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By stargaryen_b

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By stargaryen_b

Capítulo nueve
Parte dos.

Sweetbeak

✦ ˚ * ✦ * ˚ ✦

— ¡Sirius, es genial! —exclamó Peter maravillado.

Pronto, Roselind, Remus y James comenzaron a reír junto a Sirius que, era rodeado por su patronus, al parecer tan juguetón cómo él.

— ¿ Y bien? ¿Quién me explica porque soy un perro? — preguntó entre risas el mayor de los Black.

Remus tomó la palabra.

—Si serás tonto. Es obvio. Los perros son animales de casa, fieles y juguetones. Cómo tú que eres un flojo, travieso y leal a tus amigos. Se hacen escuchar, tú mi querido amigo, eres incapaz de estar callado, tienes por ley que hacerte notar. vierte seguridad, presencia y entusiasmo, como los perros, demuestras todos tus sentimientos aun cuando no deseas hacerlo. Eres el compañero más fiel y el amigo más noble.

—Además el perro es por excelencia el lobo domesticado, astuto e inteligente. Fiero, salvaje, pero elegante y exótico —prosiguió Roselind—. El símbolo del perro es la obediencia, que en ti es escasa pero se manifiesta de otras formas, la lealtad, la seguridad y la protección. Eres capaz de saltar al lago por mí, de ir a detención una y otra vez por James, de buscar un hombre lobo y exigir cuentas por la condición de Remus, de hechizar a todo el castillo o hasta McGonagall si alguien molesta a Peter.

—Los perros tienen una alta capacidad para entender y son intuitivos, muchas veces llamados presagiadores de la muerte, tú por ejemplo, ya sabías que alguien me gustaba —continuó James—, lo intuiste toda la semana aunque no supieras quién; sabías lo de Remus, notabas sus ausencias marcadas, sus rastros al mentir y eres capaz de saber muchas cosas más.

—Además eres bueno con el olfato —se mofó Peter sin poder evitarlo.

—Eres un perro Sirius, tú nombre lo dice, Sirius. La estrella Sirio es la más brillante de la constelación del Can mayor, todo estuvo ahí, sin que nos diéramos cuenta —le explicó Roselind emocionada.

Sirius dejó de acariciar su patronus ante lo dicho por Roselind. No quería darle motivos para que se burlara.

—Bueno, como todo yo, mi patronus también es genial y si esa es mi forma animaga, no hay duda, seré increíble. Vale, ¿qué esperas, Rosie? —le preguntó a ella.

—Que siga James. Lo mejor es para lo último —sonrió algo evasiva.

James la miró intrigado, pero Sirius siguió hablando viendo a los patronus.

—Vamos, cuatro ojos. ¡Apresúrate o se hará de día! Estos pequeños animales no se han esfumado, pero si se tardan más, claro que lo harán.

James sonrió. Había pasado todo el rato tratando de evocar un recuerdo lo suficientemente poderoso, pero al final, alguien se atravesaba en sus memorias.

Lily Evans, no acaba de salir de su mente, haciendo que su corazón se acelerara como si una estampida de hipogrifos galopara en su interior.

—Bueno, aquí vamos —susurró. Alzando la varita y cerrando los ojos, se concentró. El recuerdo más feliz que tenía, una noche atrás, una sola escena, que le robaba sonrisas, que lo hacía suspirar y al tiempo reír.

La sala común estaba repleta, a esa hora, muchos alumnos aprovechaban para juntarse, hacer los deberes o simplemente pasar un buen rato. Bajaba por las escaleras, buscando a sus cuatro amigos, cuando al pie de las mismas, se detuvo sin más.

Al fondo, un grupo de primero hacía los deberes, en las mesas, chicos de segundo se ponían al día con las tareas atrasadas y en varios sofás, chicos de grados superiores se pasaban los chismes más recientes o jugaban a los naipes o el ajedrez. Pero en la chimenea, en el sofá principal, estaban los cuatro.

