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De xElsyLight

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「 ʟᴀ ᴄʜɪsᴘᴀ 」



Me revuelvo entre las sábanas de seda, observando la oscuridad que me rodea. Siento ese característico pánico invadirme al pesar que permanezco todavía en los juegos y que en cualquier momento vendrá alguien para matarme. El sudor me surca la frente y me hago a la idea de qué estoy a salvo y de qué pronto volveré a casa. Pero entonces, recuerdo las imágenes borrosas y tormentosas de mis sueños, y las palabras de Ava Paige rondan por mi mente.

La idea de que algo les haya sucedido a Minho y a Lizzy por mi culpa, hace que se me forme un nudo en la garganta; el reflejo de la luna se escurre por las vidrieras de las ventanas de mi habitación y hace que me distraiga de mis molestos pensamientos. Fijándome en su extraño brillo, me digo que era una maldita pesadilla y me repito mentalmente que he ganado los juegos, que voy a volver a mi hogar en dónde todo estará como siempre, y qué no tendré que ver nunca más el tipo de muerte que se acostumbra a vivir en los juegos. 

Sin embargo, es inevitable el hecho de que todos los rostros jóvenes y dolientes de los que había asesinado para garantizarme mi supervivencia me invadan. Consiguen que el ruido en mi cabeza, que en días anteriores no volvía a experimentar, regrese con más fuerza. Me agarro de las sienes, apretando con fuerza intentando salir del cómodo y extenso camastro.

Pienso que me vendría muy bien dar una pequeña vuelta por las distintas cabinas del tren, pero entonces recuerdo que miles de cámaras siguen esperando que todos ellos —los tributos vencedores— salgan de sus habitaciones para grabarles todo lo posible; al menos, hasta que lleguen a sus debidos distritos.

Resulta que desde el primer día en el que arrimamos a este vehículo mortuorio, estas aparecieron con el pretexto, dicho por Janson, de que no se querían perder nada de la convivencia de los tributos. ¿Acaso no había sido ya suficiente con estarles encima durante todo el tiempo en la arena? Se veía que no, claramente.

En varias ocasiones he podido quitármelas de encima con ayuda de Thomas, pero... en estos días no he tenido tanta suerte. Desde hace dos noches no he podido reunirme con el en ningún momento, incluso cuándo me acerqué en el desayuno para siquiera entablar alguna conversación amena a su lado, este me esquivó de una manera insólita. Teresa me dijo después que finalmente la pérdida de Chuck le estaba haciendo mella y que por eso se alejaba de todos, no solo de mí. Dudo de ello porque siento que hay algo más, pero... Tampoco es que como si pudiera obligarle a hablar conmigo. Por eso había decidido dejarle un poco de espacio.

Con los pies fríos y libres de los calcetines de algodón, me dirijo a la puerta de entrada en la cual me espera mi pequeño amigo, aquel de pelaje blanco y deslumbrante con aquellos ojos azules únicos. Agachándome para acariciarle detrás de las orejas, aprovecho para revisar su vieja herida de la pata; razón por la cual llegamos a conocernos. Pasando uno de mis dedos por ella, me doy cuenta realmente de lo rápido que ha cicatrizado con la ayuda de los médicos el día en qué nos recogieron. Este me lamió en la mejilla, a modo de saludo.

No sé realmente cuánto lleva despierto, pero siento de alguna manera que me estaba esperando. Agita su cola con emoción y saca su lengua con transpiraciones fuertes. Niego con la cabeza mientras dejo de acariciarle, para seguidamente poner mi huella en el cerrojo de la puerta. Ésa era otra de las cosas que habían cambiado desde la primera vez que estuve aquí; resulta que ahora la seguridad es mejor. Sin embargo, y a pesar de lo diferente que podía ser el lugar actualmente, suelo comparar aquella vivencia con la de la primera vez y comprendo la soledad que me amargaba al principio. Todo eso ha cambiado ahora, me digo rápidamente, ya no estoy solo.

Tras una corta pausa, la puerta se abre mecánicamente y la oscuridad es lo primero que me recibe. No puedo ver nada porque las luces de los pasillos se apagan antes de caer la noche; básicamente estoy rompiendo una regla, por así decirlo. «Los tributos no tienen permitido salir después de las doce», eso fue lo que dijo Janson el primer día; sin embargo, el hombre no sabe que desde que entramos aquí, Ethan sale de su cuarto todas las noches para ir a la habitación de Heather. No es ninguna sorpresa realmente para los demás, ya que es obvio el hecho de que se desean..., Aunque no estoy seguro de si están en algo todavía.

