𝐓𝐚𝐤𝐞 𝐎𝐧 𝐌𝐞 - {𝙽𝚘𝙼�...

By ZaiJam

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El actor Na Jaemin nunca ha sido tocado amorosamente por nadie en sus veinte años de vida. Y cuando le ofrece... More

1. Vienna
2. La opción indicada
3. Mujer bonita
4. Romeo + Julieta
5. Noche de Brujas
6. Cosas grises
7. Playa vs Ciudad
8. Quédate
9. Sígueme la corriente
10. Celos
11. Ataques al corazón
12. Bestias mimadas
13. Frágil por primera vez
14. Torbellino
15. Amor en blanco y negro
16. Hasta que sea aburrido
17. Narrador Testigo
18. Cómo te odio
19. Te necesito
21. Todo lo que está entre nosotros
22. Con las venas abiertas
23. Lo que no puedes dejar ir
24. Al final del camino

20. El temor y la envidia en el placar

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By ZaiJam

Rina Sawayama - Tokyo love hotel

Eran las cuatro de la mañana y Jaemin tenía un montón de curitas en su corazón, algunas comenzaban a desprenderse en la oscuridad de su habitación. No le gustaban las costumbres porque siempre existía el temor de perderlas, y allí estaba, un sábado de madrugada, despierto y pensando en que toda su vida era una gran costumbre. Algún día se despertaría con unos cuantos años de más, su belleza se habría ido y se sentiría como Meryl Streep y Goldie Hawn en esa película donde Bruce Willis (por fin) no es un experto en combate cuerpo a cuerpo. De seguro seguiría tomando pastillas para dormir y yendo por la vida con el corazón vendado. Era en momentos como este donde tendía a refugiarse en la razón; se decía a sí mismo que el corazón no era más que un órgano, un pedazo de carne con sangre y grasa que se iría hinchando a medida que envejeciera, y al morir se convertiría en tierra desde donde brotaría alguna raíz con la ayuda del polvo de sus huesos.

Que amarga era la realidad de vivir sabiendo el final.

Jaemin no se consideraba una persona triste.

Tampoco se consideraba una persona feliz.

Estaba exhausto de que todo fuese blanco o negro, triste o feliz, risa o llanto. A la mierda. Él quería que el mundo se tiñese de gris y que ninguno de esos idiotas en internet se creyese con el derecho de juzgar su actuar, su caminar, su manera de hablar... era una vida lenta y extraña la que vivía... detestaba a los bastardos que compraban sus fotos y le juraban amor eterno... pero no podía vivir sin ese amor.

Las horas pasaron rápido después de que el sol comenzó a salir.

Hizo lo mismo que cada mañana.

Se duchó con el agua congelada esperando despejar el sueño, corrió las cortinas temeroso de que hubiese un asesino sosteniendo el cuchillo para clavárselo en el pecho e intentó ser rápido al enjuagar su cabello.

Nadie le dijo jamás que los terrores nocturnos podían segurite en el día.

Recordaba temerles a los monstruos dentro del placar en su infancia, tanto así que su madre procuraba dejar las luces del pasillo encendidas para él. También recordaba colarse en el cuarto de sus hermanas para dormir abrazado a Jisoo, porque el miedo parecía alejarse cuando no estaba completamente solo. Recordaba orinarse una noche en que no se atrevió a bajar de la cama por temor a que un fantasma fuese a arrastrarle hacia la profundidad del armario. Recordaba tener ocho años y mirar rumbo al cementerio local, donde las estatuas de ángeles se alzaban por sobre las tumbas, odiaba pasar por allí, pero algunas veces no tenía otra opción. Los cementerios le hicieron darse cuenta de que la muerte existía, que las cosas no siempre serían claras y que todo aquello proveniente de la fantasía (como los benevolentes ángeles) no eran más que pedazos de piedra oscurecidas por los años.

