El arte de ser nosotros | EN...

Da InmaaRv

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La vida no es justa, y eso Logan lo sabe muy bien. Después de una dolorosa pérdida, su corazón se ha vuelto h... Altro

Sinopsis
Prólogo
01 | Logan
02 | Sobre abuelas, novelas eróticas y esposas con abre-fácil
03 | Un caso perdido
04 | La FIESTA (sí, con mayúsculas)
05 | Besar a Logan Turner (y sus consecuencias)
06 | El mirador
07 | Por debajo de la mesa
08 | Chica tormenta
Nota de audio (I)
09 | Tres son multitud
10 | De mal a peor
11 | Manual para la cita perfecta
12 | Vacío
13 | Lo que hay detrás de un chico malo
14 | La habitación de Leah
15 | Fácil de manipular
16 | El mejor equipo del mundo
17 | Cuando el pájaro salió de la jaula (y echó a volar)
18 | El acuerdo de Logan y Leah
19 | La ducha
20 | Arranques de valentía
Nota de audio (II)
21 | Una despedida
22 | La ausencia de luz
23 | Límites difusos
24 | Hasta que llegaste
25 | El cumpleaños de Leah (Pt. 1)
26 | El cumpleaños de Leah (pt.2)
28 | Clarisse
29 | El camino correcto
30 | El silencio
31 | A contrarreloj
Epílogo
EN PAPEL
Extra | 1
Extra | 2

27 | Dos corazones rotos

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Da InmaaRv

Mini aclaración antes del capítulo: se supone que Leah le contó a sus padres lo ocurrido con Linda/la foto en Acción de Gracias, pero he decidido cambiar eso para desarrollarlo mejor en la historia. A día de hoy sus padres solo sabe que Linda y ella se han peleado (pero creen que podrían reconciliarse).

En la versión en papel todo esto está corregido, os recuerdo que la versión de Wattpad es solo el primer borrador :)


27 | Dos corazones rotos

Logan

—Supongo que no vas a contarme lo que ha pasado.

Aprieto las manos en torno al volante. Ahora mismo la idea de hablar sobre lo que ocurrió anoche me produce escalofríos. Kenny ha tenido la decencia de no preguntar durante los cinco minutos que lleva sentado en mi coche. Lo he despertado esta mañana para que fuéramos a por su camioneta. Ayer la dejó en casa de Leah. Y yo no soportaba seguir allí, sabiendo que ella estaba en mi habitación, ni un solo segundo más.

—Sasha y yo os escuchamos discutir —añade al notar que no tengo intenciones de contestar. Siento su mirada sobre mí desde el asiento del copiloto.

—Entonces no creo que tenga que contarte nada.

—¿Lo habéis dejado? —Oír esa pregunta me parte el puto corazón en dos. Ni siquiera sé qué decir. Tenso los músculos y Kenny se toma mi silencio como una respuesta—. ¿Por qué?

—Tenía que ocurrir tarde o temprano.

Solo que no esperaba que fuera a ser anoche.

No en su cumpleaños.

No cuando todo parecía ir tan bien.

—Tío, no sé qué coño ocurrió anoche, pero cuando nos fuimos del bar Leah parecía bastante borracha. No creo que debas tomarte en serio nada de lo que te dijo. Estoy seguro de que se arrepentirá en cuanto se despierte.

—Lo sé. —Me cuesta arrancarme las palabras de la garganta—. Pero eso da igual. Se ha acabado.

No voy a ser capaz de olvidar lo que me dijo.

No necesito mirar a Kenny para saber que está a punto de replicar. No me importa. Si por lo general ya me cuesta aceptar un consejo, estoy todavía menos abierto a escuchar opiniones sobre este tema. Los únicos que sabemos realmente lo que hay entre Leah y yo somos nosotros dos. Nadie ajeno tiene potestad para decir nada. Da igual lo que piense Kenny. Él no lo ve desde dentro.

No estuvo en mi habitación anoche. No vio cómo Leah se deshacía en lágrimas mientras me decía que se arrepentía de haberse enamorado de mí.

—Podrías arreglarlo, si quisieras —dice Kenny.

La ansiedad me ha mantenido toda la noche despierto, dando vueltas en mi cama improvisada en el sofá. Me he pasado horas mirando el pasillo y tratando de contener las ganas de volver a mi cuarto para hablar con Leah. No lo hecho porque no habría servido de nada. Ayer prácticamente le supliqué que no rompiera conmigo. Y aun así lo hizo.

