Dentro de la casa de Philip se podían escuchar risas y carcajadas, mientras Damien gruñía por estos "ruiditos molestos".
El anticristo se encontraba sentado en un gran sillón con dos pequeñas sombras a sus pies riendo se, mientras sostenía una caja llena de cartas abiertas.
-Y así mocosos, es cómo vuestro papi guardo todos los recuerdos de nuestras primeras citas, hasta que por fin acepto casarse con vuestro Padre- Dijo Damien sonriendo con aires de grandeza.
- Entonces, ¿te rechazó varías veces? nos contaste que aceptó a la segunda vez que se lo pediste- menciono un niño de cabello castaño, ladeando la cabeza.
- ¡Después de la segunda billonésima vez que lo pidió! - se escuchaba al rubio gritar desde la cocina.
- Pero, ¡Philip no destapes esas cosas! No le hagan caso chicos, aceptó a la segunda vez que se lo pedí- explica Damien con semblante serio - Bueno, la segunda vez que lo pedí bien-
- Es verdad, Papi nos contó que una vez llegaste con el tío Kenny y sus amigos vestidos de orquesta de opera para que aceptara ser tu prometido -
El rubio se acercaría dejando una bandeja de galletas en la mesa próxima - Llegó cuando estaba metido en el baño y empezó a gritar como si volviera a estar poseído "¡Oh Philip Pirrup cásate conmigo!" - los niños rompieron a reír con lo que decía su papi, mientras se hinchaban los mofletes a galletas.
Damien abrazó a su querido esposo por la espalda, dando le besos por la cara y el cuello riendo. - Aún así, aquí que estas teniendo una familia conmigo ¿Irónico no crees?-
-Cierto yo era el que estaba perdidamente enamorado por ti- Decía Pip sonriendo le con nostalgia en la mirada. - Y yo el que no se daba cuenta de tus sentimientos en aquellas notas de dolor-.