Mientras camino descalzo por los estrechos pasillos, guiándome de luna que parece brillar en la profunda negrura, me inquieta el hecho de que las cámaras no me hayan asaltado por el momento. No obstante, no quiero martirizarme con ello todo el rato, así que pronto lo desecho de mi mente y siento que puedo permitirme soltar un poco de mis usuales presiones. En las comidas, siempre mantengo un perfil bajo, que no demuestre al público mis miedos e inquietudes.., Pero no puedo aguantar todo el tiempo. Por ello, momentos como este realmente se agradecen.

Pronto distingo que tras pasar algunas de las puertas corredizas que según Teresa funcionan con nano robots y que son capaces de detectar la radiación humana, llego finalmente hasta la sala de descanso, o comúnmente como yo la conozco, la sala de estar. Hay varias en los muchos vagones del tren, pero las principales están prohibidas para nosotros, y de las tres que he podido ver, esta es mi favorita. Esta habitada solamente por unos cómodos y suaves sofás de terciopelo rojo y una alfombrilla negra con bordeados blancos. Siempre en todas las habitaciones hay reproductores para cualquier emisión del Capitolio, así que aunque no haya realmente una televisión a la vista, no dudo en ningún momento de que los rostros de los presidentes aparezcan en cualquier momento enfrente de mí. Por lo demás, quizás destacan algunas estructuras deformes que el Capitolio conoce cómo "arte".

No obstante, mi lugar preferido de la sala es sentarme en el sofá que se encuentra en la mitad, que quizás es el más pequeño y mirar al tejado. Normalmente, esto no lo encuentras en ninguna habitación, pero por suerte sí en esta. Hay una ventana allá arriba, y que deja una buena vista del cielo. Muchos de mis amigos no se dan cuenta de su existencia, o no les interesa, pero cuándo yo la veo.., Siento de alguna manera que todas mis preocupaciones se van volando por ella. 

Antes de poder recostarme en el, veo que Luna arriba al centro de la sala con sus fuertes zarpas resonando por todos lados. Tengo ilusión de que algún día de estos —antes de llegar a casa, por supuesto— sea capaz de arrancar el feo felpudo de la entrada. Realmente el gusto del Capitolio no tiene reservas para nada y es demasiado excéntrico.

No hay ningún avox a la vista, y eso me alivia un poco. Siempre me he preguntado qué ocurre con ellos ya que suelen ser muy misteriosos casi todo el tiempo. Caviló en la idea de qué harán después de tan arduo trabajo... y la imagen de Alby y sus ojos azules me visitan. Muerdo mi labio inferior hasta hacerlo sangrar un poco. Me siento mal de golpe, porque no tengo ningún derecho a cuestionar qué hacen con su tiempo libre ya que realmente no lo tienen. Ese concepto para ellos no existe simplemente. Pertenecen al Capitolio por traición y pensar si quiera en ello, es una completa ofensa; son propiedad de la presidencia y no pueden permitirse el lujo de imaginar otro estilo de vida. Luego pienso en qué no hay tanta diferencia entre nosotros, ya que de la misma forma nuestras vidas penden de un hilo que solo los más altos pueden decidir cortar o seguir hilando, y me dejo caer en el sofá con un sonoro suspiro.

Trato que la vista de la noche repleta de estrellas alivie el dolor en mi pecho, pero lo único que consigo es que me invada una nostalgia y una tristeza enorme. ¿Por qué motivo las nubes oscuras debían de aparecer para ocultar la belleza de la noche? Rendido, oculto mis ojos con mi brazo derecho mientras escucho en bajo las pisadas casi imperceptibles de Luna; siempre hace eso cuándo quiere pasar desapercibido. Aún me sorprende el hecho de que me consintieran mi deseo de quedármelo. No creo que haya sucedido algo así nunca en toda la historia de los juegos, aunque realmente desde que el muto se interesó por mí ya dictaba lo extraño que era todo.

El silencio es lo único que perturba mi calma, y pienso en lo rápido que ha pasado todo y en lo poco que falta para que termine; algo en el fondo se apena por tener el deseo de no perder el contacto con mis amigos, pero sé que solo el hecho de permanecer juntos atrae malos recuerdos. Entonces, cavilo que al menos por un tiempo, quizás no sea tan mala idea.

Sin embargo, deseo hablar antes con Thomas y tratar de ayudarle en todo lo que pueda. Si me marchase a mi distrito con la imposibilidad de arreglar las cosas, o de si quiera hacerle saber que estoy a su lado, se convertiría sin duda en uno de mis más profundos remordimientos.

