MOTORSPORT

By Diana_skk

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Se rumorea que una figura del mundo clandestino de Yokohama está organizando un concurso. El corredor calleje... More

✦ MOTORSPORT
1. Bienvenido a Mayonaka
2. Daifuku de albaricoque
3. Escúchame, idiota
4. Estás en chándal y pantuflas
5. Phantom
6. Responsabilidad
7. ¿No tienes frío?
9. Personas a las que salvar
10. Perdóname
11. Hermanos
12. Ultimátum
13. Chispas
14. Es bueno verte
15. Bajo control
16. Ojos en mí
17. Nivel de comprensión
18. Latigazo
19. Deseo de muerte
20. Respirar
21. El resultado
22. Solo una niña
23. Catarsis Parte 1

8. De vuelta al juego

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By Diana_skk

Rec de la autora: hay un # donde deberías empezar a reproducir "Run" de Alison Wonderland!

Adicionalmente les recomiendo buenas canciones phonk para la escena de las carreras: "NEON BLADE" - MoonDiety; "OVERDOSE" - Pharmacist; "MIDNIGHT" - PLAYAMANE, Nateki

El crujido de la puerta principal al abrirse devuelve a Dazai un poco a la realidad.

Lleva Dios sabe cuánto tiempo mirando por la ventana con la mejilla apoyada en la mesa del comedor. El sol se acaba de poner, y el cielo es de un azul profundo y saturado que avanza gradualmente hacia el negro.

Esa sensación familiar de "tienes mierda que hacer" lo ha estado carcomiendo lentamente desde que llegó a casa... ¿hace diez minutos? ¿Hace una hora?

Pero Dazai se siente como un bloque de plomo. Todo es lento y... pesado.

No puede moverse.

Ojalá... Chuuya deje la luz apagada.

...

El único sonido dentro del apartamento muerto es el de Chuuya quitándose sus zapatos Docs, el ruido pesado y gomoso de ellos golpeando el suelo resonando uno en uno.

Dazai cierra los ojos, respira hondo y en silencio mientras su mano se contrae en su regazo. Hundirse en el suelo parece una realidad plausible en este momento. Su control motor le falla mientras intenta recordar cómo moverse.

—¿Qué te pasa? —la voz de Chuuya finalmente llega desde arriba.

...

Dazai permanece en silencio.

El Adderall le hace esto de vez en cuando. El efecto del medicamento desaparece, y luego tiene que lidiar con el bajón de energía que le sigue.

Sin embargo, eso es solo la mitad de la historia. El resto... bueno, eso no merece el tiempo de nadie.

A nadie le importa.

Es solo una espiral desordenada de pensamientos.

Lo siento.

Lo siento, lo siento, lo siento.

Dazai no sabe qué más puede decir. Que más podría haber dicho.

Casi puede... sentir el cuerpo de Chuuya contra él mientras el castaño está en la silla y Chuuya de pie a su lado. Su calor irradia contra Dazai desde unos centímetros de distancia a medida que se cierne por encima de él, en este momento el pelirrojo es más alto. Dazai siente un ligero anhelo en su interior de que Chuuya cierre la distancia, de que lo abrace.

Hay cierto suspenso en el aire. Dazai no puede ver a Chuuya, pero percibe la curiosidad aprensiva de su compañero de casa.

Está dentro de sus intenciones responder a la pregunta de Chuuya.

Pero la boca de Dazai parece estar cerrada con pegamento. Tiene la lengua seca.

Dazai está bastante cansado. Dormir un poco estaría bien.

¿Qué se siente al descansar?

Chuuya debería irse, para que Dazai pueda arreglárselas por su cuenta antes de que tenga que partir hacia la armería. Es mejor para todos que esté solo.

Pero Chuuya no se va.

Solo suspira y aparta la silla a la derecha de Dazai, en la dirección en la que el castaño está mirando. Chuuya se deja caer frente a él, obstruyendo su visión de la ciudad mientras su camiseta blanca entra en escena.

Él hoy debe haber tenido frío otra vez. Idiota.

Los ojos de Dazai se cierran.

—¿Estás drogado? —pregunta Chuuya. Su voz es tranquila. Todavía brusco, como de costumbre. Como si estuviera molesto con Dazai—. Tenemos una carrera esta noche, imbécil.

Dazai intenta decir que no está drogado.

De verdad, lo intenta.

Solo consigue emitir un suave gruñido, moviendo sutilmente la cabeza contra la mesa.

Chuuya suspira de nuevo, antes de levantarse.

Él se aleja.

...

Dazai aprieta los labios.

Que Chuuya lo dejara solo era lo que él quería. Lo que deseaba.

Se oyen ruidos en la cocina. El abrir y cerrar de un armario. El goteo del agua del dispensador de la nevera.

Dazai se siente como si estuviera solo en la tienda de una gasolinera a las 2 de la madrugada con el zumbido de las luces como único acompañamiento.

Sus pensamientos están demasiado revueltos ahora que Chuuya está aquí como para pensar en algo adecuadamente. Solo es un lío de arrepentimientos y preguntas que tiene desde hace una década, con la palabra "por qué" martilleando incesantemente en los confines de su cráneo.

Dazai escucha algunos pasos que se acercan a él. Chuuya ha vuelto con un vaso de agua que coloca junto a Dazai.

Todavía no puede moverse.

Levántate.

No puede. Vuelve a cerrar los ojos en otro intento de levantarse.

Dazai empieza a levantar la cabeza, pero el cansancio inmediato golpea su cerebro y su cuerpo y lo arrastra de nuevo contra la mesa mientras se le escapa un suspiro de derrota.

Chuuya resopla.

Y luego unos brazos se enganchan debajo de los de Dazai, está siendo levantado a tirones desde su pecho, la respiración del pelirrojo suena entrecortada por la presión incómoda.

Ay.

—Vamos, tonto. Arriba —ordena Chuuya. Así que Dazai lo intenta.

Lentamente lleva las manos al borde de la mesa y trata de levantarse mientras Chuuya tira de su cuerpo desde atrás.

Pronto, Dazai se sienta derecho.

Su cabeza vuelve a caer sobre la mesa.

—Dios, qué dramático eres —murmura Chuuya, pasando la mano por encima del hombro de Dazai para despegar su cabeza de la mesa y sostener su rostro por debajo de su barbilla.

La mano de Chuuya es cálida. Un poco callosa, porque trabaja en la armería con guantes de dedos abiertos.

Dazai siente que su cara recoge parte del calor.

El vaso de agua es presionado contra su boca, y Dazai abre sus labios mientras inclina su rostro hacia atrás para poder tomar un sorbo. Su cabeza choca contra el pecho de Chuuya en el proceso y se deja relajar allí, un latido débil y constante pulsa contra su cabello.

Traga tres veces. Es suficiente agua.

Pero Chuuya lo mantiene ahí.

Dazai hace una mueca, la necesidad de respirar se apodera de él mientras bebe. Gruñe incómodo y una de sus manos se levanta en piloto automático para agarrar el antebrazo de Chuuya y apartarlo de él.

Jadea, mirando por la ventana que tiene delante y hacia la bahía, más allá de la reluciente ciudad, mientras el agua resbala por su barbilla. Chuuya suelta su cara, dando unos pasos atrás.

La cara y el cuerpo de Dazai arden y hormiguean en todas las partes que ahora extrañan a Chuuya, como si le hubieran arrancado una curita de la piel.

Era más tierno de lo que Dazai esperaba.

La mirada de Dazai se suaviza, sus labios se curvan en la más tranquila de las sonrisas, porque cada día le resulta más evidente que él y Chuuya no son del tipo que usa palabras para comunicarse.

Dicen mucha mierda. Sin embargo, hay una longitud de onda aparte, un canal privado, donde las transmisiones se envían a través de una cierta suavidad en sus acciones.

Tienden a pensar el uno en el otro. Es entretenido actuar como si pudieran importarse mutuamente.

—¿Qué demonios pasó? —pregunta Chuuya, colocándose junto a Dazai y mirándolo fijamente mientras él se distrae de nuevo.

Dazai vuelve a abrir la boca, tragando una vez más ahora que tiene algo de humedad en la garganta.

—A veces me pongo así —murmura—. Son los medicamentos.

Chuuya ahora permanece sentado a su lado.

—No te he visto derretirte tanto en los dos meses que te conozco —señala—. Creo que ya habría presenciado algo como esto si ese fuera el caso. Deja de mentirme-

—No lo hago —argumenta Dazai. Chasquea suavemente, exhalando.

No miente.

