Loca casualidad #1 ©

By genhessis

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Trilogía: Carter, libro #1 Emmaline Carter ha probado el dulce sabor del amor junto a Blaise Lemaire, sin emb... More

Sinopsis
Prólogo
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¿Dónde leer mis historias?

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By genhessis

Londres, Inglaterra, abril 1854

Frunció el ceño aun con los ojos en la pintura que estaba observando cuando su hermana comenzó a hablarle como loca, sacudiéndola. No entendía que era lo que la tenía tan alterada, pero cuando finalmente se volteó a verla, se encontró con su intensa mirada.

Scarlet sin dudas, podría ser actriz, su rostro parecía ser el de una gran escena dramática.

— ¡Emmaline por favor préstame atención!

— ¿Qué ocurre? —preguntó dejando de contemplar la decoración del lugar.

Se había distraído recorriendo la casa de los Lemaire, quienes amablemente siempre le habían permitido rondar por el lugar sin problema alguno. De hecho, creía que conocía la casa como si de la suya se tratara.

— Los Lemaire me enviaron a buscarte.

No entendía cuál era el apuro de su hermana, sabía que tendría que volver al salón pronto, pero tampoco era para exagerar. Los conocían desde toda la vida y bien sabían que las Carter no se caracterizaban por ser excelentes visitas, aunque en realidad su madre y Scarlet lo eran, a diferencia de ella y Hermione quienes desaparecían para recorrer las propiedades a las que eran invitadas o siempre llegaban con retraso a los lugares, aunque la cena fuera en su propia casa.

Por otra parte, tampoco tenía demasiadas prisas por ver a la familia Lemaire. A pesar de que Blaise jamás había vuelto a responderle sus cartas, sus padres seguían visitándolas e invitándolas a su casa, tratándolas con gran amabilidad. Ellos no tenían la culpa de las actitudes poco honorables de su hijo y de hecho no tenían ni idea de la relación que ella mantenía con él o mejor dicho que había mantenido con él.

Solo sabía que él estaba sano y salvo porque sus padres comentaban siempre que les llegaba alguna noticia de él. Estaba en Francia, instalado allí con mucho trabajo, aunque con planes de volver.

«Si claro» pensaba ella cada vez que escuchaba sus palabras.

Él siempre pensaba en volver, pero no lo hacía.

Y su tonto corazón seguía esperándolo y anhelándolo igual que siempre.

— ¿Emmaline! ¿Me escuchas?

— Scarlet por favor deja de gritar —pidió amablemente.

Inconscientemente alisó la falda de su vestido, como si este lo requiriera, llevaba aun su vestido gris, de medio luto. Habían acordado quitárselo por completo al comenzar la nueva temporada y faltaban unos días para ello. Además, era una forma de dejar los pocos vestidos bonitos que le habían quedado para pasar por los salones de Londres. Al menos su hermana si había podido renovar su vestimenta en mayor parte y eso era fantástico, porque era ella quien brillaría en las pistas de baile.

— Es que no entiendes, los Lemaire tienen una «sorpresa» para nosotras.

— ¿Sorpresa? —preguntó con extrañeza.

— Blaise ha llegado, al parecer creyeron que su hijo sería una agradable sorpresa.

Su primera reacción fue reír, pero ante la expresión inquieta de su hermana supo que no era una broma.

— ¿Qué?

— Blaise Lemaire está aquí, al parecer sus padres querían darnos una sorpresa o no sé, porque mamá casi se muere cuando lo vio, nadie estaba al tanto más que ellos.

— ¡No, no, no!

— Espera, hay más porque no ha venido solo, él trajo a...

Si su hermana había dicho algo más, no la escuchó porque cegada por la emoción de verlo, salió corriendo de la habitación en la que se encontraba, chocándose un enorme jarrón que por fortuna no se había hecho añicos. Corrió tan rápido por el enorme pasillo, que ni siquiera sabía cómo no había roto algo con su torpeza y falta de cuidado. Cuando finalmente llegó a las puertas del salón frenó de golpe tomando aire y abrió.

