Nerd 3: rey del tablero [+18]

By AxaVelasquez

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«Las mentiras terminaron, pero las obsesiones se multiplican». Sinaí cree ser la reina del tablero, y persegu... More

ADVERTENCIA Y ACLARACIONES
PREFACIO
Capítulo 0 [+18]
1: La Inocente
2: Definitivamente
3: Hoy lo siento
4: Un verano sin ti
5: Tres pecadores y una mentirosa
6: Volví
7: Happier
8: Freys y Mortem [+18]
9: Odisea [+18]
10: El tiburón y el mini demonio
11: Aysel Mortem
12: Beggin' [+18]
13: Liar
14: Llamado de emergencia [EDITADO]
15: Si tu ex es Axer Frey...
16: Los ángeles de Poison
17: Quédate lejos
18: Obediencia
19: A los enemigos de Víktor Frey [+18]
21: Desnudarte
22: La ocasión [+18]
23: I see red [+18]
24: Blanco y negro
25: Ella es el veneno
26: Problemática [+18]
27: Positions [+18]
28: Madrugada
29: Jaque mate
30: No soy celoso, pero...
31: Dama de cristal
32: Doce horas para el gambito
33: Apertura
34: El rey ahogado
35: La satisfacción de un ganador
36: Diáfano
37: De reina a peón
38: La persona en la vida del otro
39: Anillos de esmeralda
40: Misión gambito

20: Vas a quedarte

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By AxaVelasquez

Escuchen Vas a quedarte de Aitana al final del capítulo. Relean esa escena con la canción. Es otro nivel.

Capítulo dedicado a bripatri02  por ser la primera persona en comentar el capítulo pasado y a GarlymarDeFrey  porque dejó mi comentario favorito 🤍

~~~

«La reputísima madre que parió a cada uno de los Frey, ¿qué coño acaba de pasar?»

Sinaí había presenciado la escena con asombro, horror y una ligera apretada de culo por la expectación de cómo iba a terminar eso.

¿Como Dain? —le había preguntado Sina a Axer hacía tan solo un momento.

Peor. Pero sí, es su hermano.

Cuando Axer dijo que su primo Azrel era peor que Dain, lo último que esperaba Sina era eso. Ella salió con l intención de comer torta, no de presenciar coñazos, tensiones fraternales sin contexto, un griego ensangrentado en el suelo mientras otro le apunta a la cabeza delante de todos los invitados estirados.

Había sacado un arma.

¿Quién coño lleva un arma al cumpleaños número veintitrés de su primo genio?

«¿En qué carajos me metí?», se preguntó Sina.

Y es que ver a Víktor Frey interponerse entre los hermanos y manejarlos como si el del arma fuera él, congeló toda la valentía que Sinaí pudo haber reunido.

«Nadie sobrevive a un jaque de mi padre, Nazareth».

Ella definitivamente no quería poner esa afirmación a prueba.

En ese momento recién asumió que su vida dependía de que los Frey no descubrieran lo que le había hecho a Axer. Si eso le hizo al genio que amaba, ¿no creerían ellos que Sina sería capaz de muchísimo más por uno que odiara? La eliminarían. Como precaución, o como venganza. Pero no dejarían pasar su jaque.

Sinaí vio a Azrel salir del pasillo. Estaba demasiado lejos y era un verdadero alivio, pues parecía que, de estar lo suficientemente cerca, el contacto con esos ojos grises no dejaría sobrevivientes. Su chaqueta había desaparecido, la sangre le corría por la comisura de su boca y había salpicado su camisa blanca.

Tranquilo, como si no acabara de sobrevivir al caos que él mismo provocó, se recostó de una pared dentro de la fiesta junto a Dominik, quien le pasó un brazo por los hombros y le extendió una bebida.

—Señor —murmuró Sinaí para que solo Aaron junto a ella escuchara—, sé que mi mamá debe pedirte por mi vida y salud, así que yo me voy a ahorrar esa parte. Yo te pido por un Frey. Sea cual sea, yo no discrimino.

Aaron casi se ahogó con su trago de la risa, luego alzó su copa acompañar ese brindis.

Él tampoco discriminaba.

—El espectáculo acabó, señores —anunció Verónika con un par de aplausos y un tono estridente.

Estaba en medio de la sala, de pie con una pose de modelaje. Hablaba con la facilidad de quien sabe que jamás encontrará de parte del resto del mundo más que admiración hacia su persona.

Un hombre, como contratado exclusivamente para ese propósito, complació la mano extendida de Verónika sirviendo champagne en una copa y entregándosela.

—Estamos por comenzar la hora del desacato, lo que implica que debemos brindar —añadió Vero señalando con una uña hacia su copa—. Y saben lo que los brindis significan, ¿no? Cursilería. Exactamente. Así que busquen la insulina, porque voy a desbordar azúcar.

Los presentes rieron corteses y comenzaron a llenar sus propias copas para acompañar a Verónika en el brindis. Axer parecía querer perderse en el mar de personas que lo atestaban, pero justo en ese momento abrieron paso para dejarlo visible y sin escapatoria.

—Voy al baño —susurró Aaron.

Sina no había terminado de asentir cuando el vampiro ya se había escabullido.

