Oh My Gothess (Primeros capít...

By LuciaArca

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2020: Ya a la venta en España y Latinoamérica. SINOPSIS: En la red, Dark Gothess es una bloguera que escribe... More

CAPÍTULO 1: DESCONOCIDOS
CAPÍTULO 2.1: CONFRONTACIÓN
PARTE 2.2
PARTE 3.2
CAPÍTULO 4: AMARGOS RECUERDOS
¡Oh My Gothess saldrá publicado en 2016!
Elige la portada de OMG

CAPÍTULO 3.1: DECLARACIÓN DE INTENCIONES

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By LuciaArca

     —No quiero malentendidos. Esta será la única vez que falte a clase —advierte Rebeca con el semblante serio dando vueltas a su café con leche.

Lorca ha regresado al aula taller; manipular motores parece una de las pocas cosas que le relajan, seguido de las mujeres y las broncas.

—Tranquila, Beca. Tampoco tengo pensado repetir eternamente. Estoy deseando terminar y largarme de esta puta ciudad para no volver. Mi padre y «esa» van a tener un bastardo y no pienso quedarme para verlo crecer y convertirse en el jodido anticristo. ―Úrsula apura su bebida y deja el tubo con fuerza sobre la mesa, dando una nueva calada a su cigarro.

—Aquí no se puede fumar, chicas, lo sabéis de sobra —las amonesta el camarero, que regresa cargando un cajón de refrescos del almacén que tiene tras la barra.

Úrsula farfulla una sarta de insultos y apaga el pitillo contra la pared estucada.

—¡¿Contento?! —dice en dirección al hombre, que ya se ha puesto a servir cañas a un grupo de jubilados—. Porque yo no. Mi vida es una puta broma —añade bajando el tono.

—Ursu, ¿en serio? No sabía nada de todo esto. —Nessa está cada vez más perpleja. ¿Le deparará alguna sorpresa más su amiga?

—Me he enterado esta mañana. Han venido a despertarme diciendo que van a ser padres, ¡como si a mí me importase una mierda! Es más, ¡como si tuviese que sentirme feliz por ello! —responde airada, agitando las manos y haciendo sonar los eslabones metálicos de sus pulseras.

—Quizá debieses darle una oportunidad, al fin y al cabo es la hermana de tu madre. Ella hubiese querido...

—¿Tú también, Beca? ¡No seas estúpida! —exclama encolerizada y con los ojos anegados en lágrimas—. Ellos ya se acostaban a las pocas semanas de morir mi madre, ¡seguro que follaban en su cama mientras agonizaba en el hospital! Es repugnante. —La pelirroja musita una disculpa y coge la mano de su amiga buscando calmarla.

—Voy al baño. —Se levanta y camina hacia el lavabo, esforzándose en no derrumbarse delante de sus amigas.

—Qué fuerte. Úrsula va a tener un hermano. ¿Y lo de Lorca, de dónde viene eso? —inquiere Nessa, intentando que Rebeca le aclare las cosas.

—De lo del embarazo me acabo de enterar, neni. No tenía ni idea, te lo juro, y sobre lo de... ese, pues, chica, me parece que comete un error, pero ya es mayorcita, ¿no crees? —Sacude los hombros y vacía la taza de un trago—. Por lo que sé, la cosa se puso seria hace un par de semanas, cuando volvimos y me fui con mis padres a Dublín a ver a unos amigos de la familia. Su padre llevó el coche al taller del de Lorca y ellos quedaron para tomar algo, aunque ya habían estado tonteando antes; no sé, tampoco habla mucho de ello, ni de nada en general, Ness.

—Ni siquiera me ha llamado. No sabía que estaba en la ciudad..., y menos con él.

—Ya la conoces, a veces va a su rollo —dice Beca intentando restarle importancia con un gesto de la mano—. ¡Bah! No sé qué le ve, sinceramente. Bueno, está como un queso, para qué negarlo, pero es un broncas. Solo hay que ver el modo en que ha tratado a tu amigo.

—Bueno, lo primero: no es mi amigo, es solo un tío al que mi padre ha estado a punto de atropellar.

—Casi nada.

—Y lo segundo: ¿no has escuchado al director? Viene de un puto reformatorio y encima es un completo imbécil. Me he acercado para darle un voto de confianza y me ha tratado como si fuera una mierda, ¡será capullo! —Nessa eleva la voz cada vez más mientras disecciona con el tenedor un pincho de tortilla bañado en mayonesa.

—Ha tenido un mal día. Acaba de llegar y ya han tratado de partirle la cara. Además, por lo que cuentas, encima ha sufrido un accidente. —Rebeca no puede evitar reírse ante lo atípico de la situación.

—Un «no accidente»: al final ha quedado en nada —puntualiza Nessa con el tenedor enarbolado.

—Te recomiendo que hables con él. ¿Quién sabe?, quizá no sea mal chico. Puede que haya estado en un reformatorio, pero no conocemos el motivo que le llevó ahí. ―Rebeca rompe el contacto visual y da el tema por zanjado llevándose a la boca un pastelito que, por su consistencia, debe de llevar bajo el expositor de la barra un par de días por lo menos. Compone una mueca y se lo arroja a su amiga—. Despierta, Ness, comienza el curso.

En cuanto Úrsula regresa con el maquillaje retocado y una sonrisa de autosuficiencia en el rostro, se encaminan hacia el instituto para afrontar el resto de la mañana.

* * *

Isaac accede al aula que tiene asignada para la segunda clase.

La primera hora la ha pasado en la enfermería, que no difiere mucho de la que tenían en el centro: un par de desvencijadas camillas metálicas, paredes de color menta y una vitrina con medicinas custodiadas por una enfermera de mediana edad y adusto gesto. Ella le ha echado un vistazo a su rodilla, que solo ha requerido un poco de agua oxigenada y yodo.