Chittaphon roció su cabello para humedecerlo, mirándole a través del espejo en el pequeño camerino que le habían asignado dentro de la empresa. No tenía un gran itinerario para hoy, sencillamente daría algunas notas a la prensa y grabaría un comercial con Yeji, quien últimamente era lo más cercano a un confidente que tenía Jaemin.

-¿Desde cuándo cuesta tanto tapar tus ojeras?

Jaemin apretó los dientes, consciente del desastre que era su rostro. No había parches de gel ni cremas humectantes que pudiesen mejorar el estado deplorable en el que se encontraba. Llevó su segundo vaso de café a los labios y sorbió de prisa, preocupado por todo el día que se le venía encima.

-Nadie lo notará si me esfuerzo por sonreír y ser tan brillante como el jodido sol de los teletubbies.

Su estilista resopló, colocando la capa delantera de su cabello hacia un lado y fijándolo allí con el spray que olía a una dulcería.

-¿Crees que las grietas no se notan en un jarrón solo porque le das la vuelta?

Jaemin se concentró en la pantalla del móvil, viendo con atención el montón de críticas positivas que tenía un artículo sobre un idol que modelaría en New York. Rodó los ojos... pensar en otra gente exitosa le crispaba los nervios. Aunque el tipo era extremadamente guapo y le hizo recordar a cierta persona en la que no quería pensar, no cuando la necesidad por tenerle cerca le carcomía el cerebro.

-No tengo idea de lo que acabas de decir, pero sí, creo que puedo hacer que todos crean que he estado durmiendo bien y que mi sangre no es más café que plasma.

Chittaphon le probó un montón de colores hasta decidirse por el turquesa.

-Desnúdate- Jaemin obedeció, deshaciéndose de la parte superior de su conjunto deportivo. La piel se le erizó y los pezones se irguieron a causa del frío que provenía de los pasillos. Chittaphon le ayudó con la ropa, alisando las solapas del saco y sonriendo al darse cuenta de que había tomado la decisión correcta. -¡Estás listo!

Caminó con Sunny siguiéndole de cerca, los tacones de la mujer hacían eco en el suelo de mármol llamando la atención sobre ellos. Jaemin mantuvo la cabeza gacha, una gota de sudor resbaló por el lado derecho de su rostro al encontrarse tenso frente a la sala de conferencias donde el montón de reporteros aguardaban para saltarle a la yugular. Se mantuvo observando el micrófono durante los intervalos entre preguntas, sus respuestas cortas y alegres, sosteniendo un humor que podía ser considerado adorable si no fuese porque era tan falso como su apariencia tranquila. Un calor distinto le atravesó en el momento en que Jeno se estiró para susurrarle que se retirarían por la puerta trasera. Los ojos de Jaemin siguieron los de su guardaespaldas, la emoción le cortó la respiración y el ansia por sujetarle la corbata y rogarle que le diese un calmante para osos lo hizo añicos.

Resistir.

Resistir.

Resistir.

Se dio cuenta de que eso era lo que había estado haciendo durante toda su vida.

De pequeño resistía ante el miedo.

Resistió a las raíces de su hogar que le otorgaban un futuro mediocre, uno que no le acomodaba.

Resistió a ser encontrado demasiada delgado, demasiado gordo, demasiado bonito, demasiado feo, demasiado insulso, demasiado brillante.

Resistió a las cámaras y al mundo de cartón en el que vivía.

¿Por qué se estaba quebrando ahora?

Sentía que se había olvidado de como respirar sin tener que darles la orden a sus pulmones. Miró la nuca del hombre al cual se había aferrado en las últimas noches al dormir, porque le hacía sentir que no estaría solo en el momento en que la última cuerda que lo sostenía fuese cortada. Necesitaba un salvavidas, necesitaba volver a encontrar el balance, necesitaba enterrar el rostro en el cuello de su guardaespaldas y rogarle que le llevase a casa para escuchar una de esas canciones viejas mientras comía helado y bailaba descalzo.

