego sus manos suben por el abdomen de Dazai, recorriéndolo por debajo de su chaqueta.

El aliento de Dazai se atasca en su garganta cuando los dedos de Chuuya se deslizan alrededor de su cintura desnuda (la parte de piel que no cubre su camiseta crop top) y tira de él, lo que obliga a Dazai a enderezarse hasta que la cara de Chuuya está enterrada en su pecho.

...

No se besan.

—Anda —susurra Chuuya—. Vámonos.

▄▀▄▀▄▀▄▀▄▀▄▀▄

¿Dónde está tu cabeza?

¿Dónde está tu cabeza, Chuuya?

Ajusta su agarre en el volante mientras mira fijamente a Higuchi. Respira hondo, el hueso de su frente se pone rígido mientras frunce el ceño bajo su casco.

Dazai está a su izquierda. Fyodor está detrás de Dazai. Shibusawa está detrás de Chuuya.

Más allá de ellos y de Nikolai, la cantidad de corredores en la alineación ha disminuido significativamente desde la última carrera, sin duda debido al fracaso que fue.

La oferta de Gatsby ya está empezando a eliminar a sus participantes.

Tanizaki y Kenji siguen ahí.

Gin no.

Chuuya diría que quedan unas diez personas, y aunque eso es una ventaja para él, sigue pareciendo una amenaza. Una advertencia de lo que podría venir en el futuro.

Respira hondo e interioriza el estruendo del motor de Arahabaki mientras obliga a su espalda a presionar contra el asiento.

Tiene a Dazai en mente; tenía una conversación muy importante que hablar con él, pero se vio interrumpida por los problemas del hombre.

No importa. Chuuya lo hablará con él después de la carrera.

Casi se besan de nuevo...

¿Dónde está tu cabeza? Tienes una carrera. Venga, vamos. Despierta.

Despierta.

Chuuya necesita entrar en el espacio mental correcto. Aquel que no está saturado por el aroma limpio de Dazai o su rostro injustamente guapo o la comodidad de sus brazos o el hecho de que Chuuya puede decir que Dazai no está mirando a nadie más que a él.

Está lloviznando. El suelo está mojado.

La lluvia facilita el derrape. Pero también lo hace más impredecible. Incluso menos seguro.

No hay policías esta noche. Esa es la oración de Chuuya.

Tiene algunos movimientos de dinero bajo la manga, pero por ahora...

Higuchi levanta sus banderas. El mundo se siente extrañamente silencioso.

Por ahora, tiene una carrera que ganar.

Una boca que alimentar. Una vida que salvar.

Mantente a salvo —murmura Dazai al otro lado de la línea telefónica.

Chuuya presiona su Doc cereza en su acelerador en el momento en que esas banderas ondean más allá de la cintura de Higuchi. Hay un minúsculo retraso entre su comando y el movimiento de su auto. Lo está esperando. Lo siente en su columna vertebral.

Arahabaki. Nissan 370z NISMO con un motor V8 turboalimentado. 4,8 segundos 0-60.

Así de simple, es como si todos sus sentidos se hubieran sumergido en agua dulce de los Alpes.

El récord de Chuuya con Dazai sigue siendo 5-3.

Va a trabajar para cerrar esa brecha esta noche.

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El aliento de Dazai queda atrapado en su garganta ante ese primer derrape. Es como si le hubieran quitado el aire.

El suelo está húmedo. Lo nota, como si pasara los dedos por el suelo y no por los neumáticos.

Se desliza más fácilmente. Dazai tiene cuidado de mantener sus movimientos expertos.

Cortos.

Precisos.

Hace frío.

Pero la chispa entre su familiar Supra y Arahabaki es suficiente para mantenerlo encendido.

El rugido de sus motores tiene que ser una de las cosas más satisfactorias que haya escuchado alguna vez.

Chuuya no derrapa.

Dazai sigue el procedimiento, enderezando su auto y continuando por la recta.

Chuuya está liderando por una cabeza.

Dazai frunce el ceño a través del casco, inclinando la cabeza hacia abajo mientras observa la carretera frente a él, siguiendo las suaves curvas apenas perceptibles en ella.

Trescientos millones de yenes.

Echa un vistazo por su espejo retrovisor.

"Sé que no soy el mejor, pero lo intento".

Ninguno de los dos ha hecho polvo a Fyodor o Shibusawa.

Dazai aprieta los ojos para cerrarlos por un mero segundo.

Primero mira su teléfono y luego al destello rojo que se acerca rápidamente a su derecha.

Chuuya le roba el interior de la curva.

Ponte las pilas.

Se obliga a tomar una bocanada de aire con el pecho oprimido por la fuerza G.

Dazai acelera a fondo, alimentando su motor con más combustible. Tiene que ganar.

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Chuuya frunce el ceño al acercarse a la curva.

El suelo está húmedo. No quiere derrapar y necesita ganar esta maldita carrera.

Pero si no derrapa y Dazai acaba delante de él en la curva, están jodidos.

Solo tiene un tiempo para tomar una decisión. Chuuya mira al grupo de espectadores a su izquierda mientras él y Dazai pasan a toda velocidad.

No puede derrapar como siempre bajo la lluvia. Se mataría.

Esa es su desventaja en esta carrera.

Ocho segundos.

Vamos, chico.

Siete.

Chuuya deja escapar un suspiro y pone en marcha un plan. Le da más gasolina al motor de Arahabaki, más de lo que ella quiere justo antes de una curva.

Seis.

Hay algo que ha estado practicando en la pista abandonada en el poco tiempo libre que tiene.

No es seguro, de verdad que no, y menos con lluvia.

Cinco.

Pero el instinto de Chuuya le dice que esto podría salir mejor de lo que la racionalidad le hace pensar.

