Un amable demonio |Maitake|

By xiatoushi

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Summary: Siglo XX, en un pequeño pueblo alejado de la capital, vive un humilde aldeano, llamado Hanagaki Take... More

Un amable demonio; ya no me dejará ir.
Un amable demonio; me pertenece

Un amable demonio; ahora vive conmigo.

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By xiatoushi

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Participante del concurso "Cherry bomb"

Shipp/Pareja principal: Mikey x Takemichi.

Temática: !AU de fantasía !Mikey Demonio x Takemichi Humano ¡No viajes en el tiempo !Libre de spoilers !Leve mención de sangre y muerte

Posibles faltas de ortografía, sepan disculpar.  ♡

Palabras: 5400

Summary: Siglo XX, en un pequeño pueblo alejado de la capital vive un humilde aldeano llamado Hanagaki Takemichi, que por azares del destino cruza su camino con un solitario demonio; quien lleva tiempo buscando a un amo a quien servir.

¡Disfruten! (⁠つ⁠≧⁠▽⁠≦⁠)⁠つ

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Muchos decían que la ingenuidad sumado a su estupidez, un día lo llevarían a la tumba más pronto que tarde. Nunca comprendió porque la gente pensaba así de él.

Aunque ahora, creía entender un poco a la gente de su pueblo. Sólo a él, le podía parecer una buena idea, internarse en "el bosque maldito" a recoger bayas y flores.

Escuchó los rumores de ese lugar; lobos feroces que lo podrían despedazar en menos de un minuto, peligrosos bandidos que tenían sus escondites en esa zona, e incluso decían que un espectro deambulaba allí, asesinando de maneras espantosas a los valientes (e idiotas) que se atrevían a entrar al bosque.

Sacudió su cabeza, empujando aquellos pensamientos lejos de su inquieto corazón. Tenía bastante miedo, pero aún así decidió continuar caminando, sus dedos apretaron con bastante fuerza la cesta en sus manos, no podía ser un bebé llorón asustadizo. Simplemente debía tener cuidado.

Tarareo una vieja canción de cuna mientras recogía fresas silvestres, haría una exquisita mermelada con ellos, pero debía recoger bastantes para que duraran todo el crudo invierno.

Lo único bueno de que aquel bosque no recibiera visitantes era que la flora y fauna estaban prácticamente intactos, había plantas y árboles que nunca en sus veinte años de vida había visto.

Tan exóticas, tan diversas en formas y colores, que se sintió como un niño.

Olisqueo las flores, el polen le hizo estornudar un par de veces, arrancó varias, con ellas iba a decorar su humilde hogar. Ya podía imaginar lo lindo que quedaría.

Crack.

Se sobresaltó al escuchar como una rama se quebraba a su espalda, había estado tan concentrado, que olvidó que estaba en un lugar peligroso. Tragó saliva, retrocedió unos pasos, pasaron largos minutos pero no había nadie, ningún lobo, bandido o espectro saltó de los arbustos para matarlo.

Llevó una mano a su pecho y soltó un suspiro de alivio, una risita brotó de sus labios, probablemente sólo fue un conejo o un ave.

No estaba acostumbrado a los sonidos de los bosques, además estaba nervioso por todas las historias que escuchó de ese lugar.

Observó al cielo, notando que el astro rey estaba empezando a descender, calculó que tendría unas cuantas horas más de luz solar pero decidió irse, su misión estaba hecha; su cesta estaba rebosante de flores y bayas.

Además tenía que preparar la cena, no tenía mucho en su despensa, así que debía ir al mercado a surtirse pronto.

¡Crack!

De nuevo aquel sonido de ramas rompiéndose le llamo la atención, está vez, pudo oír con dificultad unos susurros y pasos. No era su imaginación, definitivamente alguien lo estaba acechando, no sonaba como un sola persona, así que probablemente se trataban de ladrones.

No tenía nada de valor, a excepción del kimono blanco que vestía, el cual fue un obsequio de su difunta madre. No sólo tenía valor sentimental, también debido al costoso material del que estaba hecho, también tenía valor material.

No podía perderlo, era uno de los pocos recuerdos que conservaba de ella. Fingiendo que no había escuchado nada, comenzó a caminar hacia la salida del bosque, sus pasos fueron torpes y más acelerados por culpa de la ansiedad.

Fue tan evidente su miedo, que los bandidos se dieron cuenta de que ya era consciente de su presencia, que saltaron de sus escondites para ir directo a él.

