cigarette daydreams ━━ eddi...

بواسطة -poisxn

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CIGARETTE DAYDREAMS | en donde aspen caldwell empieza a ver a vecna mientras ayuda a eddie munson a huir ... المزيد

cigarette daydreams
mixtape
graphics
act i
i. heart of glass
ii. hawkins high school
iv. on edge

iii. ghost clock

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capítulo tres,
( ghost clock )








               NI BIEN SONÓ LA ÚLTIMA CAMPANA DEL DÍA, los estudiantes se apresuraron a salir de la escuela. Era el último día previo al receso y no se quedarían más tiempo del debido, exceptuando a aquellos que se quedarían a disfrutar de la final del torneo de basketball. Por supuesto, ni Aspen ni Aimee tenían intenciones de ir, planeando en cambio encontrarse luego en la casa de la rubia para prepararse e ir a la fiesta.

Aún así, Aspen aún no tenía intención de irse a su casa, debía visitar uno de sus sitios preferidos de Hawkins.

Con su mochila colgando de sólo uno de sus hombros, Aspen salió por la puerta trasera, encontrándose con Jason y el equipo de basketball, deteniéndose al instante tras haber estado a tan solo segundos de chocar contra ellos.

—¿Por qué no tienes cuidado? Maldita lesbiana.

Aspen rodó sus ojos ante el insulto.

—¿Qué? ¿No tienes algo más original que eso?

Freak.

Luego de enseñarle su dedo del medio, Aspen pasó entre ellos chochando sus hombros sin reparo alguno. El único que se movió a un lado para dejarla pasar fue el amigo de su hermana, Lucas Sinclair. 

Aunque no lo demostrara, a Aspen realmente le fastidiaba el maldito apodo que le habían puesto el año anterior. Todo había comenzado con una estúpida apuesta que hizo Billy, en la que tenía que besar a una chica en una fiesta para ganar un pack de cervezas, y claro que no había podido negarse y lo había hecho. Como si fuera poco, la palabra se esparció entre todos sus compañeros y desde entoces comenzaron a decirle lesbiana, lo que no era, porque esa noche había comprabado que sólo le atraían los hombres. En un principio había tratado de desmentirlo pero, viendo que no le creían, simplemente lo aceptó y siguió adelante.

Tras dar sólo unos pasos más, su camino fue cortado por su hermana, Mike y Dustin, quiénes lucían desesperados. Sabiendo que nada bueno podría salir, su mirada enseguida se entornó y cruzó sus brazos sobre su pecho.

—¿Qué quieren ustedes tres?

La mirada de Mike y Dustin enseguida se dirigió a Victoria. Si alguien podía convencer a Aspen era su hermana, aunque incluso ella sabía que en esta situación era complicado.

—Necesitamos que juegues D&D con nosotros esta noche. Por favor. Por favor. Por favor.

—Uh, no. Tengo una fiesta.

Juntando sus manos como en una plegaria, Victoria puso su mejor cara de cachorro, tratando de convencer a su hermana como pudiera, pero Aspen no iba a ceder a jugar a D&D. Si bien nunca había jugado a aquel juego, no planeaba empezar aquella noche, no cuando había hecho mejores planes que involucraban bailar y beber.

—Lucas no va a estar porque es durante el partido, es temprano. La fiesta no es hasta más tarde. Por favor. Por favor.

—Mi respuesta es la misma. No seas pesada. Adiós.

Aspen palmeó los hombros de los adolescentes en un intento por disculparse y se alejó de ellos. Cruzó la pista de atletismo detrás de la escuela y se adentró en el bosque. Al hallar la mesa en la que siempre se sentaba, encendió un cigarrillo y tomó su cuaderno de dibujos. Había dibujado aquél bosque en cientos de ocasiones, más siempre encontraba algo nuevo que agregarle o alguna manera de hacerlo parecer uno diferente, dejando que su imaginación tome control sobre el movimiento del lápiz sobre las hojas.

Algunas otras veces también dibujaba personas. Le encantaba hacerlo en momentos en los que se encontraban distraídas, capturándolos en su forma más natural.

Dibujar le daba una sensación de paz, de tranquilidad. Alejaba los pensamientos y permitía que sólo se concentrara en lo que tenía enfrente, a su vez calmando su ansiedad. Había comenzado de pequeña, usando cantidad de cuadernos y mejorando sus técnicas con los años. Antes de mudarse a Hawkins incluso había tomado algunas clases.

Había descubierto la mesa en la que se encontraba a principios de aquél año gracias a Eddie Munson, quien usaba aquel alejado sitio para venderle marihuana a los estudiantes.