Confía en el motor de Arahabaki. Ella es una bestia. Un auto de 350 caballos modificado para darle más del doble de potencia. Ella puede hacer esto.

Cuatro.

Esto podría matarte, Chuuya. Eres tonto.

¿Y luego qué? Y luego fallará y morirá, o se lesionará tan gravemente que no podrá conducir de nuevo.

Tres...

...

Sí, de acuerdo.

Dos.

De acuerdo. Vamos a intentarlo.

Uno.

Chuuya se muerde el labio y mueve su pie derecho al freno. Solo pasa un momento antes de que su otro pie se clave en el embrague un poco antes de lo debido y su mano trate de agarrar el freno de emergencia. Contiene la respiración mientras gira el auto en un ángulo locamente cerrado.

Sus tripas se sacuden cuando tira hacia la derecha y el auto casi gira sobre las ruedas delanteras.

Mierda, eso fue APRETADO, lo siente en sus jodidos pulmones...

Prácticamente entra en la curva de espaldas, Arahabaki ruge más fuerte que nunca mientras pisa el acelerador.

Venga. Vamos, vamos.

Chuuya aprieta los dientes.

Espera un segundo allí. Chuuya suelta el embrague.

Reza para no estrellar la parte trasera de su auto contra la pared. Está luchando contra la inercia, la gravedad y el suelo resbaladizo que tiran de Arahabaki hacia atrás mientras él le pide que avance.

La presión es tan jodidamente intensa que Dazai empieza a deslizarse hacia la curva a la derecha de Chuuya.

Todo se mueve a cámara lenta.

Mierdamierdamierda...se va a estrellar, JODER.

Esto no va a salir bien.

—¿CHUUYA? —grita Dazai.

Le ruega a Arahabaki que se mueva.

—HEY, QUÉ DEMONIOS ESTÁS HACIENDO-

Su auto le está fallando.

Joder.

Chuuya aprieta los ojos. Esto es todo.

Yoko, yo...

Arahabaki se lanza hacia adelante de nuevo.

Antes de darse cuenta, Chuuya está cabeza a cabeza con Dazai.

—¡AJÁ! —Chuuya aplaude....

—¡¿Qué demonios fue eso?! —grita Dazai.

—¡HABILIDAD! —grita Chuuya por encima del rugido de los motores de todos, riéndose para sí mismo sin aliento porque eso no tenía probabilidades de funcionar—. Deberías intentarlo...

—¡¿LA LLUVIA TE ASUSTÓ, ASÍ QUE DECIDISTE DARTE UNA PATADA EN EL CULO PARA ENTRAR EN REVERSA?! —Dazai chilla—. TE DIJE QUE TE MANTUVIERAS A SALVO-

Chuuya estalla en carcajadas contenidas, sus exhalaciones empujadas contra su columna vertebral. Su estómago burbujea por la presión.

—SOY MEJOR CONDUCTOR DE LO QUE ME CREES —le grita.

Atraviesan el paso subterráneo más adelante.

Ha perdido a Shibusawa. Solo quedan Fyodor y Dazai.

Ahora viene el Laberinto.

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Los túneles son de un solo sentido.

Para no chocar con civiles, los participantes de la oferta de Gatsby deben mantenerse en el carril derecho lo mejor que puedan. Deben ignorar el carril izquierdo.

Aun así, hay que zigzaguear un poco, entre los giros sutiles y entre los autos que aparezcan en el túnel, si es que hay tráfico.

Y sí.

Hoy hay un maldito tráfico.

Gracias, lluvia.

Sus autos están aullando ahora que hay paredes para que las potentes ondas sonoras hagan eco.

Es un sonido delicioso.

La mirada de Dazai se afila mientras serpentea entre los autos. Está aplicando un método sencillo.

Acelera hasta situarse detrás del auto que tiene delante. A continuación, un rápido, agudo, pequeño giro, y luego acelera de nuevo.

Trescientos millones de yenes...cállate.

No está molesto.

"Sé que no soy el mejor, pero lo intento"....CÁLLATE.

"Te quiero".

Dazai frunce los labios, buscando a Chuuya en el desorden...

Un casco de color púrpura pastel y negro se gira en su dirección desde el auto más ruidoso de todos.

La visera de Fyodor está bajada, al igual que la de Dazai, pero sabe que ahora mismo están haciendo contacto visual.

Dazai endurece la mandíbula, se vuelve hacia adelante y aprieta los abdominales mientras la fuerza de su velocidad intenta empujarlo.

Su fuerza física le sirve en las carreras.

El Laberinto libera a los conductores de sus garras.

Dazai pisa a fondo su acelerador en cuanto entra en la recta de la autopista, se muerde el labio y observa el velocímetro.

Su pulgar pasa como un fantasma sobre el pequeño botón rojo.

130.

Sus órganos sienten la fuerza G.

"Sé que no soy el mejor, pero lo intento"

140.

Y ahora sus músculos lo están sintiendo.

"Y no me lo he ganado, pero me gustaría"

150.

Dazai lucha por mantenerse firme.

"A ti. Como mi hijo"

Frunce el ceño, su labio tiembla mientras se inyecta el nitroso.

Todo está bajo control.

El motor de su Supra retumba. Dazai jura que prácticamente puede ver los relámpagos salir de su tubo de escape mientras avanza a toda velocidad.

No hay nada en su maldito campo de visión. Ni Chuuya, ni Fyodor.

Terapia del acelerador.

170.

Está jadeando.

"Y mi papel como tu padre"

180.

Dazai le está dando a la carretera una maldita mirada mortal.

"Te arruiné, Osamu"

Su cabeza hace mucho ruido. Tiene que callarse en algún momento, o él va a meterle una bala.

Está bien.

No pasa nada.

ESTÁ BIEN.