No fue capaz de despegar la lengua del paladar cuando dio un paso cerca de Jeno y le sujetó la mano, aferrándose a ella con fuerza. Vio por el rabillo del ojo la manera en que la mandíbula de Jeno se tensó, pero este no dio ningún signo de haber reconocido la acción, simplemente siguió andando, con la manga de su saco cubriendo los dedos de Jaemin apretados en torno a su palma caliente.

Jaemin le soltó en cuanto el trayecto al auto terminó.

Y no volvió a mirarle, ni a hablarle... mucho menos a tocarle.

Pero esa noche se presentó en su puerta como cada vez que el sueño le superaba.

-Hola- dijo el hombre joven que no usaba más que pantaloncillos cortos colgando en sus caderas.

Jaemin ingresó en el departamento, se descalzó a medida que se acercaba a la cama. Admiró a Jeno apagar las luces y meterse por debajo de la frazada junto a él.

Un suspiro hondo se escuchó en la oscuridad. No sabría decir a cuál de los dos perteneció.

Ninguno dijo nada cuando se despertaron enredados en los brazos del otro, como no lo dijeron la primera vez que sucedió, ni la segunda... ni esta última.

Dos días después Jaemin se subió a la máquina de correr en el gimnasio privado de la empresa y se sintió desfallecer a medida que su ritmo cardiaco subía y el sudor le caía hasta imposibilitarle la vista. Grandes cámaras de seguridad estaban cubriendo todo el perímetro de cada una de las habitaciones en las que él entraba, siempre procurando que nadie fuese a acercarse demasiado a la joya que era Na Jaemin. No había nadie en las duchas cuando se desvistió y dejó que el agua tibia le mojase la cabeza. Enjabonó su cuerpo, aun degustando el gusto salado del sudor en su surco nasal. Hubo un ruido lejano que le hizo ponerse alerta... Era el punto ciego... allí no existían cámaras.

Jaemin se encontró pegado a las baldosas de la ducha pequeña, con las pulsaciones saltando por debajo de su piel y las puntas de sus dedos arrugándose como pasas de uva al quedarse inmóvil por demasiado tiempo bajo el agua.

El golpe de una puerta resonó con eco en la vaporosa habitación. Rodeó su cadera con la toalla y apretó el móvil contra su oreja.

-Responde, responde, respond... ¿Podrías venir?

Hubo un dolor agudo que le recorrió el cerebro como una espina clavándosele en la piel. Se había hecho daño en uno de los dedos al tirar demasiado de la piel que le recubría la uña. La persona al otro lado de la línea sonaba ronca y gruñona.

-¿Dónde estás?

-En las duchas de la compañía.

-No es mi horario, Mingi debe estar en la vuelta.

Los nudillos de Jaemin crujieron cuando se sentó sobre el banquillo de acero inoxidable en medio de las duchas.

-Lo sé... pero...

Tragó pesado, volviendo a sudar.

-Esperaré afuera.

Un suspiro de alivio se le escapó de los labios pálidos.

-Gracias.

Jaemin atravesó rápido el estacionamiento, sosteniendo el asa de la mochila con demasiada fuerza y mirando en todas las direcciones como un lunático paranoico. Lo que no era una descripción demasiado alejada de su actual estado mental. Sabía que Sunny le haría ver a un psicólogo en el momento en que diese los primeros indicios de paranoia frente a ella, pero no se creía preparado para enfrentarse a una persona que le desnudaría la cabeza... al menos no por ahora. Más adelante, quizá.

Abrió la puerta del acompañante y solo comenzó a respirar con normalidad cuando estuvo reposando en el asiento. Alguna canción suave se escuchaba desde la radio y la voz de la cantante, baja y serena, rompía el silencio entre ellos.

