Besos en Guerra ©

By dayzaccardi

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"Solo físico. Beneficios. Cero sentimientos. Y ya" Regla uno: si una mujer ingresa al sistema será aniquilada... More

💋⚔️
ANTES DE LEER
¹ Mushu
² El entrenador
³ Chat privado
⁴ Juego sucio
⁵ Yin Yang
⁶ El refugiado
⁷ Levántate, si puedes
⁸ Jugando con fuego
⁹ Tenemos un trato
¹⁰ Hola, ¿tú eres...?
¹¹ Apretados
¹² Vacío
¹³ Besame
¹⁴ Juguemos
¹⁵ Dibujos
¹⁶ Acurrucados
¹⁷ Ansiedad
¹⁸ Ultimátum
¹⁹ Las minas
²⁰ Debajo de ti (y de la lluvia)
²¹ Amigo
²² Sueños nublados
²³ Capitán
²⁴ Tú
²⁵ Quédate
²⁶ Mensaje
²⁷ Verdades a la luz
²⁸ Otro amor
²⁹ Quererte
³⁰ Contigo
³¹ Adiós
³² Sueños oscuros
³³ Fregadero
³⁴ ¿Quién es?
³⁵ Personaje secundario
³⁶ Cobarde
³⁷ Decisión
³⁸ Error del sistema
³⁹ Auxilio
⁴⁰ Caos
FINAL 1/2
FINAL 2/2
EPÍLOGO
¿BEG EN FÍSICO?

⁰ Viento Negro

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By dayzaccardi

Blair

Comienzo a pensar que arrancar la moto es una misión imposible. Vuelvo a tocar el acelerador por décima vez para comprobarlo. A diferencia de los otros veinte intentos, el vehículo si avanza, y avanza con mucha más fuerza. Tanta fuerza que hago tres cuadras del recorrido sin parpadear y todo el peinado sutil que mi madre me había hecho horas antes termina siendo un revuelto muy similar a un nido. Suelto una carcajada para no llorar y me concentro en ponerme el casco entre mis mechones rubios entrelazados.

Al llegar a la primera esquina de ciudad, me sorprendo con la gran cola de autos que esperan a que el semáforo se ponga en verde. Acto seguido, suspiro impaciente mientras el motor hace su sonido irritante y visualizo mi muñeca, en ella descansa mi reloj, mi reloj marcando que ya es la hora en la que tendría que haber llegado a mi anhelada ubicación.

Sin pensarlo dos veces, vuelvo a acelerar. La moto sale disparada por el medio de la gran fila de vehículos a una velocidad inexplicable. Esquivo a todos con unas maniobras que ni yo me veía capaz de hacer nunca y acepto que, una vez en mi maldita vida, las cosas me están saliendo un poco bien, cuando de pronto...

Semáforo rojo.

Me detengo en seco.

Y mi nuevo mejor amigo también.

—¡Hija de puta! —escucho como puedo la voz de un chico que, en este preciso instante, está sacando la cabeza por la ventanilla de un auto rojo, fuera de sus casillas—. ¡Me haz rallado todo el jodido auto! ¡Vete a la reput...!

Bien.

No les recomiendo tener la música a todo volumen en sus auriculares cuando conducen, y menos si tienen un motor que hace más ruido que una comparsa. Quizás se estarán preguntando el porqué, ¿verdad? Bueno, porque le pueden romperle todo el auto a un desconocido, cometer un delito, ganarse cinco multas y todo sin ni siquiera enterarse. Ja.

Sonrío intentando parecer simpática y me quito el casco para hablar cara a cara.

—Antes que nada, buenos días —me limito a decir cogiendo el casco con fuerza. El moreno que se encuentra en el vehículo de al lado me fulmina con la mirada haciéndome recordar cada una de las palabrotas que me acaba de decir. Respiro hondo, e intentando cambiar mi cara de culo, abro la boca para decirle algo sumamente cordial y amoroso—: ¡¿Quién te crees tú para venirme a decir a mí esa clase de...?!

—¡Eres una imbécil, rubia! ¡Pagarás por ello! ¡Mi padre te asesinará!

