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INTRO (LEER)
PRIMERA PARTE - APOLO & DAFNE
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SEGUNDA PARTE - ORFEO & EURIDICE
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TERCERA PARTE - EROS & PSIQUE
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EXTRA #1
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Lauren

Es curioso que todos digan que el tiempo cura cualquier herida.

Que debes ser paciente.

Esperar hasta que un día deje de doler. O al menos hasta que duela cada vez menos o no se sienta como una herida física que te desangra por dentro cada vez que te despiertas.

Pero lo que nunca te dicen es que cuando el sangrado se detiene, cuando deja de doler y por fin puedes pensar en eso que te lastima sin llorar es porque aceptas perder esa parte de ti a la que todavía le importa. Y ese es el punto, que yo no quiero que deje de importarme. No quiero que deje de doler si eso significa que voy a perder.

Hago una mueca y arranco la hoja porque me da vergüenza haber escrito cosas tan deprimentes. A veces creo que es como estar leyendo a otra persona porque aunque reconozco cada cosa que sentí cuando estaba escribiéndolo y hasta puedo visualizar el momento exacto en el que decidí que descargarme así era mejor idea que emborracharme, hace mucho que dejé de sufrir por esa pérdida. Hace mucho que dejé de preocuparme por cosas que eventualmente pasarían igual.

Ni siquiera me acordaba de este intento de diario que me duró con suerte una semana y que me encargué de llenar de dibujos y frases sin sentido que me confirman que los diecinueve es una edad oscura cuando te enamoras. Más que los quince.

¿Lo malo? Es que no necesito ningún recordatorio físico para acordarme de cómo se sentía porque aunque usualmente no pienso en eso y me concentro en el presente y en lo que ahora es importante, la mente me traiciona en momentos como éste y es igual que revivirlo todo otra vez. Pero lo bueno... Es que ya  dejé de tener diecinueve años.

— ¿Qué estás haciendo? —Me pregunta Sophie cuando se sienta a mi lado en la cama, quitándome el diario antes de que pueda detenerla porque cuando nadie está viéndome suelo... Hacer cosas vergonzosas, como detenerme a leer este tipo de cosas en lugar de tirarlos a la basura—. Ay, Lauren, ¿de nuevo?—Rueda los ojos.

—Sólo estaba curioseando y sufriendo de vergüenza antes de ordenar el desastre que tengo en mi armario, no me mires así. —me defiendo, quitándoselo y dejándolo junto a la basura de mi habitación—. Tú lo haces todo el tiempo y yo no te digo nada.

—Pensé que te habías deshecho de todo eso. ¿Hace cuánto lo escribirte? ¿Casi tres años? —Se cruza de brazos y entrecierra los ojos—. Eres como la amiga que promete haber bloqueado al ex para después decirte que mágicamente volvió a hablarle.

Resoplo, arreglándome el pelo antes de sostener una caja para dejarla sobre mi cama.

—Se me debió olvidar o quizás lo confundí con cuadernos de la universidad —murmuro y luego suspiro, cansada—. No creerás que lo guardé a propósito para leerlo y llorar cada noche, ¿o sí? No me creerás tan dramática.

—Es difícil decirlo, el dramatismo te perseguía mucho en esos meses y que escribieras un diario de visa lo demuestra. —Me molesta.

—No era un diario de vida —me defiendo, sacudiendo la cabeza—. Sólo eran... Cosas. Frases que escribía cuando me sentía muy mal y no quería hablar con nadie.

—Lo que era el noventa y nueve por ciento del tiempo.

—Argh, siempre haces lo mismo, no voy a escucharte. —Me quejo cuando sigo viendo otros papeles que sí son de la universidad, y entonces Audrey entra a mi habitación después de pasar los últimos diez minutos encerrada en el baño.

—Pensé que Sophie tendría razón y me vería mal con este uniforme —murmura Audrey cuando se detiene en la esquina, girándose frente al espejo para ver mejor su espalda mientras Sophie termina de pintarse las uñas de un color verde oscuro—. Pero mírame, no está tan horrible. Si tuviera que puntuarlo del uno al diez, diría que es un seis. Bastante decente, y con esto... —Se coloca el fonendoscopio alrededor del cuello y asiente con la cabeza con emoción—. Mucho mejor, me veo como toda una profesional.

La verdad, sí se ve bonita. Pero siempre lo ha sido. Su pelo está tan largo que se pierde detrás de su espalda y está usando anteojos porque insiste en que no ve nada sin ellos, aunque Audrey y yo pensemos que sólo lo hace para verse intelectual

—No sabía que verse bien era parte de la calificación para aprobar —le recuerdo.

—No será parte de la nota, pero ayuda a mi autoestima.

—Estamos en mitad del internado, no en un desfile de modas, ¿lo sabes, verdad? —Le pregunto con sarcasmo.

—Discúlpame, pero hay quienes no tienen tanto cerebro como tú y tenemos que compensar ese hecho para motivarnos. —Se toma el pelo con las manos para liberar su cuello y sonríe, contenta a pesar de que la miro mal por el comentario tan feo que dijo de sí misma—. Ya no nos vemos tanto como antes, así que necesito que sean sinceras conmigo. ¿Querrían llevarme a la cama si me vieran... no sé, en la calle?

—Lauren, respóndele —me dice Sophie.

— ¿Qué? ¿Por qué yo?

—Porque a ti te gustan las mujeres.

La golpeo con una almohada.

— ¿Y eso qué tiene que ver?

— ¡Auch! ¡Sólo significa que tienes experiencia y podría existir la posibilidad de algo entre ustedes!

—Que me gusten las mujeres no significa que vaya a gustarme Audrey. —Me ofendo.

—Hablo de otro universo y con otros nombres. —Sopla sus uñas cuando termina de esmaltarlas y luego me mira—. Yo no la llevaría a la cama, honestamente, pero te juro que no es porque no te considere bonita. —Aclara cuando Audrey pone mala cara—. Sólo... No eres mi tipo.

—Porque no soy un hombre. —le dice Audrey.

—Bueno, sí.

—Te escuchas igual que los hombres a los que les preguntas si encuentran atractivo a un hombre que va pasando por la calle y empiezan con las tonterías de que no pueden opinar porque son heterosexuales. Eres débil y me das asco.