De hecho, aquel sitio había sido el primero donde Eddie y ella habían tenido una conversación y habían logrado conocerse mutuamente —luego de que él le vendiera marihuana y se drogaran juntos, claro—. Aspen había descubierto lo fácil que era mantener una conversación con él, tan sencillo como tomar una fresca bocanada de aire, le producía una sensación de libertad que era difícil de conseguir. Era auténtico, era sincero, era simplemente él, y por eso había vuelto una y otra vez a aquél lugar que tanto la había atraído la primera vez que lo visitó. Y a Eddie no le molestaba que alguien más usara su lugar, de hecho le agradaba encontrarla allí de vez en cuando.

Aspen alzó la mirada de su cuaderno al oír pisadas sobre las hojas y ramas caídas, y tomó una calada de su cigarrillo viendo a Chrissy acercarse hacia donde ella se encontraba.

—Aspen, hola —mumuró la porrista—. Uhm, buscaba a Eddie.

La aludida alzó una de sus cejas mientras la observaba, exhalando el humo de sus pulmones, y Chrissy no pudo evitar cambiar el peso de su cuerpo de una pierna a la otra con incomodidad bajo su intensa y penetrante mirada. A decir verdad, Aspen se encontraba sorprendida con su presencia allí, sabiendo que todo el que iba a buscar a Eddie era para comprar drogas, y Chrissy simplemente no parecía ser del tipo de chicas que consumía. Si así era, entonces Chrissy Cunningham no era todo lo que aparentaba ser, y eso le agradaba.

—A veces se retrasa. En cualquier momento vendrá.

Chrissy asintió con su cabeza y entonces desvió súbitamente su mirada a uno de los árboles. Dando pasos lentos su mirada comenzó a cargarse de lágrimas y su respiración se aceleró.

—¿Puedes verlo? —preguntó en un susurró con la voz levemente rota.

Frunciendo su ceño con confusión, Aspen alternó su mirada entre el árbol y ella un par de veces, tratando de decifrar si acaso le estaba gastando una broma, pero entonces notó que las lágrimas que escurrían por sus mejillas eran muy reales. La joven Caldwell se puso en pie y con pasos cautelosos se acercó a la porrista en un intento por ver lo que ella observaba, pero no había absolutamente nada inusual en aquel árbol. 

—¿Ver qué?

—El reloj.

Los labios de Aspen se separaron, la confusión acrecentándose. Su mirada se centró en la porrista a su lado y cuando dio un respingo ella también lo hizo. Chrissy emitió un gemido de terror, sus labios temblando mientras retrocedía y Aspen no pudo hacer más que simplemente observarla, parte de ella preguntándose si acaso no se encontraba drogada.

—¿Chrissy? ¿Qué pasa?

Pero la aludida no contestó y no reaccionó hasta que su espalda chocó contra el pecho de Eddie, dando otro respingo.

—Oh, vaya —murmuró él al ver su estado—. Lo siento. No quise asustarte. ¿Estás bien?

Chrissy giró para ver al árbol y Aspen volvió su mirada al tronco del mismo una vez más, pero seguía sin ver ningún reloj. Su mirada se encontró con la de Eddie al darse vuelta, quién lucía realmente confundido con el comportamiento de ambas.

—¿Estás bien? —inquirió el joven.

—Uh, si. ¿Chrissy estás bien?

Una vez más la joven no contestó y Aspen volvió a observar a Eddie antes de encogerse de hombros y volver a tomar asiento. Ignorando lo sucedido, Chrissy tomó asiento frente a ella y Eddie se colocó a su lado con su mercancía.

—No hay nada de que preocuparse, ¿si? —le avisó Eddie a Chrissy y Aspen supuso que era la primera vez que iba a comprarle a él—. Nadie viene aquí. Es seguro.

Al oír eso, la mirada de Chrissy se dirigió a Aspen, quién seguía con su mirada preocupada en ella.

—Bueno, Aspen es la excepción —añadió Eddie al notar el intercambio de miradas—. No dirá nada. Lo prometo.

—No diré nada, no te preocupes. De todos modos nadie me creería si dijera algo.

Chrissy la observó, tratando de comprender a qué se refería cuando dijo que de todos modos nadie le creería, pero la atención de Aspen se encontraba una vez más en su dibujo. Esta vez, agregó un reloj a su dibujo, preguntándose qué estaría pasando con la porrista frente a ella. Se veía realmente alterada y claramente algo fuera de lo común le estaba sucediendo.

No volvió a concentrarse en la conversación hasta que Chrissy saltó en su lugar y Eddie guardó su mercancía.

—Mira, no hace falta concretar esto. Sólo dímelo y me voy. ¿Si?

—No es eso. No te vayas. Es que... ¿alguna vez sentiste que estabas enloqueciendo?