De fondo escuchó como Scarlet gritaba su nombre, de hecho, la había perseguido gritándole desde que había salido corriendo. Y cuando abrió la puerta del enorme salón, entendió porque su hermana quería frenarla.

Sus ojos fueron a parar directo a los de Blaise, pero no se detuvo allí, porque a su lado había una hermosa mujer que lo tomaba de su brazo. Hizo un recorrido con la mirada pasando por cada uno de los presentes y casi si sintió nauseas cuando su madre la observó con una horrible compasión.

— ¡Emmaline querida! —exclamó la señora Lemaire—, te estábamos esperando para las presentaciones formales.

¿Presentaciones? Ya conocía a Blaise.

Lo conocía perfectamente.

Parpadeó varias veces intentando reaccionar y entró con tranquilidad, o mejor dicho fingiendo tranquilidad.

— ¡Pero si ya nos conocemos! —exclamó Hermione—, no nos hemos olvidado de Blaise, no podríamos olvidarnos de él ni, aunque lo deseáramos con fuerzas.

Amaba a su hermana y la capacidad de hacerse la tonta que tenía, además de su habilidad para tirar comentarios sarcásticos.

— Pero Blaise no ha venido solo —explicó el señor Lemaire, como si nadie hubiese notado la presencia de esa extraña mujer.

— Ahora que todos estamos aquí, les presentaré a lady Gauthier, la prometida de Blaise —comentó orgullosa—, lady Gauthier, ellas son Margot Carter y sus hijas, Emmaline, Scarlet y Hermione Carter.

«Prometida»

— ¡Felicitaciones! —exclamó Margot con alegría.

Su madre al menos era excelente fingiendo felicidad.

— Felicidades señor Lemaire —dijo Scarlet quien jamás perdería sus buenos modales a pesar de la molestia—, también para usted lady Gauthier.

— Le agradezco señorita Carter —dijo la mujer que estaba ocupando su lugar.

Porque ese era su lugar. Ella era quien tenía que estar tomada del brazo de Blaise anunciándole a la familia que se casarían pronto.

Apenas hizo un asentimiento con su cabeza y observó a Hermione quien tenía el ceño fruncido, mientras que Scarlet y su madre seguían repartiendo sus mejores sonrisas.

— Queríamos darles la sorpresa, Blaise ha llegado hoy mismo con la noticia y no vimos motivo para suspender la velada.

— Mi familia y yo hemos venido a Londres para conocer el lugar en donde nos instalaremos luego de la boda —comentó lady Gauthier.

— Ha sido una fortuna que te permitieran venir hoy, aunque es una verdadera pena que ellos no hayan podido venir —comentó la madre de Blaise.

— ¿Ya podemos comer? —preguntó Hermione a quien claramente poco le importaban los modales, estaba molesta y lo haría notar.

Mientras tanto ella, comenzó a notar el panorama un poco borroso, de repente las voces ya no se escuchaban tan cercanas.

Todos hicieron silencio cuando se desplomó en el suelo.

La voz lejana de su madre empezó a escucharse con más claridad, se encontraba aun en el suelo, aturdida e intentando recordar que había pasado.

Y lo recordó.

¿En serio nadie había podido arrastrarla hasta un maldito sillón? Se encontraba en el piso mientras todos la observaban con preocupación en el rostro. La miraban con lastima, o eso sentía, tal vez era porque ella sentía pena de sí misma y ahora sentía que todos la miraban así.

— Emmaline —dijo su madre ayudándola a ponerse en pie cuando recuperó la conciencia por completo—, ¿qué te ha sucedido?

— No recuerdo, lo siento yo... no sé qué me pasó.

— Tranquila Emmaline —dijo la señora Lemaire—, ven siéntate, bebe un poco de agua para refrescarte, tal vez sea el calor.

— Si, el ambiente está algo pesado estos días —comentó Hermione

— Podría ayudarle comer algo dulce —sugirió lady Gauthier.

— Cierto —habló Hermione nuevamente—, lo dulce cubrirá el sabor amargo.

