Controversia (Trilogía comple...

Od sofiagarrido01

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Alison Hock, arrastrada por su hermano a un pueblo desierto llamado Hills Town, comienza a vivir nuevas exper... Více

Introducción
Cap.1 "¿Eres nueva?".
Cap.2 "Maldita ladrona de galletas".
Cap.3 "Son los hermanos Clarke".
Cap.4 "¡Corre Alison!".
Cap.5 "No era yo".
Cap.6 "Miss Cordura".
Cap.7 "Intuición".
Cap.8 "¿Te ayudo con eso?".
Cap.9 "Podemos compartirlo".
Cap.10 "¿Ahora soy bonita?".
Cap.11 "Solo quiero besarte".
Cap.12 "¿Temperamental?"
Cap.13 "Soy Renata".
Cap.14 "Deja de indagar".
Cap.15 "Estoy por romper mi promesa".
Cap.16 "Como si me importaran".
Cap.17 "¿En serio no lo sabes?".
Cap.18 "Sobrenaturales".
Cap.19 "Bienvenida a la tierra de lava, cariño."
Cap.20 "Encontramos a uno de ellos".
Cap.21 "No toleraría perderte."
Cap.22 "¿Que podría salir mal?"
Cap.23 "Lo hicimos Ali."
Cap.24 "Uno menos, faltan cuatro."
Cap.25 "Contigo".
Cap.26 "¿Era mi novio?".
Cap.27 "Solo quería una excusa para besarte".
Cap.28 "Dame dos buenas razones".
Cap.29 "No tengo miedo de ti".
Cap.30 "Mírate tu, chica traviesa."
Cap.31 "Con gusto, señor Clarke".
Cap.32 "¿Alguien más siente calor aquí?".
Cap.33 "No mientras yo esté aquí".
Cap.34 "Me alegra que te encontrara".
Cap.35 "Eres una de nosotros".
Cap.36 "Los condones se los pides a Bastian".
Cap.37 "La tentacion".
Cap.38 "Cuando ellos se vayan, yo estaré aquí".
Cap.39 "Está decidido".
Capitulo Extra
Cap.40 "Nunca lo dudes".
Cap.41 "Ese no es mi problema".
Cap.42 "¿Hacerlo en un lugar público?".
Cap.43 "La vida no es justa, supéralo y circula".
Cap.44 "No debiste decir eso".
Cap.45 "Te mienten en la cara, Alison".
Cap.46 "Tú, maldito ser mágico".
Cap.47 "No voy a dejarla".
Cap.48 "Enamorarte".
Cap.49 "Es hora del ritual".
Cap.50 "Todo va a estar bien".
Nota: ¡Controversia parte 2!
Entrevista
ADELANTO
Cap.1 "Elias está muerto".
Cap.2 "Pelea conmigo entonces".
Cap.3 "Amigo no quiere decir perro faldero".
Cap.4 "Es la escena del crimen".
Cap.5 "Tu chico tiene compañía".
Cap.6. "¡Maldita zorra!".
Cap.7 "Tendrás que ver el final".
Cap.8 "Esta no es una pelea de lodo en bikinis, corazón".
Cap.9 "Ya denle su maldito Oscar".
Cap.10 "¿Nunca has visto Friends?".
Cap.11 "Esta noche nunca pasó".
Cap.12 "¿Quien quiere un trago?".
Cap.13 "Yo bebo, bebo".
Cap.14 "Solo no lo beses frente a mi".
Cap.15 "No te verías muy linda en un cajón".
Cap.16 "Aún lo amo".
Cap.17 "¿Quieres jugar al ahorcado, Alison?".
Cap.18 "Greenwood".
Cap.19 "Has que se olvide de mi".
Cap.20 "Que comiencen los juegos del hambre".
Cap.21 "Ya estoy muerto por ti".
Cap 22. "El plan".
Cap.23 "Pasó a mejor vida".
Cap.24 "Las brujas de Greenwood".
Cap.25 "Quédate quieta y nadie morirá".
Cap.26 "¿Quién se ve pálido ahora?".
Cap.27 "¿No tienes un inhalador?".
Cap.28 "Porque ambos te adoramos".
Cap.29 "Hablemos del beso".
Cap.30 "¿Quién tiene el control ahora?".
Cap.31 "¡Libéranos de ser sobrenaturales!".
Cap.32 "Voy a decirte toda la verdad".
Cap.33 "Porque no he dejado de amarte".
Cap.34 "Solo quiero que seas mia".
Cap.35 "Te seguiré amando por la eternidad".
