Desestabilidad [Dramione]

By VictorieWords

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Si Hermione Granger volvió a Hogwarts sin Harry ni Ron, y Draco Malfoy también asistió, pero esta vez señalad... More

Desestabilidad
Prefacio
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Epílogo

Capítulo 6

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By VictorieWords

Una amenaza

No supo que lo impulsó a formular semejante pregunta y a hablar de una manera tan afable con la que únicamente se dirigía a su madre en ocasiones, solo sintió que estaba en deuda con Granger y que extrañamente la chica le transmitió lo que supuso sería confianza. No vaciló en mostrarse sincero y frágil, a pesar de que nunca aprendió a dar las gracias adecuadamente.

Quería que su agradecimiento fuera genuino, pero de repente sintió la necesidad de saber con certeza su él en verdad merecía continuar su vida renovado de todo su pasado. Odió que Hermione Granger tuviera que ser la más cercana en presenciar cómo sus errores lo iban a hacer pagar. Porque Draco Malfoy no solo debía dar las gracias, también debía pedir perdón.

Cuando Hermione entró a la clase de aritmancia Malfoy ya estaba en su habitual lugar del fondo junto a la ventana, caminó llena de seguridad hasta llegar a él.

—Buenos días —saludó. Malfoy levantó la mirada de lo que sea que estuviera escribiendo y alzó las cejas como respuesta, inmediatamente regresó a su labor.

—Ese deber es para dentro de un mes —mencionó ella, no sabía cómo iniciar la conversación. Malfoy encogió despreocupadamente los hombros—. ¿Qué harás durante navidad si te adelantas?

—A ti te importa bastante poco lo que decida o no hacer —la paciencia del rubio explotó. Hermione retorció nerviosa sus dedos.

—Lamento haber sido descortés el martes —Malfoy no la miró, de hecho pareció no escucharla—. No necesitas agradecer, lo que hicimos por ti lo habríamos hecho por cualquiera. Claro que nunca sabrás lo que es dejar de pensar en ti mismo, poner tu vida en riesgo por alguien más aunque sea una vez.

— ¿Has venido a disculparte o a juzgarme? Porque de ninguna manera pienso permitirte que me hables con tal confianza —espetó hostil, arrastrando las palabras y conectando firmemente con la mirada de Hermione—. Fui sincero, aunque no lo parezca apreció enormemente el gesto que no merecía, y si te importa poco mi agradecimiento pues que lastima.

—No era lo que quería decir. No necesitas agradecer, el perdón es otorgado para todos, el que decide qué vida elegir a partir de ahora eres tú. Una vida absuelta de pecados, penas, tragedias... O repetir las mismas transgresiones.

—Ahórrate tus compasivos sermones —bufó, frunciendo la frente—. Olvida lo que sea que dije ayer.

— ¿Por qué tu ego es lo bastante inalterable como para aceptar que en realidad puedes ser digno de algo bueno? —Hermione lo miró desafiante.

Para ese punto de la discusión estaba completamente confundido. Primero Hermione trató de llegar al tema hablando sobre los deberes para navidad, si ya tenía un propósito fijo, ¿por qué no solo exponerlo?

Luego, se mostró educada por algo que ni siquiera existía una razón coherente para ofrecer una disculpa, pero aquel odio que el mismo generó en el corazón de Granger fue el que terminó hablando, aunque ella lo trató de suavizar con un patético sermón.

Finalmente, Draco no deseaba, no en ese momento, la simpatía de Granger, no se arrepentía de haber sido agradecido y de haber mostrado su temperamento más cercano a lo agradable. Pero no soportaba continuar escuchando a la chica que sin el más mínimo temor le reprendía con sus verdades. ¿Quería ser educada o una sabelotodo?

—Me confundes, Granger —esbozó un gesto de desdén con la boca y negó frustrado con la cabeza—. Olvídalo.

Hermione bufó irritada ante el comportamiento que Malfoy claramente no estaba dominando, de la nada se mostraba sincero, vulnerable y de un momento a otro recuperaba su auténtica personalidad, engreída y molesta. Conocía a Malfoy como un niño impulsivo, pero jamás imaginó que ella notaria todos sus cambios tan de cerca.

