Melodías del corazón || PJM

By CheilaAbreu_

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¡Sin editar! Mérida, una talentosa diseñadora, decidió viajar a Corea del Sur para encontrarse con su amiga... More

Prólogo
Cap. 0
Cap. 1
Cap. 2
Cap. 3
Cap. 4
Cap. 5
Cap. 6
Cap. 7
Cap. 8
Cap. 9
Cap. 10
Cap. 11
Cap. 12
Cap. 13
Cap. 14
Cap. 15
Cap. 16
Cap. 17
Cap. 18
Cap. 19
Cap. 21
Cap. 22
Cap. 23
Cap. 24
Epílogo
Extra
ANUNCIO

Cap. 20

61 19 3
By CheilaAbreu_

Luego de unos veinticinco minutos conduciendo por fin llegamos a la casa de los padres de Jimin. Empecé a ponerme nerviosa y él lo notó.

— Hey, mírame. — me tomó de la barbilla y con seguridad me habló. — Tranquila, todo saldrá bien, ¿ok?

— Pero ¿Y si no es así?

— Será así, no te preocupes. — dejó un suave beso sobre los labios y sonrió. — ¿Vamos?

Asentí algo insegura, luego de abrir la puerta del auto y verlo frente a mí bajo un paraguas salí de éste tomada de su mano. Los dos caminamos hasta la entrada de la casa, Jimin tocó el timbre y luego de unos segundos un señor abrió.

— Hola papá. — Jimin lo abrazó en cuanto lo tuvo en frente. El señor le correspondió con una sonrisa.

— Tiempo sin verte.

— Lo mismo digo, no has cambiado nada. — los dos rieron.

— ¿Y qué hay de ti? Te ves de veinte.

— No me siento así la verdad, pero gracias. — Jimin me miró luego del señor hacerlo. — Ah, papá, te presento a Mérida, mi pareja. Mérida, mi padre.

Extendí mi mano para estrechar la de él, él me miró algo extraño, confundido, no obstante, aun así, la estrechó.

— Mucho gusto señor. Es un placer conocerlo. — dije sonriendo mientras trataba de ocultar los nervios.

— Mucho gusto. — él sonrió. — Adelante, pasen.

Los tres entramos a la casa, Jimin dejó a un lado de la entrada el paraguas y me miró.

— Ah, tienes que dejar las... — señaló mis pies. — Ya sabes, cultura y tradición. — susurró.

Los dos sonreímos. — Cierto, se me olvidaba.

Me agaché para quitarme las zapatillas, Jimin me ayudó con la otra y me pasó unas que usan en la casa. — Gracias. — besé su mejilla y entramos a la sala donde nos encontramos con su madre y hermano.

Todos se quedaron mirándome en silencio, me sentí algo incomoda. Jimin me tomó de la cintura y me sonrió brincándome con esas señales, seguridad. Los dos nos adelantamos hasta donde ellos, sonreí tratando de estar calmada.

— Buenas noches familia. — Jimin tratando de romper el incómodo silencio se acercó hasta ellos dándoles un abrazo.

— Cariño, estás aquí. — le dijo su madre cerca del oído mientras correspondía a su cálido abrazo.

— Estoy aquí madre. — los dos se separaron y mirándose sonreían. — ¿Todo ha estado bien?

— Todo marcha bien, pero cuéntame, ¿tú cómo has estado? Estás más gordito, solo mira esas mejillas, están grandes y tornadas de su rojo natural. Te ves muy bien.

— He estado muy bien también. Con mucho trabajo y algo ocupado, pero bien.

— Bueno, así es la vida de un cantante, ocupada y con poco tiempo libre pero lo importante aquí es que estás bien.

La madre de Jimin me miró, su mirada parecía decir algo, pero no sabía bien lo que era. Quisiera haber podido tener la habilidad de leer la mente, pues no se veía muy contenta con mi presencia.

— Tomemos asiento. Mérida, ven aquí. — me acerqué despacio, Jimin tomó mi mano colocándome a su lado. — Madre, ella es Mérida, es mi pareja.

— Ah, ¿sí? — Ella estrechó mi mano. — Mucho gusto en conocerte, Mérida.

— El gusto es todo mío. — sonreí. — Jimin me ha hablado mucho de ustedes. Tenía muchas ganas de conocerlos.

— Oh, ¡¿En serio?! — asentí sonriéndole. Ella miró a Jimin como si quisiera decirle algo con la mirada. — Eso... Eso es bueno.

