Kiss me like that

By GrissLeidy

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Un francés refinado se encuentra por primera vez con un japonés recatado. More

Capítulo Único

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By GrissLeidy

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El nombre de Christ Moreau era bastante conocido por la alta sociedad parisina. Como nieto mayor de uno de los políticos más resaltantes de los últimos años, y el más capacitado para heredar su título en un futuro, a sus veintinueve años Christ ya había pavimentado una exitosa carrera como político.

Sin embargo, aún aclamado por la gente, su propia familia no estaba contenta con todo lo que había logrado, mucho menos que fuera el heredero ideal. Entonces, no dudaron en prácticamente sacarlo del camino mandándolo a Japón como diplomático representante de la nación.

Christ se caracterizaba por ser considerado y amable, dispuesto a ofrecerle una mano amiga a quien lo necesitara, y nunca se había sentido tan frustrado. Le dieron la espalda, tratándolo como una amenaza a pesar de compartir su misma sangre, y no podía creer que fueran capaz de ello. Si su propia familia lo apuñaló por la espalda, ¿Qué podía esperar de sus verdaderos enemigos? ya no sabía en quién confiar.

Sin embargo, todo sentimiento amargo fue desvaneciéndose cuando lo vio por primera vez.

Un pasajero llamaba la atención con sus atuendos exóticos, claramente un orgulloso japonés, de largo y brillante cabello negro sujeto en una coleta baja y una mirada madura, pero serena. Christ lo admiró, aún a la distancia, y algo dentro de sí se agitó... ¿Qué era esa extraña y nueva sensación?

Tal vez su viaje a Japón le ayudaría a descubrir quién era y conseguir su verdadero camino.

La noche cayó suavemente y el humor dentro del crucero era bastante bueno alrededor de los bares.

Christ era un conversador por naturaleza, también lo requería su trabajo, pero permanecía más callado y solitario que de costumbre. A donde sea que iba se encontraba con ese japonés, quien parecía reconocido entre la gente, y mientras más lo veía, más lo intrigaba.

Poco conocía de la vestimenta japonesa, pero no dudaba que la pieza que llevaba era realmente fina y elegante, solo había que ver cómo la lucía. Además, Christ podía jurar que debajo de tantas telas se escondía el cuerpo de un verdadero hombre. Era la primera vez que se fijaba de esa manera en una persona, ¿Y en otro hombre? definitivamente, todo era bastante nuevo para él. Pero contrario a asustarlo, o rechazarlo, le intrigaba cada vez más.

Él no era del tipo seductor, a comparación de otros compatriotas, y no sabía cómo acercarse a esa persona que no podía dejar de mirar. Y no del tipo interesado que abundaba en la política, donde eran capaces de lo que fuera por cumplir sus objetivos, sino de aquel más inocente e inofensivo... Solo quería acercarse, compartir un buen trago y las palabras que la barrera del idioma le permitiera. Pero Christ se conocía tan bien a sí mismo que una vez en su órbita no sería fácil salir, ¿Estaba listo para tomar el riesgo?

Había enfrentado políticos peligrosos, tanto de su país como de tierras lejanas, pero esta vez necesitaba de una valentía diferente al tratarse de algo más personal e íntimo. Había cierta inquietud en su corazón que se mezclaba con la evidente atracción y Christ quería hacer tanto por ello que no sabía cómo dar el primer paso.

La bebida que lo acompañaba era un champán burbujeante e intenso. De un sorbo a otro Christ se fue perdiendo en sus pensamientos, a solas en una mesa alejada, mientras sus ojos claros no abandonaban la figura que lo atrapó desde el primer instante... Acaso, ¿Era eso lo que llamaban, en el mundo del romanticismo, un amor a primera vista?

La banda avivó el ambiente en un instante con su música agradable, llevando a varios a ocupar la pista para danzar al compás de su melodía. Christ amaba el baile, era una de sus grandes aficiones, pero no se movió de su lugar notando que el japonés tampoco lo hacía.

Qué ganas de acercarse para invitarlo a bailar, ¿Sería muy atrevido de su parte? dos hombres de distintas culturas y clases sociales danzando pecho contra pecho en el centro de la pista... Qué escándalo. Y a Christ le gustaba ir en contra de la corriente.

¿Desde cuándo Christ, aún a su edad, se cohibía de sus deseos? Se desconocía a sí mismo. Entonces, cuando vio al Japonés moverse hacia la barra, probablemente buscando de beber, Christ se levantó de un salto y siguió su presencia. El alcohol en su sistema era su único aliado y le dio el impulso que necesitaba para acabar con la distancia entre los dos. Si no era en ese momento, ¿Cuándo? Parecía la oportunidad ideal.

La barra permanecía vacía con la gente en la pista y otros de espectadores, así que Christ pudo admirar mejor al hombre que ahora estaba solo a un par de pasos de distancia. Entonces, cuando una mano se estiró para alcanzar una copa servida, Christ la atrapó primero... Una invitación silenciosa a más que solo bailar.

Se miraron frente a frente, Christ se perdió por un instante en los profundos ojos oscuros mientras su mundo seguía sacudiéndose. Se arriesgó esperando rechazo, considerando la cultura reservada de los japoneses, y triunfó cuando recibió una aceptación con un ligero apretón en su mano.

Y lo que terminó por persuadirlo por completo fue la sonrisita genuina que se dibujó en los labios pálidos como un trazo delicado de caligrafía. Christ nunca antes se había sentido tan satisfecho de un alocado impulso, era como volver a ser un adolescente despreocupado otra vez.