Si, quiso responder Aspen, pero se contuvo y sólo la observó. Demonios, en serio, ¿qué le sucedía a la porrista?

—Bueno... Ya sabes, sólo todos los días. Me siento un loco ahora vendiéndole droga a Chrissy Cunningham, la reina de la secundaria Hawkins.

Aspen rodó sus ojos ante el apodo, maldiciendo el hecho de que Chrissy fuera tan buena persona y ella no pudiera odiarla por su simple status. Era la reina de la secundaria Hawkins, era porrista e increíblemente popular, y su corazón era simplemente puro. 

Por sus diferencias, Chrissy y Aspen nunca habían hablado demasiado, pero la joven había notado que ni Jason ni ninguno de sus compañeros de basketball se burlaban de ella cuando estaban con la porrista. Chrissy también le sonreía en forma de saludo cada vez que se cruzaban en la escuela y cada vez que debían hacer un trabajo juntas no tenía problema de invitarla a su casa. Odiaba no poder odiarla.

—¿Sabes? No es la primera vez que interactuamos.

—¿No?

—¿No lo recuerdas?

—Lo siento, no...

—Está bien.

Tras unos segundos tortuosos de silencio, Eddie se llevó las manos al corazón y se tiró hacia atrás. Chrissy soltó un grito ahogado de sorpresa, más Aspen sólo sonrió de lado y rodó sus ojos. Nunca lo admitiría en voz alta, pero Aspen adoraba lo drama queen que Eddie podía llegar a ser.

—Sinceramente, yo tampoco me recordaría. En serio —dijo Eddie poniéndose en pie y alternó su mirada a Aspen—. ¿Tengo algo en el pelo?

Agradecida de oír a Chissy reír y no tan nerviosa como antes, lo que de hecho la ponía nerviosa a ella, Aspen se puso en pie sonriendo de lado  y se acercó a él para quitarle las hojas que habían quedado enredadas entre sus cabellos enrulados y sedosos.

—¿Sabías que eres increíble?

Eddie tomó su mano y dejó un beso en su dorso mientras le guiñaba uno de sus ojos. Aspen notó que le recordaban al chocolate amargo y al café, dos de sus sabores favoritos.

—De hecho, sí.

La joven tomó asiento una vez más y la atención de él volvió a Chrissy.

—¿No me recuerdas?

—Lo siento.

—Primaria. Concurso de talentos. Tú hiciste algo de porristas. Ya sabes, esa cosa que haces —dijo imitando sus movimientos, haciendo reír a la joven una vez más—. Estuvo bueno, por cierto. Yo estaba con mi banda.

—¡Ataúd oxidado!

Eddie golpeó su puño en el aire cuando ella lo recordó y Aspen sintió un pequeño dolor en su pecho que decidió ignorar.

—¡Ataúd...! Lo recuerdas.

—¡Vaya! Si, claro. ¿Cómo olvidar un nombre como ese?

—No sé. Eres rara.

—No, pero tú... te veías tan...

—¿Distinto? Si, bueno, tenía el pelo rapado y no tenía ninguno de estos lindos tatuajes.

Eddie hizo a un lado el collar de su remera y Aspen notó uno de los tantos tatuajes que había remarcado con su dedo cuando se encontraba apoyada sobre su pecho. Tomando su cuaderno nuevamente decidió agregarle algunos de ellos a su reloj.

—Tocabas la guitarra, ¿no?

—Todavía lo hago. Ven a vernos. Tocamos en El Escondite los martes. Es genial. Siempre viene una multitud... de unos cinco borrachos y Aspen.

Chrissy rió y observó a Aspen, preguntándose si acaso ellos eran pareja.

—Lo único bueno es la cerveza gratis —bromeó Aspen pasando su mirada de la chica a Eddie, quien le enseñó su dedo del medio en respuesta.

—No es un estadio, pero por algo se empieza, ¿no?

—Sabes, no eres cómo pensé que serías.

—¿Malo y aterrador?

—Si.

—Si, bueno, yo también pensé que serías mala y aterradora.

—¿Yo?

—Terrorífica —dijo Aspen con sarcasmo mientras Eddie volvía a sentarse a su lado.

—En fin. Buena noticia, los halagos funcionan conmigo, así que te haré veinticinco por ciento de descuento por los quince gramos. Quince dólares. Me estás robando a mano armada.

Indignada, Aspen le dio un golpe en el brazo atrayendo su atención.

—¿Descuento? ¿Por qué nunca me haces uno a mí?

Tomando con su mano derecha su brazo izquierdo dónde le había golpeado, Eddie frunció su ceño.

—¿Qué dices? Siempre te regalo marihuana y te hago descuento siempre que me compras de lo otro. 

—¿Si? —masculló Aspen dubitativa.