— Si, así es. — Jimin respondió.

— ¿Y a mí no me vas a presentar? — salió el hermano de lo que pareciera ser la cocina. El chico salió sonriendo del lugar y con los brazos abiertos para abrazar a Jimin.

— ¡Hermanito! — Jimin lo abrazó entusiasmado. — Tanto tiempo, ¿Cómo has estado?

— He estado mejor, pero tú, ¿cómo estás? ¿Qué tal te está tratando el trabajo? — le preguntó luego de separarse.

— Duro hermano, la cosa está dura. — los dos rieron. Sus risas eran parecidas. Miré al chico unos segundos curiosa, no podía creer lo que estaba viendo.

El hermano de Jimin era nada más que él mismo chico que estuvo a mi lado durante el viaje en el tren y el que me había invitado a conocer la ciudad hace un mes. El chico me miró sonriendo, parece haberme reconocido también ya que me miró de la misma manera en la que yo lo había hecho.

— Hermanito, te presento a Mérida. Ella es mi pareja. — el pelinegro nos sonrió a los dos y me miró. — Mérida, él es Jihyun, es mi hermano menor, tiene la misma edad que Jungkookie.

— Mucho gusto, pero creo que ya nos hemos visto, ¿verdad? — preguntó el chico.

Jimin nos miró confundido. — ¿Se conocen? ¿Cómo?

— Si, nos conocimos en el tren que venía hace un mes. Él se había sentado a mi lado durante el viaje y estuvimos hablando de lo bonito que es Busan.

— Si, así es. Le había invitado a conocer la ciudad cuando tuviera tiempo, pero nunca me escribió.

— Ah, ¿sí? — Jimin me miró. — Eso no lo sabía.

— No te lo conté porque en ese momento no sabía que era tu hermano. — le expliqué encogiéndome de hombros.

Jimin me dio una mirada la cual entendí al instante. No le agradó que no le haya dicho lo del tren y lo que había sucedido en él. — Entiendo. Hablamos eso después. Mejor sentémonos, ¿sí?

Junto a su hermano se acercó a mí, me tomó de la cintura y me invitó a sentarme a su lado. Sus padres y su hermano estaban frente a nosotros -sentados- morándonos en silencio. Volví a sentirme algo incomoda, quería escapar de esto o hacer que terminara rápido.

— Este... He, ¿Por qué no mejor vamos y cenamos de una vez, les parece? — dijo el padre de Jimin morándonos. Trataba de sonreír, se le notaba lo incómodo que estaba frente a mí.

Todos estuvieron de acuerdo con su idea así que nos pusimos de pie y fuimos hasta el comedor. Luego de sentarnos frente a este, la madre de Jimin se dirigió a la cocina por la comida.

— Y... Cuéntame, Mérida, ¿A qué te dedicas? — habló una vez más el señor.

— Pues soy fotógrafa y diseñadora gráfica profesional. Trabajo en la empresa que trabaja su hijo, así fue cómo nos conocimos. — miré al peligro tomando su mano y le sonreí.

— Eso es bueno. Son muy buenas carreras las que realizas.

La madre de Jimin apareció con unos platillos que casi no consumía, tragué en seco cuando lo puso sobre la mesa. Jimin me apretó un poco la mano mirándome.

— ¿Estás bien? — susurró cerca de mi oído. Yo asentí.

El padre de Jimin al igual que él se ofrecieron a ayudarla con los platos, una vez todo sobre el comedor, Jimin bendijo los alimentos que nos comeríamos y empezamos a servirnos.

— ¿De qué hablaban? — preguntó la madre de Jimin mientras servía la cena.

— Le estaba preguntando a Mérida a qué se dedicaba.

— ¿Y a qué se dedica?

— Es fotógrafa y diseñadora gráfica profesional, trabaja en la empresa donde trabaja nuestro hijo, dijo que así fue cómo se conocieron.

— Oh, eso es bueno. — tomó asiento y me miró sonriendo. — Mérida, ¿Y cuántos años tienes? Te ves muy joven.

Miré a Jimin y luego a ella. — Tengo veinte años internacionalmente, lo cual aquí serían veintiuno.

— Vaya, eres mucho más joven que Jihyun.

— Si, así es.

— Creo que harías mejor pareja con él. — comentó en modo de burla.

— Mamá... — Jimin la miró algo molesto.