Oh mier-

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Un par de giros poco teatrales llevan a Chuuya a la recta final.

Hasta ahora ha estado codo a codo con Dazai, cada uno de ellos robándose un centímetro cada maldito segundo.

Pero ahora, Chuuya no tiene visibilidad sobre él.

Nunca ha estado tan concentrado, jadeando mientras su auto comienza a desacelerar. El nitroso que usó para poner a Arahabaki en esteroides se está disipando.

170.

Quedan diez segundos en esta carrera.

Necesita ganar esto. Necesita ganar esto.

160.

Nueve.

Chuuya no tiene ni idea de dónde carajos está Fyodor.

Ocho. Siete. Seis.

Dónde carajos está Dazai.

150.

Cinco.

Está pisando a fondo el acelerador, corriendo a ciegas hacia la meta mientras ruega mentalmente que no haya nadie cerca de él.

Cuatro.

Chuuya apenas puede respirar.

Tres. Dos.

Está jadeando.

Uno.

Por favor...

▄▀▄▀▄▀▄▀▄▀▄▀▄

—...eso concluye la décima carrera en la oferta de Fórmula 3 de Gatsby.

Dazai apenas está abriendo la puerta cuando es saludado con suma amabilidad por un pelirrojo que le resulta familiar.

—¡¿Qué demonios pasó?! —susurra-grita Chuuya, jadeando por aire mientras Dazai sale de su Supra—. Quería una competición mejor que esa, vamos.

Dazai regresa a su auto, cambia su chaqueta de cuero por su sudadera con capucha negra y sacude su cabello sudoroso (se le está poniendo ondulado) y luego simplemente se va, cerrando su auto detrás de él.

Ahora están de vuelta en Minatomirai, ya que están al final del bucle de Shutoko.

—¡Dazai!

Dazai va a dar un paseo.

Olfatea, tirando de la sudadera con capucha por encima de su camiseta. Está todo húmedo y lleno de mierda (adolorido, también) pero no le importa.

Esta ruta alrededor de todo el lote es una que toma para recuperarse si su ansiedad alguna vez comienza a actuar antes de una carrera.

Pero ahora que la carrera ha terminado, perdió.

Ni siquiera se inmuta.

Dazai no está enojado.

No está molesto por nada de esto.

Está bien.

Frunce el ceño, cubriendo su cabeza con la capucha y saca la billetera de su bolsillo mientras se acerca a un puesto de comida cerca del perímetro del lote y extrae una pequeña suma de dinero para comprarse una botella de agua.

Respira hondo mientras continúa de regreso a su caminata.

¿Qué tanto lo quieres, eh?

Una voz en su cabeza se está burlando de él.

¿Qué tanto quieres ir a California?

¿Qué quieres decir con que me quieres, Fukuzawa-sama? He estado perdiendo carreras.

Te estoy fallando.

Estoy fallando.

Soy un fracaso.

Dazai toma un sorbo de su agua mientras se acerca al final del lote. Nunca hay mucha gente aquí atrás...

Se detiene en su paso, mirando a su izquierda.

De repente, su cabeza se aclara, porque está alerta. Tiene algo a lo que prestar atención.

Hay dos posters pegados en la pared. No los había visto antes.

Uno de él, otro de Chuuya.

—¿Qué carajo...? —murmura para sí mientras se acerca, entrecerrando los ojos al papel con la foto de Chuuya.

Dazai se queda con la boca abierta.

Es una foto vieja y borrosa, una en la que está parado en el balcón del motel en el que solía quedarse. Está en pijama, con el cabello sin peinar y suelto sobre su hombro, mirando su teléfono mientras sus antebrazos descansan sobre la barandilla.

Dazai lee el texto de la hoja.

Prince es bastante arrogante para ser un vagabundo recién nacido, ¿no crees?

Dazai resopla, mirando hacia el papel en el que aparece él.

Tiene una foto suya durante su hora dorada, sonriendo a la cámara mientras se apoya en su Supra con los brazos cruzados sobre el pecho, fue una de las que Ranpo le tomó para publicar en Instagram. Es el tipo de foto que circula por Internet siempre que se habla de él, la que la gente ha visto, si es que han visto alguna foto suya.

Hay unas X dibujadas sobre sus ojos.

Y el texto...

De tal palo, tal astilla.

Dazai se burla un par de veces más, antes de desvanecerse en una risita.

—Fedya, maldito —susurra Dazai, sonriendo mientras deja su botella de agua en el suelo y retira con cuidado los papeles de la pared—. Podrías haber puesto un poco más de esfuerzo en esto, vamos ya...

Los dobla, guardándolos en su bolsillo.

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A la hora siguiente, los asistentes de Mayonaka se han retirado a sus parcelas de césped, y la mayoría de ellos ya se dirige a casa.

Chuuya está cansado. Se cubre la cabeza con la capucha de su chubasquero negro, lo cual lo mantiene caliente mientras sigue lloviznando.

Espera que Dazai esté de regreso en Mayonaka, porque de nuevo, hay una conversación importante que necesita tener.

Decide volver a revisar la armería, ya que no ve al chico en el lote.

Si no está allí, entonces Chuuya apuesta por la idea de que se fue directamente a casa.

Durante todo el camino, ensaya por enésima vez las tonterías que tiene que decir. Ha estado pensando mucho desde su encuentro con Mori y Fukuzawa.

Mucha mierda por fin empieza a tener sentido, y honestamente... Chuuya está un poco enojado por no haberse dado cuenta antes.

La puerta lateral de la armería se abre una vez más.

Chuuya lo toma como una buena señal y entra.

De nuevo, la armería está completamente a oscuras, aparte de la luz intensa que sale de la puerta abierta de la oficina.

Es un poco espeluznante, la verdad.

