Mil razones

By Azulito123_

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Era imposible escapar de la bestia, era imposible amar a la bestia; todo esto ella lo rectificó. Cayó en sus... More

Mil razones.
Prólogo.
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Capítulo 64

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By Azulito123_


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Ámbar.

Los niños pasan sonrientes y saludándome con simpatía, ignorando la tensión y negandome la posibilidad de cerrarle la puerta en la cara a Kyle, quién entra a pasos cortos después de sus hijos. Tomo aire para recordarme que no vale la pena que mi estado vuelva a ser el mismo que hace unas semanas por culpa de él, y resignada termino cerrando la puerta.

Sheryl trae en los brazos un pequeño gato blanco el cual me muestra alzandolo para que lo acaricie.

—¿Dónde está Mía?—me pregunta mientras acaricio la cabeza del animalito.—Lo traje para enseñárselo y para que Bestia tenga un amiguito.

—Mía está con su padre en Australia.—le responde Jess por mí haciendo que la niña enseguida disminuya su emoción.—Pero puedes mostrarmelo a mí y cuando llame le diré.

No se convence pero tampoco rechaza la idea de Jesserd de ir a la casa de jardín de Bestia, y Masson, un poco más serio y aburrido los sigue cuando su padre le pide que lo haga.

—Kyle...

—Me enteré por la jueza la condición de tu embarazo.—me acalla con voz calmada.

Alzo la mirada para encontrarme con sus ojos, y cuando aprieto los labios bajo su mirada, es él, quién entonces le huye a la mía.

—Acabo de llegar y lo menos que quiero es discutir...

—Llevo dos semanas buscándote.—vuelve a cortarme decidido a hacerse oír.—Una entera viniendo día y noche aquí sin encontrar razones hasta que yo mismo deducí que no estabas en casa, le pagué al vigilante para que me avisara sobre tu llegada; no voy a irme hasta que me escuches.

Suspiro rascándome la frente.

—Tampoco vine a discutir.—se acerca un paso y reacciono alejándome otro.

El acto le obliga a no avanzar más, y con los labios levemente apretados asiente.

—Quieras o no Ám, sabes que me debes esto.—puntualiza.—No requiero más de veinte minutos.

De pensarlo no tengo opción, pedirle que se vaya me parece cansino porque sé que insistirá y agotará todas sus formas hasta que enserio se quede sin opciones. Así que considerando por lo menos su actitud, doy un pequeño asentimiento, desviando la mirada antes de pedirle con un murmullo que me siga.

Y lo hace hasta la mesa de exterior dónde le pido que se siente y hago lo mismo, mientras le doy una mirada a los niños que hablan metros más adelante.

Cuando volteo a verlo, se haya con la mirada en sus manos, notoriamente no sabe por dónde empezar y la incomodidad empeora la situación. Después de la última vez, tampoco me hallo a gusto con su presencia, pero efectivamente reconozco que no he sido la más justa, y por ello es que tomo la iniciativa tratando de dejar de lado mi molestia.

—Escucha Kyle...

—Sé...—me corta enseguida. No quiere que hable.—Que fuí un bastardo.—alza la mirada bajando la mano que utilizo para expresarse.—Y dejando de lado absolutamente todos los temas que nos engloban, he venido principalmente ha pedirte una disculpa.—determina serio.

Y no me sorprende en lo absoluto; el hombre que conocí hace un par de años podía llegar a ser pesado y odioso, pero nunca dejó de ser un caballero, ni antes del juicio, ni durante y mucho menos después de él. Claro, que esto no quita que su comportamiento de hace unas semanas sea o no justificativo, me ofendió y molesto, sin embargo, me sentí más sorprendida entonces con ese comportamiento, que con este.

Y no sé sí es que estoy diseñada sólo para ver y quedarme con la mejor parte de la gente, pero sí en balanza ponemos las malas y buenas actitudes de este hombre por el tiempo que nos hemos conocido, quiera o no, me corresponde aceptar que no ha sido una mala persona.

Es por ello que bajando la mirada doy un breve asentimiento ante sus ojos fijos.

—Como hombre te lo debo. No debí tratarte como lo hice.—se inquieta.—Y creeme que me he sentido como un imbécil por eso estos días...

—Sólo...

—No hay justificación alguna, mucho menos cuando sabía que estabas en embarazo.—sigue sin dejarme hablar; lo hace a razón de que cree, quizá, que al hacerlo pediré que se marche, cómo en los últimos días.—Pero fueron muchas cosas en tan poco tiempo; te fuiste sin decir nada, y al volver después de semanas te encuentro con tu ex, a medio vestir y el vientre crecido... Y yo...

—Antes de eso, lo nuestro había acabado, Kyle.—corto dejando claro y alza la cara para mirarme.—Te lo dejé claro.

Vuelve a desviar la mirada, y ausente asiente sonriendo luego de una forma algo agría.

—Creí que había sido una simple discusión, un mal entendido que más tarde en la cena solucionaríamos...

—No te dí razones para creer esto.—asumo seria.—Recuerdo haberte dejado muy claras las cosas.

Apretando los labios y dando un asentimiento, acepta lo que digo sin mirarme, pero lo hace tres segundos después para hablar:

—Yo no le pedí a Mía que me dijera todo eso, Ám.—se apura por dejar claro y suspiro volteando a otro lado.

—Lo sé, Kyle.—inquiero en voz baja.—Mi hija me contó como se dieron las cosas.—lo miro.—Joder;—reprimo una risa irónica.—No es eso lo que me enojó, porqué sé que Mía puede ser demasiado conversadora...

—¡¿Entonces que sucedió?!—se exaspera en un segundo, pero no pierdo la calma.—¿Por qué te fuiste? ¿Por qué hacer esto? Creí que en serio estábamos tratando de que funcionase, y de pronto llegó y me encuentro a ese asesino contigo.

Aprieto los labios desviando la mirada, haciendo que por mi reacción se yerga recomponiendose.

—Explícame.—pide.—Sí sabes cómo pasaron las cosas, dime porqué carajos tiraste todo a la mierda.

Sintiéndome mal, volteo a mirarlo y asiento.

—Sólo una cosa te pedí Kyle.—contesto.—Tú fuiste claro al decirme que no dejarías de buscar la manera de hundir a Damián, y aún sabiendo que hablabas del papá de mi hija, sólo una cosa te pedí; “Dejanos fuera de esto”.—repito lo que hace meses exigí y él empieza a negar.—Sé que Damián buena persona no es, que tienes personalmente tus problemas con él.—hace mala cara, porqué aunque sabe que sé mucho, no tiene nada para probarlo, y le irrita que hable como sí todo fuera una suposición suya.—Por esa misma razón no intervení cuando me dejaste claro que ibas trás el hombre que es la adoración de mi hija, pero eso no quita que me molestase y pareciera algo cruel y bajo, él que intentarás utilizar lo que ella te dijo a tu favor.

