·𝑬𝒎𝒑𝒂𝒕𝒉𝒚 & 𝑰𝒍𝒍𝒖𝒔�...

By lagatanegra03

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Escrita junto con @anfitriteytalasa ✿.。.:* ☆:**:. Fanfic Fate: The Winx Saga .:**:.☆*.:。.✿ Alphea, el interna... More

●Cast de personajes●
💜🧚🏻‍♀️💚 PREMIOS 💚🧚🏻‍♀️💜
Capítulo 1: El chico de los cuchillos
Capítulo 2: Hada del engaño
Capítulo 3: Lío de habitaciones
Capítulo 4: El hipotético rubio
Capítulo 5: ¿Has tenido un mal día?
Capítulo 6: Meteduras de pata
Capítulo 7: Temperamento explosivo
Capítulo 8: Habilidades sociales
Capítulo 9: Cobarde, capullo e insoportable puercoespín
Capítulo 10: Exnovias y futuras novias
Capítulo 11: Encuentros fortuitos, los Haaly y una nueva amenaza
Capítulo 12: Una mañana catastrófica
Capítulo 13: Las comparaciones son odiosas
Capítulo 15: La fuerza de la mente y del cuerpo
MUSA
Capítulo 16: El estratega
Capítulo 17: Los celos del traidor
Capítulo 18: Susurros tras la puerta
Capítulo 19: Presentimientos y champú de coco
Capítulo 20: Espiando conversaciones y enfrentando monstruos
Capítulo 21: Los poderes de Melody

Capítulo 14: La cólera del hada verde

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By lagatanegra03

En cuanto veo a Stella aproximarse con ese semblante preocupado, se me cae el alma al suelo e imagino lo peor. Me da una rabia enorme darme cuenta del poder que tienen esos ojos azules y su cabello dorado sobre mí. Recuerdo el giro de los acontecimientos de anoche y me siento ridículo.

Tras conocer a Ellie y decidir que me encantaba, me vi obligado a volver a la habitación al ser consciente de que sobraba en aquella escena. Sus amigas me miraban amablemente pero era evidente que ocurría algo entre ellas y que no existía la suficiente confianza para que lo compartieran conmigo. No me molestó, lo comprendí perfectamente, aunque he de reconocer que sentí mucha curiosidad por conocer la verdad.

Volví a mi cuarto pensando en esos ojitos serios que tan cautivado me tenían y durante una larga ducha no me acordé ni de Riven y su descubrimiento del cadáver del pastor, ni de Bloom y su pésima idea de salir al bosque ella sola y mucho menos de mi exnovia celosa patológica.

Sin embargo, al salir del baño la encontré en mi cuarto, sentada en mi cama con una pose tan sensual que me dieron ganas de mandarla a la mierda a gritos. ¿Es que no se daba cuenta del daño que me provocan sus acciones? ¿Acaso pensaba que podía ir y venir como si nada, desordenando mi vida a su paso? Estaba harto de tanta tontería.

—No puedes estar aquí, Stel. —Ni siquiera la miré a los ojos al decirlo. Me limite a buscar una camiseta con la que cubrirme el torso.

Antes de que me diera cuenta, ella estaba detrás de mí y sus suaves manos acariciaban mis brazos ocasionando que un escalofrío recorriera mi cuerpo. Su olor a jazmín era tan atrayente que me dificultaba en demasía rechazarla.

—Me iré antes de que amanezca —aseguró.

«He ahí la cuestión. Siempre te marchas» pensé. Era prácticamente imposible resistirse a sus caricias pero la voz de la razón repetía en mi mente todo el daño que me había producido nuestro noviazgo. Así que me armé de valor y rompí la magia de su tacto para enfrentarla de frente.

—No puedes hacerme esto, Stel. —Su rostro se tornó serio—. Me dejaste tú.

Me alejé de ella como si eso pudiera hacerle desistir; la Princesa de Solaria no era de las que se rendía fácilmente, eso lo sabía yo de sobra.

—Lo sé.

La rabia inundó mi alma con una rapidez imposible de frenar. ¿Qué lo sabía? ¿En serio? ¿Qué mierda de persona es consciente del daño que produce y aún así continúa en su incesante persistencia? No conozco a nadie tan egoísta como ella.

—No sé nada de ti durante todo el verano, pero hablo con una de primero... —le reproché.

—Sí, lo sé. ¿Vale? —No pude creer que fuera ella quien se molestara. No tenía derecho a hacerlo—. Lo siento.

