𝐓𝐚𝐤𝐞 𝐎𝐧 𝐌𝐞 - {𝙽𝚘𝙼�...

By ZaiJam

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El actor Na Jaemin nunca ha sido tocado amorosamente por nadie en sus veinte años de vida. Y cuando le ofrece... More

1. Vienna
2. La opción indicada
3. Mujer bonita
4. Romeo + Julieta
5. Noche de Brujas
6. Cosas grises
7. Playa vs Ciudad
8. Quédate
9. Sígueme la corriente
10. Celos
11. Ataques al corazón
12. Bestias mimadas
13. Frágil por primera vez
14. Torbellino
15. Amor en blanco y negro
16. Hasta que sea aburrido
17. Narrador Testigo
18. Cómo te odio
19. Te necesito
20. El temor y la envidia en el placar
21. Todo lo que está entre nosotros
22. Con las venas abiertas
23. Lo que no puedes dejar ir

24. Al final del camino

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By ZaiJam

A-Ha - Take On Me (acoustic version)
Florence + The Machine - Shake It Out


Estaba resentido de una forma en la que jamás podría explicarle, porque le había mostrado las grietas que él mismo estuvo evitando durante toda una vida. Jaemin tenía un corazón latente, le sangraban las heridas, le dolían las entrañas algunos días y hasta vomitaba después de un largo vuelo. Era más humano de lo que pretendía. Y ya no podía recordar en qué punto del camino fue que se olvidó de eso. Excepto que desde que lo conoció se había sentido más humano que nunca.

Y odiaba no odiarle por hacerle vulnerable, un tonto sensible tentado a gritar en medio de un campo desierto con tal solo liberar un poco de la correa imaginaria que apretaba su alma.

Miró hacia el horizonte en la descorazonada y desolada playa de marfil. Ningún sol brillaba en lo alto, manteniéndose oculto por las nubes grises que flotaban como un remolino tormentoso, ni las gaviotas querían pasearse por aquí... quizá temían que sus patas fuesen capturadas por lo que parecía ser cemento en vez de arena. Las botas de goma que llevaba tampoco le ayudaron a mantenerse a flote, después de cinco segundos en un mismo lugar sus pies comenzarían a hundirse y le llevaría un gran esfuerzo escapar de una trampa como esa.

Alguien se colocó a su par, ofreciéndole la tapa de un termo donde el café humeante le humedeció las fosas nasales. Miró a su hermana mayor quien traía la sonrisa de dientes rectos que ambos heredaron de su madre. Jisoo fue una gran soñadora alguna vez, pero mientras los sueños de Jaemin eran expansivos y podían ser hallados lejos de aquí, los de ella consistían en risas infantiles, un esposo agradable y algún perro que fuese más pelo que animal.

Todo ello estaba inmortalizado frente a ambos. Jaemin no debió sentirse receloso porque alguien cercano y querido pudiese tener todo lo que había anhelado, mientras él había elegido una dirección que le obligaba a olvidarse de algo que no sabía que quería hasta que lo perdió.

Ambos se quedaron viendo a los dos niños pequeños que jugaban en la orilla. Haein apareció en la escena, pidiéndoles se mantuviesen quietos un segundo para poder tomarles una fotografía con esa vieja cámara que Jisoo estuvo tentada a arrojar a la basura sin que su esposo se diese cuenta.

Jaemin metió las congeladas manos en los bolsillos.

-¿Cómo puedes estar segura de que lo amarás para siempre?

Ella le miró como si él fuese alguna clase de extraterrestre por no saber la respuesta correcta. Y Jaemin estuvo a punto de explicarse a sí mismo, pero no tenía idea de lo que su hermana esperaba que él dijese. Entonces Jisoo sonrió con un gracioso frunce entre sus cejas.

-Nunca estaré segura de eso- susurró, las uñas largas hicieron un agradable sonido al golpear contra el termo de aluminio-, algunos días hasta pienso en cómo diablos pude haberme casado con él, entonces me digo a mí misma que estaría taaan a gusto tomando un crucero que me deje en alguna isla paradisiaca donde pueda sentarme con un buen libro en paz.

