Hasta el próximo verano

By LeilaRipiano

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Desde pequeña Kaia Green pasa sus vacaciones en El Monte donde está la casa de verano de sus padres. Allí se... More

Hasta el próximo verano
PASADO 01. Verano de los 11 años
02. Verano de los 12 años
03. Verano de los 13 años
04. Verano de los 14 años
05. Verano de los 14 años
06. Verano de los 14 años
07. Verano de los 15 años
08. Verano de los 15 años
09. Verano de los 15 años
10. Verano de los 15 años
11. Verano de los 16 años
12. Verano de los 16 años
13. Verano de los 16 años
14. Verano de los 16 años
16. Verano de los 17 años

15. Verano de los 17 años

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By LeilaRipiano

Mi anteúltimo año de instituto en mi ciudad fue el más difícil.

Nunca había sido muy unida a mis amigas en el instituto, pero en el último año todo empeoró. Surgieron rivalidades y dramas de los que yo no me terminaba de enterar del todo, pero tuve que elegir un "bando" cuando mi grupo de amigas se dividió en dos y como traté de estar en ambos grupos, pronto se me vio como una persona falsa. Sentía que las chicas que me hablaban lo hacían por compromiso, no me prestaban real atención y no volví a sentir que tenía una conexión real con ninguna de ellas. Eventualmente, terminé dejando de hablar con la mayoría.

En mi casa las cosas tampoco iban bien. Mi padre se había cambiado de trabajo, por lo que trabajaba más horas de las que solía. Lo que significaba pasar más tiempo en mi casa sola con mi madre y nuestra relación, como todos los años, había empeorado. Ahora apenas podíamos mantener una conversación sin que ella dijera algún comentario que no me pusiera de mal humor. Por lo que trataba de pasar el mayor tiempo posible fuera de mi casa. Lo que era difícil teniendo pocas amigas.

Otro aspecto negativo era que apenas hablaba con Cole. Él nunca había sido una persona muy amante del celular, como pasaba la mayor parte del tiempo en la playa y en el mar, dejaba su celular en su casa y la mayoría del tiempo lo tenía sin batería. De todas formas, durante el año hacía un esfuerzo por mantenerse en contacto conmigo y hacer videollamadas cada tanto. Ese año, apenas hablamos por mensajes. Yo sabía que empezaba a ser una época decisiva para él con respecto al deporte. Él siempre había sabido que cuando terminara el instituto iba a dedicarse al surf profesional, así que era el momento indicado para entrenar todo lo que pudiera y darse a conocer para que patrocinadores y otros entrenadores lo observaran y lo conocieran; a pesar de que su nombre ya resonaba en El Monte gracias a todas las competiciones que había ganado a lo largo de su adolescencia. Así que Cole y yo apenas hablábamos.

Con los demás nunca había sido de hablar mucho durante el año, salvo con Gina, pero con ella éramos de hablar de cosas puntuales cada tanto y no de preguntarnos todos los días cómo estábamos.

Fue el primer año en el que realmente deseé vivir en El Monte y no en Wellington.

Mi único momento de felicidad eran mis clases de pintura. Había empezado el año anterior y me encantaba ir. Eran dos veces por semana y eran los mejores días de la semana para mí.

A mitad de año las cosas mejoraron gracias a que conocí a Joe.

Joe era un chico de mi edad y empezó a tomar clases de pintura a mitad de año. Su arte era completamente diferente al mío. Yo era una persona que usaba colores vibrantes y le encantaban los paisajes y retratar momentos alegres. Joe era mucho más clásico y meticuloso. Nunca se dejaba llevar con respecto al arte y calculaba todo con suma precisión antes de lanzarse a pintar. Yo siempre improvisaba. Tal vez por eso me gustó, porque era lo opuesto a mí.

Bueno, por eso y por el hecho de que me dejaba claro que estaba interesado en mí. En ese momento sentía que Joe era la única persona que realmente me prestaba atención y así fue como comenzamos a salir. Me empecé a sentir menos sola. Empecé a pasar todas las tardes con él y estuve mucho más feliz de lo que había estado meses atrás. La adrenalina y la novedad de estar en una relación con alguien ocupaba todo mi tiempo y estaba constantemente pensando en él.