Sirius con su cabello hasta los hombros, sus ojos grises juguetones y su risa alborotadora. Roselind con sus pecas, sus ojos azules inocentes y su sonrisa traviesa. Remus con la cara arañada, la sonrisa tímida y el semblante pálido. Peter, con su sonrisa de niño tonto, su cabello picándole los ojos y su siempre encorvada postura tímida y asustadiza. Sus cuatro hermanos. Sus amigos. Por los que daría la vida, por los que embrujaría a cualquiera, por los que se lanzaría desde un hipogrifo al lago negro o por los que recibiría sin chistar alguna maldición imperdonable.

Los Merodeadores... Sus merodeadores incondicionales e irremplazables.

Y justo al lado, en el sofá siguiente, charlando animadamente con Alice, Marlene y Mary, estaba Lily. La chica de cabellos rojos, de ojos verdes y carácter indomable. La mujercita de catorce años que le gustaba tanto como la llegaba a detestar. Y es que Lily se hacía querer, era hermosa y dedicada, era sincera, era alegre, era entusiasta y era valiente. Era una Gryffindor desde la raíz del pelo hasta la punta del pie, era de corazón puro y de espíritu indomable.

Era fuerte, audaz, astuta. Era poderosa. La primera de la clase, la mejor en Pociones, la mejor en ganar puntos. Con su varita, James había visto como transformaba a su lechuza "Platón" en maleta, había visto como aturdía a un alumno en una práctica de Encantamientos y cómo conjuraba adornos navideños para ayudar a Flitwick a adornar el aula.

De repente, los demás se esfumaron y entonces solo fueron visibles, Sirius, Roselind, Remus, Peter... Y Lily. Sus hermanos, sus amigos, sus acompañantes fieles e incondicionales y la chica chica que quería, la que lo emocionaba. A la que detestaba, admiraba, a la que simplemente estaba comenzando a adorar.

Y así, con el cuadro perfecto de sus hermanos y su primer amor en la mente, James movió sutilmente su mano, con la sonrisa bien tatuada en los labios y el corazón latiendo de alegría.

¡Expecto Patronum! —pronunció y cómo con Sirius, su varita tampoco dejó salir volutas de humo y en vez de eso, algo más comenzó a surgir.

Primero era imposible saber que era, luego se volvió más complicado aún, pero cuando se hubo formado del todo, lo que los Merodeadores vieron, los dejó impresionados. De la varita de James, una hermosa cornamenta había comenzado a formarse, primero, las puntas, luego las astas enteras y finalmente, un hocico delgado, un cuerpo esbelto, pero fuerte. Una pose imperial, una presencia digna y un ciervo esplendoroso que dejó las bocas de Sirius, Roselind, Remus y Peter bien abiertas.

Ni más ni menos, el glorioso James Potter tenía por patronus, un hermoso ciervo plateado. De astas enormes, de cuerpo perfecto, una representación asombrosa y una forma digna de ser elogiada. Con una sonrisa, James contempló su patronus y como sus amigos, quedó maravillado.

—Un ciervo. Mi patronus es un ciervo —susurró asombrado, pero sonriente.

—Jimmy, te lo ganaste, me has impresionado —le dijo Sirius—. ¡Un ciervo! Un gran ciervo.

—Estoy anonadado, ¿por qué un ciervo? —preguntó James.

—Bueno... eso es muy fácil —respondió Peter en una sonrisa—. En América, los ciervos representan el árbol de la vida y el renacer, es decir el inicio. Tú, James, que eres hijo único, fuiste el inicio de la familia de tus padres, el hijo que llegó a iluminar sus vidas.

—Y fuiste nuestro inicio —continuó Remus—, conociste a Sirius, Roselind, Peter y luego a mí en el tren... tú eres el que nos unió a los cinco. Igualmente, los ciervos son animales sumamente bellos y de movimientos gráciles, se consideran débiles por la apariencia, pero no lo son pues poseen una fuerte cornamenta que usan en densa y a ataque, cómo tú que llevas gafas y eres a simple vista un muchacho bien cuidado y mimado, muchos pensaron que eras un chiquillo incrédulo y que tu actitud es más símbolo de debilidad...