Jaemin resopló, el agradable olorcito del café fue un agradable sedante para sus ajetreados pensamientos.

-Entonces... cómo vives con ese miedo... con la posibilidad de que las cosas se arruinen y que todo lo que hayas construido se derrumbe.

Jisoo se mantuvo serena, su sonrisa creció a medida que los segundos pasaba y sus ojos seguían al hombre que se irritaba cada vez más por no poder tomar la toma deseada. Rodeó los hombros de Jaemin con su escuálido brazo, o al menos intentó acaparar lo más que pudo del ancho cuerpo de su hermanito.

-Porque le amo, tanto que si estuviese en esa isla desierta no podría disfrutar de mi libro porque seguiría sintiendo que me falta algo.

El corazón de Jaemin se agitó y lo único que pudo hacer fue masacrar su labio inferior, recordando las emociones de sus personajes en todos los libretos que había tenido que interpretar. Deseó entenderlos, con todas sus fuerzas quiso ser capaz de tener la seguridad de amar a alguien sin importar cuan aterrador era despertar un día para descubrir que el amor se había ido junto con sus sueños.

-¿Pero no te aterroriza saber que eres así de vulnerable?

Jisoo observó su perfil, debatiéndose entre darle un fuerte abrazo al niño que se caía a pedazos entre sus brazos, o encontrar una máquina del tiempo para regresar al pasado y cuidar el frágil corazón de su hermanito.

-Sé que no lo soy- susurró en el oído de Jaemin, acurrucándose en el cuello de este como si ella fuese la pequeña criatura que necesitaba afecto entre los dos-, sé que dolerá como el infierno si deja de amarme, o si lo pierdo, pero sobreviviré. -Las comisuras de su boca se estiraron hasta que fue doloroso de ver-. El asunto es que lo tengo aquí y ahora, tengo esta oportunidad y la vida es una sola, así que me arriesgo a la posibilidad de ese dolor por el día de hoy, y por los días que sigamos amándonos.

Las grietas en el interior de Jaemin escocieron.

¿Podía entender algo así?

¿No era una de esas cosas que todos los seres humanos podrían averiguar por sí mismos?

Entonces por qué le era tan difícil llegar a ese entendimiento.

Por qué todo lo que quería hacer era olvidarse de lo que Lee Jeno le había hecho sentir. Dios, conocerse a sí mismo era lo más aterrador que había tenido que atravesar. Se había marchado de casa demasiado joven, había celebrado sus logros con salas repletas de personas desconocidas y jamás sintió que cometió un error. Hasta ahora.

Siempre... desde que podía recordarlo, tomó decisiones pensando en lo mejor para él, jamás le preocupó si la distancia hería a su madre, o si el silencio enojaba a su padre. Creyó que sus hermanas estaban siendo sumisas y tontas al encadenarse a una vida como esta, con sueños demasiado mundanos y un círculo tan reducido de personas que a la larga terminarían cansándose los unos de los otros. Creyó que estaba por encima de todo ello. Ahora, que veía a su sobrino mayor observándole con miedo y desconocimiento, se dio cuenta de que él tenía una gran parte de la culpa.

Y el resentimiento contra todos ellos fue derritiéndose en pequeños pedazos.

-Él parece un chico inteligente.

Jisoo asintió orgullosa.

-Se parece un poco a a ti. Tiene grandes ambiciones y puede convencer a todos los demás niños con solo un par de palabras. Cuando le dije que también habías querido ser un veterinario a su edad estuvo poniéndose cada vez más emocionado por conocerte.

Jaemin se agachó sobre la arena gris. Observando al niño pequeño que seguía dándole pequeñas miradas sonrojadas cada vez que Jaemin fingía no estar prestando atención.

-¿De verdad?

