PERVERSOS 3° Prohibidos

By BrendaUrb

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Después de su divorcio, Charlotte ha decidido volver abrir su corazón. Se dio cuenta que, los amores perfecto... More

Aviso
Prólogo
Capítulo 2
ANUNCIO
Capítulo 3
Extra I
Capítulo 4
GRUPO DE PERVERSOS

Capítulo 1

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By BrendaUrb

Farid Leister

Mis dedos recorren su cintura, sus movimientos me enloquecen, y los gemidos de su boca a la mía se funden en un beso que se vuelve apasionado, necesitado. Cierro los ojos, pero me ordena que los abra para que la mire a los suyos y son mi perdición, un par de ojos marrón. Me dejo llevar impidiendo a toda costa llegar al éxtasis que su cuerpo me provoca. Es sensual, y voluminosa. Tiene los atributos que cualquier hombre con mis gustos quisiera tener a su disposición y es mía, solamente mía.

—¿Así le gusta, señor Leister? —dice, balanceándose en círculos sobre mi miembro erecto.

—Joder, si cariño, no pares —le ordeno.

Le azoto los glúteos, suelta un gemido y me apodero de su boca besándola.

—No aguantaré —dice jadeando —, me quiero correr...

—Hazlo, córrete y damelo en la boca.

Su cuerpo se tensa, igualando el mío. Agacha la cabeza sin dejar de montarme, pegando sus labios a los míos, liberándose en segundos ejerciendo el mismo efecto en mí corriéndome dentro de ella.

Mi cuerpo se relaja, al igual que el de ella. Eleva su cuerpo permitiendome salir y se echa a un lado de mi en la cama. La tomo de la cintura arrastrandola a mis brazos en la posición de cucharita. Le restrego la entrepierna en los glúteos y suelta un suspiro al sentir mi miembro en estos.

—Creo que nunca me cansaré de esto —le digo, cuando las imágenes de un niño igual a mi se cruzan en mi mente.

Acurruco la cara en su cuello, aspirando el aroma de su loción y el sexo. Me aferro a su cintura, a su cuerpo desnudo y vuelven mis ganas de follar a mi mujer, a mi futura esposa. Ríe cuando le hago cosquillas en el cuello con mi casta barba. Se escabulle de mis brazos dándose la media vuelta para posarse frente a mi. Me acaricia el mentón, y ese simple acto hace que me ponga nervioso, provocándome un cosquilleo en el cuerpo entero cuando me toca. Le sonrío.

—Entonces... ¿Qué te parece una fiesta? —vuelve a insistir con lo mismo.

Suelto un bufido.

Vuelvo a observar su cuerpo desnudo, sobre todo el vientre. Han pasado tres semanas después de la noticia que me ha dado. La mejor noticia que alguien me ha dado. Desde chicos nos enseñaron la importancia que es la familia, algo que Brandon no termina de comprender, y ahora estoy a punto de formar la mía con ésta mujer, con mi mujer.

—No lo sé, podría ser —le respondo.

Charlotte es insistente, y no se me olvida la forma en la que el rostro se le iluminó cuando le dije cuando cumplía años; en el mes de noviembre.

—Anda, podríamos invitar a tus amigos, a los míos y a tus padres, también podría invitar a mis padres y... —guarda silencio.

—¿Qué sucede? —pregunto curioso al ver cómo su rostro se vuelve serio.

—No se como se lo tomaran mis padres —dice, soltándose de mis brazos, levantándose de la cama y caminando al baño.

Escucho la regadera después de unos minutos, y aunque quisiera meterme con ella, opto por seguir durmiendo otro rato. Estoy cansado, estos últimos días después de saber sobre su embarazo, han sido cansados y no tengo idea de porque lo son. Para ser sincero me siento feliz, lleno y completo ahora que sé, será mi mujer y tendremos hijos y... Un vago recuerdo se cuela en mi pensamiento. y es una de las últimas conversaciones que tuve con Amanda...

—Quiero hijos —dijo, mirándome con ojos llenos de amor —, que sean tres.

Desecho el pensamiento, no quiero tener a nadie más en mi pensamiento que no sea Charlotte. Me tiene mal, la amo como no tiene una puta idea, y tenerla en mi cama a diario se convertirá en un privilegio para mi. Me quedo dormido por unos minutos, y digo unos minutos porque Charlotte me despierta depositando castos besos en mi espalda. Sonrío sin abrir los ojos. Despertar con su desnudez por las mañanas hace que no me arrepienta de nada.