—Pero no lo eres —sonrió Roselind, muy segura de lo que diría a continuación—. Eres un chico muy valiente y muy decidido, además de temerario. Hechizas a diestra y siniestra sin fallar, manejas magia muy compleja y te bates en duelo con eficacia y una perfecta ejecución. Eres todo, menos débil.

—Cierto Jimmy —siguió Sirius—. Los ciervos con considerados guías y mensajeros, simbolizan devoción e inocencia, virtud, buena fortuna, pasión, fidelidad y nobleza, pureza y creación, todo lo que tú eres. Lo que tú llevas a dónde vas.

—Y eres fiel no solo a nosotros, sino a todo en lo que crees, eres un mago excepcional, virtuoso, llevas buena vibra y buena fe. Lily descubrirá cuando te acepte que también eres pasión pura, porque tu corazón es puro y bondadoso, eres rico pero noble, porque no distingues por sociedad, así mismo repudias a los que lo hacen —agregó Roselind.

—Y por si fuera poco —volvió Remus—. En el zodiaco chino, los nacidos bajo la constelación del ciervo se asocian a enemistarse con los nacidos en la constelación de Serpiente, lo mismo que tú reflejas con los Slytherin, así mismo, se les llama protectores de la luz, que sería equivalente a tus defensas por Gryffindor, tus ideales y principios, porque además, los ciervos, simbolizan también la luz ante las tinieblas y más de una vez, tú has sido esa luz para nosotros. Cuando supiste de mi condición te quedaste a mi lado, apoyaste a Sirius y Roselind con sus familias sin siquiera conocerlos de mucho tiempo, has protegido y guiado a Peter como nadie más habría hecho.

—Nunca creí que pensaran todo eso de mí —susurró James.

— ¿Qué podíamos pensar? —cuestionó Peter—. Ya lo dijeron, tú nos uniste, somos los merodeadores gracias a ti.

—Siempre has creído en nosotros, siempre nos apoyas y siempre miras por nuestro bienestar —le recordó Remus—. Eres el mejor amigo que cualquiera desearía tener.

—El hermano que siempre desee tener —musitó Roselind.

—Y la pesadilla que cualquier Snivellus desea no encontrar —se mofó Sirius, ganándose una carcajada grupal—. Bien, finalmente quedas tú, Rosie.

Roselind dejó de reír y finalmente se separó del alfeizar. Bajo los brazos, con la varita ya en mano. Era la mejor en Encantamientos, no podía fallar, no cuando sus amigos ya habían mostrado cuatro Patronus diferentes.

No había pensado con anterioridad ningún recuerdo feliz, por lo que empezó a buscar en sus recuerdos. Pensó en sus primeros años de vida, sin mucho entusiasmo. No tenía recuerdos con su madre porque había muerto poco después de su nacimiento; no recordaba haber compartido ningún momento feliz de padre e hija con su progenitor, solo recuerdos de lo mucho que la despreciaba; y los pocos momentos en los que fue feliz con sus hermanos, ya no eran lo suficientemente fuertes porque eran opacados por los tristes.

La verdad era que, nunca había tenido tantos momentos felices hasta conocer a sus amigos. Nada la hacía más feliz que sus cuatro Merodeadores.

Cerró los ojos, sonrió y recordó uno en especial.

En su tercer año en Hogwarts, en una de las últimas semanas de su estadía, Roselind tuvo una fea pelea con Rabastan. Nunca peleaba con Rabastan; si con su padre y Rodolphus, pero no Rabastan. No recordaba porqué habían empezado a discutir, no importaba ya... Solo recordaba que ambos se habían herido con horribles palabras. Fue tan triste. Tanto que Roselind se aisló así misma y desapareció casi un día, faltando a todas sus clases y comidas, lo cual era grave.

A la noche, de regreso a la sala común, Roselind se encontró con Sirius, James, Remus y Peter esperándola con ansiedad alrededor de la chimenea.