Un graznido ronco rasgó el aire de pronto, y a mis oídos llegó el mismo canto melódico de advertencia que solía presenciar en la arena. Aquello hizo que visiones de los juegos, aun muy vivas en mi interior se apresuren en atormentarme y recuerdo de golpe algo que había hecho todo intento de olvidar. La muerte de Keisha Davies, la compañera de Chuck del distrito 11. Su rostro, afligido y compungido por el terror fue lo último que vi antes de acabar con ella.

Realmente hice todo lo que pude por hacerla entrar en razón, pero... Fue todo en vano, ella solo quería morir y..., Las palabras de Ethan, aquellas que me dijo nada más despertar de su regreso de la casi muerte llegaron a mí, y siento que la mano que me aprisiona el corazón se afloja.

Los cantos del pájaro siguen sonando y parecen invadir toda la cabina. Por eso, me levanto de golpe y observo a mi alrededor, alerta. No hay rastro de Luna, y aquello me pone los pelos de punta. «Maldita sea, ¡la daga!», recuerdo que la dejé bajo la almohada del cuarto. Pretendo regresar sobre mis pasos, pero la puerta corrediza se abre y solo me da tiempo a resguardarme tras el sofá en el que antes me recostaba. Trago grueso mientras pienso en las consecuencias de que me encuentren. Realmente no pueden matarme, menos tras ser un vencedor, pero eso no significa que no me pueda llevar un castigo tras incumplir las normas establecidas. Si es Janson quién...

—Todo va a cambiar a partir de ahora, Thomas. Debes de hacerte a la idea de que la insulsa y falsa amistad que finges tener con el, debe acabar. Por el bien de ambos. —Aquella voz metódica y fría no pertenecía más que a la calculadora Teresa.

Me escurro suavemente por el suelo, y los veo a través de un lateral del mueble. 

Ambos, Teresa y Thomas están cogidos de las manos y ella mantiene esa sonrisa privada que solo le brinda a el, y que en muy pocas ocasiones han podido vislumbrar los demás. Aquello hace que frunza mi ceño, sin entender del todo de quién hablan. ¿Acaso sería yo...? Esa pregunta hace que niegue con incredulidad, no puedo creer de ninguna manera que nuestra nueva amistad sea producto de una mentira. 

Thomas lleva encima una camisa de seda azul que se ajusta a su delgado pero tonificado cuerpo, junto a unos vaqueros oscuros. No alcanzo a ver los zapatos, pero seguro que lleva pantuflas. Teresa, en cambio, viste un vestido largo de tonos blancos y una bata de dormir oscura. Su cabello está trenzado y parece iluminarse con la escasa luz que brinda la luna, aquella que parece ahora liberarse de las nubes que la opacan. Aprieto mi agarra en el suelo, observando cómo el rostro de mi amigo se estruja por confusión.

—No voy a hacerlo, Teresa. Primero —señala separándose de su agarre—, porque nuestra amistad ni es falsa ni es insulsa. Y segundo, porque estar a su lado no significa que olvide mis orígenes, ni mucho menos de dónde vengo. —Ella coloca una expresión seria, y sin decir nada más, hondeando su bata, se marcha de la sala dejándole atrás. Parece haberse ofendido.

Entonces, veo cómo este aprieta sus manos en su camisa, y tengo la sensación de que se siente culpable. ¿Por qué él...? De pronto miro hacia un lado y escucho las zarpas del lobo que me había abandonado en aquella sala. Pero no ingresa por la puerta de la que salió Teresa, ni de la que entramos, si no la que se encontraba al otro lado de la habitación y enfrente de la primera.

Cierro mis ojos, sintiendo que el mundo se me cae a mis pies. En caso de que Thomas le vea, y por supuesto que lo va a hacer, sabrá que estoy aquí y... Mordiendome los labios, distingo al lobo saltar sobre sus patas y saltar encima de Thomas. Me golpeo la frente, con pesadez. Tenías que aparecer ahora.., me digo con rabia mentalmente.

Está más que decir que mi amigo gritó por la sorpresa y cayó al suelo con un ruido sordo. Pienso en si se ha hecho daño, y luego me rectifico de hacerlo al darme cuenta de que se negaba a verme por querer estar a solas con Teresa, y al recordar su extraña conversación.

Thomas sigue en el suelo y sonríe ante las caricias de Luna, que le llenan rápidamente todo el rostro repleto de pecas con una baba húmeda y escurridiza. Este se dedica a acariciar su cabeza, y cuándo finalmente se separa de su lado, recae verdaderamente en lo que implica su presencia en la sala. Y se confirma más todavía cuándo el lobo se me acerca y, a continuación, su expresión decae.