Esa fue mi perdición. Esa estúpida disculpa que llevaba esperando escuchar durante meses y que había sido objeto de mis sueños e imaginación todo el verano. Una puta disculpa por algo tan obvio como lo fue abandonarme y romperme el corazón tras el accidente. Y ahí la tenía.

—¿Qué haces aquí? —pregunté, rendido.

—Me puse celosa. Sé que no debería pero es lo que hay.

Aquella confesión me produjo un nudo en la garganta y, me avergüenza confesarlo, pero la verdad es que me gustó. Tener de nuevo toda su atención me encantó. Empecé a darme cuenta de que la echaba de menos. Me exigí mentalmente no caer en sus encantos, pero bien lo dice el dicho: donde hubo fuego, cenizas quedan.

—Cometí una estupidez y... Creen que soy un monstruo. —La cara de Stella se contrajo en un semblante repleto de culpabilidad que enterneció mi alma. Parecía tan vulnerable.

—Stel... —el murmullo salió de mi boca con un suspiro.

—Por favor, no puedo dormir ahí, Sky —rogó—. En un cuarto donde todas me odia. Por favor, déjame quedarme contigo. Con alguien que no me odia.

No soy de hierro. No soy una piedra incapaz de sentir y mucho menos un desalmado e incompasivo capaz de ignorar sus suplicar y darle con la puerta en las narices. Me tenía y yo era tan consciente como ella. Deslicé una mano por su mejilla y sentir el contacto de su cálida piel me recordó lo felices que fuimos una vez.

—Eres mejor de lo que crees, Stella —susurré.

La primera lágrima cayó sobre su rostro y sentí una necesidad inexplicable por salvarla de su sufrimiento. La estreché entre mis brazos. Su olor era tan adictivo como siempre, su piel tan suave y receptiva como cuando comenzamos a salir. Era como si nuestros cuerpos retrocediesen en el tiempo para volver a aquel momento en el que fuimos felices y mi nostalgia por volver a una época me impulsó a besarla.

No solo la dejé dormir a mi lado, si no que tomé la iniciativa al oler su cuello y desabrochar su falda. Permití que mi corazón actuase con libertad e impedí que mis impulsos se vieran coartados una vez más. Pronto los besos se volvieron hambrientos, la pasión se magnificó como el ardiente fuego y toda la rabia que sentí este último verano se transformó en unas ganas incontrolables por hacerla mía.

Ahora, desde el campo de entrenamiento, la veo acercarse a nosotros y siento pavor por la conversación que se avecina. Estoy convencido que viene a poner punto y final a nuestra noche de desenfreno, que me dejará claro que no estamos hechos el uno para el otro y romperá en mil pedazos mi corazón una vez más. Cometí un error al dejarla dormir en mi cama.

Camino en su dirección, pero no es hasta que estamos a pocos metros cuando descubro que su rostro apenado está realmente preocupado. Empiezo a sospechar que la visita de Stella no tiene nada que ver con que anoche hiciéramos el amor después de tres meses sin haber tenido contacto.

—Hola —saludo—. ¿Qué te pasa?

—Tengo un problema gravísimo, Sky —confiesa ella, reteniendo sus lágrimas en un esfuerzo infructuoso—. He perdido el anillo de mi madre. ¿Recuerdas la locura que cometí anoche al ponerme celosa? Por favor, no te enfades pero le di a Bloom mi anillo para que abriera un portal al Primer Mundo y fuera a ver a sus padres.

—Por todas las hadas, Stella, ¿a quién se le ocurre?

—Lo sé, lo sé. He metido la pata hasta el fondo. Apareció un quemado y le atacó. Las chicas avisaron a la directora Dowling y ella rescató a Bloom a tiempo y atrapó a la bestia. Lo que no le he dicho a nadie es que el quemado se llevó mi anillo —una lágrima se precipitó por su mejilla—. Sky tienes que ayudarme.

Suspiro y pienso que puedo hacer para solucionar este embrollo. La rubia y la pelirroja están resultando tal para cual; cada una igual de conflictiva que la otra.

—Hay pocas opciones. Miraré los mapas de los especialistas, aunque sería más fácil decírselo a Downling —insisto en lo evidente. Nosotros contra un quemado tenemos las mismas opciones que un niño de cinco años combatiendo a Riven.