Sirius se levantó de la silla.

— ¡¿Dónde has estado?! —exigió.

— ¡¿Cómo te desapareces así?! ¡Sin avisar! —le recriminó James.

Le recordó a Roselind tan fuertemente a un matrimonio de padres que tuvo que contener la sonrisa. Remus dejó caer El Profeta, el cual destacaba otra Marca Oscura brillando en la primera página. Suspiró, desviando la vista rápidamente de la marca.

—Ros, ¿estás bien? —preguntó preocupado—. ¿Hay algo que podamos hacer por ti?

—Lo siento, no les dije a dónde iba —dijo Roselind, hundiéndose en la silla desocupada al lado de Peter, tratando de no mirar los ojos de sus amigos. Ni siquiera tenía ganas de hablar, lo cual era mucho más grave—. Necesitaba estar sola, pero ya estoy bien —los tranquilizó con una pequeña sonrisa.

— ¿Quieres hacer algo? —le preguntó Sirius, después de intercambiar una mirada con los demás.

—No realmente —musitó.

—Vamos, Rosie. Podríamos ir a molestar a Snivellus.

—No tengo interés en molestar a Snape, Sirius.

—Podríamos colarnos en las cocinas. Podríamos enemistarnos con los retratos. Podríamos tratar de tocar una rama del sauce boxeador —siguió sugiriendo Sirius.

— ¡¿Estás loco, Sirius?! —se exaltó Remus, ante la mención del sauce boxeador.

—... Podríamos ir al Bosque Prohibido.

Hubo una larga pausa por parte de Roselind.

—En realidad, eso suena divertido —dijo finalmente.

— ¡Sí! ¡Lo sabía! —gritó Sirius—. ¡En ese caso, vamos Rosie! Jimmy, Rem, Pete, muevan sus traseros.

◇◇◇

Es el 11 de febrero de 1973 —susurraba Sirius—, y estamos presenciando el enfrentamiento más épico de este siglo. La famosa jugadora de Quidditch, Roselind Lestrange, se ha enfrentado cara a cara con un peligroso hombre lobo...

— ¡Oh, vamos! —se quejó Remus.

—Un hombre lobo muy peligroso que se queja mucho —acotó James, siguiéndole el juego a Sirius.

— ¿No puedo ser el hombre lobo bueno y noble que salva al grupo de niños aterrorizados de sus garras malvadas?

— ¡Oh, y Roselind podría ser la peligrosa jugadora de Quidditch que es una mortífaga secreta! —añadió Peter.

— ¿Quién ha oído hablar de una malvada jugadora de Quidditch? —resopló James.

—Bien. Mal jugadora de Quidditch, buen hombre lobo. Y Peter puede ser los niños aterrorizados. Ese, al menos, es creíble. Ahora, antes de que me interrumpieran tan groseramente... 11 de febrero de 1973. La famosa jugadora de Quidditch, Roselind Lestrange, se encontraba cara a cara con un hombre lobo héroe...

— ¿Tengo que ser un hombre lobo en absoluto? —lo volvió a interrumpir Remus—. Podría ser un Auror de renombre mundial.

—Bien. La malvada jugadora de Quidditch, Roselind Lestrange, se ha encontrado cara a cara con el mundialmente famoso Auror, Remus Lupin —la castaña cobriza puso los ojos en blanco ante la dramática voz de locutor de Sirius—. Roselind Lestrange estaba amenazando a un niño aterrorizado, que se escondía junto a un árbol... ¡No Jimmy, eres un árbol! ¡No debes moverte así! ¡Peter no te rías, estás aterrorizado!

Para ese punto Roselind, ya no pudo contener la risa. Los chicos eran unos tontos... pero eran sus tontos.