—Newt, ¿qué...? —Me incorporo a paso lento ante sus ojos inquietos, e intentando escabullirme de eso, me dedico a acariciar la cabeza del lobo que cada vez está más grande. Quizás sea por la carne de buena calidad y fresca que le brinda el Capitolio.

Soltando otro suspiro, termino de salir de mi escondite y me acerco a la salida sin decir palabra. Realmente no quiero escuchar ningún tipo de explicación y verle solo hace que me enfurezca.

—Newt, espera. No es lo que piensas, por favor —me ruega que me quede, y odio a mis pies por detenerse.

—Todo ha quedado entendido. No tienes porqué explicarme nada, Thomas. —Marqué su nombre con frialdad, para que comprendiera que ese tipo de juegos no me gustaban nada.

Pronto sentí su presencia tras de mí, y mis hombros se hundieron por acto reflejo. Odiaba sentirme utilizado de aquella forma, y no había nada más que odiase que saber que se hablaba a mis espaldas de mí, o de si quiera que me mintieran con tanto descaro.

—Si desde un principio lo único que querías era más privacidad con ella, podrías haberlo dicho, maldita sea. —Dándome la vuelta, le enfrento cara a cara y hago todos mis esfuerzos por no verme afectado por su rostro tan deprimente y culpable—. ¿Pero evitarme de tal forma, y usarla a ella para que me dé explicaciones que tú tendrías que haberme dado? Te creía de otro modo, verducho.

—No es lo que tu te piensas, sé que la situación se puede malinterpretar, pero te prometo que no es nada parecido a lo que se te está pasando por la cabeza. —Me cruzo de brazos ante sus confusas palabras y le miro expectante.

—Entonces, explícamelo. —Siento que otro nudo se me forma en la garganta y que no sé que es lo que de verdad estoy buscando de él. Las palabras salen casi sin poder detenerlas—. Explícame porqué vuestra conversación me relacionaba, y porqué según ella no nos conviene seguir juntos. —Suelta un deje frustrado al escucharme, y veo cómo pasa su mano por su cabello, de una forma completamente ansiosa.

—No es tan sencillo, Newt. Son cosas que nos relacionan por pertenecer al mismo distrito, y han muchas cosas que me gustaría decirte pero que sencillamente por esa simple razón, no puedo. —Habla tan atropelladamente que casi no le entiendo, pero mantengo mi misma posición al pensar que ahora echaba la culpa de todo a su hogar. ¿Por qué no podía darme una sencilla respuesta? ¿Le perjudicaría acaso?

Entonces, aun así, veo su rostro suplicante y mis brazos se mueven solos. Le agarro de los hombros, quizás con más fuerza de la esperada y mi voz sale con necesidad. Luna está acostado a nuestros pies, con expresión lastimera. Y en ese momento, no sé si está hablando mi apuro sin precedentes por seguir sintiendo esa comodidad a su lado y de no querer perderla, o la soledad que me estaba atacando antes.

—Por favor, Tommy... Dime al menos porqué motivo me has estado evitando estos días. Eso sí puedes, ¿no? —Su rostro es esquivo y trato por todos los medios que no pierda su atención en mí—. ¿He hecho algo mal? ¿A lo mejor necesitabas más tiempo para asimilar todo lo que pasó en los juegos? ¿Lo de Chuck? Porque si es así, te juro que lo entiendo y que no tienes porqué... —Me da un ligero empujón y nos vemos obligados a apartarnos.

Nuestras respiraciones están agitadas, aunque sean por razones muy diferentes. Permito entonces que se recomponga, viendo cómo me mira nerviosamente. No comprendo el repentino miedo que tiene por hablarme, y temo que sea mi culpa, que de alguna forma sigamos en peligro y de que estas situaciones nunca tengan un final. 

De pronto, sus hombros se relajan y me lo dice, lo que tanto le preocupa y lo que tanto teme que los demás y yo malinterpretemos. Parece quitarse un peso enorme de encima.

—Newt, soy uno de ellos. —Sus ojos poseen lágrimas de impotencia, y su voz sale rota—. De la gente que creó el Laberinto en el que murió Chuck. Todo esto es culpa mía, y solo mía. Podría haberme negado desde el principio, pero no lo hice porque pensé que hacía lo correcto. Por eso Teresa habla de esa forma, por eso sabíamos por dónde ir en los juegos, que atajos tomar... —Se muerde los labios avergonzado, y admito que esa acción había por tomado por copiarla en los últimos días. Quizás se debía a pasar tanto tiempo juntos.

