Hace mucho tiempo atrás, cuando Damian Desmond aún era un tierno niño se preguntaba qué tenía de especial el día de San Valentín. Entonces, como su hermano Demetrius estaba bajando las escaleras, él no perdió el tiempo y fue a preguntarle a su hermano mayor:
—Hermano, ¿por qué se habla tanto del día de San Valentín?
—Porque en ese día se le suele regalar a una persona especial un regalo que simboliza la mayoría de las veces que es importante para ti —dijo Demetrius, él traía puesto su uniforme de académico imperial—. ¿Por qué? ¿Encontraste a alguien especial?
—... —Damian no pudo decir nada porque sintió un calor en sus mejillas, que no era propio de él.
—Mi consejo es que le entregues a esa persona algún presente pequeño, de esta forma, ella nunca te olvidará.
—Sí.
Así, Damian contó sonrojado a su madre lo que había pasado en ese entonces. Él estaba tan ruborizado que desvió su mirada, hacia el lado contrario, porque de verdad la vergüenza era mucha.
—Demetrius —dijo Anya.
—Dime —respondió el hermano mayor de Damian con una sonrisa afable.
—Tenías razón —Anya esbozó una sonrisa, luego tomó la mano de Damian entre las suyas—. Para mí Damian es inolvidable.
Damian la miró y se sintió en el cielo. Porque era así, con cada palabra, gesto o acción de ella, Damian sentía que se enamoraba cada vez más de su chica.
—Anya... —dijo Damian mirándola con ternura.
—Te brillan los ojitos, hijo mío —dijo Melinda.
Entonces, una vez que terminaron de comer todos, se retiraron y cada uno se fue a sus casas respectivas. Yoru y Anya se encontraron con la sorpresa de que Lloid ya estaba allá, y estaba leyendo el periódico con Bond a su lado.
—Ya llegaron, me alegro —dijo Lloid con una sonrisa.
—Sí.
—¿Cómo estuvo ese almuerzo?
—Interesante. Iré a preparar té —dijo Yoru.
Lloid la siguió con la mirada y se ruborizó sin que él se diera cuenta.
—Padre —dijo Anya sentándose a su lado—. ¿Por qué no la invitas a cenar? Se nota a leguas que te gusta mucho.
Lloid en vez de negarse, quedó pensativo y asintió.
—Sí, es verdad. En la reunión con mi jefa, me permitieron continuar con esta familia, así que...
—¿De verdad? —dijo Anya incrédula.
—Sí —dijo Lloid con una sonrisa.
—Guau —dijo Bond.
Luego, Yoru llegó con los bebestibles y conversaron. Anya tuvo que disculparse porque Damian la estaba llamando.
—Mi amor...—dijo Damian.
—¿Qué pasa, bonito? ¿No puedes estar lejos de mí? —bromeó Anya.
—Pe-pero ¿qué dices? —dijo Damián nervioso. Luego se aclaró la garganta —Anya sólo quería decirte que quiero conversar con tu padre a solas.
—¿Cómo dices? —dijo Anya asombrada.
—Sí, lo que escuchaste.
—¿Por qué?
—Es un secreto, mi querida Anya.
—Lo sabré me cuentes o no.
—No, si lees la mente de tu padre o la mía, me enfadaré mucho.
—Aish, está bien, Damian. Pero no es nada malo ¿verdad?
—No. Tranquila, amor.
Así, ambos se despidieron. Y Anya acordó de decirle a su padre lo anterior. Lloid quedó expectante a lo que pudiese acontecer. Porque no era normal que el novio de su hija pidiera hablar con él a solas. Entonces, se imaginó lo que cualquier padre se imaginaría en ese momento. Sin embargo, hablarían al día siguiente, porque Damián debía resolver papeleos que dejó inconcluso su padre debido a su deceso.
En la casa de los Desmond, Demetrius y Damian se encontraban en la oficina de su difunto padre junto a los asistentes. Terminaron todo el trabajo al anochecer. Por lo mismo, estaban cenando de lo más bien, cuando Demetrius miró a Damian.
—¿Estás seguro de tu decisión, hermano?
—Sí, como que el sol sale todos los días —dijo Damian ruborizándose.
—Tienes todo mi apoyo —dijo Demetrius.
Después, se fueron a dormir, aunque Damian no pudo conciliar bien el sueño, debido a que estaba ansioso por lo que hablaría con su suegro al día siguiente.
Llovía como si el cielo se estuviera cayendo, no había personas alrededor. Sólo estaban Anya y Damian, y pareciera como si ella estaba por comentarle una mala noticia. Iba vestida con un impermeable azul rey y él con una chaqueta impermeable.
—Damián, tenemos que hablar...
—¿Qué?
—Conocí a...
Se acercó a ella un chico bastante atractivo con rasgos faciales delicados y varoniles, tenía una complexión atlética y vestía una chaqueta impermeable, le tomó la mano a Anya.
—Ella ahora es mía y no te quiere volver a ver —dijo aquel muchacho.
—¡¿Qué?!
Dicho sueño logró despertar a Damian. Se sintió angustiado de pronto. Necesitaba ver a su novia, urgentemente. Estaba ansioso, su Anya no podría estar engañándolo ¿verdad?
Al segundo timbre Anya contestó:
—¿Qué pasa, amor? —Anya bostezó.
Eran las 8 am.
—Es que tuve un mal sueño y necesitaba escucharte.
—Aw, mi dulce novio es un chico muy tierno —dijo Anya.
Y así se disiparon sus dudas y su decisión tomó mucha más fuerza.
—Damian, mi padre dijo que podrían sacar a pasear a Bond mientras hablan.
—Me parece una buena idea.
Al rato, Damian se higienizó en el baño, se vistió con un polerón con capucha verde musgo con un logo de su banda favorita y unos jeans rectos azulados. Desayunó, y después de eso fue a buscar su auto negro. Su destino era la casa de su novia. Al llegar, Damian tocó el timbre de su apartamento. Quien le abrió la puerta fue Anya. Ella estaba vestida con una polera rosada, un chaleco de landa sobre ésta y unos jeans. Lo primero que hizo la chica fue lanzarse a los brazos de su novio. Como fue inesperado, Damian casi pierde el equilibrio, pero sostuvo a Anya entre sus brazos una vez que restauró el equilibrio. Anya se separó de él y lo besó sin previo aviso. Pues sabía, que Damian adoraba eso de ella. Él le correspondió y al quedar ambos sin aire, se separaron.
—Amor —dijo Damian.
—¿Sí?
—Te amo —dijo Damian mirándola a los ojos.
—Yo igual te amo, Damian —dijo Anya de forma espontánea.
En eso, Bond salió a saludar a Damian. Y tras de él estaba Lloid, quien usaba sus típicas ropas.
—¿Nos vamos? —dijo Lloid con una sonrisa afable.
—Sí.
Caminaron por el parque mientras Bond paseaba feliz de la vida. Conversaban de temas triviales.
—¿Qué era lo que me querías decir? —dijo Lloid.
Damian se detuvo y Lloid también, el chico desvió su mirada porque no sabía cómo preguntarle lo que estaba pasando por su mente. Es decir, claro. Él imaginó muchos escenarios posibles para lo que iba a preguntarle, pero no consideró que su suegro a pesar de su afabilidad era imponente. Por lo cual, sintió miedo. Pero no. No se acobardaría a estas alturas. Pensó en lo feliz que sería Anya y en lo feliz que él la haría, por que sí. Sólo él podía hacerla sentir así.
—Lo que pasa es que...
To be continued...