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By stargaryen_b

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By stargaryen_b

Capítulo siete.

Revolución de sentimientos

✦ ˚ * ✦ * ˚ ✦

Estación King Cross.
Londres, Inglaterra.


Remus suspiró, estaba ansioso. Más que otros años.

El verano había sido agradable, a decir verdad lo había pasado realmente bien, pues había viajado con su padre a Rumania y había podido ver un par de dragones. Por si fuera poco, había pasado largas horas leyendo libros realmente interesantes y entre aquellas lecturas, también había leído mucho sobre una nueva clase de magia que le había fascinado y que quizás podría serle de ayuda.

Lo único realmente malo, había sido no poder ver a sus amigos, su único medio de comunicación ese verano, fueron las cartas. Ateneasu lechuza, había realizado muchos viajes en el verano, primero a Roselind, luego a Sirius, más tarde a James y después a Peter y de regreso. Tenía muchas ganas de verlos, tenía muchas ganas de poder abrazarlos y charlar, pero sobre todo, quería saber si ellos como él, habían experimentado una serie de cambios notorios y beneficiosos.

—Remus, vamos —le dijo su madre Hope a sus espaldas, tomándole por el hombro.

El castaño asintió con la cabeza. Tomando un poco de aire, tomó impulso y atravesó el muro al andén 9 ¾.

—Vamos cielo —lo instó Lyall. Hope sonrió a su marido, cuando cruzaron el muro, no les fue sorprendente darse cuenta de que Remus no les había esperado y que en vez de ello se había adelantado para encontrar a sus amigos.

—A pesar de lo mucho que ha crecido este verano, no cambia, sigue corriendo para encontrar a sus amigos —espetó la señora Lupin con ensoñación.

Lyall, rio un poco.

—Tienes razón, ha crecido mucho este verano, ya no es un niño. Es todo un adolescente, se está convirtiendo en un muchacho adulto.

—Lyall, no digas eso, Remus…

—No cielo, no puedes seguir pensando eso. Remus creció.

Mientras tanto, algunos metros más adelante, Remus ya se había encontrado con James. El pelinegro, lo había abrazado al verlo y con una gran sonrisa, Remus había visto que efectivamente, James también había cambiado ese verano.

—Creciste —le dijo Remus en una sonrisa.

—Digo lo mismo. Mírate —espetó James.

—Yo sigo creyendo que son unos enanos, enfermizos y cuatro ojos —dijo alguien detrás.

—Oh, cállate Sirius, que tú cada año te pones más feo —le replicó James al darse la vuelta, el pelinegro rio al acercarse a abrazar a Remus y James.

—Por supuesto que no, este verano, para ser sinceros, me he convertido en todo un galán —comentó el joven Sirius con aires de autosuficiencia.

No estaba desencaminado. Sirius... había cambiado. Mucho.

—Ajá, sí. La arrogancia es característica de los Black —detrás de ellos, Peter reía al ver a sus amigos, él también había crecido.

Con un rápido movimiento, Remus dejó de ver a Sirius y se acercó a Peter para abrazarlo.

A su alrededor, los demás estudiantes de Hogwarts se arremolinaban en torno al Expreso de Hogwarts para poder subir. Muchos de los alumnos varones miraban con cierto desdén a los cuatro presentes y varias señoritas suspiraban asombradas al encontrar a cuatro de los cinco Merodeadores.

Aquel verano, James Potter, pelinegro y de ojos avellanados cubiertos por unas gafas, había crecido. Su altura no solo era evidente, sino que además, le ofrecía a su apariencia un nuevo porte, arrogante, animado y mimado. Su sonrisa se ensanchaba por su rostro y sus ojos brillaban, además de que el Quidditch, comenzaba a obrar en sus músculos, dándole los primeros estragos de un cuerpo atlético.

Sirius Black, había regresado a Hogwarts con el cabello negro más largo, rozándole los hombros, con los ojos grises más brillantes y con unos centímetros más que obraban milagros en su porte y elegancia dignos de un príncipe. Su sonrisa socarrona, combinada con la elegancia y garbo de su andar y movimientos peculiares convertían al mayor de los Black en un digno ejemplar masculino, en proceso.