—No, prestó juramento a la reina de Solaria. La lealtad de Dowling hacia mí no está a la altura de su lealtad hacía su alteza, mi madre. —Lo expresa con una mueca en el rostro—. Sabes lo que hará si se entera que he perdido su anillo.

Esa loca endemoniada torturará a Stella con algún castigo inhumano hasta llevar a su hija al límite de su cordura. Reina de Solaria de día y madre de mierda por la noche.

—Lo sé. Lo entiendo, Stel.

—Gracias, Sky.

—Entonces, ¿confirmamos que estáis liados otra vez?

Ninguno hemos visto a Timmy llegar, quien, cuando quiere, puede resultar una especie de ninja silencioso capaz de escuchar las conversaciones más secretas de Alphea.

—¿Cuánto rato llevas ahí? ¿Qué has escuchado?

—Todo el contenido de calidad que habéis balbuceado —suelta el de gafas con una sonrisa socarrona.

—Timmy, esta vez no te puedes ir de la lengua —le advierto—. ¿Queda claro? La boca sellada.

El intruso aprieta los labios y simula correr una cremallera con el dedo índice y pulgar.

—Yo no sé nada —asegura—. ¿Pero estáis liados?

Stella y yo nos miramos, ambos avergonzados. Yo, especialmente, temo las afirmaciones que pueda atreverse a desvelar aquel charlatán sin miramientos. Sobre todo, en lo que se refiere a que ayer le usé en la fiesta de bienvenida para interrumpir el tonteo de Sam y Ellie de la forma más descarada posible. A estas alturas, estoy bastante seguro de que Timmy comprendió mi táctica y si me descubre ahora mismo frente a Stella, me va a tocar dar muchas explicaciones.

—¿A ti qué te importa? —espeta ella.

—Ya me enteraré. Como siempre. —Se encoge de hombros, pasivo—. ¿Habéis oído lo del numerito de Ellie en su primera clase?

Finge dirigirse a la rubia pero detecto en su tono que hace el comentario exclusivamente para mí.

—¿Qué le ha pasado a esa maleducada?

—Fueron con la directora Dowling al Círculo de Piedra, para hacer esa clase tan rara que hacéis las hadas de primero con eso de canalizar la magia en un tarro y...

—Una vasija —corrige Stel.

—Es lo mismo. La cuestión es que tu compañera de apartamento perdió el control y creó un monstruo que acojonó a la mitad del alumnado.

—¿Bromeas? —La chica con la que me acosté hace unas horas explota en una carcajada al burlarse de la otra chica con la que estuve tonteando antes de acostarme con ella.

—¿Creó un monstruo? —interrogo, curioso—. ¿Qué tipo de hada es?

—¿No lo sabes? —bufó Timmy—. Madre mía, Sky, le tiras a todo lo que se mueva, ¿eh?

En fin, la hipocresía. Me abstengo de hacer comentarios al respecto, consciente de que la mirada de mi ex o no ex, ya no sé ni qué somos, me atraviesa de lado a lado.

—Es un hada de...

La cara del chismoso se contrae en una mueca de horror cuando ve algo sobre mi hombro que le hace temer por su integridad física. Stella y yo nos apresuramos a seguir su mirada, hasta dar con el semblante iracundo de la persona que protagonizaba el cotilleo hace un instante. Ellie furiosa da miedo.

Lo que ocurre a continuación, me deja de piedra. Camina a pasos agigantados en dirección a nosotros, con los brazos estirados y apretando las manos en puños.

—De nada.... Ellie, no es un hada de nada —balbucea el cotilla, conocedor de la que se avecina.

Ni siquiera me dedica una furtiva mirada. Es más, juraría que el hada de ojos serios, ahora furiosos, no se ha percatado ni de mi presencia ni de la de Stella. Solo tiene en su punto de mira al liante de Timmy quien va a pagar por todos sus pecados en menos que canta un gallo. Se me escapa una risa nerviosa, pero me retengo a tiempo de que Ellie no escupa su verborrea de insultos también sobre mí.

—Niñato del demonio, ¿pero tú quién coño te crees que eres para contarle a toda Alphea mis poderes? —espeta.

Antes de que el de gafas abra la boca para excusarse, la chica extiende sus manos y le da un empujón que casi hace perder el equilibrio a Timmy y caer de bruces al suelo. Cuando una discusión llega las manos, siempre hay que hacer algo para evitarlo: me sitúo entre los dos y alzo las manos en señal de redención.