—No estás diciendo toda la verdad —acusa Chuuya.

... No lo hace.

—No te concierne, enano.

Chuuya enarca una ceja al oír el apodo, como si dijera: "pensé que ya habíamos superado eso".

—Preferiría que dejaras que yo decida eso —responde Chuuya.

Es tan entrometido.

Una respiración profunda más.

Tus exámenes finales comienzan en tres días. No tienes tiempo libre. Necesitas estudiar. ¿Por qué tu trasero perezoso está sentado aquí? ¿Qué demonios te pasa?

—Dazai.

Simplemente no puedo. No puedo hacerlo. Estoy demasiado cansado.

Dazai frunce los labios.

Pedazo de mierda.

—¿Qué te importa? —pregunta en voz baja—. No puedes hacer nada con esa información.

¿Por qué iba a darte alguna ventaja sobre mí?

—Soy un hombre más capaz de lo que crees. Pruébame —responde Chuuya. De momento está tranquilo, aunque esa severidad en su tono sigue presente.

Si Chuuya cree que tiene algo profundo que decir que cambiará de algún modo la vida de Dazai, Dazai se reirá.

Suspira. Chuuya no se moverá de aquí sin algo de información primero.

Pero Dazai duda en hablar. No le gusta eso de hablar sobre él.

No tiene sentido que Dazai exprese vulnerabilidad. Nunca le ha servido de nada. O ha sido ignorado o al final la gente ha utilizado esas partes de su ser y de su pasado en su contra.

Es mejor guardar silencio sobre sí mismo: Dazai mantiene su privacidad y, por lo tanto, su poder, con la ventaja añadida de que él no... molesta a nadie.

No tiene ningún problema con mentir, pero... parece que esta noche hay una extremidad en su cuerpo que desea ser escuchada.

Es doloroso no ser debidamente conocido por nadie. Ni siquiera por Ranpo o Yosano.

Es su propia culpa, aunque sea por una buena razón. Pero es doloroso.

Dazai no lo disfruta.

Esa extremidad en su cuerpo desea ser escuchada por Chuuya, por la fuerza de alguna ley cruel. Chuuya es posiblemente la decisión más estúpida que Dazai podría tomar para confiarle un capítulo del manual literal de cómo hacerle daño.

Sin embargo, sería un simple placer fingir que alguien se preocupa por él durante unos minutos.

Dazai, en ocasiones, se cree un hombre bastante estúpido.

—¿Alguna vez te preguntaste qué será de Yoko mientras tú no puedes mirarla? —pregunta.

Dazai ve que Chuuya inclina la cabeza hacia un lado en su periferia, reclinándose en su silla con sus piernas vestidas con jeans rasgados sobresaliendo delante de él.

—Todo el tiempo —responde—... Por supuesto que sí... ¿qué clase de pregunta es esa?

Dazai se ríe.

Chuuya se preocupa por Yoko más de lo que Dazai había pensado en un principio. Escuchó una de sus llamadas el otro día. Su voz suena tan acogedora cuando habla con ella.

Dazai vio una persona completamente diferente en Chuuya aquel día.

Sin embargo, en realidad nadie se preocupa tanto por los demás. Es imposible. Chuuya se esfuerza mucho por fingir la adoración que siente por su hermana.

Dazai no entiende por qué.

"Ma petite coccinelle", había oído decir a Chuuya una o dos veces en aquella llamada. Dazai lo buscó en el traductor.

Así se enteró de que Chuuya suele referirse a Yoko como "su pequeña mariquita".

Es imposible.

—Yo también tuve una hermana —dice Dazai en voz baja.

La mirada de Chuuya se vuelve más intensa contra la mejilla de Dazai.

—Me pregunto si ella aún estará viva —musita, esbozando una sonrisa desenfadada.

Chuuya no habla, pero Dazai puede escuchar cómo se mueven los engranajes de su cerebro, como si Dazai fuera un pedazo de vidrio roto, y está tratando de ver cómo encajan las piezas.

Es incómodo.

—¿Tu hermana tiene nombre?

Dazai piensa en cómo es Chuuya con Yoko e intenta recordar lo que sentía por su propia hermana cuando ella estaba cerca. Dazai nunca sabrá si solo era demasiado joven para comprender tanto afecto por otra persona, o si sus teorías son ciertas: sentir un amor de esa magnitud realmente es producto de la imaginación.

Ko-ha-ku —pronuncia Dazai con cuidado—. Tsushima Kohaku.

—¿Qué edad tendría? —pregunta Chuuya.

Dazai muerde su labio.

—Veintisiete.

Él sonríe suavemente, recordando aquellos borrosos recuerdos de ella. Su sonrisa era bonita. Afilada en las comisuras. Hoy en día, la imagen de ella tiende a confundirse con la de Yosano.

—Tenía el cabello largo, liso y negro azabache. Aunque tal vez ya no lo tenga largo. Aparte de nuestro cabello, realmente se notaba que éramos hermanos —dice Dazai—. Eso es lo que diría nuestra madre.

Chuuya asiente lentamente.

—¿Qué...? —empieza a preguntar.

¿Sucedió?

—Oh, se fueron —responde Dazai, sonriendo mientras mira por la ventana.

—¿Se fueron? —le pregunta Chuuya.

Dazai se gira para mirarlo con un leve puchero. Sabe que Chuuya es curioso por naturaleza, pero aun así... no debería importarle tanto.

A nadie le importa tanto.

—Días después de la muerte de mi padre —susurra—. Ellas literalmente solo se fueron. Me desperté esa mañana y no pude encontrar a nadie.

Cállate. Estás diciendo demasiado. Maldita carga. Cállate.

Dazai siente que el pedestal en el que metafóricamente se encuentra se hunde a medida que cada palabra sale de su boca, lo que le hace descender al nivel de sinceridad de Chuuya con él. Tiene sentimientos encontrados al respecto.

Es agradable ser escuchado, pero está perdiendo el control.

Cállate.

No puedo.

—Solo lloré —se ríe, recordando lo estúpido que había sido de niño.

Era tan pequeño en ese entonces. Sin embargo, a sus 20 años, Dazai tiene un recuerdo vívido de cómo se sintió exactamente al terminar de correr alrededor de la mansión por sexta vez aquel día, jadeando mientras se asustaba porque todos se habían ido.

Todos estaban muertos, y nadie que él conociera iba a volver.

Era tan estúpido.

—¿Qué carajo? —pregunta Chuuya con un murmullo.

Hasta el día de hoy, todo esto lo atrapa. Y cuando lo hace, solo... necesita pensar un rato. Revisar los años de miseria que vinieron con él. Es una situación complicada, una que ha simplificado demasiado para Chuuya, y a la que tendrá que enfrentarse algún día.

—Sí —confirma Dazai con una risa entrecortada.

Están en silencio por un tiempo. Chuuya todavía se queda quieto.

—Fui estúpido —continúa Dazai, riéndose de nuevo de sí mismo, por lo completamente equivocado que estaba al pensar que la única razón por la que estaba solo podía ser que la gente había muerto.

Aún no había comprendido que la gente era así, que a nadie le importa lo mucho que te hayan lastimado.

No hay respuesta a su declaración.

—¿Es por esto que cambiaste tu nombre? —pregunta Chuuya en voz baja algún tiempo después.

Dazai aprieta los labios. Desearía que Chuuya no hubiera preguntado eso. Muy pocas personas están al tanto de todo este asunto.

—Fukuzawa es un humano impersonal —murmura—. Pagó por un cambio de nombre cuando me adoptó. Aunque no le importó si tomaba o no su apellido.

—¿Entonces qué? De pequeño te metieron a terapia por culpa de tu padre, y antes de cumplir los diez años descubriste que podías cambiar toda tu identidad —se pregunta Chuuya.

Dazai lo ve mirando a la mesa desde su periferia, recordando cómo le había hablado de un terapeuta a Chuuya aquella noche en Minatomirai. Ahora se siente como un recuerdo antiguo.

No disfruta ser analizado como una maldita lectura para una clase de literatura.

—O intentarlo —murmura Chuuya—. Te sentiste inútil, ¿verdad?

Demasiado lejos.

—Así que intentaste dejarlo todo para tratar de olvidarlos porque no podías con la idea de que Tsushima Shuuji no importaba...

Demasiado. Lejos.

—Excepto... que... obviamente no funcionó.

Dazai se ríe con rencor ante la fuerte punzada que siente en el pecho.

Nakahara Chuuya no endulza sus palabras.

Es divertido.

Dazai ha dicho demasiado.

