Vistiendo a la realeza

By antoenletras

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Se acerca uno de los acontecimientos más importantes de la década: el casamiento de la hija mayor de los reye... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
~Participantes~
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Retomando el viaje
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20

Capítulo 14

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By antoenletras

Me alejé de Amanda a paso apresurado, en un intento de huir de eso que parecía surgir en mi interior cuando estaba cerca de ella. Eso que aun no lograba ponerle nombre. O mas bien, que me negaba a nombrar por lo que pudiera generar el hecho de tomar consciencia de que algo así estaba naciendo en mi.

Ponerle nombre solo generaría nuevos problemas. Mas problemas que no tenían solución en esa vida a la que estaba condenado.

Avancé sin saber muy bien a donde quería ir. Mis pasos me llevaban sin que yo ejerciera algún control sobre ellos. Finalmente, me encontré en el parque mas pequeño del palacio, ese que nadie solía ocupar, ese que era el espacio seguro de Fátima... Y un poco también el mio. Ese espacio que había sido testigo de mi sentimiento de libertad al estar con ella.

Me senté en el banco en el que me había dado la noticia que había significado un quiebre en el presente y me pregunté si en algún momento había habido alguna forma de zafar de ello. ¿Qué habría pasado si hubiese ignorado las palabras de mi padre? ¿Todo se habría arruinado tanto como él decía?

No había forma de saberlo, pero si sabía que vivir con la culpa de un desmoronamiento no hubiera sido sencillo. Aunque en aquellos momentos no sabía si eso hubiera sido mejor o peor que vivir con el peso de la esclavitud, del no poder decidir mi camino, de estar condenado a una vida que jamás había elegido.

Sin lograr calmarme, decidí ir a la habitación y dormir un poco. La noche anterior no había podido pegar un ojo y el cansancio también había empezado a molestar.

Para mi suerte, desde que había empezado a formar parte de la familia real, me habían asignado una habitación únicamente para mi. En aquel momento lo agradecí. No había otra cosa que quisiera en ese instante que no fuera silencio y soledad.

Me acosté y me dormí queriendo apagar el mundo por un rato. Queriendo que mi vida dejara de ser como era en aquel momento.

No supe cuanto tiempo dormí. Los golpes en la puerta me sacaron de aquel lugar pacifico.

Un poco somnoliento y sin saber muy bien qué sucedía, me puse de pie y fui a abrir. Del otro lado, me encontré con Fátima bastante alterada. Entró en la habitación sin darme lugar a acotar algo.

—¿Qué te sucede? No puedes desaparecer así de un momento a otro. Te he estado buscando por mucho tiempo.

—Lo siento. Necesitaba descansar.

—Debes avisarme antes. Si tenemos una reunión importante no podemos faltar. Lo sabes.

El mismo discurso de siempre.

—Lo se. Lo siento, Fátima. Pero estaba mal, necesitaba dormir un rato —continué diciéndole con la voz tranquila mientras me dirigía hacia la cama para poder sentarme.

Cada vez que las responsabilidades diarias salían a la luz, sentía que todas mis fuerzas se iban con ellas.

—¿Qué te sucede? —me preguntó acercándose un poco.

Suspiré sin saber qué sentido tenía volver a repetir, una vez mas, lo que ya sabía.

—Nada. No importa.

—Si me importa, Gio. Siempre me importa —me dijo sentándose a mi lado.

—Pero no tiene solución. Aunque no sé cuanto tiempo mas podré fingir que puedo con esto.

—¿Y qué piensas hacer?

—Nada —mascullé tensionando la mandíbula—. De todas formas, me gustaría poder ir mas seguido a los viñedos. Al menos eso me ayuda a sobrellevar esto.

Está vez el suspiro fue de ella.

—Sabes que es complicado lo que pides —me dijo poniéndose de pie.

—¿Acaso todo es complicado?

—Todo no. A veces creo que eres tu el que lo complica todo.

Esas palabras fueron como un puñal en mi pecho. Un puñal que llegó en el momento en que mas débil me encontraba.