—No hice tal cosa...

—¡Porqué yo te descubrí antes, Kyle!—resoplo molesta.—Sabes que digo la verdad, así que no niegues lo capaz que hubieses sido de poner ante un juzgado el testimonio infantil y ridículo de una niña de seis años con tal de hundir al hombre que odias, sí su madre no te hubiese amenazado con demandarte.

Molesto baja la mirada con los labios apretados, no obstante, evita responder al aceptar que ciertamente digo la verdad. Porqué lo hubiese hecho a pesar de que la sola mención suena ridícula. Y es que está tan obsesionado con Damián (Y no lo culpo), que aunque se tratase de una niña y una historia que a oídos inocentes puede interpretarse cómo ficticia, él se iba a aferrar a ella, para deshacerse de Damián de una u otra manera.

—Me enojó porqué de cualquier forma ibas a incumplir lo que te pedí y aceptaste. Hubiese sido intencional o no; sí yo no te hubiera pisoteado la oportunidad, nadie te habría detenido de ir y exponer lo que te dijo Mía a tu favor, y en contra de ella misma de forma indirecta.—sigue sin alzar la cabeza.—Me enojó porqué me sentí la peor mamá del mundo, al saber que la expuse a ella dejándola sola con alguién que no esperó nada para intentar usar lo que ella le confió, en contra de su propia familia.

Entendiendo un poco entonces, alza la cabeza, y le ofrezco una pequeña sonrisa.

—Porqué me sentí mal con mi hija.—sigo.—Porqué me lo ocultaste, y encima, reaccionaste culpandome por cosas que ni al caso, sólo porqué fuí la esposa de Damián.

Desviando la mirada unos segundos, asiente algo ausente.

—Es otra disculpa que te debo, supongo.—murmura y niego.

—No Kyle, no quiero que te disculpes.—me mira—No sirve de nada ahora. Sólo quiero que comprendas que las cosas cambiaron; que sí, te equivocaste pero yo también lo hice y al final, creo que ambos sabíamos que no estábamos avanzando. —inconforme con lo que digo toma aire y su mandíbula se marca cuando sus dientes se aprietan, buscando enfocarse en otra cosa que no sea yo.—Estábamos estancados Kyle, y sé que fue mi culpa. Te hice perder el tiempo, y por ello entiendo tus molestias. No debí aceptar nada de esto en primer lugar sabiendo que no estaría dando el cien, te pido una disculpa por eso.

Es obvio que la aceptación le molesta, pero se mantiene a raya, así que queriendo terminar de una vez con el tema que amenaza con sacarlo de sus casillas, divaga la mirada por mi torso y luego sube a mirarme una vez más.

Intenta decir algo, pero a la primera las palabras no le salen. Notoriamente se siente poco preparado para abordar el tema que sé, fue la primera razón para venir aquí. No obstante, omito hacerle las cosas fáciles iniciando yo la conversación, y en silencio, sólo espero a que esté listo.

Y pasan alrededor de dos minutos en un silencio que no fue del todo cómodo, hasta que se decide:

—Por la jueza supe del riesgo del embarazo.—inquiere bajo, y sin dejar de mirar a los niños que juegan con el pequeño gato, asiento sabiendo ya que esto dejó de ser secreto.—Mi rabia no justifica el haber hecho lo que hice, o lo que pude haberte causado con mi actitud, pero prometo que de saberlo ni siquiera hubiera pensado en someterte a esos análisis...

—Kyle.—tomo su mano por encima de la mesa, dejando claro que no tengo ningún resentimiento por lo que sucedió antes. Y antes de que abra la boca, lo hago yo explicándole las cosas detalladamente y por partes.

Me escucha y se alegra al saber que después de la última vez, mis bebés han tenido un buen avance. Se mantiene igual de tranquilo cuando creo que no, y aunque se muestra algo confundido, con sutileza y calma respondo las preguntas que me hace. Al principio no parece convencido de nada de lo que digo; se preocupa, desconfía y repite las preguntas hasta que finalmente asiente con una pequeña sonrisa.

Los cinco minutos que pidió al entrar, se alargan por hora y media, hasta que la hora de irse llega y ambos nos ponemos de pie. No tarda en acercarse y esta vez no le huyo, me quedo en mi lugar, permitiendo con resignación que su mano toque mi vientre con cierta cautela, aunque la acción personalmente me parezca molesta.

Sonríe apenas, algo descolocado, pero cuando sus ojos vuelven a hacer contacto con los míos, sus facciones se relajan.

—Te ves hermosa.—alaga y sonrío inevitablemente, gesticulando un “Gracias” con los labios.

Quita sus manos de mi vientre, y se gira un poco para llamar a Sheryl y Mason que vienen con Jess enseguida. El tiempo a ellos les sirvió para relacionarse, y aunque antes no se conocían hablan como sí lo hiciesen desde bebés. Jesserd va con los mellizos adelante y el juez no se separa de mi par mientras caminamos a la salida.

No dice nada más y yo tampoco lo hago, dejando que sean sólo las voces de los pequeños lo que nos envuelva. Soy yo quien abre la puerta de la calle esta vez y los primeros en salir son los niños Thompson después de despedirse. Jess les sigue hasta el andén y con Kyle, cruzo también el umbral de la casa, hacia afuera.

Los niños se acercan automáticamente al auto del juez, pero este antes de continuar se vuelve hacia a mí de pronto, haciendo que mis pies queden en su lugar.

—Sólo una última cosa.—me dice y asiento, permitiéndole continuar.—Entiendo que lo de nosostros ya no va.—baja la mirada y vacila para continuar, pero termina haciéndolo:—¿Volviste con él?

Decir que me sorprende la pregunta sería mentir, de hecho me sorprende más que no lo haya hecho antes, después de lo que vió hace semanas.

Suelto aire y niego antes de fijarme en sus ojos.

—No he vuelto con él, pero explicarte lo que sucedió esa vez es tonto. No tiene explicación.—aclaro.—Y no me preguntes nada más sobre él, Kyle; eres la última persona con la que quiero hablar de Damián.

Baja a ver sus pies y con una mueca de labios cerrados asiente.

—Quiero que tengas esto.—mete la mano dentro de la chaqueta de su traje y de ella se extrae la libreta pequeña que reconozco.

No me mira, evita hacerlo y no sé porqué. Se limita sólo a tomar mi mano cuando no la extiendo, y poner en ella la libreta dónde había escrito lo que Mía le había dicho, y las conclusiones que a raíz de eso había sacado.