Por si fuera poco, Remus Lupin, mostraba por primera vez un semblante menos enfermizo, su piel se mostraba un poco colorada y algunos de los rasguños de su rostro que siempre mostraba habían comenzado a curarse limpiamente y sin cicatrices, aunque varias marcas seguían presentes. Su cuerpo también había crecido y aunque seguía sin mostrar un gran físico, su altura ayudaba a su postura y comodidad personal, lo más impresionante de él, eran sin duda sus ojos dorados que brillaban con tal resplandor que hipnotizaban a cualquiera.

Peter Pettigrew, también había crecido, su melena rubia había comenzado a tener forma y a pesar de estar corta se miraba arreglada, sus ojos claros mostraban una nueva alegría y aunque no era digno de llamarse atractivo en contraste a sus amigos, era capaz de impregnarse, de un porte único y peculiar.

— ¡Merlín! —se atragantó Peter, luego de que Remus lo haya dejado de abrazar—. ¿Aquella es... es nuestra Rose?

Todos se dieron vuelta, mirando hacia donde Peter tenía su vista fijamente, encontrándose a Roselind Lestrange. La quinta merodeadora.

El verano también la había cambiado. Había crecido unos pocos centímetros, pero unas pequeñas curvas comenzaban a moldear su cuerpo delgado y atlético; sus cabellos castaños cobrizos que en el sol brillaba aún más, había crecido hasta rozar su cintura y sus ojos azules brillaban con mayor intensidad. Las pecas de su rostro eran visibles aun a la distancia, pero comenzaban a desaparecer en algunas zonas de su tez clara, suave y fina.

De repente, el corazón de Remus dio un vuelco.

— ¿Es… es R-rosie? —tartamudeó Sirius. Nunca antes lo había escuchado tartamudear.

Entre la multitud de gente, Roselind parecía reír de algo que había dicho Marlene McKinnon. Con ellas también se encontraban Lily Evans, Alice Fortescue, Mary McDonald y Dorcas Meadowes. Pero Remus lo único que fue capaz de observar fue a Roselind.

La manera en que reía, sin importarle llamar la atención; la manera en que hablaba con sus compañeras, con sus movimientos constantes y emocionados, que de alguna manera no dejaban de ser elegantes y sofisticados; sus ojos azules, brillando en un resplandor único y maravilloso. Desde el primer momento en que la había visto en el tren en su primer año de Hogwarts, Remus no fue capaz de apartar los ojos de ella. Era imposible no mirarla, pero se había convertido en su amiga, y no le llamaba la atención de otro modo. Al menos, no hasta tercero año.

Y ahora, en ese momento… en ese momento no supo cómo definir aquello, no supo cómo manejar el golpe de emociones que lo embargaba, pero algo si supo: tenía que acercarse a Roselind.

De un momento a otro, alguien más invadió el cuadro tan bonito que él estaba disfrutando, con total desfachatez y haciendo gala de unos movimientos presumidos. Evan Rosier apareció detrás de Roselind tomándole los hombros.

Lo que pasó después, no fue sorpresa para ninguno de los cuatro merodeadores. Aun así, Remus se percató de leve gesto de temor, cuando Rosier la tocó. Roselind odiaba que alguien que no fuera cercano a ella la tocara.

Sintiendo la intensa de mirada de alguien sobre él, Remus dejó de ver a Roselind, para encontrarse con los profundos ojos de grises de Sirius. Se miraron fijamente por varios segundos, antes de que Remus empezara a ponerse nervioso y apartara la mirada.

—Rose ya nos vio —dijo Peter, trayendo a la realidad a los amigos, pero sobre todo a dos Merodeadores.

— ¡Los extrañé! —fue lo primero que exclamó Roselind, cuando corrió a su encuentro. Los abrazó uno por uno mientras hablaba, y Remus no pudo evitar notar que hasta su voz había cambiado. Era un poco más ronca, pero a la vez suave y melodiosa. Le confería un aire misterioso y sensual—. Tengo tantas cosas para contarles. ¿Vieron cómo se me acerco Rosier? Como si fuéramos unos primos unidos o algo así como mejores amigos. No sé qué le pasa; yo soy rara, pero él lo es aún más. Espero que Rodolphus haya visto el fuerte empujón que le di, así como el pisotón. Bueno, aunque si no lo hizo, sus espías de Slytherin definitivamente van a contárselo; y si no lo hacen, yo misma lo haré. Pensar que me quieren comprometer con él —hizo un rápido gesto de arcada—. Como sea, tengo muchos planes para este año. ¡Ay, me alegro que estemos juntos otra vez, mis queridos Merodeadores! —también parecía más charlatana, pensó divertido Remus, sin dejar de verla hablar—. Bueno, ¿pues que esperamos? Subamos de una vez o perderemos nuestros lugares —los apuró incitándolos a subir, como si no fuera ella quien los detenía.