—Vik es... —Vero suspiró—. Es un ser socialmente insoportable. En serio, imaginen crecer con un hermano como él, perfeccionista como un dios, competitivo como un demonio, inteligente como el diablo, y que está tan jodidamente consciente de sus cualidades que no puedes bajarle el ego ni haciendo un curso para ello. La arrogancia es de familia, pero eso no lo hace más llevadero. Entre narcisistas no nos compartimos la corona. Solo puede haber un genio superior, lo demás es séquito y plagio.

»En fin, que no soporto mucho a mi hermano, ¿okay? Y, a pesar de ello, estoy segura, más de esto que de la veracidad de mis propias notas académicas, de que él es el mejor ser humano que he conocido jamás. Y me va a matar por decirle humano, pero no importa porque después tendrá que revivirme. Él es así.

Los presentes rieron del chiste, incluso Sinaí tuvo que contener una sonrisa.

Sí, sonaba como su Vik.

—Es que imaginen lo que ha sido crecer rodeada de las tres T: Testículos. Testosterona. Tonterías —siguió Verónika—. Inevitable cuando solo tienes hermanos hombres. Pero Vik es un respiro de alivio a la masculinidad. El mundo no está preparado para él, para el genio que puede verse tan natural arreglando mi eyeliner como corrigiendo mi trabajo de investigación. Y aunque yo no le di permiso de enfermarse, sé que el germen que esté destinado a ser su cáncer habrá ganado el mejor hombre posible. Y ojalá lo valore.

Verónika acabó su discurso alzando su copa en dirección a su hermano el cumpleañero.

—Feliz cumpleaños, rarito.

—Loca —murmuró Axer, pero a su pesar sonreía.

—Padre —dijo Verónika en dirección a Víktor Frey quien estaba tranquilamente con Diana a pesar del show reciente—. ¿Quieres el turno?

Víktor asintió y aceptó la copa que le entregaba su esposa.

—Axer tenía ocho años cuando le regalé su primer tablero de ajedrez. Era un día antes de su cumpleaños, para ser exactos.

Víktor se giró a mirar a su hijo directamente con un gesto extraño, pero intenso. Lo que sea que decía esa mirada, solo ellos lo entendían.

—Le dije —siguió—: «jugaremos mañana. Si gano, me dejarás hacerte una fiesta. Si pierdo, ni siquiera te felicitaré». Me desaparecí el resto de la tarde y no le dirigí palabra alguna por la noche. A la mañana siguiente, él no solo había aprendido a jugar por su cuenta, sino que en el lapso de una hora que acordamos, me mantuvo a raya al punto en que tuvimos que dejar la partida en tablas. Decidimos que haríamos un pastel y una íntima reunión familiar. Un punto medio.

»A partir de entonces, todos sus cumpleaños jugábamos. A veces ganaba él, otras quedábamos en tablas. Generalmente ganaba yo. Lo importante es que nunca dejó de sorprenderme, de superar mis expectativas. No he tenido rival como mi hijo desde sus ocho. Jamás lo tendré.

Víktor alzó su copa en dirección a Axer, quien agradecía que desde la distancia no pudiera verse el brillo en sus ojos, el exceso de emociones que, no entendiendo qué hacer dentro de él, se asomaban desesperadas a sus lagrimales.

Aleksis suspiró desde su posición.

Supongo que tendré que decir algo —se quejó el menor en francés.

Y que sea algo bonito —exigió Verónika en ruso.

Aleksis asintió, pero no miró a Axer mientras hablaba. No miró a nadie, de hecho, estaba demasiado concentrado en la lámpara del techo.

—He visto llorar a muchas personas. Generalmente soy responsable de sus lágrimas. Estoy bien con eso. Una sola vez vi llorar a mi hermano... —Volteó a verle, un segundo apenas—. No me gustó.

Verónika y Víktor aplaudieron como si Aleksis hubiese expuesto una tesis importante, y Axer sonreía en silencio a la vez que negaba con la cabeza.

—Feliz cumpleaños —finalizó Aleksis a regañadientes y bebió de su copa.

Parecía que el brindis había terminado, Dominik y Azrel estaban teniendo una pelea de marido y mujer en algún otro lado de la mansión, pero Verónika no parecía satisfecha. Estaba viendo directamente a Sinaí. Tal vez porque leía su gesto mejor de lo que ella se entendía a sí misma, tal vez entendía que la manera en que se movía de un pie al otro y mordía sus labios era un medio inútil de contener su deseo por participar.

—¿Quieres decir algo, cuñis? —preguntó Verónika.

Sinaí sonrió sonrojada y asintió.

Cerró los ojos con fuerza y apretó su copa con más firmeza.

«Solo di la verdad, y no lo veas. Así será más fácil. Él creerá que lo haces por contribuir a su plan».

Volvió a asentir.

«Y que sea rápido, o tu voz te delatará».

—Axer es... —Ya estaba sonriendo—. Es ese tipo de persona que es indiscutiblemente excepcional, que se perfecciona a sí mismo a diario. Pero también pasa demasiado tiempo demostrándolo, y poco disfrutándolo. No creo que haya un mal día para celebrar el honor que nos hace mi Vik existiendo, pero dudo que él alguna vez escoja uno. Así que agradezco su cumpleaños. Es un momento ideal para obligar a mi persona favorita a celebrarse a sí misma.

Volteó fugaz hacia él y alzó su copa.

—Feliz cumpleaños, Axer Frey.

Él le guiñó un ojo desde la distancia, y Sina sintió que las rodillas le amenazaban con salir del grupo.