Tiene buen instinto después de todo.

—Ciertamente estuve tan cegado que de no ser por tí, hubiera utilizado esto sin miramientos.—me mira a los ojos.—No haré nada con ella ahora, y quiero que estés segura de ello.—Asiento aceptando la libreta. Se ríe algo irónico y se rasca la nuca volviendo a mirar abajo.—De hecho estoy considerando dejar los juzgados, he hecho mil estupideces tratando de volver a sacar a la luz los crímenes de ese infeliz, que sólo he conseguido problemas tras problemas a cambio de pruebas miseras que de alguna maldita forma me regresan a nada.

Su situación me es lamentable, le tengo mucho cariño como para solamente verlo desanimado y no hacer nada. Kyle es un hombre fuerte, su sola actitud denota lo inquebrantable que puede ser, y que esté así me hace sentir culpable de cierta manera.

O de todas las manera porqué de haberme negado a andar con él, no estuviera tan compenetrado con nosotros, y aunque no me arrepiento, sé que el fracaso de su caso y por ende los problemas en su trabajo, se deben a qué advertí a Damián lo que el juez tenía en su contra, y claramente me dijo a la cara que no le daría el gusto de meterlo a prisión.

Y sí, puede estar pudriendose en el infierno pero sí algo conserva del psicópata que conocí, es que sabe hacer sus mierdas bajo perfil, lavarse las manos y lucir reluciente después de haberse bañando en sangre. Damián nació siendo titiritero, y como uno bueno; sabe mover los hilos a su favor y para su sastifacción.

Lo hizo antes, aún cuando estaba sentado frente a un juez, en un juicio y con un testigo crucial frente a él, hacerlo ahora por supuesto que no le iba a costar.

Y aunque el que el juez se retire y abandone su trabajo resulte para el padre enfermo de mi hija un peso menos que cargar, me parece realmente injusto, y la situación me lleva a rememorar lo maldito que ha sido Damián en su vida. Ha destruido tanto y a tantos, y pese a todo Kyle no merece ser uno más.

Así que tomo su mano y le sonrío gentil.

—Te preparaste mucho tiempo para llegar a dónde estás, no dejes que el sólo nombre de Damián Webster te joda esto.—me mira a los ojos y suelto su mano enderezando mis hombros con un una sonrisa en los labios.—Lo juro: no merece la pena.

Me sonríe sin dejar de mirarme hasta que decide acercarse y abrazarme. No le huyo, y sonrío cuando besa mi mejilla sutilmente.

—Gracias.—me susurra y toma mi mano poniendo la otra en mi vientre.—Y no te preocupes, no te voy a dejar sola en esto.

Sin saber como sentirme dejo que se despida con otra caricia en mi vientre y un último beso en mi frente, para luego verlo subirse al auto con sus niños y despedirse del que queda conmigo. Jess se despide de la misma forma, y mira el auto alejarse con cierto desánimo por la ida de los niños con los cuales se entretuvo.

Con sus manos en las mías y su cabeza pegada a mi barriga, ambos nos quedamos parados en nuestro lugar, viendo el auto azul hasta que desaparece al salir de nuestra calle. Y cuando ya no acapara mi atención, esta se dirige a la acera del frente, la cuál Tristán Reeves acaba de pisar al salir de su casa con su pequeña hija en brazos.

La mirada que lanza al final de la calle antes de volver a mí con una ceja enarcada me deja claro que vió y reconoció el auto que acaba de irse. No era un secreto para él mi relación con Kyle, pero supongo que tampoco lo fué la ruptura.

Jesserd le saluda efusivo cuando lo nota, y con la voz de Jess la niña también voltea a vernos y al reconocerme sonríe llamándome con las manitas. No es que seamos del todo cercanas, de hecho son sólo algunas veces en que coincidimos, sin embargo la pequeña puede reconocerme y la nula timidez que posee le hace reaccionar así.

Tris cruza la calle con ella para saludar y mientras lo hace lo determino con sutileza. Físicamente no ha cambiado nada, pero su cambio personal se nota enseguida. Sigue siendo el mismo hombre amable, caballeroso, educado y reservado que conocí, pero se nota mejor; quizás sea porqué la relación con la madre de sus hijos mayores ha mejorado y ya no le limita el acercamiento, puede que sea la llegada de la bebé que sostiene y la vida que ha formado con ella y su madre.

Ya no recibe sobras de amor, y se le nota.

Y caer en esto me hace cuestionarme muchas cosas, una de ellas es que definitivamente al enamorarme de Damián desvié y quebré totalmente mis expectativas. Es decir; sí ese hombre no se hubiera cruzado nunca en mi camino, quizá la persona por la que estaría totalmente enamorada, sería alguién muy distinto a él, pero muy parecido a Tristán Reeves o Kyle Thompson.

Y otra cosa que no puedo evitar pensar mientras el hombre de piel tostada sigue acercándose, hace que mi corazón reciba un pequeño latigazo; porqué viéndolo feliz y bien ahora, al tiempo que recuerdo al Kyle de antes de que decidieramos estar juntos, me hace ver qué tampoco he sido del todo buena.

No soy mejor que Damián después de todo; acepté estar con ellos sabiendo que no los amaría ni siquiera una cuarta parte de lo que amé al padre de mi hija, de la misma forma que este se lió con Violet.

—Siendo sincero, no pensé que alguna vez te vería embarazada.—confieza divertido llegando a mi lugar, al tiempo que se inclina para dejar un beso en mi mejilla. Río acariciando el bracito de su hija que me abraza también.—Pero he de admitir que te sienta increíble.—se separa mirándome a los ojos y mi sonrisa se hace tierna.

—Gracias Tris.—susurro en lo que él estrecha gentil y divertido la manita de Jess.

Por elección propia ha tomado distancia de mí y de los que reconoce como mis amigos o personas cercanas a mí. En los últimos dos años se ha dedicado a su ahora esposa, trabajo y creciente familia, no es que nos huya, nos tenga resentimiento o desprecie por alguna razón. Más bien, es por respeto a su esposa, a mi parecer, y aunque ella tampoco parece tener algo contra cualquiera de nosostros, siguen queriendo mantener la relación cordial, más no personal.

Y no los culpo, yo sigo siendo la mujer por la que alguna vez Tristán la mantuvo a ella oculta, y Damián «quién en estos dos años no dejó de frecuentar mi casa y asistir a todos los eventos a los que invitamos a los Reeves» el hombre que más de una vez mandó a Tris al hospital.