Aun así, los cuatro se mostraron de acuerdo, dirigiendo que Roselind había cambiado tanto como ellos.

Entraron como un vendaval al compartimiento en que se conocieron en primer año. Lo autodenominaron como suyo. Remus tomó asiento al lado de Sirius igual que Roselind, mientras James y Peter ocupaban el asiento de enfrente.

—Creo que este año, debemos comenzar a practicar, basta de teoría, hemos estudiado mucho —comenzó Sirius.

—Hablando del tema, yo he seguido leyendo, tenemos que estar seguros de todo el proceso, no pueden simplemente así, comenzar a hacerlo —repuso Remus.

Peter había cerrado la puerta al entrar, así que bien podían hablar sin ser escuchados o interrumpidos.

—Dejemos que pase Navidad. Apoyo a Remus, no podemos tomarlo a la ligera, un solo error nos puede costar caro —opinó James.

—Bah, lo sé, no lo estoy tomando a juego. Pero estoy impaciente —replicó Sirius.

—No desesperes. Lo vamos a lograr, seremos animagos en menos de lo que notes. Simplemente debemos ser precavidos —le animó Roselind—. Nada puede salir mal.

—Por cierto chicos, ¿no tienen dudas? Digo, podemos leer y estudiar e incluso comenzar la práctica… pero… ¿cómo sabremos en que debemos convertirnos? —preguntó Peter.

El expreso de Hogwarts se puso en marcha y poco a poco el paisaje exterior comenzó a cambiar.

— ¡Por Merlín! Lo había olvidado… Este verano, estuve leyendo —expuso Roselind con ímpetu y emoción—. Mientras todos viajaban, visité la biblioteca personal de Rodolphus, no mi progenitor, sino mi hermano mayor. Bueno, uno de mis hermanos mayores porque también está Rabastan; aunque no es como si leyera, como tampoco lo hacía Rodolphus II, ni Rodolphus mi hermano. Bueno, a menos que sea algo de Artes Oscuras o algo maligno, porque en ese caso…

—Rosie —la interrumpió Sirius—. Ve al grano.

—Entonces, debería tocar su frente. Tienes un enorme grano —espetó seriamente, sin importarle la interrupción. Ella lo hacía a menudo.

Sirius lanzó un gritito, y preocupado, tocó su frente en busca del inexistente grano.

—Solo sigue, Ros —los interrumpió a su vez Remus, sabiendo que iniciarían una pelea cuando Sirius descubriera que no tenía nada. Esos dos juntos eran un descontrol.

Pero así los quería, tal vez más de lo debido.

—Bueno, a eso iba —sonrió divertida Roselind, ante el gesto grosero de Sirius. De manera infantil le sacó la lengua, pero continúo hablando—. Visité la biblioteca para ver si encontraba algo sobre lo que estamos haciendo, pero en vez de ello, di con un libro que durante mi encierro leí y leí una y otra vez. En él, encontré un tipo de magia muy avanzada. Creo que nos podría ayudar. Estoy segura que puede responder la duda de Peter.

— ¿Y cómo se llama? ¡Venga, Ilumíname! Quiero saberlo, suena emocionante —exclamó Sirius ansioso, olvidando completamente el asunto del grano inexistente.

—Se llama: encantamiento Patronus —respondió Roselind.

Remus abrió los ojos ampliamente, aquello había leído él esas vacaciones. Y por lo que sabía, podría resultar ser una magnífica idea.

—Rem, Rosie, ¿han visto a James? No lo encuentro por ninguna parte —pregunto Sirius apenas entró al dormitorio que sus amigos (y ocasionalmente Roselind), compartían.

Ambos alzaron la vista del pergamino que sostenía Roselind sobre las piernas y negaron con la cabeza.

