ʟᴏᴠᴇʀ - ʀᴇᴍᴜꜱ ʟᴜᴘɪɴ

By lamejorswiftie_13

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Conocía a los Merodeadores, y realmente no sé llevaba bien con ellos pero, ¿quién diría que gracias al profes... More

Cast.
Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29.
Capítulo 30.
Capítulo 31.
Capítulo 32.
Capítulo 33.
Capítulo 34.
Capítulo 35.
Capítulo 36.
Capítulo 37.
Capítulo 38.
Capítulo 39.
Capítulo 40.
Capítulo 41.
Capítulo 42.
Capítulo 43.
Capítulo 44.
Capítulo 45.
Capítulo 46.
Capítulo 48.
Capítulo 49.
Capítulo 50.
Capítulo 51.
Capítulo 52.
Capítulo 53.
Capítulo 54.
Capítulo 55.
Capítulo 56.
Capítulo 57.
Capítulo 58.
Capítulo 59.
Capítulo 60.
Capítulo 61.
Capítulo 62.
Capítulo 63.
Capítulo 64.
Capítulo 65.
Capítulo 66.
Capítulo 67.
Capítulo 68.
Capítulo 69.
Capítulo 70.
Capítulo 71.
Capítulo 72.
Capítulo 73.
Capítulo 74.
Capítulo 75.
Capítulo 76.
Capítulo 77.
Capítulo 78.
Capítulo 79.
Capítulo 80.
Capítulo 81.
Capítulo 82.
Capítulo 83.
Capítulo 84.
Capítulo 85.
Capítulo 86.
Capítulo 87
Capítulo 88.
Capítulo 89.
Capítulo 90.
Epílogo.
Final alternativo

Capítulo 47.

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By lamejorswiftie_13

"The scars..."

La rubia hizo como si lo de anoche no hubiera pasado, dirigiéndose a la habitación de los adolescentes.

Remus esa noche le costó más de lo normal dormir, no podía pensar en otra cosa que no fuera su novia, no sabía qué había pasado, pero estaba realmente preocupado.

Tocó la puerta con cuidado, sin saber si estaban despiertos o no, de todas maneras, entró cuando terminó de tocar.

—Rem. —dijo algo sorprendida al verlo despierto junto a una sonrisa—

El castaño, la miraba algo serio y con las manos en el bolsillo. Su sonrisa decayó cuando lo vio así.

—¿Pasa algo? ¿Estás bien? —dijo acercándose con cuidado mientras que intentaba no hablar muy alto, el resto seguía durmiendo—

—Anoche nos encontramos a Lily llorando en la sala común, había pasado algo contigo.

Mierda. Fue lo único que pudo pensar en ese momento.

—Estás muy rara, Nea y te pasa algo.

—Estoy bien. —dijo tratando de sonreírle—

—Si quieres no me lo digas, pero no me mientas diciendo que estás bien. —se acercó a ella apoyando su frente a la de la rubia—

Cerró los ojos mientras suspiraba.

Se lo quería decir, pero a la vez no, él tenía suficiente con lo suyo, como para que ahora llegase ella a dificultarle más la vida.

—Feliz mes, Rem. —él sonrió levemente al escucharla—

Levantó la cabeza para mirar a sus ojos cafés que tanto le gustaban.

—¿Qué? —preguntó con una sonrisa—

Negó, no apartaba la mirada de ella y sonreía dulcemente.

La acercó, abrazándola por la cintura.

—Como los chicos se despierten, nos odiarán.

—Que les den. —ella soltó una risa, que tapó con la mano, él también rio—

—En el fondo no podrías vivir sin ellos. —dijo poniendo sus brazos al rededor de su cuello estando más cómoda—

—No estaría tan seguro.

—Mientes. —se puso de puntillas, se acercó más a él finalmente besándolo—

Le siguió el beso sin pensarlo, saliéndole una pequeña sonrisa en medio del beso.

—Ir a una habitación. —habló Sirius quejándose con la voz cansada y poniéndose la almohada en la cara—

—Parad de recordarme que Lily no me quiere, me torturáis. —siguió James también quejándose—

—Te lo dije.

Resopló para poner su cara en el cuello de ella, abrazándola por la cintura. Río para acariciarle el pelo.

—Me voy a dormir. 

—Pues no lo hagas que tenemos plan para hoy.

La miró con el ceño fruncido.

—¿No te acuerdas? —preguntó divertida—

Él negó avergonzado.

—Cita en las tres escobas y por la noche a las cocinas, lo sabemos, ¡dejad de torturarnos! —se quejó el pelinegro con el pelo más largo, tirándoles un cojín en el proceso—

Ella lo cogió antes de que fuera a ellos sin siquiera mirar.

Todos la miraron sorprendidos.

—¿Qué?

James se levantó de golpe casi cayéndose.

—Serías una cazadora impecable.