Chuuya avanza hacia la oficina arrastrando los pies, girando por la puerta para mirar adentro...

Está sin camiseta.

Chuuya muerde su labio. No debería mirar por demasiado tiempo, eso es espeluznante, pero, Jesús, es guapo...

Oh, santa mierda.

Dazai está frotando una especie de barra negra por su espalda. Tiene asas en cada extremo, y la barra está texturizada. Sus músculos se contraen cada vez que la pasa por su piel, y hace que sus brazos se flexionen y... eso, la flexión. Eso toma a Chuuya con la guardia baja.

Es mucho más corpulento de lo que parece a primera vista...¿cómo demonios consiguió ese músculo?

Chuuya frunce el ceño y parpadea con fuerza para recuperarse.

Su computadora portátil está abierta en su escritorio. Hay un bloc de papel y un bolígrafo al lado, su estuche AirPods y también una botella de agua.

En su cuerpo hay tallados músculos individuales que se encajan unos con otros para formar el ser que es Dazai. El hundimiento de su columna vertebral es mucho más atractivo de lo que debería ser, y si los ojos de Chuuya siguen hacia abajo, los dobladillos de sus Calvin Klein se asoman por debajo de sus pantalones anchos negros.

Tiene hoyuelos a ambos lados de la parte baja de la espalda.

Hm.

Chuuya no los había notado antes.

Están tan buenísimos...

—Hola Chuuya.

Chuuya vuelve a mirar a Dazai, solo para ver que sigue dándole la espalda.

Típico de Dazai, prediciendo su presencia antes de que pueda decir algo.

—¿Qué es esa... cosa? —pregunta Chuuya.

—Un rodillo muscular.

—Oh.

—¿Puedo ayudarte en algo? —pregunta Dazai con cansancio, girándose hacia él.

La vista es a la vez abrumadora e increíblemente familiar.

Mantiene su cuerpo bien afeitado por lo que Chuuya ha visto.

De alguna manera las vendas de Dazai siguen intactas después de la carrera, y los piercings de sus pezones brillan a la luz.

Está un poco más pálido que cuando Chuuya lo conoció, piensa, y probablemente tenga que agradecérselo al inminente invierno.

Se quita los AirPods y los devuelve al estuche. Siempre se los quita cuando Chuuya está cerca.

Espabila cuando Dazai se inclina para poner el rodillo en uno de los cajones de debajo de su escritorio. Espera a que Dazai termine de ponerse la ropa. Ignora la camiseta y solo se pone la sudadera con capucha por encima.

—Lo logré —anuncia Chuuya cuando el otro termina y se acerca al escritorio de Dazai.

—¿Lograste qué?

El castaño se sienta en su silla giratoria, agarra el bolígrafo con la mano derecha y empieza a jugar un poco con él.

—Te descubrí.

Dazai lo mira mientras cierra su computadora portátil, con un brillo en sus ojos que demuestra que... de algún modo, esperaba esto.

Ahora hay algo de energía en sus acciones, como si solo las palabras de Chuuya lo hubieran puesto alerta.

—Oh, me descubriste ¿dices? —pregunta lentamente, el sarcasmo goteando en su tono incrédulo mientras le sonríe a Chuuya—. ¿A que te refieres?

—Tienes razones para querer ir a California más allá de lo que me dijiste, y las he descubierto —afirma Chuuya nuevamente.

El pelirrojo saca la silla de plástico que hay al otro lado del escritorio y le da la vuelta, sentándose en ella al revés.

Dazai entrelaza los dedos, como si fuera un hombre de negocios a punto de escuchar una propuesta sobre la que ya tiene una opinión.

—Bien, entonces, Chuuya. Por favor. Explícame.

Respira hondo.

Aquí vamos.

—Me creo tu primera razón —empieza Chuuya.

Tiene sentido.

—Es legítimo. La gente te admira. Tendrás un impacto por aquí si algún día te conviertes en alguien importante.

La imagen de Kyouka inunda su mente. Lo desesperada que se ve con solo doce años.

Tener un modelo a seguir como Dazai sería bueno para ella. Bueno para cualquiera que haya estado cerca de él durante un tiempo.

Dazai sigue mirándolo fijamente a los ojos.

Puede ver cómo eso sería un poco aterrador, pero Chuuya nunca ha tenido problemas para sostener su mirada.

—Pero hay algo más —murmura—. Porque en tu interior, detrás de la inseguridad, a ti, Dazai Osamu, te importa una mierda lo que la gente piense de ti.

Dazai se ríe.

Chuuya vuelve a respirar hondo, inhala por la nariz, exhala por la boca.

Esto es demasiado. Tal vez le falta algo. Pero también... tiene. sentido.

—Los corredores de F1 tienen una vida de alto riesgo —empieza—. Lo que significa que es más probable que escriban su testamento más pronto que tarde.

El entretenimiento detrás de la sonrisa de Dazai se multiplica por diez. Chuuya no sabe cómo sentirse al respecto.

Apunta a Dazai con el dedo.

—Sin embargo, tú creciste sin ninguna riqueza adicional que te sirviera de apoyo una vez que tu padre murió, excepto por el apartamento. Mi suposición es que algo se jodió, y eres el único que pagó por ello.

"Cállate. No sabes nada de lo que ha tenido que pasar".

Eso fue lo que dijo Yosano.

—Oh, continúa —incita Dazai.

Chuuya cree que ya tiene una pista o dos.

—Una pequeña búsqueda en Google me dijo que tu padre tuvo un patrimonio neto de veinte millones de dólares durante al menos siete años de su vida. Y... tu madre. Tsushima Tane. Ella tampoco era un cero a la izquierda, ¿verdad? —pregunta.

Dazai niega con la cabeza. Claramente se está divirtiendo.