No creo que haya nada que «arreglar».

—No quiero —me limito a responder.

—Tío —me recrimina él.

—Las cosas están mejor así.

—¿Así, cómo? ¿Con ella destrozada mientras tú te compadeces de ti mismo? Si crees que vas a convencerme de que Leah no te importa, estás perdiendo el tiempo.

—Era solo sexo.

—Y una mierda.

—Lo era —insisto—. Pero ayer me dijo que se había enamorado de mí. Lo mejor que puedo hacer es darle espacio para que me olvide.

Me duelen los nudillos de lo fuerte que sigo apretando el volante. Mantengo la vista al frente para no ser la cara de incredulidad que habrá puesto Kenny al escucharme hablar así.

—¿Qué le dijiste? —demanda, aunque seguro que ya intuye la respuesta—. Cuando te confesó lo que sentía por ti.

—Le pregunté si creía que era un error. Y me dijo que sí.

—Y tú piensas que tiene razón.

—Creo que se merece algo mejor.

Leah es buena. Está llena de luz. Y eso la hace muy diferente a mí. Yo tengo mis mierdas. Problemas que arrastro desde hace ya varios meses. Estaba convencido de que podría trabajar en ellos, en mí mismo, mientras estábamos juntos, pero ayer me dejó claro que estoy siendo egoísta. Ella no quiere esperarme. No quiere tener que vivir ese proceso conmigo.

Y no la culpo. Sé que estoy jodido. Sé que no me la merezco.

Aun así, escucharlo en su boca anoche fue como si me clavaran un puñal en el pecho y lo retorcieran sin piedad.

—¿Así que ya está? —me increpa Kenny—. ¿Vas a dejarla ir y a olvidarte del tema?

El nudo en mi garganta es cada vez más difícil de ignorar.

—Es lo más sensato.

—Leah quiere estar contigo.

—Por si no te ha quedado claro, me ha dejado.

—Porque la relación que teníais era una mierda. Estaba claro que tarde o temprano las cosas iban a explotar. Te lo dije cuando decidiste empezarla y vuelvo a decírtelo ahora: fue una mala idea. Eso es lo que se lo ha cargado todo. No Leah. Y no tú.

—Era lo único que podía darle —contesto tragando saliva—. No estoy hecho para estar en una relación.

—Logan, llevas dos putos meses en una.

—No estábamos saliendo.

—Poque los dos le tenéis un miedo absurdo a las etiquetas. Habéis utilizado eso de ser «amigos con derechos» para poder estar juntos sin tener que enfrentaros a todo lo que os asusta. Pero no ha habido límites. Ni uno solo. Por el amor de Dios, si has conocido hasta a sus padres. ¿Sabes cuánto tardé yo en llegar a ese punto con Sash?

—No me estás ayudando. —Odio que me esté diciendo esto. Odio que actúe como si lo de anoche hubiera sido decisión mía. No es a mí a quien tiene que convencer.

No soy yo el que decidió rendirse.

—¿Qué esperas que haga? ¿Que te diga que haces bien en huir y alejarte de todo el mundo como haces siempre?

—Por décima vez, ella me dejó a mí.

—Borracha —recalca.

—Eso no anula que una tía rompa contigo.

—Lo hizo porque no se lo dijiste.

—¿El qué?

—Sabes el qué.

Aparto la vista de la carretera un instante para encontrarme con su mirada significativa. Se me revuelven las entrañas. Leah me dijo que todo había sido un error justo después de confesar que estaba enamorada de mí. ¿Qué coño iba a decir yo a eso?

—Sé por qué no lo hiciste —prosigue—. Y no tienes razón. No eres malo para ella. La haces feliz.

—Si la hubieras visto ayer, no pensarías lo mismo.

Tengo los músculos tan tensos que tengo que obligar a mis manos a moverse para estacionar el coche una vez que entramos en el barrio de Leah. Dejo el motor encendido. Espero que Kenny se baje de una vez, coja su camioneta y vuelva a mi casa con las chicas. Aún no he decidido a dónde voy a ir yo. Lo único que tengo claro es que no puedo volver allí hasta que Leah se haya ido.

