Un sentimiento en la lluvia ©

By valexwolfh

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¿Quién diría que en la fiesta de fin de año Miles hablaría con la chica que siempre se negó a conocer? Miles... More

Sinopsis
Uno
Dos
Tres

Cuatro

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By valexwolfh

V L A I R   J O N E S


     

—¿Estás segura de querer trabajar ahí? —La voz de Carla en el altavoz hacia eco dentro del cuarto de baño.

Enchufé la plancha de pelo y le di la temperatura más alta.

—Sí, además no es mucho trabajo —dije después de un tiempo.

—No lo sé Vlaily… Siento que no deberías trabajar.

Dividí mi pelo y empecé a peinar cada parte.

—Lo dice la chica que tiene una casa para ella sola y no necesita trabajar —bromeé.

Unas risitas se escucharon por su parte.

—Puede ser… pero, si no tuviera todas esas cosas que dices, aun así no me pondría a trabajar de delivery —aclaró.

Rodeé los ojos y seguí en lo mío, mientras escuchaba a Carla tararear una canción por entre el móvil.

Había quedado en el trabajo, era un trabajo realmente simple y en resumen, solo consistía en dar vueltas por la ciudad en una moto con una mochila repleta de pizza en mi espalda.

Fácil.

Nos quedamos en silencio un momento, bueno, al menos yo. Carla se encontraba hablando con una voz masculina la que supuse era de su hermano.
Después de unos segundos la pelinegra suspiró cabreada.

—Disculpa eso —informó de vuelta a la llamada.

Comencé a pasar la plancha con mucho cuidado y a una velocidad relativa para un alisado bien hecho y rápido.

—Jamás hubiese pensado que era tu hermano —confesé en voz alta.

—¿Por qué lo dices? —gesticuló la pelinegra.

Me detuve a pensarlo un momento —Nunca me habías hablado de él —aclaré.

—No le vi importancia, además ni siquiera vive aquí. Llegó hace una semana por el viaje de mis padres —explicó con voz calmada—. Dice que soy muy irresponsable y pequeña para quedarme sola.

En eso estaba de acuerdo, y podía asegurar que yo era igual e incluso peor. De hecho con Carla habíamos conectado tan bien desde el primer día en que hablamos, que podía entenderla a la perfección.

—Igual, no se parecen en nada —dije pasando el calor de la plancha por sobre uno de los mechones—. Él con su pelo rizado y ojos cafés, y tú con el pelo liso y ojos castaños

—Lo sé, digo lo mismo. Me gustaría que fuera adoptado —dijo de forma chistosa pero muy convincente.

—¿Es muy pesado? —pregunté después de unos minutos.

Carla pareció pensarlo un poco, y soltó un suspiro muy obvio.

—Ni te imaginas. —Terminó por decir—. Pero siempre encuentro la manera de convencerlo para que me haga favores.

Decidí no responder, si bien tenía cara de ser pesado, de momento conmigo no lo había sido, de hecho había sido lo suficientemente amable.

—Igual… —murmuré— ¿A qué vino?

Carla resopló cabreada.

—Mis papas le pidieron que viniera en reemplazo a ellos, con la excusa de que no podría cuidarme sola esos dos meses que ellos se encontrarían fuera —dijo en un tono cansado—. Ya sabes, cosas de padres y sus “bla, bla, bla”

Solté una risita.

Seguí alisándome el pelo, la llamada ya se había dado por finalizada y yo continué más apresurada que nunca en terminar de quedar presentable.
No veía necesario el hecho de arreglarme tanto, quizá todo ese esfuerzo se iba a la basura al momento de subirme a esa moto y dar vueltas por la ciudad.

Una vez lista, me apliqué mi bálsamo en los labios para evitar resequedad, mamá siempre decía que era una de las cosas más importante de la mañana, así que como todos los días, lo hice y sin pensarlo dos veces salí del lugar.

Cerré las puertas y bajé por las escaleras hasta llegar al primer piso. El cielo nuevamente se encontraba nublado, y no me gustaba para nada el hecho de andar en moto con un frío así. Nunca había andado en moto, pero suponía que era igual de fácil que manejar una bicicleta.

Comencé a caminar por la calle en donde llegaran los rayos de sol más posibles, si bien amaba el frío, un poquito de calor no me haría mal.
Aunque para mi mala suerte, el sol estaba completamente tapado por nubes, y lo único que se podía evidenciar de su presencia, era la escasa iluminación que traspasaba dichos montones de vapor.