—No. Tal vez está en el Gran Comedor —le dijo Remus.

—Que va, de ahí vengo y nada. ¡Está perdido! —exageró Sirius.

—Entonces tal vez está con Pete, él me dijo que pasaría un rato en la biblioteca por deberes de Criaturas Mágicas —comentó Roselind.

—Torpe. Le dije que James haría el trabajo por nosotros, pero tienes razón, quizás estén juntos. De todas formas, ¿qué están haciendo? Parecen muy concentrados... muy juntos y extraños… —acotó como si nada, con una mirada sospechosa y un tono peculiar.

Intercambio una breve mirada con Remus. Ambos estaban sentados en la cama del castaño, con el pergamino en las piernas de Roselind y varios tinteros, plumas y sus varitas a un lado. No lo veía extraño.

—Oh, sí. Ven, les íbamos a mostrar por la noche —Remus se movió un poco de la cama para hacer sitio a Sirius, en medio de ellos.

Cuando el pelinegro se acercó, Roselind sonrió satisfecha cuando vio su cara de sorpresa.

— ¿Es el castillo? —preguntó asombrado.

—Una parte de él, sí —respondió Roselind—. Hemos estado trabajando en él.

—Y creemos que aquí podremos trazar por completo el mapa que tanto queremos. Acabamos de encantar este pergamino, mira —Remus tomó su varita y tocó el pergamino, al instante este se dobló de cierta forma y con otro toque de la varita de Roselind, revelaron lo que podían ser metros de pergamino, todos garabateados.

— ¿Cómo hicieron eso?

—Encantamos el pergamino, para que se acomodara solo, además de que se van añadiendo retazos donde lo necesitamos —rio Roselind, todavía impresionada por todo lo que había logrado con Remus.

—Cuando esté terminado, un solo pergamino contendrá todo el castillo —siguió Remus, algo tímido.

—Es impresionante —le aludió Sirius—. Debieron decirnos, pudimos haberlos ayudado.

—Nos ayudarán, todavía no está terminado, faltan partes.

—Cosas que no hemos descubierto, y tengo una idea que ustedes colaboraran, créeme —continuó el castaño, asegurándole—. Pero por ahora, ¿buscamos a James?

—Oh, sí. Los dedos se me entumen de tanto dibujar —se quejó Roselind.

—Vamos, quiero contarle algo —terció Sirius—. Le pregunté al nuevo profesor de defensa, sobre los Patronus. Me dijo que es magia muy avanzada, solo se enseña a los magos más calificados y hasta eso, no todos lo logran —refunfuñó, mientras los tres se dirigían a las escaleras con rumbo a la Sala común.

—Sí, es lo que leí —comentó Roselind, sujeta del brazo de Sirius y Remus. Parecía mucho más bajita caminando en medio de ellos dos, ya que ambos habían crecido varios centímetros ese año—. Pero a decir verdad, no suena complicado. James está ansioso por practicarlo.

Enfrascados en su charla, que pronto cambió a la sorpresa de saber que el profesor Taylor, profesor en Defensa contra las Artes Oscuras de ese año, tenía solo veintiún años; continuaron su camino muy aislados de la gente a su alrededor. Al menos, Remus y Sirius.

A su paso, Roselind no pudo evitar notar que varias chicas de todas las casas, esperaban ser el centro de alguna mirada de sus amigos.

Aquello no le estaba gustando.

Por supuesto, Sirius lo había encontrado fascinante, y es que desde hacía tres semanas en que habían vuelto al colegio la atención, miradas y suspiros que era capaz de robar, lo convirtieron pronto en todo un casanova. Remus, por el contrario, parecía no notar que él también era el centro de varias miradas. Por otro lado, Roselind solo recibía miradas molestas o de envidia de parte de la mayoría de las chicas. Bueno, había excepciones, por supuesto; pero también muchas de ellas eran demasiado amistosas con Roselind como lo eran con sus amigos. Los chicos no se quedaban atrás; notaba sus miradas apreciativas, interesadas, hasta había sido invitada a tres citas ya.