-De verdad- Jisoo respondió, acariciando los cabellos de su hermano-. Me ha pedido que te invite a su cumpleaños, pero le dije que quizá no podrías venir porque debes trabaj-

-Vendré.

Jisoo aguantó la respiración.

-¿Vendrás?

Las mejillas de Jaemin se adelgazaron y los dolorosos pinchazos en su corazón menguaron.

-Lo haré.

Toda su vida había estado haciendo lazos que realmente no le importaba mantener, las personas podían entrar en su mundo y desaparecer sin que le afectase en absoluto. Creyó que era bueno, que era más fuerte que el resto, creyó que era lo correcto. No se dio cuenta de cuán solitaria y monótona podía ser la vida... hasta que rompió su propio corazón.

Se sentó esa noche junto a su madre en el sofá que no era el mismo de su infancia. La televisión trasmitía una película antigua y el aroma a romero llenaba la casa. Llevó los pies sobre el cuero marrón y se cubrió la cabeza con la capucha del buzo. Después de un par de minutos una manta a cuadros le cubrió las piernas. Jaemin levantó la vista y descubrió a su madre sonriéndole.

-Niño necio, siempre olvidando que otros también te necesitan de ti.

La luz que proyectaba la televisión iluminó sus rostros, Jaemin sintió el temblor de sus manos y llegó a cubrirse los ojos con una de sus mangas antes de que la primera lágrima hiciese un corto recorrido por su mejilla.




Era una noche calurosa a pesar de que la temperatura descendía rápidamente en esta época del año. Jeno estacionó a un lado de la gasolinera cuyas cámaras de vigilancia parecían seguir los movimientos de las pocas personas que aún transitaban la carretera a las tres de la madrugada.

El estómago le rugió en cuanto el aroma a café amargo y a frituras invadió sus fosas nasales. Caminó dentro de la improvisada cafetería donde solo existía un adolescente malhumorado detrás del mostrador, leyendo una historieta de colores llamativos en la portada y cuyas páginas eran un borrón en blanco y negro, además de un hombre corpulento que pasaba el mismo paño viejo por las mesas como si hacerlo fuese la mejor forma de matar el tiempo. Jeno sacó su billetera y se dirigió al muchacho que masticaba la goma de mascar tan ruidosamente que resultaba desesperante.

-Un expreso mediano- pidió, deslizando la tarjeta sobre la diminuta máquina.

El chico apenas le registró al servir el café en un vaso descartable y, limpiando los bordes del vaso con una servilleta, le entregó su pedido a Jeno.

-¿Algo más?

Jeno despegó los labios, una sensación desagradable y pegajosamente molesta invadió su paladar. ¿Hacía cuánto tiempo no descansaba como tal? No es como si alguna vez hubiera sido la clase de persona que pudiese dormirse en cualquier lugar, cada vez que cerraba sus ojos esa partecita de su cerebro que se encargaba de atormentarle se encendía a toda maquina y no era hasta que los pensamientos le habían hecho sufrir lo suficiente que el sueño comenzaba a hacer efecto. Estar en la carretera continuamente moviéndose volvió sus malos hábitos en un monstruo atroz. Y hablando de malos hábitos...

-Llevaré una cajetilla- dijo, entregando los cigarros de su marca favorita al muchacho quien escaneó el código de barras y los colocó a la par del café.

-Gracias por su compra.

Apoyado en la puerta del auto, dejó el café sobre la parte lisa del capó y con la palma de la mano protegió del viento al cigarro. La primera calada fue liberadora de tensiones, hizo que la ansiedad disminuyera y los dedos inquietos detuviesen el constante traqueteo sobre sus piernas. Observó las estrellas en el cielo y las luces del cartel que se sostenía sobre la gasolinera. La chaqueta de cuero gastado y el viejo suéter de su padre no hicieron gran cosa por protegerlo de la helada que caía en la pequeña área de descanso, pero el aroma del café mezclándose con la nicotina fue reconfortante.