Seguí mi camino hasta llegar a la tienda, era una tienda a tres cuadras del departamento, medianamente grande y con un diseño muy colorido, creo para llamar la atención entre la tan apagada calle.

Hacían y repartían pizzas, por lo que no era mi trabajo ideal, si había algo que más odiaba en esta vida, eran las pizzas, no era capaz de entender cómo podían mezclar el sabor de la salsa con el queso y las demás cosas en una masa. Simplemente no me gustaban, y por más que haya intentado darle una oportunidad en diversas ocasiones, me seguían pareciendo un asco.

Sin decir que no eran para nada saludables.

Al abrir la puerta, un hermoso y muy acogedor sonido de campanilla avisó a los presentes que se encontraban ya en la cocina.
Era una pizzería nueva, y eso lo confirmaban las decoraciones del interior, las cuales aún no estaban terminadas.

—¿Hola? —dije en un tono medianamente alto.

La puerta que daba entrada y salida a la cocina, se abrió al instante, un chico alto de pelo negro se encontraba estupefacto al verme.

—Hola —dijo sin prestarme mucha atención—. Lo siento pero estamos recién abriendo, los pedidos se reciben después de medio día —informó.

—Yo vengo a…

—El número de nuestro local está puesto en la pantalla de afuera, ahí se reciben los pedidos desde las ocho de la mañana —continuó.

—No quiero un pedido…

—De lo contrario… —Parecía no prestarme atención— Si desea realizar su pedido aquí, no hasta después de las doce… medio día.

—¿Hola?

El chico se detuvo en seco y me observó con una cara de “¿por qué todavía sigues aquí?

—Señorita, ¿no me escuchó? —preguntó.

Dejé mi bolso sobre una de las mesas y me acerqué al mesón principal. El chico me miró asustado.

—Vengo por el trabajo como repartidor —informé por fin logrando captar su atención—, como delivery.

Frunció el entrecejo algo confuso y volvió a la cocina, dejándome ahí parada y completamente desconcertada.

A los minutos, un hombre con algo de edad salió y me observó con atención.

—¿Vlair Jones? —preguntó con una caja en sus manos.

—Sí, un gusto.

El señor me sonrió, amable.

—Disculpe al chico de hace un rato, su nombre es Finn, es mi hijo y anda un poco estresado con todo el tema —se disculpó—. Eres la octava persona que aparece por aquí en los últimos diez minutos…

Abrí los ojos, sorprendida. Eso significaba que habrían muchos pedidos.

Y mucho trabajo…

Dejó la pequeña caja sobre el mesón, y de ella, sacó una chaqueta roja impermeable, corta y muy ancha. Acompañada de una pequeña polera blanca con cuello y manga rojas, y un pequeño pero muy lindo logotipo bordado en una esquina.

—Los únicos requisitos de trabajar como delivery, será que tendrás que utilizar este jersey y esta chaqueta en caso de que se encuentre muy helado el ambiente —informó mientras estiraba y dejaba las dos prendas sobre el borde del mesón.

—Perfecto.

La polera me había parecido muy linda, y la chaqueta se veía muy abrigadora, especial para unos días tan fríos como los que se presentaban últimamente en la ciudad.

Me dirigí a uno de los baños para clientes, y en un par de segundos, ya tenía la polera y la chaqueta puestas. Sin duda estaba mucho más calentita que antes.

Los pedidos no tardaron en llegar por vía telefónica, y cuando ya era medio día, empezaron a llegar personas y personas. Algunas pedían para llevar, otras para comer en el lugar y otras simplemente dejaban pedidos agendados para el resto del día.

Entre ellos, una pareja de chicos aproximadamente de mi edad, entró al lugar. No pude evitar fijarme en la chica, era demasiado linda, tenía una cintura muy marcada y pequeña, su clavícula resaltaba por entre las mangas abiertas de una blusa negra ajustada. Su rostro era demasiado fino y le hacía lucir muy bien su pelo. El chico la miraba con mucho amor y al momento de entrar al lugar, cada chico que se encontraba pidiendo pizzas o comiendo en las mesas, la miraron con atención.

Era muy linda y delgada. Todos parecían fijarse en ella.

Eso me hizo recordar el hecho de que, a lo largo de toda mi vida, ningún chico me había encontrado atractiva, y mucho menos alguno se me había declarado, siempre pensé que había algo malo en mí, pero mamá siempre me aseguraba que era muy pequeña para pensar en eso y que todo se daba a su tiempo.
Aunque ahora que lo veía, siempre tuve razón… Quizá nunca nadie se había fijado o interesado en mí por mi físico.

Debía mejorarlo, no cabía duda de eso.