«Empezamos bien el curso, ¿eh?», le ha dicho sonriéndole afectuosamente. Ha quedado asombrado por lo agradable que es, pues su semblante hacía presagiar algo radicalmente distinto. «Bueno, chico, procura no darme mucho trabajo, ¿vale? Toma un pase y airéate antes de entrar al ruedo.» Con eso y una palmadita en la espalda le ha dejado marchar.

Se ha pasado el resto de la hora caminando por los alrededores del sobrio edificio de ladrillos y hormigón. Una vieja cafetería ha captado su atención. A través de la cristalera, en la que todavía pueden verse carteles de eventos hace tiempo finalizados, ha reconocido a la chica del incidente, Nessa, esa que es tan atractiva como malhablada. Rememorando lo acontecido en el pasillo, ha florecido la culpabilidad. «Me he pasado un poco.» Estaba a punto de ir a disculparse cuando ha visto abandonar el local al alumno con nombre de poeta, ese que le ha recibido profiriendo manidas bromas homófobas. Después de dudar durante unos instantes, ha desistido. «Mi cupo de problemas está completo por hoy.»

Se sienta en el penúltimo pupitre de la clase junto a la pared con vistas. Los ventanales dan a la calle y desde ellos ve a varias personas empujando los carros de la compra, a hombres y mujeres ataviados con elegantes trajes caminando a paso vivo y varios coches apostados en el arcén. Familias y solitarios; trabajadores con prisa y parados entregando currículos allí donde se los aceptan, más por piedad que porque tengan un puesto vacante. Una silueta reclama su atención; pertenece a una niña de aproximadamente seis años. Sus cabellos rubios orean al viento. Con cada saltito se aleja de su madre, acercándose más a la calzada. Las manos de Isaac aferran con fuerza el borde de la mesa. Ve como la pequeña salta a la primera franja blanca del paso de cebra, riendo inconsciente del peligro que la acecha. Un coche dobla la esquina. «No. Otra vez no.»

Una mano en su hombro le saca de la abstracción. Se vuelve ligeramente sobresaltado, encontrándose con los ojos color avellana de Nessa, que parece venir en son de paz.

Ella se percata de la pátina de sudor que cubre ahora la frente del chico.

—¿Qué, planeando tu huida? —bromea elevando la comisura de sus labios.

Isaac vuelve a mirar por la ventana. Nada ha ocurrido: el coche sigue su camino y la niña está siendo reprendida por una preocupada madre que gesticula exageradamente. Respira aliviado y gira la cabeza hacia su interlocutora, que lo observa atentamente.

—¿Chistes de presidiarios? Era un centro de menores, no Alcatraz —dice de nuevo aparentando calma. Juguetea con un boli azul haciéndolo girar habilidosamente entre sus dedos como un experto batería haría con sus baquetas. Sonríe para dejar patente que se lo ha tomado como la broma que es—. Eh, mira, quería pedirte perdón. Me he portado fatal y...

—Sí, yo venía a lo mismo. Tampoco he sido Miss Simpatía, las cosas como son. ―De repente, se muestra tímida, bajando la vista y jugueteando con el colgante en forma de estrella esotérica que pende de su cuello.

—De acuerdo. Volvamos a empezar, ¿te parece? —Él sonríe amistosamente y Nessa se fija en lo atractivo que es: facciones ligeramente marcadas, mirada penetrante y labios sensuales. «Están hechos para besar y ser besados; perfectos para dedicarles versos e idóneos para recitarlos... ¿Desde cuándo pienso semejantes estupideces?» Agita la cabeza y el rubor aparece en sus mejillas. Isaac se percata y titubea, justo cuando ella le tiende la mano, que estrecha con gusto. Su piel es cálida y suave.

—Encantada de conocerte, mi nombre es Vanessa, pero debes llamarme Nessa.

—Un placer, yo soy Isaac, pero puedes llamarme como quieras.

—Muy bien, novato, lo tendré en cuenta —responde desenvolviendo un chupachups y llevándoselo a la boca—. Es mi segunda tentativa en este curso. Tranquilo, te cubriré las espaldas.

—¿Repetidora? —inquiere él con asombro.

—¿Algo que objetar? —replica cruzándose de brazos.

—En absoluto... Yo repetí el anterior, ¿qué te parece? —replica alzando las cejas y echando la silla hacia atrás.

—¿De verdad estamos midiendo nuestro nivel de patetismo, novato?

«Qué boca tan apetecible tiene», piensa el chico al ver un atisbo de sonrisa mordaz. El sol, que reaparece tras un nómada manto de nubes, arranca varios destellos al cabello castaño de Nessa, que le cae en ondas sobre los hombros. Unos mechones perfilan los pechos que se intuyen bajo la camiseta negra. Él carraspea y se pasa la mano por la nuca, rezando para que la chica no se dé cuenta de hacia dónde estaba mirando segundos antes.

—Buenos días —dice el director entrando en clase y dando un sonoro portazo para hacer saber de su presencia—. Nos ahorraremos las presentaciones porque ya nos conocemos todos, ¿no es así? —Mira sin disimulo a Isaac, que desea plegarse sobre sí mismo hasta desaparecer—. Como ven, seré el encargado de impartirles Lengua y Literatura. Antes que nada, dos cosas: en mi clase no acepto el uso de dispositivos electrónicos, así como tampoco permito las gafas de sol —dice girándose hacia un chico que, sin perder un segundo, las guarda en la mochila— ni gorros de ningún tipo —añade, dirigiéndose a Isaac, que sigue el ejemplo de su compañero—. Perfecto. Y ahora, abramos el libro y zambullámonos en el maravilloso mundo de la gramática.




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