Vampire Anomaly

By Gabianni

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LIBRO 2 DE VAMPIRE KISS ¿Cómo puedes recuperar lo que no sabes que está perdido? Seis meses después de los ev... More

💀Ley de la Anomalía Prohibida💀
💀Prefacio
💀Capítulo 1. No eres tú
💀Capítulo 2. No estás muerto
💀Capítulo 4. No la dejes sola
💀Capítulo 5. No es un misterio
💀Capítulo 6. No es opcional
💀Capítulo 7. No recuerdes
💀 Capítulo 8. No llores más
💀Capítulo 9. No es tu pasado
💀Capítulo 10. No todo es verdad
💀Capítulo 11. No le hagas daño
💀Capítulo 12. No te reconozco
💀Capítulo 13. No te rindas con él
💀Capítulo 14. No lo salves
💀Capítulo 15. No le creas
💀Capítulo 16. No lo dejes marcharse
💀Capítulo 17. No lo dejes caer
💀Capítulo 18. No lo tientes
💀Capítulo 19. No lo añores
💀Capítulo 20. No temas
💀Capítulo 21. No te dejaré
💀Capítulo 22. No lo rompas
💀Capítulo 23. No lo marques
💀Capítulo 24. No la dejes
💀Capítulo 25. No lo sigas
💀Capítulo 26. No la arrebates
💀Capítulo 27. No puedes ser tú
💀Capítulo 28. No hay tiempo
💀Capítulo 29. No es una farsa
💀Capítulo 30. No eres nadie
💀Capítulo 31. No te engañes
💀Capítulo 32. No lo lamentes
💀Capítulo 33. No lo deduzcas
💀Capítulo 34. No la conoces
💀Capítulo 35. No eres el mismo
💀Capítulo 36. No seas cobarde
💀Capítulo 37. No aún
💀Capítulo 38. No lo liberes
💀Capítulo 39. No es eterno
💀Epílogo💀

💀Capítulo 3. No te he olvidado

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By Gabianni

6 meses atrás...

El corazón de Dorian se detuvo. Viktor, con el oído pegado contra su pecho, no escuchaba ni un solo latido, ni un mínimo eco en su caja torácica. Todo era un completo y perturbador silencio.

La sangre en sus manos se secaba, y la del suelo ya adquiría un tono oscuro. Viktor permanecía inmóvil, con los ojos bien abiertos y sin parpadear, fijando la mirada en un punto indeterminado.

«Lamento tanto arrebatarte el final feliz que te mereces». Las palabras de Carmilla resonaban en su mente. En ese momento, abrumado por sus emociones, no podía aceptar que su mejor amiga, la vampira que consideraba su familia, había asesinado a Dorian, su amor, su alma gemela. Pero las pruebas estaban allí: las últimas palabras de Carmilla, el sedante y su inexplicable desaparición.

Parpadeó una sola vez y, tembloroso, volvió su atención hacia Dorian. Sus ojos estaban cerrados y su piel cada vez más gris que blanca. Ese no era Dorian. Cuando lo aferraba, no se sentía como él. No podía ser él.

—Carmilla te hizo esto —musitó, apoyando su frente en la del helado que sostenía en sus brazos—. ¿No es así?

Más lágrimas se escaparon de sus ojos mientras se mecía, hasta que escuchó a lo lejos el sonido de la puerta de la casa abriéndose.

—¡Llegamos! —avisó Emma.

Viktor se tensó y levantó el rostro de súbito. Escuchó dos pares de pasos acercándose y se aferró con más fuerza al cuerpo de Dorian. Emma apareció primero en el marco de la puerta; la sonrisa en su rostro se desvaneció con lentitud al ver el cadáver de su hermano, la sangre y a Viktor. Se tambaleó hacia atrás, respirando de manera errática, demasiado espantada para reaccionar de otra manera.