—Despierta, bello durmiente —dice, acariciándome la oreja izquierda con la punta de su nariz.

—Mmm... no quiero.

—No me importa, quedamos en ir de compras ¿recuerdas?

Y ni como olvidarlo, me convenció de cambiar sofás y cortinas del que ahora es nuestro apartamento. Por supuesto que vivimos en el mío, tuve que rogarle y ayudarle para que dejase el suyo, tanto que ahora Declan vive ahí.

—Cariño, ¿podríamos ir mañana? Me siento cansado.

—No, dijimos que iríamos hoy, además, tu no eres quien lleva un humano cargando en el vientre.

No puedo evitar sonreir. Abro los ojos, chocando con un par de pupilas color café claro que se dilatan al verme.

—Nuestro bebé —le corrijo, sintiendo un cosquilleo extraño en el estómago.

—¿Iremos? —pregunta.

—¿Cuando te he negado algo? —le cuestiono.

Sonríe. Lleva puesta una diminuta tanga en color negro que apenas si se le ve, el sosten lo ha combinado, es de encaje y éste hace que se le noten los pezones erguidos. Recorro con la yema de mis dedos la parte desnuda de sus pechos, sintiendo como su respiración se agita al tocarla. Cierra los ojos, sintiendo el calor que mi cuerpo y el suyo comienzan a emanar, pero los abre de golpe como si hubiese recordado algo.

—¿Crees que sea niña? —me pregunta, montándose a horcajadas de mi regazo.

La tomo de las caderas, estirando a la vez el hilo de su lencería. Observo con detenimiento el vientre que sigue sin verse abultado. Sigue igual, un vientre plano. He de confesar que si he notado un cambio, quizás leve, pero sus senos me encantan y es por ello que me he dado cuenta como los pezones se le endurecen con facilidad. Se ven más grandes, y unas pequeñas venitas se hacen visibles en ocasiones.

—Probablemente —respondo sin dejar de acariciarle el cuerpo.

—¿Te gustaría que fuese niño o niña? —me pregunta, dejándome castos besos en la mandíbula.

—Lo que sea, es mío y tuyo, es lo que me importa —respondo, acercando su cuerpo a mi pecho.

Se queda quieta unos segundos, después levanta su rostro para mirarme a los ojos. Suspira, besa mi nariz provocándome un latido fuerte en el corazón. Un escalofrío me corroe la espalda cuando sus ojos me miran como si me estuviera ocultando algo.

—Lo amamos, señor Leister —dice, llenándome en todos los sentidos con sus palabras, haciendo que me olvide lo que mi mente acaba de maquinar.

—Los amo —respondo.

Beso sus labios, un beso con el cual lucho que sea tierno, cuando en realidad quiero quitarle las prendas diminutas que lleva como ropa interior. Se posiciona en mi erección refregando su entrepierna con la mía. Me muerde el labio inferior, presionandome con sus piernas y tomándome de las muñecas alzándolas hacia arriba.

—Me fascinaria follar con usted señor Leister, pero de hacerlo se nos irá la mañana en esto y yo quiero ir de compras.

Suelto una risa con los ojos cerrados, al cabo de unos segundos vuelvo a abrirlos encontrándome con su mirada reprobatoria.

—Está bien, vayamos —respondo, tumbandola a mi lado derecho de la cama.

—¡Oye, estupido! —se queja, cuando me coloco a horcajadas sobre ella.

Envuelvo sus muñecas a la altura de su cabeza, con una sola de mis manos. Sonrío de lado al notar sus pupilas dilatadas. Ésta mujer me encanta, no puedo evitar pensarlo. Se queda callada, sonriendome. Con la otra mano, hago un recorrido con la yema de mis dedos llegando hasta su vientre.

—Quisiera verlo más grande —le digo, agachando mi rostro dejándole castos besos su cara.

—¿Me seguirás queriendo aun estando gorda? —me pregunta.

Hago un gesto, y cuando está a punto de decir algo para pelear, la callo con un beso, sin poder evitar tocarle los senos que tanto me gustan.

—Te amo y amaré por el simple hecho de llevar en el vientre a mis hijos —respondo.