—Calma, Ellie —digo—. No puedes matar al pobre Timmy el segundo día de clase.

—Ponme a prueba.

Contra todo pronóstico, el hada de tez oscura se abalanza como una bestia dispuesta a devorar al de gafas con su fiereza. Me toca sacrificarme por el bien de mi amigo, cazando el debilucho cuerpo de Ellie entre mis brazos y empleando toda la fuerza de mis músculos en detener su ataque.

—¡Quieta! ¡Quieta! ¿Te has vuelto loca o qué te pasa? —grito al aire, puesto que mi interlocutora no parece dispuesta a escucharme.

—¡Suéltame!

La empujo con violencia. No me deja otra opción, pues un poco más y me arranca la cabeza a mí en lugar de a mi amigo. Oigo a Stella quejarse y veo de reojo como el cobarde de Timmy se esconde tras ella y chilla como una ardilla.

—¡No he hecho nada, no he hecho nada! Lo prometo.

—Encima mentiroso... Serás rata de alcantarilla.

—¿Pero qué se supone que ha hecho él? —interroga mi ex, tan confusa como yo.

—Contarle a medio instituto que soy un hada del engaño.

¿Un hada del... engaño? Mi fuerza flaquea, dejando que el impulso de Ellie me arrastre. Al bajar la guardia, caigo de espaldas sobre el césped del campus y la chica me sigue precipitándose justo encima mío en una caída espantosa. Está tan cerca que puedo oler su piel con una claridad casi tangible y los nervios se apoderan de mí.

—Joder, Sky, ¿por qué has hecho eso? —masculla ella, mientras intenta levantarse.

Apenas me percato de lo rojas que están sus mejillas, pues todo mi ser está pendiente de lo que han captado mis oídos. ¿Ha dicho hada del engaño? No puede ser verdad. No puede ser que alguien tan fantástica como Ellie sea una de ellas. Parece tan sincera, directa y...

—¿Tú también? —bufa, mirando al cielo con una expresión iracunda—. De ti sí que no me lo esperaba...

Está sentada a horcajadas sobre mi pelvis, mientras yo permanezco tumbado boca arriba en el suelo. Parecerá ridículo, pero yo en esta pose no puedo concentrarme. No es que no me guste tenerla sobre mí, pero con la mirada asesina de Stella fulminándonos y la risa malvada de Timmy de banda sonora, estoy pasando el momento más violento de toda mi vida.

—Ellie... —susurro, pero las palabras se estancan en mi garganta.

—El hipotético rubio... más bien el hipócrita rubio —No tengo ni idea de que estupideces está murmurando, pero su furia es cada vez más intensa. Quiero decir algo pero necesito que se quite de encima. Así no puedo.

—Ellie... —repito.

—Eres un idiota. Vas de chico bueno por la vida con ese pelito bien peinado y cara de ángel, pero luego resultas ser tan falso como la Princesa Purpurina con la que sales. ¿No se te cae la cara de vergüenza? Te pones a ligar conmigo en la fiesta de bienvenida unos cinco minutos después de tirarle la caña a Bloom y esta mañana aparece Stella con la misma ropa de ayer después de haber follado contigo... ¡Qué asco me das!

—¡Oye, a mí no me hables así...! —Se me escapa la fuerza por la boca porque todo el santo rato mi cabeza deja de centrarse en lo que ella está diciendo, para pensar en que está sentada encima mío públicamente—. ¿Puedes levantarte, por favor?

—El noble Sky, el mejor de los especialistas, el gran héroe del Alphea... —Lo expresa con un tono agudo de burla—. Yo solo veo a un niño sin escrúpulos que liga con tres chicas a la vez en menos de veinticuatro horas...

Me estoy cabreando. Me da igual que sea Ellie o la Reina Luna; se está pasando con la verborrea y además, lo hace frente a las dos personas más peligrosas de la escuela: la Princesa de Solaria y el Cotilla por Excelencia. Entiendo que esté enfadada, comprendo que tenga un mal día, pero yo no soy el villano de esta historia. La conocí ayer, ¿qué se piensa? ¿Qué le he jurado amor eterno?

—Y, de pronto, escuchas que soy un hada del engaño y tú, hipócrita, me juzgas con tus ojitos azules de sabiondo... —Ella sigue con su drama, ni me mira a la cara.

—Yo no he hecho eso —grito.