Cap.36 "Tengo un problema de mujer".
Cap.37 "No te merece, es muy idiota para ti".
Cap.38 "¿Tu quieres que yo la asesine?".
Cap.39 "Te amo y es mi única verdad".
Cap.40 "Aceptada".
Cap.41 "¿Que pasa entre Augusto y tú?".
Cap.42 "Celos, querida".
Cap.43 "I kissed a girl".
Cap.44 "Culpen al alcohol".
Cap.45 "Eso si que no me lo esperaba".
Cap.46 "Ese es el vestido".
Cap.47 "Eres parte de mi".
Cap.48 "No quiero vivir en el pasado".
Cap.49 "Estudiando el amor".
Cap.50 "Me encantan los finales felices".
Epílogo
Nota de la autora
Controversia parte III
Especial de Halloween
Especial de Navidad
Especial de San Valentin
Controversia Parte III
Capítulo SORPRESA
Entrevista II
Teorías
BookTrailer
Estreno de Controversia III
Capítulo especial: Augusto y Renata
Cap.1 "Elías no está muerto".
Cap.2 "Tienes que volver atrás".
Cap.3 "Siempre significaría sobrenaturalidad".
Cap.4 "Tenemos que seguir a Reynaldo".
Cap.5 "¿Qué tan peligrosa puede ser?"
Cap.6 "Promete que me buscarás".
Cap.7 "Porque sabía que alguien lo seguía".
Cap.8 "¡Tenemos que volver por él!".
Cap.9 "Yo estaré aquí si despiertas".
Cap.10 "Te prometo que estaré bien".
Cap.11 "El bosque de las ilusiones".
Cap.12 "Si tienes que hacerle daño a alguien, es a mi".
Cap.13 "¿Si el tiempo se nos agota?".
Cap.14 "Un placer pelear contigo."
Cap.15 "Sabes dónde los puedes encontrar".
Cap.16 "Te prometo que aquí estaré".
Cap.17 "Tengo que hablarte de James".
Cap.18 "No juegues conmigo".
Cap.19 "¿He pagado mi deuda?".
Cap.20 "Él iba a volver por ti".
Cap.21 "¿Quién querría asesinar a un vampiro más que yo?".
Cap.22 "Vas a enterarte de cosas que no quieres".
Cap.23 "Prometiste que jamás ibas a tentarme".
Cap.24 "No me has perdonado".
Cap.25 "Los secretos de Hills Town no salen de Hills Town".
Cap.26 "Por Elías, perra".
Cap.27 "¿Entonces fue una visión?".
Cap.28 "Este es nuestro presente ahora".
Cap.29 "Debería estar muerto en este presente".
Cap.30 "¿Vas a extrañar que entre por esa ventana?".
Cap.31 "¡Está muerta!".
Cap.32 "Sin alma, no hay vida".
Cap.33 "Púdrete, Nathan Clarke".
Cap.34 "Juntos hasta el final".
Cap.35 "No nos queda tiempo".
Cap.36 "Para que aprendas a decir la verdad".
Cap.37 "Estuvo aquí".
Cap.38 "¿Crees que tenga magia?".
Cap.39 "A los mentirosos les cortan la lengua".
Cap.40 "Los poderes han cambiado".
Cap.41 "Fue real".
Cap.42 "Yo quiero justicia y la quiero escrita con sangre."
Cap.43 "¡Hay que desenterrarlo!".
Cap.44 "La magia no es tan azar".
Cap.45 "Desaparecido".
Cap.46 "Fue mi culpa".
Cap.47 "Nos salvaste".
Cap.48 "Hay una sorpresa".
Cap.49 "Tal como su madre".
Cap.50 "Nos quedaremos en Hills Town".
Epílogo
Controversia: Parte 4. FINAL.
Cap.1 "Una vida nueva".
Cap.2 "Somos hermanos".
Cap.3 "Entréguense y no habrá venganza".
Cap.5 "La niña del sueño".
Cap.6 "¿Me extrañaste?".
Cap.7 "Los Clarke tenemos otras prioridades".
Cap.8 "Somos todo lo que tenemos".
Cap.9 "¡Arriba los pumas!".
Cap.10 "Te prometo que serás feliz".
Cap.11 "Esa es la verdadera muerte".
Cap.12 "Una guerra comenzó".
Cap.13 "Y ojalá fuese para siempre".
Cap.14 "Si quieres ver, tienes que mostrar".
Cap.15 "Aquí las preguntas las hacemos nosotros".