—Querías mi opinión sincera, ¿no? —Sophie se encoje de hombros, haciendo un mohín con la boca—. Además, estás prácticamente casada y eso me impide coquetearte incluso hipotéticamente. No paras de repetir que no tienes ojos para nadie más.

Audrey suspira y se cruza de brazos, mirándome.

—Entonces tú dime —insiste—. ¿Querrías acostarte conmigo?

—No es que yo haya estado con tantas mujeres en mi vida, en todo caso —les digo—. Lo hacen ver como si fuera promiscua o me acostara con alguien nuevo todos los fines de semana.

—Eh... Es que tuviste tu época.

—Una época que fue hace tanto que ya ni me acuerdo, no hace falta exagerar. —Y que además, no fue como lo está insinuando. Mi experiencia sigue siendo bastante pobre si hablamos de números, porque fue una época en la que estaba más triste que interesada en conocer personas para coquetear, así que técnicamente ninguna de las personas que conocí cuenta.

—Pero la tuviste y tuviste mucho éxito, que fuera hace tiempo no la hace desaparecer.

— ¡Lo haces ver como si me hubiera acostado con cualquiera! —Exclamo en mi defensa.

— ¿Y no lo hiciste?

—No. —Me cruzo de brazos—. Estuve con menos personas que tú, así que sigues llevándome la delantera en relaciones.

—No estamos hablando de números, Lauren, sino de mujeres. Yo he estado con cero, tú con... varias. ¿Por qué te cuesta tanto asumirlo?

Ruedo los ojos.

— ¿Sabes qué? No voy a seguir hablando contigo. —Pongo mi mano sobre su cara para ignorarla y me giro para volver mi atención a Audrey—. Respondiendo a tu pregunta, si estuviéramos en un universo alterno y no fueras mi amiga, supongo que sí querría coquetearte.

— ¡¿En serio?!

—No por el uniforme, no te emociones, sigue siendo aburrido —le respondo con honestidad—. Sino porque eres linda, simpática y muy inteligente. —Enfatizo—. Verte vestida así no es que encienda cosas en mí precisamente...

—Sí, sí, eso no me importa —me ordena, riéndose—. Tu respuesta me basta.

—Podría decirte mil cosas sobre cómo caíste en la necesidad de sexualizar un simple traje para atender gente que está... enferma —murmura Sophie, arrugando la nariz con desagrado—. Pero ya sabes qué opino al respecto.

—Y tú ya sabes que sólo quiero verme bonita y exagero el hecho de que se acostarían conmigo, no planeo meterme realmente con alguien mientras lo uso. —Le aclara, quitándoselo y quedándose en ropa interior cuando se convence de que se le ve bien—. ¿Pueden creer que estamos en quinto año?

—Ugh, no me lo recuerdes —se queja Sophie.

— ¿Por qué no? Es algo bueno. —Se viste rápido y se lanza en la cama con nosotras—. Significa que sólo nos quedan unos meses antes de salir de la universidad para siempre, quiero que todo sea memorable teniendo en cuenta que vamos a perderle el rastro a Lauren en seis meses más.

Suelto una risa.

—No vas a perderme el rastro, no es como que me vaya a ir a un desierto sin tecnología a esperar mi muerte. —Enarco mis cejas—. Podremos seguir hablando.

—A mí me suena como un desierto donde no existe ningún tipo de civilización. —Exagera Sophie—. Hablar por llamada no será lo mismo y se sentirá... raro. Perderte el rastro es una buena forma de definirlo.

—Pero volveré —le recuerdo, llevándome la mano al corazón para que lo tome como una promesa simbólica y me crea—. Es sólo un voluntariado por el verano, no un trabajo permanente.

—No es sólo eso, es un voluntario con oportunidad de un trabajo. —Insiste Audrey, mirándome triste—. Y conociéndote, te lo darán por hacerlo tan bien y entonces no vas a volver nunca.

—Exacto —concuerda Sophie con ella por primera vez, lo que me hace resoplar con diversión—. Tú y yo sabemos que lo único que te detiene a irte ahora es que sigues estudiando. Quieres quedarte ahí.

— ¡Oh! Un segundo. —Dice Audrey cuando su celular suena, y con dificultad porque su trasero está justo en medio de nuestras piernas y no quiere pasar a llevar las uñas recién pintadas de Sophie, lo busca en su bolso antes de ponerse de pie—. Ahora vuelto.

— ¿Es Aiden? ¿Ya viene a buscarte? —Le pregunto.

—No, es Mason. —Me explica antes de correr fuera de la habitación. Sophie me hace una mueca cansada porque últimamente es como si no pudiéramos estar en el mismo lugar por más de diez minutos sin que alguna tenga que hacer algo importante. Hago un puchero y me quito los zapatos antes de dejar las cajas de mi armario a un lado de la cama y seguir comiendo pizza.

Audrey tiene razón en algo y es que estar en último año es algo bueno porque lo único que quiero es terminar. El internado es mucho más duro de lo que pensábamos y coincide que Audrey está en rotativas con Mason en un hospital cerca de la facultad donde estudiábamos, y si a ellas las veo poco, a él mucho menos porque resulta que nuestros horarios nos hacen la vida miserable. Pero literalmente. Ya perdí la cuenta de las veces que llegué llorando a mi casa porque no tengo horas suficientes para estudiar.

De vez en cuando seguimos hablando por mensajes y hemos tenido la intención de juntarnos en la biblioteca para estudiar, pero a veces es como si no pudiéramos hablar de otra cosa que no sea la universidad y lo que parecía el comienzo de una amistad cuando nos conocimos se transformó en este raro intercambio de planes que nunca se pueden llevar a cabo. Sin exagerar. Fue el único que escuchó mis quejas cuando tuve que ver literalmente un paciente morir en mi primera rotativa y yo soy la única que lo escuchó quejarse sobre lo harto que estaba de no poder comer tranquilo porque la ansiedad lo perseguía a todas partes. Conocemos nuestro lado vulnerable, creo, pero nada más que eso.