Sin embargo, Kenny no abre la puerta del coche. El silencio se alarga hasta que lo corta con un suspiro.

—Deberías permitírtelo de una vez —dice con la vista fija en el frente—. Estoy seguro de que Clarisse opinaría lo mismo.

Oír su nombre aumenta esa presión dolorosa que siento en el pecho desde ayer.

—Eso no lo sabes.

—Sé que no le habría gustado ver cómo te autosaboteas. No eres un capullo por sentir algo por otra persona. Nosotros ya lo sabemos. Solo hace falta que tú te des cuenta. —Se vuelve hacia mí y sus ojos se encuentran con los míos—. Eres mi mejor amigo, Logan. Te conocía cuando estabas con Clarisse. Y te conozco ahora que ella no está. En los últimos meses no te he visto mostrar interés en nadie a no ser que fuera para algo de una noche. Pero sé que no es eso lo que buscabas con Leah.

—No, no lo es.

No tiene sentido negarlo.

La verdad es esa.

—¿Cuántas personas te han hecho sentir algo tan fuerte en este último año?

—Ninguna.

—Mentira.

—Solo una.

—Leah.

—Sí. Leah.

—Y tú no se lo has dicho.

Aparto la mirada mientras la verdad tras sus palabras me revuelve por dentro. Quizá tendría que haberlo hecho. Anoche. O mucho antes, cuando yo también empecé a darme cuenta de que las cosas entre nosotros estaban cambiando. A lo mejor debería haber reunido valor. Tal vez tendría que haber ignorado la culpa y el malestar. Y haberme atrevido.

No lo hice.

Y no creo que ahora tenga nada que decir.

—Llévala a casa cuando se despierte —le pido.

Él guarda silencio, como si esperara que me retractara. Transcurridos unos segundos, suspira de nuevo y por fin sale del vehículo.

—Espero que sepas las consecuencias de lo que estás haciendo.

No contesto y Kenny cierra de un portazo. Intuyo que está bastante enfadado conmigo cuando lo veo ir hacia su camioneta. Nunca me han gustado los consejos, pero de pronto me entran ganas de correr tras él y preguntarle si es demasiado tarde para llamar a Leah; si cree que ella respondería al teléfono, si de verdad estará arrepentida. No lo hago. Puede que su enfado fuera producto del alcohol, pero las lágrimas eran reales. Lo nuestro le estaba doliendo de verdad. Por eso me suplicó que me alejara. Y por eso yo me fui sin llevarle la contraria.

Ayer tenía varias cosas que decir. No dije ninguna.

No creo que vaya a hacerlo nunca.

Me he pasado mucho tiempo solo. Supongo que podré acostumbrarme a volver a estarlo.


*


Leah

Me despierto sola en una cama que no es mía.

Los recuerdos de la noche anterior vuelven todos de golpe.

Logan.

Mierda.

No me paro a pensar en nada; ni en que he dormido con la ropa de ayer, ni en lo destrozada que seguro que parezco, ni en lo mucho que me duele la cabeza. Me levanto a toda prisa, busco mis vaqueros por la habitación y me recojo el pelo en un moño rápido antes de salir al pasillo. Los fragmentos de nuestra discusión hacen que la presión se me cierre en torno a los pulmones; las lágrimas, los gritos, mis acusaciones. Mierda. Tengo que hablar con él.

Sin embargo, la casa está en completo silencio. El golpe de realidad me desgarra las entrañas cuando llego al salón y veo que solo quedan unas mantas arrugadas en el sofá.

—Se ha ido esta mañana. —La voz de Kenny suena a mi espalda. Me giro para verlo apoyado contra la puerta de la cocina—. No sé a dónde. Me ha acompañado a recoger mi camioneta de tu casa y después se ha largado.

Las lágrimas regresan a toda velocidad.

—¿Se ha ido para no tener que verme?

—Imagino que piensa que tú tampoco quieres verlo a él. —Suspira. La tristeza ondula en sus ojos, como si la situación le doliera tanto como a mí—. ¿Estás bien?

—¿Por qué me lo preguntas a mí? —Intento hacerme la fuerte, pero se me rompe la voz. La culpa de todo fue mía. No me merezco que me consuele.

—Eres mi amiga también, Leah. Y no me gusta veros mal. A ninguno de los dos.