Takemichi comenzó a correr, sin mirar atrás, maldijo entre dientes su suerte, sus ojos picaron por las lágrimas, su visión se dificultó, chocó con algunas ramas y espinas, que provocaron cortes en su piel.

Escuchó sus risas burlonas, promesas de que no lo iban a lastimar tanto si se entregaba, parecían alrededor de cinco y tenían aspectos aterradores, similar a los villanos de los cuentos que leía de niño.

Cuando estuvo a escasos metros de la salida del bosque, tuvo que desviarse ya que, un sexto bandido apareció cerrando su paso, casi lo atrapó. Se adentró de nuevo al bosque, pero como no conocía bien el lugar, tomó una ruta que lo llevó a un claro, dónde no había salida, por culpa de unas enormes rocas que cortaban el camino.

Su escasa suerte terminó.

Pronto se vió rodeado de aquellos bandidos, que portaban filosos cuchillos.

Estaba a punto de echarse a llorar, producto de la impotencia, pero antes de que algo más sucediera o de que pudieran hablar. Unos pasos firmes de alguien acercándose se oyeron, junto al sonido de algo metálico que golpeaba las rocas del suelo.

Los bandidos confundidos se miraron entre sí, luego dirigieron su atención a sus espaldas, donde de los frondosos árboles salió un chico.

Parecía tener su misma edad.

Tenía el cabello negro como la tinta, portaba una yukata negra, que estaba hecha jirones, manchas de sangre y barro la adornaban. En su mano derecha blandia una katana, la larga hoja chocaba contra el suelo, al ser arrastrada.

— ¡Lárgate de aquí, niño! — gritó, quién parecía ser el líder, no parecía temer por la espada que tenía el recién llegado.

— Sí, largo o te arrepentirás, mocoso.

— Si buscas ser un héroe, te irá peor que a este mocoso de aquí.

Takemichi retrocedió lo más que pudo, hasta que su espalda chocó contra las rocas.

El muchacho entonces alzó la mirada, todos sintieron un escalofrío al ver sus ojos oscuros, sin ningún tipo de brillo.

— ¿Héroe? — ladeó la cabeza, sus mechas se balancearon con suavidad por su rostro, su cuello quedó expuesto, revelando un magnífico tatuaje de dragón.

Takemichi casi deja escapar un jadeo de sorpresa, reconocía ese símbolo, los únicos que podían portarlo eran los descendientes del clan de los demonios. Aunque se suponía, que fueron masacrados hace siglos, por los cazademonios, del emperador.

Los bandidos que también parecían ser conscientes de lo que representaba aquel simple tatuaje, se pusieron nerviosos. Aunque sus ojos pronto brillaron por la codicia, ya que si lograban matarlo y llevarle su cabeza al emperador, serían recompensados.

Ignoraron a Takemichi y prestaron toda su atención al demonio, se dirigieron a él, confiando en que su fuerza no sería rival para ellos seis. Aunque obviamente se equivocaron, tan pronto como se acercaron, sus ojos se volvieron más filosos, no tardo ni un minuto en reducir a aquellos hombres en un montón de cuerpos inmóviles.

Algo de sangre mancho su mejilla, intentó limpiarla con su mano izquierda, pero sólo logró embarrar más aquel líquido carmesí.

Sus ojos entonces se enfocaron en Takemichi, recién ahora parecia que lo había notado, se tenso y sudo frío cuando lo vio acercarse. Con cada paso que daba, su corazón se aceleraba con fuerza.

Iba a morir, estaba condenado.

Rezó a los dioses, para que tengan piedad de su alma y le concediera una muerte rápida e indolora.

Sus manos que sostenían su cesta temblaron cuando se detuvo a un metro suyo, daba tanto miedo que no podía hablar, ni siquiera llorar o moverse.

Que idiota — soltó, con su voz gruesa y ronca, entonces su cuerpo se desplomó.

Takemichi parpadeo ante aquel insulto, observó incrédulo el cuerpo inconciente del demonio.

No podía dar crédito a lo que había pasado.

Pudo ver que el pecho del demonio subía y bajaba con lentitud, aun respiraba, aun estaba vivo. No se movió de su sitio, aun tenía algo de miedo de que se levantara y lo asesine como a aquellos bandidos.

Su mirada subió, hasta posarse en el rostro del chico. Debía admitir que no parecía para nada un demonio, se suponía que los demonios tenían un aspecto grotesco, y este era bastante... Apuesto.