Rodando sus ojos, un tanto ofendido por el golpe, Eddie asintió con su cabeza.

—Por cierto, realmente me dolió.

—Lo siento.

—¿No tienes... algo que sea más fuerte?











               CON LA SOLA COMPAÑIA DEL LIBRO ENTRE SUS manos, Aspen decidió permanecer más tiempo en aquel espacio al que nadie iba, encontrando relajante el sonido de la naturaleza a su alrededor y cómo las hojas de los árboles eran movidas por la leve brisa en el ambiente. No era la primera vez que leía El Retrato de Dorian Gray, pero había algo en aquel libro que le instaba a releerlo una y otra vez.

La obsesión por algo tan superficial como lo era la belleza física y todo lo que Dorian se encontraba dispuesto a hacer para mantenerla, era verdaderamente espantosa, pero tan real que no dejaba lugar a dudas su puesto como clásico de la literatura. 

Si había algo que Aspen amaba tanto como dibujar, sin duda era leer. Podía pasar horas con un libro entre sus manos, leyendo las páginas en total paz, permitiendo que el tiempo simplemente pasara sin darse cuenta.

Sin duda, leer era una forma de terapia, tanto como lo era dibujar, su propia manera de meditar. Era arte y Aspen admiraba cada página con el respeto que merecía, siempre aprendiendo algo nuevo de cada lectura.

Por un momento, su mente vago hacia los sucesos ocurridos hacia tan solo unos minutos atrás, todo aquello de Chrissy y el reloj fantasma que sólo ella había sido capaz de ver, y se encontró preguntándose si la joven acaso estaría bien, si había algo que ella pudiese hacer. No eran amigas, pero le agradaba, y verla tan nerviosa le había preocupado.

—¿El Retrato de Dorian Gray? ¿No es aburrido?

La joven Caldwell bajo el libro para observar a Maxine Mayfield, tomando asiento frente a ella mientras dejaba su mochila sobre la mesa de picnic que las separaba. 

—¿Aburrido? ¿Acaso sabes algo de literatura, Max? 

—Conozco sobre comics —respondió la aludida encogiéndose de hombros.

Colocando el marcador entre las páginas donde se encontraba leyendo, Aspen cerró el libro y lo colocó sobre la mesa a la vez que rodaba sus ojos.

—Los comics no cuentan, pero te prestaré el libro cuando termine. Prometo que te gustará.

Max frunció su ceño, no del todo convencida, más no dijo nada al respecto. Si tenía un poco de suerte, Aspen se olvidaría del asunto y no tendría que aceptar el libro por compromiso y luego mentir y decirle que lo había leído. No era que no le gustara leer, porque amaba los comics, pero libros tan largos como aquel le resultaban tediosos. 

—No me mires así. Al menos inténtalo.

—Aspen...

—Sólo inténtalo, ¿de acuerdo? Si te aburre me lo puedes decir.

—De acuerdo, como sea.

Aspen sonrió de lado, orgullosa con su logro. La razón de su insistencia tenía que ver con la tristeza que aún sentía por la muerte de Billy. Desde el funeral, Aspen había hecho todo lo que se encontraba a su alcance para crear un vínculo con Max y procurar que la joven no se encontrara sola en su pérdida, porque la sentía tanto como ella y tampoco quería estar sola.

Max no se había dado cuenta el momento exacto en el que había sucedido, pero de pronto Aspen era como la hermana mayor que nunca había tenido, sobre todo considerando que su vínculo con Billy no había sido el mejor, carajo, ni siquiera había sido bueno. Él la había odiado y parte de ella también lo había odiado a él, e incluso tras su muerte había situaciones que era incapaz de perdonar. Sin embargo, deseaba que no hubiera muerto y hubieran podido al menos quererse como lo hacen los hermanos, con aquel amor-odio que veía entre las hermanas Caldwell o los Sinclair o los Wheeler. Creía que los Byers debían ser la única excepción, sobre todo por lo que había sucedido con Will.

—Justo estaba por irme a casa. ¿Quieres venir? Tenía pensado hacer unos pancakes.

—Comienzo a creer que tienes una extraña obsesión con los pancakes. ¿Acaso comes otra cosa?

Poniéndose en pie como Max, Aspen rió entre dientes mientras sus mejillas se tornaban rosaceas. 

—Uh, bueno, a veces hago waffles o tostadas con huevos revueltos. 

—Pero sobre todo pancakes.

La aludida junto sus labios en una línea mientras guardaba su libro en su mochila, dándose cuenta que posiblemente cinco de los siete días de la semana sí comía pancakes.

—Puede ser que tengas razón.

—Vaya, cada día eres más rara.















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amé todo este cap bc aspen + eddie y el brotp entre aspen y max 🥺

espero que les esté gustando ❤️

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