Lo tomó hasta el último trago, estrujando el vaso y arrojándolo dentro del tacho de basura más cercano. No estaba demasiado lejos de su próximo destino, pero le costaba recordar cual era el camino correcto a seguir. Buscó señal en el móvil mientras el cigarrillo iba consumiéndose hasta las cenizas. Quizá se encontraba a menos de 200 kilómetros, lo que provocó un nuevo oleaje de sensaciones contradictorias.

Claro que quería llegar a su destino, después de todo no había visto a su tío en más de un año y el hombre se había cansado de llamar a Jeno para encontrarse con él. No era verdaderamente su tío, más bien era la única persona además de su padre que tenía un recuerdo de su madre. Fueron mejores amigos en la preparatoria y, al igual que a Jeno, ella lo abandonó dejándole una simple carta con no más de cuatro líneas en una caligrafía cuidada, cómo si hubiese ensayado unas mil veces antes de conseguir la mejor forma de despedirse.

Jeno acababa de ver a su padre ser conectado a un respirador cuando el hombre apareció en su puerta y le explicó quien era. Y a diferencia de a su padre, a él si le hizo las preguntas que se atoraban en su garganta.

<<¿Ella era una mala persona?>>

El hombre siempre torcía el rostro en angustia cuando lo escuchaba hablar en pasado, cómo si Jeno diese por sentado que estuviese muerta. Y de alguna manera lo hacía. ¿No era mejor de esa forma? Creía que si se ponía a racionalizar que ella existía en algún sitio del mundo se volvería loco.

<< Era... se preocupaba por las personas, tenía un don para darse cuenta de las cosas más minúsculas y no dudaba en ayudar>> El hombre había suspirado con la pena tiñendo sus palabras. <<Sé que te hizo algo horrible, lo siento, niño>>

Jeno recordaba haber mirado al suelo, jugando con una piedra en la vereda para contener las lágrimas.

<<A veces sueño con ella y todo parece estar bien. Es tonto, ni siquiera me acuerdo de su rostro>>

<<Tengo un par de fotos si quieres...>>

<< No. No quiero verla>>

Verle la cara lo haría buscarla en cada sitio al que fuese, y Jeno no quería vivir a expensas del fantasma de la mujer que decidió que él no valía la pena para quedarse. Ahora que estaba solo en medio de la nada se preguntó si la hubiese encontrado. Imaginó tener una madre a quien llamar una vez llegase a casa, quien se preocupase por si había comida algo saludable y le dijese que le extrañaba más que nada en este mundo. No era tarde, todavía podía ir tras ella, descubrir si al menos estaba viva, pero solo pensar en preguntarle por qué le abandonó hizo que el café volviese por su esófago.

A veces se dijo a sí mismo cobarde.

Otras veces se abrazó las rodillas y se compadeció a sí mismo.

La vida pasa demasiado rápido, hijo. Le había dicho su padre cuando tenía siete años y Jeno se negaba a separarse de él. Puso su gran y tosca mano sobre la pequeña cabeza de Jeno, entonces dijo: Volveré a ti, eres lo que me hace vivir, Jeno. Jamás podría dejarte.

Un par de zapatos blancos se detuvieron en su campo de visión, levantó la mirada para encontrarse con un chico joven, tenía el cabello de un rojo furioso y un montón de pecas salpicaban su rostro. No parecía ser más que un adolescente perdido, pero Jeno divisó rápidamente a una muchacha y a otro tipo joven en un auto bastante nuevo, ambos estaban observando con una sonrisita molesta en sus rostros.

-Disculpa- dijo el chico, ahora que Jeno lo veía de cerca podía ver el parecido con un zorro astuto-, ¿tienes fuego?

Jeno arqueó las cejas, esperando que el muchacho desapareciese después de darse cuenta de que no iba a obtener nada de él. Pero una sonrisa infantil acompañó las facciones del pelirrojo.

-Vamos, te mostraré mi identificación- Jeno observó el falso intento de pasar por un adulto y se compadeció un poco, le entregó el encendedor y esperó a que el muchacho encendiese lo que iba a fumar con sus amigos para marcharse de una vez.