Si no tuviera aquel tatuaje, fácilmente podría parecerle un chico normal, tal vez un aprendiz de samurai.

Pasaron largos minutos, Takemichi no sabía muy bien que hacer, por supuesto que sabía que debía irse, pero su corazón amable le impedía hacerlo. Aquel chico lucia herido, tenia miedo pero quería ayudarlo. Después de todo, lo había salvado de aquellos bandidos.

Iba a cometer una locura, pero tenía valores, y definitivamente no podía dejar tirado a quien lo había ayudado, demonio o no, accidente o no.

Lanzó un suspiro pesado, definitivamente los aldeanos tenían  razón; no tenía sentido de auto-supervivencia.

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El pueblo donde vivía no tenía un médico, así que debía apañarselas sólo, por supuesto no tenía grandes conocimientos pero sabía lo básico ya que siempre se lastimaba con facilidad.

Mezcló algunas yerbas medicinales, en un cuenco, las aplastó hasta hacer una pasta y luego las aplicó con cuidado sobre las heridas del demonio, que ahora reposaba en su futon. Fue difícil cargarlo hasta su casa, ya que aunque media sólo unos centímetros más que él, pesaba bastante.

Aunque definitivamente lo más difícil, fue tener que desvestirlo y limpiar su cuerpo. Intentó no mirar mucho y tocar sólo lo estrictamente necesario, se sintió como basura pero ver su esculpido cuerpo, lo hizo tensarse. Nunca había visto a alguien tan apuesto y tan en forma... Se golpeó las mejillas con fuerza ¡No podía tener esos pensamientos! ¡Su madre había criado a un caballero no a un asqueroso pervertido!

Asintió. Ahora estaba enfocado.

Continuó con su labor, el demonio tenía bastantes heridas, pero lo que más le llamó la atención, fue que tenía feas cicatrices que pintaban gran parte de su piel. Debió haber tenido una vida muy dura para haber obtenido aquellas marcas.

Aplicó un vendaje alrededor de su cuerpo, se veía descuidado ya que no era un profesional pero había hecho su mejor esfuerzo. Tocó su frente con la palma de su mano, cerró los ojos unos segundos, buscando concentrarse.

Tenía una leve fiebre.

Probablemente algunas de sus heridas se infecto y su sistema inmunológico estaba actuando. Tomó un paño blanco, la remojo en un cuenco con agua helada y la aplicó contra su piel.

Su paciente, jadeo suave al sentir el cambio brusco de temperatura, sus ojos se abrieron un poco, observando a Takemichi de soslayo, pero no duró mucho tiempo consciente, en segundos volvió a caer desmayado.

Probablemente era lo mejor.

Takemichi vistió a su inesperado visitante con el kimono negro de su difunto padre, ya que ni loco le iba a volver a poner aquella yukata. Cuando terminó, estaba bastante fatigado pero sabía que su faena no terminó.

Su casa ahora estaba más sucia que antes.

Arropo con delicadeza al contrario, asegurándose de que no pasara frío. Entonces con bastante pereza se levantó, tomó la mugrosa ropa de su invitado y salió de su casa, vivía cerca del río, así que fue directo a lavar aquella prenda aunque también aprovechó para lavar sus propias prendas.

Recogió todos los cuencos que uso, los lavó y tras sacarlos, los guardo en su cocina. Ordenó todo, lo mejor que pudo, barrió y sacó el polvo.

La luna estaba en su punto más alto cuando terminó, su cama estaba ocupada así que tuvo que sentarse en el suelo, recargando su espalda contra el shoji.*

Tenía que remojar cada media hora, el paño de la frente del demonio, así que no pudo dormir. Cuando el sol salió, Takemichi se tallo los ojos, no tuvo que ver su reflejo para saber que feas ojeras enmarcaban sus oceánicos ojos.

Ser amable le estaba pasando factura.

Tuvo que levantarse, mientras realizaba sus tareas hogareñas se la pasó cabeceando debido al sueño. Hizo el desayuno, le dio de comer al demonio, quien de nuevo despertó sólo unos segundos para volver a caer dormido.

Su fiebre se estaba controlando. Probablemente para mañana podía desaparecer.

Limpió un poco, adorno cada rincón de su casa, con las hermosas flores que había traído, tuvo razón, se veían hermosas y además ahora olía delicioso.