Cap.4 "¿No te da intriga saber qué se siente?".

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Od sofiagarrido01

El verano había llegado a Hills Town con todas sus fuerzas. O lo que más podía en Minnesota. Bernarda nos había preparado sándwiches y unos refrescos porque no tenía ni las más mínimas intenciones de encender el horno. Los seis mirábamos televisión en la sala.

Renata estaba armando un rompecabezas con Augusto, tirados sobre la madera del suelo. Cato utilizaba su celular, alternando su vista entre él y el televisor cada algunos segundos. Irina estaba totalmente aburrida, desplomada sobre el hombro de Noel. Él estaba intentando quitársela de encima porque tenía mucho calor. Y por último yo, atrincherado en la punta, con un pie arriba y el otro en el suelo. La película era realmente aburrida y no tenía idea de por qué todavía nadie había cambiado de canal.

Irina a mi lado gimió y se movió en su lugar. La observé y noté que tenía una expresión de dolor en el rostro.

—¿Estás bien? —casi le susurré, porque quizá no quería que nadie oyera la respuesta.

—Me duele el estómago —confesó, tomándose de allí con ambas manos.

Bernarda bajó las escaleras y nos giramos hacia ella, porque sabíamos que iba a decirnos algo cuando entró en la sala.

—Renata, vamos. Ya tenemos que ir al dentista —dijo su abuela.

Ella hizo una mueca de disgusto y cuando Berni le dio una mirada de advertencia, supo que no tenía escapatoria. Se giró hacia Augusto frente a ella que le dio una sonrisa reconfortante, sabiendo que nada malo le sucedería.

—Está bien —bufó sin opción y se levantó para salir de la casa—. Solo porque prometiste llevarme por un chocolate y una dona del Café de Stan luego.

—Solo si el dentista dice que no tienes caries —agregó su abuela—. Cato, estás a cargo hasta que vuelva. Por favor, no abran la puerta a nadie y no se les ocurra salir. Si algo llega a suceder, me llaman.

—Entendido —dijo él con un gesto militar en su frente. Asentí con la cabeza, haciéndole saber que probablemente estaríamos en la misma posición cuando volviera dentro de unas dos horas.

—Muy bien. Volveré con donas para todos si encuentro todo en orden —avisó y salió por la puerta.

Estuvimos unos diez minutos más allí, hasta que Noel se hartó. No supe si de la película, del calor, o de Irina cayéndose a su lado.

—Ya me cansé, vamos a hacer otra cosa. Está película es un aburrimiento —espetó girándose al televisor.

—Pero tú la elegiste —agregó Irina, levantando una ceja.

Hacía un par de semanas que Noel le había enseñado a hacer eso y no paraba de utilizar ese gesto para cada oración en la que pudiese implementarlo. Revoleé los ojos, porque yo también estaba aburrido.

—Ya sé pero no creí que fuese tan mala —bufó y tiró el control remoto en el espacio entre Cato e Irina donde él estaba sentado antes—. Vamos a jugar a algo. ¿Qué tal unas escondidas? —preguntó mirándonos a todos.

Augusto se levantó del suelo y bostezó, más aburrido que nosotros y se dejó caer en el lugar de Noel.

—Bernarda dijo que no jugáramos escondidas dentro de la casa. Podríamos caernos por las escaleras —intervino Irina cruzándose de brazos.

—Corrección, podrías caerte de las escaleras. Otra vez —dije señalando el raspón aún rojo de su rodilla.

Él revoleó los ojos, recordando que se cayó de las escaleras por querer esconderse de Cato que corría detrás de él.

—Al menos vamos a buscar algún juego de mesa al ático —insistió y tiré mi cabeza hacia atrás, porque Noel no estaba ayudando.

—Ya te hemos dicho mil veces que Bernarda no nos deja subir al ático solos. Hay cosas sobre magia que tiene miedo que podamos ver aún —le explicó Irina, exasperando con sus manos efusivamente.

—¡Dios, Irina! ¿Por qué estás tan histérica hoy? —preguntó algo molesto y ella se levantó, mirándolo desafiante.

—¡Porque parece que solo intentas molestarme! ¡Ya te hemos dicho que no podemos ver ciertas cosas de magia! —le refutó y la miré raro, porque no recordaba haberla visto nunca tan molesta.

—¡Yo no le tengo miedo a la magia! —casi gritó y al parecer, eso fue lo que hizo que Cato perdiera la paciencia. Porque se levantó y lo miró fijamente.

—Pues en algún momento lo tendrás. Deja de intentar desobedecer a Bernarda, intentamos no hacerlo. Mucho menos cuando ella no está —le espetó Cato.

Irina, Augusto y yo mirábamos fijamente a Noel, esperando que no se enfadara por eso, porque Cato tenía razón. Por suerte, solo dejó salir un largo suspiro.