Siento su sonrisa en mis labios, y aun con los ojos cerrados me dice...

—Te amo.

(***)

Bajamos juntos del coche, ya pasan de las dos de la tarde y Charlotte está como loca en una tienda con todo tipo de artículos para novias.

—Estoy emocionada —me dice con esa sonrisa en los labios.

No deja de mirar el anillo, lo he notado cuando lo mira y esboza una sonrisa de lado. Joder, la amo.

—¿Qué te parecen estos? —me pregunta, alzando un arreglo floral artificial —Quiero una boda sencilla —dice —¿Ya lo saben tus padres? —me pregunta.

—Si cariño, ya lo saben —respondo, arrastrandola a mis brazos.

—¿Y cómo lo han tomado? —me pregunta.

—Bastante bien, en realidad.

Y no miento, mi madre pegó el grito cuando se lo dije por teléfono, mi padre ni hablar, le agradó Charlotte aunque dijo que le gustaría conocerla un poco más; Antonella fue la primera en decirme que teníamos que buscar un lindo anillo, y la travesía con ese asunto me tomó casi un día entero buscando una joyería que valiera la pena; y Brandon... lo acepta. Aunque sigo intrigado por saber qué es lo que se trae con ella, con mi mujer.

—Me alegro —responde, rodeando sus brazos a mi cuello —. Y ahora señor Leister, ¿está listo para ser mi esposo?

Suspira y sonríe al besarme.

—Siempre listo, bonita.

La tarde pasa rápido, visitamos el Museo Burke, el de Arte y entre otros museos que a Charlotte le pasaron por la mente. Después, retomamos las compras, y la sigo con las bolsas en la mano y Gomez siguiendonos por todos lados ayudando. No deja de quejarse por las malditas cortinas.

—Charlotte, si no te gustaron puedes comprar otras y listo —respondo siguiéndola.

—Elegiste las más feas.

—Me pediste mi opinión, y a mi me gustaron esas. Además, puedes hacer los cambios que quieras, no me interesa. Si quieres un apartamento verde chillón, como tú, aún así me dará lo mismo.

—¡No soy chillona! —exclama.

—Te comportas como una —espeto.

Que pelea tan estupida.

Se detiene, toma un respiro profundo y sigue caminando. Sube a la Range Rover, y su maldito enojo me frustra porque me jode pelear con ella. ¡¿Quién mierda pelea por un par de cortinas?! ¡Sólo ella!

Llego hasta la camioneta, y Gomez me ayuda a subir las bolsas a la parte trasera de la misma.

—Sé que no es de mi incumbencia, señor, pero si de algo funciona podría ir yo por las cortinas de la señorita Harrison.

—No hace falta, es un berrinche estupido —digo.

—Como usted decida.

Subo a la camioneta posicionandome a su lado. Siento la pesadez de su respiración, no me mira ni tampoco me habla, solo se dedica a mirar por la ventana hasta que llegamos al apartamento. Entra directo a la ducha, y cuando quiero abrirle la puerta noto que ha cerrado con pestillo. Decido cambiarme, ponerme el pijama sin camisa y acostarme nuevamente. Los berrinches conmigo no van y no quiero ni pensar como será si llegamos a tener una niña, ¿será igual que ella? ¿O será peor?

Sonrío cerrando los ojos, sintiendo felicidad en mi pecho, tanto que lo siento oprimirse. Me recuesto boca abajo y después de unos minutos vuelvo a escuchar la puerta abrirse del baño. Respiro profundo el aroma embriagador de mi mujer, pero el orgullo me impide volverme hacia ella.

—¡Bien! Turnaremos las cortinas, mañana iré por las que a mi me gustaron y las pondremos, después cuando me aburran pondremos las tuyas y... ya se que soy una chiflada ¿vale? Pero en verdad me gustaban las malditas cortinas.

—¿Y si ya no están? —digo, tratando de bromear.

Sigo sin volverme hacia ella. Siento sus manos viajar a mi espalda siguiendo un recorrido hasta mis hombros. Comienza a masajearlos untando aceite frío, pero lo frío desaparece cuando lo frota sobre mi cuello y hombros.

—Mmm... delicioso —le digo.

—Lo sé, te lo mereces por aguantarme todo el día —dice.

Sonrío.

—Me merezco todo ¿no crees? —bromeo.