Estaba demasiado cansado, pero entonces sus pies chocaron contra algo metálico. Perdió el equilibrio, su cuerpo cayó de manera dura contra el piso.

Se sobo la espalda mientras gemia en voz baja, le dolía bastante, miró contra que había chocado y se dio cuenta que se trataba de la katana de su invitado. Nunca había visto una espada de cerca, así que la desenvaino, pudo ver su reflejo en la filosa hoja.

Tan genial.

¡No toques a Shinichiro!

Soltó un chillido de la sorpresa, la funda al igual que la espada resbalaron de sus dedos y cayeron al suelo con un fuerte sonido. Volteó, el demonio lo miraba con aquella mirada muerta, pero pudo reconocer la desesperación en su voz.

— L-Lo siento — se disculpó rápidamente, había leído que los samuráis eran bastante celosos de sus espadas, pero no sabía que también les ponían nombres — ¿Estás bien? ¿C-Como te sientes?

— ...

El demonio no contestó, en cambio intentó levantarse pero estaba tan débil que no logró incoporarse en la cama. A pesar de que seguía delirando por la fiebre analizó su entorno, estaba alerta pese a su estado, parecía listo para pelear.

— ¿Dónde estoy? — preguntó con dificultad, parecía que estaba luchando para quedarse despierto.

— Uh... Un pueblo a tres días de Tokio .

— ¿Tokio? — se restrego el rostro — ¿Tanto camine?

¡¿Cuánto había caminado para verse así de sorprendido?!

— Nombre.

— ¿Eh?

— Dime tú nombre — soltó con un tono monótono.

— Ah. Takemichi Hanagaki — se presentó — Es un gusto, emmm...

El demonio lo miró fijamente, no parecía que quisiera mantener una charla, pero finalmente contesto tras unos largos minutos;

— Manjiro — desvío la mirada, entonces pareció notar su cuerpo vendado — Dime Manjiro.

Manjiro... Incluso tenía un nombre bonito, asintió con una amable sonrisa. Entonces el rostro ajeno pareció suavizarse, sus ojos se cerraron y su cuerpo cayó inconciente de nuevo.

Takemichi dejó la katana al lado del cuerpo inconciente del demonio y tras acomodar las sábanas, lo dejó descansar. No parecía ser un demonio... Definitivamente le recordaba a un samurai.*

Luego de eso, el demonio no volvió a despertar, se sumergió en un profundo sueño. Pasaron tres días, su fiebre desapareció y sus heridas se cerraron, cosa que lo sorprendió bastante, nunca había visto a alguien curarse en tan pocos días.

Cualquier otro seguramente iba a sucumbir ante aquellas lesiones o tardaría meses en sanar.

Takemichi terminó sus pendientes de ese día, se secó el sudor de su frente, mientras observaba como los últimos rayos del sol caían. Se acomodó nuevamente al lado de su dormido acompañante. Cerró los ojos, estaba tan cansado que ni siquiera notó que había caído en un profundo sueño.

Cuando despertó, sus músculos dolían por la posición, nunca podría acostumbrarse a dormir de esa manera. Mientras se despertaba, sus ojos fueron a su costado, pego un brinco de sorpresa al ver las sábanas desordenadas y el sitio vacío.

Miró a su alrededor, no había rastro del demonio, aunque la puerta del exterior estaba ligeramente abierta, una leve brisa mañanera se colaba por allí.

Takemichi salió afuera, tampoco había rastro del demonio, ni siquiera había dejado huellas. Probablemente había vuelto al bosque... Tal vez era lo mejor.

— ¿Tú curaste mis heridas?

Giró la cabeza a todas direcciones, no sabía de dónde provenía la voz del demonio. Entonces alzó la cabeza, dándose cuenta que el chico se hallaba sentado en el techo de su casa, balanceaba sus piernas, mientras acomodaba su rostro en la palma de su mano izquierda.

¿Cómo rayos había llegado allí? Y... ¿Por qué no se había ido? O ¿Por qué no lo había asesinado?

Negó con la cabeza, apartando esas ideas, debía serenar su mente.

— Uh... — llevó sus manos a su espalda, se sentía demasiado intimidado pero debía ser firme, asintió — S-Sí, fui yo.

Su voz temblaba ¡Maldición!

— ¿Por qué?

Parpadeo un par de veces, batiendo sus espesas pestañas, que preguntas tan tontas estaba haciendo ¿Se había lastimado la cabeza?

Se puso rígido, cuando la mirada del contrario se volvió filosa, como si hubiera leído sus pensamientos.