—¿Y qué tiene que ver Teresa con todo esto? —Por fin libero mis brazos de su agarre, y me doy cuenta repentinamente de toda la tensión existente en ellos.

—Aparte de también hacer lo mismo que yo..., Bueno, supongo que solo pretende hacérmelo recordar porque teme que algo suceda y, por supuesto, no quiere ver que salga afectado de por medio. Solo... quiere protegerme. —Alzo una de mis cejas, escéptico ante aquella verdad.

—¿Separándonos? Pues no lo entiendo. No soy alguien que pueda causarte problemas, y más que otra cosa, me suena más a una escena de celos. —Suelta una carcajada suave y me siento aliviado de ver qué toda esa tristeza que poseía antes, poco a poco se esfuma de en medio.

Sin embargo, volvemos a quedarnos en silencio y su voz tersa, un poco más recuperada, vuelve a dirigirme la palabra.

—De verdad que lamento todo esto, Newt. Nunca quise que pasara nada parecido, y si pudiera volver atrás detendría los bocetos del Laberinto y... —Esta vez vuelvo a sostener sus brazos, pero con suavidad y sin tener ápice de la rabia que antes me poseía.

—Otra persona los hubiera acabado después de ti, eso tenlo por seguro. —Vuelve a callarse y me mira con solo un sentimiento encima: el remordimiento. Intento de la mejor forma que sé de apoyarle, y de hacerle saber que no tiene porqué llevar encima el pecado de lo que han causado otros.

Mantengo nuestros ojos conectados, y quiero que sea capaz de ver que no le culpo por nada.

—Tommy, de todas formas nada de eso importa ya. Las personas que fuimos antes de los juegos, ya no existen. Lo único que importa es quiénes somos ahora y lo que decidimos hacer a partir de este momento. —Compartimos una pequeña sonrisa y lo que nos separa es la interrupción de Luna, que salta sobre mis piernas.

Con una alegría palpable, le doy los mimos que quiere y cuándo devuelvo la vista, Thomas me regala esa mirada llena de agradecimiento que suelo ver en el. Lo tomo cómo una buena señal, y dándole una palmada en los cuartos traseros, este sale despedido hacia mi amigo, quién le recibe con los brazos abiertos. Se ve que le calma estar a su lado, y quizás le da ese conforte de la que yo soy incapaz. Por eso, sé que no me arrepentiré de mi decisión esa noche.

—¿Te gustaría dormir con él? —Me mira sorprendido y tras unos segundos en la que lo asimila, niega sonriente. Pero ya esta hecho.

—No se admiten devoluciones, señor Tommy. —Alzo mi brazos en alto haciendo una especie de cruz entre risas—. Debes de tomarlo como si fuera nuestro hijo, por lo tanto es tu responsabilidad también. —Deja de acariciar el lomo de Luna, y un sonrojo ocupa sus blancas mejillas.

¿Había dicho algo que lo avergonzase? La sonrisa le crece por momentos.

—¿Nuestro hijo? —Ah, ya, ahora es mi turno de avergonzarme. Siento cómo se me calientan las mejillas y miro hacia otro lado, procurando que vea que no me importa. Pero le saco la lengua en diversión.

—Pues lo tomaré entonces, Newt. Tal y cómo se estipula en nuestro contrato matrimonial. 

Nos miramos en silencio, y no tardamos en estallar en carcajadas.





Más o menos una hora más tarde, cuándo la noche va dando lugar al amanecer, me encuentro en el tejado con Thomas, quién cuándo pretendía irme a dormir al cuarto, me soltó que tenía que enseñarme algo. Dejamos a Luna en el cuarto de mi amigo, en dónde cayó de golpe rendido. Tras subir una escalera de una habitación principal, nos encontramos aquí. Resulta que Thomas había fisgoneado una llave a Janson, y que aunque pretendía devolverla, quería enseñármelo antes de hacerlo.

Las vistas eran sin dudas lo mejor; la oscuridad se esfumaba para dejar la entrada a unos tintes rosáceos que indicaban un nuevo amanecer. Se podían ver realmente todas los campos abiertos y libertinos de nuestro alrededor mejor que desde una ventana. Aunque el tren estuviese en movimiento, había espacio para tres personas para sacar la cabeza por allí.

—Es verdaderamente fascinante encontrar belleza en algo que pertenece a personas que suelen dañarnos, Tommy. —Cómo estoy perdido ante la imagen que me brinda el nuevo día, soy incapaz de ver cómo este solo me mira a mí, y de identificar el significado real de sus siguientes palabras.