Todos en ese momento entrechocaron sus copas y bebieron lo que les quedaba en estas dando por finalizado el brindis.

Al acabar el brindis, Verónika tomó el control de la música, apagó las luces de la sala y encendió las de neón con su propio celular. En menos de cinco minutos la reunión de aburridos se tornó en una suerte de antro donde Born this way de Lady Gaga sonaba a todo volumen.

Rápidamente Sinaí fue a buscar a Axer, pues si antes no sabía qué hacer en ese ambiente ahora estaba todavía más perdida. Le contagiaba la alegría del lugar, pero su novio falso estaba en algún lado seguramente recluido y mirando a todos con desaprobación. Y era su cumpleaños, así que ella sintió que debía ir a rescatarlo.

El problema es que apenas Sinaí alcanzó a Axer, este se disculpó diciendo:

—Voy por un trago.

—Ehh... Bueno. ¿Te acompaño?

Axer vaciló, indeciso, así que Sina se dejó de rodeos y le dijo:

—En la playa no podías quitarme las manos de encima y hoy no puedes ni tolerar estar conmigo dos segundos...

«Porque tú le dijiste que se alejara», le recordó su mente.

«Porque no estoy preparada para otro de nuestros juegos», se respondió a sí misma.

—Mira, olvida lo de la playa, y el mañana y todo, ¿sí? —le dijo, tomando su brazo—. Hoy estás de cumpleaños.

—No lo estoy.

—Corrijo: hoy celebramos tu cumpleaños. ¿Escogiste qué harás con tus cinco minutos?

Él la miró de arriba a abajo de una manera en que la hizo sentir desnuda. De hecho, tuvo que comprobar que llevaba puesto el top, pues sentía un frío inusual que erizó su piel y dejó erectos sus pezones.

—Lo he pensado —respondió él.

—¿Y?

—Lo sigo pensando.

No se quedó para esperar una respuesta al respecto, simplemente se alejó a buscar su trago como había dicho que haría.

En el camino, Axer se encontró con el invitado estrella de Dominik al que todavía no había saludado.

—Frey —saludó Aaron, pero no había ni rastro de su picardía habitual. Fue más como un gesto automático e indiferente, parecía estar viendo en otra dirección, tal vez hacia las personas que bailaban, y su voz dejaba cierto rastro de amargura.

—Te estaba buscando —le dijo Axer, deteniéndose frente a él con las manos en los bolsillos del pantalón.

Eso despertó a Aaron de su distracción, haciendo que volviera la vista hacia el ruso como si lo notara por primera vez.

—¿A mí? ¿Y yo qué hice?

—Nada... —Axer frunció el ceño enseguida, pues no estaba seguro de eso—. Espero.

—¿Entonces...?

—¿Tienes sed?

Aaron rio por lo bajo.

—En mi vocabulario hay muchos tipos de sed, Frey, requeriré de tu prodigiosa mente que haga un leve desperdicio de su brillantez hacia mí y sea un poco más específica al respecto.

—Voy a la cocina por alcohol, Jesper, y tienes cinco segundos para pensar si quieres acompañarme.

—¿Vas a...?

—Contando desde ya.

Axer caminó a la cocina sin ver atrás ni una vez para comprobar si le seguían.

Nada más entró fue directo al bar donde guardaban las copas y tomó una de Martini. Con ella en mano se dirigió a la nevera, sintiendo ya los pasos detrás de él. Reprimió el regodeo de satisfacción que quería aflorar en su rostro.

Tomó el envase de yogurt y lo vació en la copa. La dejó en el mesón y abrió la despensa para alcanzar el cereal de colores, destaparlo y con una cucharilla servir los aros justo encima del yogurt.

Se volteó, confirmando que Aaron estaba detrás, y le extendió la copa.

—No sabía que tenías confleys en el menú de la fiesta —bromeó Aaron aceptando la copa—. De haberlo sabido no habría considerado tanto venir.

—No estaba en ningún menú, yo los compré esta mañana.

Aaron frunció el ceño, mirando de su cereal a Axer y de vuelta.

—¿Por qué? —inquirió con escepticismo.

—Porque sabía que vendrías.

—Tenía la impresión de que el mensaje de invitación no lo habías enviado tú. Me llegó de un número desconocido.

Axer se encogió de hombros.

—Y es cierto. Pero ya me habían advertido, así que contaba con la desgracia de tu presencia.

Aaron frunció mucho más el ceño, sus cejas casi tocándose. No dijo ni una palabra, miraba el preparado de yogurt y cereal como si temiera que estuviera envenenado.

Axer se llevó las manos a la cara y resopló.

—Como me digas que ese es justo el sukin syn sabor de yogurt que no te gusta, te pondré la copa de sombrero, Aaron. Hablo en serio.

Pero Aaron seguía sin decir nada, y ya su ceño no estaba fruncido, pero sus ojos estaban muy abiertos, fijos en el envase entre sus manos.

Axer sintió el comienzo de una risa escabullirse entre sus labios, así que la retuvo.

—De haber sabido que un poco de cereal era lo que hacía falta para que te callaras, me habría ahorrado un par de canas.

Aaron, todavía callado, se metió una cucharada de yogurt llena de aros de colores a la boca, y volteó los ojos de placer en cuanto sintió el sabor estallar contra su lengua.

Siguió comiendo en silencio. Silencio de verdad. Disfrutando su manjar sin proferir una sola palabra.