—Creo que Renata dejó otro rompecabezas más difícil sobre la mesa. ¿Quieren intentar ese? —preguntó con la voz más suave.

Las comisuras de mi boca subieron un poco y agradecí que no haya comenzado una pelea que nadie quería terminar. Cato sonrió e Irina asintió con la cabeza.

—Claro, vamos a hacer eso —animó Augusto levantándose del sofá y todos copiamos su gesto.

Irina se levantó de su lugar y dio dos pasos hacia la cocina, pero el grito de Augusto la detuvo. Los cuatro volteamos hacia él, intentando entender qué sucedía. Él solo observaba fijamente el sofá donde nuestra hermana estaba sentada, dónde parecía haber una mancha. Pequeña y roja. Definitivamente, sangre.

—Mierda —gimió Cato, observando como si no lo pudiese creer.

Nos volteamos a Irina y ella solo clavó su mirada en la pequeña mancha sobre el sofá. Sus mejillas se tiñeron de rosa y se encogió un poco en su lugar. Augusto nos miró de un lado al otro, del mayor al menor, esperando una respuesta. Yo solo la observaba, esperando que la castaña dijera algo. Pero entonces, el caos se desató.

—¡Irina se desangra! —gritó Noel, entrando en pánico al segundo y despertando el miedo en la sala.

—¡Tenemos que llevarte a un hospital! —siguió Augusto, moviendo su brazo de un lado al otro, a pesar de que ella no respondió nada, parecía en shock.

—¡Voy por el botiquín! —avisó Cato y corrió escaleras arriba hacia el baño, casi empujando mi hombro porque yo estaba en su camino, totalmente quieto.

—¡Vamos, tenemos que llevarte con un médico! —continuó Noel, tirando de su brazo para salir de la casa mientras Augusto la empujaba por la espalda.

—Esperen, esperen —grité y corrí hacia la puerta para ponerme contra ella.

Noel y Augusto me miraron desafiantes, casi como si sus ojos pudiesen decir "a un lado o derribamos la puerta". Pero no iba a dejar que cometieran una locura.

—Nathan, muévete. Irina está perdiendo sangre —me espetó Noel, como si yo fuese el causante de que ella se estuviese muriendo.

—Bernarda dijo que no saliéramos, que la llamáramos si algo sucedía —les recordé, intentando eliminar imágenes de cosas malas que podían suceder si salíamos de allí.

—¡Entonces llamémosla! —habló Noel sobre la voz del menor.

—¡Está herida! —me espetó Augusto queriendo abrir la puerta con mi peso delante, pero no tenía más fuerza que yo.

—¡Ay! —se quejó Irina, retorciéndose en su lugar. Y no supe si fue por su dolor de estómago, porque ambos apretaban muy fuerte sus brazos o por la herida que al parecer tenía de pronto.

—¡Ya estoy aquí! ¡Nosotros taparemos la herida! —gritó Cato, bajando las escaleras. Quiso saltearse el último escalón y tropezó, trastabillando un poco.

—¿Siquiera sabes lo que haces? —le pregunté confundido, tomando su brazo deteniéndolo mientras Noel y Augusto la llevaban a una silla de la cocina.

—Situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas —contestó entrando a la cocina. Abrí los brazos con los ojos abiertos, sin entender qué pretendían hacer.

—No debí empujarte en el patio, solo estábamos jugando, no creí que te haría daño —comenzó Noel casi llorando.

Le di una mirada de extrañeza, porque claramente, esto no era su culpa. No había manera que un empujón causara sangre tres horas después.

No estaba asustado, por el contrario, yo parecía ser el único en calma. Porque no creía que tan poca sangre fuese algo realmente grave, pero como todos desconocíamos de dónde venía, mis hermanos entraron en pánico.

—Un momento —balbuceó Irina de pronto, saliendo de su shock—. ¡Paren, paren! —gritó cuando todos estuvimos allí.

Noel la ayudó a sentarse sobre la mesa y Augusto sostenía su mano, que podría haberles dado un manotazo si no fuese por él. Cato revisaba el botiquín, intentando descifrar para qué servía cada cosa y yo solo saqué mi teléfono, porque la única salida era llamar a Bernarda.

—¡Estás herida! —le espetó Noel, gritándole en la cara.

—Llamaré a Bernarda —dije obteniendo la atención de todos que me miraron un segundo y volvieron a lo suyo.

—¡No, no es necesario! —gritó Irina, moviéndose e intentando zafarse del brazo de Augusto que la sostenía.

—Pero estás perdiendo sangre —dijo él a su lado, sin entender nada.

—¿Deberíamos coserla o solo vendarla? —preguntó Cato, sacando un hilo y una aguja.

