Overlord: La niña y el nigrom...

By MichelWittman

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Tras arribar de su aventura en el reino santo, Ains Ooal Gown descubre una capacidad desconocida de su cetro... More

Parte 1
Parte 2
Parte 3
Parte 4
Parte 5
Parte 6
Parte 7
Parte 8
Parte 9
Parte 10
Parte 11
Parte 12
Parte 13
Parte 14
Parte 15
Parte 16
Parte 17
Parte 18
Parte 19
Parte 20
Parte 21
Parte 22
Parte 23
Parte 24
Parte 25
Parte 26
Parte 27
Parte 28
Parte 29
Parte 30
Parte 31
Parte 32
Parte 33
Parte 34
Parte 35
Parte 36
Parte 37
Parte 38
Parte 39
Parte 40
Parte 41
Parte 42
Parte 43
Parte 44
Parte 45
Parte 46

Parte 47

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By MichelWittman

En medio de una habitación acogedora y de porte elegante, un hombre de aspecto mayor sorbia una copa de vino mientras escarbaba entre papeles y mapas.
El conde Rutller, ahora denominado cómo General Rutller, principal cabecilla de la revolución y aspirante al trono del reino santo, ahora se encontraba de un humor melancólico.
Su hijo había marchado al frente a fin de adquirir algunos logros que acarrearan mérito militar, pero tras la retirada inesperadamente escandalosa de las tropas y de la intervención del reino hechicero, su paradero era desconocido.
Rutller era un hombre duro y algo distante a su familia, dejándole la mayor parte de la educación de sus hijos a los tutores particulares que contrataba o los instructores militares que los entrenaban, pero decir que por este motivo no amaba a sus tres hijos era nada menos que erróneo.

El adoraba a sus hijos, sobre todo al primero, su orgullo y una de las pocas personas a las que abiertamente abrazaría sin pensarlo.

La botella de vino vació otra ronda en su copa, desapareciendo en un santiamén tras el contacto con su larga barba café.

“hijo mío...por favor...vuelve..."

Su mente intentaba dilucidar el momento en el que sus acciones acarrearon semejante desastre, pero no podía entender nada, los tiempos y cálculos para la intervención del reino hechicero deberían haberle dado al menos dos meses de margen, tiempo suficiente para derrocar por completo al gobierno actual.

“los subestimamos"

Habiendo enviado tanto equipo y personal, se esperaba alcanzar la capital real en menos de una semana, pero en su lugar terminaron desperdiciando casi un mes en alcanzar los bordes boscosos al sur de la ciudad.

El conjunto de terribles coincidencias los había llevado a este punto muerto, ya no se trataba de vencer al rey santo, se trataba de suplicar misericordia al reino hechicero.

El General se rascó la cabeza, la cual se tambaleaba tras sus repetidas rondas de vino, aunque esto no le impidió seguir con su trabajo.

“El conde Ingrett debería estar coordinando la defensa de la costa, el conde Vasil se encargará de reunir más tropas para intentar tomar la vía larga hacia la capital...pero..."

Su mirada vió el mapa a su lado, resaltando un escudo en una pequeña ciudad nombrada E-rantel.

“deberíamos enviar un emisario para solicitar volvernos vasallos tan pronto como sea posible...ya no podemos seguir asumiendo el rol de los atacantes."

Recargando su peso en el respaldo de su asiento, a su memoria llegó el recuerdo de su esposa y sus hijos cuando eran niños, jugando tranquilamente en el patio de su casa de verano.

La copa vacía junto a él fue retirada silenciosamente por una sirvienta que había ocultado su presencia hasta ese momento.

-a bebido mucho mi señor -

A la suave voz de la mujer de edad ligeramente mayor, el Conde no hizo más que mirarla con aires desinteresados.

-puedes culparme?-

La mujer soltó una pequeña y amable sonrisa mientras acomodaba los papeles en el escritorio.

-no...creo que no...-

Mientras terminaba de limpiar, una sensación familiar le invadió, pues su señor le acariciaba el trasero mientras ella seguía limpiando.