—¿Emma? —preguntó el padre de Dorian, Roland Welsh. Se aproximó y, al ver el cuerpo de su hijo en brazos de Viktor, se aferró a su hija con consternación.

Se tornó tan pálido que parecía que iba a desmayarse allí mismo, y lo único que salió de sus labios fue un débil:

—¿Dorian?

(...)

Presente...

Viktor se paseaba de un lado al otro en la sala de interrogatorios, yendo de la mesa de acero inoxidable al muro de cemento, golpeando este último con ansiedad. ¿Qué diablos estaba haciendo Rhapsody?

Aunque en realidad solo esperó unos quince minutos, se sintieron como interminables horas. Finalmente, la gruesa puerta se abrió, revelando a un Verdugo que Viktor reconoció como el fastidioso Lugosi. Rhapsody apareció detrás de él.

—Espera afuera —ordenó ella.

Lugosi le dirigió a Viktor una breve mirada de extraña simpatía antes de asentir y salir, cerrando la puerta tras él.

«¿Y a ese qué vampiro lo mordió?» pensó Viktor, extrañado por la empática reacción del vampiro que solía considerar su rival jurado.

—Siéntate —ordenó Rhapsody con un tono recio que le recordó a Viktor sus días entrenando a los Verdugos novatos.

Viktor obedeció sin chistar, dejándose caer en la fría silla de acero inoxidable. Rhapsody avanzó unos pasos, su larga gabardina negra ondeándose detrás de ella, mostrando con orgullo el símbolo de la guadaña de plata de los Verdugos y los colmillos mordiéndola.

La vampira ancestral lo recorrió con sus inexpresivos ojos dorados, deteniéndose en la piel destrozada de sus nudillos ensangrentados. En cualquier otra circunstancia, sus heridas habrían sanado con rapidez, pero en esa prisión, donde apenas y bebía sangre, sus habilidades curativas eran mucho más lentas. Viktor se sentía asqueroso, con la sangre del Nosferatu en su ropa y su cara, sus nudillos abiertos y adoloridos por los puñetazos propinados al vampiro de antes, y el descuido general de su aspecto: cabello revuelto y seco, labios partidos y ojos irritados.

—Bebiste la sangre del vampiro que atacaste. —Señaló Rhapsody, fijando su atención en los labios de Viktor.

Viktor pasó el dorso de su mano por ellos, limpiando los restos de sangre. Había olvidado ese detalle.

—Nos dan miserias de comer en esta pocilga —mintió, ya que la verdadera razón por la que mordió a ese vampiro fue porque alucinó el rostro de Dorian en él, algo que jamás admitiría en voz alta.

Rhapsody entornó los ojos.

—Beber la sangre de otro vampiro es como si un humano bebiera agua de un río sucio para saciar su sed —replicó.

—No me interesa. —Apoyó un brazo en el respaldo de la silla y se peinó el cabello hacia atrás, sin importarle la suciedad de su mano—. Sangre es sangre.

Rhapsody exhaló con pesadez y tomó asiento frente a Viktor, cruzando una pierna sobre la otra y entrelazando sus espigados dedos sobre la mesa.

—Emma Welsh ha venido a visitarte otra vez. Por fin desistió de intentar testificar a tu favor —informó—. Nunca tuvo pruebas contundentes de tu inocencia, pero supongo que regresa porque sabe que aprecias su intención.

Viktor sí la apreciaba. Las visitas semanales de Emma —quien, al ser una Anomalía como su hermano, podía ver y entrar a la prisión de vampiros— eran de las pocas cosas que lo mantenían estable.

—Usted no tiene pruebas de mi culpabilidad —refutó.

—Eras el único ahí y tus huellas estaban en todas partes.

—Carmilla estaba ahí.

—No cuando llegamos.

Viktor, enfurecido, golpeó la mesa con tal fuerza que le dejó una abolladura.

—¡Entonces encuéntrela! —bramó—. ¡Ella es la culpable!