Condujeron por la ciudad, Jaemin bajó la ventanilla y descansó los brazos cruzados allí, disfrutando del aire gélido que le cortó las mejillas. Las luces de la autopista pasaron rápido, sus dedos se extendieron al exterior y la música que vibró a través de los parlantes le acarició los oídos junto al sonido de las ruedas por sobre el asfalto.

Se decepcionó cuando el viaje terminó. La ventanilla subió y Jeno rompió el preciado silencio.

-Algo está sucediendo contigo- le dijo, sacando las llaves del contacto y las luces del auto se apagaron.

Jaemin rio, admirando el estacionamiento en penumbras.

-Gracias por la observación.

-Deberías...

-¿Pedir ayuda?

Jeno apretó el volante.

-Sí.


Jeno aguardó en el pequeño rectángulo que formaba el jardín donde la sesión de fotos número tres en la jodida semana se llevaba a cabo. Se recostó en una de las columnas de mármol, llevándose un cigarrillo a los labios y ocultando la llama del encendedor con su mano. La primera calada del día siempre era su favorita, hacía que su cuerpo se relajase de inmediato, y vaya que necesitaba estar relajado porque la tensión había pasado a ser parte de su jornada laboral.

Una de las chicas jóvenes que trabajaba en el staff se le acercó para ofrecerle una botella de agua a temperatura ambiente. Negó, sin quitarle la vista de encima al chico en mitad de las flores artificiales que usaba una simple chaqueta de cuero sin nada que ocultase la línea de sus abdominales. Los pantalones de jean estaban desprendidos, dejando a la vista el elástico de la ropa interior. Jeno sonrió de lado, sin poder creer el descaro del chico dorado frente a las cámaras, era como si supiese manejar el universo, como si fuese un depredador rodeando con agiles movimientos a su presa.

-No soy tonta- Sunny se detuvo a su diestra, los brazos cruzados y la mirada tan concentrada en Jaemin como lo estaba Jeno -, conozco a ese niño mejor de lo que él pueda pensar.

El regusto acido del cigarro quemó el paladar de Jeno.

-¿Qué es lo que intentas decirme?

-Se ha aferrado a ti- Sunny chasqueó la lengua, clavando las uñas de acrílico en el brazo de Jeno. -Sé que eres un chico inteligente, procura tener clara tu posición y no cruces la línea.

Jeno recompuso su postura, descruzando los tobillos y alzando el mentón. No desvió la mirada cuando se encontró con los ojos acusadores de Na Jaemin que no parecían darse cuenta de que estaban en él, ni siquiera cuando su novia envolvió los brazos alrededor de su cuello y le besó con delicadeza. El flash de la cámara enloqueció.

Comenzaba a perder la paciencia.

Caminó por el estrecho pasillo, esquivando a las personas que transitaban igual de exaltadas que él. La diferencia era que la emoción que guiaba a Jeno era una mezcla de muchas cosas complicadas de explicar. Estaba furioso por sus sentimientos, cansado de quedarse en el molde, frustrado por la manera patética en la que caía una y otra vez cuando se trataba de Jaemin. Entró en el camerino y cerró la puerta detrás de él, apoyando la espalda en la madera y respirando como si la tierra hubiese cambiado drásticamente de dirección.

Na Jaemin se estiró con toda esa elegancia, la chaqueta se deslizó por los hombros anchos y el cabello húmedo agregó un tinte peligroso a la arrogancia en sus ojos.

-Creí que esperarías en el auto.

Jeno le sostuvo la mirada.

-¿Qué estás haciendo?

Las cejas color plata se alzaron y la lengua se deslizó por sus labios pegajosos cuando sonrió.

-No sé de qué estás hablando.

De repente se sintió como si hubiesen vuelto al pasado, a esos primeros encuentros donde Jeno no podía evitar pensar en lo insoportable que sería trabajar bajo la orden de un mocoso con aires de grandeza que miraba a todo lo que estuviese alrededor como si no fuese más que una cucaracha. Jeno había conocido partes de ese mismo chico que habían cambiado su percepción. Ahora entendía cuán astuto podía ser Jaemin para esconderse a sí mismo.