Dos horas después Hermione tuvo que volver a ver la cara de indiferencia de Malfoy en clase de transformaciones, el único consuelo era que tenía la posibilidad de ignorarlo si quería. Sin embargo, una situación que apaciguaría la enemistad entre ambos estaba por abrirse marcha.

La profesora Darlene Wright, una brillante y joven bruja de carácter inflexible y el doble de estricta que McGongall, reunió a los estudiantes de Gryffindor y Slytherin de último grado en el aula 1B, puesto que necesitaban bastante espacio para la compleja lección que tenía programada impartir.

Para Hermione transformaciones era la clase que la estresaba inmensamente, desde sexto año notó que el grado de dificultad incrementó en gran medida y no deseaba volver a sentirse presionada por no comprender al instante.

Resolvió que ese año dedicaría una hora antes de ir a la cama, para estudiar el tema de trasformaciones que verían al siguiente día y entonces tan solo debería resolver las dudas que surgieron en su meticuloso estudio de la noche anterior.

Por eso cuando la profesora Wright explicó la parte teórica sobre lo complejo y peligroso que sería transformar sapos en hongos venenosos, Hermione estaba emocionada de ponerse aprueba, sabía con exactitud el movimiento de la varita y el conjuro indicado.

—Debo advertirles que solo tendrán tres oportunidades para que el encantamiento transformador de resultado. De lo contrario pueden ocasionar un completo desastre y no deseo que ninguno visite la enfermería con el primer periodo de exámenes cerca. ¿Queda claro? —dijo con un tono de voz severo— De pie todos.

En cuanto los estudiantes desocuparon su sitio, la profesora Wright sin susurrar nada y con una hábil maniobra de varita elevó las mesas, las ordenó en el aire de tal manera que cuando tocaron el suelo quedó una larga superficie plana en el centro del aula, con una pecera de cristal que contenía a un sapo por cada dos estudiantes.

—Gryffindor a la derecha, Slytherin a la izquierda —ordenó, posicionándose en la parte superior de las mesas, entre ambas casas—. Les reitero esto es complejo y peligroso. No deben admitir ningún sentimiento de miedo, quiero que tengan confianza y se concentren, el movimiento de su varita firme y sin titubear digan el conjuro rospo al fungo.

El sapo que yacía frente a la profesora ahora estaba emitiendo destellos amarillos, y el sonido de una planta siendo sembrada surgió y todos pudieron apreciar un hongo venenoso de quince centímetros, con el sombrero de color rojo y escamas blancas.

—Muy bien, iremos de par en par. Señor Longbottom por favor inicie y posteriormente su compañera Hilliard.

Neville logró enfocarse en el encantamiento, desechó la semejanza que el sapo tenía con su preciado Trevor y su hongo venenoso resultó dos centímetros menos que el de la profesora.

— ¡Excelente! —exclamó la profesora, contenta de que la primera prueba no resultara un fracaso.

Hermione estaba tan concentrada en cómo los demás conseguían aprobar satisfactoriamente bajo la meticulosa mirada de la profesora Wright, que cuando su turno se aproximaba, percibió que tenía a Draco Malfoy justo frente a ella.

El rubio poseía un semblante totalmente inalterable e imponente, lo contrario a Hermione a quien le sudaban las manos por la emoción. Le volvía a ofrecer una mirada fría y aunque ella mantuvo la suya firme y escrutadora, él simplemente no le permitió acceder a lo que sea que estuviese formulando en su incompresible mente.

—Señor Malfoy, señorita Granger —habló la demandante voz de la profesora—, recuérdenme el conjuro, por favor.

Rospo al fungo —respondió Hermione.

Amanita phalloides, si queremos ser más precisos —contradijo Malfoy, recibiendo las asombradas miradas de los demás.

—Brillante señor Malfoy...

—Es un conjuro para la próxima clase —dijo Hermione, sin haberle importado interrumpir a la profesora.

—Parece que también te adelantas lecciones —señaló Malfoy, sin inmutar su actitud.