Yo actualmente estoy sola, lo que es triste. Es decir, no me tocó ningún compañero como compañía y mis turnos también son en un hospital donde las enfermeras aumentan mis ganas de llorar del estrés cada vez que llego a mi casa, pero creo que conocí mi límite el semestre pasado y desde entonces, como sé controlarlo, todo ha mejorado.

Bueno, más o menos.

Ya no sufro crisis existenciales cada semana y aunque sigo estudiando mucho, organizo mejor mi tiempo para no terminar volviéndome loca antes de ver la luz y titularme. Hay días en los que desearía retroceder el tiempo y quejarme de exámenes que parecen tan simples ahora... Pero sé que no se puede y que pensar en lo que ya no tengo es una pérdida de tiempo, así que simplemente lloro, extraño mi vida universitaria cuando no era un dolor de cabeza, y sigo estudiando.

Viéndolo así, mi vida parece muy aburrida y decepcionante. Como si los años me estuvieran destruyendo y sólo me quedara sobrevivir porque no hay otra opción, pero bueno, en realidad no es tan malo como suena. Prometo que hay cosas más difíciles. Por supuesto que no soy la persona más feliz del planeta, a veces hasta creo que esa Lauren del pasado estaría algo decepcionada porque más allá del estrés, siento que algo dentro de mí cambió hace tanto tiempo que ya no puedo recuperarlo.

Tengo persistente esa sensación de que algo me falta, que las cosas podrían mejorar si encuentro lo que parezco estar buscando sin darme cuenta, pero no voy a detenerme sólo en esa sensación cuando hay tantas cosas que hacer. Además, me enorgullece estar aquí después de tanto y prefiero concentrarme en todo lo positivo que me pasa.

—Hablando de no ver más a las personas... ¿Supiste quién está embarazada? —Murmura Sophie cuando se pone a mi lado en su celular y vuelve a distraerme.

—No tengo id-...

—Si todavía no sabes, prepárate porque no me vas a creer. —No me deja terminar—. Fue una noticia tan impactante que tuve que leerla dos veces y llamar a Audrey para preguntarle si sabía si era verdad.

Sonrío.

—A ver, sorpréndeme con esos chismes de primera fuente —le digo, poniéndome más cómoda—. ¿Quién?

—Para que veas que de verdad no te lo esperas, te lo haré difícil. Adivina.

Hago un mohín con la boca y murmuro un infinito 'mmmmm' hasta que algún nombre se me viene a la cabeza.

— ¿La nueva novia de Dylan? —Pruebo mi primera teoría y a ella se le desfigura la cara cuando la menciono.

—Lauren. —Me advierte. Elevo mis brazos como inocente porque no lo pregunté con mala intención, a veces me cuesta recordar que esa relación es casi una tortura para Sophie y que si estuvieran esperando un bebé de verdad, me lo diría destrozada a pesar de que actualmente se supone que está conociendo a alguien por Tinder.

—Ah, entiendo. Veo que no tiene nada que ver con él, lo siento.

— ¿En serio su novia es la primera que se te viene a la cabeza cuando quiero hablarte de algo? —Se molesta—. ¿Crees que mi vida sigue girando en torno a él o qué?

—Lo siento —repito, riéndome—. Es que dijiste que era sorprendente y como saber una noticia así de alguien con estuviste siempre es... Oh, ¡ya sé! ¿Tu mamá? —Bajo la voz por la impresión a pesar de que sólo estamos las tres en su casa porque están teniendo en día familiar con los mellizos en el que Sophie no quiso participar.

— ¿Qué? —Hace una mueca y sacude la cabeza—. ¿Cómo va a estar embarazada mi mamá, Lauren? ¿Qué te pasa?

— ¿Y por qué no? Es joven, tus hermanos ya están en una edad considerable para ser independientes, siempre dice que le gustaría otro niño para tener las dos parejas y hace un año que está con su novio... —Enumero con los dedos, pero no me deja terminar.

—Iug. —Sacude también sus hombros y me interrumpe para que no siga—. La mataría si volviera a tener un hijo, me hizo criar a mis hermanos casi sola por estar en su época de coquetear para no quedarse sola. No tengo tiempo para eso otra vez. Esfuérzate más.

—Entonces es... —Me quedo en blanco y no es hasta que frunzo el ceño, resignándome a no tener ideas que ella resopla, dándose por vencida también a mi falta de creatividad.

—Te daré una pista —me dice—. Tiene que ver con el innombrable.

—Eh... —Pienso otra vez porque Sophie tiene la costumbre de catalogar como innombrable a cada persona con la que sale y no resulta—. ¿Cuál de todos?

—No uno de mis innombrables —aclara, acercándose en la cama para sacudir los brazos con emoción—. Sino que tiene relación con El Innombrable. Con Nicholas.

Por unos segundos me quedo más confundida por la dirección del tema porque hace mucho no hablábamos de él. Y cuando digo hace mucho, es porque hasta escuchar su nombre me provoca una sensación extraña como de ajenidad porque hubo un tiempo en el que parecía estar presente en cada aspecto de mi vida incluso en formas indirectas, pero ahora no queda nada de eso. Ya pasó mucho tiempo.

Pero luego, viene el pánico porque hay sólo una persona que se me viene a la mente y de la que no esperaría una noticia así jamás.

Ya no suelo pensar tanto en ella tampoco, no al menos como lo hice cuando Nicholas seguía persiguiéndome en mis mayores inseguridades, pero la sorpresa y el rechazo comienza en la boca de mi estómago y debo ponerme pálida porque Sophie se adelanta a que saque mis propias conclusiones cuando termina el juego y acaba con el misterio.

— ¡Es Cassie! —Grita, tomándome de los brazos y sacudiéndome; el alivio se vuelve tan cegador que hasta suelto un suspiro porque por un segundo, por un breve momento, imaginé la posibilidad de que Nicholas y ella hubieran vuelto. No puedo ni explicar las teorías que pensé y hasta suelto una risa para alejar esa idea, quitándome sus manos de encima para que deje de sacudirme—. ¿Te acuerdas de ella?

— ¡Dios! ¡Me asustaste! —Me quejo, empujándola—. Por poco me desmayo, Sophie, no vuelvas a hacer eso. Ni siquiera recuerdo quién es Cassie.