— P-Porque me ayudaste — soltó obvio, brindando una sonrisa nerviosa.

— ¿Te ayude?

— Con esos bandidos — le recordó, alzando un dedo índice.

— Oh — genuinamente parecía que lo había olvidado, se encogió de hombros — Ya veo... No lo hice con esa intención, sólo los mate porque me parecían molestos.

Aquella confesión no le sorprendió. Sabía que no lo salvo porque era un buen samaritano.

— Aun así salvaste mi vida, te agradezco... — aquello si le sorprendió, por su expresión tan vacía parecía que estaba siendo sarcástico pero por alguna razón, sintió que sus palabras eran honestas, iba a decirle que no era nada aunque el demonio lo interrumpió — Y como compensación, voy a servirte con mi vida, hasta pagar mi deuda contigo.

... ¡¿Qué?!

— No es eso, ¿Demasiado extremo..? E-Estoy bien con tu gratitud, en serio, no tienes que pagarme menos de esa manera.

Manjiro arqueo las cejas, incrédulo de su respuesta.

— Es tarde... Ya lo dije, así que lo cumpliré quieras o no, para mantener mi honor.

Definitivamente era un samurai, sólo ellos tenían ese estricto y particular código ético. Masajeo sus sienes, vaya lío en el que se había metido ahora.

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Más que un protector, Takemichi sentía que se había ganado un acosador.

Manjiro se la pasó en el techo de su hogar, afilando su katana y lo observaba de manera fija cada que salía al jardín. No hacía nada más, era algo aterrador.

Sólo había pasado medio día pero  Takemichi estaba harto. Intentó convencerlo de que se fuera, pero sus palabras fueron brutalmente ignoradas.

Ni siquiera lo intento y ya había fracasado. Al menos era un hombre de palabra, admiraba un poco su persistencia.

Pensó con cuidado que hacer, la idea de tener algo de compañía le agradaba en cierto modo, después de todo había vivido solo desde los catorce años pero por otra parte estaba algo aterrado porque no podía olvidar que era un demonio.

¡¿Y si se lo comía?!

Aunque... Hasta ahora no le había hecho nada, acabó muy fácilmente con seis personas armadas, él era bastante escuálido, apenas tenía resistencia física y vivía alejado de la aldea, si moría, nadie lo notaría.

Manjiro era muy analítico, probablemente ya había notado todos esos puntos. Tuvo la oportunidad de matarlo pero no lo había hecho...

Hasta ahora no había sido hostil ni parecía tener la intención de dañarlo, y como no parecía que iba a irse...

Salió de su casa y al instante sintió la mirada del demonio.

— ¿En serio no te irás?

— Ya te dije que no, me iré hasta que cumpla mi palabra pero no voy a molestar-

— Puedes quedarte en mi casa — desvío la cabeza, sus dedos jugaron con las mangas de su kimono — Si vas a quedarte tanto tiempo como dices, no quiero que estes afuera, podrías enfermar y da algo de miedo...

Manjiro ladeo la cabeza, Takemichi pensó que iba a negarse pero entonces saltó del techo, cayó de manera elegante al césped, casi como un gato. Aterrizó tan cerca suyo, que casi rompía con su espacio personal.

— De acuerdo — aceptó de manera dócil  — ¿Algo más que quieras que haga?

¡¿En serio lo estaba obedeciendo?! Bueno... Tal vez no sería tan malo como creyó.

Negó suavemente, demasiado impresionado para hablar. Comenzó a caminar, Manjiro lo siguió de cerca, al igual que un cachorro entrenado.

Lo guió por su humilde morada, su casa no era demasiado grande pero tampoco era pequeña. Tenía dos habitaciones, una cocina, un comedor y una sala común que usaba para leer.

Decidió darle la habitación de sus padres, aunque estaba abandonada, siempre la limpiaba y tenía ropa que podía usar, así que estaba en perfectas condiciones para su... ¿Invitado? ¿Sirviente? No, definitivamente la segunda sonaba grosero.

Le dio vagas indicaciones y lo dejó a solas para que descanse.

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No pudo dormir mucho esa noche, ya que se la pasó pensando demasiado en todo lo que había pasado.

A la mañana siguiente, sus ojeras se volvieron más profundas, al igual que un mapache, aún así se levantó de su futon, arrastrando los pies abrió la puerta de su habitación dispuesto a ir al río a lavarse el rostro, y casi muere de un ataque al corazón. Pues el demonio yacía sentado enfrente de su habitación, al igual que un cachorro esperando a su amo.