—Sin embargo, su ocupación como diseñadora de moda desapareció convenientemente de la faz de la Tierra cuando murió tu padre. Tu eras jodidamente rico, Dazai

Es extraño pensar en eso. Es extraño pensar cómo podría haber sido Dazai, ahogándose en la riqueza y el afecto de una familia perfecta.

Sería mucho menos genial.

—Google realmente es tu mejor amigo a veces, ¿no? —Dazai se ríe.

La espalda de Chuuya se endereza y apoya las manos en la mesa, con los meñiques apoyados en la madera.

Se niega a romper el contacto visual con Dazai. Nunca romperá el contacto visual con Dazai.

—Ahora mi pregunta es la siguiente.

Dazai espera expectante.

—¿Por qué tu padre te dejaría lejos de su riqueza cuando se preocupaba lo suficiente por ti como para compartirte con sus mejores amigos?

Sus hoyuelos son demasiado encantadores para la presente situación.

—¿Hasta el punto de que quince años después del final de su vida, ellos siguen juntos solo para que ambos puedan estar a tu lado, aunque su propia relación se haya roto?

Dazai parece impresionado. Es una buena señal.

Pero Chuuya está lejos de terminar.

—Aún hay más.

Hace una pausa, eligiendo cuidadosamente sus próximas palabras.

—Está claro que todavía... te afecta la pérdida de tu otra familia —dice Chuuya—. Aunque sucedió en un momento de tu vida en el que apenas eras capaz de recordar. Tu madre te hirió de una forma que... te hace dudar de tu valía, hasta el día de hoy.

Dazai resopla con una sonrisa más suave, rompiendo su pequeño concurso de miradas para mirar al frente.

Chuuya se queda con la boca abierta.

De repente se da cuenta de lo silencioso que está todo, excepto por el débil canto de los grillos que viene de detrás de la armería donde está Mayonaka.

—Lo... siento por eso. Es jodido... no te lo merecías.

Quiere invertirse después de decir eso, así que se da la vuelta, tratando de ignorar el rubor avergonzado de su cara y la mirada ligeramente sorprendida que Dazai le está dando.

—Pero tú eres el tipo de persona que no se queda de brazos cruzados —murmura Chuuya. Esto es algo que... supone que es un poco... admirable de Dazai.

Parpadea con fuerza.

—Siempre has hecho algo al respecto cuando has notado un problema.

En realidad podría decir mucho sobre esto. Decir mucho sobre el tipo de persona que ha descubierto que Dazai es debajo de la... estupidez con cabeza de globo.

Entre el carisma... la resolución de problemas. El poder en su paso. Simplemente la forma en que se comporta.

Dazai es un líder nato.

—Dazai Osamu... no dejaría que su madre solo se fuera. Nah —afirma Chuuya en un susurro—. Algún día la encontrará y hará que le dé explicaciones. Y esto funciona debido a mi último punto.

Dazai arquea una ceja hacia él.

Este dato ha estado delante de sus narices todo el tiempo. Lo ha considerado antes, pero nunca tuvo un motivo al que vincularlo. Pero ahora lo tiene.

—Dijiste que habías nacido en Estados Unidos —cuenta Chuuya.

—Lo dije.

—Área de la Bahía.

—Correcto.

—Específicamente, San Francisco, California.

Dazai sonríe, haciendo girar sus pulgares con el bolígrafo en la mano mientras se recuesta en su asiento. Comienza a girar suavemente de un lado a otro.

—¿Dónde escuchaste eso? —pregunta en voz baja, suena grave y sensual debido a lo tarde que es.

Continúa jugueteando, comenzando a hacer clic en el extremo del bolígrafo.

El tipo no se ha quedado quieto ni por un solo segundo desde que Chuuya entró en la habitación.

—Fukuzawa.

—Mmm.

—Eres de San Francisco —reitera Chuuya.

—Mm-hm.

—En donde se encuentra el puente Golden Gate.

—Es un punto de referencia importante, sí.

—Eso está a 30 minutos en auto de la pista de carreras de Sonoma, donde está la escuela de F3 —señala Chuuya.

—Ah, ese artículo que conseguí para ti la semana pasada fue muy útil, ¿no? —reflexiona Dazai.

Chuuya frunce el ceño. Es como si Dazai hubiera leído su mente.

—¿Eso fue intencional?

Dazai le sonríe cálidamente, apoyando su mejilla en su puño. Apoya el codo en el reposabrazos mientras rueda hacia atrás en su silla y coloca el tobillo sobre su rodilla.

—Por supuesto, amor.

Por supuesto. Bastardo.

Chuuya pone los ojos en blanco. Pero siente un poco de calor en su rostro.

Hay algo ridículamente atractivo en el alto intelecto.

—Entonces, ¿cuál de los siguientes es, Dazai? —pregunta Chuuya en voz baja, poniendo su fe en el hecho de que tiene razón en algo de esto—. O tal vez sean los tres.

Algo de esto, o tal vez todo.

—¿Estás persiguiendo riquezas que te pertenecen? ¿O estás a la caza de Kohaku y tu madre? O tal vez solo necesitas volver a casa, porque hay algo más esperándote allí.

Se queda en silencio, su corazón latiéndole con fuerza en la garganta ahora que ha terminado su discurso.

Dazai no parece sorprendido en absoluto.

Se quedan en silencio unos segundos, el castaño solo vuelve a recostarse en su silla, haciendo clic suavemente con la punta de su bolígrafo mientras le sonríe a Chuuya.

... Tiene razón, ¿verdad? Tiene que tenerla.

Tiene demasiado sentido.

—Tienes un cerebro sólido, Nakahara —murmura Dazai con una sonrisa. Parece orgulloso. Suena como si pudiera admirar a Chuuya—. Te di un 43% de posibilidades de fallar en la parte del dinero.