—Las pruebas de Quidditch ya se han hecho, y paso, gracias. Ahora levantaos y todo eso, tenemos que ir a desayunar.

—Si madre.

Rodó los ojos separándose de su novio. 

—¿Qué os he dicho de llamarme así? —habló poniendo sus manos en la cintura en forma de jarra—

—Perdón, mamá.

Ella miró a su novio en busca de ayuda.

—No tienen remedio. —se encogió de hombros divertido—

Le dio otro beso antes de salir por la puerta.

En cuanto los cinco pisaron el gran comedor, Christine volvía a estar ahí, esta vez, le cogió del brazo apartando a Sirius que estaba a su lado.

—Hola, Ate. —dijo con emoción— Me he enterado de que Remus y tú hacéis un mes, ¡felicidades! —ella le miró con cara de pocos amigos, la platina se acercó a ella— Espero que hoy no te pasases de comida.

Suspiró con frustración apartándose del agarre de ella.

—¿Qué te pasa? —dijo con voz irritante—

—Vete a la mierda, Christine. —la chica frunció el ceño haciendo un puchero muy fingido—

—Vamos, Ate, no te pongas así.

—Merlín, no me llames así, y deja de comerme la cabeza.

Los cuatro las miraban expectantes, listos por si tenían que intervenir.

En realidad, todo el comedor las miraba. No podías estar tranquila en Hogwarts.

—No te entiendo.

Cuando vio que todos la miraban, la miró. Sin más, se fue empujándola por el hombro mientras se dirigía a la mesa. Los chicos la siguieron.

—¿Era ella? —preguntó Lily preocupada antes de que el resto llegara—

Todas entendieron que si, cuando bajó la vista, tratando de calmarse.

Se puso algo en el plato, mientras el resto llegaban.

—¿Qué ha sido eso?

—Nada. —dijo mirando su comida con duda—

Suspiró, y se lo metió a la boca creando una sonrisa a las chicas, que con la mirada la felicitaban.

Estuvieron riendo, hablando y comiendo con naturalidad.

Cogieron sus cosas, para poder irse a la excursión. Llegaron a los carruajes, ella como siempre, saludó ya no tan disimuladamente a los animales, a esas alturas le importaba bien poco lo que dijeran de ella.

Se sentó junto a sus amigos, para empezar el camino, el cual estuvo lleno de bromas, ideas y demás. La pareja, estaba cogida de la mano y evidentemente sentados juntos.

—Sirius, aún no has dicho a que olía tu amortentia. —dijo de la nada ella—

—No me acuerdo. —frunció el ceño sin creerlo— Volviendo al mapa...

Se sorprendió lo rápido que pudo cambiar el tema, no sabía qué ocurría, pero lo descubriría. Era buena en eso.

Se fijó en como Stephen miraba hacia ellos cuando llegaron, pero no la miraba a ella. Sonrió al darse cuenta.

—Sabes que lo descubriré, ¿verdad? —le preguntó a Sirius divertida cuando bajaron—

—No es verdad.

—Ya veremos.

—Lunático, tu novia me da miedo. —dijo como su fuera un niño pequeño—

—¡Oye! Luego no me digas "mamá".

—Vale, mamá.

Rodó los ojos mientras el castaño se la llevaba, divertido.

—Los dos parecéis niños pequeños.

—No es verdad.

—Lo es.

—Vamos. —dijo con una pequeña sonrisa cogiéndole de la mano cambiando de tema—

—¿Vamos a honeydukes? —le preguntó con una sonrisa que le contagió rápidamente—

—¿Ahora quien es el niño pequeño?

—Me lo tomaré como un sí.

Dicho eso, la pareja se dirigió hacia la tienda, que al entrar, estaba llena de gente.

Empezaron a mirar comprando algún que otro dulce y chocolate.

Acto seguido se dirigieron ahora hacia las tres escobas.

Se sentaron en una mesa, mientras él iba a buscar las bebidas, las dejó ahí cuando volvió.

Hablaban de temas al azar sentándose uno enfrente del otro.

—¿Podemos hablar de cuando me dijiste que planeabas todo cuando estábamos juntos?

—No todo. —bebió de su bebida preocupando levemente a su novio—

—¿A qué te refieres?

—Una bruja nunca revela sus secretos.

La miró con una sonrisa.

—¿Qué planeaste?

—Lo siento, pero te quedarás con la intriga.

—Vamos, dímelo, por favor.

Negó divertida.

—Dime al menos que planeaste.

Volvió a negar.

—No lo diré, pero se podría decir que soy toda una mente maestra.

—¿De verdad me vas a dejar con la intriga?

Asintió.

—Solo planeé un par de cosas para estar más contigo, no planeé terminar así, aunque no me quejo en lo absoluto.

Tenía una leve sonrisa de lado.

—¿Te conté que Effie me mandó un nuevo libro?