-Solo date prisa- dijo, cuando los ojos astutos siguieron el encendedor que Jeno le ofreció.

Para su desgracia el chico no se esfumó cuando lo que fuese que estaba fumando se prendió. En cambio, descansó la espalda al lado de Jeno y su sonrisa se volvió casi maligna.

-Eres lindo... un poco serio, pero lindo.

La forma en que se sujetó al brazo de Jeno y le miró con una falsa confianza provocó que una punzada estrujase sus intestinos. Entrecerró los ojos, desesperado por hacer desaparecer las similitudes entre este tonto niño y...

-Olvídalo- arrancó su brazo de las garras del pelirrojo y abrió la puerta del auto-, puedes quedarte con eso- mencionó, señalando al encendedor.

Regresar a la carretera nunca había sido un mejor plan. No quería ser esta clase de sujeto que se pone a buscar al chico que le arrebató el corazón en otras personas, pero su pulso siguió palpitando bajo la piel de sus muñecas y una parte suya estuvo tentado a llamarle, solo para escuchar su voz, solo para calmar el ansia de no poder tenerle una vez más.

No era bueno. Jeno volvía a ser un cobarde... pero ir tras él era ir en contra de lo que Jaemin quería, porque Jeno jamás podría conformarse con verle desde la distancia. Pensó en pedirle a Yeeun que le distrajese con cualquier cosa aburrida que pudiese contarle, pero sabía que no había forma en que algo le alejase de esa molesta e hiriente necesidad por verle, tocarle, olerle.

Jeno también tenía la certeza de que pasaría... que en algún momento del camino su enamoramiento se iría.

La vida seguiría su curso y esta espina enterrada en sus entrañas se convertiría en algo que podía llegar a olvidar con el tiempo. De verdad estaba acostumbrado a sus malos hábitos.

Maldijo por lo bajo, las cosas de su padre se movieron en el asiento de atrás y le hicieron sentir como si esa fuese una señal del viejo para indicarle que estaba yendo por el camino incorrecto.

Estacionó a un lado de la ruta y se bajó en medio de la noche, abriendo la puerta del asiento trasero y arreglando las dos últimas cajas. Movió la primera cerca de él, la jodida cosa se desfondó y el par de discos que debían ser entregados a su tío hicieron su camino hacia la gravilla. Los levantó y comenzó a guardarlos cuando una cosa peculiar llamó su atención. Sostuvo la cubierta de uno de los primeros discos de los Beatles, su padre siempre lo tenía en lo más alto del estante, pero jamás lo habían escuchado juntos. Sabía que le pertenecía a su madre, que era uno de los tesoros que ella dejó atrás y que su padre jamás revelaría en voz alta. La primera capa de la cubierta estaba rasgada y cuando Jeno dobló la ruptura leyó las pequeñas palabras escritas con tinta roja: "Jeno siempre comienza a llorar cuando suena la pista 3, no ha sacado mi gusto musical, recuerda no ponerle esa canción."

Regresó detrás del volante, el disco en sus manos... lo quebró a la mitad y comprendió que ella realmente había planeado dejarles. Aguantó el rencor que inundaba su garganta como una enredadera de malas hierbas.

Tal vez no era tan diferente a ella, ¿no estaba él siempre huyendo de lo que no sabía cómo afrontar?

Miró por el espejo retrovisor el camino de regreso a casa y recordó la manera en la que Jaemin había ido a buscarle esperando cualquier cosa que Jeno pudiese darle.

¿Qué diablos es lo que quieres hacer? Se preguntó a sí mismo, y esta fue la respuesta que obtuvo:

Quiero seguir enamorándome de él.


Jaemin se miró en el espejo, demasiado joven para estar recibiendo un premio como ese. Debería estar temblando de los nervios, maldiciendo a todas esas personas que se paseaban por la pequeña habitación tocándole el cabello y arreglándole la ropa. Chittaphon le hizo ponerse de pie y con ojos serios le palmeó cariñosamente la mejilla.