Esos cuatro chicos, que trataban de hacerla reír, se habían convertido en lo más importante de su vida. Remus, con sus cabellos castaños como el chocolate que tanto le gustaba, su sonrisa tímida y sus relucientes ojos ámbar que la mayoría del tiempo parecían dorados; Sirius, sus cabellos negros como el carbón, cayendo en una cascada con una inusual gracia y elegancia y sus ojos grises, brillantes y picaros; James, el azabache despeinado por naturaleza con sus gafas de montura cuadrada bien puestas sobre el puente de su nariz, afilada y recta, su sonrisa galante y socarrona brillaba cual snitch dorada; y Peter, con su cara algo redonda y mirada inocente, de ojos claros y semblante risueño, tan radiante y despreocupado cuando estaba con ellos cuatro, obteniendo hasta un halo de rebeldía y estilo.

Se dio cuenta que ya no estaba más sola, que ellos nunca la lastimarían como lo hacían en su casa. Ellos eran sus amigos... su nueva familia. Por los que daría la vida, sin dudar. Por los que se enfrentaría una y otra vez a su familia, por los que saltaría al lago negro o por los que recibiría sin pestañar alguna maldición imperdonable.

Ellos eran su felicidad.

¡Expecto patronum!

Lo consiguió perfectamente sin ninguna voluta de humo.

Una pequeña figura salió volando de la punta de su varita y se puso a dar círculos por encima de sus cabezas, recorriendo toda la torre. Todos los ojos se fijaron en el colibrí plateado que volaba con sorprendete rapidez. Peter empezó a aplaudir emocionado, mientras que Roselind tenía la boca media abierta incapaz de decir nada.

No fue así para Remus, Sirius y James.

—Bueno, tampoco me sorprende —dijo Remus, logrando que despegara su mirada de su Patronus. Estaba confundida—. Se dice que el colibrí trae amor como ninguna otra medicina puede hacerlo. Es amor, protección. Es la alegría incansable de vivir, optimismo y energía positiva como tú, Roselind. Eres el corazón y la vitalidad del grupo. Tu encanto está en tu manera y forma de ser, la que cautiva a cualquiera, haciendo tan fácil quererte. Ves lo bueno de la vida a pesar de todos tus problemas, y eres capaz de superar tan rápido la amargura, que es sorprendente. Disfrutas del presente, y encuentras la felicidad en aquello que hacemos, dominando el vuelo de la vida.

—A pesar de su tamaño, el colibrí es capaz de realizar las hazañas más increíbles. Justamente, es la única ave que vuela hacia atrás y puede frenar en seco aun volando a gran velocidad, y algo que solo la mejor buscadora de Quidditch de Gryffindor puede hacer —continuó James, entusiasmado—. No puedes estar quieta, eres hiperactiva y necesitas estar siempre ocupada tal como un colibrí. Eres rápida y muy curiosa. Roselind, tú eres la imaginación y creatividad detrás de todas nuestras bromas, siempre estas ideando o inventando cosas nuevas y buscando algo para hacer.

—Los colibríes son uno con las flores, Rose —rio Sirius—. Es un ave que se la pasa bebiendo del néctar de las flores, ¿sabes lo que haces tú? Sacarle el néctar a la vida, saborear cada momento y apreciar las cosas que amamos. Tú haces eso. Contigo la vida se convierte en un paraíso de delicias de flores, nos reímos y bromeamos. Contigo apreciamos la magia del momento presente y la magia de estar vivos. Oh, y eres tan escurridiza, tienes demasiadas personas interesadas en ti, pero no te dejas atrapar. Eres tan sociable, juguetona y libre.

—James nos unió, pero tú nos mantienes unidos. Eres el corazón del grupo —musitó Peter—. ¡Y eres pequeña como yo! Digo, como mi Patronus.

—Tal como un colibrí, eres la que trae alivio a nuestros corazones y paz a nuestras almas —finalizó Remus, sonriéndole tímidamente.

—Chicos... —susurró conmovida Roselind, mientras se mordía el labio. Estaba tratando de retener las lágrimas—. No sabía que podían ser tan cursis —rio mientras se limpiaba la lágrima que se le había escapado. Merlín, era tan sentimental.

Los cuatro se acercaron para abrazarla y aplastarla en el proceso.

