Odio Profundo |BL| ©

By Mila_Darkness

5.7M 562K 731K

Dominik Evans es un joven introvertido, preso entre las paredes de su propio hogar. Maltratado por la persona... More

• Introducción
• Epígrafe
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Laguna Inestable

Capítulo 54

64.6K 4.1K 6.3K
By Mila_Darkness

Nuevamente me encuentro en una situación extraña que, como era esperable, yo mismo causé.

Fui dominado por los impulsos más primarios: la necesidad de proteger a quien amo. Tuve intenciones nobles, eso no puedo negarlo, pero debí pensarlo con más calma. El tiempo tampoco ayudó, solo disponía de treinta horas para organizarme. Involucrar a Aaron hubiese sido inútil, incluso peligroso, él es demasiado volátil; golpes, gritos, narices rotas y sangre... Sí, acabaría mal. Necesitaba un enfoque metódico que no implicara terminar otra vez en la oficina del subdirector Langford, quien trataría nuestro problema como si fuera alguna tontería adolescente e insignificante. Jamás comprendería que, de hacerse público, podría arruinarnos. Entonces ideé varios planes mientras fingía dormir, obteniendo posibles soluciones, entre ellas:

Sobornar a Dan Hamilton.

Pedir dinero era su intención desde el principio, ¿qué más buscaría sino? La familia Hamilton no es precisamente pobre, pero está lejos de ser adinerada.

Siguiendo esa lógica, decidí guardar mis ahorros en la mochila cuando Aaron se encontraba distraído. Él tenía la mente apartada del mundo, fue sencillo pasar desapercibido. Continuaba malhumorado por los sucesos ocurridos la mañana anterior, Alex Walker le generó inquietud. No lo culpo, también estaría furioso si alguien quisiera su número. Todavía me parece irreal saber que aquel comportamiento errático, nervioso y avergonzado no era porque buscara llamar la atención de mi novio. Se había enfocado en mí. Claro que nos fuimos enseguida, cierto rubio iba a cometer asesinato si permanecíamos allí. El asunto quedó olvidado, al menos momentáneamente, una vez que entramos a nuestra habitación.

Su espalda posee nuevos rasguños.

Mi suerte siempre ha sido escasa, los inconvenientes no tardaron en surgir: hoy se negaba a regresar solo, quería llevarme consigo. Esa renuencia casi arriesga el plan, sin embargo pude convencerlo diciéndole que iría a la mansión Jones para pasar la tarde con mi mejor amiga. Ojalá hubiese sido el único obstáculo, por desgracia aparecieron otros. Era vital descubrir en qué horario practicaba Hamilton, Delta tiene una cantidad considerable de actividades extracurriculares, sería imposible averiguarlo sin ayuda. Aquí entra Kara, quien comparte materias con él aunque se lleven dos años (sí, Hamilton continúa en duodécimo grado cuando ya debería haberse graduado). Ella desconocía mis intenciones y no preguntó, me brindó la información necesaria siempre que prometiera contarle todo luego.

Resuelto lo anterior, al fin podía esperar ansiosamente el momento del enfrentamiento. Y aquí estoy, recostado contra una pared en el gimnasio vacío, escondido bajo mi gran capucha negra. Luzco igual que un acosador acechando a su víctima. Los deportistas se están duchando, consigo escucharlos aun encontrándome fuera del vestuario masculino. No entraré hasta que todos, excepto Hamilton, hayan desalojado el lugar; nada me produciría más desconcierto que ver adolescentes desnudos.

Pasan varios minutos, algunos chicos comienzan a salir ya vestidos, pero cuando creo que están listos para irse, se percatan de mi presencia y voltean a mirarme como si quisiera cometer genocidio. Ignoro sus acusadores ojos mientras camino hacia el vestuario, atravesando la estrecha puerta. Hay demasiado vapor dificultando mi visión; distingo a Hamilton sentado sobre el banco largo de madera, ubicado entre los casilleros verdes. Todo en este sitio huele a peste hormonal, sudor y testosterona. Arrugo mi nariz con desagrado.

—Tú no eres Miller —espeta levantándose, visiblemente molesto. No lleva puesto ningún uniforme deportivo, pero su cabello rubio parece húmedo: tal vez fue de los primeros en cambiarse—. Vete.