Su estómago se retuerce con incomodidad. Odia ser vulnerable. 

No es táctico que alguien te conozca de verdad. Les da demasiada ventaja, demasiada capacidad para hacerte daño porque conocen tu sensibilidad.

Cuando alguien te conoce, estás, por definición, confiando en ellos. La última vez que Dazai cometió el error de confiar en alguien (confiar de verdad en alguien) fue cuando tenía diecisiete años.

Esa persona también se fue.

A pesar de su sólida creencia, aquí está Dazai, el imbécil, desahogándose con la única persona que no debería saber una mierda sobre él.

Es complicado. Pero al menos Chuuya todavía tiene que descubrir por qué Dazai necesita ir a California, si es que eso lo salva en este momento.

Dazai no quiere compadecerse tanto de sí mismo. De alguna manera ha decidido que la lástima hace que la vida se convierta en una especie de pesadilla sin fin.

—¿Alguna vez averiguaste por qué se fueron? —pregunta Chuuya.

Desafortunadamente, fuera de las carreras, Dazai tiene dificultades para hacer lo que quiere hacer.

—Nop.

Suspira.

—Nunca lo descubrí más allá del hecho de que soy una especie de defecto.

Vuelven a sentarse en silencio durante un momento.

—Eso es una jodida mentira —responde Chuuya finalmente. Su voz es fría.

Deja de compadecerte de ti mismo.

Dazai aprieta los labios. En el fondo de su cabeza, sabe que esa respuesta firme es una de esas cosas que necesita oír. En ese sentido, está bastante agradecido con Chuuya.

Pero no le gusta oírlo.

—Deja de decir tonterías —ordena Chuuya en voz baja.

Dazai siente el aguijón de las palabras de Chuuya en el fondo de su garganta.

Está demasiado hastiado para sorprenderse por la sensación. Pero ha pasado un tiempo desde que alguien que no sea Fukuzawa dijo algo que realmente lo afectó así, aunque solo fuera un poco.

Las palabras de Chuuya tienen mucho peso.

Dazai supone que se lo ha ganado. También ha pasado un tiempo desde que alguien lo desafió apropiadamente. Hacía tiempo que alguien no lo hacía sentir nada, y mucho menos múltiples cosas, entre la emoción, el miedo, la rabia, el... consuelo. El apego. 

—Eres realmente malo, Chuuya, ¿lo sabes? —murmura. No es que Dazai espere algo diferente. No es que Dazai crea en Chuuya para cambiar. No es que le importe lo suficiente como para pedir que lo traten con más amabilidad.

Pero es un hecho.

—Eres hiriente.

—Tengo mayores expectativas de ti que llamarte defecto —responde Chuuya, sin reaccionar en absoluto a las palabras de Dazai—. No me gusta que me digan que pierdo carreras por un defecto.

Dazai esboza una pequeña sonrisa, sin inmutarse mientras suelta una risita por la nariz. Su cabeza cae hacia abajo mientras contempla la pura ironía de que utilicen contra él sus propios patrones lingüísticos.

Se retiran de nuevo a la tranquilidad.

—Profecía autocumplida —dice Chuuya, rompiendo el silencio.

Dazai tararea.

—¿Qué pasa con eso?

—Quise decir lo que dije. Eso es una jodida mentira, Dazai. Si te llamas a ti mismo un defecto, te vas a sentir como un defecto. Si te sientes como un defecto, te sujetarás a los estándares de un defecto. Te sujetas a los estándares de un defecto, y actuarás como un defecto. Y entonces es un ciclo.

Los labios de Dazai se tuercen hacia abajo mientras asiente. Chuuya es bastante perspicaz, ¿no? Qué entretenido.

—Espero que seas más inteligente que autosabotearte de esa forma. Así que déjate de tonterías.

Los labios de Dazai se estremecen en una sonrisa por defecto.

—¿Qué, tu pequeño complejo de dios es mejor? —murmura riendo.

Chuuya se burla, sacudiendo la cabeza.

—Suenas patético, Dazai.

Comprobado.

—Tengo mis razones —dice.

—Hey. ¿Eres, como, ¿capaz? ¿De escucharme por una vez sin ponérmelo difícil?

Dazai frunce el ceño con una sonrisa incrédula.

—¿Esas palabras realmente salieron de tu boca? —se ríe.

Chuuya chasquea con la lengua. Golpea a Dazai en el hombro, quien casi resopla en respuesta.

—Piénsalo, idiota —murmura Chuuya, usando el hombro de Dazai como soporte para levantarse—. Lo que pasó cuando eras pequeño está muy jodido. Lo reconozco.

Dazai no muestra ninguna emoción.

—Pero eres un idiota egoísta si crees que eras lo suficiente poderoso cuando tenías cinco años como para ser la única causa de que una mujer adulta te abandonara.

Él comienza a alejarse.

—¡La próxima vez solo tienes que decir que no fue culpa mía! —le dice Dazai, riéndose para sus adentros cuando se vuelve hacia la ventana.

Por desgracia para el ego de Dazai, no había pensado en la situación de esa manera antes.

Ponerse de pie ya no parece tan complicado.

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Dejar que las acciones de los demás definan lo que uno siente sobre sí mismo es de débiles mentales.

Eso es lo que cree Chuuya.

Por eso Chuuya se burla de sí mismo mientras se retira a su habitación para refrescarse.

Sin duda, Dazai ha tenido problemas. Chuuya sabe cómo es.

Pero en algún momento, si alguien quiere estar bien o no es una decisión que cada uno debe tomar por sí mismo.

Antes de que Chuuya llegue a su cuarto de baño, una gran bolsa de papel negro de aspecto elegante llama su atención desde donde descansa sobre su cama.

Se acerca a ella vacilante, entrecerrando los ojos a través del débil resplandor de las luces de la ciudad en su habitación para echarle un vistazo a lo que hay dentro.

Chuuya separa la gruesa cartulina de los dos lados de la bolsa, su respiración se atasca en su garganta al ver la chaqueta negra que hay dentro. Es grande y gruesa. Suave y esponjosa por dentro, resistente al agua por fuera. Tiene una capucha.

No.

No lo hizo.

Chuuya la toma en su mano y la sac...¿qué demonios? Debajo de la chaqueta hay unas seis prendas dobladas, cada una compuesta de algodón grueso de alta calidad.

La ira empieza a burbujear en algún lugar del estómago de Chuuya cuando deja la chaqueta en su cama y saca el suéter estampado de manga larga, la tela color crema y roja tejida a rayas. Está adornado con parches de grandes letras negras en inglés y trozos más pequeños de texto alrededor. Le da pereza leer lo que dicen. Los puños y el cuello de tortuga están hechos de un material que abraza el cuerpo de Chuuya cuando se lo pone. Es demasiado bonito, en lo que respecta al sentido de moda de Chuuya.

Dazai tiene buen gusto.

No hay forma de que esto fuera remotamente barato.

Luego, salen los tres pares de pantalones de chándal, uno gris sólido, uno negro detallado con costillas y cremalleras doradas, y uno rojo intenso con letras blancas.

Chuuya está enojado.

Enojado con Dazai, porque este es un movimiento de mierda por múltiples razones. Para empezar, de ninguna manera, forma o motivo Chuuya requiere compasión. Cada maldita muestra de eso lo hace enojar. En segundo lugar, esto no ayuda cuando Chuuya necesita -necesita- odiarlo.

Está enojado consigo mismo por ser un maldito idiota todo el tiempo, enojado consigo mismo porque tiene que serle leal a su abuelo. Enojado porque cada vez que se sorprende a sí mismo siendo tocado o disfrutando de la compañía de Dazai, lo siente como una traición.

Enojado de nuevo con Dazai por ser tan jodidamente amable, porque invalida el comportamiento de Chuuya hacia él.

Esta mierda tuvo que ser realmente cara. Dazai tiene... Chuuya en realidad no está seguro de cuánto dinero gana el tipo ahora. En cualquier caso, esto es demasiado.

Su respiración comienza a temblar cuando una gruesa sudadera color canela sale de la bolsa, el algodón liso y suave al tacto. La despliega, y luego las calcomanías dicen una palabra en inglés en elegantes letras de imprenta.

Essentials.

Maldita sea, incluso es de marca...

Te voy a matar.

Respirar hondo. Eso es lo que necesita Chuuya.

Este maldito idiota.

La última prenda es una manga larga gris oscuro hecha de un algodón particularmente suave.

Chuuya está tan frustrado que podría gritar.

Busca un recibo, casi voltea la bolsa al revés...

Ejem.