— ¿Qué? Solo decía.

— He, Mérida... Y, ¿De dónde eres? Supongo que no eres de por aquí. — preguntó su padre tratando de alivianar la situación.

— Soy de Latinoamérica, nací en República Dominicana.

— Eso quiere decir que...

— Que habla español. — terminó Jimin mientras comía de su plato.

— Oh, eso es genial. — exclamó su hermano el cual estaba sentado frente a nosotros. — Siempre me ha interesado ese idioma y el inglés, ¿Sabes inglés?

Asentí. — Así es.

El chico se echó a reír entre dientes, emocionado. — ¡Wow, eso es aún más genial! ¡Sabes tres idiomas!

— No creo que el natal cuente, pero sí.

— Bueno, ya basta de tanta charla, mejor sigamos cenando. — aconsejó el padre de Jimin serio.

Jimin terminó de masticar lo que tenía en la boca y luego de limpiarse la comisura de los labios con la servilleta, habló. — Mamá, papá, hermano. Les tengo que contar algo. — El pelinegro los miró y ellos a él, se notaban curiosos y atentos a lo que diría su hijo. — Creo que estoy seguro de que saben por qué vine con Mérida.

— No exactamente. — contestó su madre.

— Mamá, papá, Mérida y yo tenemos un año de relación, los dos nos hemos amado desde el primer día y quiero que siga siendo así, pero el vernos muy poco ha hecho que la necesite más a mi lado. Lo que quiero decir con eso, es que quiero que se venga a vivir conmigo a mi casa, que esté ahí cada que llegue exhausto del trabajo y me reciba cada día de cada año con los brazos abiertos para reconfortarme, para eso he decidido que las cosas sean más serias y formales por eso he tomado la decisión de casarme con ella.

Sus padres me miraron con el ceño fruncido, parecían confundidos y sorprendidos por la decisión que había tomado su hijo.

— Sé que ustedes son muy fieles a las tradiciones y cultura de nuestro país, pero entiendan que lo que siento por ella va más allá de todo eso. — Jimin parecía suplicarles que aceptaran. Empecé a sentirme triste.

— Ah, disculpen, ¿Dónde está el baño? Es que necesito... — pregunté algo tímida. Todos me miraron.

— Está al fondo a la izquierda. — respondió su madre señalándome uno de los pasillos que había cerca.

— Gracias.

Me levanté despacio de la silla, Jimin me tomó de la mano y me miró, parecía como si se hubiera dado cuenta de algo, su mirada empezaba a notarse triste al igual que la mía. Moví el brazo del cual el pelinegro me tenía haciendo que me soltara y camine por el pasillo hasta el baño donde entré y me encerré por un buen rato.

Solo hicieron falta unos segundos para que volvieran a hablar del tema. Todo se escuchaba hasta donde estaba, no tan claro, pero era notorio de lo que hablaban. Me recosté sobre la puerta del baño, mi tristeza empezó a salir con las lágrimas. Mi cuerpo se deslizó despacio hasta el frío piso de cerámica del lugar, ahí me senté abrazándome a mí misma mientras lloraba en silencio. A media que pasaban los minutos sus discusiones aumentaban, podía escuchar los gritos molestos de Jimin tratando de hacerle entender a sus padres sobre el amor que nos teníamos los dos y sobre la decisión que había tomado. Sin embargo, sus padres, en especial su madre seguía firme ante su decisión de no romper la tradición y hacerlo que se case con una de su nacionalidad y no una extranjera como lo era yo.

Ya habían pasado más de tres minutos y aun no salía del baño. Me levanté del piso como pude, me acerqué al espejo y luego de limpiar mis lágrimas, abrí la puerta y salir del lugar. Caminé por el pasillo deseando no llegar, aún seguían en lo mismo, solo quería huir de todo y aceptar mi realidad. Sin que ellos se dieran cuenta, caminé hasta la puerta, tomé en silencio mis zapatillas y con ella en las manos salí de la casa.

Narrado por Jimin.

— Es que no entienden, a ella yo la amo, daría mi vida por ella. Siempre ha estado ahí, en especial en esos momentos en los que me quise morir, en los que no quería seguir, en los que simplemente quería desaparecer del mundo y de todo lo que es mi triste y cansada vida. — me puse de pie y dije molesto una vez que escuché la puerta del baño cerrarse.