Pese a que Damián ahora ni lo determinaba sí por supuesto mantenía su distancia, y que yo contra su esposa no tenía nada.

Pero no me ofende su alejamiento, mucho menos sí es por su relación, además que así es él; hará siempre lo que sea necesario para darle a la persona que quiere su lugar.

Es algo que siempre le admiré.

—¿Así que le darás dos hijos más al juez Thompson?—inquiere haciendo que dejé de besar las manos de su hija para hacerla reír.

Su sonrisa es sincera y su pregunta no tiene ninguna mala intención. Es obvio que está enterado de muchas cosas, pero al parecer el dilema de la paternidad de mis bebés es algo que aún no llega a sus oídos.

—Es aún más sorprendente.—ríe.—Hace dos años, cuando lo conocí con el fin de que encerrará a tu marido, no me hubiese imaginado jamás que terminaría siendo tu pareja y ahora padre de tus hijos.

Bajo la mirada obligandome a sonreír cuando él vuelve a reír.

—Pero felicidades, en serio.—añade y vuelvo a mirarlo.—A ambos.

Carraspeo inconforme con el tema, y decido cambiarlo:

—He sido afortunada por verte.—aludo su ausencia, y sonríe culpable, haciéndome reír.—¿A qué se debe este milagro?

Ríe un poco bajando a la pequeña que le exige ir al piso para interactuar con Jess que se sienta al borde del andén con ella.

—Los chicos.—contesta mirando al final de la calle.—Thomas y Adrien están por llegar del aeropuerto, pasarán el verano completo conmigo.—detalla y sonrío.

—¡Que bien!.—exclamo con entusiasmo, y ensancha su sonrisa. Hago lo mismo, dando un suspiro y mirando al mismo lugar que él.—Realmente me alegra un montón que todo vaya bien, te lo mereces.—me sincero y voltea a verme.

—Lo sé, Ám.—susurra en respuesta.—No hace falta que me lo digas, y espero que para tí las cosas mejoren—agrega y vuelvo la vista a la entrada de la calle queriendo omitir el tema, en lo que veo la minivan del aeropuerto adentrarse al lugar.—Respecto al tema de la salud del padre de tu hija.—se apresura a aclarar dándose cuenta de mi incómodidad. Vuelvo a verlo.—Sé que pese a todo siempre será importante en tu vida...

—Están llegando los niños.—corto volviendo a mirar el vehículo que se acerca y estaciona frente a nosotros cuando Tristán alza la mano.

Espero en mi lugar a qué se acaben el protocolo de seguridad para dejar a los menores y después, sólo saludo a los niños y me despido prometiendo antes, que haré que le den permiso a Jess para jugar mañana.

Tristán no pasa por alto mi evasión, pero sólo me dedica una mirada inquisitiva y una pequeña sonrisa de despedida.

—Hasta luego, Ám.—se despide con la niña en los brazos y los niños a cada lado.

—Nos vemos Tris.—correspondo tomando la muñeca de Jesserd para volver a la casa.

Los siguientes dos días las cosas se mantienen igual de tranquilas para unos, y algo ajetreadas para otros. Entre ellos Camerón y Amelie, a mi amigo el inicio del caso que defiende le consume mucho tiempo, prácticamente todas las horas del día, por lo qué es poco el tiempo que está en casa. Lo mismo pasa con Lie, que ni siquiera pudo volver el día que llegué, y luego de eso nos hemos mantenido en contacto por teléfono, como sí literalmente no viviera al cruzar la calle.

Pero sucede que al igual que Cam, el trabajo la ha estado asfixiando, y por más que desde casa trato de ayudarle en lo que antiguamente estaba bajo mi supervisión, e incluso más, nada aminora la carga que es hacerse cargo no sólo de su parte del negocio síno también la de su esposo.

Y es que siendo una reconocida cadena en crecimiento, no sólo se trata de papeles, financiamiento y planos, hay reuniones, eventos y presentaciones a los que debe dedicarle como mínimo algunos minutos. Lo que ha hecho que estos días deje su casa tan pronto como sale el sol, y vuelva pasada la media noche.

Incluso las llamadas que me ha hecho, son de tan poco tiempo que sólo nos da lugar a saludarnos, preguntar cómo estamos y ya.

No hemos vuelto a hablar de Hansel y su relación, de lo que piensa hacer respecto a eso, o algo más...

Y hablando de Hansel, con quién sí he tenido contacto cada día después de que hablo con mi hija, y el decide pasarme reporte de todo lo que ha hecho tomándose en serio el papel de cuidador que asumió antes de proponer llevársela. Su estado de ánimo sigue siendo el mismo desde que se fué, y es tan extraño, que sigue dejándome algo preocupada cada vez que cuelgo con él, pero hoy en la mañana cuando hablamos, estaba más intranquilo de lo normal.

Pues en aproximadamente 15 horas, su amigo estaría ingresando al quirófano para la segunda cirugía.

De hecho, yo también he estado algo inquieta.

No he dejado de pensar en ello, y lo poco agradable que me resulta que Mía esté en Australia y yo lejos de ella, mientras Damián se somete a dicha operación... Más aún ante el notorio desanimo de Hansel.

Tengo en el pecho una espina incrustada desde que me levanté, y a pesar de qué vengo de una cita con el doctor que acaba de afirmarme que todo sigue en ordén con mis bebés, este malestar no se me va.

Tomo aire con las manos en el volante y lo suelto de apoco «No puedo dejar que me desestabilice la inquietud». Son las tres de la tarde apenas, pero no me sorprende ver el auto que usa Camerón estacionado ya frente a la casa.

Lo acordamos esta mañana.

Así que aceleró sabiendo que la retrasada soy yo, y qué de seguro él viene con el tiempo escaso. El automóvil lo detengo detrás del suyo, y con la mano y una sonrisa saludo a Diane, la esposa de Tristán, que vigila desde la acera dónde juega con su pequeña hija, a sus hijastros, Jesserd y dos pequeños vecinos más que juegan en la calle.

Todos retribuyen mi saludo a pesar de que apenas los aprecio por entrar a casa para evitar retrasar aún más a Camerón. No obstante, al pisar el recibidor y envolverme en el silencio del lugar, noto que posiblemente ellos aún no están listos para marchar ya mismo.

Con más calma continúo caminando hasta la sala de estar, dónde dejo mi bolsa y la carpeta con análisis y resultados, sobre una mesa. Denisse se asoma por el pasillo al oírme, y con Camille en brazos viene hacia mí después de sonreírme.

—¿Cam y Mel aún no están listos?—indago después de saludar a la bebé que sostiene.

—Creo que sí.—me dice mirando al rededor antes de inclinarse un poco hacia mí y susurrar:—Han estado discutiendo.