— Buen día, Takemicchi. Estoy listo para obedecer tus ordenes.

¡¿Qué rayos le pasaba a ese chico?! Llevó una mano a su pecho, a este paso moriría joven.

— B-Buen día... Uh y es Takemichi — le corrigió.

— Eso dije, Ta-ke-micchi.

— No, es Take- Agh no importa — rodeó al demonio y se dirigió a la cocina, Manjiro lo siguió de cerca al igual que ayer, casi podía sentir su respiración en su nuca... Tan aterrador — ¿T-Tienes que seguirme de esa manera?

— ¿Te molesta? — asintió — Tengo que mantenerme cerca por si acaso pero si te incómoda, voy a alejarme — Manjiro se alejó sólo unos milímetros  — ¿Mejor?

¡¿Se estaba burlando de él o sólo era estúpido?!

Manjiro era demasiado extraño...

Takemichi tomó una olla y se la pasó a Manjiro — ¿Podrías ir a traer agua, por favor?

El chico parpadeo, entonces asintió de manera firme y con una velocidad inhumana salió de la casa. Takemichi sonrió, tendría unos minutos de paz-

— Volví ¿Dónde pongo el agua?

¡¡Ni siquiera pasaron cinco segundos!!

— Déjalo allí... — señaló la mesa.

— ¿Qué más quieres que haga?

— Bueno... — se rasco la mejilla, no estaba muy acostumbrado a tener ayuda, pero tenía que pensar en algo en lo que ocupar al chico, no podía tenerlo detrás suyo o no podría concentrarse — Creo que falta algo de leña ¿Podrías...?

Dicho y hecho, Manjiro volvió a salir, como si le hubieran dado una misión de vida o muerte.

Takemichi tomó un delantal, ahora que podía respirar tranquilo, podría hacer finalmente el desayuno. Sacó algo de fruta, huevos y un poco de arroz, no tenía más alimentos así que debía visitar el mercado a más tardar por la tarde.

Apenas terminó de preparar los alimentos, los colocó en la mesa y salió afuera para ver como iba Manjiro y nuevamente se quedó sin palabras.

— Oh ¡Takemicchi ya termine! — comentó satisfecho mientras le señalaba la pila de madera que acomodó al lado de su casa.

¡¡Debió especificar que sólo necesitaba algo de leña, no que tale todo el bosque!! Ahora tenía suficiente leña para alrededor de diez inviernos.

— B-Bien... Gracias, Manjiro — el nombrado volvió a colocarse bastante cerca, listo para recibir más ordenes y seguirlo como su sombra.

Ambos entraron, Takemichi se sentó en la mesa, Manjiro lo miró expectante...

— ¿Por qué no te sientas? — preguntó confundido.

— ¿Puedo sentarme contigo?

— Por supuesto — declaró más confundido, sólo entonces Manjiro se sentó, miró la comida pero no la tocó pese a que se notaba que estaba hambriento... ¿Necesitaba de su permiso para comer?  — A-Adelante, lo hice para que lo comas no para que lo mires.

Manjiro de inmediato, se lanzó a devorar la comida. Tal como pensó, su invitado estaba hambriento.

— Oye, Manjiro... — habló mientras llevaba el arroz con los palillos a su boca, obteniendo la inmediata atención del demonio — ¿Puedo preguntar qué hacías en el bosque?

El chico se tenso, se limpió las comisuras de sus labios con la mangas de su kimono negro.

— Mi... Mi maestro me pidió que huya y me mantenga vivo, por eso estaba en el bosque.

Takemichi ladeo la cabeza, interesado en su historia — ¿Maestro? Entonces, eres un samurai  ¿No? — Manjiro asintió — ... ¿Eres del clan de los demonios?

Manjiro desvío la mirada, parecía reacio a contestar a esa pregunta pero entonces asintió.

... Lo soy.

— No sabía que aún había descendientes de ese clan... — murmuró — Ya sabes, el emperador dijo hace siglos que todos murieron bajo la espada de sus soldados.

— Gran parte murió, pero muchos sobrevivieron ya que se ocultaron — explicó — Soy un demonio de sangre pura, mi ancestros pertenecían a la familia real pero para adaptarse, decidieron volverse samuráis para aprovechar sus habilidades. Yo estaba siendo entrenado por mi hermano, para continuar el legado familiar — había un tono de orgullo en sus palabras que deslumbró a Takemichi — Pero...