—¿Decepcionado? —Cruzo ambos brazos—. Estoy aquí para terminar este estúpido jueguito.

—El problema es con Miller, no contigo —advierte caminando hacia mí, poniéndome tenso. Es más grande de lo que recordaba, sus manos podrían romperme el cráneo fácilmente. Usa un suéter gris demasiado ceñido, permitiendo que los músculos se le marquen.

Sí, vivo no salgo.

—Iré directo al punto. —Aclaro mi garganta, borrando esos pensamientos intrusivos—. Te ofreceré el dinero que pidas si prometes mantener la boca cerrada.

—Ustedes son tal para cual, ahora lo entiendo. —Aquel rostro poco agradable se vuelve oscuro y rígido, algo en la propuesta le produce molestia. Escucho cómo truena su cuello, trago saliva—. Jamás te importó mi hermano, cometió un error al preocuparse por ti.

Sabía que Fred estaba involucrado.

—¿Preocuparse? —Aprieto los dientes, una furia repentina me atraviesa. Hamilton se detiene frente a mí, imponente—. El bastardo solo quería follarme, arruinó nuestra amistad.

—Insúltalo otra vez y te...

—¿Qué? —interrumpo la estúpida amenaza—. ¿Me golpearás?

—Lo haría si Fred no te apreciara tanto —sisea. Apenas logro contener varias carcajadas que emergen ante aquella respuesta tan absurda.

—Tenemos conceptos diferentes de lo que significa "apreciar" —espeto con ironía—. Nadie agrede o humilla a quien aprecia.

—Miller es el motivo. —Su mandíbula se tensa.

Fred intentó culparme por no haberlo elegido, ahora este imbécil quiere culpar a mi novio.

Acorto la distancia entre nosotros, tomándolo del suéter sin consideración. Tal vez Hamilton me intimide porque su masa corporal es dos veces superior a la mía, pero mis ganas de partirle el rostro son mayores.

—Tu hermanito no sabe cómo aceptar el rechazo —increpo severamente, exaltado—. Supéralo.

—¿Rechazo? —Entrecierra los ojos, confundido.

—Sí. —Reduzco la fuerza sobre su agarre al descubrir que no reacciona—. Y jamás permitiré que expongan nuestra relación solo porque Fred continúa dolido. —Lo suelto luego de unos segundos, alejándome—. ¿Cuánta basura metió ese imbécil en tu cabeza para que accedieras a esto?

—Mierda, tú... —masculla pasándose ambas manos por el cabello, frustrado—. Joder, no lo sabes.

—¿Qué balbuceas? —Observo con inquietud aquel comportamiento repentinamente impredecible, su rostro pálido consigue desconcertarme.

—Nunca busqué hacer pública tu relación. —Arruga la nariz como si hubiese dicho algo asqueroso—. Tampoco iba a pedir dinero.

—¿Entonces? —cuestiono—. Fuiste bastante claro cuando le hablaste, escribiste textualmente: "descubrí lo que ocurre entre Dominik Evans y tú" —cito agudizando mi voz, sarcástico.

—Eras su razón. —Golpea un pie contra el suelo repetidas veces, mi desesperación aumenta.

—Estás siendo enigmático, ve al jodido punto —exijo con impaciencia, ansioso.

—Miller lastimó a Fred por ti. —Le tiemblan las manos.

¿Qué? Nunca pelearon hasta el extremo de hacerse daño. Es más, la única persona que salió herida alguna vez fue Aaron: se encontraba ebrio y el bastardo decidió aprovecharlo.

—Explícate —ordeno.

—Mi hermano actuó extraño durante semanas, noté que las fechas coincidían con tu ausencia en casa —responde mientras se apoya sobre el casillero, luego sigue—: lucía demasiado nervioso, comenzó a fumar otra vez, ni siquiera hablaba conmigo. —Hamilton mira hacia algún punto lejano—. Asumí que ustedes habían discutido, pero algo me inquietaba: solo vi tan mal a Fred cuando Tania fue asesinada. —Hay dolor escondido tras su semblante duro y serio—. Ninguna pelea entre amigos se compara con el dolor de una muerte.