-¿Es algún castigo? -preguntó, dispuesto a tranquilizar su ritmo cardiaco. No estaba teniendo buenos días, su cabeza puesta en pagar las facturas del hospital y sus nervios dirigidos a resistir a Na Jaemin pasando de frío a cálido, y viceversa, en cuestión de segundos. Dio un paso más cerca, Jaemin no se inmutó. -Diablos... realmente no entiendo qué es lo que intentas conseguir. Sé que estás pasando por algo, pero-

-No hablaré de ello. -La voz de Jaemin ahogó la suya, un destello afilado se prendió en sus pupilas negras y dilatadas.

Jeno se frotó la frente buscando calma. Conocía cuándo alguien le hacía una advertencia y había entendido claramente la de Sunny. Él estaría despedido si seguía enredándose con este chico. No pudo evitar que las yemas de los dedos le picasen por tocar la piel dorada que comenzaba a perder calidez estos días.

-Bien, entonces hablemos de que también tengo sentimientos. -Recostó las manos a los lados de Jaemin y le admiró desde la pequeña distancia, sintiendo el aliento irregular del contrario quemarle sobre el rostro. Sus siguientes palabras fueron un susurro, o una plegaria. -No puedes decirme que pagarás por lo que hicimos y luego actuar como si quisieses más de mí. Sé que estas enojado conmigo por lo de esa noche, pero si me dejaras explicártelo...

La sonrisa de Jaemin apareció. No era la que ponía frente a las cámaras, ni la que Jeno había visto en pequeñas ocasiones. Esta era la impresión de una medialuna oscura donde los dientes se apretaban y la melancolía rozaba los dedos de la agria ironía.

-Oh, querido, tu ego es demasiado alto. -Pasó los fríos nudillos por la mandíbula de su guardaespaldas. -Deberías poner los pies sobre la tierra.

Jeno se alejó del tacto de serpiente.

-Vete al infierno -masculló.

La sonrisa de Na Jaemin se borró.

-Estas despedido.

Jeno resopló.

-No puedes despedirme. -Aflojó el agarre sobre la superficie del tocador, las luces que decoraban el espejo creaban un halo diminuto en la gran figura de Jaemin, le hacía parecer un ángel que acaba de ser corrompido. Jeno suspiró, dejando caer su frente contra el hombro del muchacho. -Estoy cansando de mantenernos en esa delgada línea sin decir nada al respecto, es un juego infantil.

La risa amarga ascendió por le pecho de Jaemin e hizo vibrar a su garganta.

-¿Qué?- preguntó, tomando el rostro de Jeno y alzándolo para que pudiese mirarle a los ojos. Si no fuese por los dedos que temblaron contra la piel de Jeno, este hubiese caído ante la máscara mordaz de Na Jaemin. -¿Vas a decirme que sientes algo por mí?

-¿Y qué pasa si es así?

Jaemin estrechó los ojos.

-No seas un imbécil -masculló, empujando el pecho de su guardaespaldas y escapando todo lo lejos que el pequeño espacio le permitía.

-¿Por qué es tan difícil de creer?- preguntó Jeno, la irritación incendió sus fosas nasales. -Deja el acto con esa chica y sé sincero conmigo.

Jaemin se volteó, con la barbilla arrugada y la ira abriéndose paso desde el dolor.

-Tú no sabes nada. Mi mundo es distinto al tuyo, si recibo amor un día al siguiente recibiré odio, nada es verdadero... nada dura demasiado como para saborearlo. Las personas critican, nos idolatran y nos odian en igual medida. Me envidian por estar con ella, la envidian porque está conmigo. En nuestro mundo no hay buenas emociones, no seas así de ingenuo.

Jeno mordió el aire.

-No es ingenuidad... y no te tengo envidia.