Era gracioso como a pesar de que éramos completamente opuestos, nos complementábamos muy bien. Joe me acompañó a hacerme el piercing en la nariz aunque no estaba muy de acuerdo con él. Era la típica persona que no le gustaban los tatuajes y los piercings. Hasta le daba impresión tocar mi piercing del ombligo. A mí no me importaba, solo era cuestión de intereses y no interesaba si no nos gustaba lo mismo mientras nos gustáramos nosotros.

Por otro lado, yo no quería que mis padres lo conocieran, especialmente mi madre. No quería que me hiciera ningún comentario negativo sobre el tema. Mi relación con Joe era una de las partes más positivas de mi vida y no quería que ella lo intoxicara, así que lo mantuve en secreto hasta que llegó el verano.

Se los tuve que contar porque Joe me propuso ir a pasar una semana en El Monte. Él se iba a ir a París con sus padres, pero volvería a tiempo para poder venir a visitarme la última semana que pasaba con mis padres en El Monte. Yo estaba encantada, me emocionaba muchísimo la idea de que Joe conociera el lugar en donde pasaba todos los veranos desde pequeña. Me parecía absurdo que tuviera que buscarse un hotel cuando yo tenía la casa de verano y había más que suficiente espacio para que él pudiera quedarse.

Así que se los conté a mis padres. Primero a mi padre porque así operaba siempre. Le contaba a mi padre para que él lo supiera primero y escuchar su opinión, luego él se encargaba de ablandar un poco a mi madre para cuando yo tirara la bomba y luego él se ocupaba de hacerla cambiar de opinión y que cediera.

Por supuesto, mi madre estuvo completamente en contra de que se quedara "un desconocido" en nuestra casa. Nos costó mucho a mi padre y a mí convencer a mi madre y solo accedió si primero lo conocían antes ellos, lo que me pareció completamente lógico y me dió esperanzas, ya que sabía que Joe les iba a caer bien. Él era la persona más correcta y tranquila que podrían encontrar. Así que, cenamos primero en Wellington todos juntos.

Como suponía, Joe causó una muy buena impresión (aunque obviamente mi madre no lo admitió e incluso dijo que era demasiado serio) pero, más allá de eso, tenía el permiso para que Joe viniera a El Monte la última semana de vacaciones.

Era extraño pensar en Joe en El Monte con mis amigos, especialmente con Cole. Sabía que a él no le iba a caer bien y me daba ansiedad pensar en el momento en el que se conocieran, pero esperaba que no fuera tan dramático como mi mente me hacía creer que sería.

***

No sabía cuánto había echado de menos El Monte hasta que llegué. Me bajé de un salto del auto cuando vi que Cole ya estaba esperándome en la entrada de mi casa con una sonrisa.

Corrí hacia él y él me abrazó, me levantó en el aire y me hizo girar. Su cuerpo estaba mucho más alto y más duro que la última vez. Cuando me depositó en el suelo, lo miré sorprendida.

―Estás enorme ―le dije, asombrada.

Sentía que ahora Cole me llevaba mucha más altura que la última vez. Su cuerpo se había ensanchado y su rostro había perdido mucho de sus rasgos aniñados. Ahora tenía la mandíbula marcada y los pómulos altos. Estaba bronceado, lo que hacía que sus ojos dorados resaltaran más. Tenía el cabello castaño más largo que la última vez y, de hecho, creía que estaba utilizando una coleta mía para atárselo por atrás. El cabello apenas le llegaba para que pudiera hacerlo, pero le quedaba bien. Observé su cicatriz en el labio superior, incluso sus labios parecían más llenos que antes.

―Deja de babearte o tu novio me odiará ―bromeó Cole y noté que hasta su voz había cambiado. Estaba mucho más grave de lo normal.

Puse los ojos en blanco.