— ¿Pero?

Su expresión se volvió aterradora, al igual que cuando atacó a aquellos bandidos — La aldea que protegía mi hermano, fue atacada por un ejército rebelde que estaba harto del señor feudal al que serviamos... Todos murieron.

El ambiente se volvió pesado, Takemichi maldijo su curiosidad.

— L-Lo siento mucho... No debe ser fácil hablar de eso, no quería hacerte recordar cosas tristes.

La mirada de Manjiro se volvió suave, negó suavemente — Está bien. Ahora te sirvo, lo que quieras saber, te lo diré, además no me molesta.

— ... ¿Cuánto tiempo paso desde eso? — preguntó con cautela.

— Creo que un año.

Takemichi se mordió el interior de su mejilla, había escuchado sobre esa noticia. Fue un escándalo en su tiempo, todos hablaban de eso fue imposible no enterarse, aunque de cierta manera fue predecible, ya que según los rumores, el señor feudal que controlaba esas tierras tenía la fama de ser muy cruel. Asesinaba a sus enemigos, era un mujeriego y castigaba de manera brutal a sus sirvientes.

Si Manjiro había vivido en ese lugar, comprendía un poco más porque tenía esa actitud tan violenta, esos ojos nostálgicos y esa obediencia extrema. Un amargo sabor subió a su lengua, la fruta ahora le sabía agria.

Un samurai sólo vivía para servir a su amo, sin un amo, su existencia carecía de sentido. Por eso tenía esa mirada tan vacía, como la de un muerto viviente, probablemente estaba deprimido por haber perdido a su familia y por haber perdido a su amo, aunque este fuera cruel.

Sonaba a una vida demasiado trágica, Takemichi podía entender un poco su dolor y deseaba ayudarlo. Algún día, aquel samurai se iría, buscando a un amo de verdad, a quien servir, pero hasta que eso pasara, quería demostrarle la belleza de una vida pacífica.

Manjiro siguió comiendo, Takemichi lo observó en silencio. Entonces asintió para si mismo, seguro de su decisión, la charla termino allí, Takemichi no hizo más preguntas y Manjiro se limito a comer.

Cuando terminaron, el demonio de cabello negro, lo ayudó a limpiar y a lavar la vajilla (aquel pensamiento lo hizo reír internamente) ya que nunca pensó que eso pudiera ser posible.  Mientras acomodaba los platos, le pregunto a su ayudante, acerca de los demonios, según las leyendas que escuchaba de pequeño, a los demonios les gustaba la carne humana, tenían una fuerza y velocidad  inhumana, sumado a una grotesca apariencia cuando se enojaban. Aunque ya comprobó con sus ojos lo segundo, le daba curiosidad sobre lo primero y tercero.

Manjiro le explicó, que sólo los demonios antiguos consumían carne humana, pero podian subsistir sin hacerlo, con respecto a lo de la apariencia, aquello era sólo un rumor que los humanos crearon ya que un demonio enojado difundía muchísimo terror y respeto, con sólo su mirada.

En realidad no había tanta diferencia entre los demonios y humanos. Le alivió saber todo aquello, ahora podría dormir un poco más tranquilo sabiendo que Manjiro no se lo iba a comer.

Takemichi se sorprendió al ver que había terminado sus tareas hogareñas tan temprano, definitivamente tener un par de manos extras resultaba demasiado útil.

Ahora podía ir al mercado y traer todo lo que necesitaba. Tomó su cesta y su bolsa que tenía dinero, Manjiro lo miró de manera fija.

— Voy a salir un rato.

— ¿A dónde?

— Al mercado, me quedé sin provisiones — explicó — Quédate aquí y descansa.

Manjiro rápidamente nego, pudo ver como sus músculos se tensaban y su mirada se apagaba.

— No puedo cumplir esa orden, mi deber es estar a tu lado y resguardar tu seguridad.

Takemichi sintió como sus mejillas se ponían calientes, sabía que lo decía sin segundas intenciones pero no podía evitar emocionarse, porque alguien tan guapo como Manjiro se lo decía.

— S-Sólo será un momento, volveré antes del crepúsculo — dijo entre torpes balbuceos.

— Podrían atacarte en el camino... Definitivamente iré aunque no quieras — su voz sonó firme, dando a entender que no daría el brazo a torcer.

