Pequeño Desastre

By suga_yw23

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Kim Taehyung, un estudiante algo inquieto que juega a querer ser científico. Jeon Jungkook, un profesor que a... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Sujeto #1
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Sujeto #2
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Sujeto #3
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22: Renacer.
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Querido Taehyung.
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Final

Capítulo 33

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By suga_yw23

10 años después.

—¿Ya casi llegamos?

—Si amor, ya casi—Jungkook sonrió por el retrovisor.

Una canción en español se reproducía en la radio, la cual empezó a cantar a todo pulmón desde el asiento trasero. Tartamudeaba las partes que no se sabía y cantaba el coro con todo el aire que almacenaban sus ya cansados pulmones.

Jungkook sonrió.

—¿Cuando aprendiste español?

—Videos de Youtube—contestó con entusiasmo.

—Quisiera tener esa capacidad de absorber todo como una esponja.

—Si puedes, papi.

Jungkook enarcó una ceja, divertido. Cada día su hijo podía sorprenderlo con algo nuevo, y realmente le asustaba todo el conocimiento que puede absorber un niño de tan solo seis años. Era impresionante.

—Si tú lo dices, Jeon Soobin.

Los rascacielos empezaron a ser conocidos para el pelinegro. Ya estaban cerca.

Hace diez años que no volvía a Corea. Se había establecido en Inglaterra, y fue un país realmente y literalmente liberador para él, y claro que no se le pasó por la cabeza volver, no había estado en sus planes, hasta ahora.

Seokjin y Namjoon lo habían visitado en un par de ocasiones junto con la pequeña Jisoo, que ahora era una adolescente. Pero de un tiempo para acá pensó qué tal vez ya era hora de establecerse de nuevo en su país natal, y que su hijo terminara de crecer en la ciudad que lo vio crecer a él. Ahora Corea era diferente, más abierta. Diez años habían hecho una gran diferencia en la sociedad.

Ahora estaba en sus treinta y se sentía pleno. Su hijo fue lo único que necesitó para ser realmente feliz.

—¿Ya casi, papi?

—Ya casi, Soobin—tranquilizó—Estoy seguro que Namjoon y Seokjin estarán encantados de verte. También podrás jugar con Yeontan.

—Me gustan los perritos.

—Ya lo sé.

Pronto divisó el edificio que recordaba se encontraban los aposentos de sus amigos, los cuales a lo largo de los años seguían asentados en ese nidito de amor al cual llamaban hogar.

Bajaron por el estacionamiento subterráneo, parqueando rápidamente el auto y subiendo por el ascensor hasta el último piso. No había avisado de su llegada, y solo esperaba que sus amigos estuvieran en casa. El código era el mismo, en tantos años y aún no lo cambiaban.

Las puertas se abrieron de par en par.

La pareja parecía conversar en el sofá, pero al verlos se pararon rápidamente a recibirlos. Sus rostros eran de total conmoción, sin poder creer lo que veían.

—¡Mi pequeño sobrino!

—¡Tío Bomnito!

El pequeño corrió hacia un Seokjin que parecía que los años no pasaban por él. Tan joven y hermoso como en sus veinte.

—Tú si que sabes cómo comprarme—lo cargó y le dio besitos por todas sus mejillitas sonrosadas. Namjoon se acercó a Jungkook, que aún se había quedado a un pie del ascensor observando a su hijo.

—No avisaste que venías.

—Soobin quería que fuera una sorpresa—explicó.

—Entonces prepararé el cuarto de visitas para ustedes.

—No—le interrumpió—Me quedaré en el departamento. Viviremos ahí, de hecho.

Seokjin, que se acercaba con el niño en brazos chilló infantil—¿He escuchado bien, Jeon Jungkook?

—Si. Nos quedaremos permanentemente aquí—sonrió—Creí que ya era hora de regresar.

La pareja rió mostrando su emoción. Les alegraba tener cerca a su pequeño retoño con su otro pequeño retoño. Ahora tendrían con quien pasar las navidades y años nuevos, aparte de algunas personas más. Después de todo aquel grupo formado hace diez años seguía vivo.