— Pero ¿qué dices? —preguntó Margot—, no hemos comido nada amargo.

Emmaline solo escuchaba con la mirada fija en su copa con agua, claramente su hermana pequeña estaba hablando de la noticia y claramente su madre estaba haciéndose la tonta porque bien entendía los comentarios irónicos de su hija.

Si se ponía a pensarlo, Scarlet había heredado su encanto y amabilidad, Hermione la perspicacia. ¿Tenía algo ella de su madre? Seguro que no, la torpeza, la forma de maldecir y su poca gracia venían de su padre.

¿Por qué pensaba en eso mientras en frente de ella estaba su gran amor con su prometida?

Todo parecía ser una broma de muy mal gusto.

— Señor Lemaire —lo llamó Scarlet.

— Puedes decirme Blaise, no hay por qué tener formalidades cuando nunca las hubo.

Cierto, jamás había existido la formalidad entre ambas familias, pero dudaba que su hermana volviera a tratarlo tan amablemente, ni siquiera sabía por qué le estaba hablando.

— Prefiero mantener la formalidad, ya no somos niños —explicó con toda esa clase que poseía—. Solo quería saber hace cuanto se comprometió con lady Gauthier, claro si no es demasiada impertinencia de mi parte.

Todos pusieron la vista en Blaise y ella notó su incomodidad, bendita Scarlet, había hecho una excelente pregunta.

— Nos comprometimos hace dos meses, pero tenemos la idea de casarnos luego de pasar un tiempo aquí, a Juliette le gusta la idea de conocer un poco de las temporadas londinenses.

— ¿Y cómo se conocieron lady Gauthier? —preguntó Hermione.

— Fue en una fiesta por año nuevo.

— Hace poco —interrumpió su hermana.

— No, este año no, sino el anterior —explicó—. Blaise quiso cortejarme desde el primer instante, pero yo lo rechacé.

Parecía ser que su cabeza se había puesto en marcha simplemente para sacar cuentas. Al parecer mientras ella lloraba a su padre, él andaba intentando cortejar a otra, y lo peor había sido que mientras hacía eso, le había enviado una carta diciéndole que volvería en junio para casarse con ella cuando terminara su duelo. Le había dicho que compraría una casa para ella, para ellos y sus futuros hijos.

Estaba comenzando a sentir nauseas.

— ¿Y que la llevó a aceptar al señor Lemaire finalmente? —preguntó Scarlet.

— Oh bueno, Blaise fue muy persistente, me enviaba obsequios y cartas —explicó—, ¿cómo iba a resistirme a tantos gestos románticos?

— No fue para tanto —dijo Blaise concentrado en su plato.

No solo era un mentiroso, sino que era un cobarde, porque no se había atrevido a mirarla. ¿Cómo era posible que cortejara a una mujer mientras le decía a otra que volvería a casarse con ella? Evidentemente era su segunda opción, ¿si Juliette le decía que no, iba a volver a Londres por ella? ¿Acaso era un reemplazo?

No sabía cómo era que todavía no se había derrumbado frente de todos, rota en llanto. Agradecía haber perdido la conciencia, porque eso era más fácil de explicar que el llanto. Además, Blaise no merecía sus lágrimas.

Le había dicho que la amaba, se había llevado su virtud y ahora no obtenía ni siquiera una explicación de él.

¿No se iba a dignar acaso a decirse cara a cara que había sucedido?

Quería irse a casa, pero al menos tenía que soportar esa fastidiosa cena.

— ¿Qué obsequios? —preguntó Hermione.

— Lamento la intromisión de mis hijas milady—se disculpó Margot—, son bastante curiosas.

— En realidad el amor siempre es un tema grato de conversación para nosotras —se justificó Hermione.

Dios, su hermana menor era la peor de las mentirosas. Ella odiaba todo tipo de romance y simplemente estaba interrogando a Blaise para desenmascararlo delante de ella.

— No tiene por qué disculparse, no hay nada que ocultar, ¿verdad Blaise? —preguntó sonriéndole radiantemente—. Él me enviaba vestidos, joyas, flores en muchísimas cantidades —comentó risueña.