-Eres Na Jaemin- murmuró, lejos de los oídos infames del resto del personal-, no olvides cuánto mereces esto.

Él no lo había olvidado. Era un peso en su espalda tensionada, así como un nudo en su garganta aprisionada por la corbata cuyo prendedor de plata resaltaba con el resto de tela negro del esmoquin. Se sentó en la sillita que sobraba entre todas las sombras que paseaban por el camerino y aceptó los dedos femeninos que humedecían su cabello para llevarlo hacia un costado. Sunny apareció después de un rato para llevarle hacia el ascensor.

Todos querían que las cosas saliesen bien. Le dijeron cómo caminar, qué decir, cuándo sonreír e incluso se encargaron de escribirle un discurso formidable en caso de que, milagrosamente, fuese el ganador.

Jaemin lo ansió... pero también repudió el deseo de obtener ese maldito trofeo.

Ya no sabía si las ganas que le atropellaban la respiración no eran más que falsos deseos del niño que comenzó en esta industria creyendo que obtendría fama, fortuna y un montón de amor.

Diablos.

Fue jodidamente solitario.

Recibió un corto video de su familia deseándole suerte, incluso Jisoo se encargó de enviarle una foto de su padre tomada infraganti mientras el viejo hombre se mordía las uñas viendo la pantalla del televisor.

Le hizo sentirse querido por primera vez en quizá una década. La sensación fue tan extraña y lejana que confundió los síntomas con alguna enfermedad estomacal.

-Vamos, es hora de que subas al auto- Sunny le sonrió, con los tacones de brillantina resaltando-. Te ves bien, asegúrate de mostrarte feliz incluso si no llaman tu nombre.

Si. No había de qué preocuparse, Jaemin era excelente fingiendo estar bien cuando en realidad estaba destrozándose a sí mismo por dentro. Mientras saludaba hacia las cámaras y respondía preguntas se imaginó a sí mismo como una especie de títere a quién los hilos le estaban cortando la piel. Las personas gritaron su nombre, elogiaron su rostro y su ropa, él luchó contra la migraña nerviosa que los flashes despertaron al encontrarse con sus desprotegidas pupilas.

Y no supo muy bien cómo fue que terminó observando la pantalla del móvil, deseando tener el coraje para decirle a alguien lo horrible que se sentía estar sentado entre todas esas frías personas que no eran más que maniquíes de una industria vacía, justo como él.

<<Estoy orgulloso de ti>>

Recordarlo le hizo mal.

Su corazón se arrugó justo como lo haría una pasa de uva y sus dientes rechinaron bajo el esfuerzo por mantener la atención en el escenario. Nadie notó que estaba sudoroso y tembloroso, nadie dijo nada sobre sus ojos adoloridos o sobre que no había comido desde que se despertó esa mañana. Todos miraron en su dirección sin verlo realmente y se preguntó cuándo había sido la última vez que una de esas personas de plástico le preguntó si estaba bien. Sonrió a su pesar cuando le nombraron dentro de los candidatos como actor revelación, odiándose a sí mismo por no poder expresar emociones naturales.

Quería llorar si perdía.

Quería enojarse.

Quería ganar para correr hacia sus seres queridos. Entonces miró rumbo a los demás asientos, percatándose de que ninguna de esas personas en este gran teatro entraba en esa reducida categoría.

Y cuando llamaron su nombre otra vez, cuando realmente las cámaras y los focos estuvieron apuntando en su dirección, y las personas se levantaron de sus asientos para aplaudirle, Jaemin comprendió que había mantenido encendida su estrella para este insulso y frívolo momento.

Las lágrimas se acumularon en sus ojos, todos le observaron enternecidos y conmovidos, pensando que era la emocionante felicidad lo que le llevó a contener el llanto que enmudecía sus palabras y provocaba espasmos nerviosos desde cada extremidad.