— ¡Ay! Estaba con nosotras en un trabajo que hicimos en... No me acuerdo qué era, pero fue muy simpática y nos invitó a comer hamburguesas cuando terminamos aunque todo quedó en nada porque tenía otro grupo de amigas y nunca pudo integrarse bien a nosotras. Es rubia, bajita, delgada, la que estaba con...

— ¿Cassie? —Abro la boca y por un segundo, me quedo en blanco porque dejé de verla cuando empezamos el internado—. ¿Esa Cassie? ¿Estás segura? —Sophie se peina el pelo con los dedos mientras asiente muy rápido, sacándome de la sorpresa inicial para incorporarme porque tenía razón, no puedo creerlo—. Espera, entonces... No me digas que es de quien creo que es.

—No. —Lo niega antes de que pueda siquiera formular la pregunta porque imagino que también se le habrá pasado por la cabeza que si Cassie está embarazada, eso podría significar que cierta persona es responsable de este incidente—. No es de él, pero también lo pensé.

— ¿Cómo sabes que no?

—Porque obviamente ya averigüé todo al respecto y escucha, ellos terminaron al empezar las vacaciones de verano, así que los cálculos no coinciden porque el embarazo es reciente. Cassie estuvo con su ex anterior después de la ruptura y todos suponen que ahí nació el milagro. ¿Lo puedes creer? Creo que va a congelar la carrera porque quiere tenerlo, al menos eso es lo que me dijeron.

Parpadeo con la boca aún abierta y apoyo mi espalda en el respaldo de la cama, sin asimilarlo. Quizás sea porque en mi cabeza automáticamente sólo había un rostro que pudiera ser la otra mitad de la ecuación, pero me parece increíble creer que Cassie está embarazada.

Es como... Casi como cuando me enteraba que una de mis compañeras en el colegio lo estaba y me preguntaba qué dirían sus padres cuando lo supieran. Y claro que esto no es un embarazo adolescente, Cassie tiene casi veintitrés como yo, pero se siente parecido.

— ¿Quién te dijo todo eso? —Le pregunto en voz baja.

— ¿Por qué? ¿Qué importa?

—Para no contarle nada privado nunca jamás. —Agrego, negando con la cabeza—. Hablas como si fueras su amiga y ni siquiera hablas con ella. Ahora me siento mal por conocer su secreto y estar hablando a sus espaldas. Puede que esté muy afectada y tú contándolo como si fuera un personaje de farándula.

—No es un secreto, Lauren, lo sabe toda la universidad. O todos la que la siguen, al menos. Lo publicó en Instagram la semana pasada con una fotografía de la ecografía y las cursilerías que siempre ponen las nuevas mamás... Cosas como ''aún no conozco tu cara y ya te quiero con todo mi corazón'', o ''estamos ansiosos por tenerte''. —Asiente con la cabeza cuando me ve aún sorprendida—. ¿Quieres ver la foto?

Niego con la cabeza.

—No es que no te crea, es que... Qué raro que esté tan feliz, lo último que supe fue que estaba muy enamorada de Nicholas, duraron bastante tiempo. Y si dices que terminaron en verano, no fue hace tantos meses como para superarlo tan rápido. —La miro con más atención porque la noticia no termina de convencerme—. ¿Estás cien por ciento segura, Sophie? A veces te adelantas a las noticias y dices cosas que no son.

—O tal vez somos nosotras las que tardamos tanto en olvidar a alguien, ¿no lo has pensado? —me dice divertida—. Todavía tenemos nombres prohibidos.

—Tú tienes nombres prohibidos, no yo.

— ¿O sea que no te molesta que mencione a cierta persona que te tuvo embobada por meses el año pasado para que después todo acabara sin ninguna razón?

La miro con una sonrisa.

—No, no me molesta que hables de ella. —Supongo que no sería mi tema favorito de conversación, pero no llego a los extremos de prohibirme escuchar su nombre porque no puedo superar la pena. Puede que sea porque aún es reciente y no asimilo que las cosas se están enfriando más rápido de lo que comenzaron, pero lo que siento es diferente a todo lo demás. A Sophie le gusta molestarme con mencionarla cuando cree que sólo estoy haciéndome la dura, pero en realidad no hay mucho que ocultar. Su nombre no detona nada malo en mí.

— ¿De qué están hablando? —Audrey se une a la conversación cuando vuelve a mi habitación y ahora ya no está usando la misma sudadera, sino una camiseta ajustada que le regalé cuando dejó de quedarme tan cómoda por subir un poco de peso el último año.

Sophie coloca sus piernas sobre las mías al recostarse en la cama y nos mira con actitud despreocupada cuando me roba el pedazo de pizza para comérselo ella.

—De la ex de Lauren. —Empujo las piernas de Sophie cuando me traiciona.

— ¿Cuál de todas? —Pregunta Audrey.

— ¿Cómo que ''cuál de todas''? —Digo, soltando una risa sorprendida—. No hay una lista, sólo tengo dos. Bueno, una, en realidad, porque la otra no fue precisamente... —Me doy cuenta que no necesito especificar para que entiendan y no le doy importancia—. Ustedes saben por qué.

—Ya, ya, pero ¿por qué estaban hablando de ella? De la que sí es tu ex y no podemos mencionar. —Me pregunta Audrey, haciendo una cara que conozco porque es la que usa cuando piensa que voy a ponerme a llorar en cualquier momento.

—Porque Lauren sigue en negación —le responde Sophie.

— ¡No es verdad! —Alzo la voz y aunque quiero aclararle que en ningún momento les pedí que no la mencionaran como si fuera una especie de código secreto entra amigas, no digo nada porque se está desviando el tema—. —Ni siquiera estábamos hablando de ella, sólo...

—Oh, por favor no me digas que te pusiste triste otra vez. —Me dice Audrey—. Tengo un conflicto de intereses al respecto, pero sabes que siempre estoy de tu lado y quiero saberlo todo. ¿Volvieron a hablar?

—Nunca dejé de hablar con ella y no, Audrey, no estoy triste así que pueden nombrarla porque no sé cuántas veces tendré que decirles que no me afecta —le respondo.