Los cuatro lo miramos con los ojos abiertos de par en par y muecas de sorpresa, creyendo que quizá él iba a animarse a coser una herida.

Y allí fue cuando Irina salió por completo de su estado de shock, que al parecer la tenía en vulnerabilidad. Pero se fue a la basura al reaccionar. Porque volvió a ser ella en todos los aspectos.

—¡Agh! ¡Ya suéltenme, malditos lunáticos! —gritó y se soltó de los brazos de Noel y Augusto para saltar de la mesa hacia el suelo—. ¡No me estoy desangrando, idiotas! ¡Acabo de tener el periodo! —chilló molesta, quitándose el cabello pegado en el rostro.

—¿El qué? —preguntamos los cuatro al mismo tiempo.

Cato bajó la aguja y la dejó lentamente en el botiquín. Noel y yo nos dimos una mirada confundida mientras Augusto negaba con la cabeza.

–¿Qué es eso? —preguntó el menor y ella solo soltó un suspiro.

—Les explico luego pero ahora cálmense. Bernarda ya habló conmigo de esto y es normal —explicó.

—¿Es normal que te desangres? —preguntó Noel, abriendo los ojos, preocupado.

Revoleé los ojos, ante su exageración y mi hermana negó con la cabeza, mirando hacia el suelo por un segundo.

—Solo es un poco de sangre una vez al mes, durante algunos días. Por eso me duele aquí —avisó y volvió a sobarse el estomago.

—¿Y cómo ayudamos? —preguntó Cato, encogiéndose de hombros. Irina esbozó una sonrisa suave.

—Solo eviten molestarme más de lo normal durante estos días, ¿sí? —preguntó y le sonreí, asintiendo con la cabeza.

—¿Cómo sabremos cuando lo tengas? ¿Nos dirás? —le pregunté, porque no quería ser el causante de su furia.

—Oh, no será necesario. Se van a dar cuenta —dijo con algo de diversión en su rostro.

Los cuatro nos miramos con algo de pánico, otra vez. Pensando que el período podía hacer que Irina se volviera un diablo personificado.

—Pero si en realidad quieren ayudarme ahora, tengo que cambiarme de ropa —habló y todos la miramos expectantes—. ¿Alguien puede limpiar el sofá por mi?

—Yo lo haré —dijo Cato al instante.

—Yo voy contigo —avisó Noel, siguiéndolo para tomar una esponja y un rociador. Ambos salieron de la cocina hacia la sala.

—¿Necesitas algo más? —pregunté, esperando poder ayudar en algo.

—Gusto, ¿puedes llevarte el botiquín arriba? —preguntó cerrándolo y dándoselo.

—Si, claro —respondió y subió escaleras arriba, algo me dijo que no quería que Augusto escuchara lo que iba a pedirme.

—Nate, no sé que me pasa. No se si es esto del periodo, pero quiero llorar todo el tiempo y que mi estomago duela empeora todo —se quejó, tironeándose del cabello.

—Ey, tranquila —le dije tomando sus muñecas para que no se lastimara—. Cuando me lastimé la pierna, Bernarda me dio una pastilla para el dolor, seguro pueda darte una también. Y si quieres llorar, sólo hazlo. Sabes que nosotros estamos aquí para ti —dije para abrazarla.

—Gracias Nathan —susurró y noté que su voz se quebró cuando las lágrimas salieron.

Recuerdo que luego de que Irina se cambiara de ropa, prefirió mejor darse una ducha. Luchó con las compresas un buen rato y luego bajó a la sala, donde la esperábamos los cuatro. Sentados uno al lado del otro. Bernarda llegó con Renata para encontrarnos en la misma posición, mirando otra película diferente pero casi tan aburrida como la primera.

Nos dio una bolsa de donas para compartir y allí fue cuando Irina reclamó lo suyo. Desde ese entonces, supimos que íbamos a tener que tener cuidado con Irina durante esos días. Porque nadie pudo decirle que no a la niña de cabello castaño y ojos claros cuando preguntó: ¿me dan sus donas? Y nadie quería descubrir qué pasaría si la respuesta era no.


**


Entramos en clases uno detrás de otro. Noel ocupó el lugar vacío junto a Cato mientras que yo seguía en el lugar junto a Irina. Los cuatro, en la parte de atrás del salón. Solíamos hacer los trabajos en equipo juntos, porque estábamos acostumbrados a ser solo nosotros. Los dos chicos que teníamos delante de nosotros no eran nuestros amigos, pero solían saludarnos o a veces preguntarnos qué había dicho el profesor.