Bingo.

Una ola de alivio recorre los hombros de Chuuya. Es como si estuviera otra vez en el instituto, sacando un 100 en el examen de física para el que se dejó la piel estudiando.

—¿Por qué 43? —pregunta Chuuya con una pequeña sonrisa.

Dazai se encoge de hombros.

—Me gustan los números primos.

Chuuya traga saliva.

—¿Crees que hay cien millones de dólares esperándote en alguna parte? —pregunta en voz baja.

Es un número fantástico. Fácil de decir, porque él ni siquiera puede comprender esa cantidad de dinero.

—Tal vez no tanto, si al fin y al cabo soy parte del testamento. Supongo que también repartió el patrimonio entre mi madre y mi hermana. Pero sería una suma justa —responde Dazai. Es casi gracioso lo indiferente que se muestra al respecto—. Encontrar a mi familia y el dinero son un paquete completo para mí. No creo que encuentre una cosa sin la otra.

—Entonces, eso va a ser un gran problema legal.

—Eso lo resolveré yo en el futuro.

Chuuya frunce el ceño.

—¿Cómo sabes que encontrarás a tu madre si vuelves a California? Podría haberse mudado.

Dazai vuelve a sonreír.

—No lo sé —responde—. Pero recuerdo ver a mis abuelos con frecuencia cuando era pequeño. La gente mayor no se muda. Intentaré encontrarlos primero.

—Maldita sea —susurra Chuuya, dejando que sus hombros se relajen mientras suspira.

—Hay más.

—Dímelo —pide Chuuya.

El sonido de Dazai haciendo clic lentamente con su bolígrafo suena como el tictac de un viejo reloj analógico.

—Es una tarea secundaria. No me importa tanto. Pero quiero averiguar qué demonios pasó entre mis padres, Fukuzawa y Mori.

Chuuya frunce el ceño un momento.

—Pensé que lo sabrías —le susurra.

Dazai niega con la cabeza.

Se quedan un rato en silencio, deja que Dazai juegue con su bolígrafo.

Chuuya tiene una petición importante. No sabe cómo decirla.

—¿Y bien? ¿Ahora qué? —pregunta Dazai con un resoplido de risa—. ¿Estás buscando algún tipo de recompensa por esa perorata? O...

Qué señal tan perfecta.

Chuuya endereza de nuevo la espalda y se encuentra con los ojos de Dazai.

▄▀▄▀▄▀▄▀▄▀▄▀▄

—Sí, en realidad. Quiero que me entrenes.

Dazai tiene que detenerse un momento, una sonrisa de asombro deja su boca abierta.

Se queda sin habla. Deja de hacer clic con su bolígrafo.

—¿Qu...? —intenta decir, pero el resultado es que su pecho se infla con algunas burlas mientras empieza a reírse involuntariamente.

Y se ríe un rato, encorvándose mientras se golpea la rodilla en el proceso.

Eso es tan jodidamente divertido. No puede dejar de reír.

Chuuya solo se le queda mirando.

Dios mío, habla en serio.

—Lo siento...—se ahoga, levantando una mano en dirección a Chuuya mientras tose y se aclara la garganta—. Lo siento.

Hace una pausa y se encuentra con los ojos de Chuuya.

¿Qué? —pregunta, con una amplia sonrisa en los labios.

—Hablo muy en serio.

—Ya me di cuenta. ¿Qué demonios te hace pensar que yo, tu rival, el que quiere vencerte —enuncia Dazai con un movimiento de cabeza, apuntándolo vagamente con la mano que agarra su bolígrafo mientras se inclina en su silla—, ¿aceptaría entrenarte? ¿Por qué te convertiría en el tipo de corredor que puede superarme?

—Porque no quieres que me mate.

La respuesta es inmediata, y está matando a Dazai. Una sonora carcajada se escapa de sus labios, mientras pura diversión burbujea en su pecho.

Eres REALMENTE tan divertido...

—No, ese es un ultimátum al nivel Dazai, Dios mío —aúlla Dazai, riéndose de nuevo mientras niega con la cabeza y gira para alejarse de Chuuya. Se voltea bruscamente, señalándolo.

—Tú. TÚ tienes huevos —anuncia Dazai, tratando de recomponerse.

Está genuinamente impresionado. Demonios, incluso seducido.

Hace años que no encontraba algo tan divertido.

—Te lo compensaría.

—¿Ah, sí? —pregunta Dazai, girándose hacia Chuuya con una sonrisa tonta en su rostro—. ¿Cómo?

—No puedo decírtelo.

Ooh. Misterioso.

El labio de Dazai tiembla mientras intenta no reírse, sus ojos se abren ampliamente mientras extiende las manos hacia afuera. Apoya los codos en los reposabrazos de su silla mientras se recuesta en ella, moviéndose en el espacio que tiene mientras rueda hacia atrás con un solo pie.

—¿Qué, ahora no puedo saber los términos del trato que quieres que firme? —se burla—. ¿Qué tan tonto crees que soy?

Chuuya le frunce el ceño.

—Esta es la parte en la que decides si confías en mí o no. Pero te daré una cosa, y tal vez eso te haga escuchar.

—Por favor. Compártelo —ríe Dazai.

No pasa ni un segundo antes de que Chuuya rebusque en su bolsillo y...

SLAM.

El sonido es lo suficiente fuerte y repentino como para provocar un pinchazo en el cuello del castaño.

Dazai mira los dos objetos que Chuuya casi hundió en su pobre escritorio. Uno de ellos es un papel doblado. Y el otro es una tarjeta de presentación.

Dazai suspira por la nariz, una sonrisa sarcástica descansa en sus labios mientras se acerca a su escritorio y aparta su computadora portátil antes de tomarlos.