Levanto mi torso con brusquedad y Ellie cae de culo en el césped que asoma entre el hueco de mis piernas. La postura es igual de incómoda que la anterior, a pesar de que su trasero ya no está apoyado en mi abdomen. Seguimos con las piernas entrelazadas, uno frente al otro.

—Que discusión tan caliente... —susurra Timmy, tan inoportuno como siempre.

—¡Cállate de una vez! —le espeto—. ¿Es verdad lo que dice Ellie? ¿Has contado por la escuela que es una hada de las ilusiones?

Noto que el rostro del hada enfurruñada se relaja un poco. Creo que le ha gustado que no me refiera a ella por su mote discriminatorio y lo haga por su verdadero poder. La desafío con la mirada. Con todo lo que me ha dicho, no me van a calmar unos ojitos tristes y una historia de infancia traumática. Me debe una disculpa. Aquí no he prejuzgado yo solo, ella también lo ha hecho y, encima, a gritos.

—No he sido yo, de verdad —repite el de gafas—. Lo contó Beatrix.

Ellie da un respingo y me permito esbozar una sonrisa burlona.

—O sea, doña gritona —le devuelvo la pulla por las tantas que me ha soltado ella a mí—, has venido aquí a ponerte como una loca y al final el culpable no es ninguno de nosotros.

Ella me mira de arriba a abajo y se sonroja aún más. Me parece que acaba de darse cuenta de lo incómoda de nuestra pose, porque, espontáneamente, se alza sobre sus piernas y se distancia considerablemente de mí. Es extraño, pero me gustaría que no lo hubiera hecho.

—Le debes una disculpa a Timmy —Mi ex no tarda en meter cizaña—. Y a Sky.

El hada de las ilusiones nos mira con desconfianza y murmura un rápido «lo siento», sin atreverse a prolongar su disculpa más allá de lo necesario. Sin embargo, yo no me siento mejor. Muchas de las cosas que decía ella eran completamente ciertas. Especialmente, eso sobre que he tonteado con tres chicas en menos de un día. No me hace bien darme cuenta de todo lo que me ha hecho sentir Ellie en cinco minutos de discusión y lo poco que consiguió Stella en comparación cuando me acosté con ella anoche. No es justo para ninguna de las dos.

Por si la escena se quedara corta, el hada violeta llega agonizando con diez minutos de retraso y apoya su mano en el hombro de Ellie, con la cara desencajada por la cómica situación que se evidencia ante su mirada: Stella de brazos cruzados, Timmy escondido tras ella y yo aún en el suelo, apoyándome sobre mis brazos.

—¿Qué ha pasado? —Mira a su amiga y sus ojos se tornan púrpuras—. Estás tan enfadada y confundida que me duele calmarte. ¿Me puedes explicar qué ocurre?

Con su interrogante, aparece Riven desternillándose y señalándome con el dedo índice. Cuando decide secarse las lágrimas y acallar las burlas, se aproxima para ofrecerme su mano. Espero que se haya descojonado a gusto, porque es la primera vez desde que estoy en Alphea que un hada sin dotes de combate cuerpo a cuerpo me tumba de un golpe en el suelo.

—El gran Sky de Eraklyon derrotado por la cólera del hada verde. —Ríe.

—Cállate, Riven —espeta la que se dice llamar Melody, agarrando de la mano a su amiga—. Ellie lo está pasando mal...

La chica de ojos serios no me quita el ojo ni por un segundo. No soy capaz de comprender qué pensamientos deambulan por su mente, pero siento que esto es un desastre. Me levanto patéticamente del suelo, intentando encontrar las palabras adecuadas para borrar esta situación de su mente.

—Beatrix ha contado por toda la escuela que soy un hada del engaño —Ella se adelanta a mis intenciones y responde la pregunta de su amiga—. Pensaba que era Timmy y le he gritado injustificadamente.

Como si aquel nombre tuviera un efecto poderoso en Melody, la chica violeta alza una ceja y escruta con la mirada al cobarde que se oculta tras el cuerpo de mi exnovia. Se miran, como si ya se conocieran: uno esboza una sonrisa tímida y la otra vergonzosa. Noto que Riven y Ellie siguen el intercambio de miradas con curiosidad.

—¿Os conocéis? —pregunta el chico.

—De verdad, no tengo tiempo para estas tonterías... —murmura Stella.

—Pues lárgate de aquí —espeta Ellie.

He de reconocer que las pullas de aquella hada no tienen límite: son como un pozo sin fondo repleto de reproches que se muere por soltar. Mi ex no responde pero la fulmina con la mirada.