—Y la razón por la que son clases distintas es porque ambos hechizos no son compatibles, no se pueden usar encantamientos que se repelen entre sí. El conjuro que sugieres invoca un tipo de hongo en específico y el que estamos aprendiendo es aleatorio.

—Además de que el encantamiento que sugiero no es necesario hablar en voz alta —concluyó Malfoy con seguridad.

—Interesantes observaciones —dijo la profesora Wright—, sin embargo, lo que quiero es que realicen el encantamiento satisfactoriamente y no una sala de debate. Así que señorita Granger, por favor.

Hermione le volvió a dedicar una mirada desafiante a Malfoy, respiró profundo, apuntó firmemente con su varita al sapo, enfocó en su mente lo que quería lograr y proclamó el conjuro fuerte y claro.

—Rospo al fungo.

El hongo venenoso no tardó en aparecer después de los destellos amarillos. Ante su logró, hizo algo que nunca en su vida había hecho, le dedicó una sonrisa de superioridad a Malfoy, con la que sutilmente había declarado una competencia.

Malfoy enarcó una ceja, captando la indirecta e inmediatamente al revertir el encantamiento unos destellos mucho más encendidos y un sonido altamente estrepitoso, dejaron ver a un hongo venenoso clasificado como Amanita phalloides. Ante ese último detalle, Hermione supo que Malfoy no había usado palabras y que había desafiado a la clase.

—No esperaba menos, cien puntos para Slytherin.

Fue la mirada cargada de rivalidad que Malfoy le dedicó, sintió que la volvía a contemplar con desdén como en el pasado y eso fue suficiente para que perdiera el control de sí misma por completo.

Antes de que el siguiente estudiante iniciara su prueba, Hermione revirtió el encantamiento de Malfoy y lo transformó al que todos estaban estudiando. Draco escrutó su mirada unos segundos e inmediatamente recreó su encantamiento, entonces sumieron a toda el aula en un duelo por ver quien triunfaba en determinar la forma del encantamiento.

Fue tanta la pasión por ganar y exhibir sus destrezas que alguno de los dos olvidó revertir el hechizo antes de que el otro le cállese encima. Hermione expuso acertadamente que no se pueden usar encantamientos que se repelen entre sí, pues cuando ambos se encontraron una explosión salió hasta atravesar los vidrios de las ventanas.

— ¡Afuera todos! ¡De inmediato diríjanse a la enfermería! —la imperiosa voz de la profesora sonaba entre la intensa neblina que los rodeó y los pasos apresurados que abandonaban el aula.

Madame Pomfrey examinó con especial cuidado a cada uno de los alumnos, que habían corrido con suerte de no haber presentado nada grave, salvo de ojos irritados y leves alergias que se les manifestaron a algunos.

—Su ingenio por lo que sea que trataron de conseguir o demostrar les quitará cien puntos a ambas casas —sentenció la profesora Wright, enfadada hasta la médula—. Si adelantarse lecciones les parece un deleite, veremos si les parece gratificante tener que duplicar los deberes en mi clase durante el descanso de navidad y entonces decidiré si ha sido el suficiente castigo.

Malfoy se mantuvo inmutable, a pesar de su sucio aspecto y la alergia que comenzaba a pintar de rojo la punta de su fina nariz. Mientras que Hermione con el cabello alborotado, quien curiosamente no se arrepintió por aquel accidente, permanecía reflexiva. Ninguno de los dos trató de objetar ante el castigo, aceptaron la culpa como el par de adultos que ya eran, sin embargo, ¿quién había sido el verdadero responsable?

—Te advertí que no eran compatibles —mencionó Hermione, con voz severa y sin darle la mirada.

—Ya estaba hecho. ¿Por qué tuviste que revertir mi encantamiento? —exigió Malfoy, levantando su áspera voz.

— ¿Y tú por qué tuviste que seguirme la corriente? —contraatacó, compartiendo una exasperante mirada con él.

Un largo silencio dio por terminada la discusión. Madame Pomfrey los sometió a una hora de observación, en la que Malfoy y Granger permanecieron juntos y apartados de los demás.