Axer empezó a preocuparse en serio.

¿Debía llamar a emergencias?

Ah, cierto: él era emergencias.

Cuando le quedaba solo el fondo de la copa lleno de yogurt, Aaron empezó a pasarle el dedo, lo que provocó que una mueca tensa se formara en el rostro de Axer.

—No hagas eso en mi presencia —ladró el ruso.

—¿Me servirás más entonces?

—Claro, Jesper. Lo compré para ti.

Axer detectó de nuevo esa extraña expresión en el rostro del vampiro, así que se apresuró a alzar un dedo de advertencia en su dirección.

—Ni se te ocurra volver a dejarme a hablando solo.

Aaron inspeccionó a Axer con una curiosa mirada ardiendo en sus ojos infernales mientras su lengua, como por voluntad propia, jugaba con el piercing en su labio. Al ruso se le antojó que esa sería la expresión que tendría un enviado por Lucifer al que acababan de explicarle su nueva misión.

—Quieres que me calle, pero dejo de hablar y me amenazas —señaló Aaron—. ¿Estás bien?

Axer enarcó una de sus cejas en una mirada significativa.

—Es mi cumpleaños, Jesper. Tengo derecho a ser contradictorio.

—No olvido que es tu cumpleaños. Hasta te traje un regalo.

Axer entornó los ojos con interés.

—Para tu desgracia, no puedo dártelo en este momento. Está muy bien envuelto. Tendríamos que salir para que puedas «recibirlo» —dijo Aaron con un guiño de ojo al final.

—O podríamos ir a mi cuarto.

Toda la picardía del rostro de Aaron se fue de vacaciones dejando en su ausencia solo un ceño fruncido, una expresión como de ofensa pura.

—Con un «no» bastaba —comentó Axer con un deje sarcástico.

—Ese fue un juego muy sucio, Frey, incluso para mi gusto.

Axer ladeó el rostro, las esmeraldas de sus ojos casi refulgían en una mirada intensa mientras hacía contacto con la del vampiro.

—Aaron, no estoy jugando a absolutamente nada.

Aaron sonrió, relamiéndose, y Axer siguió el movimiento de sus labios.

Ninguno hizo nada más pues en ese instante fueron interrumpidos por el resonar de las botas de Sinaí que justo entraba en la cocina. Ella se detuvo, sorprendida de verlos, y se quedó mirándolos de uno al otro.

Estaban juntos. Solos.

¿Qué mierda estaba pasando? Porque el contexto que Sinaí recordaba era que Axer detestaba a Aaron porque era un Jesper, un promiscuo —un Jesper—, un vampiro y además había contribuido al plan por el que Sina y Axer habían terminado. De hecho, en la última interacción que tuvieron en Venezuela, Axer le partió la mandíbula a Aaron al golpearlo con unas llaves entre su puño.

Y además, Axer se había notado muy disgustado con respecto a ver a Sina y Aaron juntos en la fiesta en la playa, además de que casi le dio una vaina cuando ella mencionó que se quedaría con él en Malcom.

¿Entonces qué mierda pasaba?

—¿Interrumpo? —fue lo que preguntó, ya que estaban tan callados.

—No —zanjó Axer.

—Sí —respondió Aaron al mismo tiempo.

Sinaí arqueó una ceja, pero no dijo nada.

—¿Me das un permiso? —dijo a Axer—. Quiero un trago y estás atravesado.

Axer se apartó, y Sinaí pudo alcanzar el congelador donde estaban las bebidas, tomando una Smirnoff para sí.

De reojo, vio el vaso con yogurt en la encimera al que todavía le quedaba un aro de cereal. Fue como si enseguida la arrastraran al día en que conoció a Aaron, en Mérida, cuando sentados en la barra él se comía su piña colada con cereal de colores.

—¿Me pasas una? —preguntó Aaron refiriéndose a la Smirnoff que Sina había agarrado para sí.

—No. Tómala tú.

—Yo también quiero una —dijo Axer.

—Y tú también la puedes tomar por tu cuenta.

—Es mi cumpleaños.

—¿Y?

—Y... —Axer le tomó la muñeca en un gesto suave, acariciando el interior de esta con su pulgar enguantado. Eso desconcertó a Sinaí, quien lo miró con el ceño fruncido aunque no apartó su brazo—. Quiero una Smirnoff, y que te quedes a beberte la tuya con nosotros. ¿Es mucho pedir? Tú me debes cinco minutos.

Ella separó su mano de él y se cruzó de brazos, mirándolos a ambos mientras pensaba la oferta.

—¿Son amigos ustedes?

—Es una explicación muy larga, pero podríamos incluirlo en una conversación si decides quedarte —contestó Axer.

Sinaí se encogió de hombros, tomó su botella y se alejó hasta quedar recostada de la isla de la cocina con los codos encima de esta.

—Me quedo, pero toma tu bebida tú mismo.

Axer así lo hizo, tomando una para él y otra para Aaron, que se alzó con sus brazos hasta quedar sentado en la encimera de la cocina. Axer lo imitó, sentándose a su lado.

Para sus adentros, Sinaí pensaba en si Axer habría hecho eso mismo con igual tranquilidad en una cocina ajena donde desconociera la rutina de limpieza, y tuvo que reprimir una sonrisa al imaginarlo en esa situación.