Muerdo mi labio intentando mantener la paciencia, rezando que el semáforo cambie su color para no matarlo y terminar presa.

—¡Para tú información no se pueden estacionar los autos en la zona amarilla! ¡¿Quién es el imbécil ahora, eh?! —cuando noto que lo estoy dejando sin habla prosigo, orgullosa—: ¡Imbécil tú que no sabes ni estacionar un puto auto!

Él abre sus ojos como platos.

—¡¿Qué me haz dicho... qué?!

—¡Te he dicho imbécil tú que no sabes ni estacionar un pu...! —dejo mi oración sin terminar cuando entiendo que tengo detrás una patrulla con más de cuatro policías observándome. Pues claro, yo, lamentablemente no lo había mandado a callar. Lo habían mandado a callar ellos. Y ahora la imbécil soy yo por no deducirlo, ja—. Broma, ¿te la creíste?

El chico me mira, dubitativo.

—¿Qué estás dicien...?

La luz del semáforo cambia.

—Se me hace tarde, luego te invito a tomar un cafecito y llegamos a un acuerdo, ¿va? —le tiro un beso a distancia, me coloco el casco de un saque y acelero solo con una mano la moto mientras que con la otra le hago Fuckyou.

—¡Hija de...!

Gracias a dios los policías no reaccionan y los pierdo en menos de una cuadra.

__⚔__

Ya, otra vez. Vamos Blair, tú puedes. Debes vestir bien, verte bonita, ser educada y tratarla con respeto. No puede ser tan complicado, ¿no? Solo es seguir esos pasos y fingir ser alguien que no eres para evitar que tu padre vaya a la guerra.

Necesito conseguir pareja.

La fila es impresionante, nunca creí que iban a asistir tantas mujeres a esta convocatoria. Se ve que este año muchos guerreros no quieren ir y sus hijas se comprometen por ellos. En el fondo los comprendo, dentro de esas instancias, según mi padre, todo está rondando en un ambiente horrible y de suma competencia, sin contar las muertes y la cantidad de suicidios que hay porque los soldados no toleran aquella disciplina, claro.

Por primera vez en mi vida agradezco el hecho de ser mujer y no tener que asistir a esas mierdas por culpa del gobierno que piensa que por ser mujeres somos débiles.

—Blair Ruth, adelante —me llama una señora. Supongo que es la recepcionista o algo así y me adentro al edificio junto a ella.

De repente, llegan las inseguridades. Pienso que hay algo malo en mí cuando percibo las miradas de las demás clavadas en mi cuerpo. A ver, sé que no tengo el mejor físico del mundo y que lo adoro igual, pero tampoco para que me miren así, joder.

Suspiro y sigo adelante.

En el trayecto me concentro por completo en olvidar ese mal momento y en recordar mi discurso cuando... mierda. Ay no. Mi mirada choca con el  cristal reluciente de la ventana.

Me cagó un pájaro en la chaqueta de cuero.

¿En qué momento?

Ja.

Maldita suerte la mía.

—Señorita Ruth, ¿hay algún inconveniente? —inquiere la recepcionista al verme poner cara de asco.

Modifico las facciones de rostro como puedo y le sonrío.

—Ninguno, gracias por la preocupación —contesté con mi mejor disposición.

En cuanto la señora me devuelve el gesto y sigue avanzando, yo la imito; pero claro, la imito mientras me zamarreo hacia los lados intentando quitarme el maldito cago de pájaro que tengo en mi chaqueta.

—Siento que tengas que percibir estos olores —dice la muchacha con la voz más aguda de lo normal por estar tapándose la nariz con los dedos—, a veces los perritos de la cuadra nos dejan sorpresas.

Pajaritos querrás decir. Y en mí chaqueta. Huelo a mierda. Jodido karma.

Creo que está demás aclarar que no le contesto y que sigo caminando hasta llegar a...

—Soy la casamentera Charlotte, buen día —una mujer llamativa por sus ojos casi transparentes y su contextura física grande se dirige hacia mí sin voltearse a verme—: La hemos estado esperando más de... —se detiene cuando su mirada choca contra la parte superior de mi rostro—, oh por dios, ¿qué se hizo en el cabello, señorita? —lo dice con tanto asco que me genera incomodidad.