—Ah, cierto, te haces la madura siendo su amiga cuando quieres mantener esa ventana abierta para cuando quieras desestresarte. —Sigue molestándome Sophie.

—Cállate. —Me lanzo sobre ella mientras me río y le cubro la boca, pero entonces suena mi celular con una llamada y tengo que alejarme en lugar de seguir vengándome porque Sophie sabe mejor que nadie que nuestra relación se volvió complicada desde que decidimos tomarnos un tiempo.

Un tiempo que nunca llegó, claramente, porque aunque mi idea era alejarnos para aclarar bien las cosas, seguimos viéndonos más seguido de lo que deberíamos y me resulta difícil explicar que a pesar de que ya no existe una relación como tal, estoy sobrellevándolo como puedo. Sophie dice que seguir acostándome con ella no sirve para escapar de los efectos colaterales de estar en teoría soltera, pero yo creo que sí ayuda.

No tiene nada que ver con usarla para desestresarme porque yo no soy así, no sirvo para acostarme con gente sólo para pasar el rato, sino que confío en ella, la quiero y es importante para mí. Quizás no como he querido a otras personas, pero me hace sentir mejor, me gusta que pasemos tiempo juntas y en general lo que menciona Sophie no es algo que planee, supongo que simplemente... pasa. De vez en cuando, una cosa lleva a la otra.

Veo mi celular y leo el nombre de Felicity, aunque no es una llamada sino un mensaje. Anuncia que estará esperándome fuera del bar donde le dije que estaríamos alrededor de las diez y media para llevarme al hospital donde trabaja mi papá y darle una sorpresa por su cumpleaños. Sonrío antes de enviarle una confirmación y me aseguro de recordarle que parte del trato es que debe pasar a buscar el pastel que le encargué hace una semana porque mi regalo, en cambio, lo terminé hace varios días.

Un día estábamos los dos viendo fotografías de cuando estaba en sus veinte y recuerdo que su cara cambió cuando encontramos una con mis abuelos paternos; él nunca habla de sus papás y aunque no me lo ha dicho directamente, sé que tenían mala relación y que esa fue una de las razones por las que mi papá dejó de visitarlos mucho antes de que yo naciera. Tengo vagos recuerdos de cómo eran porque creo haberlos conocido sólo una vez, pero cuando miró la fotografía, un destello de nostalgia me llamó la atención cuando murmuró algo sobre el suéter que estaba usando.

Se lo había hecho su abuela, la mamá de su papá, y lo perdió en las vacaciones que tuvo con mi mamá recorriendo la costa cuando comenzaron a salir. No recuerda exactamente en qué ciudad fue la última vez que lo usó porque solían acampar mucho en esa época y cuando creyó que estaba guardado en su mochila al cambiarse de ciudad, en realidad no estaba. Me esforcé mucho en buscar lana que se le pareciera y después de dos semanas enteras viendo tutoriales en Youtube sobre cómo tejer un suéter para hombre que se viera medianamente aceptable, logré terminarlo.

Quizás no haya quedado exactamente igual, pero siendo objetiva, quedó bastante bien. Espero que le guste porque es mi misión para este año era darle un regalo tan significativo como el telescopio – Cada año intento darle algo que le guste, pero que le guste de verdad, y sé que todavía no lo consigo aunque me agradece cada cosa que hago. Sé además que él no me obsequió el telescopio sino que fueron mis abuelos, pero tuvo mucho que ver y quise esforzarme con más ganas este año para cumplir la meta.

—Bueno, ¿ya terminaste de mostrarnos tu ropa? —Le pregunto a Audrey cuando se dispone a guardar sus cosas en su mochila—. Dijimos que luego iríamos a beber para divertirnos y yo sigo aburrida. No estás cumpliendo lo que prometiste.

—No me mires a mí. Tú eres la que cambió los planes por el cumpleaños de su papá.

—No puedo emborracharme, pero sí puedo beber. —Aclaro, poniéndome de pie y tomando sus manos para tirar de ella y que me acompañe—. Quizás podamos coincidir de nuevo el próximo mes así que no seas aburrida y muévete. Puedes invitar a Aiden si quieres.

—Sí, nada mejor que verlos darse besos toda la noche —se queja Sophie.

—Bueno, entonces... Puedes invitar a Mason, ¿o para qué te llamó?

—Para preguntarme sobre unos informes de la semana pasada —murmura Audrey—. ¿Sabes? Es buena idea, no sé por qué no se me ocurrió cuando hablé con él. Le diré que nos veamos en el bar de siempre para que se anime y que invite a sus amigos también. Nada mejor que reunir un grupo grande y beber cerveza barata para quejarnos por horas.

—Lo haces sonar tan deprimente, Audrey. —Dice Sophie de mala gana.

—Es el cansancio, disculpa. Después de la segunda cerveza volveré a ser la misma.

— ¿La misma cursi insoportable? —La molesta—. No, olvídalo, creo que prefiero a la deprimente.

—Ándate a la mierda. —Murmura Audrey, dándole la espalda—. Llamaré a Mason y también a Aiden porque entre más gente mejor, ¿está bien?

Sonrío y asiento porque pienso igual. Entre más personas, menos pienso en que hay algo mal conmigo. Supongo que todo es más soportable cuando tienes personas en las cuales apoyarte, y aunque mi vida pareciera ser tranquila y ser todo lo que siempre quise, sé que no está siendo exactamente como imaginé que sería cuando estuviera en mi último año porque me cuesta... encontrarme, si es que tiene sentido. A pesar de que tengo todo lo que siempre quise, no me está causando la felicidad que pensé que tendría después de esperarlo por tantos años. Es una sensación que arrastro conmigo y que no comento con nadie porque nunca quiero pensar en eso.

Y no haré la excepción hoy. Porque ya habrá tiempo para pensarlo después.


Camila

—Sé que no tengo que recordarte que Julia va a querer matarte si te ve haciendo eso porque lo sabes mejor que yo, pero te lo digo igualmente: Deberías devolver eso antes de que llegue. —Me dice Craig cuando lo desconcentro con mis suspiros irritados por milésima vez; suspiros que hago con exageración a propósito para tener un poco de apoyo moral.