Caminó entre aplausos hacia el escenario y recogió el trofeo que pronto llevaría una pequeña insignia con su nombre. Lo apretó con fuerza, detrás del podio... no era más que un pesado pedazo de metal mezclado con oro que conservaría durante toda su vida para recordarle ¿qué exactamente?

Que estaba solo...

Que era un zombie viviendo por una estrella que siempre estaría amenazando con volver a apagarse...

Se preguntó si moriría igual de solo, siendo recordado por algunas películas que serían su único orgulloso. Las personas leerían su nombre en el periódico para descubrir que falleció en una habitación de hotel, sin ningún mensaje en su celular y la expresión hueca de la muerta en el rostro. Dirían que había sido una estrella, que fue apuesto de joven y quizá hasta revivirían los rumores sobre él. Pero sentirían lástima, porque no tenía a nadie en su funeral, ni una lágrima se derramaría por Na Jaemin.

Alguien tosió entre los invitados.

Jaemin parpadeó bajo el intenso foco de luz. Le costó tragar saliva, los nudillos volviéndose blancos alrededor del premio.

-Yo...- sus ojos pasaron entre las demás estrellas, vio en ellos almas descascaradas, serpientes que mudaban sus pieles para sobrevivir-. Gracias por este hon-honor, yo...

De repente no pudo sostener el acto. Su máscara perfecta se resquebrajó hasta caer en pedazos y solo quedó un cuerpo descarnado donde las lágrimas fluían hasta empaparle las mejillas y humedecerle los labios. El trofeo hizo un estruendo contra al piso y supo que mañana por la mañana todos comentarían sobre el bochorno que el actor Na Jaemin había hecho en el escenario.

Pero ni la vergüenza, ni el pánico por las futuras críticas hicieron que el llanto se detuviese.

Y para terminar de cavar su tumba se arrodilló en el escenario y levantó la cabeza para sentir las voces confundidas que balbuceaban alrededor como abejas preparadas para encajarle el aguijón. "Cree que con esto hablarán sobre él", "siempre son los novatos los que quieren llamar la atención a toda costa", "no demorará mucho en ser despedazado".

Sollozó más fuerte. No importaba lo que hiciese, siempre creerían que había una intención detrás, que no era más que una actuación para su público.

Un hombre apareció para sacarlo del escenario, el trofeo fue alejado de él y un montón de otras manos le tocaron, arreglando su peinado, retocando su maquillaje. Nadie se preocupó por él.

-¡No!- gritó, alejándose de todos ellos -¡Es suficiente!

-Jaemin...- llamó Sunny, luciendo afligida-, querido tú acabas de-

-No te atrevas- le espetó Jaemin, arrugando la nariz-, todo esto... ¡Mierda!- Jaló de su cabello, tropezando con sus propios pies al retroceder-. Basta, simplemente basta.

Golpeó su espalda contra la pared y se contuvo de desmoronarse allí mismo, en cambio se deslizó hacia la salida de emergencia, con la mente turbia y los sentidos desorientados. El frío de la noche le cortó las mejillas una vez estuvo en el exterior, todos esos flashes regresaron a él, pero esta vez no estaban juzgando su sonrisa o su ropa, esta vez lo estaban devorando vivo, esperando extraer de él la mejor noticia que pudiesen vender.

Y en el medio del caos, entre toda la tormenta de ruido, preguntas y fotografías... Jaemin descansó las palmas en sus rodillas con la mirada detenida en Lee Jeno.

No vestía formal, su ropa consistía en un suéter gris y pantalones con una estampa de alguna antigua marca descontinuada. Parecía estar tan desesperado como Jaemin, sus manos flotando a los costados de su cuerpo, sus mejillas y la punta de su nariz enrojecida por el frío. Patéticamente mundano. Fue el mejor sueño de Jaemin.

Empujó a las cámaras y a las personas que sostenían los micrófonos contra su rostro, le apuntaban como si se tratase de armas de fuego y pudiesen dispararle a quemarropa.