Encojo mis hombros.

—Lo siento, tuve percances —me limito a decirle intentando peinar mi cabello como puedo—. Muchos percances.

Charlotte enarca una ceja.

—¿Con tu labial también? —mira con desagrado mi boca toda roja.

Me localizo en un espejo que hay detrás de ella y comprendo que sí, mi boca está idéntica a la de un payaso.

—Sí, se podría decir —susurro para mí misma.

Rezo un padre nuestro para que no me diga nada más cuando vuelve a hablar:

—¿Y dónde está el vestido rosa pastel, la corona de flores de Siria y...?

—No me entraba el vestido que me dieron.

—Tenía el talle justo.

—Sí, pero para una muñeca de plástico.

—Si no tiene esas medidas no creo que nadie...

—Ya, ya. Lo siento.

Lo siento por no tener el cuerpo de reloj que tú quieres. Me parieron así, no puedo volver a nacer, señora inteligente.

—¿Me está tomando el pelo? —pregunta, irritada.

—Creo que tengo las manos aquí —le respondo de los nervios levantando las manos mientras esbozo una sonrisa inundada de inocencia. Y en el momento que comprendo lo que le acabo de decir vuelvo a hablar—: Lo siento. Lo siento mucho.

La mujer me da una señal para que me calle y me obliga a sentarme en una silla que es idéntica a un trono.

—Discurso.

—¿Qué?

—Dígame su discurso antes de que me arrepienta de darte la décima oportunidad.

—¿Ya de ya?

—¡Que me diga su discurso, señorita!

Carraspeo mi garganta y no tengo ni tiempo para prepararme psicológicamente para empezar a recitar:

—Yo, Blair Ruth, me dispongo a otorgarle la palabra para que usted, Charlotte de' murie, me asigne pareja para que así mi padre, el honrado guerrero de Siria, no tenga la obligación de asistir a la guerra anual con su gran enfer...

Me paralizo.

No puede ser. Maldita sea. Un chico moreno ingresa a la habitación, el mismo chico al que le rayé el vehículo y al que le hice Fuckyou con mi dedo minutos antes.

Me mira.

Lo miro.

Frunce el ceño.

Apreto mis nudillos.

—Prosiga o será descalificada.

—¿Él es...?

Pone sus ojos en blanco y abre su boca. Pobre señora, se nota cansada.

Cansada de soportarnos, supongo.

—Su futuro esposo, sí —me afirma ella con indiferencia—. Si es que logra pasar al menos la primera prueba, claro.

Suelta una carcajada sarcástica. O eso intento creer para no llorar.

—¿Va a seguir con el discurso o...?

En lo que intento abrir la boca el moreno se acerca, hace una mueca perversa y comienza a sacar odio hacia mi:

—¡Que ni lo intente! ¡Yo no pienso casarme con esta! ¡Y menos si tiene una cagada de pájaro en su hombro!

Y nos expusiste, pendejo.

Charlotte inserta su mejor cara de  desesperación mientras yo arqueo mis labios apretando los dientes.

—¡La boca, señor Mush...!

Respiro hondo, olvidándome del motivo por el que estaba aquí.

—¡Tengo nombre por si no lo sabías! ¡Y es un nombre muy bonito como para que me llames esta!

—¡Y yo tengo un auto y me lo haz abollado! ¡¿Y qué?!

—¡Los dos afuera! ¡Me sacaron de quicio! ¡Son una especie de ave fénix sin alas! —grita Charlotte—. ¡Nunca podrán conseguir honor ni salvar a sus padres!

Vale, ese insulto es muy común aquí en Siria. El ave fénix es como el dios del país y la creencia favorita de muchos, pero yo no creo mucho en esas mierdas así que ni me mosqueo.

Los dos terminamos con el dedo índice arriba a punto de volver a criticar al otro. Ambos nos paralizamos. Nos acobardamos. Nos retiramos. Nah, mentira, eso sí jamás. No puedo irme. Debo salir casada de este lugar si o sí. Porque, de no ser así, mi padre... No. Él no va a ir a la guerra. No si yo lo puedo impedir.