Señala hacia arriba y aprieto los labios.

He allí el porqué de mi propuesta de ayer; Melissa es un poco como yo, en el sentido de no querer estar mucho tiempo en un sitio que no sea suyo. Y desde que Cam asumió que el caso puede alargarse más de lo que se espera ha estado un poco más molesta, con todo y el poco tiempo que tiene mi amigo desde que llegó.

Trás la afirmación de Camerón sobre la prolongación de su trabajo en Seattle, le escuché a ella responderle que entonces tomaría en cuenta volver a Nueva York luego de las dos semanas que había propuesto antes de salir de su casa.

Y sabiendo lo importante que es para Camerón tener a su familia cerca, decidí proponerles ayer durante la cena, un espacio propio mientras estén en la ciudad para que Melissa no se sintiera incómoda y Cam pudiera estar con ellos por lo menos en las noches después del trabajo.

Y aunque ella no estuvo del todo contenta aceptó después de hablarlo con su marido, y hoy estarían arribando al penthouse.

De todos los lugares que podía haberles propuesto me pareció el mejor. A Mel le encantaba el sitio, además que para los niños no sería un lugar del todo extraño ya que habían estado en él muchas veces, sin contar que no está tan lejos de aquí, y es lo suficientemente grande y cómodo para una familia de cuatro.

Algo ansiosa, no me queda más que esperar que la pareja terminé con sus asuntos. Así que sentada con la niña menor del matrimonio, me mantengo paciente por varios minutos hasta que las pisadas de ellos empiezan a hacer eco. Al ver a Cam entrar serio al salón, me pongo de pie sosteniendo la mano de Camille quien también lo mira.

Mi amigo hace contacto visual conmigo expresando con una pequeña mueca que las cosas no están del todo bien, sin embargo, me limito a interceder, preguntar u opinar cuando Melissa aparece trás él con la misma seriedad.

No es una mala chica, tampoco es que sea una odiosa o amargada, es sólo que no se siente en su sitio y con dos niños pequeños es normal que quiera sentirse totalmente cómoda en su espacio.

Perfectamente la entiendo.

Es por ello que no me permito molestarme o sentirme ofendida por el hecho de que no quiera estar en casa. Sí yo hubiese ido a su casa con Mía, al segundo día estaría igual de incómoda que ella.

Sin mediar palabra con su esposa Camerón empieza a sacar las maletas que ya estaban listas en la sala, ella le ayuda poco después y yo con la niña de la mano los sigo hasta afuera hasta que terminan de subir todo el equipaje.

A Jess le pedimos que suba cuando ya estamos listos para marchar, y aunque no se emociona demasiado por el cambio de lugar, se despide de los chicos con los que jugaba y sube al auto quedando a mi lado. En los asientos de adelante van sus padres, quienes hacen su camino en silencio en lo que yo sigo las conversaciones de los pequeños.

El penthouse lo mandé a preparar ayer en la noche apenas, por lo que al llegar aún el personal de servicio está haciendo de las suyas.

—Pedí que lo limpiaran para su llegada.—Hablo a Melissa intentando disminuir su molestia. Pero sólo me mira y con un asentimiento apenas sonríe un poco en agradecimiento.—Es que Damián no es el más ordenado del mundo y los días que estuvo aquí puede que haya hecho de este lugar un desastre.

—No te preocupes.—me responde Camerón, y sonrío con los labios cerrados.

—Sientense.—pido mientras obsevo que aquí abajo ya están por terminar.—Iré a ver cómo van arriba.

—No es necesario, Ám.—me detiene Camerón.

—Estoy bien, sólo iré a revisar.—le digo quitando su mano de mi brazo, y sin darle tiempo a refutar me marcho.

Camino en línea recta hacia las escaleras sin dejar de mirar cada lugar del espacioso apartamento como sí no lo conociera a la perfección ya.

Le tengo un enorme apego a este lugar.

Arriba no es mucho lo que falta por terminar, de hecho el personal se ha tardado bastante considerando el hecho de que sólo debían limpiar y empacar las cosas de quién antiguamente estaba habitando el penthouse.

Por lo menos ya han avanzado bastante. «Sólo espero que esto aminore las discusiones entre Camerón y su esposa»

—Señora.—me saluda la empleada que siempre está acargo del personal de limpieza. Le sonrío saludándola de vuelta.—Disculpe la demora, en menos de diez minutos le doy mi palabra de que todo estará listo.

Asiento.

—Estas son las pertenencias de la niña Webster.—señala un grupo de tres maletas.—Como pidió; recogimos sólo la mayoría de la ropa, organizamos la habitación e hicimos el mayor espacio posible en los clósets ¿Que hacemos con el equipaje?

—Pide un taxi y que vayan bajando las maletas, por favor.—pido.

—Enseguida, señora.

Se marcha trás eso, y entro a la habitación principal a la que estuve por ingresar cuando me interceptó. Aquí hay dos mujeres más, cuatro maletas hechas y una sobre la cama, la cual está siendo preparada por una de las empleadas mientras que la otra sigue trayendole prendas del clóset.

Ambas saludan y ahora más rectas, continúan con su trabajo mientras me acerco mirando como entre la ropa que trae la empleada, vienen no sólo prendas masculinas sino también femeninas... Mías.

—¿Aún falta mucho?—indago ignorando lo otro.

—No señora, esta es la última.—responde la que hace la maleta.—Espero no sea un problema que hayamos guardado su ropa y la del señor en las mismas maletas.

—Ah, no.—sonrío con los labios cerrados.—No pasa nada.—añado como sí nada, pero la verdad es que ni yo misma lo he procesado.

Y no se trata de la ropa mezclada, se trata de que me hace sentir idiota el que ni siquiera de ese modo he logrado desligarme de él.

Tanta mierda, tantos años separados y ni siquiera nuestra ropa se salva de la presión del otro.

¡Y a todo esto ¿Cómo carajos llegaron mis cosas aquí?!

El silencio es el centro de la habitación, y envuelta en él mismo camino con los brazos cruzados hasta el armario ya casi vacío en su totalidad. Y justamente es por ello que la pequeña caja de madera en una de las encimeras blancas me obliga a avanzar hasta ella.

—Estaba en uno de los cajones.—me dice la empleada de pronto, disculpándose cuando doy un respingón.

A simple vista no reconozco el objeto. Puedo decir que nunca antes lo había visto, lo que me hace suponer que yace entre sus pertenencias desde hace poco.

No es muy grande, tampoco demasiado pequeña, y realmente es el diminuto candado rojo que la bloquea lo que llama mi atención y me hace fruncir las cejas. Me resulta un poco angustiante encontrar algo de Damián Webster que esté cerrado o bloqueado.