No miente, siento la preocupación que lo abruma, pero está engañándolo. Así fue conmigo, me hizo confiar en él para después fallarme. ¿Por qué no haría lo mismo con su hermano?

—¿En qué vincula esto a mi novio? —inquiero.

—Le dijo que terminarías como ella. —Cierra ambos puños, apretándolos.

—¿Utilizar el nombre de su amiga fallecida en una mentira? —Muerdo mi lengua, sonriendo sin humor—. Cayó tan bajo... —murmuro—. Quiere manipularte, no sé cuál sea el objetivo pero debes creerme.

—Fred no me lo contó, Evans. —Aquella tensión vuelve: se mantiene paralizado, rígido, evitando siquiera respirar.

—¿Qué? —balbuceo incrédulo.

Entonces hay un malentendido, estoy seguro.

—Cuando estaba dormido entré en su habitación y le quité el celular, necesitaba averiguar qué ocurría. —Inhala hondo mientras intenta relajarse, apenas funciona—. Grabé todo antes de regresárselo, tengo las pruebas aquí. —Mete una mano en el bolsillo del jean oscuro, sacando su celular.

Hamilton me lo entrega con recelo, tembloroso. Extiendo el brazo para tomarlo entre mis dedos entumecidos, sintiéndome inusual. Nada parece real. La pantalla se halla desbloqueada, enseguida encuentro diversos videos e imágenes recientes dentro de su galería: contienen conversaciones privadas. Mi corazón empieza a doler cuando noto que el número sí pertenece al rubio, no se puede modificar esto. Si fueran capturas tal vez podría decir que están manipuladas, pero cada prueba fue filmada desde otro dispositivo.

Me obligo a leer.

«¿Te gusta?».

Es el primer mensaje que Aaron le envió, acompañado por una fotografía de mí recostado sobre su cama, durmiendo. Las sábanas no cubren demasiado. Tengo que detenerme un segundo, necesitando estabilidad; caigo encima del banco húmedo y entierro varias uñas en la oscura madera hasta percibir ese tan conocido ardor.

Fred: ¿Miller? ¿Es Dominik? 

¿Qué mierda le hiciste?

Aaron: Lo que nunca podrás hacerle.

Fred: ¿Cómo conseguiste mi número? 

Voy a bloquearte.

Aaron: Hazlo y Evans sufrirá las consecuencias.

Más imágenes: yo haciendo tarea, caminando por los pasillos de la mansión, sentado en el comedor, yendo al jardín, mirando hacia la ventana. Contengo un sollozo ahogado, cada extremidad me tiembla con nerviosismo. Son tantas situaciones cotidianas que deberían permanecer en mi intimidad, que no le pertenecen a nadie.

Fred: Suficiente, te denunciaré. Dominik no sabe protegerse de abusadores como tú, pero él me tiene a mí. 

He lidiado con tipos así.

Aaron: Y resultó bien, ¿no? Pobrecita Tania, no pudiste salvarla.

Fred: Nos vemos en la comisaría.

Aaron: No querrás que Evans termine como ella, ¿o sí?

Distingo otra fotografía, esta vez aparecemos ambos abrazados mientras nos acurrucamos entre sábanas blancas: él envuelve mi cintura con los brazos, pegándome a su pecho desnudo. Estoy inconsciente, dormido profundamente. Algo se quiebra y me desgarra sin piedad. Continúo presionando aquella madera, logro sentir cómo la sangre está derramándose por mis dedos.

Fred: ¿Qué buscas, Miller?

Aaron: Acabarás tu amistad con él.

Fred: Dame un motivo válido, no amenazas.

Aaron: Dominik Evans es mío.

Fred: ¿Todo esto es por tu percepción tóxica del amor?

Aaron: ¿Amor? Tenemos sexo, nada más. Quiero mantenerte lejos porque estorbas, lo harás si sabes qué es bueno para garantizar su seguridad.

¿Solo tenemos sexo? Creí que me amaba... Fue amable conmigo, se preocupó por mí: cuidaba que comiera bien, acariciaba mi espalda cuando no podía dormir, me regalaba dibujos bonitos. Y amenazó al único amigo hombre que tenía, diciéndole que iba a dañarme si no terminaba nuestra amistad. Nunca sintió amor.