Chuuya se da la vuelta para ver a Dazai apoyado en el marco de su puerta.

—¿Qué demonios te pasa? —murmura Chuuya, arrojando los artículos sobre su cama y acercándose furioso a Dazai.

—¿Te gustan?

—Dazai, ¿qué mierda has hecho? —pregunta Chuuya, empujando el hombro de Dazai.

Demasiado. Esto es demasiado.

—No quiero que te congeles conmigo este invierno —bromea Dazai con una sonrisa, sus manos metidas en los bolsillos de sus pantalones acolchados—. Serías un bonito carámbano, pero...

—Lo digo en serio. ¿Por qué? Te dije que estoy bien —dice Chuuya furioso, con la voz tan grave como le es posible y la respiración cada vez más agitada.

—¿Qué tan tonto crees que soy en realidad?

Chuuya mira a Dazai a los ojos. Ese tranquilo color moca, aterradoramente frío a pesar de la calidez de su tez. Lo miran fijamente con una mezcla de emociones indescifrables.

—Dos camisetas —informa Dazai con una inhalación, tragando saliva y cruzando los brazos mientras entrecierra los ojos hacia Chuuya solo un instante—. Una blanca y otra gris oscuro.

—No quiero tu lástim-

—Dos pares de jeans. Uno negro, y el otro azul rasgado. Una franela roja y negra. Una chaqueta de cuero roja.

Chuuya estrecha la mirada. Típico de Dazai, tomar nota de todo su guardarropa de esa manera.

—¿Crees que vas a sobrevivir a las noches de invierno en Mayonaka con esa mierda? Esto no es California, bebé. Aquí va a nevar.

—No necesito tu ayuda...

—Hipócrita.

Chuuya quiere darle un puñetazo.

—Dilo otra vez —lo reta, su voz tranquila.

—Dije que eres un hipócrita —repite Dazai, su tono y expresión permanecen severos y estables mientras habla con Chuuya—. Me dijiste que dejara de mentir, y ahora tú me estás mintiendo.

—No es mentira que no te necesite.

Dazai lo mira fijamente un momento más.

—No te lo echaré en cara, Chuuya —dice, observando seriamente a Chuuya.

¿Echarle en cara qué? ¿Echarle en cara su estúpida idea de que Chuuya lo necesita? Chuuya sobreviviría sin Dazai. Ha sobrevivido sin nadie hasta ahora.

Golpéalo.

—Solo toma la ropa, hombre. Lo único que me debes son comestibles y estar de vuelta en el juego.

Chuuya frunce el ceño.

Hay un revoltijo de... mierda en su cerebro. Ira, odio y frustración, y aun así, es como si Dazai hubiera frotado el fondo del corazón de Chuuya con papel de lija, porque realmente... él pensó en Chuuya.

Es abrumador.

Dazai chasquea la lengua con su paladar y se empuja del marco de la puerta, girando sobre sus talones cubiertos con calcetines para retirarse a su habitación.

—Dazai —llama Chuuya con brusquedad, frunciendo el ceño cuando el otro se da la vuelta.

Se acerca a Dazai, lo mira a los ojos por un momento antes de agarrar la tela de su camiseta. A pesar de su tamaño, Dazai se deja jalar con facilidad mientras Chuuya rodea su cintura con sus brazos.

—Huh-

Chuuya lo aprieta con fuerza por un momento, su mejilla ya demasiado caliente presiona contra el pecho de Dazai mientras él cierra los ojos y solo intenta no pensar, joder, porque esa mierda es confusa.

Maldita sea... gracias, y.... vete a la mierda.

Chuuya lo suelta y se aleja antes de que Dazai pueda levantar los brazos para corresponder a su duro abrazo.

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Unas pocas horas son exactamente lo que necesita Chuuya para canalizar sus frustraciones en adrenalina bruta. Decir que se siente como una serpiente que acaba de mudar de piel es quedarse corto. 

Está fresco.

Más fuerte. Más alerta. Más vivo. Más como él mismo.

Esta noche es la novena carrera en la competencia de Fórmula 3 de Francis Scott Key Fitzgerald, y Chuuya está decidido a arrasar.

Esto es lo más despierto que se ha sentido en un mes.

Los cánticos comienzan a inundar Minatomirai, los corredores a pocos minutos de alinearse.

El corazón de Chuuya late con fuerza mientras las voces animan a su campeón, McQueen, en competencia con los que gritan por el novato, Prince. Sin embargo, ahora que presta atención, los gritos a favor de Phantom son más ruidosos que nunca, casi a la par que los de sus fanáticos y los de Dazai.

Chuuya frunce el ceño ante esta observación mientras deja que la adrenalina se apodere de él.

Se desliza hacia delante en su asiento, agarra una goma para el cabello de la guantera y se ata el cabello largo. Su teléfono zumba periódicamente mientras espera a que Yosano lo deje entrar en la llamada grupal.

Un fuerte portazo y la consiguiente sacudida de su auto hacen que Chuuya baje la ventanilla. Akutagawa acaba de cerrar el capó de Arahabaki y ahora se inclina para estrechar la mano de Chuuya. Chuuya se sale por la ventanilla para que puedan darse palmadas en la espalda.

—Buena suerte, hombre —grita Akutagawa por encima del alboroto. Un cinturón de herramientas cuelga de su cintura. Su camiseta negra cubre su corpulento cuerpo.

El ritmo cardíaco de Chuuya comienza a acelerarse cuando suena la sirena que llama a la alineación. La voz de todos los espectadores se funde en una alegría bárbara, como si estuvieran a punto de presenciar una lucha a muerte entre gladiadores.

Asiente hacia Akutagawa antes de acomodarse en su asiento. Chuuya se tranquiliza respirando hondo mientras se ajusta el casco.

Está nervioso por la cantidad de energía que corre por su sangre.

Se cruje el cuello.

Esta noche es la noche.

Dazai va a caer. No es negociable.

Prince toma el volante, acomodándose profundamente en su asiento mientras avanza en su lento camino hacia la parte delantera de la formación, exactamente donde debe estar.

Los latidos de su corazón están en consonancia con el sonido atronador del phonk que retumba en el hormigón bajo Arahabaki.

Su mirada se estrecha y sus labios se curvan hacia arriba mientras acelera ruidosamente a través de los gritos y chillidos, ese encantador y odioso hueso en él saliendo a la luz mientras su mentalidad comienza a disiparse en una de pura concentración y rabia.

Respira.

Chuuya se enamora de la sensación de volver a ser el mejor. Es un punto que tiene que volver a demostrar, un punto que está a punto de volver a demostrar. Está jodidamente preparado para ello.

Ese familiar Supra negro sólido está a pocos metros de él. Ambos están posicionados en el borde del bucle de Shutoko.

El Supra retumba peligrosa y profundamente. El tinte negro de las ventanillas es lo suficientemente transparente como para ver un cuerpo familiar, inmóvil. El casco negro que lo cubre está inclinado hacia abajo. Este ser también está absorto en su preparación mental.

El corazón de Chuuya da un brinco, porque conoce a ese conductor, lo conoce mejor que nunca, y ahora lo va a aplastar.

Frunce el ceño, los recuerdos no deseados de la noche anterior intentan colarse en su conciencia. Los rechaza de golpe. Apaga por completo todos sus pensamientos.

Yosano e Higuchi se dirigen a la primera fila de 20 autos.

Chuuya frunce el ceño mientras se sacude los temblores de sus manos. Yosano comienza sus anuncios, su voz profunda y poderosa resuena en su megáfono.

Se desconecta, su corazón late con fuerza cuando activa el sonido de la llamada.

Yosano se retira mientras Higuchi toma el centro de la carretera. Chuuya está a punto de alcanzar la velocidad que tanto necesita. 

—Hey —llama Chuuya entrecerrando los ojos—. Dazai.

Los latidos de su corazón resuenan una vez más.

—¿Sí?

Chuuya respira hondo, observando a Higuchi, quien ahora solo espera la señal de Yosano para iniciar la cuenta regresiva.

—... Estoy de vuelta en el juego.

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—¿En serio? —escupe Dazai con una sonrisa. Ese sexy Z irradia con dominio competitivo a su lado.

El aire es diferente esta noche. Es jodidamente eléctrico. Ligero. Rápido. Dazai siente una punzada en su nuca que agradece mientras se prepara para otra victoria.

—Demuéstralo —casi gruñe.

Dazai pulsa el botón de silencio en la llamada. Se recoloca el guante mientras lame su labio, sintonizándose consigo mismo.