Rhapsody no se inmutó ni por el impacto ni por sus gritos. Solo volvió a suspirar con pesadez y se cruzó de brazos.

—No he podido hallarla —admitió.

—¿De verdad la ha buscado? —inquirió Viktor con frialdad—. O tiene miedo de hacerlo porque sabe tan bien como yo que es perfectamente capaz de algo así.

—Viktor...

—Solo está encubriéndola porque es su protegida —interrumpió—. Su amor cuasi maternal no le permite...

—Tú también eres mi protegido —acotó Rhapsody.

Viktor apretó la mandíbula.

—Pero yo sigo tras las rejas —masculló.

—Me pediste que investigara el asesinato de tu... presa.

—Dorian —siseó—. Su nombre es Dorian.

—El asesinato de Dorian —se corrigió—. Esta era la única manera. Te lo dije en aquel entonces: las Anomalías no están protegidas por la ley, los híbridos sí. Lo hice pasar por un híbrido, una ilegalidad de mi parte, y la única manera de mantener el caso vivo era haciéndote pasar por un sospechoso.

—El sospechoso —enfatizó—. No quiere aceptar a Carmilla como la otra.

—Carmilla ya fue declarada sospechosa. Está siendo buscada, pero ya sabes lo bien que se mezcla con las masas.

Viktor la miró de reojo.

—¿De verdad no han encontrado nada? —inquirió en voz baja, casi temiendo la respuesta.

Rhapsody se inclinó hacia adelante.

—Creo que estoy a punto de hacer una conexión significativa —confesó—. No debería decirte esto, pero parece que solo así creerás que estoy haciendo algo para ayudarte.

Viktor soltó un bufido.

—Perdóneme por querer pruebas de que esto avanza de alguna manera —replicó con sarcasmo, señalando su overol negro manchado de sangre—. Lo que pasa es que creo que la prisión ya no es mi estilo.

Rhapsody ignoró sus mofas y, con su usual inexpresividad, lo miró fijamente.

—¿Cuánto tiempo te queda? —preguntó.

Y ahí estaba el tema que Viktor más odiaba: ¿Cuánto tiempo te queda antes de volverte un Nosferatu por segunda y, seguramente, última vez? Esa era la pregunta que Rhapsody no se atrevía a hacer. Viktor ni siquiera quería pensar en ello. Aún no había comenzado la cuenta regresiva; el amor de Dorian seguía palpitando en cada fracción de su ser, la humanidad que lo mantenía vivo y cuerdo. Pero ¿por cuánto más?

Desvió la mirada de Rhapsody y se abrazó a sí mismo.

—Todavía no ha comenzado la cuenta regresiva —respondió—. No necesito una presa.

—Prometo sacarte de aquí —juró ella entonces.

Viktor frunció el entrecejo y negó con la cabeza.

—No buscaré otra presa —sentenció. No le haría eso a Dorian, no hasta asegurarse de que, si estaba muerto, el culpable pagara por ello. Estaba más que dispuesto a morir en el intento si ese era el precio.

Rhapsody se puso de pie de súbito, se acercó a Viktor y se arrodilló frente a él.

—Estás sufriendo. —Señaló.

Viktor no quiso mirarla a los ojos.

—Me pregunto de dónde sacó esa idea... —musitó con sarcasmo, tratando de ocultar su verdadera agonía.

—Esa Anomalía, Dorian, era muy importante para ti —continuó ella, extendiendo su mano para darle un apretón a la de él.

Viktor odiaba cuando se referían a Dorian en pasado.

—Es más que importante para mí —conectó sus ojos guinda con los amarillos de ella—. Lo amo.

Ella asintió.

—Lo sé —afirmó—, pero como vampiros amamos a los humanos sabiendo que, para nosotros, sus vidas son como un parpadeo. —Soltó su mano y se puso de pie detrás de Viktor, aferrándose a sus hombros—. El duelo es nuestro precio por alimentarnos de su humanidad.

Viktor frunció el ceño.