La verdad es que más que estar irritada, quería llamar su atención porque odio estar enojándome por algo tan importante y que no me pregunte qué me pasa cuando lleva mirándome más de diez minutos, no voy a mentir, así que celebro mentalmente porque funcionó. Bingo.

Mantengo el vestido cerca de mi cuerpo para imaginar cómo se me vería y sin apartar la vista del espejo, resoplo de nuevo con decepción porque no sé qué pasó en el camino, pero Julia ya no tiene tan buen gusto como antes. Ya no puedo robarle la ropa que necesito para ocasiones especiales, me está fallando y eso me enoja. Lo máximo que puede interesarme son sus chaquetas, pero nada más. Qué irritante.

—No estoy haciendo nada malo —respondo.

—Haces lo que para ella es la regla número uno de la casa: No meterse en sus cosas.

—Argh, es una llorona. Que llame a la policía si quiere, no me importa. Tiene suerte que ahora se viste horrible porque no me dan ganas de quedarme con nada. —murmuro como una queja, lanzando el vestido al suelo a pesar de que tiene una etiqueta bastante costosa; un regalo de mis papás por su cumpleaños, imagino—. Ni loca voy a ponerme eso.

— ¿Por qué no?

—Espero que no me lo estés preguntando en serio. ¿No te das cuenta que soy demasiado bonita para ponerme esa cosa?

—Creí que nada podía opacarte —recuerda mis palabras, sacándome de quicio.

—Es una forma de decir —me explico—. Porque sí, seguiría viéndome bien, pero digamos que... Me vería como un ocho y medio cuando estoy acostumbrada a ser un diez, ¿entiendes? No puedo hacer esa atrocidad. —Él se ríe, pero yo hablo muy en serio.

—Ah, claro, se me olvidaba con quién estoy hablando.

—Es la verdad. Antes se vestía bien, ¿te acuerdas? Apuesto que cambió toda su ropa a propósito. Quizás hasta tiene un armario secreto para que no pueda sacarle nada.

—Es muy probable. Yo también lo creo.

— ¿Crees que antes se vestía mejor o que tiene un armario secreto?

—Lo del armario, por supuesto. Mi voto se va a la cocina, una de las estanterías tiene un sonido raro cuando la abres, así que quizás tenga una puerta que no hemos descubierto...

Ruedo los ojos.

—No te burles.

—No me burlo. —Craig se ríe y levanta la vista de su libro para mirarme con diversión—. Sabes que aunque estoy en contra del robo, te diría si tuviera un escondite a cambio de que me apoyes en lo que quiero ordenar para comer los viernes en la noche. Por algo eres mi cuñada favorita.

—Soy tu favorita porque soy la única que tienes, no me siento nada especial. —Enarco las cejas y quedándome sin ideas para buscar en la habitación de Julia algo que ponerme, camino hasta sentarme junta a él en el sofá.

Está leyendo un título extraño sobre la época de Versalles y aunque antes habría bostezado de aburrimiento, me terminé acostumbrando después de tanto meses conviviendo con él. No es que vivamos juntos; este departamento sigue siendo de Julia excepto por la habitación del fondo que se encargaba de cobrarme cada mes cuando comenzamos a vivir juntas, pero Craig pasa la mayor parte de los fines de semana aquí por Sherlock y es como si estuviera viviendo con nosotras también.

—Podrías espiarla esta noche, averiguar si hay una habitación secreta y decírmelo mañana. —Sugiero.

Craig no aparta la vista de su libro cuando se ríe.

—Lo haré con gusto, pero si me descubre, tú tendrás que enfrentarla. Se pondrá furiosa.

—Tarea fácil. Estoy acostumbrada a sus arranques de ira, que no se te olvide que soy una sobreviviente de su época adolescente y que viví con ella casi todo el embarazo. —murmuro con terror—. Eso te da valor, ¿sabes? No me da miedo.

— ¿Y querrás arriesgarte a una pelea tonta sólo por un vestido? Podrías comprarte uno si quisieras.

—No alcanzo. —Suspiro—. Julia debería estar llegando en una hora.

—Ah... Ya entiendo los nervios. —Craig parece entender la situación y frunce el ceño—. Asumí que ibas a salir para no encontrarte con tus papás.

— ¿Ah? —Me confunde que los mencione sin razón y tardo en entender que piensa que estoy nerviosa por encontrármelos—. No, no, no estoy así por ellos —aclaro, sacudiendo la cabeza—. Me deprime no tener nada lindo que ponerme, no el hecho de que vendrá con mis papás. Eso me tiene sin cuidado.

— ¿Segura? Porque su forma de demostrar que te extrañan es algo peculiar, ¿no? —Me pregunta, y yo me quedo callada porque Craig no sabe toda la historia y cree que si estamos peleados, es porque no le gustó que dejara la residencia para venir a vivir con Julia. Sigue creyendo que están molestos porque estoy importunando su nueva vida cuando en realidad, si vine a vivir con ella es porque ellos me dejaron en la calle al no seguir pagándome la habitación cuando supieron que quise cambiarme de carrera.

Mi mamá se puso como una loca, fue a verme una mañana sin avisar y me gritó tantas cosas que ya olvidé la mayoría, y mi papá... En realidad no dijo nada, pero no necesitó hacerlo porque sólo dos semanas después me dieron el aviso de desalojo por término de contrato y tuve que recurrir a situaciones extraordinarias.

Julia me ocultó por meses en su departamento cuando le rogué que me dejara quedarme. Inventaba excusas para no recibir a mis papás en el departamento y cuando querían ver a Sherlock, ella los llevaba a su casa para que no pudieran ver mis cosas. Pero todo se supo un día en el que mi mamá llegó de improviso y yo le abrí la puerta. Cuando intenté explicarme, me golpeó tan fuerte antes de gritar que me fuera de su casa, que era una aprovechada y que Julia no iba a mantenerme por lástima. Recuerdo que hasta Sherlock se puso a llorar porque se asustó. Yo estaba sola con él, y aunque tuve que quedarme callada para evitar empeorar las cosas en un lugar que no es mío, nada me detuvo a sacarla a la fuerza.