— Hijo, eso es solo un amor temporal, además sabes que no puedes romper la tradición. ¡No lo haremos! ¡No te casarás con esa chica! — me reclamó señalándome.

Miré a mi padre. — ¡Háblale! Dile que ya estoy bastante grande como para tomar mis propias decisiones y elegir con quién casarme.

— Lo siento Jimin, quiero apoyarte, ayudarte, pero tu madre tiene razón, no puedo contradecirla.

— ¡No te casarás con esa chica y no hablaremos más de esto! — mi madre, molesta se levantó de la silla mostrándome autoridad.

— ¡No, no aceptaré nada de esto! ¡Voy a casarme con Mérida quieran o no! — exclamé como decisión final.

Mientras mi madre seguía rechazando mi decisión y trataba de prestarle atención, escuché la puerta de la entrada cerrarse. — ¡Mérida! — susurré olvidándome de todo.

— A mí no me levantes la voz, Park Jimin. Soy tu madre y tienes que hacer lo que yo te diga, y si digo que no te vas a casar con esa chica no...

Sin dudarlo un segundo, ignoré todo lo que dijo mi madre y salí corriendo detrás de mi chica sin importar lo que fuera ella a decirme después.

— ¡Jimin, ¿a dónde vas?! No me dejes hablando sola, ¡ven aquí! — me reclamó una vez más mi madre desde el comedor, mientras yo ya estaba saliendo de la casa con el paraguas.

Salí asustado y mal por Mérida, no me gustó que haya escuchado la discusión que tuve con mis padres por nuestra relación. Desesperado y con todos los posibles malos pensamientos en mente anduve buscándola por las calles iluminadas y mojadas por la lluvia que caía del cielo. Luego de unos minutos caminando la encontré a unos pasos sentada sobre un banco toda empapada de agua. Me acerqué corriendo hasta ella y la miré triste.

— Mérida.

— No digas nada, solo... Déjame sola. — exclamó solloza dándome la espalda.

— Mérida, por favor escúchame. Mis padres están equivocados, pero pronto aceptarán nuestra relación y nuestro compromiso. Solo es cuestión de demostrarles que lo nuestro es de verdad y que no es algo pasajero como dijo mi madre. — le expliqué. — Regresemos, mira cómo estás toda empapada. Te vas a enfermar si sigues mojándote. — coloqué el paraguas sobre ella para que no se mojara, no obstante, lo volvió a colocar sobre mí con rabia.

— Es no entiendes Jimin, ellos no aceptarán algo que no entienden y no es conforme a su cultura o religión, y lo nuestro entra en esas cosas. — dijo. Hemos pasado por tanto, hemos trabajado tanto en esto para nada. Creo, creo que lo nuestro nunca debió suceder, siento que no debí haber confesado lo que sentía por ti, creo que no debí de aceptar en primer lugar tu invitación. — me reclamó mirándome a los ojos. Parecía llorar, no podía diferenciar sus lágrimas de las gotas de lluvia que caían y resbalaban por su pequeño rostro triste.

— No, Mérida. No digas esas cosas, sabes que lo nuestro no es solo coincidencia, que va más allá de todo las leyes naturales y científicas. — le dije casi llorando. La tomé del brazo y la miré. — Estás mal en estos momentos, vayamos a casa y hablemos sobre esto con calma, ¿Te parece?

Ella movió la cabeza de un lado a otro quitando su brazo de mi agarre. — Esto ya no tiene que hablarse, es más, seré directa con esto...

— ¿A qué te refieres? ¿qué quieres decir con que serás directa?

— Jimin, quiero terminar contigo y quieras o no, tendrás que aceptar mi decisión. — comentó limpiando su mejilla. Me miró directamente a los ojos y me dijo. — Ya no me quiero casar contigo. — me devolvió el anillo que le había regalado, se levantó del banco y empezó a caminar descalza por la acera.

Me quedé en shock, tratando de asimilar lo que me había dicho. No podía creer lo que había dicho, quería creer que no había escuchado bien o que había dicho algo que realmente no quería decir por la situación así que corrí hasta tenerla nuevamente cerca, la tomé una vez más del brazo y la giré para tenerla de frente.

— Estás bromeando, ¿cierto? Dime que estás bromeando y que en verdad no quisiste decir eso, por favor. — ya estaba llorando, mis lágrimas rodaron por mi rostro sin darme cuenta. Ella volvió a mover la cabeza indicándome que lo que decía era cierto. — Lo dices por la situación en la que estamos, lo sé, estás triste por lo que dijeron mis padres, te entiendo.