—¿Ahora es mi culpa? —reí irónicamente sin poder controlar el tono de mi voz que iba en aumento—. ¿Acaso es mi culpa no poder tener la vida que deseo? ¿Es mi culpa estar encerrado en esta cárcel de vida?

—No estoy diciendo eso. Estoy diciendo que quizás podrías mirarlo todo desde otra perspectiva.

—¿De qué perspectiva me hablas? Si estoy lejos de todo lo que amo y mas aun de la vida que en verdad deseaba para mi.

—Bueno, al menos tu has tenido la oportunidad de conocer esa vida. Yo estoy encerrada aquí desde que tengo consciencia. Ni siquiera tuve la posibilidad de conocer otro estilo de vida. Deberías agradecer eso.

—Fatima. No voy a agradecer idioteces. ¿Bien? No me pidas eso porque no me consuela ni un poco. Lo único que te pido es que hagas algo para que yo pueda ir al viñedo. Es lo único que te pido.

—Estas siendo muy injusto conmigo. Yo no te he obligado a estar aquí ni a tomar la decisión de seguir este camino juntos. No entiendo por qué te enojas conmigo —la voz de ella se quebró hacia el final de la oración y eso hizo que tome consciencia de todo lo que estaba diciendo.

Era cierto. Ella nunca me había obligado a nada. Desde siempre la decisión había sido mia, pero obligado por mi padre y por todo lo que implicaba un no.

Pero como no tenía con quién enojarme, solía hacerlo con ella que era quien mas tiempo pasaba conmigo.

La tomé de la mano y la acerqué a mi para rodearla en un abrazo.

—Lo siento. Es que estoy mal y no controlo mis palabras.

—¿Qué nos está sucediendo? —masculló ella desde mi pecho.

—La presión de la coronación. Eso nos está sucediendo.

—¿Y qué hay del amor que nos teníamos y todos los planes a futuro?

Esa pregunta me puso en jaque. Todo mi cuerpo se tensó y ella pareció notarlo, porque dio un paso hacia atrás para mirarme a los ojos.

—Esos planes ya no existen... Lo sabes.

—¿Y el amor?

Hacía tanto que no lograba conectar con ese sentimiento que ni siquiera pude pronunciar palabra que diera respuesta a la pregunta.

—Gio... Me he dado cuenta. ¿Sí? No necesito que me mientas ante algo que se siente.

—¿Qué se siente?

—Que lo nuestro ha muerto. Se siente. Yo lo siento.

—¿Por qué lo dices?

—Porque todo se siente como una continua actuación. Nuestros momentos juntos se limitan a las cámaras y a la imagen que debemos mantener hacia el afuera. Todo lo que vivimos antes de esto no lo he vuelto a sentir. —Hizo una pausa, respiró profundo y cerró los ojos antes de pronunciar la siguiente pregunta—. Necesito saberlo, ¿aun me amas?

Hice mi esfuerzo por conectar con el sentimiento, lo busqué dentro mío, busqué la sensación que me había unido a ella en un principio... Y no logré hallarla.

Abrió los ojos y me observó con cuidado.

No dije nada. No pude.

—El silencio me basta —dijo con voz fría antes de dirigirse a la puerta para salir de la habitación.

La vi alejarse y dejé que se fuera. No corrí tras ella como lo hubiera hecho tiempo atrás. No me nacía hacerlo.

Me recosté en la cama y pasé mis manos por mi cara, intentando asimilar lo que había ocurrido y las consecuencias que podía traer esto a futuro.

¿Acaso esto influiría de algún modo? ¿Había alguna posibilidad de que mi silencio terminara por destruir lo que estaba tratando de mantener en pos de mi familia?

Mi corazón se aceleró. No de miedo, si no de esperanzas.

En aquel momento, lo que menos tenía era miedo.

Y con esa fuerza, con esa valentía que parecía nacer en mi interior, salí de la habitación con un único destino.

Porque entre tanta turbulencia solo había un rostro que parecía traer calma y claridad al presente. Y fui a su encuentro.

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