Tiene grandes expectativas para lo que sea esto.

Primero lee la tarjeta de presentación.

Francis Scott Key Fitzger-

Dazai estalla de nuevo en carcajadas, echando la cabeza hacia atrás. Suelta la tarjeta y el bolígrafo y se cubre la cara con las manos.

Esto solo mejora. Se prepara.

Considera superadas mis expectativas.

—¡Chuuya! —grita—. Eres la persona más extraña que he conocido.

Eres la persona más IMPRESIONANTE que he conocido.

Chuuya se encoge lentamente de hombros, respirando hondo por la nariz. Parece satisfecho consigo mismo.

—Soy un tipo increíble —responde.

Sí. De verdad.

Dazai se ríe, pero con total asombro.

Respeta a Chuuya por su petición.

Niega con la cabeza y desdobla el papel.

Es media hoja, el borde superior está arrancado.

Es una copia impresa de algo.

Cuatro líneas.

Dos firmas. Dos nombres.

Firma de la Primera Parte.

La firma de Chuuya, en inglés. Su cursiva es ridículamente bonita.

Su nombre está escrito debajo. Su letra inglesa es mucho más clara de lo que Dazai hubiera esperado.

Firma de la Segunda Parte.

La firma de la derecha es una que grita autoridad. Es gigante y claramente la millonésima vez que se dibuja, con la confianza de los trazos de la pluma.

Dazai lee el nombre que hay debajo.

Sus labios vuelven a curvarse hacia arriba.

Espera.

—Hiciste que. El Gatsby. El Francis Scott Key Fitzgerald. Hiciera algo que tu dices. ¡¿Qué demonios?! —Dazai se ríe a carcajadas, poniéndose de pie e inclinándose sobre el escritorio. #

—Me han pedido que mantenga en secreto los términos del acuerdo. Así que no puedo decírtelo —dice Chuuya.

Está tranquilo.

—Pero te juro que es beneficioso para ti. Además, yo también veo fallas en tu conducción.

Dazai sigue sonriendo.

¿Oh, en serio?

—Y también puedo ver que algo está pasando con tu relación con eso. Tu corazón no está en ello en este momento, pero puedo decir por las fotos en el tablero de corcho de Ranpo que no siempre fue así.

Te das cuenta de muchas cosas.

—Te gustaba mucho conducir. Pero ahora estás perdiendo la pasión.

El ceño de Dazai se frunce por un segundo.

—Estoy convencido de que puedo hacer que vuelvas a estar como antes.

¿Ah, sí?

—Pero no compartiré mis comentarios contigo a menos que estés de acuerdo con esto.

Dazai resopla otra risa. Esta es la mejor propuesta que le han hecho alguna vez.

Eres tan tierno.

—¿Sobre qué juras? —pregunta Dazai, solo para ser descarado.

La mirada de Chuuya se vuelve fría.

—La tumba de mi padre.

La sonrisa de Dazai vacilaría si no estuviera prestando atención.

Pathos agudo, identifica su cerebro.

Chuuya no es idiota cuando se trata de negociar.

—Entonces, Dazai —dice, poniéndose de pie lentamente. Debido a que Dazai está inclinado sobre la mesa, quedan a la misma altura.

Cada vez que lo mira, Dazai se da cuenta de lo azules que son los ojos de Chuuya. Su memoria nunca les hace justicia. La capa de fibras de colágeno dibuja intrincados patrones en sus iris, algunos de los matices son oscuros como la noche y otros recuerdan más al hielo, todo mientras un cerúleo tropical los inunda. Son tan extraños.

—Esta vez te lo pediré correctamente —dice Chuuya en voz baja.

Sus palabras caen como tibio jarabe de cereza negra sobre los labios de Dazai.

—¿Me entrenarás?

Dazai baja la cabeza y ríe una vez más. Pero vuelve a mirar a Chuuya al cabo de un par de segundos, incapaz de contener su sonrisa.

—Chuuya, Chuuya, Chuuya —dice, con el estómago burbujeando por todo esto.

Mira a Chuuya a los ojos y aprovecha la oportunidad para juntar sus frentes.

Su corazón está latiendo con fuerza en este momento, y Chuuya también está respirando con dificultad.

—Estoy impresionado —asiente Dazai en voz baja.

Chuuya no reacciona.

—Lo estoy, de verdad. Felicidades, hijo de puta —ríe, su propio aliento rebota en la cara de Chuuya y golpea sus labios—. Me has superado como Dazai.

Sus narices se tocan.

Es un momento en el que Dazai tiene que decidir si confía en Chuuya. Le sonríe cálidamente a Chuuya, quien comienza a parecer un poco esperanzado.

Esto es una locura.

Le están pidiendo que entrene a su archienemigo.

Se están consumiendo mutuamente el oxígeno asignado. Chuuya no rompe el contacto visual.

El punto en el que sus frentes se tocan es insoportablemente caliente.

Algo que lo beneficiará, ¿eh? Hasta el punto de que Chuuya cree que cualquiera que sea ese favor se anula con entrenarlo, sabiendo todos los motivos por los que quiere ir a California.

¿Dazai va a confiar en él por esa afirmación?

Hasta llegar al maldito Fitz. Chuuya fue y se encontró con Gatsby por esto.

¿Qué demonios...?

—¿Sabes qué? Sí —susurra Dazai con una risita—. Puramente por las agallas que tienes, Chuuya. Te entrenaré...

Chuuya pega sus labios contra los de Dazai.

Jura que su corazón estalla por la pura sorpresa.

Chuuya está lleno de esas, ¿no? Sorpresas, quiere decir.

Los ojos de Dazai se cierran por si solos, y los antebrazos que lo sostienen casi se doblan al ver cómo Chuuya se empuja con más fuerza sobre su boca, como si tuviera tantas ganas de besar a Dazai como Dazai tenía de besarlo a él.