—¡No terminé mi discurso! —le reclamo.

Las mejillas de esa señora están ardiendo.

—¡Se lo terminarás diciendo a tu padre llorando, niñata regordeta! —escupe, mirándome mal.

A pesar de toda la situación, puedo percibir que al moreno también le causa algo negativo que ella haya tomado ese adjetivo hacia mí persona de forma negativa.

—¡¿Sabes qué?! ¡A tomar por culo! ¡Váyanse todos a la mier...!

La recepcionista vuelve al escuchar los gritos de la habitación, entra nerviosa y me toma del brazo con fuerza.

—Tu padre ya ha llegado.

Mierda.

¡Pues dile que espere que no he terminado!

Y con que mi padre había llegado se refería a que, literalmente, estaba y sigue estando detrás de la puerta escuchándolo todo.

Todo todisímo.

Su rostro demuestra una clara pérdida de orgullo. Su boca, encarcelada por su gran barba blanca, está arqueada hacia bajo. Y sus brazos... sus brazos están cruzados. Nunca lo vi así. Nunca lo vi tan mal.

—Blair —mi padre pronuncia mi nombre con cierto suspenso—. Nos vamos.

No soy de esas que bajan la cabeza y se van ofendidas, claro que no, pero en este momento me siento débil, decepcionada de mí misma, con un nudo en la garganta.

Quiero llorar.

Pero no puedo, no adelante de ellos.

__⚔__

La noche está siendo muy pesada. Hace aproximadamente unos diez minutos me llamaron para cenar junto a mi madre y mi padre. Bueno, para que mentirles, no me llamaron, me obligaron a comer para que salga de mi habitación ya que estuve allí encerrada desde lo sucedido.

Comienzo a pensar que hice mal en venir cuando noto que nadie habla. Todo está muy tenso. Solo comen y ya. Me estresa mucho la situación actual, lo noto cuando mi pierna empieza a temblar por si sola. Intento controlarla pero no puedo. Y así, de esta forma, es como mi cabeza me alerta que si yo no hablo para ocupar el silencio mi mente lo hará y me ahogaré con mis propios pensamientos.

En unas horas tu padre emprenderá viaje hacia su muerte.

Tu padre irá a la guerra por tu culpa.

No pudiste controlar tus impulsos, Blair.

Niñata regordeta.

¡Yo no me pienso casar con esta!

Tu padre irá a la guerra enfermo, estará débil y morirá.

La culpa te hundirá si no...

¡No es tu obligación! —zanjo de repente precipitándome de la silla, irritada por el silencio—. ¡Hay muchos hombres que lucharán por Siria!

No pueden hacer como si nada hubiera pasado. No ahora.

—Siéntate —murmura mi madre, compasiva.

—Es un honor proteger a mi país y a mi familia —responde mi padre ante mi preocupación, frunciendo el ceño.

Suspiro, sarcástica.

—¿Así que morirás por tu honor? —cuestiono, indignada.

—¡Moriré haciendo lo correcto! —me escupe, levantándose enfadado y desafiante.

—¡Pero tú...!

—Sé cuál es mi lugar —dice levantándome el dedo— y es tiempo de que tú conozcas el tuyo.

Esas palabras me generan mucho más de lo que pienso, mis ojos se cristalizan y mis manos tiemblan. No me pueden ver así. No quiero que me vean otra vez débil. No más.

Escapo.

Escapo corriendo hacia las afueras de la casa con mi pelo al vuelo y mis ojos celestes desprendiendo lágrimas. Me aferro a una enorme columna y, mientras observo el paisaje oscuro repleto de lluvia, me dejo caer sobre mi propio cuerpo al piso. Desbastada. Pérdida. Sin rumbo.

Pasan veinte minutos de estar aquí afuera, sola, empapándome. Miro el cielo y corro mis mechas rubias hacia atrás de mis orejas. De tan solo pensar que mi padre en unas horas se tendrá que dirigir hacia el campamento pre-guerra ya me dan ganas de volver a llorar, otra vez.