-¿Entonces la envidias a ella?- Jaemin preguntó, alzando el mentón.

-Yo no lo llamaría así.

-¿Cómo lo llamarías?

Jeno apoyó la cadera en el tocador, los dedos tamborileando en el borde, la impotencia quemándole la carne. Chasqueó la lengua al mirarle.

-Te encanta ver mi orgullo en el suelo, no eres mejor que yo.

Jaemin se cruzó de brazos y una de sus cejas se arqueó.

-Dilo.

Y Jeno despegó los labios.

-Estoy celoso.

Hubo un segundo de silencio en el universo donde Jaemin creyó que las paredes se desmoronarían sobre él y en el suelo se abriría una grieta enorme que lo arrastraría hacia otro lugar. Las sensaciones se le atascaron en el pecho y la sangre corrió despavorida dentro de sus estrechas venas, sin escapatoria. Tuvo una punzada detrás de las costillas y luego recobró los sentidos. Su sonrisa arrogante se amplió, la detuvo ahí con ganchos imaginarios, mientras se acercaba a su guardaespaldas fingiendo que no estaba hiperventilando cuando le palmeó la mejilla.

-Gracias por tu sinceridad. -Fue difícil quitarle la mirada de encima, pero forzó a sus dedos a tomar las gafas de sol que reposaban sobre el tocador y luchó por escucharse por sobre las pulsaciones desbocadas de su corazón. -Deberías ir primero, necesito cambiarme de ropa antes de ir a la próxima locación.

Jeno enarcó los ojos, el cabello estaba más corto que hacía una semana, lo que provocaba que su rostro se enmarcara y las facciones se endurecieran. Jaemin tragó pesado cuando una mano se cerró en torno a su muñeca con demasiada fuerza.

-¿Eso es todo?

Jaemin juró para sí, luchando por detener su pecho que subía y bajaba de prisa. No quería creer que ese atisbo de desesperación era cierto en los ojos de Jeno. Sabía que al final del día seguiría en su mundo de neón y dolería tanto... Él solo ansiaba retroceder, dejar de sentir. Se había acostumbrado a esa forma de vida, una donde el telón siempre estaba abierto y las personas podrían descubrir su actuación si no era cuidadoso. Alzó la mano, esperando que Jeno le dejase ir. No lo hizo... y su corazón latió aún más rápido.

-Ya te lo he dicho- murmuró, la piel ardiendo como si estuviese expuesto al sol-, me aburrí de ti.

Jeno tiró de él, los pies de Jaemin no se movieron, pero su pecho estuvo cerca de rozar el hombro de su guardaespaldas, y cuando este giró para enfrentarlo, fue una agonía y una lucha por el aire de la escueta habitación.

-No te creo- le dijo, acercando su rostro y ladeándolo lo suficiente para que sus narices no se tocasen. Su jabón se mezcló con el perfume caro de Jaemin cuando respiró hondo.

Los dedos del chico se ajustaron en su nuca, haciendo presión en el final de su cabello.

-Ese es tu problema.

Y Jeno le besó.

El hormigueo sacudió sus entrañas cuando los dientes chocaron y los labios se arrastraron juntos, desprolijos y ansiosos... la carne de su abdomen se resintió cuando la hebilla del pantalón de su guardaespaldas la rascó. Y por un segundo se sintió bien, por un segundo fue perfecto. Hasta que el gemido salió de sus labios y supo que su debilidad quedó expuesta... entonces temió, se paralizó... abrió los ojos para ver los de Jeno cerrados, sus manos trepando por las caderas de Jaemin, subiendo por debajo de la chaqueta hasta arañarle la espalda.

Tuvo ganas de llorar, porque quería tanto esto, quería al hombre que le besaba como si hubiese algo en Jaemin que le hiciese anhelarlo a pesar de haber visto todas esas partes feas que debían permanecer ocultas por su propio bien, por el acto perfecto que había creado.