Es que todo lo que sea prohibido de parte suya, o aterroriza o impresiona demasiado... Dos ejemplos claros son sus cuentas bancarias y los sótanos de sus antiguas casas.

—Hemos terminado señora.—vuelve la misma chica, causandome otro saltito, que hace que voltee a verla.—Lo siento.

—¿Sabes dónde está la llave de esto?—levanto la cajita que tampoco pesa demasiado.

Observa lo que muestro por unos segundos y niega después.

—No señora.—Responde—No encontramos ninguna llave que pueda ser de ella, ni siquiera entre las joyas que empacamos.

Aprieto los labios y asiento, poniéndome la cajita bajo el brazo.

—Está bien, entonces despejemos la habitación pronto.—salgo del armario y ellas me siguen.

A un grupo de botones les dejan el trabajo de bajar todas las maletas, para ponerse entonces en las de los Cooper, las cuales tienen que desempacar. Melissa se distrae con eso; olvida su molestia y se mantiene al frente supervisando a las empleadas sin dejar de darles instrucciones de forma amable.

Sonrío sintiéndome mejor con su cambio, y es que por más que intentará convencerme de que no era mi culpa, muy en el fondo sentía que sí, que al igual que con Hans y Lie, la situación que me mantenía envuelta estaba quebrantando su vínculo.

Y sé lo felices que son, lo último que quiero es que todo se arruine porqué Cam muy a pesar de su trabajo, también ha decidido mantenerlos en la ciudad para no estar lejos de mí, ya que bien podría dejar que se vayan a Nueva York, sin embargo, el poco tiempo que el caso le dejaría libre tendría que dedicarselo a su familia y estando ellos en otra ciudad se le complicaría aún más verme.

No quiere dejarme sola... Y la verdad es que no quiero estarlo.

Cuando uno de los chicos se lleva las dos últimas maletas de Damián, decido que es hora de marcharme, viendo que aquí todo ya avanza por sí solo. Me despido de Mel con un beso en la mejilla al igual que con los niños, y Camerón decide acompañarme al lobby.

—En media hora tendré que volver al ayuntamiento.—me dice mirando su reloj cuando salimos del ascensor.—Trataré de solucionar todo con Melissa antes de irme.—asegura en respuesta a la inquietud que no me limité a exponerle mientras bajabamos.

—Por favor.—murmuro abrazada a su brazo mientras seguimos caminando a la salida.—No quiero que las cosas se salgan de control y terminen mal.

Pone su mano libre sobre las mías y deja un beso en mi cabeza.

—No te preocupes.—tranquiliza y sonrío recibiendo la brisa fría por el clima nublado, cuando salimos del edificio.—No dejaré que pasé.

El portero del lugar me señala cuál es mi taxi, indicando que ya todas las maletas están embarcadas, así que no perdemos tiempo queriendo ganarle a la lluvia que está por caer. Él abre la puerta trasera permitiéndome el paso, y la cierra para mí antes de inclinarse para hablarme atraves de la ventanilla.

—¿Estarás bien?—pregunta con una débil sonrisa que demuestra que le hubiese gustado permanecer en casa.

Sonrío con calma.

—Estamos bien gracias a tí.—aludo acariciando su mano. Sonríe y yo ladeo la cabeza con ternura.—Mis bebés están bien, entonces yo lo estoy. No te preocupes, además estaremos cerca.

Ríe bajito, y asiente.

—No tendré mucho tiempo para dividir estás semanas; espero puedas venir a cenar algunas noches.—propone y sonrío.—Y que no faltes ningún fin de semana.

—Así será.—consiento y sonríe para luego inclinarse aún más, tomar mi cara y dejar un beso en mi frente.

—Llámame sí sucede algo, dejaré lo que sea para ir.—asegura y sé que lo dice por la vez que terminé en el hospital con Damián por la amenaza de aborto.

Con una sonrisa y un asentimiento me limito a asentir para luego dirigirme al chofer y dictarle a dónde es que debe ir. Camerón se queda en el andén mirando en mi dirección a pesar de que la lluvia empieza a caer de manera tenue. Y agradezco que siga igual cuando el auto se estaciona frente a mi casa y con la ayuda del chófer empezamos a bajar todas las maletas que ocupan no sólo el maletero, sino también la mayoría de los asientos.

Denisse no tarda en llegar y ayudarme a meterlas todas a la casa cuando el señor del taxi tiene que marcharse. Ella ya está lista para irse; hoy pidió salir temprano para ir a su casa, así que una vez que dejamos todas las maletas en la sala de estar, le doy las gracias señalando que luego podemos terminar de subir y desempacar lo necesario.

Sonríe agradecida y en lo que va por su bolso a la cocina, yo me despojo del mío y de la cajita de madera que no solté hasta ahora mientras sacó mi celular y el cheque que ya tenía listo.

—Señora.—llama mi atención cuando vuelve a aparecer, así que ignoro el Gmail de las oficinas de Fashion Luce que estaba por abrir, para enfocarla a ella y la pequeña caja blanca que trae.—El señor Thompson estuvo en casa hace unas horas, perdone sí le molesta que haya dejado que pasara, pero es que insistió mucho...

—No te preocupes Denisse.—me acerco para coger la cajita que me extiende.—Hemos solucionado las cosas.

Suspira calmada.

—Me alegro señora, creí que se enojaría.—ríe un poco, para luego mirar lo que sostengo.—Quería entregársela él mismo, estuvo esperándola un rato pero temo que tuvo que irse pronto, y sólo pidió que le diera esto.

No hay que ser muy inteligente para suponer a quien exactamente va dirigido el regalo, y justamente por eso es que mis palabras se ausentan un poco, pues me arrastra la nostalgia al percatarme de que es el primer regalo que recibo para mis bebés.

No obstante, me hace sentir... No lo sé... ¿Extraña?

Sin mucho que decir agradezco a Denisse haciendo que su sonrisa emocionada se vuelva algo confusa pues también parecía ansiosa por el primer regalo para bebés que recibimos en casa, pero mi reacción no fué lo que esperaba. Así que más seria, recibe su cheque y se despide prometiendo volver mañana.

Sola y en silencio, suspiro nostálgica y mirando a todos lados. No sé qué me sucede, pero no me siento del todo bien, y no hablo de mi salud.

Centrandome suelto aire y queriendo huir de lo que me parece un salón gigante dónde me siento pequeñita y sofocada, cojo la caja que me traje del penthouse, la del regalo, y mi bolso, todo esto sin soltar mi celular. Subo a la habitación sumida en el mismo silencio que por segundos me perturba y que envuelve toda la casa.