—Tampoco te pases, lo hago para que aceptes la fiesta.

Otra vez con lo mismo.

—Mejor no quiero el masaje —respondo sin moverme.

—Tú cuerpo no me dice eso, ¿Por qué no quieres? Dimelo, ¿alguna mala experiencia?

Vuelve a preguntarme, pero es que ¿cómo le digo que me muero de celos con tan solo pensar si también le ha organizado una fiesta así a su ex marido? No tengo dudas de querer casarme con ella, pero lo que me jode es que yo soy su segundo matrimonio, y éste es el primero y único para mi.

Suspiro con pesadez, yo con las ganas no pienso quedarme, así que me vuelvo con suavidad hacia ella listo y dispuesto hacerle las preguntas que se me vienen a la mente, por no decir que me atacan.

—Mi turno —digo.

Ella sonríe, sé lo mucho que le gusta que le haga masajes, lo he deducido estas últimas semanas. Se acomoda en medio de la cama dándome la espalda, lleva una diminuta blusa de satin color negra y sin sostén, haciendo juego con las bragas que apenas si le cubren la entrepierna y dejan a la vista el perfecto culo. Me fascina que así duerma conmigo, eso me da un mejor acceso y la facilidad de follarla si se me antoja en las madrugadas.

Hago los tirantes a un lado, bajandolos hasta los senos. Tomo el aceite corporal, unto en mis manos y masajeo colocándolas después en sus hombros. Masajeo, ella agacha la cabeza hacia el frente y hace sonidos de satisfacción que terminan exitándome. Trato de concentrarme con la figura de sus glúteos perdidos entre los cobertores, y aunque quisiera arrastrarla sobre la cama para colocarla en mi entrepierna, me resisto.

—¿Cómo te propuso Oliver matrimonio?

¡Bien, ya se lo pregunté!

Levanta la cabeza, seguramente sorprendida.

—¿Por qué la pregunta?

—Curiosidad —respondo sin dejar de masajear su cuello y hombros, como si no me importara.

—¿De verdad quieres saberlo?

Asiento.

—Lo hizo en la azotea de su departamento, uno que tenía antes. Lo llenó de flores y colocó un letrero con las palabras que al final me unieron a él. Joder Leister, es... incómodo hablar de eso.

—¿Por qué? Yo no me incomodo.

¡Mentira! No me incomoda, hace que me muera de los celos.

—Bien, haré como que te creo.

Sigo masajeando sus hombros y los omoplatos.

—¿Y la boda? ¿Qué tal estuvo la boda? —pregunto.

Suelta un suspiro con pesadez. Me detiene y se vuelve hacia mí, mirándome a los ojos.

—¿Por qué lo preguntas?

—Porque quiero saberlo, quiero saber que NO hacer en nuestra boda —maldita sea.

—Farid, yo... no sé qué decir.

—Solo responde y listo.

—Es que... mi boda con él fue muy diferente —dice —. No fue lujosa, fue todo lo contrario. Sólo estuvo su padre y los míos porque su madre nunca me quiso, y ni hablar de Omar. Su familia no estuvo, no lo acompañaron y... —hace una pausa, como si estuviera pensando —Me alegro que no hayan estado, no le correspondí como debí haberlo hecho.

Trato de omitir ese pensamiento, pero comienza a atacarme.

—Por favor, no dudes de mí, me ofende, me hace pensar que... —prosigue, como si me hubiera leído la mente.

La empujo con suavidad a la cama, beso sus labios, y los celos comienzan a desaparecer, a esfumarse. No podría dudar de ella, jamás lo volvería a hacer. No podría dudar de quién será mi mujer.

—No lo haría, cariño —respondo, repartiendo besos en su cuello.

Gime, y suelta un suspiro. Cierra los ojos y sonríe, la imagen perfecta.

—¿Dirás que sí a la fiesta? —pregunta en un jadeo.

No dejo de besar sus labios, sobre todo cuando me acomodo entre sus piernas, refregando mi erección en ella.

—Sólo con una condición —respondo con una sonrisa al dejar de besarla.

—¿Cuál?

—Si es niño, se llamará Brandon.


Un capítulo corto, pero los siguientes llenos de sorpresas. Gracias por la espera mis Perversas, las quería tomar desprevenidas, espero haberlo logrado jeje ¡BONITO JUEVES!

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