Fred: ¿Y cómo sé que cumplirás tu palabra?

Aaron: Ya no verás moretones en su rostro.

Fred: Bien...¿Qué hago?

Respondió media hora después, tal vez se sentía igual de perdido como yo me encuentro ahora mismo. Una lágrima moja la pantalla, enseguida paso el dedo sobre ella, quitándola.

—Lo lamento mucho —habla Hamilton. Ni siquiera levanto la vista, no logro apartar los ojos nublados de sus mensajes—. Fred me mataría si supiera que te hice llorar.

—T-Tú no eres responsable —tartamudeo, mi garganta duele aunque no haya gritado en ningún momento—. Déjame terminar esto.

Aaron: Acordaremos un día para que te reúnas con él, serás tan cruel que decidirá apartarse de ti voluntariamente, por ahora solo debes ignorarlo: no respondas mensajes, ni lo saludes. ¿Entendido?

Fred: Sí.

Aaron: Y evita hacerte el héroe yendo a la policía, el único perjudicado será Evans si se enteran de su orientación sexual: Patrick lo matará.

—A-Aaron planeó todo —sollozo.

Tuve que haber sospechado, eran muy repentinas las actitudes cuestionables del pelirrojo. Fui por el camino fácil, no quise ver más allá, atribuí cada extrañeza a nuestros desencuentros tontos: su beso, la discusión, aquella incomodidad que se generó y provocó el alejamiento. Estaba cegado, huí sin ser consciente de ello. Es mi culpa, Fred ha sufrido porque confié en la persona incorrecta.

Me siento traicionado, sucio.

¿Fui engañado tan fácilmente? Incontables veces vi cómo lloraba mientras apoyaba su cabeza sobre mi cuello, el dolor era genuino. ¿Y aquel brillo que cubría los ojos grises? Había deseo, cariño, anhelo. Nadie finge así de bien...

Soy estúpido, continúo negando lo evidente.

—Sé quién es tu padre, cualquier empresario influyente detesta el escándalo —habla Hamilton, indeciso—. Te verías afectado si difundo esto.

—Hazlo —Me pongo de pie, limpiando algunas lágrimas con el dobladillo de la sudadera. Un vacío angustioso perfora mi pecho, impidiéndome pensar racionalmente—. Ya nada importa.

—Prefiero mantenerme callado —interviene al instante—. Solo pido que Miller se disculpe —hay desesperación envolviendo cada palabra—. Le permití entrar en mi hogar, pasaba tardes enteras conversando con mamá, cocinaban juntos... Exijo saber por qué mierda actuó así. —Comprendo aquella aflicción que lo absorbe, pero no me genera empatía. Estoy siendo manipulado por alguna clase de sentimiento impuro, deshumanizante.

Debo irme ahora mismo.

—Ambos le permitimos entrar en nuestros corazones, ¿no? —musito—. Ten tu celular. —Le entrego el dispositivo con urgencia, él lo toma pocos segundos después.

—¿Qué harás? —cuestiona.

—Enfrentarlo. —Me dirijo sistemáticamente hacia la salida mientras comienzo a presionar mis dedos, provocando más escozor.

—Leíste sus mensajes, Evans —percibo desconcierto en su voz—. Miller claramente está desquiciado, yo lo enfrentaré.

—Necesito escuchar qué responderá. —El espacio parece reducirse, aumentando aquel calor súbito. Apenas consigo respirar, no podré permanecer calmado durante más tiempo, necesito escapar—. Vendrá preparado si le dices algo primero, prométeme que no interferirás.

—Amenazó con lastimarte —argumenta.

—También merezco una explicación. —Volteo la cabeza, mirándolo fijamente.

—Yo... —lo considera brevemente, luce inquieto. Tiene algunos mechones de cabello pegados contra su frente, desordenados—. Bien, esperaré a que ustedes hablen, pero ten cuidado.

—Adiós, Hamilton —me despido sin esperar ninguna respuesta.