Estoy a punto de venirme abajo. No es esto lo que necesito. Quiero a Logan. Quiero que venga y me abrace y me diga que no pasa nada y que me perdona. Recuerdo a la perfección todo lo que sucedió anoche. El alcohol no me dejaba pensar con racionalidad. Sé que fui injusta con él, que entré en pánico y dije cosas que nunca debería haber dicho. Pero eso no cambia el hecho de que la mayor parte fueran verdad.

Logan no es como Hayes. Ni por asomo.

Pero ambos me querían para lo mismo.

Y Logan lo dejó claro desde el principio. La culpa es mía por haber malinterpretado las cosas. ¿Cuál es la solución ahora? ¿Acaso hay una forma de arreglarlo después de que le haya confesado lo que siento por él?

Me arranqué el corazón del pecho para dárselo y se marchó sin darme ninguna respuesta.

Porque no me quiere.

No me quiere.

—Ayer nosotros... —No soy capaz de continuar.

—Lo sé. —Kenny me ahorra el mal trago de tener que pronunciarlo en voz alta—. No te sientas culpable por lo que ha pasado. Logan y tú... bueno, era cuestión de tiempo que tuvierais que dejar la farsa y asumir la realidad.

Pestañeo para huir de las lágrimas.

—¿Cuál es? ¿Que no somos buenos el uno para el otro?

—No podíais estar juntos de la forma en la que estabais. Si no hubieras terminado con todo ayer, os habríais acabado haciendo más daño. Tomaste una buena decisión. —Hace una pausa—. Aunque no voy a negarte que quizá fuiste demasiado dura con él.

Tiene razón. Lo fui. Y me siento terriblemente mal al respecto. Nada de lo que ha pasado es culpa suya. Logan fue sincero conmigo desde el principio. Sabía a lo que me arriesgaba cuando le dije que sí. Soy yo la que tendría que haber sabido desde esa noche, cuando dormimos juntos por primera vez, que iba a ser inevitable que me enamorase de él.

No puedo culparlo por no sentir lo mismo.

—Se habría alejado de mí, ¿verdad? —le pregunto a Kenny. Sé que la respuesta me dolerá, pero aun así necesito saberlo—. Aunque no hubiera roto con él ayer, se habría alejado de mí en cuanto le confesara como me sentía.

Kenny frunce los labios. Parece que le cueste contestar; quizá porque desconoce la respuesta o porque teme hacerme daño si me dice lo que realmente cree.

—Logan es mi mejor amigo —dice al final—, pero es evidente que tiene mierdas que resolver. Y nada de eso es culpa tuya, Leah.

—Así que no vamos a volver a hablar.

El corazón se me hace pedazos solo de pensarlo. Me rodeo con los brazos para darme fuerzas. Kenny niega lentamente con la cabeza.

—Estoy seguro de que volverá.

—Yo no soy Clarisse —repito.

—No tienes que serlo. Basta con que seas tú. Y, si eso no le parece suficiente, tendrás que mirar por ti misma y olvidarte de él.

—¿Crees que eso es lo que debería hacer?

—¿Honestamente? No —reconoce—. Conozco a Logan. Sé que era feliz contigo y que tú eras feliz con él. Solo necesita... tiempo. Me siento como un capullo por pedirte esto, pero, si de verdad lo quieres, ten un poco de paciencia con él. Confía en mí. Sé de lo que hablo. —Suspira, abatido—. Me ha pedido que te llevase a casa cuando te despertaras. Quizá sea lo mejor.

Asiento con un nudo en la garganta. Es difícil ignorar el revoltijo de emociones que me han provocado sus palabras.

—Está bien —contesto—. Gracias.

—Voy a avisar a Sash.

No sé cómo me mantengo entera cuando ella aparece unos minutos después y me estrecha fuerte entre sus brazos. Kenny nos mira con tristeza. Se queda en silencio mientras Sasha me asegura que ha sido una discusión tonta y que lo arreglaremos. A pesar de lo que me ha dicho antes, sospecho que no pondría la mano en el fuego por su amigo ahora mismo. Yo tampoco lo haría por mí.

Es cierto que ayer las cosas se me salieron de control. Sé que le hice daño a Logan. Y que las inseguridades me jugaron una mala pasada. Pero Kenny tiene razón. Lo que teníamos no era bueno para ninguno de los dos. Y eso significa que lo de anoche sí que tendrá que ser un adiós, o acabaré rota de verdad.