Su ritmo cardíaco está bajo control. Su respiración está bajo control. Su mente está bajo control. Su cuerpo está bajo control.

Esta carrera está bajo control.

Prince ha vuelto. 

Y ahora Dazai tiene que demostrarle que incluso en su mejor momento, nunca será suficiente para acabar con McQueen.

Chuuya va a caer. No es negociable.

Los labios de Dazai se curvan en una sonrisa retorcida mientras mira fijamente hacia adelante. La adrenalina lo está golpeando desde el principio de esta carrera.

Es como si hubiera tomado demasiadas bebidas energéticas, por la forma en que su sangre corre por sus venas.

Le encanta.

Incluso Dazai puede admitir que se siente un poco maníaco esta noche.

Es muy consciente del Aventador perla fantasma detrás de él. Es muy consciente del suelo bajo él. Él es muy consciente de todo el plano de Yokohama.

Sea cual sea la bola curva que Fyodor arroje esta noche, ahora que se está volviendo lo suficientemente bueno como para tener un par de trucos bajo la manga... Esto sigue siendo únicamente entre Prince y McQueen.

Higuchi comienza a ondear sus banderas, llamando la atención de todos.

Algo recorre el cuerpo de Dazai. Aprieta el volante antes de dejar que su agarre sea ligero y firme.

—Tú y yo —murmura en voz baja, con la mano izquierda apoyada en la palanca de cambios.

Es solo él y la carretera.

Y Chuuya.

En cuanto las banderas de Higuchi pasan más allá de su cintura, la bota de Dazai pisa con fuerza el acelerador. Su palma mueve su palanca de cambios hasta ir en sexta. Luego, la familiar sacudida de dejar atrás todos sus órganos lo saluda.

Un mero instante después, Dazai juega con el embrague y tira de la palanca de cambios hacia atrás. Un gruñido inaudible sale de sus labios mientras aprieta su abdomen. Tira con fuerza hacia el derrape, un perfecto y apretado derrape, jodidamente hermoso como siempre, porque esos son de Dazai. Maldita sea. Estándares.

Chuuya está a su lado mientras su rueda se desvía a la derecha. La primera curva de la intersección suele ser la que agarra Chuuya, pero esta noche, está derrapando justo al lado de Dazai.

Una risa ahogada se desliza por la boca de Dazai mientras se endereza. Su recuperación del derrape le otorga la delantera por solo un par de pies. Chuuya vacila un poco antes de ponerse a la derecha de Dazai.

Dazai sonríe, la sangre sube tan fuerte por su cuello que jura que un vaso sanguíneo está a punto de estallar.

Negro a la izquierda, rojo a la derecha.

Esto es perfecto. Ellos son perfectos.

Dazai va a la cabeza por apenas un metro en el estrecho tramo de carretera, acelerando un poco más de lo que está acostumbrado. Chuuya ha vuelto.

Realmente ha vuelto.

Van a 100 por el carril, casi pegados el uno al otro. Nunca un momento se había sentido tan largo y tan corto a la vez.

Dazai tiene cuidado de no perder de vista a Fyodor mientras empuja su Supra un poco más para ponerlo a la cabeza del derrape.

El ruso no está haciendo nada. Aún.

Chuuya se ve obligado a retroceder cuando sus autos comienzan a inclinarse con elegancia hacia la curva en U que se aproxima. Dazai casi puede sentir el puro júbilo de Prince cuando realiza ese movimiento característico suyo sobre Dazai, manteniendo una distancia pequeña y uniforme mientras giran sus ruedas repentinamente a la derecha.

Es asombroso.

Es como si sus dedos estuvieran a punto de tocarse, y una fuerte ráfaga de estática los separa mientras la bestia absoluta de Dazai derrapa duro, duro, DURO en la curva en U, su motor ruge en señal de protesta mientras se desliza a cámara lenta por la curva.

Si Dazai no estuviera tan preocupado, se humedecería los labios con el delicioso chirrido de sus neumáticos al ser demolidos contra el asfalto.

Sus sentidos se agudizan cuando el borrón carmesí aparece en su visión periférica.

Chuuya no se rinde. Dazai abraza la ansiedad que lo atraviesa con una sonrisa.

Está asombrado.

Qué competidor tan perfecto.

▄▀▄▀▄▀▄▀▄▀▄▀▄

Chuuya está pasando el mejor momento de su vida.

Jadea con fuerza. El cansancio lo está alcanzando temprano por el choque de su descarga de adrenalina. Esta carrera es una prueba de su resistencia.

Él y Dazai están uno contra el otro, literalmente robándose la ventaja centímetro a centímetro a medida que pasan a toda velocidad por debajo del puente.

El Laberinto no está lejos.

La revelación de que la parte favorita de Chuuya de todas las malditas carreras de Gatsby está a punto de llegar le produce una nueva oleada de energía. Él entrecierra su mirada aún más mientras jadea por aire. Sus oídos están absolutamente entumecidos por el rugido de los motores y la pura presión contra su cuerpo.

Chuuya se siente nervioso, esta nueva inyección de adrenalina imita la misma sensación de adormecimiento mental que siente después de la primera buena follada después de un mes deprimente. Esta carrera va sobre ruedas.

Va a robarle la ventaja a Dazai.

Chuuya va a ganar.

Eso es lo que está pensando. No hay lugar para otro pensamiento.

Hasta que las sirenas policiales empiezan a sonar.

—¡Mierda! —grita Chuuya, presionando el botón de quitar silencio en su teléfono.

—¡Mierda! —suena la voz de Dazai desde su teléfono.

—¡MIERDA! —gritan todos los demás.

Es casi cómico.

El ritmo cardíaco de Chuuya se dispara. La frecuencia de su pulso no puede ser saludable.

Las rutas de escape que Akutagawa le enseñó se le están olvidando por completo. Por supuesto que eso sucede, en el momento en que realmente las necesita.

Por una vez en su carrera deportiva, Chuuya no tiene ni puta idea de qué hacer. ¿Abandonar la carrera de Gatsby y huir a un lugar seguro? ¿O aguantar y ganar esta estupidez?

Chuuya ya no sonríe.

Un vistazo por su ventanilla le muestra que los espectadores ya están huyendo.

Mira por su espejo retrovisor un segundo antes de volver la vista a la carretera.

El pecho de Chuuya va a explotar por la presión. Escalofríos recorren su espina dorsal. Su capacidad pulmonar disminuye con cada respiración.

¿Por qué? Por qué, por qué, por qué.

Las luces azules y rojas están lejos. Eso ni siquiera importa.

Un vistazo a sus matrículas es todo lo que se necesita para confirmar que todos están jodidamente muertos.

¿Qué hago? ¿Qué hago? Quéhagoquehagoquehago-

—¡Fukuzawa-sama! —suena la voz de Dazai—. Necesito un plan ahora-

—¿Tennin Gosui está perdiendo? —grita Chuuya.

No va a perder contra Fyodor ni contra nadie de esa estúpida tribu otra vez.

—¡¿Qué debo hacer?! —exclama Gin.

Pone sexta, aunque se acerca el último derrape antes del Laberinto. Arahabaki afloja, y Chuuya pega un acelerón. Sus latidos se vuelven más erráticos a medida que la familiar sensación de los cientos lo saluda desde abajo.

Conduce a 125 donde está acostumbrado a 80.

Su motor ruge, amenazando con reventar sus tímpanos. Chuuya puede escuchar a Dazai detrás de él. Las premonitorias sirenas ululan a espaldas de ambos.

¡¿Por qué Fukuzawa no dice nada?!

Responde. Contéstame ahora mismo.

La ira punza las venas de Chuuya mientras entrecierra los ojos hacia la carretera. Su pulso cardiaco es irregular, caótico y agitado. Chuuya no puede pensar con claridad. Las puntas de sus dedos se enfrían.

Sus manos están temblando.

Todo se siente flojo, como si la fricción y la física no funcionaran como se supone que deben hacerlo ahora mismo. Como si su auto se fuera a salir de debajo de él, y él fuera a caer de espaldas sobre el asfalto, solo para ser atropellado repetidamente mientras Arahabaki encuentra su muerte con un crujido contra la pared de al lado.

Respira.

—Chuuya, REDUCE LA VELOCIDAD —ordena Dazai.

Y tiene razón. Con la curva a punto de llegar, todos desaceleran. ¿Y Chuuya?

Chuuya está sucumbiendo al pánico, va varios metros por delante de todos los demás.

Está luchando por el control sobre sí mismo. Su auto.

Hace una mueca, tratando de respirar correctamente y deshacerse de la distracción que son los latidos de su corazón golpeando en la base de su garganta.