Extraño a mi hija... Empiezo a extrañarla demasiado y lo sé porqué incluso su ruido constante y su cachorro desastroso empiezan a hacerme demasiada falta.

Y es lo peor de que esté tan lejos; pues no es la primera vez que de pronto me dan unas ganas extremas de hablarle y escucharla y por minutos sentir que no está del otro lado del planeta, así como tampoco es la primera vez desde que se fué que debo tragarme el impulso de marcarle, a razón de la diferencia horaria.

Queriendo huir del silencio de la casa que se me hace enorme cuando estoy sola, entro a mi habitación cerrando la puerta con un pie. En la cama dejo todo lo que traigo a excepción del celular que pongo a cargar en la mesita de noche en lo que opto por poner a reproducir algo de música.

Mirando las cajas sobre la cama, tomo un respiro y me inclino a quitarme el vestido que traigo puesto.

«Tomaré un baño para relajarme un poco». Después me tomaré el tiempo adecuado para revisar lo que ha dejado Kyle y tratar de abrir la cajita de madera.

Y el baño es rápido, tan sólo dejo que el agua refresque mi cuerpo, así que después de vestirme con un pijamas, vuelvo a la cama en tanto me seco el cabello con una toalla.

Me siento en el colchón y con algo de pesadez me muevo hasta sentarme en el medio. Mi teléfono no ha dejado de recibir notificaciones de mensajes desde hace un rato, sin embargo, no lo considero; me centro fijamente en la cajita de manera que cojo trás dejar de lado la toalla que sostenía.

No he dejado de sopesar el contenido, y me pone un poco ansiosa no saber pronto que es. Y de antemano sé que no es correcto que intente descubrir lo que alguién guarda de modo privado, sé que no me compete y que es demasiado abusivo, no obstante... Es Damián; sí no es de fuerza mi argumento sobre qué es inquietante todo lo que él guarda bajo llave, deber serlo el hecho de que abrir esto es poco abusivo ante las violaciones a mi propia privacidad que él ha cometido.

Tomemoslo como un pago de lo que me debe... El cuál tendré que recibir más tarde, pues aunque es pequeño, no logro abrir el candado ni a fuerza, ni introduciendo en el cerrojo ganchos delgados de pelo.

Abriré primero la de Kyle, y luego iré a la cocina por algo que me sirva para destapar esta.

Haciendo la caja a un lado, me estiro un poco para arrastrar hacia mí la caja de cartón delgado. Es linda y delicada, blanca y con un listón verde, eso además de la tarjetita en forma de piecitos que cuelga del listón, es lo que descifra a quien realmente va dirigido el regalo.

Y debo contener la respiración por ello, no es mi primer bebé, ni mi primer embarazo, y aunque la nostalgia prevalece, me es inevitable no emocionarme un poco. Y es qué abrir la caja y sentir, ver, y detallar el par de pijamas enterizos, me hace abofetearme con la maldita e increíble realidad de que están aquí.

De que mis bebés siguen aquí.

Y puede ser tonto, pero después de las otras veces, cada día bajo la certeza de que mis bebés siguen con vida, personalmente, lo siento como un logro que me es necesario celebrar.

Pero más que eso, la razón por las que mi pecho se comprime al tener y acariciar la prenda para recién nacidos, es que me lleva a no sentir el hecho tan lejano e inalcanzable. Es como sí la prenda me hablase y confirmase que esta vez sí. Que esta vez no sentiré los brazos vacíos porqué esta vez si voy a cargar a mis bebés.

Es eso... Qué lo hace más real, que siento que lo certifica. Aunque sé que no quiere decir nada en realidad; que una prenda puede no retenerlos... Pero me es inevitable, y viéndome en esta situación, sé que desde que los percibí, he mandado al demonio lo que en primer lugar me prometí: «No emocionarme demasiado con esto». Ahora sé que sea como sea, voy a morir sí a mis hijos les sucede algo.

Tomo aire con este pensamiento en lo que me quito con el dorso de la mano las lágrimas que no dejé salir. Sonrío esta vez prefiriendo disfrutar de esto más que hechar a perder el momento. Vuelvo a acariciar la tela suave, a enternecerme con el tamañano ridículamente pequeño del pijama.

Y no es que tengan algo de otro mundo, no. Son tan delicados y sencillos como debe ser un pijamas para recién nacidos, ambos de color blanco, y por supuesto que la marca viniendo de alguien como el juez, es algo que resaltar. Pero lo que llama mi atención y se roba mi risa enternecida es el bordado de hilos verdes sobre el lado izquierdo a la altura del pecho de cada prenda.

Es sólo la palabra “Bebé” acompañada de un número en cada uno de los pijamas: “1” y “2”.

Al final de la cajita, una notita resalta y no dudo en cogerla, poniendo sobre mis piernas cruzadas ambos enterizos, para luego leer:

Nunca me dijiste el sexo, ni algún nombre que pudiese considerar, por ello la enumeración. Espero que te gusten porqué los bebés sólo usan lo que a las mamás les gusta.”

Inevitablemente mis labios se curvean en una pequeña sonrisa, una que sí o sí me lleva a coger el celular para responder todos los mensajes de juez, con uno que se centra sólo en el detalle que le agradezco con sinceridad.

No tarda en responder señalando que le hubiese encantado entregármelo en persona ya que le hubiese encantado contemplar mi reacción, a lo qué termino aceptando la propuesta de vernos mañana, que me hace después.

Sin más vuelvo a dejar el celular de lado, poniéndome de pie con el par de pijamas que devuelvo a la caja y llevo a mi armario. Trás guardar el regalo del juez para los bebés, me dirijo a uno de los cajones, esperando encontrar algo que me ayude a abrir la caja de Damián Webster, sin tener que bajar a la cocina.

Pero de lo que encuentro sólo visualizo un pincel grueso de madera como lo más cercano a una herramienta de ayuda. «El candado tampoco es tan grande, puedo golpearlo con la punta inversa del pincel hasta que cualquiera de los dos se rompa»

Suspiro; mi flojera es inhumana, podría bajar y conseguir abrirla rápidamente con... ¿Un martillo, quizá?. Pero es que he estado todo el día fuera caminando de un lugar a otro, los pies me duelen y la barriga empieza a hacerseme demasiado pesada para caminar sólo porqué sí.

Quiero abrir esta estúpida caja, pero más quiero evitar bajar y subir las escaleras.

Me siento en la cama analizando el candado para saber dónde exactamente debo golpear para tratar de que sea rápido, y cuando terminó vuelvo a ponerla sobre le colchón, manteniendo mi mano izquierda abierta sobre la parte superior antes de dar el primer golpe con el pincel al candado.