Abandono el vestuario mordiendo la parte interna de mis mejillas, cortándolas. Ni siquiera el sabor metálico calma esta ansiedad que continúa sofocándome. Caminando sin un rumbo fijo, termino atravesando los mismos pasillos que recorrí cuando seguía a Fred. Aún recuerdo ese dolor agudo y frío al escuchar las palabras hirientes del pelirrojo, cómo me sentí tan engañado, burlado. Aquella sensación se vuelve insoportable ahora que soy consciente de quién era el "autor intelectual": mi propio novio.

«Por suerte Hamilton vio cuando te ibas solo y nos avisó, fue útil una vez en su vida».

Fred había salido primero, yo lo vi marcharse. Pocos minutos antes tuvimos nuestra discusión, él fue claro al decir que me odiaba, sería ilógico avisarles: demostraría preocupación. ¿Cómo pude ignorar ese detalle? Mi intuición gritaba y preferí ser sordo.

Aaron actuó con tanta naturalidad aquel día, cualquiera juraría que estaba molesto por el supuesto arrebato de Fred. Era una mentira, cada maldita reacción fue planeada cínicamente. Mi estómago se revuelve, el malestar parece empeorar cuanto más pienso en la noche que compartimos; su sorpresa romántica, las atenciones brindadas con cariño, el esfuerzo detrás de ellas. Nuevas lágrimas aparecen, acompañadas por esta desolación que me asfixia sin detenerse.

Apresuro mis pasos, ignorando el retumbar vacío y agotador. Hay pocas personas, pero sí las suficientes para que atraiga su atención. Intento verme normal en vano, no logro disimular la rigidez sobre mi cuerpo al caminar erráticamente. Luego de varias miradas curiosas, consigo abandonar el instituto. Sé que hace frío, Bittersweet todavía posee nieve embelleciendo sus rincones, aun así no lo percibo. Me escabullo con la visión distorsionada, buscando algún lugar solitario para desahogarme sin temer mostrar esta absurda vulnerabilidad. Encuentro una tienda de conveniencia a pocos metros, detrás hay un callejón solitario. Enseguida voy hasta allí, intentando permanecer de pie.

—I-Imbécil —sollozo cuando por fin llego, apoyándome contra la pared húmeda—. Soy t-tan imbécil. —Caigo al suelo maloliente, pútrido.

¿Todavía me odias, Aaron?

—N-No podría culparte. —Envuelvo ambas rodillas con los brazos, pegándolas a mi pecho—. Pero involucrar a otros e-está mal.

Va más allá de celos, actuó sumamente retorcido y extremista: enviar esas repugnantes fotografías, mencionar a Tania Smith, amenazar... Es demasiado cruel.

No hay amor en la crueldad.

El sueño horroroso que tuve hace algunas semanas resplandece entre mis pensamientos desolados, como si hubiese dejado pasar una especie de señal divina producida por un dios sádico. Antes me estremecía recordarlo, imaginar a tu pareja clavándote su cuchillo mientras sostiene el relicario de tu madre muerta no es precisamente tranquilizador, pero la desconfianza disminuyó bastante gracias a Rebeca. Ella hizo que pensara en los recuerdos bloqueados y aquella gran posibilidad de haber olvidado cuando, supuestamente, perdí dicho relicario.

Estaba equivocada, Aaron mintió.

Aunque desearía resolver este miserable enigma, sé que debo parar. No hay un solo músculo en mí que permanezca inmóvil, tiemblo demasiado. Tengo varias uñas aferradas a las piernas, rasguñando sin cesar. Aún me encuentro incapaz de levantarme, no sé cómo regresaré. ¿Sería malo dejar que la nieve apague el dolor y entierre los restos inútiles de una vida tan patética? Mi valentía desapareció, el temor a confirmar lo evidente es más fuerte.

No quiero volver.

—¡Mierda! —grito con impotencia, dándole golpes repentinos al contenedor de basura. Los impactos retumban sonoramente, mis nudillos se tornan rojos enseguida.