Chuuya consigue desentumecer sus piernas, frenando hasta alcanzar un ritmo más sostenible.

Siente que la va a cagar.

Nakahara Chuuya nunca siente que la va a cagar. Ahora que lo hace, no confía en sí mismo para no meterse en un verdadero lío.

No puede hacer eso.

—Mantente a la derecha, Chuuya —ordena Dazai—. Todos agarren la curva. No podemos frenar tanto. Fyodor no está en el derrape. Nosotros tampoco.

Fyodor.

¿Dónde demonios está Fyodor?

Chuuya no puede cagarla.

Chuuya no puede cagarla en esto.

Vas a morir. Voy a morir.

Fukuzawa todavía no ha pronunciado una palabra.

Estoy solo.

Las sirenas solo se hacen más fuertes. Cada vez es más difícil mantener la calma.

Los ojos de Chuuya se mueven de izquierda a derecha mientras intenta tomar una decisión.

¿Por qué?

—¡Joder! —grita cuando Fyodor sale de la nada, acercándose a su derecha y conduciendo demasiado cerca de él para la situación en la que se encuentra.

La curva está malditamente cerca.

A la mierda.

¿Entonces así es como es?

¿Es así, Fedya?

Chuuya. No puedes. Perder.

Que te jodan.

Obliga a Arahabaki a ir aún más rápido, acelerando para tomar la curva antes de que Fyodor pueda hacerlo.

—Chuuya, déjalo ir —ordena Dazai.

—No.

—CHUUYA-

Chuuya se acerca aún más a Fyodor, dejándolo pasar a no más de un centímetro de su parachoques, porque Chuuya. Sabe. En su sangre. Lo rápido que va este bastardo.

Es consciente de Dazai a su otro lado. Consciente de que el legendario McQueen está conduciendo a ras de Chuuya a propósito. Consciente de que Dazai se cierne sobre él de nuevo, porque está jodidamente preocupado.

No es de ayuda. Chuuya necesita espacio, y está acorralado por todos lados.

Es jodidamente claustrofóbico.

—Daza- MUÉVETE-

Tanizaki empieza a entrar en pánico, saturando la línea telefónica y el cerebro de Chuuya.

Es demasiado. Están pasando demasiadas cosas.

Aprieta los dientes mientras su estómago es arrastrado en todo tipo de direcciones con la curva de la carretera. La curva está totalmente jodida, con tanta aglomeración a cada lado.

Chuuya no entiende cómo demonios no se estrelló cuando salió de ella. Fyodor está en la parte trasera y Dazai a su izquierda.

Es como si no pudiera respirar.

La voz de Dazai llega de nuevo, gritando guturalmente el nombre de Yosano. Suena tan aterrorizado como la vez que Chuuya casi se mete en un sumidero.

—Dazai, cálmate, estamos tratando de resolverlo...

—Lárguense. Es una derrota general —ordena Fukuzawa finalmente.

Por fin, por fin.

De acuerdo, pero ¿ahora qué? El túnel se acerca pronto. Tendrán que bajar la velocidad, la policía los va a alcanzar, y eso es todo.

Son carne muerta. ¿Licencias? Desaparecidas. ¿Registros? Manchados. ¿Orgullo? Destruido.

Chuuya sisea, ajustando el agarre en su volante mientras es presionado con fuerza hacia atrás en su asiento.

Esto realmente, realmente no es bueno.

Justo cuando las cosas estaban mejorando.

Fyodor se quita de detrás de él, girando bruscamente a la derecha, y luego no aparece por ninguna parte.

Si Chuuya no idea un plan ahora, se verá obligado a entrar en el túnel.

¿Derecha o izquierda? ¿Qué lado tiene caminos más condensados? ¿Qué lado es mejor para escapar?

¿Qué pasa con Daz-

—Chuuya, necesito que tomes algo de liderazgo aquí —comanda Dazai.

Su cabeza se levanta animada.

Chuuya endereza la espalda, manteniéndose tenso frente a la fuerza que empuja su cuerpo.

Su entorno pasa volando a su lado. El motor de Dazai ruge, su turbocompresor le proporciona potencia extra mientras el sonido de su tubo de escape revolotea con cada ráfaga.

¿Chuuya? ¿Liderazgo?

Su corazón late con fuerza.

—Conoces los caminos mejor que la mayoría. Sabes cómo salir.

Él me necesita.

La boca de Chuuya se abre.

—Entendido —responde.

Mayonaka.

No estoy solo.

Es responsable de poner a Mayonaka a salvo. Su gente.

Gin, tú con Chuuya —ordena Dazai—. Tanizaki, Kenji, ustedes conmigo.

—Entendid-

—Copiado-

—Nos separamos —instruye Dazai—. Gin, Chuuya, van a salir a la izquierda lo antes posible. Gin, hazle caso, ¿de acuerdo?

—Sí, señor.

Estoy al mando.

Oh, mierda.

Mueve su cuello hacia la izquierda mientras suenan las sirenas. No se sabe dónde demonios está la policía.

¿Por qué?

Jura que está hiperventilando.

Respira. Respira. Respira.

Chuuya finalmente posa su mirada en un giro que conduce a las entrañas de la ciudad.

Él sabe a dónde va este.

—Sígueme, Gin —grita.

Chuuya cambia de marcha y se agarra a la dura curva mientras gira a la izquierda, todo su cuerpo sintiendo la resistencia de la inercia mientras sus ruedas se pegan al suelo.

Su cerebro está jodidamente revuelto.

Chuuya mira por el espejo retrovisor y ve que el Miata de Gin lo sigue. Él va a 110. Ya más lento de lo que quisiera, y aun así, ella está más lejos de él de lo que esperaba.

Mierda, mierda, mierda.

Ella se está quedando atrás en el largo carril de una sola fila que delinea el centro de Yokohama.

Chuuya no sabe si lo está haciendo bien.

—¡Mantén el ritmo! —grita de nuevo, tratando de mantener el pánico fuera de su voz.

—Yo...

Intenta mantener la compostura.

—Necesito ayuda-

Intenta ser como Dazai.

—Chuuya, estamos en el Laberinto —informa Dazai—. El punto de encuentro ideal es Mayonaka, pero haz lo que tengas que hac--

—Chicos, tienen que moverse —advierte Yosano.

¿Qué demonios significa eso? Todo lo que Chuuya puede escuchar son los latidos de su corazón retumbando en sus oídos mientras avanza a toda velocidad por el carril. Aprieta los ojos por un segundo, presionando su acelerador porque está pasando tanta mierda y...

—¡Chuuya! —grita Gin.

Él abre sus ojos...

—¡JODER! —grita, dando un brusco viraje a la derecha y esquivando por poco un muro de ladrillo que no tiene nada que hacer allí. Chuuya se estremece y siente un dolor físico que recorre todo su cuerpo al escuchar cómo su parachoques roza la pared.

—¡MIERDA, Chuuya! ¡¿Estás bien?! —grita Dazai, su voz se entrecorta—. ¿Estás bien...?

—Vivo —informa Chuuya, haciendo lo posible por respirar. Hay mucho ruido. Está demasiado estresado.

Tranquilízate.

Su cuello tiembla mientras se sacude. Chuuya ajusta su postura, llamándose a sí mismo para despertarse de una puta vez.

—No puedo...Joder, no puedo ir rápido aquí...—grita Tanizaki.

—¡Si puedes! —grita Chuuya antes de que alguien más pueda decir algo. Entrecierra los ojos mientras cambia bruscamente a segunda para girar abruptamente a la derecha hacia una zona dudosa de la ciudad. Mira por el retrovisor.

Gin se ha acercado. Eso es bueno.

Lo que no es tan bueno es que sigue escuchando las sirenas a los mismos decibelios. Todavía no están a salvo.

Vuelve a poner sexta.

—Gin, mantente ágil —advierte Chuuya.

—¡¿Cómo?! —exclama Tanizaki.

—Tienes mucho más espacio del que crees —grita Chuuya, manteniendo su voz alta, clara y firme, como hace Dazai cuando intenta que Chuuya mantenga la calma.

Es difícil hablar cuando va a 125.

—Movimientos pequeños, mantén tus antebrazos tensos para restringir tu alcance. Observa tus giros mientras los tomas, ¿y Tanizaki?

—¡¿Sí?!

—¡Confía en ti mismo! —grita Chuuya—. Has conducido esta ruta un millón de veces, eres jodidamente bueno, solo conduce, hermano, ¡CONDUCE!