—Por el cumpleañero —dijo Aaron alzando su botella.

Axer chocó su bebida con la de Aaron, luego la alzó en dirección a Sinaí antes de tomar.

Ella los imitó.

—¿Han disfrutado la fiesta? —interrogó Axer.

—Yo sí —dijo Aaron.

El joven Jesper reprimía una odiosa satisfacción en su rostro que llevó a Sinaí a mirarlo con ojos asesinos.

—¿Qué? —inquirió él—. No te hagas la ofendida, tú estás clara en lo claro.

—¿Ah? —saltó Axer confundido.

—Tú calla —cortó Sinaí—. Y responde lo que te pregunté. ¿Desde cuándo son amigos ustedes?

—Desde que tú me pediste que lo besara, supongo —contestó Axer sin ningún tapujo, mirando a Sinaí directamente a los ojos y disfrutando del efecto que sus palabras tuvieron en ella.

Estaba roja y avergonzada, temerosa de que Axer pudiera leer el recuerdo de esa ocasión en su mirada. Por eso prefirió mirar hacia otro lado.

Aaron se quitó la chaqueta quedando solo con su camisa gris. Con esa nueva comodidad, se recostó en el mesón, poniendo su cabeza en el regazo de Axer. Para la absoluta sorpresa suya y de Sinaí, Axer no se lo impidió. En lugar de eso, empezó a acariciarle el cabello, enterrando sus dedos cubiertos de cuero en las hebras de cabello del vampiro, enroscándolos y alejándose por todo el largo de esos mechones oscuros.

—¿Jugamos piedra, papel o...? —Aaron movió dos dedos en un gesto de corte, mirando al ruso mientras este condenaba su chiste interno con los ojos entornados, pero sin dejar de merodear por su cabello.

—He tenido suficiente de tus juegos por una vida, Jesper.

—Eso mismo habías dicho de mi presencia.

Axer bufó.

—Es optimista de tu parte decir eso en pasado.

Aaron suspiró y volteó el rostro hacia Sinaí.

—¿Tú qué dices? —le preguntó—. ¿Tienes un juego que proponer?

—Ustedes decidan, yo todavía estoy asimilando.

—¿Qué? —preguntó Aaron.

—Que él no te haya empujado todavía.

Riéndose, Aaron volvió a ver a los ojos al genio que, en contra de las probabilidades, estaba cómodamente tocándole el cabello. Se miraron fijamente. Y ahí estaba, una maldita tensión cuya onda expansiva alcanzaba a Sina incluso desde la distancia.

—Se tienen un hambre que da miedo —musitó ella en comprensión, tan bajo que fue casi para sí misma.

—¿Qué haces allá? ¿Estás molesta conmigo? —preguntó Aaron volteando hacia Sina.

Ella puso los ojos en blanco.

—Claro, Aaron, porque es posible molestarse contigo. Por supuesto.

Sinaí se despegó de la isla y caminó para estar más cerca de ellos.

Una vez frente a ambos, lo primero que buscó fue la mirada de Axer.

«¿Qué mierda estás tramando tú ahora, Frey?».

Sina seguía mirando a Axer entre aprensiva y expectante, y él aprovechó toda la atención de sus ojos para desviar sus dedos del cabello de Aaron y deslizar sus nudillos en un roce furtivo por el filo de esas mejillas.

Sinaí se inclinó sobre el oído de Aaron, susurrando muy despacio contra él:

—Vas a pagarme esta.

Él sonrió, malicioso, y volteó apenas lo justo para que sus labios alcanzaran la comisura de los de ella en un beso fugaz.

—Te ves buenísima incluso cuando me amenazas como una loca.

Axer gruñó en advertencia, pero no recurrió a ninguna reacción física, ni siquiera cuando los dedos de su gatita se escurrieron entre el bajo de la camisa de Aaron, rozando levemente la piel de su abdomen.

—¿Todo bien?

Ella no se lo estaba preguntando a Aaron.

Axer la miró, serio, por tanto tiempo que Sinaí sintió que él iba a insultarla. Y de todos modos no se detuvo, enterrando sus dedos más profundamente bajo la camisa del vampiro hasta casi alcanzar su pecho. El poder que ella sentía cuando bajo su tacto él contenía la respiración, eso la estaba incendiando de una manera que el alcohol no podía.

Sin mediar palabra, Axer asintió, una respuesta tardía pero válida. Eso alentó a Sinaí a contenerse menos, así que levantó la camisa de Aaron para dejar su torso tan descubierto como fuese posible.

Aaron parecía en un trance.

—¿Es en realidad mi cumpleaños o qué mierda? —inquirió Jesper incrédulo de tener las manos de ambos encima.

Sinaí se encogió de hombros.

—Es más tu estilo —bromeó ella, refiriéndose a su acción de desnudar casi todo el torso de Aaron.

—Una noche que intento ser decente y lo arruinas —se quejó él.

Sinaí rio, y esa sonrisa radiante y espontánea hizo estragos en el estómago de Axer.

«Ella es tan hermosa...».

—Tú lo dijiste —siguió Sina a Aaron—. No deberías privar a la humedad de estas vistas.

Axer puso los ojos en blanco, aunque él mismo no podía apartar la mirada —a menos que hiciera un esfuerzo consciente—, de la forma en que ella pasaba sus uñas de arriba a abajo por toda la pálida piel de Aaron, deslizando sus dedos traviesos por toda la curva de la ingle que la direccionaba hasta asomarse con timidez bajo la liga del bóxer.

