Bienvenida a la familia

By Kusubana

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Sakura es una chica moderna, perfeccionista y práctica, no se deja llevar por creencias que no tienen cabida... More

Bienvenida a la familia
Sakura es la novia de Itachi
Mikoto es la madre de Itachi
Sakura es enfermera
Mikoto es sacerdotisa
Sakura cree en la ciencia
Mikoto cree en los rezos
Sakura duda
Mikoto está segura
Sakura tiene miedo
Mikoto busca redención
Sakura no puede más
Las dos confiesan
Itachi pone el final

Ella es Mikoto

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By Kusubana

La casa Uchiha era de las más antiguas en la ciudad, se la llamaba a menudo "fundadora" junto con otras cinco, y los edificios que se habían erigido para dar vivienda a sus miembros se encontraban en los registros de patrimonio nacional protegido. Cada árbol, piedra o hierba, cada panel de papel, columna y estatua, incluso el mantel de la cocina se consideraba como si fuese una pieza de museo.

Itachi, a modo de broma, le había comentado que esa fue la razón por la que se marchó a un departamento aparte. La historia completa involucraba a un muy pequeño Sasuke que jugando había roto un jarrón, él se había adjudicado la culpa para protegerlo de la ira de su padre y se había ganado el exilio con ello.

Era absurdo pensar que fuese verdad, porque entonces Itachi debió haber vivido por su cuenta desde los quince o dieciséis años.

—Bienvenida a nuestra casa, Sakura-san.

Ella reaccionó con un sobresalto.

—Muchas gracias, Mikoto-sama.

La mujer rió con una risa cantarina, suave y controlada.

—Nada de eso, serás parte de esta familia ¿No es así, Ita-chan?

—Sí.

—¿Lo ves, querida? Pasa, por favor.

El amplio jardín despedía un aroma a tierra y hierba mojada, aún era visible el esplendor del rocío sobre el verde brillante, aunque los árboles tapaban la mayor parte de la luz del sol y a través del camino solo pudo distinguir varias piedras talladas con inscripciones en una forma de lenguaje en desuso, propia de estudiosos de Historia y sacerdotes. Casi ninguna tenía forma particular, y salvo por las enormes lámparas de piedra que flanqueaban los costados del puente que finalmente llevaba a la casa donde vivía, no había más decoración visible.

Ya para ese momento Sakura supo que, si intentaba ir por su cuenta, iba a perderse entre las veredas y múltiples entradas que llevaban a diferentes santuarios.

La idea era un almuerzo, estaban a tiempo de ello, tomar el té y discutir detalles.

Una vez dentro de la casa el ambiente no cambió mucho, no era visible ni una sola muestra de modernización salvo las bombillas, todo estaba como se suponía que debiera estar una casa de hacía trecientos años -más o menos, historia nunca fue su fuerte-.

Pasaron al comedor, Sakura giró para ver a Itachi con una sola interrogante en el rostro: ¿debía ayudarla?

Itachi negó y le indicó qué lugar tomar.

—Ella quiere impresionarte, se ofenderá si le ofreces ayuda, creerá que desestimas su habilidades en la casa. Por lo mismo, cuando ella vaya a visitarnos, estarás por tu cuenta —le dijo en voz baja.

Justo cuando Mikoto terminaba los preparativos protocolarios entró a la habitación un hombre tan alto como Itachi, más fornido y con las ojeras menos pronunciadas, no obstante el gesto de su boca expresaba mal humor. Tomó su sitio en la cabecera de la mesa, apenas pronuncio palabra como saludo y tras un susurro de su esposa -que Sakura interpretó como advertencias de comportamiento- solo dijo "ya veo", pero nada más.

El almuerzo había transcurrido en silencio. La sensación que la embargaba para ese instante estaba muy lejos de la decepción. Bien advertida había quedado sobre que no habría poder sobre la tierra que convirtiera ese almuerzo formal en una amena charla llena de júbilo y alegría, pero eso ya tenía otras dimensiones.

Una vez que terminaron, pasaron en silencio a un salón privado.

—¿Estás cerca del arresto del enterrador?

La pregunta había caído de sorpresa, Sakura nuevamente recurrió a Itachi esperando su respuesta, este negó con calma y naturalidad.

—Solo tú tienes el valor para planear una boda justo ahora —agregó, sorbiendo el sake que Mikoto le había servido.

Itachi pensaba imitarlo, pero Sakura se había quedado mirando a su madre casi absorta, lo entendía de cierta manera, era un arte cada movimiento que ejecutaba, con total seguridad pasaba sus horas libres practicando para verse perfecta ante los escasos invitados que llegaban a recibir.

Tal vez debía decirle a Sakura que en realidad su madre no hacía ninguna labor doméstica porque tenía tres chicas a su servicio para las tareas de limpieza, el cuidado del templo y en general toda actividad, excepto aquellas que involucraban un trato directo con Fugaku, como ese pequeño tiempo en que tomaba una copa de sake tras el almuerzo y leía el diario.