Se abrazaron. Ahora podrían volver a los viejos tiempos, solo que con una nueva adición a la familia: Jeon Soobin.

Las palabras no cesaban, todos se ponían al día con sus vidas.

Namjoon y Seokjin ya eran una feliz pareja de casados, al menos desde su ceremonia sentimental, la que acordaron luego de decidir qué lo suyo era demasiado especial para una frívola boda civil.

También comentaron que Yoongi y Jimin se habían casado hace unos meses, su relación se había fortalecido con los años y decidieron dar el gran paso, aunque el camino estuvo lleno de baches. Siempre tuvieron el apoyo de todos y nunca se rindieron para sacar adelante su profundo amor.

De Hoseok no había mucho que contar. Ahora recorría el mundo haciendo música. Mandaba postales de vez en cuando y a veces hacían videollamadas. Ahora su cabello había pasado a un castaño oscuro en vez de aquel llamativo rojo. Era fiel creyente de que la madurez venía con un nuevo tinte y un corte más aburrido. Él seguía siendo el mismo Hobi risueño.

Pero hubo un nombre que nunca fue mencionado, y no porque no hubiera nada que contar, pero ninguno se atrevía a decirlo.

Aunque el tema no se podría evitar por siempre.

—¿Y Yeontan, tío Nam?

El nombrado rió de manera nerviosa y volteó a ver a su esposo buscando ayuda, aunque no fue bien recibido. Suspiró—Lo tiene mi primo. Pero ya mañana volverá a casa.

—¿Podremos volver mañana, papi?—volteó a ver a Jungkook que se mordía el labio nervioso, acción que fue captada por los mayores.

—Si tus tíos pueden, podría traerte. Yo tengo que ir a una conferencia de profesores en la escuela en la que trabajaré y tú comenzarás hasta la próxima semana.

—¿Trabajarás tan rápido?—preguntó Seokjin con un puchero.

Jungkook asintió—La escuela donde trabajé me contactó. Necesitaban un psicólogo porque les había quedado la plaza libre y les urgía que estuviera presente en la conferencia que se dará mañana. No quise negarme, aunque tendré mi propio consultorio. Será un ingreso extra y no se me complica porque Soobin también estudiará ahí.

—¿Trabajarás ahí?—preguntó un asombrado y a la vez preocupado Namjoon.

Sonrió—No me importaría revivir los viejos tiempos. Estoy feliz con la decisión.

—Y vaya que vas a revivir los viejos tiempos—dijo con una risita Seokjin, aunque su novio parecía lo contrario a él. Se veía algo consternado.

—Solo puedo desearte las mejor de las suertes.

—Gracias—respondió—Traeré un rato a Soobin por la mañana mientras voy a la conferencia.

—Será un honor cuidar a mi hermoso sobrino.

—Y para mí es un honor que me cuides, tío bonito.

—Tu si que tienes labia, niño.

—Lo heredé de papi—sonrió de manera inocente.

—Ya lo creo.

—Olvidé decirte que Soobin siempre come una manzana a las diez y come su almuerzo puntual a las doce. Dice que eso ayuda a su digestión.

—Estará bien, Jungkook. No te preocupes por él y ve a tu reunión.

Jungkook suspiró. Llevaba los altavoces en el auto mientras conducía hacia su antigua escuela. Aún conocía bien las calles.

—Jamás nos separamos. Seguramente está triste—puchereó.

—Está jugando con Yeontan desde hace un rato. Estoy seguro que podrá sobrevivir. Adiós Jungkook—cortó.

Resopló. No podía creer que Seokjin le prestara tan poca atención a su preocupación. Podría decirse que Soobin era muy independiente, aunque no se podría decir lo mismo de Jungkook para con él. Creía que siempre necesitaba de su atención y presencia.

El tráfico a esta hora era algo movido, pero iba con el suficiente tiempo para llegar a tiempo.

Esperaba ver esa escuela de hace diez años, más se llevó la sorpresa de ver algo totalmente diferente. Al parecer no solo la sociedad había avanzado.

Ahora tenía acabados modernos y uniformes nuevos.
Hasta el estacionamiento era óptimo ahora, con más espacios y las líneas bien marcadas.