Una respiración forzada delató el estado de Aaron, pero Axer no se quejó. No tenía moral para reclamar nada en lo absoluto, no cuando la evidencia de su deleite estaba presionando con dureza contra la nuca de Aaron.

Y el maldito lo sabía, y lo estaba disfrutando, por eso le sonreía como un maldito demonio mientras se relamía la boca.

—¿Estás bien...? —preguntó Sina en un hilo de voz a Aaron. No quería estar haciendo nada fuera de lugar y de pronto sus uñas estaban deslizándose por el pantalón de él, desviadas al interior de su muslo, subiendo hacia el bulto que la estaba intrigando.

—¿Yo? —jadeó Aaron, sintiendo la presión de los dedos de Axer en su cabello—. Mierda, yo estoy de maravilla.

Sinaí reprimió una risita tímida y siguió en lo suyo, acercando gradualmente su mano hacia lo que quería tocar.

Sintiéndose inmune, Aaron bajó su propia mano al borde de la falda de Sinaí, haciendo contacto ahí donde ni las medias ni la falda cubrían.

Axer tenía rato mirando esas piernas, y él mismo se moría por tocarlas, pero si tenía que vivirlo a través de las manos del vampiro, que así fuera.

Lo observo, con la garganta reseca, mientras él metía la mano tan profundo en el muslo de ella que ya, lo que sea que hiciese ahí adentro, la falda guardaría el secreto.

Axer cerró los ojos e inspiró profundo, torturado por la manera en que el diabólico muchacho sobre su regazo presionaba con más intensidad su cabeza contra la entrepierna del ruso.

Sinaí estaba desorientada por completo. ¿Qué estaban haciendo? ¿Por qué Axer lo permitía? ¿Por qué le gustaba tanto...?

Embriagada por una sensación de sofocante placer y curiosidad, se atrevió a cerrar su mano sobre la entrepierna de Aaron por encima del pantalón, con sus ojos fijos en el ruso.

Entonces los dedos de Aaron la recompensaron al alcanzar su panti, y por encima de la tela empezaron a rozarla. El contacto fue abrasador. Ella no había sido consciente de cuánto su cuerpo la había estado pidiendo hasta que lo sintió, y entonces tuvo que cerrar los ojos y respirar muy, muy, hondo, para no jadear, para no gemir, para no pedir patéticamente que por favor no se detuviera, que siguiera frotando sus dedos contra la tela, que la estaba tocando justo donde lo necesitaba.

Axer sentía que podía desfallecer solo mirándola a ella tan contrariada al no saber qué hacer con las sensaciones de su cuerpo. No necesitaba saber lo que estaba pasando dentro de esa falda para hacerse una idea de la delicia que significaba para ella.

—Parece que haces un buen trabajo —murmuró Axer con severidad a Aaron, como si dictara una sentencia. Sus dedos separaron los labios del vampiro, accediendo hasta clavarse el filo de su colmillo en el cuero del guante.

De pronto, a Axer se le ocurrieron un par de utilidades para esa boca, y tuvo que empezar una cuenta regresiva en su cabeza para no ordenarle a Aaron que las reprodujera ahí mismo.

Y, por supuesto, Aaron lo notó. Notó el deseo, y las mil posibilidades que el genio contenía para no dejar divertirse al verdugo.

—¿Tienes sed? —le preguntó Aaron a Axer en un tono estrangulado, tan bajo que parecía una perversa invitación.

—No.

—La tendrás.

Aaron dejó lo que estaban haciendo sus manos y agarró su botella de Smirnoff. Se pegó a esta un par de segundos antes de incorporarse. No dio mucho tiempo a ninguno de reaccionar, apenas asimilaban la sorpresa de su movimiento cuando Aaron agarró al ruso por la nuca, pegó su boca a la de él y se abrió paso para escupirle la bebida dentro.

«La puta madre que me dio mi putísima vida», pensó Sinaí, sus ojos fuera de órbita del shock.

Y entonces, alguien ajeno a ese trío carraspeó, haciendo que el corazón de Axer se saltara un latido.

A esa paso las interrupciones lo iban a matar, y no había quien lo reviviera.

Dominik entraba a la cocina en ese momento, y Sinaí sintió que se iba a desmayar del pánico y la vergüenza. Los genios al captar la interrupción voltearon en direcciones opuestas, Axer sonrojado hasta las cejas mientras se tragaba la bebida a duras penas, y Aaron con la sonrisa del siglo.

—Qué bien va la fiesta para algunos... —murmuró Azrel siguiendo de cerca a Dom.

—Te pedí que disimularas —regañó Dominik en voz baja.

—Lo siento —se excusó Azrel, deteniéndose al pasar junto a Sinaí. Sus ojos le escanearon la falda por detrás y la recorrieron hasta alcanzar su top, donde sus pezones erectos estaban tan claramente marcados contra la tela—. No soy muy bueno disimulando.

—Estás decidido a morir esta noche, ¿no? —expresó Axer, tenso y amenazante.

—Axer —exhortó Sina.

—Nazareth —respondió él imitando su tono.

—Azrel —llamó Dom para sacar a su primo de esa situación.

—¿Dominik? —inquirió Azrel con un deje de inocencia fingida.

—¡Aaron! —exclamó en broma el único que no había sido mencionado, atrayendo la mirada de todos.