―Ya quisieras ―dije, dando un paso hacia atrás.

Mis padres bajaron del auto con los bolsos y saludaron a Cole con un abrazo. Me acerqué al auto para agarrar el mío, pero Cole se adelantó y lo agarró por mí. Mis padres y él se enfrascaron en una conversación acerca de las últimas novedades, sobre cómo iban los avances de Cole en el surf, cómo estaba su padre y la tienda, y si estaba disfrutando sus vacaciones antes del último año de instituto.

En cuanto pude, arrastré a Cole hacia mi habitación para hablar con él a solas. La conversación con mis padres era entretenida, sí, pero no veía a Cole hacía un año y quería estar con mi mejor amigo sin ellos en el medio.

Cerré la puerta de mi habitación y Cole arqueó las cejas.

―Vaya, eso de cerrar la puerta es nuevo.

Bueno, Joe ya había ido a mi casa y había cerrado la puerta, así que me imaginaba que mis padres no tendrían problema si lo hacía cuando estaba con mi mejor amigo.

Cole se acercó a mí y me dio un toque en la nariz.

―Y esto es nuevo ―dijo pasando con cuidado su dedo por mi piercing. Luego recorrió mi rostro con su mirada antes de volver a clavar la vista en mis ojos―. Y tienes más pecas que antes.

―¿Sí? ―Giré la cabeza para verme en el espejo que estaba colgado contra mi pared.

Cole puso sus manos bajo mi mentón e hizo que girara de nuevo mi cabeza para que volviera a mirarlo.

―Te eché de menos.

Tragué saliva. ¿Lo hizo? Es decir, sé que no estaba mintiendo, pero la verdad era que durante el año apenas sentí que Cole tuviera ganas de comunicarse conmigo, más aún en la segunda mitad del año; muchas veces veía los mensajes y no me contestaba y eso me molestaba un poco. Lo cual sabía que no estaba bien de mi parte. Era bueno que Cole estuviera tan ocupado con sus cosas, pero era la primera vez que lo sentía tan alejado de mí.

Deseaba que eso cambiara ahora que podíamos vernos en persona.

Cole dio un paso hacia atrás.

―¿Mañana vamos a ir a surfear? ―Vacilé, pero asentí. Ya me preocuparía por eso mañana―. ¿Estás lista para ver al mejor surfista que has visto en tu vida?

―¿Ryan viene a surfear con nosotros mañana? ―bromeé.

Cole alzó una ceja.

―Cuidado con lo que dices o me romperás el corazón ―Me reí y me acerqué a mi bolso para comenzar a quitar la ropa―. Mañana ven a mi casa por la mañana, así limpiamos tu tabla antes de bajar a la playa.

Fruncí el ceño porque parecía que se estaba despidiendo. De hecho, estaba más cerca de la puerta.

―¿Ya te vas? ―pregunté tratando de que mi incredulidad no se notara en mi voz. Acababa de llegar y siempre pasábamos el primer día juntos.

―Sí, debo ir a trabajar a la tienda. Hoy me toca por la tarde.

―Ah. ¿Ya no te dejan cambiar el turno? ―no puedo evitar decir. Sabía que su padre lo hubiese dejado cambiar el turno si él se lo pedía.

Cole pareció sorprendido ante mi pregunta. Tal vez no se le había ocurrido cambiarlo.

―Eh, sí... pero me olvidé de hacerlo con tiempo.

Lo miré por unos segundos y luego hice un ademán con la mano quitándole importancia, no era para tanto.

―¿Quieres que vaya para allí cuando termine de desempacar? ―ofrecí.

Cole negó con la cabeza.

―No te preocupes. Júntate con los chicos, luego nos vemos.

Sentí una oleada de decepción.

Traté de sonreír.

―Está bien, luego hablamos.

Cole sonrió y se acercó para abrazarme por última vez. Yo cerré los ojos y le correspondí el breve abrazo.

Y en ese momento me di cuenta de que sí, le creía que me había echado de menos, solo que no tanto como yo. 

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