—Alumnos, hoy nos visitan dos estudiantes de medicina para tener una pequeña conversación educativa. Será mejor que presten atención, porque habrá un examen sobre esto —advirtió la profesora, cuando un chico y una chica entraron por la puerta, ambos de veintitantos de años.

—Será mejor que prestes atención —me susurró Irina, acercándose a mi.

Desvié mi vista del cuaderno donde escribía y la miré. Ella me hizo una mueca, sabiendo que tenía razón y bufé, porque sí la tenía. Lo cerré desganado y dejé el bolígrafo sobre mi mesa.

—Gracias por esa presentación, profesora —habló el chico y ambos se posicionaron en el frente del pizarrón—. Estamos aquí para darles una charla sobre información sexual que creemos que todos deben saber a esta edad.

—Para eso, hemos traído algunas diapositivas para que podamos aclarar todas sus dudas. Primero y principal, vamos a hablar de las funciones y propósitos de los aparatos reproductores masculino y femenino.

Me desplomé en mi asiento y apoyé mi mentón en mi mano, esperando poder prestar atención durante toda esa hora. Algunos chicos comenzaron a reír en algún punto de la charla, pero la profesora supo callarlos para que los estudiantes pudiesen seguir hablando en paz.

—Vamos a hacer una pequeña actividad. Cada uno de ustedes, va a tomar un papel y va a escribir una pregunta anónima sobre el tema. Vamos a pasar esta bolsa y todos deben dejar su papel dentro, a pesar de que no hayan escrito nada.

—Preguntas serias, por favor —dijo la profesora a ese grupo de cinco idiotas que no paró de reír en toda la clase—. Vamos, escriban —animó.

Rompí un papel de mi carpeta, tomé mi bolígrafo y pensé por una pregunta. La verdad era que ya había oído mucho de esto en la casa de Bernarda. Ella siempre se encargó de mantenernos informados sobre cada uno. Así que ya sabía lo que nos iban a decir antes de esa clase, pero no se me ocurría ninguna duda para preguntar.

—¿Qué vas a preguntar? —preguntó Irina a mi lado, encogiéndose de hombros.

Me giré hacia ella y noté que en realidad, se había girado hacia nuestros dos hermanos detrás de nosotros.

—Ni idea —respondió Cato riéndose.

—Yo tengo una duda —habló Noel y me volteé en mi lugar, para poder verlo como mi hermana—. El preservativo puede romperse si está mal colocado, ¿podrá repararse? —preguntó intrigado.

Mi ceño se frunció un poco al igual que el de Cato y mi hermana abrió la boca para contestar, pero no dijo nada. Pero era obvio que los tres pensábamos lo mismo: no.

—Creo que no —dijo ella y soltó una risa.

—Noel, usas otro, por Dios —respondí obvio y Cato negó con la cabeza, sin poder creer la pregunta de su hermano.

—Por las dudas voy a preguntar eso —me dijo Noel levantando las cejas y escribió en su papel.

—Yo tengo otra —dijo Cato y lo miré—. Dijeron que estaba bien masturbarse, tocarse a uno mismo y todo eso, pero... ¿está mal no hacerlo? —preguntó pensando y me miré con Irina que levantó las cejas, sin saber la respuesta.

—No lo sé, supongo que no —le respondí—. Al fin y al cabo, es tu propio cuerpo —dije encogiéndome de hombros y él ladeó la cabeza, pensando la probabilidad de esa respuesta.

—Voy a preguntar qué tan tarde puede llegar el periodo —habló Irina revoleando los ojos.

—Pero si eso ya lo sabes, ya lo tuviste hace como dos meses —intervino Cato y asentí con la cabeza.

—Es que no sé que otra cosa preguntar —acotó moviendo las manos.

—Piensen, algo se les va a ocurrir —dijo él, bajando la cabeza para escribir en su papel. Ella y yo nos volvimos hacia adelante en nuestros asientos para pensar una pregunta. O fingir pensarla.

—Vamos, esto no es un tema tabú hace mucho. Todos tienen derecho a saber y tienen que estar informados. Recuerden que las preguntas son anónimas, contestaremos todas —habló la chica y mi hermana pareció recordar una duda, porque comenzó a escribir. Mientras que yo seguía pensando mirando el techo.

Entonces una duda pasó por mi mente y la escribí, preguntándome si no tenía la respuesta en algún rincón de mi cabeza. Pero no, así que doblé mi papel y lo retuve en mi mano hasta que la chica pasó la bolsa cerca de nosotros. Los cuatro dejamos los papeles dentro y esperamos a que la chica volviera al escritorio. Los dos estudiantes tomaron papeles de la bolsa.