Exhaló violentamente al ver una estatua de aquel director en la entrada de la institución. Una figura tallada en un material tipo bronce con el tamaño real del director. Vaya frivolidad. Ni siquiera muere aún.

Cuando atravesó las puertas, la soledad de los pasillos lo recibió, a excepción de una alumna al costado que lo veía con los ojos bien abiertos, haciendo una reverencia.

—Buenos días. Soy la presidenta de la sociedad de alumnos y nos complace recibirlo en nuestra noble institución—le devolvió la reverencia—Soy la encargada de llevarlo a la sala de conferencias. Tengo entendido que ya había trabajado con nosotros, pero el director me pidió que lo dirigiera ya que se ha remodelado todo y sería muy fácil perderse.

—Gracias.

Y sin más el recorrido comenzó.

Avanzaron por los largos pasillos hasta que llegaron a un aula con una gran mesa y cómodas sillas al rededor. La alumna lo dejo pasar, a pesar de que insistió en que pasara primero, esta resultaba ser un poco obstinada, por lo que cedió.

Aún estaba vacía. Revisó su reloj, mostrándole que ya llevaban 15 minutos de retraso. Frunció el ceño en dirección a ella, como pidiendo una explicación con la mirada.

—Los demás profesores seguro están tomando café en la sala de maestros. No tardan en venir. Por mientras podría tomar asiento y yo le traeré un café.

—Se lo agradecería.

Reverenció y se fue.

Genial.

Ahora podría descargar todos los nervios que le inundaban y tratar de calmarse. Jamás fue bueno socializando, además de con las personas mayores, pero no creía que los profesores fueran de más de cuarenta o cincuenta.

Estaba tenso por su hijo, por la reunión, además de otra sensación extraña que lo albergaba.

No podía creer que estaba haciendo esto de nuevo.

Aunque podría decir que la docencia no le molestaba, más bien en él área correcta le podía apasionar, temía haber perdido el toque. Solo tendría a su cargo la psicología y algunas clases ocasionales de orientación para la vida, además de algunos talleres.

—Buenos días.

—Director—respondió al ver a la persona que ingresó a la sala.

—Vaya Jungkook, los años no pasan por ti.

—Estoy seguro que ya tengo unos rasgos de la edad, director. No puedo decir lo mismo de usted, parece la misma persona de unos años atrás.

—Me alagas—estrechó su mano—Pronto empezarán a ingresar los demás profesores. Eres la única adición este año, pero no te preocupes, ya les dije que fueran buenos contigo. Muchos de ellos son más o menos de tu edad.

Vaya elección de palabras para alterar sus nervios—Claro.

El señor tomó asiento al final de la gran mesa. El iba a dirigir la reunión después de todo.

Para su desgracia el silencio incómodo no pudo durar mucho, ya que las voces de los que serían sus compañeros de trabajo, ya se oían por el pasillo.

Frotó sus manos en sus piernas como un último intento para calmar sus nervios. Se sentía como un niño en preescolar llorando por su mami. Era patético. Él ya era un hombre adulto, independiente y con un hijo, no debería de asustarlo algo tan simple como conocer a sus compañeros.

Con esa nueva actitud, se irguió en el asiento y puso su mejor y simpática sonrisa.

Algunos lo saludaban con un buenos días, mientras otros solo asentían con la cabeza hacia él, copiando el mismo gesto para devolvérselos.

—Daremos tiempo a los maestros que faltan. Y que según mi memoria son el Sr.Cho y él Sr.Kim—informó—Mientras tanto, sería un placer presentarles a la nueva adición al cuerpo de docentes. Alguien que trabajó aquí hace tiempo y ahora se reincorporará: el profesor, Jeon Jungkook.

El sonido de una taza quebrándose acompañó el sonido de los aplausos, parándolos de inmediato para ver quien había sido él de la interrupción.

Jungkook volteó a la entrada de la sala.

Mierda.

De pronto su respiración se volvió de acelerada a errática. Ajustó su corbata y clarificó sus ojos para verificar que no lo estuvieran engañando. Abrió su boca sin poder evitarlo.

Y es que jamás lo imaginó.

Volver a verlo.

Kim Taehyung.

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