-mi señor!-

Antes de que pudiera seguir, su cuerpo fue tirado con fuerza, pero delicadamente, hasta que ella acabó sentada en el regazo del conde, quién pasó a colocar una de sus manos en las piernas de la maid, levantando ligeramente su vestimenta.

-que pasa?...no estás de humor?-

La mujer soltó una sonrisa que rápidamente fue suprimida al percatarse del fuerte olor a alcohol que emanaba del hombre.

-usted ah bebido demasiado -

La mujer intentó levantarse, pero no pudo moverse ni un centímetro, pues el agarre de su amo era firme.

-mi señor?-

En busca de la cara del conde, la mujer solo pudo ver su frente escondida en su hombro, con una sensación húmeda en su brazo, ella supo de que se trataba.

-disculpame...pero...podrías quedarte un poco más?-

La maid cuidadosamente retiró su brazo a fin de abrazar la cabeza del conde, acuñandolo en su pecho y acariciando su cabello con calma.

-el tiempo que quiera...-

Abrazando al conde, ligeros espasmos lo invadían mientras escondía su cara en el pecho de la mujer, acompañado por sollozos apenas perseptibles que inevitablemente hicieron a la mujer humedecer sus ojos también.

-no te preocupes...nuestro hijo regresará pronto...-

-...si...-

La mujer solo pudo escuchar ese “si" como si se tratase de una cruda realidad, pues ella no pudo contenerse más y las lágrimas también emanaron, acurrucandose igualmente junto a su esposo mientras ambos lloraban la perdida de su hijo, esperando que los otros dos niños restantes no sufrieran el mismo destino.

Mientras en las partes mejor protegidas de la autoproclamada nueva ciudad capital el desánimo era evidente, aún más al oeste las cosas eran incluso peor.

La ciudadela costera convertida en un punto de embarcaje para las tropas que marcharian al frente ahora se veía como una pequeña y mal hecha fortaleza.

Las banderas que proclamaban el nacimiento del nuevo reino ahora recordaban una derrota colosal y el posible final de su existencia como parte incluso del viejo reino santo.

Los soldados, desairados y con baja moral, trabajaban extenuantemente para asegurar su posición.

Los muelles habían sido desbalijados para construir parapetos, las calles secundarias se bloquearon con barricadas y murallas de troncos afilados.
Las costas menos profundas ahora estaban llenas de pinchos afilados que cuidaban evitar el acercamiento de botes y en general, durante los 4 días que habían pasado tras la retirada, la paranoia había invadido a los generales que aún seguían ilesos.

-Nuestras defensas se ven bien, pero no podremos contenerlos si tratan de cruzar por las afueras de la ciudad-

-podemos enviar una división de Rangers para resguardar los flancos mientras asentamos nuestra presencia en la retaguardia -

-no quiero dejar la retaguardia desprotegida...no mientras tengamos riesgo de ataques por parte de esos magos voladores-

-es cierto...cómo van nuestras contramedidas?-

-mal...perdimos a la mayoría de magos especializados durante la retirada y ahora nos conformamos con estudiantes y conscriptos que sacamos de algunas capillas -

-no es lo ideal-

-no, pero no podemos ser quisquillosos, hablé con su majestad y me dijo que intentaría contactar con algunos aventureros extranjeros para reforzar nuestro espacio aereo, aunque nuestra mejor opción sería Azuth Aindra-

Los generales se miraron con ojos bien abiertos, habi ndose olvidado de la existencia de este aventurero en medio de sus preocupaciones.

-ES CIERTO! el es de los pocos que se han enfrentado a los sirvientes del rey hechicero y vivido para contarlo; si pudiéramos reclutarlo...-

El mayor de los generales sacudió la cabeza con desaprobación.

-no podemos basar nuestras estrategias en suposiciones de tropas o armas que no poseemos; debemos centrarnos en lo que está a nuestro alcance-

-ademas, la escritura negra seguramente ya debe tener sus ojos puestos sobre él, si enviamos gente a buscarlo, podría ser visto como un intento de robar sus talentos para nuestros fines-

-dios...quiero rendirme...-

-eso no salvó al imperio-

Las quejas cesaron.