Punzadas cortas, pero violentas e insistentes, me atacan. Ambas manos caen encima de mi cabeza, buscando calmar ese terrible palpitar. Algo impide que las lágrimas acumuladas sean liberadas, ya no consigo llorar. El hundimiento sobre este cuerpo entumecido se vuelve asfixiante, corrosivo. Los pulmones colapsan, están negándose a recibir oxígeno. Me muerdo la parte inferior del labio con fuerza, repudiando aquella amarga sangre que surge rápidamente.

Estoy perdiendo el control.

Hago un gran esfuerzo para calmar los impulsos destructivos, apenas funciona. Me aferro a varios ladrillos que forman la mohosa y descuidada pared, metiendo todo mi peso en ellos. Intento ponerme de pie, increíblemente da resultado: las extremidades duelen, pero al menos pueden sostenerme. La nieve produce un sonido peculiar, alertándome; es como si algo hubiese caído sobre ella. Observo hacia abajo, hallando mi mochila negra que dentro oculta una suma considerable de dinero. Me inclino para agarrarla, sosteniéndola con fuerza.

—¿Debería...? —Analizo vagamente la terrible idea que comienza a formarse—. Necesito olvidar.

No espero ni un segundo más, dejo que mi ansia por encontrar alguna liberación actúe. Caminando torpemente pero decidido, avanzo en dirección a esa tienda de conveniencia casi vacía. Un pitido agudo suena cuando abro su puerta, se escucha demasiado alto. La luz cegadora tampoco ayuda, solo logra desorientarme. Limpio mis ojos irritados con los dedos, causando más escozor. El empleado detrás del mostrador me inspecciona con cautela, como si temiera que intentara robar algo.

—No se permite utilizar capuchas aquí —habla estirándose en su incómodo asiento—. Le pido que se la quite, por favor.

Obedezco sin responderle, no tengo ánimos para iniciar una conversación estúpida; mientras menos contacto, mejor. El hombre parece satisfecho, no vuelve a interrumpirme. Dejo que pasos erráticos guíen este cuerpo helado e inútil hasta la sección de bebidas alcohólicas.

Nada importa.

Tomo la primera botella de vodka puro que veo, dirigiéndome rápidamente hacia aquel mostrador. Siento el sudor deslizándose por mi sien, atrayendo nuevas miradas desconfiadas. Saco varios billetes, poniéndolos frente al empleado, impaciente. Ni siquiera pregunto cuánto cuesta, es irrelevante.

—Eres menor, ¿verdad? —inquiere observando cada dólar arrugado.

—¿Parezco un jodido menor? —siseo.

Las punzadas comienzan a ser insoportables.

—Mientras tengas con qué pagar puedes matarte como quieras. —Agarra el dinero con desinterés, metiéndolo en su caja registradora.

No espero que me dé el cambio, salgo enseguida. Si él protestó, intentó seguirme, fue indiferente o ignoró la situación, da igual. Regreso al pequeño y fétido callejón, luchando para mantenerme erguido mientras otras lamentables lágrimas aparecen. Agradezco que la noche caiga temprano, así nadie puede verme tan miserable. Abro mi gran frasco de veneno, bebiendo un trago sabiendo que aún no he comido nada. Aaron... No, Miller se había preocupado esta mañana, pero le dije que compraría algo en la cafetería.

¿Realmente sentía preocupación? Él fue claro: solo le importa tener sexo.

Ninguna persona se preocuparía por su puta. No, para Miller ni siquiera soy una puta, sino un maldito imbécil que se deja follar gratis.

Le doy otro trago profundo, hundiéndome en la asquerosa sensación del líquido quemando mi garganta. Deseando abandonar estos pensamientos dolorosos, continúo bebiendo hasta que las primeras arcadas aparecen. Cierro los ojos hinchados, recostándome sobre aquella húmeda y repulsiva pared que apesta a orines. Pongo nuevamente la botella entre mis labios, absorbiendo su contenido con lentitud.

—E-Es la segunda v-vez que me embriago —murmuro siendo aislado por incontables recuerdos de una noche en particular, noche que terminé odiando y amando por igual—. Pero n-no terminará como la primera, ahora n-nadie podrá salvarme, M-Miller.

No habrán besos ni caricias, o un fuerte agarre que impida cierta muerte repentina, tampoco tendremos sexo ni despertaremos sin saber qué demonios ocurrió.

Estoy solo.