No vuelvo a soltar ni una lágrima durante el trayecto a mi casa. Los recuerdos son crueles y no dejan descansar mi cabeza. No paro de pensar en Logan, en lo que le dije, lo que le confesé, en lo mucho que parecía dolerle verme llorar. En cómo será mi vida a partir de ahora, cuando ya no pueda contar con él para todo, como llevo haciendo los últimos meses. Voy tan distraída que Sasha se pasa todo el camino lanzándome miradas de preocupación por el espejo retrovisor.

—¿Seguro que estarás bien? —me pregunta con la ventanilla bajada una vez que llegamos a mi casa y salgo de la camioneta.

Trago saliva. La decisión de alejarme ha sido mía. Va a resultarme terriblemente difícil. Y además no tengo la certeza de que sea lo correcto. Así que no, no estoy bien.

Pero no dejo que ellos lo sepan.

—Voy a pasarme las vacaciones ayudando a mis padres con el restaurante. Mantendré la cabeza ocupada.

Me ofrece una sonrisa que no le llega a los ojos.

—Feliz Navidad, Leah.

—Feliz Navidad, chicos.

Entro en el edificio antes de que las lágrimas vuelvan y, además de destrozada, me sienta patética.

Sin embargo, mis escudos se derrumban en el momento en el que pongo un pie en el ascensor. Cuando ya nadie puede verme, cuando no tengo que convencer a los demás de que he tomado la decisión correcta, me vengo abajo. Y todo empeora cuando abro la puerta de mi casa y mamá sale al pasillo con una sonrisa.

—Hola, cariño. ¿Qué tal? Había pensado que Logan y tú podríais... —Entonces alza la mirada y me ve con los ojos llorosos, y se queda callada. Su expresión cambia de manera drástica—. ¿Qué ha pasado?

Y ya no lo aguanto más. Termino de romperme y voy hasta ella para que me envuelva entre sus brazos.

—Soy una persona horrible —sollozo.

—Claro que no —contesta ella, sobrecogida también. Me acaricia la cabeza para consolarme.

—¿Eso significa que Logan no va a venir más? —La voz de mi hermano nos llega desde el salón.

Me alejo para mirar a mamá con los ojos cada vez más llenos de lágrimas. Ella suspira con tristeza. Le hace un gesto a mi hermano para que nos deje solas.

—¿Quieres hablar de ello? —inquiere con delicadeza—. Puedo llamar a Linda, si eso te hace sentir mejor.

Niego mientras otro sollozo se me abre paso dentro del cuerpo. Dios santo. ¿Qué diablos he estado haciendo estos últimos meses?

—Linda y yo ya no somos amigas.

—Leah...

—Es una mala persona. Filtró.. filtró una foto mía y ahora la tiene todo el mundo. Y Logan fue uno de los únicos que me apoyó y ahora tampoco quiere verme. Y han pasado todas estas cosas y yo no os he contado nada y no... yo no... —Me ahogo con las lágrimas—. ¿Vas a poder perdonarme? Lo siento mucho. Perdóname. Por favor.

—Cariño... —Mamá no dice nada más, solo vuelve a apretujarme entre sus brazos. Y yo la abrazo de vuelta y me permito llorar hasta que el peso de todo lo ocurrido durante estos últimos meses deja de aplastarme contra el suelo.

«Quizá el problema esté en mí.»

«Puede que yo no esté hecha para que me quieran.»


*


Logan no me llama al día siguiente.

Ni al siguiente.

Ni al siguiente.

Y, cuando quiero darme cuenta, ha pasado más de una semana desde la última vez que tuve noticias suyas.

Mis padres sí que necesitan ayuda con el restaurante, de manera que me paso la primera semana de vacaciones atendiendo mesas y colaborando en la cocina. El día de Navidad es el más caótico. Son muchas las familias que reservan mesa para comer con sus seres queridos. Para nosotros eso es un motivo de celebración, ya que estamos hasta arriba de trabajo y, por tanto, los ingresos aumentan. Ya me he acostumbrado a que nuestras navidades siempre sean así. Esa noche llegamos a casa agotados y nos sentamos en torno al árbol para abrir los regalos de Navidad, y después papá prepara la cena y es todo tan bonito y tan normal que me siento incluso culpable por seguir estando triste.