Jaemin se detuvo a un par de pasos, el ruido de fondo le encerró, pero no le importó. Lo único en lo que podía fijarse era en cuán aliviado se sentía ahora. Eran de dos mundos diferentes, los flashes estaban detrás de él representando a un montón de brillantes estrellas, su esmoquin arrugado aún seguía luciendo caro, mientras el fondo de Jeno no era más que un auto viejo y una ciudad fría. Jaemin sonrió... incluso se rió con torpeza.

-Regresaste- susurró, esperando que su voz ronca fuese lo suficiente audible.

Jeno se frotó la nuca, dando un paso hacia él y luego deteniéndose.

-Di una vuelta en mitad del camino... Iba a esperarte aquí.

-¿No es esto demasiado para ti?- preguntó, separando las manos de su cuerpo para abarcar el murmullo de sus espectadores que seguían disparando los flashes en su dirección.

Los hombros de Jeno se encogieron y Jaemin temió que se diese la vuelta y lo dejase para siempre, la más leve duda se presentó en los ojos oscuros que siempre le habían mirado como si pudiesen ver a través de la fachada que creó para ocultar las roturas de su corazón.

-Lo tomaré todo de ti- dijo Jeno, estirando una de sus manos en su dirección-, si tú tomas todo de mí.

El alma de Jaemin se hinchó dentro de su pecho, las yemas de los dedos picaron por rozar la piel que estaba tan cerca... Sonrió con todo lo que tenía y deslizó su propia palma sobre la de Jeno.

-Acepto- gesticuló con sus labios.

Los ojos de Jeno se abrieron en grande, su pecho que se había mantenido inflado bajó y todo lo que Jaemin pudo sentir fue alivio emanando de él. Dio un paso largo hasta que la exhalación de Jeno estuvo sobre sus labios.

Un sonrojo se esparció en las mejillas de Jeno.

-Todos lo sabrán- murmuró, no pudo evitar mirar a los reporteros, a las cámaras y a los micrófonos.

Las palmas frías de Jaemin sujetaron el rostro hirviente a su disposición y supo que así se sentía vivir la vida.

-Les daré un espectáculo- susurró sobre la boca de Jeno-, el mejor de toda mi carrera.

La distancia se desvaneció en el suave beso que le supo a todo lo que había extrañado y jamás quería volver a dejar ir. Besar a Lee Jeno fue como reconciliar al cielo con la tierra y sentir el calor de sol después de un largo invierno.

No le importó que las cámaras siguiesen sobre ellos, ni que las lágrimas condimentasen con sal el pequeño roce de sus lenguas. Jaemin disfrutó cada instante y se permitió disfrutar olvidándose del miedo que siempre había sentido al pensar en el futuro al que sus acciones le podrían llevar.

Volvió a sonreír contra la boca de Jeno.

A quién le importaría una estúpida estrella con brillo artificial cuando podía tener el jodido sol con un solo beso.

¡Fin!

JAAJAJAAJ no me odien, plis. Lo bueno de los fics es que puedo hacer finales horribles cuando me aburro de una historia 🫶

Gracias por leer esta historia sin mucho sentido jajajaaj. Quería mantenerlo más simple de lo que fue pero sinceramente tengo el mal o buen habito de profundizar en los personajes y cuando me canso de ellos cometo el error de dejarlos inconclusos. Espero que hayan entendido las dudas y temores de Jae y Jen en este fic. El miedo a amar y ser amado, a perdonar y vivir la vida sin pensar en las consecuencias de tus actos es algo que a mí como persona me cuesta mucho, así que quería abordar un poco ese tema en Take on me. No creo que esté logrado como me gustaría, pero fue una linda catarsis 🥲. Si alguien padece de los mismo que yo espero que vivan esta corta vida como ustedes deseen 💗

Eso es todo jijiji. Besos enórmes y gracias por seguir apoyándome aunque he estado perdida por la vida, valga la redundancia.

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