Chuuya ni siquiera tiene un segundo de descanso mental antes de que le den un susto de muerte.

Como si fuera un ciervo atrapado por los faros, se acerca un auto de policía por la izquierda y está a punto de llegar a la intersección.

El infierno se desata cuando pisa el acelerador, hasta el último pensamiento abandona su cuerpo mientras su lucha o huida lo hace correr.

Es demasiado tarde cuando Chuuya se da cuenta de que la cagó.

▄▀▄▀▄▀▄▀▄▀▄▀▄

Dazai tiene suerte de que Tanizaki y Kenji le sigan el ritmo en rápida sucesión mientras serpentean por el Laberinto.

El consejo de Chuuya. Esa mierda ayudó.

Su corazón late con fuerza y pesadez, y en realidad solo le preocupa sacar a su gente con vida.

Sería el mayor fracaso si dejara que atraparan a Kenji o a Tanizaki.

La respiración de Dazai se entrecorta mientras aprieta su estómago con fuerza, jadeando pesadamente mientras se balancea con las curvas.

Siente el sudor goteando por su cuello.

No hay nada que pensar hasta que salen del maldito túnel; mantener el control de su auto es todo lo que Dazai puede hacer.

Echa un vistazo por el retrovisor y ve el Subaru verde de Tanizaki y el Nissan amarillo brillante de Kenji pegados a él.

Está dispuesto a sacrificar lo que haga falta para sacarlos con vida. Eso es lo que le gustaría creer.

Dazai recuerda a Chuuya gritándole que se mueva. El imbécil no vio al policía que lo perseguía por la izquierda. Si Dazai no hubiera estado allí, la placa de Chuuya estaría expuesta.

Estaba cubriendo a Chuuya. No se sabe si su propia placa fue anotada o no.

Las sirenas se hacen más débiles a medida que se vislumbra el final del túnel. Dazai evalúa qué demonios hacer a continuación. #

Tomar la salida más cercana es demasiado predecible: tomarán la tercera.

Algo se siente mal.

La mitad del cerebro de Dazai está calculando una ruta mientras intenta acordarse de respirar con el casco. La otra mitad está tratando de averiguar... qué demonios pasa con...

—¿CHUUYA? —grita Dazai.

Ha habido demasiado silencio por su parte.

—¡CHUUYA! —vuelve a gritar—. Yosano, ¿tienes su localización...?

—Joder —llega la voz de Yosano—. Uh. Uh- está al suroeste de ti.

Hay una pausa.

—No hay movimiento, Dazai. Chuuya no se mueve.

Oh, mierda, no.

No. No, no, no, nononono.

La respiración de Dazai se sacude mientras se obliga a mantener la compostura. Este maldito imbécil...

Lo juro por Dios, si estás muerto. Si estás muerto...

—Caballeros. Tercera salida. Vayan a la derecha, mézclense en el centro. Solo vayan a casa cuando puedan —ordena Dazai, pisando a fondo el acelerador—. Estarán bien.

En realidad no lo sabe.

Pero Dazai tiene prioridades.

Hace una mueca y tira de la palanca de cambios hacia abajo en cuanto sale del túnel, moviéndose con fuerza hacia la izquierda mientras ejecuta un giro en U cerrado.

Dazai frunce el ceño y entrecierra los ojos cuando la hiperfocalización lo golpea, como si estuviera en la recta final de una carrera.

Pasa por delante de los autos de policía, su turbocompresor lo hace avanzar a toda velocidad mientras emprende el camino de vuelta a través del Laberinto.

Chuuya.

En el momento en que sabe que está fuera de la vista, Dazai se ve obligado a reducir la velocidad, sus manos abandonan el volante por un segundo (es estúpido) y se quita el guante izquierdo.

Casi se estrella, pero mueve su auto para evitar el muro con el ceño fruncido, decidido y con sus labios separados, mientras los jadeos lo consumen.

Su corazón late con fuerza por puro miedo, porque ¿y si Chuuya está muerto, y Dazai solo va a ser abandonado de nuevo, pero aún más pronto de lo que esperaba? 

Su pulso está fuera de control, y es como si por mucho que respire, siempre se va a sentir mareado. Nunca ha experimentado un terror como este.

No antes de Chuuya.

—MALDITA SEA —grita Dazai con frustración, con lágrimas punzantes en los bordes de sus ojos, porque... Dios, si él está muerto.

Dazai no puede hacer esto de nuevo.

No puede, lo matará.

Él está muerto, ¿no es así?

No. No, no puede estarlo. Dazai habría escuchado el choque.

Entonces... por qué...

Él habría escuchado el choque, ¿verdad?

Sale disparado del Laberinto, haciendo clic en su teléfono hasta que encuentra el contacto de Chuuya. Obtiene su ubicación en la pantalla, mirándola mientras se dirige hacia allí.

Los latidos de su corazón están descontrolados, golpeando su pecho una y otra y otra vez.

Dazai hace una mueca dentro de su casco, parpadeando con fuerza para evitar que la humedad nuble su vista.

Se dirige a una zona peligrosa de la ciudad.

Joder.

Dazai se acerca, tratando de no entrar en pánico cuando entra en esta parte de la ciudad, donde los edificios están iluminados por viejos LED que parpadean débilmente. Hay basura por todas partes y las calles parecen vacías.

Pero Dazai sabe que no puede caer en la idea de que no hay nadie cerca.

Los hay.

Simplemente están escondidos.

Hay tantas cosas que podrían haberle pasado a Chuuya.

Disminuye la velocidad lo suficiente como para poder mirar en los callejones mientras pasa.

Según su teléfono, Chuuya está cerca.

¿Dónde demonios estás?

—¿Chuuya? —vuelve a balbucear, en un último intento de localizarlo en la línea telefónica.

Está esperando, rezando, para ver un destello ileso de...

Rojo.

Dazai nunca había estado tan feliz de ver color rojo en su vida.

Se encuentra estacionado en un callejón. Eso es estúpido, pero su auto se ve...

Oh, mierda. Ese es un parachoques destruido, si Dazai alguna vez ha visto uno. Está colgando de Arahabaki, arrugado y descascarillado, y la parte inferior de su estructura está toda expuesta... es desagradable, y Dazai se lamenta en nombre de Chuuya.

Se mueve hasta detenerse y apaga su Supra, se quita el casco y lo tira en el asiento del copiloto.

Los nervios de Dazai no se calman. Hace una mueca al sentir el olor a basura podrida en sus fosas nasales mientras se quita el otro guante. Dazai se pasa una mano por el cabello empapado en sudor, escaneando de nuevo su entorno antes de decidir que no va a correr riesgos.

Dazai estrecha la mirada mientras se inclina en su asiento, abre la guantera y saca la Glock que guarda específicamente para cosas como esta.

Sale del auto y guarda su pistola en la parte izquierda de su cintura mientras empieza a trotar, revisando el callejón con la esperanza de encontrar a su chico allí.

Está vacío.

Joder.

Dazai está asustado.

Mira a través de la ventana de la Z de Chuuya.

Su teléfono sigue ahí.

Joder.

Intenta abrir la puerta.

Está desbloqueada.

Mierda.

Inspecciona.

No hay señales de lucha, ni un rasguño en el interior, y su casco está en el asiento del copiloto.

Dazai agarra el teléfono de Chuuya y se va, terminando la llamada con Mayonaka en el dispositivo de ambos para que nadie se entrometa.

El siguiente callejón está vacío.

Y el siguiente.

Vuelve a entrar en pánico. Chuuya no se encuentra con su auto, lo que significa que las posibilidades de algo más complicado se acaban de multiplicar por diez.

De repente, Dazai se detiene, mirando perdidamente al suelo mientras se pone rígido.

Unos débiles jadeos resuenan a su izquierda.

Ladea la cabeza en esa dirección, incapaz de descifrar...

Hay un leve vistazo de un mechón anaranjado que desaparece detrás de una pared en la distancia...oh, gracias a Dios.

Dazai corre, joder.

Chuuya camina rápidamente por el callejón oscuro, y Dazai nunca se ha sentido más aliviado de ver a este idiota en su vida.

Se le acerca corriendo, con todos los músculos de su cuerpo agarrotados porque tiene pruebas de que Chuuya está vivo.

Chuuya gira sobre sus talones antes de que Dazai lo alcance, sacando abruptamente algo de su bolsillo.

Dazai se detiene, levantando tranquilamente las manos en señal de rendición cuando una navaja se abre a un par de pies de su pecho.

Qué bien. Se alegra de que Chuuya sea el dueño de eso.

Chuuya realmente parece un asesino.