Pero no lo puedo evitar.

Echo de menos a Logan.

Y lo echo de menos en cosas absurdamente pequeñas. Echo de menos sus bromas tontas, su risa y esa forma que tiene de saber cómo sacarme siempre de quicio y ponerme nerviosa en el mejor de los sentidos. Echo de menos besarlo. Dormir con él. Contarle lo que me ocurre y que me mire con esa sonrisa suya que pone cada vez que está orgulloso de mí. Aun así, creo que lo extraño menos de lo que debería. Mi cerebro ha asumido que su ausencia se debe solo a las vacaciones. Pero después volveré a Portland y él no me recogerá todos los días para ir a clase, no nos sentaremos juntos en el Daniel's, no se quedará a dormir en mi casa, y la realidad me caerá encima como un cubo de agua fría.

Ni siquiera sé qué voy a hacer con Mandy.

¿Logan querrá que siga visitándola?

¿O preferirá que me aleje de ella también?

Dos días después de Navidad, estoy sentada en el escritorio de mi cuarto con Sasha mirándome desde la pantalla del portátil. Hemos hablado mucho durante las vacaciones. Y odio que eso me produzca tanto alivio. Creo que en el fondo tenía miedo de que ella y Kenny se alejaran de mí ahora que Logan y yo no nos hablamos. Por suerte, las cosas siguen igual que siempre.

Son las cinco y media pasadas y estoy garabateando en el cuaderno en el que tendría que estar planificando mi próxima novela. No me sale nada. Llevo bloqueada desde que terminé Bajo la piel.

—Me alegro de que al final hablaras con tus padres —dice Sasha cuando termino de contarle la conversación que tuve con mamá hace ya una semana—. Lo mejor es que estén al tanto de qué clase de persona es Linda.

—Se lo debía —reconozco—. Siempre hemos estado muy unidos. Han estado ahí para mí cada vez que lo he necesitado. No se merecen que me guarde esta clase de cosas para mí. Además, desde que hablé con ellos me siento mejor. Menos culpable.

Si no me atreví a contárselo antes, fue porque creía que me culparían de lo ocurrido y me tacharían de ingenua por haber confiado en Hayes. No lo hicieron. Al contrario. Mi madre estuvo criticando a Linda durante horas. Ella también le tenía mucho aprecio, así que seguro que su traición le ha dolido también. Pese a eso, no dudó en ponerse de mi parte. Y papá tampoco.

—¿Has decidido ya lo que vas a hacer?

—La semana que viene me mudo a la residencia.

Una sonrisa llena de cariño aparece en su rostro.

—A partir de ahora todo irá mejor —me asegura, Luego pasa a señalarme con un dedo—. Más te vale no cambiarme por tu compañera de habitación, ¿me oyes? Soy tu única mejor amiga. No acepto a nadie más.

Pongo los ojos en blanco, divertida.

—Prometo serte fiel.

—Por el bien de tu vida, eso espero.

—Mi madre opina que debería hablar con ella. Con Linda, quiero decir. —La conversación se vuelve seria otra vez. Trago saliva—. Dice que me ayudará a cerrar el ciclo de forma definitiva.

—¿Qué piensas tú?

—Creo que tiene razón.

—Haz lo que te haga sentir mejor —me aconseja ella—. En este tipo de situaciones no suele haber una decisión correcta. Tienes que mirar por ti. —Entonces, se las ingenia para recuperar el tono de broma—: Si quieres que vaya contigo para asegurarme de que no le saltas encima a la mínima de cambio, avísame.

Mi sonrisa regresa.

—Confío en mi autocontrol.

—Linda puede ser muy irritante cuando se lo propone.

—Lo sé. Pero puedo con ella.

Quizá antes no.

Pero ahora ya no hay nadie que me detenga. Menos aún Linda.

Hay un silencio que dura unos instantes. Sé lo que diría ahora mismo Logan si me escuchara hablar así. Sasha debe pensarlo también, ya que su rostro se llena de tristeza.

—Estoy orgullosa de ti, ¿sabes? Y no soy la única. —Frunzo los labios al escucharla. Ella no se echa atrás—: ¿Has hablado con él?

—No desde mi cumpleaños.

—Leah, han pasado diez días.

—Lo sé.

—¿No lo echas de menos?