Cuando ella empezó a hablar de su libro, para él, el resto no importaba en lo absoluto, tenía toda su atención en la rubia. Contestaba cuando debía, pero si no, solo se dedicaba a mirarla. Cualquiera que mirasen a ese par, podían ver lo enamorados que estaban, cosa que era totalmente cierta.

—Vaya, vaya. Lunática y el monstruo, menuda pareja. —habló Snape cuando les vio—

—¿Ahora que no está Lucius te sientes más solo que antes? —preguntó con una sonrisa sarcástica—

Uno la miraba con odio, mientras que el otro la miraba con orgullo.

—Déjanos tener nuestra cita en paz y ve a otro lado a lamentarte.

Entonces el pelinegro dio un golpe en la mesa pretendiendo avisar de que algo malo pasaría y tratando de dar miedo, pero daba gracia.

—Snape, vete. —escupió el castaño con odio en sus ojos sorprendiéndola—

—¿O si no qué? —habló con superioridad— ¿Me mandarás de nuevo a la enfermería como el monstruo que eres?

—Lo haré yo misma.

—Estás loca.

—Gracias, ahora, largo.

Miró a los dos con rabia yéndose.

Cuando volvió a dirigir su mirada al chico, lo vio cabizbajo notando como su pierna temblaba.

—Remus. —le llamó dulcemente—

El chico levantó un poco la cabeza, pero ella rápidamente se cambió de sitio ahora quedando a su lado.

Le cogió de la mano.

—Tranquilo, no le hagas caso, ¿no ves que está amargado?

Eso le hizo reír levemente.

—Es un idiota, ni siquiera sabe lo que él mismo quiere. —su mirada se dirigía a ella apretando el agarre de la mano— Estarás bien. —le sonrió— Estoy contigo.

Asintió sonriendo.

—Gracias. —se le salió una lágrima involuntaria, que ella le sacó con cuidado—

—No tienes por qué dármelas.

Cogió la cerveza que aún estaba en su anterior sitio, sin soltarle de la mano quedándose a su lado.

Siguieron hablando animados mientras bebían sin separar sus manos ni un segundo. De hecho, siguieron con las manos juntas cuando debían de volver a los carruajes, y de camino al castillo.

Algunos admiraban su relación, mientras que otros les tenían envidia. No les culpo.

La noche llegó rápidamente para ambos, la cena pasó y ya estaban en camino de las cocinas.

—¿Con qué me sorprenderás hoy?

—Brownie. No me apetece hacer mucho, la verdad, aunque de todos modos tiene su trabajo... —empezó a diagar—

—Me parece bien. —sonrió mirándola—

Como siempre se ató el pelo, pero en el proceso se le levantó la manga y ella ni siquiera se dio cuenta.

—¿Qué es eso? —dijo mirando la muñeca de ella llena de arañazos—

—Nada. —bajó la manga— Bien, necesitaremos...

—Atenea. —dijo serio—

—¿Sí? —la verdad era que estaba algo asustada—

—¿Qué era eso de tu muñeca?

—Nada.

—Atenea, ¿qué era eso? —se hacía una idea, pero prefería no creerlo—

—Ya te he dicho que nada. —ella se estaba desesperando—

 —¿Y qué eran los arañazos de tu muñeca?

—Puede que haya sido Tom. —habló sin importancia—

Cerró los ojos suspirando.

—Por favor, dime la verdad.

—Te la estoy diciendo.

—No, me estás diciendo una verdad que quiero oír, no la real.

—Remus... —rio nerviosa— No es nada, solo hagamos esto y ya está.

Ella cogía lo necesario mientras él la miraba con algo de tristeza en los ojos.

—Necesito saber sí... Te haces daño. —le costó decirlo más de lo que creía—

Ella ya tenía lágrimas en sus ojos odiándose como siempre.

—Dime algo. —dijo cuando vio que no le miraba—

Finalmente se giró. Él fue hacia ella cuando vio las lágrimas.

—No te quería decir nada, por qué tienes suficiente con lo tuyo. —se secó las lágrimas— Lo siento.

La abrazó sin dudarlo.

—Estoy contigo. —le acarició el pelo mientras le daba un beso en la cabeza con cariño—

Ella le abrazaba por la cintura mientras él la tenía cogida como si se fuera a caer.

—Estarás bien.

Se separó un poco.

—¿No me vas a dejar? Todos los que se enteran de mis problemas lo hacen.

—Yo no lo haré. Nunca, te ayudaré hasta que mejores, y cuando lo hagas, seguiré contigo. —ella abrió la boca— Por qué quiero, no me siento obligado.

—A veces odio que me conozcas tan bien.

Él rio, dándole un beso en la frente.

—¿Quieres seguir haciendo el brownie?

Ella asintió para empezar a cocinar. Ambos sabían el mayor secreto del otro, y sabían que se ayudarían mututamente. También sabían que tenían algo más en común, las cicatrices en su cuerpo.

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