Pero a Roselind realmente no le interesaban mucho, porque cuando estaba con sus amigos, era capaz de olvidarlo todo. Era algo que compartían. Siempre que algún merodeador se juntaba con otro, nada más era de relevante importancia. Sobre todo cuando Sirius, Remus y Roselind estaban juntos. La conexión que tenían ellos tres, era algo que Roselind no podía explicar.

Llegaron a la biblioteca y dieron con Peter, muy apresurado en una de las mesas en terminar sus deberes, tomando asiento en la misma mesa, los recién llegados consiguieron su atención.

—Hey Pete, ya te había dicho que eso lo iba a hacer James —le dijo Sirius.

—Pues yo no estaría tan seguro —susurró Peter para no llamar la atención de la bibliotecaria, Madame Pince.

— ¿Por qué lo dices? —cuestionó Roselind.

—Sí, ¿por qué? ¿Le has visto? Llevó un rato buscándolo —se quejó Sirius.

—Sí, sí lo he visto. Está por allá, al fondo —señaló Peter—. Pero no creo que sea buena idea que vayan, cuando lo encontré estaba muy concentrado en algo que solo él sabrá que es. No me prestó ni un poco de atención, le hablé por minutos y no hubo respuesta. Cuando lo hizo, me pidió por favor que lo dejara, dijo que necesitaba estar solo. No los busqué, queriendo darle espacio a James, pero me quede aquí para ver si algo pasaba. No sé qué tenga —les explicó.

—Vaya, deberíamos ir. ¿Qué le habrá pasado? —preguntó Remus, visiblemente preocupado

—No lo sé. ¿Qué puede ser tan malo para que James pase horas aquí? Odia la biblioteca por Madame Pince —espetó Roselind, confundida.

—Hm. Las últimas semanas ha estado genial —dijo pensativo Sirius—. Esta semana por ejemplo, le hemos jugado cuatro bromas a Snivellus. Todas por iniciativa de James, dos a la Señora Norris y… no, también salimos ayer a volar.

—Sí, es verdad. Y está comiendo bien —agregó Roselind.

—No los han castigado, no nos han cachado en nuestras salidas y tampoco hemos tenido problemas con el estudio de eso. ¿Qué podrá ser? —siguió Remus.

—Pues él sabrá. Vamos, hay que hacerlo escupir —instó Sirius. Dejando de lado los deberes y sin prestar atención a otra cosa, Peter se puso de pie y siguió a Roselind, Remus y a Sirius hasta las mesas del fondo, donde James debería estar.

Cuando llegaron, los cuatro se quedaron de piedra.

James estaba ahí, sentado, sin libros, ni pergaminos, ni tinteros, nada absolutamente que pudiera demostrar que estudiaba, el libro más cercano a él, se titulaba "Diario de un vampiro alérgico a la sangre", y claramente no podía ser suyo ni aunque estuviera en la misma mesa.

«James no puede ser un vampiro, ¿verdad?», pensó distraídamente Roselind, para inmediatamente negar con la cabeza. James comía mucho pan con ajo. No tendría sentido.

El azabache parecía perdido, sentado en la silla con las manos metidas en los bolsillos, las piernas extendidas y la mirada fija en un punto. Sus ojos brillaban y su expresión parecía ida, como si el fantasma de James estuviera ahí y el James de siempre no.

Roselind evaluó el lugar. Dos mesas delante de la de James, había un lugar ocupado. Formando una torre, los libros: "Runas antiguas VOLUMEN III" "Lectura de runas avanzadas. TOMO IV" y "Runas, no garabatos" reposaban inertes. Había tres pergaminos enrollados, uno extendido, un tintero y una pluma que no dejaba de moverse. La que la movía era ni más ni menos que Lily Evans, su compañera de habitación y una muy reciente amiga desde hace unos meses. Sonrió.

«Definitivamente, no es un vampiro»

Sin pensarlo más, los cuatro se acercaron a la mesa de James y tomaron asiento delante de él, sorprendiéndolo.

—Merlín santo, son ustedes —exclamó James asustado.

—Pues quién más, tonto. ¿En qué mundo estás? —le cuestionó Sirius.

—James, de verdad ¿lees eso? —preguntó Peter.

James miró el libro y lo cerró.

—No… digo, sí. Es decir… —comenzó el castaño.

Roselind contuvo su sonrisa.

—James, ¿qué rayos te pasa? —preguntó Sirius sin comprender.