No se rompe. Así que lo intento una vez más con más fuerza, pero no sólo no funciona, síno también que el pincel sale volando de mis manos y va a parar a varios metros lejos de la cama.

Maldigo por lo bajo, moviéndome con pesadez para ir por él, pero justo cuando mis pies tocan el piso otra vez, el teléfono vuelve a sonar, esta vez con una llamada que no puedo ignorar al recordar que hace un rato recibí un Gmail del que me olvidé por completo.

Lucía Evans, mi jefa de Fashion Luce me habla desde su número personal, lo que me hace poner todo mis intereses anteriores en segundo plano, para responder la llamada, pues, la última vez que estuvimos en contacto las noticias no fueron las mejores.

Estábamos por renovar contrato cuando salió lo de mi embarazo, cosa que pese a no serle de desagrado personal «citando textualmente sus palabras», ya que se alegraba mucho por mí, le era una mala noticia en el ámbito profesional, pues justamente el hecho se dió cuando recién entrabamos no sólo en temporada, sino también en aniversario, y siendo su modelo principal, esto era demasiado inconveniente.

Desde la videoconferencia que tuvimos dónde sólo se acordó que ella pensaría que hacer con mi estado en la agencia, no había vuelto a tener noticias de ella hasta hoy.

—Lucía.—contesto en voz baja.

Ámbar, un gusto saludarte.—inicia, como siempre cordial; preguntando cómo estoy, cómo va mi embarazo y mi familia, todo esto, por supuesto antes de ponerse en la razón real por la que se ha puesto en contacto.

Trás mis respuestas breves, es que empieza con objetividad a detallarme paso a paso el porqué me llama. Y cuando entra en contexto el pequeño temor que tenía de que me dijera que no volvería a las pasarelas de su agencia se va, dejando en su lugar el pequeño y dulce nerviosismo de una buena noticia que no me esperaba.

Básicamente su propuesta es que vuelva a modelar su marca, esta vez de prendas para embarazadas, en la cual indica que está trabajando aún, con el fin de no cambiar la imágen principal de su agencia, y es que aunque Fashion Luce se centraba en casi todo tipo de prendas femeninas, la ropa pre-mamá era un campo que su dueña no se atrevía a pisar.

Sabiendo tu condición, tratariamos de facilitar tus horarios y todo el tema de cuidado.—añade comprensiva y aunque la idea no me desagrada en lo absoluto, mi cabeza se mueve en negación aunque sé que no me ve.

En voz baja me niego intentando explicar porqué. Y es que no es conveniente, principalmente porque sé lo estresante, agotador y extenso que puede ser una sección. Por supuesto el tema del peso en una agencia de modelaje es malditamente resaltante, y sí, puede que esta sea una sección diferente dónde ese factor no sea de vital importancia al recalcar el hecho de mi estado y que justamente es lo que se desea captar. Pero aún así la modista está en su derecho de pedirte disciplina, y yo no estoy para poner en segundo plano la salud de los bebés.

No puedo hacer dieta, ni ejercicio, y hablando de las amenazas de aborto, pongo en contexto a Lucía. Me siento en obligación con ella y aunque no quisiera negarme, debo hacerlo, ya que aunque hacerlo no implica un peligro gigante según mi avence con el embarazo, será un episodio de estrés que me ahorraré y el cuál no necesito.

Aún así ella insiste pidiéndome que lo piense, que igual tengo tres semanas para hacerlo. Que en el Gmail que envió está la redacción de un nuevo contrato y que el pago a recibir, teniendo en cuenta las circunstancias será mucho más grande que el anterior.

El cuál ya era mucho.

No obstante, sólo contesto que lo pensaré por cordialidad, pues no está en mis planes hacerlo. Y algo desanimada por ello, vuelvo a la cama.

Desisto por hoy en abrir la caja, así que le busco sitio en mi mesita de noche y el resto de la tarde me quedo en la cama viendo televisión. Intercambio algunos mensajes con Amelie dónde sólo pregunta que tal estoy y luego de mi respuesta no vuelve a contestar.

En la noche pido algo para comer, y lo hago sin salir de la habitación. Está lloviendo, Camerón me llama antes de irse a la cama y Amelie hace lo mismo sobre las doce, diciéndome que acaba de llegar y que tenía planeado venir pero que por la lluvia y el cansancio lo dejará para el amanecer ya que ha conseguido tener la mañana libre.

Con un “No te preocupes, descansa” me despido también, intentando comunicarme con mi niña, pues sigo teniendo la necesidad de su compañía pese a que las horas han pasado. Y es que ya ha pasado una hora y media desde que debía recibir su llamada.

Y he intentado llamarla ya, pero no contesta nadie y aunque no quiera empiezo a ponerme nerviosa. Y no es hasta que no puedo seguir manteniendo los ojos abiertos, que me llega una notificación por parte de Mía, es un mensaje de voz dónde tranquila y con voz somnolienta me dice que acaba de despertar, que me quiere mucho y me extraña.

No alcanzo a responderle, pero es lo que me basta para dejarme vencer por el sueño con tranquilidad.

Y así su voz es lo último de lo que soy consciente antes de que el estridente sonido del teléfono que prácticamente tengo al lado del oído, me despierta de un sobresalto que me lleva a sostenerme de los brazos al espabilar.

Y al hacerlo mi corazón en lugar de volver a su ritmo, lo que hace es aumentar a tal punto que de pronto siento que toda la sangre de mi cuerpo se aísla en mis pies, porqué no es la alarma que me despierta todas las mañanas, y por la ventana no se filtra la luz solar como siempre que sucede. Retengo la respiración volviendo a leer el nombre que se refleja en mi pantalla y aferrándome a que la somnoliencia esté jugando con mi mente, vuelvo a ver hacia la ventana.

Pero nuevamente encuentro el cielo nocturno y gotas de lluvia que revientan contra el cristal, lo que hace que mi mirada se cristalice, en lo que cojo el movil y me siento en la cama. Son las tres y cuarenta y tres de la madrugada, y Hansel siendo consciente de la diferencia horaria entre nosostros, nunca se ha atrevido a llamarme sabiendo que la hora no es la más adecuada.

Por eso mis dedos tiemblan cuando contesto la llamada con el mismo temblor en la voz.

—¿Hans?—susurro sin muchas fuerzas y mis lágrimas salen cuando lo primero que oígo es un sollozo suyo que levanta todos los vellos de mi piel.

—Debes venir...—su voz se quiebra y guarda silencio unos segundos, en lo que yo debo taparme la boca para no soltar el llanto de la misma forma que él.—Nada salió bien, Ám...




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