Quería odiarla, deseaba odiar a lady Gauthier, pero no podía porque la mujer se mostraba tan simpática y ajena a todo. Tal vez era otra pobre tonta víctima de las mentiras de Blaise, aunque por lo menos Juliette había recibido obsequios, ella ni siquiera un mísero ramo de las flores más baratas había tenido la suerte de recibir en su hogar.

¿Había dicho vestidos y joyas? Mientras ella había sacrificado su dote y vivía con la ropa justa, su supuesto prometido andaba dilapidando el dinero para su supuesta casa, en otra mujer. Y jamás se le hubiese ocurrido pedirle vestidos, porque eran costosos y ella ni en las mejores épocas económicas de su familia había sido ostentosa. Siempre le había gustado vivir con lo justo y necesario, pero ahora la economía familiar no le permitía siquiera llegar a lo justo y necesario.

La conversación ya se le estaba tornando pesada y dejó de prestarle atención a los presentes porque su mente solo podía hacerse preguntas. ¿Qué diablos había hecho con su vida? Su madre tenía razón, los mejores años se le habían escurrido entre los dedos, por esperar a un hombre que había jugado con ella. ¿Cómo había sido tan tonta?

Y de pronto una pregunta hecha por Juliette Gauthier la hizo reaccionar.

— ¿Desde cuándo conocen a Blaise? —preguntó mirándolas a ellas.

— Desde pequeñas, desde que nacimos en realidad —explicó Scarlet.

— Así que crecieron juntos —mencionó alegremente—, debe haber sido bonito tener con quien crecer, yo soy hija única.

— Blaise era bastante más grande que Scarlet y yo —comentó Hermione—, en realidad él y Emmaline eran los más cercanos.

Lady Gauthier la observó, esperando que dijera algo, pero ella no sabía que decir. No se sentía bien y pensó que llegaría a desvanecerse allí mismo otra vez, como una tonta damisela en apuros, lástima que no había ningún caballero para salvarla.

Entonces Blaise habló, demostrando una vez más, que jamás había sido merecedor de su amor.

— Al ser hijo único, las señoritas Carter siempre fueron hermanas para mí, sobre todo Emmaline, ella y yo pasábamos mucho tiempo juntos porque teníamos casi la misma edad.

¿Una hermana para él? ¿Acaso la consideraba una hermana cuando se había entregado a él? Maldito mentiroso. De pronto la tristeza se estaba transformando en una ira asesina, pero tirarle el plato por la cabeza sería muy difícil de explicar.

Finalmente, su madre la sacó de ahí apenas la cena terminó, alegando que tenía muy mala cara y que tendría que ir a descansar porque podría estar a punto de caer enferma. Los Lemaire habían parecido quedar satisfechos con esa excusa y no era de extrañar porque estaban embelesados con la prometida de su hijo, y probablemente podrían haberse marchado sin siquiera dar mayor explicación.

Había sido una tortura tener que poner su mejor sonrisa y saludar a todos, pero por sobre todo a Blaise que había tenido el descaro de sonreírle, luego de haberla ignorado toda la noche, pero claro, debía simular. Si no comenzaba a tratarla cortésmente como antes, sería extraño, incluso había sentido que la señora Lemaire los había observado con curiosidad a pesar de hacerse la tonta. ¿Y cómo no hacerlo? En sus antiguos regresos prácticamente ignoraban a todos a su alrededor para concentrarse en sus charlas. Él le contaba cómo había marchado todo y ella lo ponía al tanto de algunas cuestiones importantes de la ciudad y luego cuando todos estaban demasiados ocupados en sus asuntos para notarlos, se escabullían y se besaban.

Ahora todo eso estaba olvidado y como si eso fuera poco, ahora tendría que ver a la radiante pareja pasearse por los salones de baile presumiendo su compromiso y pronta boda. Presumiendo luego su hermosa casa y más tarde a sus aún más hermosos hijos.

Mierda, mierda, mierda.

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