Había pasado una semana desde que me mude con él y nos acostamos por primera vez, en esos días no habíamos vuelto a hacer nada hasta anoche, pero durante esos días, los roces siempre estaban presentes, al igual que los besos robados de su parte y los sonrojos por la mía.
Me levanté de la cama poniéndome su camisa, anoche volví a ser suya, fue vibrante, placentero y excitante, suspiré saliendo de la habitación, iba bajando las escaleras mientras contestaba mensajes, cuando me quedé quieta, a mis oídos llegó aquella odiosa voz que conocía tan bien muy a mi pesar, junto al sonido de unos tacones acercándose.
Rodé los ojos al ver a Octavia aparecer, al verme se detuvo sonriendo de forma burlona, termine de bajar las escaleras mirándola desafiante al igual que ella a mí
– ¿Qué haces tú aquí?–pregunté cruzándome de brazos
– Vine a traerle unos papeles a Fabrizio–
– Vaya, cuanta confianza has cogido–dije a lo que ella sonrió acercándose a mí un par de pasos
– Después de lo de París, claro que tenemos mucha confianza–coloqué mi cabello a un lado, quería reírme en su cara, pero me aguantaría un poco, quería saber hasta dónde llegaría con su mentira– Sabes, sinceramente creí que tendrías dignidad, se acostó conmigo y aun así te casaras con él–
– Decidí perdonárselo, al fin y al cabo solo fuiste un desliz, como seguramente lo eres para todos los hombres que pasan por tu vida–su sonrisa vacilo, en sus ojos podía ver furia.
– Eres una estúpida, ninguna mujer con dignidad perdonaría algo así–dijo con un intento de superioridad a lo que solté una carcajada
– Eres tan patética...–me acerqué mirándola con burla– Sé que no se acostó contigo, no finjas más, querida–sonreí con satisfacción al ver su rostro totalmente rojo de vergüenza, y posiblemente de rabia
– ¿Y tú le creíste?, entonces creo que la patética eres tú–solté una carcajada negando con la cabeza
– Octavia, no te sigas humillando más, ten un poco de esa dignidad de la que hablas–
– Tarde o temprano, él caerá ante mí–
– Eso ya lo veremos, ahora lárgate de mi casa, antes de que te saque arrastras, como la perra que eres–ante mis palabras, apretó con fuerza la capeta en sus manos, nuestras miradas chocaban en una especie de batalla que ninguna estaba dispuesta a perder.
– ¿Pasa algo?–ambas nos sobresaltamos al escuchar la voz de Fabrizio, le miré fingiendo inocencia
– No pasa nada, me despedía de tu secretaria–comenté con malicia, pasé a su lado dirigiendo mis pasos hacia él, de un impulso me puse de puntillas besando fugazmente sus labios, él me miró sorprendido.
– Nos vemos en la oficina, señor–dijo a lo que voltee a mirarla, le dediqué una sonrisa maliciosa, ella inclinó levemente la cabeza, dio media vuelta alejándose hacia la entrada.
– ¿Qué ha sido eso?–preguntó mirándome serio, me encogí de hombros separándome de él
– Nada, ¿acaso no debo actuar como si estuviera enamorada?–cuestioné acercándome a la encimera de la cocina, dejé el móvil a un lado sirviéndome un vaso de agua
– Más bien has actuado como novia una celosa–dijo acercándose a mí, rodé los ojos ante sus palabras
– Creo, que comienzas a obsesionarte con eso, no estoy celosa–
– ¿Segura de ello?, porque me demuestras lo contrario con tus acciones, palabras, miradas–me arrincono contra la encimera y su cuerpo
– No estoy celosa, pero te pido algo... No quiero verla–lo empujé suavemente– Lo mejor sería, que la despidieras–intenté alejarme, pero su mano en mi muñeca me lo impidió, volvió a pegarme a él
– En primer lugar, ella es mi secretaria, cuando no voy a la oficina, ella debe venir a traerme y llevarse papeles–iba a decir algo, pero me silencio colocando un dedo en mis labios– En segunda... No puedo despedirla, es buena en su trabajo, encontrar una secretaria decente cuesta mucho–
– Déjame volver a ser tu secretaria, ¿o acaso lo hacía tan mal?–cuestioné mirándolo con los ojos entrecerrados
– No se trata de eso... Daniela esta conversación ya la tuvimos–
– Si, y dijiste que encontrarías algo en lo que pudiera trabajar... Aún sigo esperando–me crucé de brazos a lo que el suspiro
– Buscaré, no te preocupes–resoplé ante su respuesta
– En los tres malditos años que trabaje para ti, jamás pise tu casa, ¿Por qué ella sí?–pregunté con enfado mirándolo desafiante, él sonrió de lado, me robó un beso y me soltó alejándose
– Llámalo circunstancias de la vida, te dije que no quería una mujer que me hiciera escenas de celos, no me hagas una–el tono de su voz cambio rápidamente a uno frío
– Si no quieres escenas de celos, entonces no te cases conmigo–me miró en silencio unos segundos hasta que comenzó a reír haciendo que le mirase confusa
– Acabas de admitir que estás celosa–me quedé callada analizando mis palabras, sentí mis mejillas calentarse al darme cuenta de que lo había admitido sin querer
– Me exprese mal, n... No era lo que quería decir–comenté dándole la espalda, escondiendo mi rostro con el cabello
– ¿Qué querías decir?–preguntó en voz baja pasando sus manos por mis caderas pegándome a él
– Yo–no supe que decir, me dio la vuelta volviendo a arrinconarme, acercó su rostro al mío
– Tú... ¿Qué?–susurró contra mis labios causándome un cosquilleo que fue desde mis labios hasta mi estómago, pasé mis manos por su cuello.