Axer apresuró la distracción de risas y malas miradas para bajarse del mesón y abrir la nevera. Necesitaba un vaso de agua del tamaño de la piscina, y enterrar la cara en el congelador hasta su próximo cumpleaños.

—Nosotros seguiremos nuestro camino —dijo Dominik, arrastrando a Azrel del brazo.

—Yo también me voy —se excusó Aaron—. Excelente noche, pero yo necesito una ducha.

Eso solo aumentó el rubor y el nerviosismo en Sinaí.

Se suponía que ella y Axer estaban comprometidísimos en su relación, ¿cómo dejaría esa escena a su situación para con la familia Frey? ¿Esos dos dirían algo?

Cuando Azrel y Dominik al fin se perdieron por el pasillo ascendente y Aaron hubo regresado a la fiesta, Axer se volteó, su cara enterrada en un vaso de agua mientras miraba a Sinaí.

Luego de beber y suspirar, le preguntó:

—¿Estás bien?

—Ellos...

—No dirán nada. Y Dominik sabe lo de nosotros. Me refiero a... Que no hay un nosotros.

«¿Por qué me sigue doliendo?», se cuestionó Sina con tristeza.

Ella quería preguntarle por qué había decidido confiar en Dominik, pero sabía que no era la mejor persona para cuestionar en quién Axer depositaba su confianza.

—¿Algún día seremos amigos, Axer? —preguntó en cambio, pues ya le dolía esa sequedad entre ellos.

Él negó, dejando el vaso en la encimera detrás de él.

—Estoy cansado de repetirte esto, Nazareth. —Axer avanzó hacia ella, tomando su rostro entre sus manos—. No hay ninguna circunstancia en la que podría conformarme con tener de ti solo una amistad.

—¿Entonces qué...?

—No me preguntes cosas estando ebrio —se quejó Axer, aunque su voz sonaba intacta, y procedió a besar ambas mejillas de Sinaí—. Deja de aprovecharte de mí.

Ella rio y bajó el rostro con timidez, aunque sus siguientes palabras no conocían de vergüenza.

—De mí sí te puedes aprovechar si quieres.

Alzó la mirada. Axer estaba mirándola como si se la quisiera comer.

—Digo, es tu cumpleaños, ¿no?

Él alcanzó con su mano el top de Sina, usando sus nudillos para rozar la evidencia de sus pezones sobre la tela blanca.

Todavía no asimilaba que estuviera vestida de blanco.

—Claro que quiero aprovecharme de ti, bonita —susurró él alzando la vista hacia ella, quien contenía la respiración—. Me muero por masticar, lamer y saborear lo que mis dedos están rozando...

—Viene un pero, ¿no?

Axer se apartó, aunque tuvo que agotar toda su fuerza de voluntad en ello.

—Pero eres una reina. Y aunque no sea en mi tablero que tengas que estar, te mereces mucho más que sexo por venganza.

—¿Es todo? —demandó ella sin gracia. Esas palabras no le habían gustado en lo absoluto—. ¿Y tu juego?

—Tú te rendiste, y yo respeté eso.

Sinaí asintió, aunque no le creía.

—No voy a decirte que no me duele, pero lo entiendo. Solo... —Ella señaló su alrededor—. No es fácil estar aquí y extrañar lo que nunca sucedió, pero pudo pasarnos.

—Lo sé.

—¿Y eso dónde nos deja? —preguntó ella en un susurro. No tenía la entereza de pronunciar las palabras en voz alta—. De nuevo en una relación falsa y sin amor, pero incapaces de ser amigos. Es cruel, Axer. Preferiría irme de esta maldita isla y...

Ella iba a decir «y cambiarme el nombre», pero eso ya lo había hecho, y no era una mención agradable.

—¿Sin amor? —inquirió Axer con una risa amarga, un bufido despectivo que agredió la coraza de Sinaí—. No importa cuán falsa sea nuestra relación, mis sentimientos por ti nunca lo serán. No tiene caso lo que intente, o lo que hagas tú. Jamás van a irse.

Axer dio un paso más hacia ella, para que entendiera, porque nunca había dicho eso en voz alta. No a ella, no en su idioma.

—Esta no es una relación sin amor mientras yo te ame, Nazareth. Y créeme, yo te amo demasiado como para ni siquiera necesitar que lo hagas tú de vuelta.

Sinaí estaba llorando en silencio, y su rostro no reflejaba más que ira.

—¿Este es tu juego ahora, Frey? —espetó—. ¿Te amo? «Quédate, déjame jugar un poco más a que somos todo, aunque no tenemos nada, y no aspires ni por coño a ser mi amiga, porque te amo». ¿Es ese el enunciado de esta partida?

—Sinaí.

—¿Qué?

—Vete a la mierda.

Axer pretendió dejarlo todo así y marcharse, pero la impotencia pudo con Sinaí y lo persiguió, plantándose frente a él, bebiéndose todo su odio.

—Bésame —le pidió ella con lágrimas en los ojos, porque sintió que esa ira que él exhumaba al fin la podría matar.

Él rio, histérico, y se llevó la mano a la cara para espabilarse.

—Ha sido una larga noche, vamos a dormir —le pidió él en un intento desesperado por mantener la calma.

—Reacciona de una vez, maldita sea —pidió ella, incapaz de seguir como estaban hasta entonces.