Obviamente, estuve mal por días después de verla. Por semanas enteras. Dejé de ir a la psicóloga, retrocedí lo poco que había avanzado en esos meses y no quise decírselo a nadie, ni siquiera a Kat porque temí que se decepcionara de mí, y a partir de entonces, todo en mi vida empeoró a niveles decadentes que no me gusta recordar.

Pero son tiempos que ya quedaron atrás. Y si antes ver a mis papás me ocasionaba una sensación aplastante en el pecho que me impedía respirar, ahora es indiferente. Estoy más segura de mí, de lo que soy y de cómo tengo que seguir adelante a pesar de que me veo obligada a mantener una relación indirecta con ellos.

—Todo en ellos es peculiar desde que tengo uso de razón, así que acostúmbrate porque ya eres bienvenido en la familia y gracias a Sherlock, tendrás que quedarte por siempre. —Le digo con sarcasmo.

—Eso no me da muchas esperanzas.

—Porque aquí no hay esperanzas. —Niego lentamente con la cabeza.

—Si vas a salir porque vienen, entonces me doy cuenta. —Me pregunta, entrecerrando los ojos—. ¿Irás con Kat a alguna parte?

Sonrío.

—No querría ponerme un vestido tan provocativo para ir a ver a Kat. —Le respondo, arrugando la nariz—. Y sólo para aclarar, no voy a salir por ellos. Salgo porque quiero.

Él ensancha su sonrisa y chasquea la lengua como si hubiera ignorado algo que es demasiado obvio para no haberlo visto.

—Claro, ya entendí, aunque dudo que tengas que esforzarte tanto en vestirte para salir con él. —Añade.

—Tienes razón, pero ¿qué tiene de malo jugar un poco? —Le pregunto, sonriendo con la lengua entre los dientes antes de levantarme.

—Si vas a salir, entonces asumo que tengo que guardarte comida china para mañana.

— ¡Por favor! —Grito cuando entro a mi habitación y cierro la puerta. Al entrar, siempre me quedo unos segundos viéndola porque creo que es la más pequeña que he tenido en mi vida.

Es casi del mismo tamaño que la de Sherlock y me ofendería si no fuera porque Julia casi no me cobra renta excepto cuando le baja el odio conmigo. Los primeros meses recuerdo que insistió en que debía hacerme cargo de la renta y además de algunas cuentas, pero Craig la convenció de que no necesitaban un dinero que claramente no tenía. A cambio, cuido a Sherlock cada vez que quieren salir a comer y algunos fines de semana en los que Julia insiste que necesita despejarse fuera de la ciudad.

Al principio me daba que risa que actuara como una mujer millonaria cuando no tiene ni treinta años, no consigue trabajo porque ni lo intenta y es mantenida en gran parte por el dinero de mi papá, pero bueno, decidí dejar de opinar porque yo también soy una hipócrita mantenida y aunque suene difícil de creer, actualmente nos llevamos bien. Al menos tanto como podríamos después de todo lo que pasó.

A veces sigo escuchando la voz de mi psicóloga diciendo que nuestra relación mejoró porque ambos lo quisimos y que cuando crea que quiere hacerme daño, tengo que recordar que no todos a mi alrededor hacen las cosas con mala intención, pero por favor. No vamos a engañarnos. Para ella es fácil decirlo porque no conoce a Julia y no vivió con ella. Si lo hubiera hecho, también necesitaría terapia dos veces por semana. Quizás hasta tres.

Me lanzo a la cama para ver la hora en mi celular. Ethan no podrá venir a buscarme hasta en dos horas y es cierto que ya no siento el impulso de correr cuando sé que vienen mis papás, sus palabras no me afectan como antes e incluso si discutiéramos, sé que no voy a quedarme acostada hasta que me aburra de mi miseria. Ya no soy así. Ni siquiera es que tenga que esforzarme por ignorarlos, es que simplemente sus palabras suenan... vacías.

Cuando mencionan que están decepcionados, que no esperan nada de mí, que soy una malagradecida... Es como si hablaran de otra persona porque ya no me identifico con nada que provenga de ellos. Yo sé que no me conocen y que nada de lo que dicen es cierto.

Pero hay partes de mí que siguen prefiriendo estar en otra parte, y aunque por demasiado tiempo creí que eso no me hacía bien porque era lo mismo que hacía antes, ahora me doy cuenta de que no tiene nada que ver con eso y que mientras yo esté tranquila, nada más importa.

''puedes creer que serás tan afortunado de tenerme durmiendo hoy en tu casa???'' Le escribo a Ethan cuando veo que está en línea. ''eso, si aceptas el honor de verme.''

Tarda un poco en responder, pero cuando lo hace, es justo lo que pensé que respondería.

''cómo decirte que no? imaginaba que me extrañarías''

''no te creas tanto, no eres nada especial.''

''No?''

''Nah. Pero siempre puedes esforzarte por hacerme cambiar de opinión.''

''Trato.'' Sonrío. Con Ethan no somos precisamente una pareja, aunque este último tiempo funcionamos casi como una. Después del último intento de relación que tuve en el que terminé sintiéndome más vacía de lo que jamás me sentí con Nicholas, es difícil para mí confiar en que no voy a recaer. A veces me veo a mí misma como en una especie de nueva rehabilitación que no tiene mucho que ver con la primera porque con Ethan es diferente. Diferente a... todo lo demás, supongo. Porque yo jamás había estado tan bien conmigo misma.

Le envío un mensaje para que pase a buscarme en una hora en lugar de dos. Pero me arrepiento de no haberlo presionado más cuando escucho que Julia llega antes al departamento. Alguien hace sonar la puerta de mi habitación antes de intentar abrirla y cierro los ojos con molestia porque Julia nunca toca hasta que me doy cuenta que quien abre la puerta no es ella sola, sino que está con Sherlock en brazos.

La molestia desaparece cuando él me sonríe y abro los labios con emoción cuando lo veo insistir en que Julia camine hacia mi cama, estirando sus brazos para que lo cargue. Me ato el pelo para estar más cómoda y entonces me pongo de pie para alcanzarlo antes de que él lo haga.

— ¡Ah, Sherlock! Por fin llegas, te extrañé. —Lo saludo con una risa cuando empieza a patear con desesperación para que Julia lo suelte—. Lo sé, lo sé, ¡qué tortura estar con tu mamá! Ya estoy aquí para salvarte. —Exagero cuando lo cargo, fingiendo estar sorprendida cuando Julia me mira molesta—. ¿Qué? Lo dijo él.