—Carmilla es la única que tiene una deuda pendiente —aseveró, con ira palpable.

—Viktor, no...

—¿Ya hemos terminado? —interrumpió, quitándose las manos de Rhapsody de encima—. Quiero irme a mi celda.

La vampira retrocedió y, sin intentar siquiera convencerlo de lo contrario, asintió con rigidez.

—Hemos terminado.

Viktor fue escoltado de regreso a su celda y, como cada día de los últimos seis meses, mordió su propia mano para derramar sangre y marcar una raya más en el muro de concreto. Se recostó en el duro colchón y observó cómo el líquido carmesí goteaba de su palma hacia el interior de su antebrazo. Luego, se sentó y bajó el brazo para que la sangre volviera a acumularse en su palma. Una vez allí, pensó en Carmilla y repitió tres palabras en su mente:

«Dime dónde estás».

La sangre se absorbió en su piel, enviando el mensaje. Era un método de comunicación que solo podían utilizar dos vampiros que hubieran bebido sangre del otro con su consentimiento, formando lo que denominaban un «Lazo sanguíneo inquebrantable». Hacía lo mismo todas las noches, pero nunca recibía respuesta.

Viktor se recostó de nuevo y fijó su mirada en el techo sobre su cabeza, tan monótono, tan aburrido, tan... muerto.

Sin Dorian, Viktor se sentía muerto.

(...)

Dorian se sentía más vivo que nunca.

Cada vez que utilizaba su voz de Banshee para dar órdenes, una sensación de euforia descontrolada lo invadía. No sabía si era una especie de repercusión cerebral por dicho poder o si, más bien, era su cerebro inyectando toxinas a su sistema para reprimir la culpa y el miedo de haber matado a inocentes.

Fuese como fuese, la sensación estaba ahí y lo volvía loco. En el mejor y más retorcido sentido.

Se encontraba en la Catedral Roja, un antiguo y derruido monumento que formaba parte del escondite de El Salvador. Era exactamente lo que su nombre sugería: una catedral de estilo gótico teñida de rojo por los vitrales del mismo color. Al entrar, se sentía como si se sumergiera en un océano carmesí.

Carmilla estaba sentada en uno de los bancos, con la cabeza gacha y la mirada perdida, parecía uno de esos humanos que se arrastran al interior de la iglesia esperando que aquella humillante acción expíe sus pecados. Nicte, por otro lado, se hallaba de pie frente a la desgastada pintura de un santo, encendiendo y apagando la única vela servible que quedaba en el recinto. Dorian no supo reconocer quién era la figura religiosa, y tampoco le interesó pensar más en ello. Prefería deleitarse con la música que salía de sus audífonos, conectados a un anticuado Walkman; este fue un regalo de Nicte hace un par de meses.

—Para que te entretengas, 55 —le dijo mientras le lanzaba el objeto al regazo. Dentro traía un cassette con una mezcla de más de veinte canciones, todas tan antiguas como el propio aparato—. Carmilla las escogió.

Todas eran del agrado de Dorian, así que se dejó caer en una de las bancas de madera y comenzó a escuchar The Chain de Fleetwood Mac. Sin embargo, su tranquilidad se vio interrumpida cuando las puertas de la catedral fueron abiertas de par en par y por ellas entró El Salvador.

Llevaba su habitual máscara de doctor de la plaga y la túnica gris a juego. Caminó con pasos lentos, captando la atención de los tres con el eco de sus suelas contra el piso. Ninguno pronunció ni una palabra hasta que su jefe se detuvo frente a Dorian, lo observó a través de los orificios de su máscara y realizó un fluido movimiento con su mano enguantada para indicarle que se pusiera de pie.

Dorian se levantó. El Salvador colocó una mano en su hombro, le dio un ligero apretón, ladeó la cabeza... y le propinó una bofetada en la mejilla derecha. El golpe fue tan fuerte que Dorian se tambaleó hacia atrás y los audífonos salieron volando de sus orejas, arrastrando consigo el Walkman.