—Yo prefiero seguir sufriendo si se me permite al menos seguir disfrutando de la belleza que es compartir tiempo a su lado.  

Momentos después me veo obligado a romper ese cálido y agradable instante que nos pertenece solo a ambos, porque recuerdo que no queda mucho tiempo antes de que los avox salgan a prepararlo todo y por el hecho de que tenemos que descansar antes de llegar a casa.





Tras despedirme de Thomas y de dejarle en su habitación, con cuidado me dirijo a la mía. En el camino me encuentro con Ethan y ambos juramos no decir nada sobre el otro. Con una pequeña sonrisa de felicidad, siento que me invaden miles de sensaciones en respecto a la fortuita suerte que me permitiré experimentar al reencontrarme con mi familia.

Pongo la huella en la puerta y cuándo esta se abre, rápidamente me doy prisa en entrar. Me apoyo en esta después de hacerlo, y trato de controlar lo mejor que puedo a mi corazón. Esta vez no será un holograma lo que me encuentre al llegar a mi distrito; Minho me está esperando y no creo que sepa las ganas tremendas que tengo de volver a sentir ese característico olor a boque siempre invade mis memorias. demás, me gustaría devolverle la daga prestada ya que, por lo que recuerdo, es su reliquia familiar. No obstante, toda emoción se me congela al escuchar una voz hablarme en la seguridad de mi cuarto.

—Chico, deberías avisarme cuándo no vas a venir en toda la noche. Me has tenido aquí esperando como un burro. —Es Haymitch, está recostado en mi cama y con los brazos detrás del cuello. Viste una franela oscura con unos pantalones grandes y probablemente muy cómodos. Además, no está solo; es acompañado por dos personas y sobre todo a una la conozco a la perfección.

—No exageres, anda, que apenas al pobre niño. No te preocupes, Newt, hemos llegado hace cómo unos treinta minutos —me aclara con esa voz que es música para mis oídos.

—¡Bellamy, no puedo creerlo! —Está al lado de mi mentor, quién a diferencia de este, posee una actitud recta y en sus manos guarda la daga de Minho.

La deja con un movimiento suave en el tendido de mi cama, y corre hacia mis brazos. Me estrecha por la cintura y me levanta dándome varias vueltas. Siento su cabello hacerme cosquillas en la mejilla derecha, pero no por eso menguo el agarre que tenemos. Siento que mis manos tiemblan de la felicidad sorpresiva, y quiero sentirme en una nube de esta forma para siempre.

Cuando ambos decidimos que ya han sido suficientes vueltas, al separarnos, sostiene mis mejillas con sus dedos fríos y repletos de anillos de oro y me dice: —Sabía que apostar por ti era la decisión correcta. No me perdí ni un solo momento tuyo, Newt. Y... cuándo vi que te daban la oportunidad de regresar, dios... No tienes ni idea del alivio que sentí.

Asiento ante sus palabras, mientras distingo aquellos ojos brillar con el típico delineador azul que solía llevar antes de irme a los Juegos. Sencillo pero provocador, así es cómo era él. Aun así, me pregunto cómo ha llegado hasta aquí; entonces me dice que pidió un permiso en el Capitolio para su equipo y él, pero que solo le aceptaron el suyo. Siento pena por no ver de nuevo a Terence y Raven, pero tener conmigo a Bellamy es lo mejor que me ha pasado salí de los juegos.

—No sabes la alegría que me da verte, ¿y sabes? Todo el rato en la arena me repetía una y otra vez que me estabais esperando, aparte de mi familia, y eso me daba las fuerzas necesarias para seguir. —Sus ojos destilan cariño y me dejo acobijar por este. Parecía que por fin las cosas salían cómo yo las quería.

—Pero, ¿cómo has llegado tan deprisa? —pregunto al instante y veo que saca algo de su bolsillo, y mientras me responde, sus manos se dirigen a mi camisa, específicamente en el hueco del hombro.

—Un helicóptero se encargo de ello, querido. Y uno de último modelo, por supuesto. De los que no hacen ese horrible sonido de despegue... aunque no puedo decir que el viaje fue agradable —me guiñó el ojo y yo le miro encantado, ya que amaba cómo era su forma de ser.