—Al fin conozco a tu prima, Riv.

Y llegó la catástrofe que yo mismo monté.

—¿Mi prima? —El aludido mira al de gafas sin entender nada—. ¿Quién es mi prima?

—El hada morada, ¿no?

—Pues no —Melody frunce el ceño, posiblemente preguntándose si Ellie ha golpeado tan fuerte a Timmy que lo ha dejado tonto.

Es evidentemente que convendría que aportara algo de luz para esclarecer este malentendido, pero no encuentro valor suficiente para aguantar la pedazo de bronca que caerá sobre mí cuando Riven comprenda el follón que he armado.

—Mel. —Ellie la llama y esboza una sonrisa peligrosa. Luego me mira desafiante y sentencia mi final—. El rubio tiene muchas cosas que contarte.

—Te ha faltado tiempo para echarme a los lobos —murmuro.

—Si te digo el que te ha faltado a ti para otras cosas, te aseguro que sales tú más mal parado que yo —dice ella, mirando a Stella y frunciendo el ceño.

Lo he pillado perfectamente: me he acostado con mi ex después de ligar con Ellie y le ha molestado. Espera. Un segundo. Rebobino. ¿Le ha molestado? Claro, le ha molestado. ¿Por qué? ¿Será que yo le gusto tanto como ella a mí?

—¡Eres el chico de anoche! —El hada violeta me hace descender de las nubes al señalar a Timmy con una radiante sonrisa.

—¿Qué chico? —Aquí llega Riven en su estado más celoso—. ¿Timmy qué hicisteis anoche?

—Menos que Sky y Stella, seguro —Pulla número ciento veinte de Ellie.

Curiosamente, mi ex no dice nada en su defensa. La miro de reojo para descubrirla esbozando una sonrisa orgullosa y alardeando con maldad frente a Ellie, quien reprime las ganas de volver a abalanzarse, pero esta vez sobre Stel. Me percato de que no soy el único que empieza a darse cuenta del interés del hada de las ilusiones en mí.

—¿Alguién me dice por qué Timmy piensa que Riv y yo somos primos? —Melody ignora la vena envidiosa de mi mejor amigo y sigue preguntando a voces.

—Es culpa mía —confieso—, se me escapó delante de él que fuisteis juntos de paseo por el bosque y pensé que Melody podía salir mal parada si Timmy difundía por la escuela el rumor de que ella es el nuevo rollete de Riven... Solo se me ocurrió inventarme que eran primos.

Stella me da un golpe en el hombro y me mira como si fuera tonto. Timmy, visiblemente entristecido, parece darse cuenta que sus oportunidades con la prima de Riven son nulas, ya que no es pariente sino interés de aquel. Mi compañero de cuarto alza una ceja y me escruta, reprimiendo calificarme de estúpido frente a todo el mundo. Pero la guinda del pastel se la lleva Ellie, quien se lo está pasando en grande con mi sufrimiento.

—Solo por ser creativa —dice—, os cedo la idea de difundir por ahí que los auténticos primos son Stella y Sky. Al fin y al cabo, ambos son rubios y de ojos azules. ¿No creéis que colaría?

—Sería una buena venganza —afirma Riven.

No tardo en dedicarle una mirada de puro odio a mi amigo. La batalla de pullas e insultos se reanuda con el comentario de Ellie, secundada por el espíritu vengativo de Riven y Timmy, así como la mala leche reprimida de mi ex.

Pero yo solo pienso en una cosa: el hada verde está celosa. 

BUENO, BUENO, BUENO...La que ha liado Sky es chiquita jajajaja. ¿Se merece a Ellie con lo que le está haciendo pasar y que tiene más lío en la cabeza que el cajón donde guardas los cargadores?  ¿Sois también a veces como Ellie, que vais con la idea fija de que la culpa es de X y, al final resulta que la tiene Y o tú misma? 

Hemos dejado a Riven y Ellie celosines, Melody viendo el panorama que no entiende una mierda, Stella orgullosa de lo de Sky pero celosa también por lo de Ellie y un Timmy algo marchito después de que sepa que Riven está interesado en la misteriosa chica, que ya sabes que es Mel, que había conocido en los pasillos de Alphea. ¿Qué pasará? En Alphea sigue habiendo clases y os recordamos Mar y yo que tenemos un Quemado sueltecito y VIENE UN PERSONAJE NUEVO...

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