De nuevo, el sepulcral silencio se apoderó del lugar, siendo lo único audible la música estridente que salía de los audífonos, con una letra que sugería que si el amor no se mantiene en el presente, es poco probable que lo haga en el futuro, pero que quizás haya esperanza de que la conexión entre dos personas permanezca fuerte, como una cadena que no se quiebra.

Y exactamente así se sentía Dorian, encadenado e incapaz de romper dicha cadena. Pero a pesar de ello, se recompuso y acarició su mejilla donde había recibido el golpe. Con suerte, no quedaría marca.

—Actuaste de una manera muy reprobable, Anomalía 55 —sentenció El Salvador, apartando la mano de su mejilla y tomándolo por la nuca—. ¿Qué fue lo que hiciste mal?

Dorian no sabía quién o qué era El Salvador. ¿Un vampiro? ¿Un demonio? Era extraño en todos los sentidos de la palabra y emitía una energía desagradable, como si estuviera siempre rodeado de una espesa nube de humo.

—Cumplí sus órdenes —respondió.

—¿Acaso te ordené que fueras descuidado? —inquirió.

—Me ordenó matar —replicó con una sonrisa burlona en sus labios—. No hay forma cuidadosa de hacerlo.

El Salvador soltó una carcajada seca y empujó a Dorian lejos de él para dirigirse a Carmilla, quien ya se había puesto en pie y esperaba órdenes al lado de Nicte.

—¿Por qué le permitiste actuar de una manera tan estúpida? —preguntó—. ¿Acaso no estás al tanto de su inestabilidad?

El Salvador estaba enfadado porque Dorian había matado a las Anomalías Prohibidas de manera escandalosa. Les ordenó que murieran con el poder de su voz y ninguna pudo pelear contra ello. Las que no opusieron resistencia colapsaron por falla cardíaca, y los demás sufrieron una agónica muerte que hizo que les explotaran las arterias en el cerebro, haciéndolos sangrar por los ojos, la nariz y los oídos. La escena fue espantosa y atrajo la atención de todos.

—No pensé que sería tan aparatoso —contestó Carmilla.

—¿Lo dejaron solo?

—No es un niño. Podría controlarse si quisiera —refutó Nicte—. No me apunté a trabajar de niñera.

El Salvador emitió otra risa desquiciada.

—Les di permiso de conservar la Anomalía para darle uso, ¿o acaso miento?

—Nunca —respondió Carmilla—. Nunca miente.

—Precisamente —afirmó, enderezándose y colocando ambas manos detrás de su espalda. De repente, la temperatura del ambiente descendió, ráfagas de viento se colaban por las puertas abiertas y la luz roja comenzó a apagarse—. ¿Qué harán para compensarme?

Nicte, aterrorizada por el fenómeno natural que El Salvador provocaba, se vio incapaz de responder, pero Carmilla, tan falsamente serena como siempre, dio un paso al frente.

—¡Le traeré otra Anomalía Prohibida! —exclamó en voz alta para hacerse oír entre el viento—. ¡Una igual a Dorian!

Lo que sea que estuviera haciendo El Salvador, se detuvo. La temperatura volvió a la normalidad, el aire se sintió menos denso y la luz roja retornó.

—Eso bastaría para concederles el perdón, pero me fascinaría saber dónde conseguirás una Anomalía tan... —Se paseó alrededor de Dorian, rozando su cuello con las puntas de sus dedos—. Única.

—Sé dónde y sé quién —aseveró Carmilla, ganándose la completa atención de su jefe—. En la ciudad de Core... Emma Welsh.

¿Se viene el reencuentro? Se viene el reencuentro, ¿o acaso pensaban que no los juntaría pronto? 😈

Ok no, todavía falta un poquito para que estos dos se vean de nuevo, pero créanme que valdrá la pena la espera 👀

¡Muchísimas gracias por leer! 💛

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