Tomo más, dejando que el ardor atravesándome se convierta en un reconfortante calor. Mi cuerpo está liviano, ninguna extremidad duele. Los tragos siguen y ya no entiendo bien por qué dejé que esto me abrumara tanto. Ahora parece... Insignificante, débil. Si lo pienso detenidamente, ser engañado por Miller es la menor de mis preocupaciones teniendo en cuenta que debo asesinar a Patrick.

Un romance adolescente fallido y tóxico no se compara con un patricidio. ¿O era parricidio?

Va, romance que solo estuvo en mi mente, porque Miller nunca me quiso.

—¿E-Es tan difícil amarme? —Ingiero más del líquido relajante. No vale la pena indagar tanto, hay preguntas que es mejor evitarlas si temes su respuesta.

Me dejo caer sobre la nieve que, extrañamente, no se siente fría. Mi entorno parece distorsionarse como si fuera irreal, pero a la vez dolorosamente palpable. Es un limbo cruel, quizás siempre debió serlo. No soy tan hijo de puta para terminar en el infierno, sin embargo el cielo está fuera de mi alcance. Allí iré entonces, al limbo eterno donde tienes todo y nada, donde la tristeza se mezcla con la alegría en su oscura melancolía.

Otro trago, otra exhalación envenenada, otro sollozo derrotado.

Mantengo los ojos cerrados, abrirlos significaría enfrentarse a mi realidad desalentadora. Prefiero ser abrazado por esta inhóspita oscuridad, el consuelo agobiante e irónico del abandono. Entonces sé que es demasiado tarde cuando cambio de opinión y, en un impulso valiente, decido levantar la cabeza anhelando enfocar mi vista hacia delante... Pero no puedo. 

-------------------------------------------------------------------------

«Nota de la autora»

✿ ¡Hola! ¿Cómo están?

✿ ¿Qué les pareció el capítulo? ¿Se esperaban este giro argumental? 

❦  Lo vengo planeando desde hace meses, era divertido ver cómo se enojaban con Fred (cuando nunca tuvo intenciones malas, pero ustedes no tenían forma de saberlo). Fueron como Dominik, terminaron confiando demasiado. Les admito que yo también hubiese caído en su lugar. Ahora, aquí se abren nuevas incógnitas: 

¿Por qué Aaron hizo algo tan horrible? ¿Todavía quiere vengarse de Dominik? ¿Esconde más cosas?  ¿Qué ocurrirá con Dominik? ¿Está vivo? 

Lo veremos próximamente. 

Hay un asunto escabroso escondiéndose detrás, eso sin dudas. 

❦ Estoy un poco nerviosa, no sé cómo se tomarán este cambio brusco que marcará un antes y después en la novela, pero tenía que hacerlo. Si algo quiero expresar en "Odio Profundo", es la realidad (o al menos mi realidad): hay ciertos comportamientos que ni el amor, ni la buena voluntad, van a poder cambiar. 

Dos personas rotas no pueden repararse solas. 

❦ En noticias mucho más alegres... ¡Odio Profundo llegó a los cuatro millones de lecturas! Para celebrar les hice el video que aparece al comienzo del capítulo, es algo cutre porque no soy muy buena editando, pero tiene todo mi amor. Elegí esa canción porque creo que define mucho a Dominik, sobre todo actualmente.

No tengo palabras para agradecerles, ustedes hacen que todo valga la pena. ♥

¡Muchísimas gracias por leerme! 

Continue Reading

You'll Also Like

28.8K 3.9K 31
La historia de un amor estudiantil soñado, que eriza la piel de cualquiera; Luzu después de un tiempo se da cuenta que el chico con aires "cute" como...
58K 6.7K 51
Angelo ama el arte. Ethan ama el amor. Angelo ama al del amor. Ethan ama al del arte.
133K 8.6K 41
Rex Gold es un brujo y es el cantante más famoso de Rivershire. Un día decidió salir de las sombras para mostrarle su increíble voz al público y disf...
144K 8.5K 31
Hermione, Ginny y Luna cursan su séptimo año después de la guerra en Hogwarts. Cuando Draco y Hermione se topan en un lugar en el que ninguno de los...