Fue empujado sobre el diván, sus piernas abiertas vibraron al recibir el cuerpo delgado de Jeno. Sujetó la corbata con todo lo que tenía, hasta creyó que rasgaría la tela si seguía presionando sobre ella. Pero era tan bueno... los dientes de Jeno raspando su cuello y luego marcando su hombro, inhalando con esfuerzo sobre su piel. Jaemin rogó poder saciar esta sed que iba más allá de la razón, que le volvía un tonto deshuesado en medio de una tormenta, una gran catástrofe sin procedencia de la cual no podría escapar, no quería escapar. Era tanto y al a vez jamás serías suficiente.

Los labios de Jeno se cerraron en uno de sus pezones, retorciendo la piel de sus brazos para sujetarlo, a medida que la nariz y la boca dueña del calor que humedecía la piel de Jaemin se desplegaron hacia abajo por su vientre, hasta el rastro de vello que se escondía en el elástico de la ropa interior.

La espalda de Jaemin se arqueó y los brazos anchos se sujetaron al respaldo del diván, sus ojos abiertos de par en par con el temor reflejados en ellos y su libido subiendo cuando Jeno le bajó los pantalones y besó su miembro, rodeando la cabeza con la lengua áspera, lo que envió una estocada de presión a todo el cuerpo de Jaemin. Jadeó alto, la tensión le mareó en el momento en que dedos huesudos se clavaron en sus glúteos y forzaron a sus muslos a abrirse aún más. Jeno llevó su lengua más abajo, elevando las caderas de Jaemin con sus brazos.

Se lo comió con la impotencia retenida de hace semanas, con los nervios invadiendo la habitación y la irritación estallando en sus entrañas.

-No te detengas...- pidió Jaemin, cuando Jeno descansó la frente contra el interior de uno de sus muslos, respirando con esfuerzo.

La sonrisa de Jeno apareció, suave y dulce. Le dio escalofríos a Jaemin ver esa clase de expresión mientras los dedos de su guardaespaldas desabrochaban el cinturón y descendían el cierre de los pantalones. Jeno le sujetó las rodillas y las enrolló, los muslos fuertes de Jaemin se tensaron cuando la erección se presionó contra su trasero, la cabeza del pene estiró su agujero pero no empujó dentro. Jaemin le odió, tomando entre sus uñas la mandíbula del hombre y atrayéndolo a él. Estaba tan expuesto, tan tonto de esta manera... quiso llorar.

-Te odio...- gruñó, oprimiendo sus labios contra esa sonrisa estúpida hasta despedazarla.

Entonces Jeno se meció contra él, soltándole las piernas y aguantando su propio peso con las palmas ajustadas en los bordes del estrecho diván. Jaemin le sujetó de la cadera, empujándolo más cerca, hasta que los ojos rodaron hacia atrás y el beso se volvió un borrón sin sentido.

Su móvil sonó, pero Jaemin no pudo escucharlo... o no quiso hacerlo. Se concentró en el calor que se apretó en su piel y en las punzadas de placer que le carcomían como un montón de termitas cada vez que sus pelvis se encontraban y sus miembros se frotaban.

La mano de Jeno presionó contra la boca de Jaemin. El actor frunció las cejas, pero la atención de su guardaespaldas estaba en la puerta y en el picaporte que se movió.

-¿Jaemin?- La voz de Sunny fue un grito airoso.

Se quitó la mordaza improvisada y respiró hondo.

-Saldré en un momento.

-Necesito que abras ahora, Jaemin- y la forma en que lo dije no le agradó. Algo agrio se instaló en su panza remplazando la excitación. Hubo un pequeño silencio antes de que Sunny volviese a hablar. -Lo han encontrado. Necesitan que lo reconozcas, cielo.

Jeno se tensó, mirándole a los ojos.

Y Jaemin sonrió con la misma amargura de antes.

-Supongo que mi pesadilla acabó, felicidades a ti también.

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