Justo en ese momento Lily bajo la pluma, cerró el tintero, tomó su mochila de una silla al lado de ella y guardó sus pergaminos, tintero y pluma. Se echó la mochila al hombro y tomó los libros ahí presentes, antes de ponerse de pie.

James dio un salto y se paró.

—Esperen, ahora vuelvo —les dijo.

Los cuatro, extrañados por la reacción de James, se giraron en breve para seguirlo con la mirada. Cuando James se detuvo delante de Lily, Sirius abrió los ojos aterrado; Peter ahogó un gritito de sorpresa; Roselind y Remus intercambiaron una mirada sonriendo, al tiempo que una certeza azotaba la cabeza de Lestrange.

A James le gustaba Lily.

Y a ella... No. No le gustaba nadie.



—Bueno… eso no salió nada bien —la voz de Roselind, sacó de su estupor a Sirius.

Roselind, Remus y Peter junto a Sirius, habían presenciado lo más vergonzoso del mundo. El oji gris se puso inmediatamente de pie, seguido de los demás y se acercaron a James.

—Al dormitorio Potter, tienes cosas que explicarnos —le amenazó Sirius, jalándolo de las mangas para sacarlo de ahí.

James no protestó y fue arrastrado hasta la sala común seguido por Roselind, Peter y Remus.

El trayecto fue silencioso, cuando atravesaron la Sala Común. Apenas entraron al dormitorio, Sirius lo empujó en su cama y se paró delante de él con los brazos en jarra. Peter cerró la puerta y luego se unió al interrogatorio.

—Haber Potter, ¿de qué iba eso? ¿Le pediste una cita a Evans? ¿EVANS? ¿Lily Evans, la niñita perfecta para ser odiosa con sus responsabilidades y amistades grasientas? —inquirió Sirius.

—Sirius, cálmate —le pidió Peter.

—Oye, ahora también soy su amiga y mi pelo no es grasiento —protestó Roselind ofendida.

Sirius estuvo tentado a meterse con ella, pero ahora mismo le preocupaba más la salud mental de su mejor amigo.

—Es que… ¡no lo entiendo! ¿Qué te pasa, James? ¿Por qué le pediste una cita a Evans? ¿De tantas chicas, por qué Evans? —volvió a preguntar.

James se quitó las gafas dejándolas en la cama y se frotó el puente de la nariz, cansado.

—Ah… no lo sé. Es que… es que… me di cuenta de que… —James miró a Sirius cuando se hubo puesto de nuevo las gafas y por un momento parecía el niño de once años que Sirius había conocido en el tren hacía cuatro años.

—Te diste cuenta… ¿de qué? —preguntó Sirius.

—De que… —James titubeó—. Sirius… Lily es una chica —murmuró.

Sirius se rio, sin poder evitarlo. Al poco, los otros tres Merodeadores también.

—Ya, ¡así que lo notaste! Pero mira nada más. ¡Evans, una chica! —La risa de Sirius cesó, para dar pasó a la indignación—. ¡No seas tonto! Pues claro que es una chica o todo este tiempo, ¿le habías visto cara de hipogrifo? No, ya sé, ¡pensaste que era un unicornio!

—Ya, no me refiero eso —James se puso de pie—. Lo que quiero decir, graciosito, es que Lily Evans es una chica… pero nunca la vi así, de ese modo. Digo, del modo en que dices: "qué bonita", "me gustaría hacerla reír" o tal vez "¿cómo es que es tan linda?", simplemente era mi compañera, simplemente una alumna más; pero desde el año pasado, me fije en su cabello, sus ojos, sus sonrisas…

James pareció entrar en un sueño. Tanto Roselind como Remus lo contemplaron fascinados, a la vez que Sirius los contemplaba a ellos.

Tal vez, podía entender un poquito a su mejor amigo. No por nada en especial, claro.

—Me sentí extraño y traté de no mirarla más. Pero quiero hablarle, hacerla reír, quiero tomar su mano y quiero poder estar con ella, como Snivellus lo hace.

—Así que, ¿por eso todas las bromas a Snape? —preguntó Roselind.

James se sonrojó.