—Bueno merodeadores, lo hemos logrado —dijo James al cabo de un momento, los Patronus estaban por esfumarse, pero como si ellos fueran parte del grupo de amigos, la rata, el lobo, el perro, el ciervo y el colibrí se colocaron al lado de sus dueños en un círculo perfecto—.Y se me ha ocurrido que nuestros apodos merodeadores pueden surgir de esta magia tan increíble.

—Pues claro, ¿de dónde más, no? —Bromeó Sirius—. Veamos, déjenme pensar. Esperen... ya casi lo tengo... —Remus rió y se adelantó.

—Vamos Sirius, tu patronus es un perro con patitas acolchonadas. ¡Eres Padfood!

— ¡Me gusta! —exclamó Roselind, y seguidamente empezó a saltar entusiasmada—. ¡Ya sé, ya sé! ¡Wormtail! —chilló señalando a Peter—. Las ratas y sus colas, bueno, ustedes saben —rio.

—Oh, sí. Suena genial, Rose —dijo Peter, feliz con su nuevo apodo—. Y James podría ser Prongs. Creo que no hace falta explicar por qué.

—Par de adelantados —les regaño Sirius—. Bien, me gusta Padfoot. Suena cool.

—Y a mí me gusta Prongs —sonrió James—. Tengo el mote perfecto para Remus. Moony.

— ¿Porque el lindo Remus se convierte en un hombre lobo con la luna llena? Si, tiene sentido —rio Roselind, sonrojando un poco a Remus.

Sirius no perdió detalle de sus palabras.

—Oh, encontré tu mote Rosie —canturreó—. ¡Sweetbeak!

— ¿Por el pico largo? —inquirió.

O por lo dulce que puedes llegar a ser sugirió el de ojos dorados—. Eres amable, tan sensible y empática con tu entorno. Siempre tienes las palabras justas, dulces, para aquel que necesite aliento.

—Sí, y es más que eso —continuó el de ojos plateados—. Eres un amor, Rosie, no podemos negarlo, pero también puedes ser algo manipuladora... ¡Pero solo cuando lo necesitamos y no como algo malo! —Sirius se apresuró a aclarar rápidamente al ver su rostro—. Sabes endulzar tus palabras. Quiero decir, sabes cómo salir de un problema solo hablando, ya sea para evitar que seamos castigados o para evitar un conflicto. Tienes un pico dulce.

Ante lo último, Roselind se sonrojó sin poder evitarlo.

—Vaya, chicos... —rio algo nerviosa—. Me gustan. ¡El apodo! Digo que gusta el apodo. Me gusta mucho el apodo, sí. Merlín, lo hemos logrado, ¿no? —carraspeó, cambiando de tema—. Somos los mejores. A partir de hoy, nada será igual.

—Aún nos queda mucho, clases, amor... —Sirius señaló a James, pero un momento miró a Remus y a Roselind—. Bromas, y volvernos animagos. Sé que lo lograremos y sé, que lo lograremos juntos.

—Los Merodeadores somos la nueva Era —sonrió Roselind.

—Por eso juro solemnemente que mis intenciones no son buenas porque nada de lo que haga será bueno a ojos del mundo, pero para mí, es lo mejor —declaró Sirius.

—Es una promesa —sentenció James sonriente.

—Merodeadores siempre juntos —espetó Remus.

—Juntos —repitió Peter.

—Y hasta que la muerte nos separe —concluyó dramáticamente Roselind, haciendo sonreír a sus amigos.

Y tras un leve destello sus Patronus se esfumaron y la Torre de Astronomía se quedó en penumbras. Al menos, hasta que los cinco encendieran sus varitas y se cubrieran con capa listos para volver al dormitorio.


¡Los Merodeadores finalmente tienen sus apodos!

Ahora sólo falta su transformación de animagos y finalmente se terminan los saltos temporales, comenzando así el verdadero drama.

¿Qué les pareció el patronus de Roselind? ¿Se lo esperaban? ¿Y respecto a su apodo?

Voy a tratar de actualizar pronto,
Besos,

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