—Sí, claro que lo echas de menos.

—Pero no te has replanteado tu decisión.

—No puedo volver a estar con él. No de esa manera. —Ya lo tenía asumido. Aun así, me duele decirlo en voz alta. Sé lo que siento por Logan. Ya no puedo tenerlo solo a medias. Que volviésemos a ser «amigos con derechos» solo serviría para hacerme daño. Estamos mejor separados. Por eso yo tampoco lo he llamado.

Al menos, esa es la excusa que me he puesto a mí misma. La realidad es que soy una cobarde. Me da pánico enfrentarme a él después de lo que ocurrió esa noche.

—Voy a serte sincera, ¿vale? —Sasha deja la brocha con la que se estaba maquillando en la mesa y se coloca un mechón de pelo tras la oreja, un tanto nerviosa—. He tenido una... razón de trasfondo para llamarte. Kenny me ha escrito esta mañana. Quería que hablase contigo. Supongo que sabes qué día es hoy.

Claro que lo sé. He estado pendiente de esta fecha en el calendario desde que ella misma la mencionó hace ya varias semanas.

Veintisiete de diciembre.

Hoy es el aniversario de la muerte de Clarisse.

Por esa razón, he sabido, nada más recibir su llamada, que sus intenciones no eran solo que nos pusiéramos al día.

—Dudo que a Logan le apetezca hablar conmigo, Sash.

—Creo que te subestimas a ti misma —contesta ella—. Nosotros no estamos allí. Y ya sabes cómo es. Va a aislarse como hace siempre. No creo que estar solo un día así sea bueno para él.

—No quiero empeorar las cosas.

—Lleváis más de una semana sin hablar. Y Mandy le ha dicho a Kenny hace un par de horas que Logan no le respondía al teléfono. No creo que puedas empeorarnada.

De pronto, mi móvil vibra con una llamada entrante de un número desconocido. Dejo escapar un suspiro y arrastro el dedo sobre la superficie táctil del ordenador.

—Me están llamando. Tengo que dejarte.

—Prométeme que al menos lo pensarás.

—Hablamos después. —Su rostro desaparece de la pantalla cuando cuelgo la videollamada.

Después me llevo el teléfono a la oreja, todavía dándole vueltas a lo que Sash acaba de decirme. Me sorprendo al oír esa voz familiar al otro lado de la línea.

—¿Leah?

—¿Señora Turker? —Frunzo el ceño. Lo último que me esperaba era recibir una llamada de una de mis profesoras de la Universidad en medio de las vacaciones.

—Sí, soy yo. ¿Te pillo en mal momento? Hay algo que quería comentarte. Te habría enviado un correo electrónico, pero pensé que sería más rápido si te llamaba. ¿Estás ocupada?

—No —me apresuro a decir—. No, claro que no. Tengo tiempo. Cuénteme. La escucho.

Sueno quizá demasiado inquieta. Este es mi primer año, de manera que no sé mucho sobre cómo funciona la universidad, pero no creo que recibir una llamada así de repentina sea buena señal.

—He hablado con otros de tus profesores. Sobre ti. En especial, con tu profesora de Análisis Literario. Me enseñó el trabajo que redactaste sobre las nuevas tendencias literarias. Era absolutamente brillante, Leah. Destacaba con creces por encima de los de tus compañeros.

Eso me pilla por sorpresa. El último trabajo que entregué antes que este fue un informe sobre Romeo y Julieta en el que saqué un cinco raspado. La profesora me dijo que tenía que arriesgarme más. Opinar con contundencia. Y lo hice. Estaba segura de que eso solo serviría para bajar aun más de nota, pero el resultado ha sido este.

Supongo que sí que tengo cosas que contar. Y quizá sea lo correcto dejar que otros las escuchen.

—Gracias, señora Turker.

—El motivo de mi llamada es que la facultad otorga unas becas de movilidad para asistir a un curso de escritura creativa en verano. Cada año se celebra en un lugar distinto del país. No dura mucho, solo un par de semanas... pero se necesita la recomendación de un profesor para acceder y un buen expediente. He estado mirando las notas que tuviste en el instituto. Tal y como esperaba, son muy buenas.

Trago saliva. La emoción amenaza con explotarme dentro.

—¿Usted cree que yo...?