— No, en realidad no pareces entender lo que dije así que te lo repetiré otra vez. — y más decidida habló. — Jimin, ya no quiero nada contigo, menos casarme. Ahora por favor, déjame sola. Regresaré a casa y mañana veré qué hago.

Mi mano la soltó despacio y en silencio vi como con las luces y la lluvia que caía desaparecía de mi vista. Sentí como con cada paso que daba mi corazón se rompía, como cada palabra de la última oración que dijo se repetía en mi cabeza. Dejé caer el paraguas dejando que el agua que caía del cielo me ayudara a calmar. Miré una vez más hacía donde ella caminaba, tomé el paraguas y regresé a la casa de mis padres. Entré molesto al lugar y sin mirar a nadie, recogí mi abrigo, me puse los zapatos y salí sin decir nada, no quería hablar con ellos, no quería decirles en ese momento algo de lo qué tal vez me arrepintiera después, así que solo subí al auto y manejé hasta el hotel.

Una vez que llegué al hotel me encontré por el pasillo con uno de mis compañeros.

— Hey, Jimin. — saludó Namjoon, pero no hice caso — ¡Wow! Tranquilo hermano, ¿Sucede algo? ¿Qué pasó con la cena en la casa de tus padres y Mérida?

Mérida...

Me detuve frente a la puerta de mi habitación. — No quiero hablar de eso. — lo miré cansado. — Hablamos mañana, ¿sí? Ahora no me siento bien.

— ¿Estás bien? No te ves bien, ¿Necesitas algo...? — preguntó preocupado.

— No, no te preocupes. Estoy bien, solo necesito descansar.

— Está bien, entonces hablamos mañana. Duerme. Mañana tenemos trabajo.

Asentí sonriéndole, no quería que viera que tan mal me sentía en ese momento, así que solo le deseé buenas noches y entré a la habitación. Cerré la puerta detrás de mí, dejé caer el paraguas y el abrigo en el piso y caminé hasta la cama donde me senté unos segundos para luego dejar caer mi cuerpo sobre ésta mientras miraba al techo buscando alguna respuesta a todo lo que había sucedido en tan solo una hora.

Jimin, ya no quiero nada contigo, menos casarme.

Esas palabras, ese momento, ella alejándose, todo eso y más inundaban mi cabeza. Volví a llorar intencionalmente, mi vista se volvió borrosa por las lágrimas. Pase mis manos con rabia por mis ojos tratando de secar las lágrimas que no paraban de salir, quería dejar de llorar, pero por más que intentaba no podía evitarlo, ese momento, esa escena se repetía una y otra vez en mi mente. Quería que fuera mentira, que solo fuera un mal sueño o una pesadilla.

Entre tanto pensar y tanto llorar no me había dado cuenta de lo rápido que me había dormido. A la mañana siguiente, uno de los chicos fue a tocar mi puerta, eso fue hizo que despertara. En cuanto intenté abrir los ojos lo primero que vi fueron los rayos de sol que inundaban mi habitación desde la ventana, volví a cerrarlos por la molestia que me daban. Giré sobre la cama mirando a la puerta, alguien no dejaba de tocarla así que me levanté, caminé hasta la puerta y luego de mirar por la mirilla abrí.

— Buenos... — era Jungkook quien estaba frente a mí. — ¿Por qué aún estás vestido con la ropa de ayer? ¿Acaso viniste ebrio y te dormiste así? — dijo entre risas.

Me pasé las manos por el rostro y todo el cabello y lo miré algo confundido, con los ojos entreabiertos. — ¿Qué hora es?

Él miró su celular. — Son las... Ocho y diez de la mañana y se supone que debíamos de estar ensayando para el concierto hace diez minutos.

— Lo siento, no dormí bien ayer, pero iré en cuanto me duche.

— Está bien, le diré a los chicos que nos vayamos adelantando, pero intenta hacerlo rápido. Tenemos mucho que hacer.

Asentí aún medio dormido. — Está bien. Diles que estaré allá en unos... veinte minutos.

— Está bien. Nos vemos.

— Adiós. Cuídate.

Esperé a que entrara al ascensor para así cerrar la puerta. Caminé hasta el baño y me detuve frente al espejo, me miré por un buen rato y luego puse acción a lo que iba a hacer.

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