—¿Duele siempre o solo la primera vez? —leyó la chica y dejó el papel sobre el escritorio—. Hay chicas a las que no les duele ni siquiera la primera vez y otras a las que puede dolerles varias veces. Pero no va a doler por siempre, lo prometo.

—¿El tamaño del pene es realmente importante? —leyó el chico mientras la chica tomaba otro papel—. Esto depende mucho del criterio propio, lo descubrirán cuando tengan experiencia.

—¿Es realmente necesario que haya sentimientos de por medio? —leyó ella y me enderecé en mi lugar, porque esa era mi pregunta—. En realidad, no. Hay gente que lo hace solo por placer. Pero son valores que intentamos no animar, porque de allí vienen los accidentes, las enfermedades y a veces, la violencia con gente desconocida.

La charla terminó después de casi veinte preguntas más allí fue cuando pudimos salir al recreo. Todos corrieron lejos para poder jugar un rato con el balón o simplemente, huir del salón un buen rato. Nosotros salimos uno detrás de otro, caminando hacia nuestro rincón de siempre.

—¿Cambiaste tu pregunta? —le dije divertido a Irina y me miró con algo de pánico.

—No, yo... ¿Por qué? —preguntó afilando sus ojos en mi.

—Porque ninguno de los dos estudiantes leyó tu pregunta. Dime, ¿qué preguntaste? —indagué y negó con la cabeza.

—No te diré, era anónimo —se defendió y la miré de reojo.

—Vamos, tenemos confianza. Eres mi hermana, ¿o no? —inquirí.

Pareció pensarlo durante unos cuantos segundos, porque se mordió el labio y observó hacia adelante, donde Cato y Noel ya charlaban de otra cosa, esperando que no la escucharan.

—Pregunté si había que tener una cierta edad para la primera vez —admitió encogiéndose de hombros.

—¿Qué? ¿No estarás pensando en...

—No —me interrumpió al instante, negando con la cabeza—. No, claro que no. Además, ¿con quién? —preguntó casi riéndose y la miré de soslayo.

—¿Qué estás tramando? —indagué afilando mis ojos en ella.

—Nada, solo es simple curiosidad. ¿No te da intriga saber qué se siente? —preguntó de pronto y abrí mis ojos, como si la creyera una loca salida del manicomio.

—No y no creo que tu tampoco quieras arriesgarte a cualquier cosa. Sabes que un mínimo descuido podría ser grave.

—Nathan, hemos tenido una infancia muy distinta. Tu siempre has tenido a tu familia allí para decirte lo que es peligroso. Yo no, yo tuve que quemarme para saber que el fuego quema, nadie me lo advirtió.

—Pero ahora sí tienes una familia que te cuida y no dejaré te arriesgues a un embarazo no deseado por simple curiosidad. Irina, promete que no harás idioteces —dije totalmente serio, porque entendía la gravedad del asunto.

—No lo haré, te lo prometo —respondió con el rostro serio igual que yo.

—¿Y por qué no te creo? —agregué ladeando la cabeza, pensando que podía llegar a desobedecer.

—Porque no quieres hacerlo —respondió con una pequeña sonrisa que no seguí—. De verdad, Nate. No haré nada por ahora.

—Apenas cumpliste doce, ¿podrías esperar a tener, no se, quince? —intenté persuadirla de no hacer nada de lo que pudiese arrepentirse. Pero yo ya conocía a Irina, ella solo hacía lo que tenía en mente.

—Catorce tal vez —respondió divertida pero no me reí, así que borró su sonrisa—. Está bien —accedió.

Rodeé sus hombros y la atraje hacia mi, porque de verdad la sentía como mi hermana de sangre. Ella siempre estaba allí para todos nosotros, para mi. Era mi hermana de verdad y no podía no preocuparme. No querer cuidarla, no querer protegerla. Un instinto en todos despertaba cuando se trataba de ella. Quizá también era porque Irina era la única mujer de los hermanos Clarke, pero no por eso era indefensa. Ella sabía cuidarse bien, o eso esperaba yo.


**


Bernarda sirvió la cena alrededor de las nueve y media de la noche. Todos estábamos jugando a ese juego en el que debes actuar una película y tu equipo debe adivinarla cuando nos avisó que ya estaba la comida. Nos sentamos cada uno en una silla y comenzamos a comer.

—¿Qué tal la escuela hoy? —preguntó Bernarda.

—Estuvo bien, el entrenador dijo que fui el más fuerte de la clase hoy —habló Cato y ella le sonrió.

—Yo reprobé historia —susurró Noel por lo bajo, revolviendo su comida, pero ella igual lo escuchó.