Mirando entonces mi hombro, veo que en este brilla la misma insignia de alas doradas que me puso para el día de mi entrevista, en aquella en la que creía que Minho estaba conmigo en el Capitolio. Mis ojos muestran incertidumbre por ello, y simplemente me suelta que me pertenece y que nada le agradaría más que vérmela encima. Le digo que así lo haré, siempre que pueda, y entonces su rostro se descompone para mostrarme una seriedad que jamás había visto en el. Confundido, le pregunto que ocurre y me responde tan rápido y de una forma tan emocional, que pienso que en cualquier momento va a romperse en lágrimas.

—¿Cómo pudiste intentar sacrificarte? Entiendo lo loable que era la acción, pero estaba al otro lado de la pantalla y viéndote con esa daga en tu cuello, yo... —Lo devolví a mis brazos, alzándome un poco de puntillas y metí su cabeza en el hueco de mi cuello. Se tragó las lágrimas, y aun así, pude ver lo importante que era para él. 

—No sabes lo que me alegra tenerte vivo aquí, a mi lado, Newt. —Nos miramos tras romper el abrazo, y de pronto me soltó algo con sus típicas muletillas de siempre.

—¿Sabes lo triste que se pondría el mundo si una belleza como la tuya se perdiera en tales asquerosos juegos? —Aquello me sacó una ligera risa, y el carraspeo de Haymitch nos distrajo. Cierto, había otra persona en el cuarto.

—Lamento ser el que interrumpa este maravilloso reencuentro, pero la persona aquí presente también tiene muchos deseos de conocer a nuestro querido Newt. —Bellamy lo mira con rastros de molestia y me sorprende lo seria y grave que sale su voz cuando habla.

—A pesar de que eso sea cierto, sé que odias que me dé la atención que tú deseas. —El silencio se interpuso entre ambos, y distingo con confusión la manera en la que se taladran con los ojos. Daba la sensación de que se querían matar con ella.

La tercera persona que se encuentra en el cuarto se adelanta, y descubro que se trata de una mujer. Ella es la que se encarga de deshacer la reserva formada por los dos hombres jóvenes y cuando la miro con atención, noto lo atractiva que es.

Es alta, delgada y con un cuerpo bien estructurado. Tiene la piel clara, brillante y sin mucho maquillaje; lleva cosas pequeñas, sencillas, y lo más notorio que tiene en el rostro son unas líneas blancas y doradas con una forma extraña que surcan los laterales de sus ojos y atraviesan sus mejillas. Una de estas mismas le recorre el centro de sus labios con forma de corazón. Posee además unas cejas rectas y bien formadas. Extrañamente, la forma constitutiva de su rostro me trae memorias sobre alguien... Pero no puedo recordar de quién.

Sus ojos son azules y casi grises, pero extrañamente se denotan cálidos. Viste un abrigo de pieles enorme decorado con plumas, y un medallón destaca en su pecho. Por lo que puedo ver a través del abrigo, lleva un vestido blanco, largo y de constitución de corte de sirena al final; sin embargo, se nota que no es apretado, si no bastante suelto. Por el rabillo del ojo, veo la forma en que la mira mi mentor, y me pregunto seriamente qué sucede entre ellos y de qué se conocen. 

—Es un placer conocerte por fin, mi querido Newt. —Cómo sospechaba, su voz es agraciada y bastante agradable de escuchar.

Bellamy se aparta de mi lado con una pequeña sonrisa, y no entiendo qué esperan que haga. Ella me mira de arriba a abajo con mucha atención, y me fijo en su cabello que está atado en un moño revuelto y algo rizado, y del que destaca un color claro casi alcanzando un blanco nieve. Además, también tiene un búho blanco sobre su hombro derecho.

Tiene sus manos encima de su regazo, y me da la sensación de que estoy enfrente de alguien de la realeza. Una tontería, por supuesto, porque hace mucho tiempo que se dejaron atrás las dinastías y los sucesores principescos; aunque eso no evita que recuerde que mi padre me leía cuentos sobre princesas y caballeros cuándo era más pequeño.

—Me encantaría decir lo mismo, pero... No la conozco y no quisiera sonar grosero, pero ¿podría decirme su nombre? —Ella mantiene una sonrisa en su rostro, y por algún motivo, siento que es una persona parecida a Haymitch o a Bellamy.

Mi mentor se ríe por lo bajo, y le miro con molestia sin entender qué se trae entre manos.

—Por supuesto. —Me extiende una de sus manos con una delicadeza sobrehumana—. Se me conoce como Jeanne... Jeanne Trinket, y soy la hermana pequeña de tu acompañante del distrito 12, Effie Trinket. —¿Trinket? ¡Imposible! Abro mis ojos sin poder creerlo, pero cuándo miro a Bell y Mitch, ambos me asienten con seguridad.