Sus manos fueron hacia mis muslos me agarraron con fuerza subiéndome a la encimera, pase mis piernas alrededor de su cuerpo, pasó con lentitud su lengua por mis labios haciendo que jadeara ante la sorpresa y la excitación que me había causado.
El estridente sonido de un móvil hizo que se alejara, solté un pequeño gruñido ante eso, abrí los ojos viendo como miraba fijamente a un lado, miré en esa dirección el móvil que sonaba era el mío, suspiré al ver el nombre que reflejaba la pantalla
– ¿Por qué demonios te sigue llamando?–preguntó mirándome con frialdad
– No lo sé–
– Termina con tu amante de una vez–demandó cogiendo mi móvil y entregándomelo
– Te he dicho que no es mi amante–comenté a lo que él me ignoro haciendo una señal para que lo cogiera
– Stefano... ¿Por qué me sigues llamando?–pregunté contestando bajo su atenta mirada
– Antes de que sigas, quería decirte una cosa–dijo soltando un suspiro, su voz se escuchaba apagada– Te he llamado, porque mi abuela ha muerto–
– ¿Qué?, ¿Cuándo?, ¿Cuál fue la causa?–cuestioné sorprendida, mi pecho se oprimió ante la noticia
– Ayer por la noche, murió de un infarto mientras dormía, mi madre hablo con la tuya, pero como ya no vives allí, decidí llamarte, perdón si te incomodo–
– No, está bien, no pasa nada te agradezco que lo hicieras–ante esas palabras la mirada de Fabrizio se volvió gélida y más penetrante
– No hace falta que me lo agradezcas, sé que tú y tu familia le teníais mucho aprecio, el funeral será pasado mañana, si no hay problema en que asistas te mandaré un mensaje con la hora y dirección–
– Si, por supuesto que asistiré, esperaré tu mensaje– ambos nos despedimos, dejé el móvil a un lado sin poder creerme aunque ella hubiera muerto, hacía poco cuando la vi estaba muy bien, con mucha vitalidad, suspiré echando mi cabello hacia atrás
– Dices que no es tu amante, pero esperaras un mensaje de él, con una dirección, ¿Qué crees que puedo pensar con eso?–preguntó con ironía mirándome de forma penetrante
– No es lo que crees–comenté negando con la cabeza
– Otra vez esas palabras y él en medio de todo–sus ojos brillaban de furia– El día de la cafetería, lo que vi en París, tus palabras y tus acciones, son muy contradictorias, deberías aclararte antes de querer que te crea–se alejó con intención de marcharse, me baje rápidamente de la encimera agarrándolo del brazo deteniéndolo
– El beso de París me tomo de sorpresa, yo no correspondí, no lo quería, ni lo esperaba––dije haciendo que volteara a mirarme– Y lo de la cafetería no fue nada, me lo encontré después de muchos años sin vernos–
– ¿Por qué lo defendiste?–lo miré algo confusa hasta que entendí a lo que se refería
– No lo defendía, no quería que armaras un escándalo era la inauguración, no hubiera sido bueno para ti– pareció sorprenderse ante mis palabras– Con respecto al mensaje que me mandara es para decirme sobre el lugar y la hora de un funeral–
– ¿Quién ha muerto?–preguntó sin dejar su frialdad de lado
– Su abuela, la conozco desde que era una niña, ella cuidaba de mi hermano y de mí mientras mis padres estaban en el hospital con Gianni– él asintió, se soltó de mi agarre retomando su camino, suspiré desviando mi vista al suelo sintiendo mi pecho arder por su actitud.
– Después de ese funeral al cual te acompañaré– dijo de repente haciendo que lo mirase– No quiero que lo vuelvas a ver, ni responderás sus llamas, mensajes, nada–volvió a acercarse a mí, me agarró con fuerza de la cintura pegándome a su cuerpo– Tu Daniela Moretti... Eres mía y arrasaré con aquel que intente robarte–acortó toda distancia entre nuestros rostros tomando mis labios en un beso apasionado y posesivo el cual me costaba corresponder.