— Todos reconocerán tu tatuaje, sabrán que eres un demonio y...

— Lo puedo cubrir con vendas, lo hacía todo el tiempo antes.

Takemichi suspiro, los aldeanos eran chismosos, no se salvaría de las miradas chismosas ni de las preguntas, pero podría inventar una excusa. Manjiro no parecía bromear con sus palabras, asintió resignado, cosa que hizo sonreír satisfecho al contrario.

El chico quedó estupefacto durante segundos, aquel demonio tenía una bonita sonrisa... Su rostro volvió a calentarse pero rápidamente volteó, diciendo que debían partir.

Manjiro se cubrió su tatuaje como dijo y lo siguió de cerca.

Tardaron alrededor de una hora para llegar a la aldea, la cual como siempre tenía sus calles llenas de personas, el bullicio pareció poner de mal humor al demonio, no parecía muy acostumbrado a ese tipo de ambiente.

Manjiro estaba demasiado alerta, Takemichi tenía miedo de perderlo entre la marea de gente, así que al igual que un niño, apretó entre sus dedos la manga de su kimono.

Él parecía sorprendido por aquella acción, pero no parecía molesto, tampoco dijo nada al respecto, caminaron hasta llegar al mercado, el cual estaba incluso más lleno de personas.

El rostro que hizo Manjiro fue algo gracioso.

Visitaron cada puesto, ya que Takemichi realmente ya no tenía nada en su casa, compró frutas, carne, algo de licor, pan, entre otros víveres.

Todos los vendedores estaban tan ocupados que para su tranquilidad, no hicieron preguntas sobre Manjiro.

Terminaron de hacer las compras, aún le sobraba algo de dinero, así que Takemichi decidió acercarse a un puesto de dulces y pedir el nuevo producto; dorayaki.

La vendedora con una cálida sonrisa le dió su pedido, Takemichi le paso el dulce al demonio, quien desconfiado miró la comida, aunque parecía reacio no lo rechazó, mordió... Entonces sus ojos brillaron por primera vez, agachó la cabeza y procedió a devorar el dulce en segundos.

— Me alegra que te haya gustado.

— Esa cosa era deliciosa.

— La próxima vez, compraré más o incluso puedo hacerlas en casa ¡Soy muy bueno cocinando! — presumió haciendo un puchero.

Manjiro lo observó de soslayo, con esa mirada intensa de nuevo... Pero esta vez, no daba miedo, había un brillo cálido en ellos, que lo hizo quedar deslumbrado.

Esa mirada le quedaba mejor.

Con las compras hechas, ambos partieron a casa, Manjiro pareció aliviado cuando se alejaron, sonrió entonces se dio cuenta que aun lo sostenía de su ropa, rápidamente lo soltó, miró al cielo, dándose cuenta que el sol estaba cayendo, le había tomado más tiempo del que pensó. 

— La próxima vez ¿Quieres que te enseñe el pueblo?

Manjiro se encogió de hombros, no parecía muy emocionado ante la idea— Si deseas que lo conozca, lo haré.

— Uh... No parece que te haya gustado —comentó con una sonrisa nerviosa.

— No... Detesto el ruido pero... No fue tan malo — admitió con una mirada distante — Gracias...

No sabía porque le agradecía, no había hecho mucho en realidad. Iba a preguntarle para aclarar sus dudas pero unas luciérnagas lo lograron distraer.

Las luces que emitían iluminaban el camino, que poco a poco dejo de recibir la escasa luz solar, se veían tan lindas, volteó a ver a su acompañante y de nuevo se quedó mudo. Ya que el rostro de Manjiro alumbrado por aquel resplandor, era incluso más hermoso.

El veía al camino ignorando a aquellos bichos, pero podía notar que estaba atento a él.

Su pecho se sintió cálido, y aunque sabía que era egoísta, deseó mirando las estrellas, que la compañía de ese demonio, durara bastante.

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* Shoji: se denomina shoji a un tipo de puerta tradicional en la arquitectura japonesa. Funciona como divisor de habitaciones y consiste en papel washi traslúcido con un marco de madera.

* Samurai: individuo que pertenecía a una clase inferior de la nobleza constituida por los militares que estaban al servicio de un shogun o señor feudal. Tenían un código moral muy estricto, que debían seguir de manera devota o se suicidaban por el deshonor.

Nota: Tenía esta idea hace meses, y ya que me inscribí en este concurso decidí usarla o si jamás lo haría jajajajaja.

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