Así es como se siente el alivio.

Chuuya se aleja bruscamente un momento después, olfateando una vez. Su cara está completamente roja. Mira hacia otro lado, escondiendo su rostro en su hombro.

¿Y Dazai?

Dazai ya no se ríe.

Se siente excesivamente cálido. Nervioso. Su sangre está a punto de estallar. Su piel hormiguea.

Una exhalación temblorosa lo deja, como si fuera a decir algo, pero terminó demasiado sin aliento para hablar.

Realmente se siente como si acabara de correr una milla.

Y podría correr otra. Demonios, tres, cuatro, cinco más...

Dazai agarra a Chuuya del brazo, sale de detrás de su escritorio y tira de Chuuya. Está sin aliento, y el tiempo que están separados dura demasiado.

Ambos apenas escapan del bloque gigante de madera antes de tropezar el uno con el otro al final del escritorio.

Sin palabras.

Dazai sostiene el rostro de Chuuya detrás de sus orejas y se inclina para besarlo nuevamente, presionándose contra su cuerpo mientras Chuuya lo abraza con fuerza.

Es un alivio, si es que prenderle fuego a la punta de sus dedos puede considerarse eso. Pero lo es. Realmente lo es, cuando están congelados y entumecidos, es un alivio.

Los labios de Chuuya son suaves. Su piel casi se siente quebradiza, y al tocarlo allí mismo, Dazai recuerda lo pequeño que es.

Sinceramente, es fácil olvidarlo, con una actitud tan franca como la de Chuuya.

Chuuya gruñe suavemente en su boca, sus dedos rodean las muñecas de Dazai. Su tacto es tan suave.

Su afecto nunca es lo que Dazai espera.

Es como... jengibre. Jengibre de sushi, shouga, picante al gusto. Él es como el jengibre, porque el jengibre es una presencia en la boca que no puede ser ignorada. Excepto que en vez de solo su boca, Chuuya ha infectado toda la vida de Dazai.

Se separan de nuevo.

Los labios de Dazai se deslizan suavemente por los de Chuuya mientras jadean, una mano de él rodea la cintura del otro mientras se derrite en el calor de todo.

Chuuya empuja a Dazai hacia atrás hasta que sus muslos tocan el borde de la mesa, atrapando el labio inferior de Dazai entre los suyos. Es tan cuidadoso al respecto, como si tuviera miedo de que Dazai se rompa.

Dazai está pensando que podría llorar de nuevo.

No debería ser tan satisfactoria, esta expresión que tiene Chuuya de que desea a Dazai.

Dazai se apoya un poco en la mesa y acerca a Chuuya a su pecho mientras deja que lo muerdan y tiren de su piel, cayendo cada vez más profundamente en esta neblina de satisfacción.

Sus cejas se fruncen cuando se encuentra con la humedad caliente de la lengua de Chuuya. Es el turno de Dazai de dejar escapar un leve sonido de sorpresa cuando la punta de la suya es rozada por él (es breve, fugaz, de algún modo casto) y luego Chuuya se aleja de nuevo con un suave chasquido.

Pero vuelve, una y otra vez.

Dazai no tiene tiempo de reaccionar.

Por un momento, Chuuya está besando a Dazai como si fuera algo que hay que consumir por el bien de su buena salud.

Debimos haber hecho esto hace tiempo, es lo que parece decir, mientras sus delgados dedos se elevan para rozar la mejilla de Dazai.

Chuuya simplemente... se posa.

Descansa sus labios sobre los de Dazai, y el peso sobre el cuerpo de Dazai se vuelve más pesado, como si Chuuya estuviera cansado de un largo día de trabajo y Dazai fuera su cama en casa.

Hace que su pecho se sienta raro.

Las pestañas de Chuuya hacen cosquillas en la mejilla de Dazai, y ambos intentan disimular, sin conseguirlo, lo pesado que respiran mientras Chuuya se apoya contra el pecho de Dazai.

Es aterrador, realmente, si así es como se siente esta nueva entidad entre ellos en solo los primeros momentos de su vida.

Pero tal vez estos realmente no sean sus primeros momentos. Tal vez esta es solo la primera vez que ambos lo toman en sus manos. Alimentándolo como si fuera un niño pequeño y débil, uno que suplicaba ser tomado en brazos.

Dazai recuerda la cama hecha en la que se acuesta cada noche y las comidas calientes que lo esperan cuando baja por la mañana. Es un hábito subconsciente buscar en ellas los restos del tacto de Chuuya.

...

Frunce el ceño cuando empuja su boca con fuerza contra la de Chuuya una vez más.

Vale la pena quedarse en el momento.

"Entréname"... pequeño bastardo

Chuuya se aparta. Respira con dificultad. Los ojos de Dazai se niegan a abrirse, pero puede sentir la mirada de Chuuya en su rostro.

Su cuello casi se siente como si se estuviera aflojando, la forma en que su cabeza está comenzando a... caer hacia atrás.

Ha pasado mucho, mucho tiempo desde que Dazai sintió algo parecido a estar bien, y mucho menos a la felicidad.

Él clasificaría esto como lo segundo.

Nota de la autora

• esta es una interpretación PERFECTA de lo que chuuya hizo en esa carrera:

[Link del TikTok en los comentarios]

• también si necesitas un Visual para ayudarte a entender por que Chuuya sintio puro impacto cuando vio los brazos de Dazai flexionarse. Escucha, los músculos son cosas muy raras, solo mira esto.

[Link]

• ¡ADEMÁS! este es un clip del auto de dazai

[Link]

¿No suena hermoso? Si escuchas atentamente, incluso puedes escuchar el aleteo del turbo al final (ese stututu de tono alto)

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