Pero Dazai no es un peligro para él ahora mismo.

—Es m...

—Dazai —dice Chuuya en voz baja al reconocerlo, y Dazai avanza mientras él guarda su navaja con un suspiro, sus hombros cayendo.

Chuuya no se aparta cuando Dazai rodea con sus brazos al chico más bajo, apretándolo contra su pecho como si necesitara confirmación de que Chuuya realmente está allí.

Sus ojos se cierran cuando las manos de Chuuya le dan unas palmadas en la espalda, y un cosquilleo recorre la columna vertebral de Dazai cuando esos delgados dedos recorren la chaqueta de cuero que lleva puesta. Los brazos de Chuuya rodean su torso cada vez con más firmeza, hasta que los dos quedan atrapados en un apretado y seguro abrazo, ambos jadeando pesadamente por la tensión de toda la mierda que acaba de suceder.

Carajo.

Dazai agradece el calor, aunque esté sudando. Agradece que Chuuya parezca alegrarse tanto de verlo como él de ver a Chuuya. Ahora puede tener paz.

—¿Me extrañaste? —murmura Dazai, como si él no fuera el que se estaba volviendo loco.

—Cállate —responde Chuuya débilmente.

Las risas de alivio de Dazai se pierden en el aire mientras lucha por respirar.

—Dios —jadea Dazai, apretando los párpados con fuerza. Se alegra de ser abrazado; se alegra de abrazar a Chuuya—. Pensé que estabas muerto.

Intenta alejar los recuerdos de cómo su familia lo destrozó en su adolescencia. Intenta no pensar en todas las noches que lloró, porque estaba seguro de que todo era culpa suya desde el accidente de su padre; él era la maldición, y este era el castigo del destino por su existencia.

Chuuya guarda silencio, los dos recuperan el aliento mientras se apoyan el uno en el otro.

Dazai abre ligeramente la boca para obtener más oxígeno mientras pasa sus dedos por el cabello húmedo de Chuuya.

—Chuuya, tengo una Glock a mi izquierda. No hagas tonterías —murmura a modo de advertencia, girando su cuerpo como precaución adicional.

—De acuerdo.

Los ojos de Dazai se abren de golpe, su rostro se vuelve plácido ante el tono derrotado de Chuuya.

Algo todavía no está bien. Chuuya debería estar quejándose de algo ahora mismo. De cualquier cosa.

—¿Estás herido? —pregunta Dazai.

—No.

Hay una pausa.

—¿Y tú? —pregunta Chuuya.

El corazón de Dazai da un brinco.

—... No.

Chuuya deja escapar un suspiro tembloroso contra Dazai, zafándose de su agarre.

Vuelve a caminar, sus pasos se vuelven más intensos mientras se agarra el cabello. Mira a izquierda y derecha, como si estuviera resistiendo el impulso de golpear su cabeza contra una de las paredes de concreto.

Dazai observa atentamente, dándose la vuelta para no darle la espalda a la entrada del callejón y que nadie lo pille desprevenido si se le acercan.

No quiere hacer la pregunta que tiene a todo volumen. Parece que Chuuya ya está bastante estresado por ello.

—¿Por qué? —pregunta Chuuya—. Siempre nos dejan en paz, ¿por qué nos persiguieron hoy?

Dazai lo piensa. Se le ocurren varios razonamientos distintos, entre que fue culpa de Tennin Gosui, la publicidad de las carreras y la existencia de la oferta de Gatsby.

—Es demasiado pronto para saberlo —murmura en respuesta.

Chuuya niega con la cabeza.

—Joder —Dazai lo escucha susurrar por lo bajo. Está tenso, como si quisiera gritar más fuerte. Pero no puede, porque no están a salvo en este momento.

Chuuya se cubre la cara con las manos y se hunde en el suelo.

Dazai se acerca a él en silencio.

—No te sientes aquí —susurra, enganchando sus brazos bajo los de Chuuya y levantándolo—. Es asqueroso.

Los ojos de Chuuya son brillantes, primer signo de lágrimas.

Mierda.

—Está bien —susurra Dazai, tirando de él para abrazarlo de nuevo, porque ahora esa pregunta suya tiene respuesta—. No es culpa tuya. No pasa nada.

—Dejé que la atraparan —admite Chuuya, con la voz temblorosa—. Dios, la cagué...

—Hey, no —interviene Dazai, callándolo.

Sabía que no tendría que preguntar por el paradero de Gin para que Chuuya sacara el tema.

—Lo hiciste bien —afirma con severidad.

¿Ves a Chuuya? Chuuya realmente se preocupa. ¿Tú? Solo eres una mierda.

Gin te importa una mierda. Pedazo de mierda.

—Hiciste bien, Chuuya —reafirma, dando un paso atrás para sostenerlo por los hombros—. Te mantuviste a salvo. Lo hiciste bien.

Chuuya moquea y arruga la nariz con fuerza, su cara se vuelve plácida mientras se seca las tres lágrimas que se le han escapado.

Es como si nunca hubiera llorado en primer lugar.

Chuuya es bueno reprimiendo sus sentimientos.

Pero Dazai lo conoce mejor ahora. Sabe que la culpa está perforando a Chuuya, porque no es la primera vez que es el único superviviente. Sabe que Chuuya no es de los que lloran con facilidad, aunque Dazai lo haya visto al borde de las lágrimas varias veces. Incluso ahora, cuando se siente jodidamente miserable, mantiene la compostura.

Qué admirable.

Dazai frunce el ceño, mirándolo. Levanta la mano para apartar la última lágrima que se aferra a la mejilla de Chuuya.

Se miran a los ojos y sus dedos se detienen en el rostro de Chuuya.

Hay algo de paz en el frío de la noche y en la quietud de su entorno después de todo lo que acaba de ocurrir, aunque el lugar parezca deteriorado. La brisa de la que los protege el callejón hace que algunos papeles sueltos y otras cosas revoloteen por la calle.

Dazai cierra la distancia cada vez más, acercándose a Chuuya hasta que su aliento caliente hace cosquillas en sus labios.

Dazai podría inventar cualquier excusa para esto.

Está comprobando que Chuuya no esté sangrando.

Simplemente está cansado y realmente necesita sentarse, pero no puede.

Chuuya hace un pequeño ruido, como si le faltara oxígeno. Dazai siente el rostro caliente, su labio inferior tiembla un poco porque se siente jodidamente aliviado de que Chuuya esté ileso.

Su corazón se aprieta con cada latido, liberándose gradualmente del miedo con cada segundo que pasa desde que Dazai tiene en sus manos la prueba de que Chuuya está bien.

¿Cuántos milagros más se les permite tener?

Los ojos de Chuuya recorren el rostro de Dazai de un lado a otro, su respiración se vuelve lentamente errática de nuevo.

Bocanadas de calor caen sobre la mitad inferior de la cara de Dazai mientras que el pecho de Chuuya sube y baja.

Dazai los abraza. Los respira. Se deleita en ellos. Disfruta sabiendo que Chuuya está vivo y a salvo.

Sus dedos se posan en la barbilla de Chuuya mientras jura en silencio que a partir de ahora practicará mejor la gratitud.

Estás a salvo.

Estás a salvo cuando estás conmigo.

Dazai se niega a cerrar los ojos, mirando fijamente los iris eléctricos de Chuuya mientras intenta descifrar el conflicto que se esconde detrás de ellos. Cada hueso de su cuerpo le suplica que elimine la distancia, rogándole que complazca sus simples deseos, pero Dazai elige seguir siendo consciente de Chuuya antes de perseguir su propia euforia.

—No —susurra Chuuya en voz baja.

Dazai se congela.

La mirada de Chuuya por fin se fija en los ojos de Dazai, es esta mirada suplicante la que le admite a Dazai que Chuuya ahora mismo está a su merced, que lo que Dazai haga ahora mismo importa más de lo que ambos quieren pensar.

No.

Cierto. No hay necesidad de complicar demasiado las cosas. Estas delicias violentas tienen finales violentos.

—No —responde él en acuerdo, tragando saliva en silencio mientras retrocede.

Dazai traga saliva de nuevo, mirando al cielo mientras le da la bienvenida al frío de la noche en su interior.

Chuuya murmura algo que Dazai no se molesta en comprender ahora.

—Tenemos que averiguar cómo cambiar tu parachoques mañana —enuncia con seguridad, enderezando la espalda y metiendo las manos en sus bolsillos mientras comienza a salir del callejón.

Oye a Chuuya caminando cautelosamente detrás de él.

Acá no pasó nada.

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