—Lo acepto. Es que no lo soporto verlo con ella, ver cómo la mira, saber que él tiene su amistad y yo no, es causa suficiente para hacerme estallar sin sentido —refunfuñó el de gafas.

Remus se acercó a él para tomarle del hombro.

—No James, si hay sentido. Estás celoso, te pone celoso que lo que Snape tiene con ella y que tú no. Lily te gusta y al parecer, de verdad —le explicó.

—Rayos —se quejó James en una sonrisa, al cabo de un momento—. ¿Quién diría que mi primer amor sería tan diferente a mí?

—Amor... —suspiró Roselind. Los cuatro la miraron interrogantes—. ¿Qué? Estaba pensando en Roger Taylor —carraspeó de repente algo sonrojada.

«Un galeón por tus pensamientos, pequeña Rosie», pensó Sirius, mirándola fijamente.

—Creo que deberás aplicarte a fondo, hace un rato no fue tu mejor momento —comentó Remus, después de mirar de manera algo rara a Roselind.

—Oh sí, la pelirroja sabe cómo mandarte a contar hipogrifos —se mofó Sirius.

—Bah, la próxima lo haré mejor. Lily no lo dijo, pero sé que me iba a decir que sí, no se podrá resistir por mucho tiempo —señaló James, muy confiado.

— ¿Y tú cómo sabes que iba a decir qué sí? —inquirió Peter, curioso.

—Porque se puso nerviosa. No lo duden, Lily Evans, un día saldrá conmigo —aseguró—. Pero basta de niñas —dijo James, recibiendo un “¡Oye!” de Roselind.

—Tú eres un pajarito molesto, Rosie —se burló Sirius de ella.

—Hablo la mascota del grupo —replicó veloz—. Como sea, muero de hambre, ¿bajamos a cenar? —preguntó Roselind, no poniendo demasiado empeño en pelear con él.

Sirius frunció el ceño ofendido.

—Un pajarito que se come todo —espetó, recibiendo una sonrisa perezosa de la única chica del grupo.

—Sí, yo también tengo hambre —la secundó Peter.

—Pues vamos, luego, con Ros queremos enseñarles los avances del Mapa. Sirius ya los vio —les dijo Remus.

—Cierto. Y creo que tenemos que firmar el mapa. Cuando esté listo claro. Piénsenlo, es un mapa muy especial, debe llevar nuestra propiedad, pero no tan simple como James, Roselind, Peter, Remus y Sirius —comentó. Sus amigos los miraron sorprendidos, sopesando la idea.

James fue el primero el hablar.

—Pienso de la misma forma, somos los Merodeadores, debemos tener un nombre merodeador y ese mote, será el que pongamos al firmar. ¿Todos de acuerdo? —pregunto, Remus alzó la mano, seguido de Roselind, Peter y Sirius.

—Pues decidido, entonces —aseguró el castaño.

—Esto sí que será especial —le siguió Peter mientras todos salían del dormitorio.

Cuando llegaron al Gran Comedor, la cena estaba por comenzar. James tuvo especial cuidado en no mirar en dirección de Lily. Roselind, tan intuitiva como siempre, comenzó una charla privada con ellos.

—Por cierto, creo que ya llegó la hora. Durante dos años, hemos estudiado toda clase de hechizos; Peter ha mejorado mucho en Transformaciones y Encantamientos, James y Sirius dominan a la perfección Transformaciones, Remus es bueno en todo y yo soy la mejor en Encantamientos. Además de todo, estoy segura de que somos los únicos alumnos de cuarto que ya dominan los hechizos no verbales. Es hora de ponernos a prueba.

—Quieres decir que… —James, estaba emocionado, tanto como Sirius, Remus y Peter.

—Exacto, quiero decir que hoy convocaremos nuestros Patronus —afirmó.

—Es magia muy compleja Rosie, el profesor Taylor me lo dijo hoy —expuso Sirius.

—Sé que es magia avanzada —aceptó Roselind—. Pero si podemos hacerlo, creo que eso demostraría lo que más nos interesa: que llegaremos a ser capaces de volvernos animagos. También me he cansado de la teoría y la luna llena, se acerca —sentenció sin más.

Con todos de acuerdo, empezaron los preparativos.


Buenas noches, espero que estén bien, y si no lo están... espero que este 3x1, mejore su estado (:

Besos,
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