Todos habían oído horrorizados de la masacre del reino tras estos últimos atacar carretas de suministros destinados precisamente a su nación.
Aunque ciudades enteras habían alzado banderas blancas, izado estandartes del reino hechicero, pisotear publicamente la bandera de su nación e incluso entregar a condes y varones que cuidaban sus territorios; todos habían sido asesinados, sus ciudades quemadas e incluso sus sueños calcinados.

No quedaba nada en lo que antaño era uno de los reinos más prósperos de la región. Alzándose únicamente un macabro trono de piedra, formado con los escombros del antiguo palacio del rey Ramposa; una advertencia y recordatorio para todo aquel que osara desafiar el poder del rey no muerto.

Y ahora ellos se encontraban en esa misma posición.

Sus estómagos se te olvidan mientras contemplaban la posibilidad de correr la misma suerte, aunque no había tiempo para eso.

-caballetos, centremos-

-e...es verdad...no hay caso en pensar en suposiciones -

Cómo si nada hubiera pasado, los hombres volvieron a centrar su atención en las defensas. Tenían que asegurar posiciones sólidas mientras aguardaba la llegada del sexto y noveno ejército, junto con un par de  divisiones de paladines. Se esperaba que los primeros en arribar serían la caballeria del oeste, una de las más efectivas en la región, aunque comandada por el segundo hijo del nuevo monarca, cosa que ponía nerviosos a todos.

“incluso si logran tomar la playa es imposible defenderla de un ataque por tierra...deberíamos estar bien resguardados por la caballeria que viene"

Los pensamientos del general principal se debían a que, en efecto, las defensas se habían preparado para resistir ampliamente un asalto desde la costa, pero estaban indefensos a asaltos terrestres.
Cada árbol, arbusto y seto había sido arrancado para evitar estorbar a la caballeria en caso de verse obligados a atacar e inclusive el terreno se había allanado, rellenando cualquier hueco o zanja en el lugar y destruyendo las colinas o montículos que pudieran dificultar una carga a máxima velocidad.

Los generales reunidos allí pertenecían a casas que históricamente habían sido rivales entre si, pero tras la muerte de sus cabecillas, estos cooperaban tan bien entre ellos que inclusive con soldados reducidos, habían conseguido apuntalar su presencia en la región.

-que es ese ruido?-

Las palabras de uno de los más jóvenes generales atrajo la atención de los otros 3, quienes inmediatamente miraron la costa a la distancia a través de los edificios esperando ver una flota de ataque, en su lugar solo vieron aguas tranquilas y azuladas cubiertas por una neblina blanquecina.

-es cierto...yo también lo escucho...-

Sus homólogos comenzaron a buscar la fuente de ese ruido, el cual no se parecía a nada que hubiesen escuchado con antelación.

Como un rugido distante y constante que poco a poco se había más y más evidente.

-ALLÁ!-

Gritó alguien, atrayendo la atención de los demás, quienes miraron en la dirección a la que el soldado señalaba.

-Arriba!-

Eran pajaros, demasiado alto como para contemplar sus figuras correctamente, pero lo suficientemente grandes como para poder ver la silueta.

Un par de docenas de estás aves volaban en formación “V" lentamente sobre sus cabezas, dejando paralizadas las operaciones mientras todos observaban de forma atenta cada lento movimiento de estás extrañas criaturas.

Mientras tanto, en el interior de las aeronaves, un no muerto cubierto por un uniforme de piloto observaba el suelo a través de una mirilla colocada en la nariz del avión.

La mira poco a poco recorrió el terreno, deslizandose desde las aguas hasta la costa cubierto de hielo, momento en el que la criatura esqueletica tiró de una palanca a uno de sus costados.

En la panza del avión, compuertas se abrieron con un sonido mecánico, revelando una carga completa de bombas que colgaban apáticas esperando ser soltadas.

El ojo del artillero espectral miró atento la mira postrarse sobre el centro de la ciudad, momento en el que jaló la segunda palanca, el seguro de las bombas.

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