Así que, recuperando mi vista en ella, me doy cuenta de que su mano está helada y no me la suelta incluso después de darnos un apretón varias veces. 

—¡¿Eres la hermana pequeña de Effie?! ¡Ni siquiera sabía que tenía una! —Ella se carcajea ante mi estupor, y ahora entiendo porqué me parecía tan familiar su rostro. No puedo creerlo incluso cuándo la tengo delante.

No se parecen demasiado, pero ahora que lo sé, veo que sus ojos son similares y aquel estilo de la moda sin duda demostraba que eran hermanas.

—Y aunque Jeanne tenga sus veintitrés recién cumplidos, es incluso más amargada que su hermana. —La voz de Haymitch nos distrae y por primera vez, descubro que el rostro intacto de la mujer se rompe.

Sus mejillas se colorean y frunce sus labios para separarse de mi lado y acercarse a mi mentor que intenta huir; su animal emprende el vuelo ante el repentino movimiento. Los intentos del hombre se ven gafados al ser ella más rápida, y justo cuando este sale por el otro lado, ella ha dado una de esas volteretas laterales sobre la cama y saltando sobre esta, acaba encima suyo. Ambos caen al suelo, y la chica, ni siquiera se ha despeinado; además, mantiene su brazo contra su espalda, reteniéndole sin verdadero esfuerzo. La otra, en cambio, la deja en el aire para que regrese a su puesto su querido búho de ojos azules y distantes. Aun no entiendo lo rápido que ha sucedido, y cómo demonios ha podido moverse de esa forma con un vestido de gala.

—Retira lo que has dicho, o ya verás que repito lo de la última vez. —Aquello hace que al momento mi mentor aclame su rendición, y cuándo ella se separa con una victoriosa sonrisa, me mira con satisfacción. Bellamy también lo hace, y la mujer me dirige la palabra.

—Newt, de todas formas, no hemos venido aquí solo para tu reencuentro con el señorito Bellamy. Una razón de peso me tiene aquí, y es porque vengo a darte un mensaje de la gente del pueblo: eres su esperanza y cómo respuesta, quieren dar comienzo a una rebelión por tu causa. —Aquello hace que todo a mi alrededor se detenga, y que sea incapaz de asimilar la información.

—¿De... de qué estas hablando? ¿Yo su esperanza? Pero si no he hecho nada para merecerlo, y además, ¿qué sentido tiene hacer una revolución cuándo los juegos han terminado? Mirad —sostengo el puente de mi nariz con presión—, estamos a días de arribar a mi hogar, y lo único que quiero es un tiempo de descanso, por corto que sea. —Bellamy me dirige aquella mirada que me indica que habla con el corazón en la mano.

—Newt, las cosas serán muy diferentes a partir de ahora, y si crees que lo que te espera son tiempos de paz y alevosía, debes de abrir los ojos. —La respiración se me agita en cuánto identifico el mensaje tras ello.

—Entiendo que sea... extraña la manera en la que se han saltado las tradiciones, pero... He hecho todo lo que querían y si en algún momento mis intenciones han dado señales de otra cosa... Yo no quiero que nadie más sea sacrificado en vano, ¿podéis entender eso? ¿Y si me esfuerzo y al final no llegamos a nada? ¿Y si me equivoco? —Suelto un suspiro grave, intentando recuperar el poco aire que me queda en los pulmones.

»Además, ¿por qué habría de tomar precauciones? En caso de que una rebelión se esté formando a nuestras espaldas, no pueden relacionarme directamente con ella. Los Juegos para mi han terminado. —Haymitch es quién habla esta vez, y su voz sale carente de emoción alguna.

—Los Juegos nunca terminan para nadie, Newt. —Aquella verdad que me negaba a ver desde que salimos de la arena, me dejó helado—. Y a pesar de lo mucho que quieras vivir en un mundo de arcoíris y de completa dicha, es mejor que te des cuenta de la realidad en la que vives... por muy dura que resulte. —Y con aquellas palabras, me doy cuenta de que quizás, esta fue la chispa que prendió todo el caos que le sobrellevaría después.

N/A → Saludos, mis ángeles, ¡aquí les traigo un nuevo capítulo! 

Espero que les haya gustado mucho, en serio, tengo muchas expectativas con el transcurso de lo que sucederá en un futuro. Realmente espero que me sigan brindando de su apoyo; ¿les gusta el nuevo separador? ¿Y que opinan de lo que han leído?

¡Gracias por leer, y recuerden que los amo a todos!

Se despide xElsyLight.

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