—Oí eso, deberás estudiar más y ver menos televisión mientras tus hermanos estudian —le reclamó Bernarda—. ¿Irina? —preguntó.

—Yo... Creo que hice una amiga —avisó y todos la miramos algo sorprendidos.

—¿Cómo? —preguntó Augusto, negando con la cabeza.

—Mejor dicho, cuándo. Siempre estás con nosotros —intervine con una sonrisa y ella revoleó los ojos.

—Pedí ir al baño en horario de clases y una chica estaba allí, peinándose. Parecía luchar de verdad con su cabello, así que solo le ofrecí mi ayuda y estuvimos un rato charlando —explicó para beber de su vaso.

—Yo estuve todo el día escribiendo —comentó Renata, como cansada de los ejercicios que su abuela le daba.

—Si, aún te falta practicar pero lo estás haciendo bien —la felicitó Bernarda y su nieta le sonrió cuando acarició su cabello rubio—. ¿Qué hay de ti, Nathan? —me preguntó.

—La bibliotecaria me dejó llevarme un par de libros porque me vio leyéndolos algunos recreos —le conté y ella sonrió.

—Eso es genial, solo no olvides devolverlos —agregó y asentí con la cabeza—. Bueno, visto y considerando que todos han tenido un buen día y que por lo visto, están madurando muy rápido, a partir de mañana, podrán ir solos a la escuela.

—¿Qué? —pregunté, pero al parecer, la voz de alguien sonó sobre la mía. Si, la de Irina, Cato y Noel.

—Así es. Les prepararé el desayuno y saldrán solos por esa puerta. A las doce del mediodía es su horario de salida, están a solo ocho cuadras. Si para las doce y media no están aquí, volveré a llevarlos e irlos a buscar. ¿Entendido? —preguntó mirándonos a todos.

Me giré para verlos a ellos, que también parecían asombrados y confundidos a la vez, por eso nadie estaba diciendo nada.

—Si —balbuceé, para que supiera que la estábamos escuchando y que habíamos entendido a la perfección todo su pedido.

—Claro que si —agregó Cato y Bernarda nos sonrió.

—Ahora sí podrán llevarse sus celulares. Ya no es un premio, es una orden. Necesito poder contactarlos dónde sea que estén. Y si algo llega a pasar... —dejó la frase inconclusa.

—Te llamamos —terminamos los cuatro su oración al mismo tiempo. Sonrió satisfecha, sabiendo que después de tantos meses de repetirlo, había tenido impacto en nosotros.

—Uh, alguien va a ser una niña grande —comentó Augusto, molestando a Irina, tironeando de su cabello con una sonrisa.

—Ya deja mi cabello, niño —le espetó ella, con la nariz fruncida y los ojos molestos, dándole un manotazo.

—Augusto, ya deja a Irina en paz —usó ese tono de advertencia y él solo escondió sus manos en sus piernas con una sonrisa pícara.

Aún recuerdo la mañana siguiente. Salimos de la casa de Bernarda los cuatro juntos. Noel y yo en las puntas, como siempre. Cato a su lado e Irina del mío. Siempre caminábamos en ese orden cuando íbamos a la escuela y no fue diferencia que Bernarda no nos acompañara.

Nos pusimos de acuerdo para encontrarnos en la esquina de la escuela a las doce y cinco, más tardar y diez, para poder volver todos juntos. Pero no sucedió cuando Irina tardó más de lo normal. Los tres la esperábamos impacientes en la esquina, moviendo los pies y mirando las horas en los celulares.

—Tenemos que comprarle un celular a esa niña —comentó Cato y asentí con la cabeza.

—¿Dónde diablos está? —pregunté, viendo que ya eran las doce y diecisiete.

—¡Ahí viene! —dijo Noel.

Ella salió del tumulto de gente que había en la puerta de la escuela y corrió hacia nosotros con su mochila en la espalda.

—¿Dónde estabas? —preguntó él, negando con la cabeza.

—Tuve que ir al baño por...

—Nos cuentas en casa —interrumpió Cato, tomando su brazo y comenzando a correr hacia la casa de Bernarda.

Ese día, corrimos como nunca pero llegamos a horario. Una cuadra antes, nos detuvimos para arreglarnos el cabello y fingir que no corrimos las ocho cuadras. Bernarda jamás lo supo pero prometimos no ser impuntuales, porque poder ir y volver solos a la escuela, era una de las primeras libertades que teníamos.


**

Nota de la autora: Aparecí, de la nada como siempre. Espero les esté gustando esta historia!

Gracias por leer, votar y comentar❤️

Besos sobrenaturales,

Sofi Garrido

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