—¿Cuánto has bebido?

Axer hizo ademán de tomar sus hombros pero ella se apartó, bufando.

—¿Es eso lo que crees? ¿Que tengo que estar borracha para tener el coraje que a ti te falta para decirme las cosas a la cara?

Axer cerró los ojos y respiró hondo.

Y a ella se le escapó un sollozo, sintiéndose patética.

—No estoy ebria —dijo ella entre lágrimas—. Estoy rota. Y empezaba a sanar. Me desintoxicaba de ti. Y, mierda...

Ella hizo un gesto como si quisiera estrangular al aire. Estaba dejando salir cosas que la estaban matando desde adentro.

—Cómo dolía —siguió—. Cómo me dolió convencerme de que tenía que renunciar a la droga que me llevó a cometer la locura más grande de mi vida, esa que acabó por destruirnos. Cómo me costó decirle a mi corazón que tenía que vaciarlo, por su propio bien, del sentimiento más hermoso que habíamos sentido.

Sinaí sorbió por la nariz y usó el dorso de su mano para secarla.

—Y luego llegas tú, con tus sonrisas mezquinas y tu mirada asfixiante, a recordarme qué bien se siente querernos. Haces feliz a mi madre, me traes aquí, me haces parte de tu todo y me recuerdas lo que es ser novia de Axer Frey; pero me enfatizas que es falso, que ya no eres mío, que no quieres mi amistad, pero dices que me deseas, solo para jurar que no me vas a tocar. ¡¿Eso no es jugar?! ¿Quieres que crea que, así como así, estás siendo altruista y te olvidaste de la venganza por lo que te hice?

Axer, serio, se llevó las manos a sus bolsillos. No perdió esa entereza que proyectaba al zanjar el asunto diciendo:

—Me estás juzgando en base lo que tú harías.

—¿En serio? ¿No me dijiste que te gusta jugar conmigo?

—Me encanta, pero no contra ti.

—¿Y qué es todo esto? —preguntó ella señalando a su alrededor—. ¿Qué es?

—Te traje aquí para protegerte de tu propio jaque, Nazareth. Pero puedes irte si es lo que quieres. No puedo obligarte a jugar de mi lado del tablero.

—¿Y todo esa maldita demostración de deseo? ¿Cada vez que te sales de tu papel y me dices las cosas que quisieras hacerme? ¿Es para protegerme también?

—No, es porque te deseo.

—¿Entonces por qué...?

—¡Maldita sea, Nazareth! —bramó Axer perdiendo la calma, su rostro rojo por el exceso de algún sentimiento nocivo, sus manos tensas de impotencia—. ¿Es que no lo has entendido? No te miento, maldición. No quiero herirte, solo quisiera que la herida que dejaste en mí dejara de doler. Y como ese sentimiento sigue ahí, dañandome, no puedo aceptar que te entregues a mí. No si no puedo darte todo. No si nos hace daño. No si no puedo prometerte la mitad de lo que te mereces.

Axer se detuvo a respirar, parecía que iba a exhumar un remolino de emociones para las que no había conseguido defensa. Y se veía aterrado, pero decidido.

—Tengo cosas que arreglar conmigo mismo. Y esas cosas implican explosiones en las que no quiero arrastrarte —añadió, su voz apasionada en aquella confesión—. Y te amo, maldita sea. Te amo como no he amado una persona en esta maldita vida, y no te lo demuestro con caricias o palabras porque pensé que la renuncia hablaba suficiente por mí. Y no solo la que hice aquel día, la que hago cada sukin syn segundo que te veo, te deseo con todo mi ser, y decido la opción que más me duele, pero que no te hará daño.

Sinaí, enterró la cara entre sus manos, llorando desconsolada.

Él le tomó las muñecas y apartó esas manos, para que fueran las suyas las que tomaran su rostro.

—¿Me amas? —preguntó ella, temblando entre sus manos.

—Sí, Nazareth. Te amo —musitó él en respuesta.

—¿Todavía?

—No tiene cura. Ya lo comprobé. Pero eso no te condena a ti a esperar que esto sea sano.

—Cállate —dijo ella, abrazándolo—. Eres la mejor persona que tiene este mundo, Axer, y odio ser la culpable de que...

Él la silenció, acariciando su espalda y siseando.

—Quisiera limpiar tus lágrimas, en serio —dijo él en un hilo de voz—. Pero sí levantas el rostro querré besarte.

Ella sonrió y lo abrazó más fuerte.

—No me alejes, por favor. No puedo enmendar el pasado, y sé que no me quieres de amiga, pero por favor déjame estar en este proceso de tu vida.

Axer suspiró.

—¿Vas a quedarte a dormir? —le preguntó.

—Me muero por dormir contigo de nuevo, pero si eso no está bien para ti...

—Estaré bien. Siempre que te arropes tanto que no pueda ver ni tu meñique. Tal vez así podremos dormir en serio.

Sinaí rio, disfrutando todavía la caricia de Axer en su espalda.

—Axer...

—¿Mmm?

—Yo también te amo. Nunca he dejado de amarte. 

~~~~

Nota:

Esta gente me tiene jodido el corazón, Sinaxer me va a secar mi reserva de lágrimas, nojoda 😭

¿Qué les pareció este capítulo? Cuéntenme todo porque estuvo fuerte la vaina.

¿Qué creen que va a pasar ahora?

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