—Tienes que dejar de fingir que eres la traductora de Liam, es molesto.

—Lo dices porque estás envidiosa de nuestra conexión. —Junto mi frente a la de Sherlock después de darle un beso a la mejilla y finjo estar recibiendo una señal que no puedo entender bien—. ¿Qué cosa? ¿Qué dices? ¿Que soy la más simpática y perfecta de todas? Sí, ya lo sabía. ¿Y que tu mamá huele feo? ¿A popó?

—Ay, eres tan infantil. —Dice Julia, ignorándome cuando me da la espalda—. Tienes suerte de que le caigas bien y te quiera, veremos si eso cambia cuando crezca y tenga decisión propia.

—Seguirá queriéndome porque todos lo hacen. —Camino con Sherlock hacia el centro de la sala de estar y él me sonríe, sin entender mucho pero suele hacerlo cada vez que lo miro—. ¿No vendrán tus visitas? —Le pregunto a Julia a pesar de no estar viéndola.

—Están estacionando el auto —me responde, esperando que Craig tome las bolsas del supermercado para llevarlas a la cocina y poder estar solas; a estas alturas no sé por qué sigue ocultando el hecho de que mis papás no quieren verme porque si antes me odiaban, ahora me detestan desde que las cosas no mejoraron después de echarme de la casa. No mentiré y diré que no me da satisfacción, porque lo cierto es que mejora mis días—. ¿Qué haces aquí todavía? ¿No ibas a salir con Ethan?

—Ethan —murmura Sherlock, presionando sus manos pegajosas en mis mejillas—. Quiero mostrarle mi dinosaurio. —Me avisa, sacudiendo sus piernas cuando le pide a Julia su juguete—. Mira. —Julia me lo enseña y yo me río porque Sherlock abre mucho los ojos—. Tiene el cuello así... —Abre sus brazos para mostrarme el tamaño—. Y las patas así. —Ahora entrecierra los ojos y hace una pequeña pinza con sus dedos.

— ¿Y cómo se llama?

—Diplo... —Le cuesta pronunciarlo—. Diplodocus. Quiero que Ethan lo vea.

—Quizás mañana, ¿está bien? Le diré que pase a saludarte. —le aviso, besando su cabeza cuando lo dejo en el suelo para que corra a mostrárselo a Craig. Físicamente es una versión miniatura de él; tiene el pelo castaño claro con muchos rulos, los ojos muy oscuros y la forma de la nariz es prácticamente la misma. No se parece mucho a Julia, lo que la tuvo en una mini depresión durante los primeros meses pero que luego superó porque se le ocurrió la locura de pensar que cuando tuvieran una niña, se parecería a ella.

— ¿Y? —Me insiste, tomando mi brazo para llevarme hacia la puerta—. ¿Vas a salir?

—Sí, relájate. —La miro seria—. Vendrán a buscarme en una hora, que no se note tu preferencia al querer echarme del que técnicamente también es mi departamento.

—A estas alturas deberías entender que lo hago por ti, Camila. Para evitarte el mal rato.

—Lo sé —asiento con la cabeza—. Pero que se atrevan a decirme algo y yo les daré el mal rato a ellos. —Advierto, mirándome las uñas cuando me envía una mirada de advertencia porque hace mucho que no discutimos y quiere que se mantenga así—. ¡Sólo digo! No voy a quedarme como estúpida sólo mirando si hacen algún comentario.

—Lo dices como si antes te hubieras quedado callada. Nunca tuviste problemas con defenderte.

—Antes lloraba y hacía escándalo, que es diferente.

—Bueno, como sea. Pensé que no estarías para cuando llegáramos, así que mamá no sabe que va a encontrarse contigo. —Está haciendo demasiado drama y como no quiero entretenerme en este tema, sólo asiento con la cabeza sin darle importancia—. ¿Podrías sólo saludarla y ya? No quiero que se forme una pelea, y si no lo haces por mí, hazlo por Liam.

— ¿Liam? —Me hago la desentendida.

—Sí, él no necesita...

— ¿Quién es Liam? —Le pregunto con diversión y se estresa.

—Sherlock o como le digas —murmura—. Hazlo por él, le gusta ver a sus abuelos y se asusta mucho cuando hay peleas.

Frunzo el ceño porque esa advertencia la habría aceptado hace tiempo, pero ahora está completamente fuera de lugar cuando la única interacción que he tenido de más de cinco segundos con mi mamá fue hace meses cuando me preguntó dónde estaba Sherlock y tuve que responderle que con los papás de Craig. Así de buena es nuestra comunicación.

—Eres muy manipuladora —le digo, cruzándome de brazos.

—Toda una vida contigo me preparó para este momento. Aprendí de la mejor. —Lo dice como broma y se me escapa una risa hasta que alguien toca la puerta.

Y como normalmente pasa: Más de un año de terapia no es suficiente. No para permanecer tanto tiempo en lo que siempre detonó cada mal recuerdo.

Reconozco ese malestar en mi pecho cuando sé que son ellos, esas sacudidas en los dedos porque verlos me descompone, y aunque no es tan intenso como antes porque su rechazo causa cosas diferentes a la culpa que sentía antes, sigue estando ahí. Sigue presente. Y como ya no estoy dispuesta a retroceder, a quedarme en un lugar donde no estoy cómoda porque sé que no me lo merezco, los saludo con cortesía cuando los veo, pero decido volver a mi habitación para mantener distancia.

Eso no me hace una cobarde. Reconocer cuándo salir también es una forma de quererme y nada de lo que hago para cuidarme significa que no puedo, sólo que no quiero.

Apoyo mi espalda en la puerta cuando estoy dentro, con una barrera separándome de esa versión de mí misma que me esfuerzo por proteger y mejorar, y respiro al recordar que no tengo que demostrar nada. Y cuando mi celular suena luego, avisándome que Ethan llegó, la sensación amarga queda atrás, justo como lo hacía Kat cuando no tenía a nadie más.

Porque como siempre, todo lo que puedo hacer al ver su nombre es sonreír.

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