La pareja pidió la pizza directamente de la caja, y una vez pedida depositaron el dinero en una de las cajas y se fueron sin decir palabra alguna.

Todo parecía ir de maravilla, todo hasta que llegó el momento de subirme a la moto.

—Como hay cinco personas en la cocina, más mi padre, voy a acompañarte en tu primer viaje —me decía Finn mientras me guiaba al “estacionamiento de motos” donde habían aproximadamente unas diez.

—Sí… ¿Finn? Verás…

El chico comenzaba a quitarle las cadenas a una de las motos, parecía no prestarme atención. Sin embargo después de dejar las dos motos ya en la calle, decidió responder.

—Dime —dijo finalmente.

—¿Sería un enorme problema si te digo que nunca he andado en moto? —Mi voz sonó más tímida de lo que quería.

El chico se largó a reír.

—Por su puesto que no. —Sentí un alivio—. Mientras sepas manejar una todo bien.

Miedo.

Creo que mi silencio fue muy obvio, Finn se detuvo al instante y su semblante cambió.

—Porque… sabes, ¿no? —preguntó.

Negué.

Al ver que reía intenté relajar mi cuerpo, pero éste se tensó aún más después de ver que su risa era más nerviosa que relajada.

Después de un tiempo, volvió a estar completamente serio, con una pisca de preocupación.

—¿Qué le vamos a decir a mi padre? —preguntó más para sí mismo que para mí.

Me quedé unos segundos pensando.

—¿No podría repartir en bicicleta? —gesticulé al cabo de un rato— Es más práctico.

Y ayuda a bajar de peso.

No me respondió pero su cara era un muy obvio “no” en mayúsculas y muy claro. Intenté ignorarlo y me acerqué a la moto, parecía ser la única opción. Me senté en ella y sujetando lo que en este caso sería el volante, me acomodé.

—¡Ay, vamos! ¿Qué tan difícil puede ser? —exclamé.

Finn se inclinó hasta quedar a la altura de la moto, en donde podía observar los que eran los supuestos cambios.

—Debes pasar cambios, supongo lo sabes y para frenar —apuntó un extremo de la máquina—, presionas aquí.

—Entendido.

No estaba para nada entendido.

Una vez Finn se subió a su moto, intenté avanzar como él lo hacía, y creo que me encontraba mirándolo más a él que al propio camino. Pero para suerte de muchos, ya me encontraba avanzando.

Habíamos salido diez minutos antes, lo que me permitía poder ir a mi propia velocidad y sin apuros de llegar lo antes posible. Finn seguía mi ritmo y parecía estar más tranquilo al ver que pasar cambios no se me daba nada mal.

Una vez llegamos al lugar de destino, Finn se adelantó para entregar su pedido a la casa de más lejos, mientras yo, sacaba del gran bolso, la enorme caja con la pizza adentro y encima de ella, pegado un papelito con el precio y la dirección.
La señora muy amablemente me entregó el dinero y guardé de él en el bolsillo trasero del bolso, donde me habían dicho que debía guardar el dinero. Finn, se encontraba volviendo a toda velocidad, se detuvo cuando quedó a mi lado.

—¿Y bien…? —preguntó algo entusiasmado— ¿Qué te pareció esa primera entrega?

—Estuvo muy bien —dije reacomodándome en la moto—. Fácil.

Finn sonrió.

Las horas se pasaron muy rápido, y terminamos con la gran idea de Finn que consistía en que nos fuéramos turnando en salir, para que no fuera tan agotador para los dos.

Cuando ya empezaba a oscurecer, la pizzería cerró y el padre de Finn me acompañó hasta la salida. Me dejó irme con la chaqueta puesta a causa de la enorme lluvia que había permanecido desde la tarde.

Una vez fuera, no dudé en ponerme la capucha y emprender camino hasta llegar al departamento. Solo sabía que debía llegar antes de que terminara toda empapada y con un asegurado resfrío.

Había decidido que el pago fuera semanal, lo encontraba más sencillo de esa forma y vaya que estaba conforme con la cantidad. Además, el trabajo era muy fácil.

Me encontraba cruzando una de las calles cuando el tono de notificación de mi móvil vibró en el bolsillo de la chaqueta. Lo saqué al instante.
Era Carla, me había preguntado cómo me había ido, y parecía estar ofreciéndome una propuesta de ir mañana a su casa. Era sábado y al parecer tenía una idea divertida. No dudé en aceptar.

   
💧💧💧
Espero que les haya gustado este capítulo que incluyó un personaje nuevo.
Nos vemos en el siguiente <3

Ig: vellyetts























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