Fue incomodó para ambos, pero extrañamente Hermione no se sintió culpable respecto a lo sucedido, sabía que parte de aquel desastre también había sido provocado por ella, pero nunca se había sentido tan despreocupada por haber cometido una infracción en una clase.

Estaban tan hundidos en el silencio que cuando la garganta de Hermione emitió un sonido, que al principio Malfoy creyó lloriqueos, terminó descubriendo que la chica estaba siendo asaltada por una incontrolable risa. Arrugó la frente pensando en qué era tan gracioso o por qué en vez de enojada ella parecía regocijarse en su travesura.

Su comportamiento era ininteligible, pero a él no le molestó porque le pereció más interesante admirar las expresiones en el rostro de Hermione. Sentirse bien y al mismo tiempo extraño ante la diversión que salía de sus labios. Le costó aceptarlo, se resistió inútilmente, odió que fuera Granger la que le enseñara a disfrutar la vida cuando hacía mucho que había olvidado como hacerlo. Terminó esbozando una sonrisa divertida que su intolerante actitud no logró reprimir.

—No revertí tu encantamiento —confesó Malfoy.

—Ya no importa —contestó Hermione, soltando un profundo suspiro después de haber controlado su risa.

— ¿Qué pasa Granger? —instigó Malfoy, retomando su tono burlón— ¿Ya no te preocupa mantener limpio tu historial en buena conducta? Porque le acabas de quitar cien puntos a tu casa.

—Cien puntos que puedo recuperar en cualquier momento —aseguró ella, con una mirada presumida. Malfoy permaneció sorprendido por su orgullo—. Pero todavía hay algo que no entiendo.

—Qué cosa no vas a entender.

— ¿Por qué estas admitiendo la culpa? —su mirada fue firme y las expresiones de Malfoy se tornaron serias— ¿Por qué nos cediste el paso en el tren? ¿Por qué tus insultos contra todos desaparecieron? ¿Por qué cambiaste?

Malfoy fue incapaz de mantenerle la mirada, bajó la cabeza, indispuesto a responder cada pregunta que Hermione formuló. Pero no pudo negar que sus palabras le causaron una sensación desconocida y meditó lentamente la reacción que dejaría ver.

—Se bien que lo tuyo nunca ha sido aceptar errores, tu principio de superioridad te persigue. No debes ser diferente ahora.

—Cuestionas mi comportamiento y ni siquiera me dejas responder. Necesitas ordenar tus prioridades, Granger —gruñó enfadándose—. La violencia y el poder fueron los dos principios con los que aprendí a tratar al mundo, me creí superior durante toda mi vida, debía mostrar que el dolor no habitaba en mi ser y terminaba infligiendo daño a otras personas. Tú lo debes recordar muy bien porque parece que me lo recriminas con cada mirada, como si mis propios remordimientos no fueran ya suficientes. Ahora respóndete tu sola, Granger ¿Cómo crees tú que voy a comportarme después de que las creencias con las que crecí, me desafiaron con terror y desesperación, viendo sufrir a mis padres por su lealtad y ser el testigo del desmoronamiento de todo lo que mi familia había creído? ¿Cómo me voy a sentir después de que las personas que aprendí a odiar, como Dumbledore, me ofrecieron ayuda y amabilidad? ¿Piensas que debo seguir peleado luego de que Potter, Weasley y tú me salvaran la vida? ¿Todavía crees que no deba ser diferente, que no deba negarme a seguir la misma vieja línea de sangre pura, cuando he padecido indescriptiblemente por culpa de los principios equivocados de mi familia?

Hermione fue invadida por una enorme tristeza que no supo descifrar a que realmente se debía, si por lo cruel e insensible que había sido con Malfoy, por querer humillarlo como él lo hizo en sus mejores tiempos, o por el modo tan amargo en que Draco repudiaba su pasado.

Pero por Draco Malfoy no podía sentir algún tipo de sentimiento, para ella siempre sería el arrogante vanidoso que somete a todos. Sin embargo, esa creencia estaba empezando a vacilar y era una amenaza porque Hermione no supo en que concepto encerrarlo. Lo único perceptible fue que la enemistad entre ambos se alivianó, con aquellas risas, con aquellas confesiones.


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