Si tan solo hubieras nacido con pene quizás podías ir tú.

Es verdad. Los guerreros que tienen hijos hombres de dieciocho años en adelante pueden cederles el puesto y, de esa forma, evitar luchar por su propia cuenta o ir ambos.

Si tan solo...

Mi ceño se frunce por completo al tener una gran idea. Una idea alocada. Una idea espectacular. Me levanto, sobresaltada, seco mis lágrimas y me recojo el pelo húmedo como puedo para entrar al garaje de la casa donde mi padre suele guardar sus reliquias.

Una vez allí, me siento en el piso, quito el celular de mi bolsillo, lo apoyo en una maceta, abro la cámara y tomo del cajón más cercano una daga muy filosa.

—Vamos, Blair. Tú puedes.

Acerco la daga a mi cabello.

Cierro los ojos y...

Uno...

Dos...

Tres...

Corto.

Los mechones rubios comienzan a caer al piso como las hojas de los árboles en otoño. Me miro en el espejo que creé con mi celular y para mí sorpresa no me queda tan mal; de hecho, realza mucho más las facciones de mi rostro, las hace mucho más marcadas.

Me sonrío a mi misma y en cuanto hago un ademán de levantarme visualizo un tinte negro sobre un enorme mueble. Junto a él parece haber otro. Uno azul.

¡Los tintes de mi madre!

Los contemplo por unos minutos, dubitativa.

Oye, creo que no es buena idea hacerlo.

Tú te callas.

¿Qué dijimos de los impulsos? Nunca terminan llevándonos a nada positi...

Unos tintes no harán que muera.

Pero infiltrarnos en un ejército de hombres probablemente sí.

Eso lo descubriremos luego.

¿Luego de que tu padre se de cuenta y te mande al frente?

Eso no pasará. Una de las reglas define que si una mujer ingresa como impostora será aniquilada y... bueno, no creo que mi padre me quiera exponer para que me maten, ¿verdad?

Moriremos de todas formas, Blair.

Todo saldrá bien.

__⚔__

Teñí la mayoría de mi pelo azul y algunas mechas en negro. Me queda... distinto. Soy otra Blair completamente diferente, pero que en el fondo, sigue siendo igual.

Me dirijo hacia el enorme armario en donde mi padre guarda su armadura cuanto antes. Parece pesada. Lo confirmo cuando me la pruebo e intento moverme. En efecto, me la dejo puesta, me tendré que acostumbrar tarde o temprano. Luego, por encima de mi cabeza, me coloco un casco de metal para ocultar la mayor parte de mi cabello.

Genial, ahora parezco una lata.

Localizo una daga al borde de la pechera. La retiro sin ningún tipo de cuidado y la admiro.

—Tú y yo haremos masacres, eh.

Intento alzar el arma pero se me cae al piso. Río ante mi torpeza y la vuelvo a guardar en su lugar: en un extremo de la armadura superior que ahora descansa en mi torso.

Suspiro, entro en razón de lo que voy a hacer e Intercambio el papel —en donde se encuentra la propuesta de la guerra aceptada— por un mechón de mi ex pelo rubio de regalo. Hago sonar mi cuello y me preparo mentalmente para todo mientras guardo varias cosas que considero necesarias en una pequeña mochila de cuero.

Por último, me adentro en el patio delantero de la casa sin pensarlo dos veces y me subo sobre Viento Negro, mi caballo, para emprender viaje sin llamar tanto la atención con la moto.

—Que esta mierda comience.

Aprieto con fuerza mi collar y avanzo.

***
Nota de la autora:
¡Hola, cositas guerreras! ¡¿Cómo están?! Bienvenidos a esta aventura.

Hoy conocimos a la diosa de Blair, ¿qué les pareció?

Y como el próximo capítulo es narrado por el protagonista masculino, en unos días tocará conocerlo a él.

Por otra parte, iré avisando sobre las actualizaciones por Instagram y Twitter (link en mi bio)

¡No se lo pierdan!

#ulaladesoldada⚔



























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