—Eres una alumna con potencial, Leah. He leído tus trabajos. Se te da bien escribir. Un curso como este podría darte las herramientas que necesitas para terminar de pulir tus habilidades. En caso de que estuvieras interesada, tendríamos que solicitar la beca lo antes posible. Te dejo unos días para pensarlo —añade—. Entiendo que esto te ha tomado por sorpresa. Me hubiera gustado que hablásemos antes de las vacaciones, pero me ha sido imposible.

—No se preocupe. —Tengo que hacer esfuerzos sobrehumanos por no ponerme a chillar del entusiasmo. Me pongo de pie mientras intento a duras penas contener la sonrisa—. Imagino que debe estar muy ocupada.

Emite un quejido de cansancio.

—Créeme, Leah. Y eso que no me llevo la peor parte. El programa de Literatura no suele estar muy solicitado. Si tú supieras la de historias locas que he oído de parte de algunos de mis compañeros...

—Caóticas, imagino.

Contesto sin prestarle mucha atención. Me acerco de nuevo al portátil y busco la beca en internet. No puedo evitar sentir otro torrente de emoción al ver los primeros resultados. Sí que es una buena oportunidad, joder. Probablemente una de las mejores que me han dado nunca.

Entonces alzo la mirada y veo el ejemplar de Bajo la piel sobre mi estantería, que me traje porque me negaba a dejarlo en Portland y tener que separarme de él, y esa sensación dolorosa que llevo arrastrando estos últimos días se vuelve todavía más insoportable.

Justo en ese momento, la señora Turker dice:

—El año pasado tuvimos a dos alumnos que movieron cielo y tierra para conseguir una beca juntos. Querían participar en un programa de artes que implicaba pasar un semestre en Europa. En Alemania, si no recuerdo mal. Es una pena que las cosas acabaran tan mal.

El tono amargo de su voz me hace fruncir el ceño.

—¿No consiguieron la beca?

Se hace el silencio.

—No, claro que la consiguieron. Pero él la rechazó después de que ella falleciera en un accidente de coche. —La señora Turker suena entre afectada y sorprendida, como si diera por hecho que yo ya estaba al tanto de lo ocurrido—. Perdona. Es normal que no conozcas la historia. La chica era mayor que tú y estudiaba en otra facultad. Ocurrió el curso pasado. De hecho, diría que hoy hace justo...

Un año.

Hoy hace justo un año.

La presión se cierra en torno a mis pulmones. Está hablando de Clarisse. Y de Logan. Y yo acabo de darme cuenta de que en realidad no sé nada de su historia, de todo lo que los unía. Estuvieron un año entero luchando por conseguir una beca con la que mudarse juntos al otro lado del mundo, a vivir lo que imagino que sería un sueño. Y, justo antes de irse, ella falleció y Logan decidió quedarse aquí.

Y hoy se cumple un año desde que eso ocurrió.

—Es una pena, ¿verdad? —prosigue la señora Turker derrotada—. Era una chica tan joven...

—Lo era. —Apenas puedo hablar.

—Espero que él reconsidere su decisión respecto al programa. Estoy segura de que volverán a ofrecérselo. Según he oído, el otro candidato ha rechazado la titularidad porque lo han nombrado capitán del equipo de fútbol.

Tampoco necesito que me dé nombres esta vez. Ryan Rossmert me dijo hace meses, en nuestra cita, que rechazaría la beca si lo ascendían en el equipo.

Supongo que Logan y él compitieron por obtener la titularidad de la plaza.

Hasta que Logan dijo que no.

—Tengo que dejarla, señora Turker —hablo a toda prisa—. Gracias por llamarme. Le prometo que pensaré en lo del curso y le daré una respuesta lo antes posible.

Espero a oír su despedida antes de colgar el teléfono. Sin ser realmente consciente de lo que estoy haciendo, me siento en la cama para ponerme las botas y cojo el móvil y el abrigo antes de salir de casa.



me odias por haber cortado el capítulo ahí?

más me odia Logan por complicarle tanto la vida, lo superaré.

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Siempre se dice que los anhelos son mortíferos ¿pero y si fueran tan suaves como el terciopelo? en 25 poemas voy a narrar una historia en forma de ca...
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Cuando siempre te ha ido mal siempre estás soñando con que algún día todo cambie y que puedas volver a ser como eras antes. Por suerte para Ashley cu...