—Sakura-san —dijo Fugaku extendiendo su copa para que su esposa le sirviera de nuevo.

—¿Señor?

—Como tengo a bien el creer que Itachi ha hablado cosas importantes respecto a nuestra familia, quiero expresar el único asunto que me causa inquietud, y es nuestra herencia. Hablo por el cuidado del templo, Itachi es mi primogénito, es su deber cuidar este santuario junto con todos sus elementos cuando nosotros no estemos y ha de quedar claro que es una obligación ineludible, así que quiero saber si está consciente de lo que ello significa. ¿Tiene una preparación profesional?

—Sí, señor. Soy enfermera.

—Noble profesión, pero cuando las cenizas de Mikoto-san y las mías estén en la cripta familiar, habrá que considerar el dejar ello de lado y...

—Fugaku-san, querido mío, no la agobies por favor. No puedes obligarlos a tomar un peso que no les corresponde, ya te he dicho que de presentarse la necesidad, el Comité se hará cargo del templo.

—Pero él es nuestro hijo, no puede ir toda la vida renegando de sus responsabilidades.

—No estoy renegando de nada ni me estoy desentendiendo y ni siquiera estás muerto, no veo el objeto de este reclamo. Yo lo voy a hacer.

—Tú. ¿Y Sakura-san?

—Basta por favor, tranquilos los dos, este es un día especial. Fugaku-san, Ita-chan.

—Es el día en que se aclaran los términos del contrato, hay que ser claros.

—¿Contrato? —preguntó Itachi contrariado.

Pero antes de que Fugaku respondiera acentuando su mueca malhumorada, Mikoto se puso de pie dejando previamente la botella de sake a un lado, su expresión era serena como siempre, pero los ojos de su esposo dirigieron la mirada hacia ella por un instante y regresaron a Itachi poco más severos que antes.

—No le daré un disgusto a tu madre —dijo al final y tomó la cuarta copa.

La tensión que se había generado se disipó instantáneamente, Sakura se sorprendió de sobremanera, a juzgar por el silencio prolongado, la actitud mansa con la que atendía a su esposo y la formalidad al hablarse, llegó a pensar que de alguna manera el hombre era un abusador, al final solo resultó ser la versión adulta del apático Itachi, lo que en si tampoco era alentador, especialmente porque no se veía a sí misma con la misma complacencia tranquila para atender su humor tal como hacía Mikoto.

—Preparé un postre especial.

La señora Uchiha salió de la habitación con calma, sus pasos sobre el pasillo eran suaves, el tramo no era realmente largo pero ella decidió hacerlo inmenso yendo despacio. Mantuvo los labios entreabiertos, por unos segundos rompió la rigidez de la expresión controlada de su rostro, no podía ya mantenerla y se había esforzado mucho en eso. Podía seguir fingiendo, estaba segura, por eso se había decidido desde temprano a guardar todas las fotografías, especialmente esa donde aparecían los únicos amigos que su adorado pequeño pudo hacer, la sonrisa radiante de ella, el disgusto de Naruto... amaba esa fotografía porque muy por debajo de la expresión impresa, siempre supo que él estaba feliz, tanto como no lo fue en mucho tiempo.

Al llegar a la cocina no pudo evitar irse de rodillas con la mano en el pecho.

Las cosas no debieron ser así.

Empezó a sollozar llevando la otra mano a su rostro para tratar de controlar las lágrimas que arruinarían su maquillaje. Mucho se había dominado toda la mañana desde que la vio aparecer por las escaleras: exactamente la misma, como si hubiera escapado de la impresión enmarcada, poco le faltó para correr a la habitación donde la había mandado guardar todo para comprobar que no fuera así.

Ya tenía las dos manos sobre el rostro pero continuaba en silenciosa pena.

—Mikoto-san...

Fugaku estaba en la entrada de la cocina, había adivinado de manera correcta el motivo de su repentina y abrupta salida.

—Lo siento tanto, querido, es que no podía permanecer más tiempo ahí.

El hombre inclinó la cabeza sin moverse de su sitio estirando la mano hasta depositarla en el hombro de su mujer.

—Lo estás haciendo bien. Itachi prometió que no demorarían mucho. De todas formas el postre siempre te anima.

Mikoto sonrió con esfuerzo y se puso de pie limpiándose el rostro con las mangas.

—Mikoto-san —dijo Fugaku con severidad —. A Itachi siempre lo reprendí por hacer eso. Usa un pañuelo —y le entregó el suyo sin mucha ceremonia, dejando la cocina para reencontrarse con los dos invitados en un jardín privado, Itachi había decidido que necesitaban aire o moriría.

Por su parte, Mikoto desapareció completamente cualquier vestigio de su previo llanto. Tomó los dangos que había dejado sobre la mesa de la cocina y les pasó la salsa dulce, demasiado empalagosa para su gusto, pero era el postre favorito de Itachi, y cada que iba de visita procuraba tenerlos listos.

—Solo un poco más, sé fuerte Mikoto Uchiha.

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