Christ lo guió hacia un rincón de la pista, la mano más grande y suave aún entre la suya, y la sonrisa en su rostro delataba su alegría. Frente a frente una vez más, no era más de diez centímetro más bajo, Christ colocó su otra mano en la espalda de su acompañante. Estaba listo para moverse, pero recordó algo importantísimo: la diferencia cultural.

Y lo que sintió fue ternura, porque aún cuando su pareja desconocía sobre el baile occidental (¿Cuándo podría conocer su nombre?) no rechazó su invitación. Enseñarle sería un gran honor.

Christ retiró la mano y con delicadeza alcanzó la libre del japonés para guiarla hacia su propia espalda. Tomó nuevamente su lugar y dio un paso al frente, tan cerca como para admirar las pestañas oscuras.

Croyez moi —Christ le susurró en su idioma natal, pero fue suficiente para relajar a su acompañante y transmitirle la confianza que quería.

Christ se movió y la danza comenzó. Derecha, izquierda, derecha, izquierda. Simple y práctico para que el japonés se fuera acostumbrando al movimiento. Un baile lento y satisfactorio bajo miradas críticas que no tardaron en notarlos. A Christ realmente no le importaba, estaba tan ocupado al pendiente de su aprendiz (que resultó bastante bueno, por cierto) y disfrutando de ello que el resto del mundo desapareció para él.

Y el tiempo volaba cuando se la pasaba de maravilla.

La brisa refrescante y el sonido del océano más abajo eran una combinación ideal. Christ se apoyó del barandal en la cubierta y cerró los ojos por un instante. Las sensaciones seguían burbujeando en su interior y la adrenalina, aunque ya en reposo, era reconfortante... Un agradable recordatorio de los momentos únicos que acababa de experimentar, sin duda lo que se convertiría en una preciada memoria.

Permanecía sumergido en pensamientos, pero eso no evitó que escuchara los pasos aproximarse. Abrió los ojos, giró el rostro y le encantó la imagen. Su compañero de danza, con quien compartió un agradable momento, se aproximaba acompañado de dos copas de licor.

Christ tomó la bebida que se le ofreció, murmurando un gracias en su lenguaje, y brindaron en silencio. Un brindis por la noche calma, por su encuentro, por la danza, por los toques y las sonrisas. Al menos no necesitaban entenderse con palabras para compartir un gesto así de simple y significativo.

Bebieron un sorbo y Christ no se perdió los gestos de su acompañante, quien probablemente estaba poco acostumbrado a ese tipo de bebida. A pesar de no ser una persona muy expresiva, como por lo general eran los japoneses, Christ percibió los cambios gracias a la cercanía que mantenían. Un hombre reservado, educado, atractivo... Podría enumerar tantos encantos en ese instante. Se llevó la copa a los labios solo para callar.

Había mucho que Christ quisiera compartir. Eran tantos los sentimientos que se mantenían revoloteando en su interior, haciéndolo sentir vivo y pleno, y cómo quisiera que hubiera un lenguaje universal para transmitirlos... Oh, claro que lo había.

Y bastó con mirarse directamente a los ojos, iris oscuros y otros más claros, para comprender el mutuo sentimiento. Eran adultos, responsables y decididos, así que no dudaron en dar un paso más y acabar definitivamente con la distancia.

No importaba el género, ni las etnias, ni nada más... Salvo el encuentro de los labios con sabor a champán. Un beso tímido y tierno bajo el débil resplandor de la luna en el firmamento, su único testigo.

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Christ no podía creer que fuera él el que se reflejaba en el espejo. Toda su vida había vestido bien, pantalones y sacos de las telas más finas, y era la primera vez que llevaba ropas tan distintas a la que estaba acostumbrado. Sin embargo, le gustaba y no por cómo lucía, sino por lo que significaba.

—Kouichi, no estoy seguro de esto... —aunque emocionado, Christ se sentía un poquito desorientado por vestir así.

Las manos en su cintura siguieron trabajando hábilmente en la pieza (era un obi si mal no recordaba) y pronto una cabeza se asomó sobre su hombro, mirando en el reflejo el resultado de su trabajo.

—¿Por qué? te queda bien —la voz profunda lo elogió desde muy cerquita. Christ sintió un escalofrío agradable.

Se miró de abajo hacia arriba, admirando los detalles de la yukata de tonos claros elegida especialmente para él, y satisfecho se fijó después en la figura a su lado. Ambos de trajes tradicionales, tan iguales como diferentes... Desde el primer instante a Christ le había gustado mucho la peculiar combinación entre los dos.

—Podemos irnos ahora.

Christ despertó de su ligera ensoñación con el aviso, todo listo para su prometido paseo donde conocería lo mejor de los festivales de verano en Japón. Asintió y se apresuró junto a su acompañante, sin contenerse a tomarlo del brazo, hablándole sobre las cosas que le gustaría ver y hacer.

En ese instante ya no eran un político extranjero y un calígrafo de renombre, cuidando de las apariencias, sino un par de enamorados como cualquier otro que aprovechaba de un día libre para compartir y pasarla bien.

Christ era un nacionalista de primera, un gran amante de su tierra natal, pero en Japón encontró mucho más de lo pudo imaginar. Un amor puro y sincero, tan único, con el hombre más maravilloso que había tenido el enorme placer de conocer ¿Y ser amado de vuelta por este? aún más satisfactorio.

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Notas finales: ¡Nuevo relato original!

Simplemente estaba viendo el Kiss me like that de Shinhwa y las ideas se manifestaron... ¡Fue imposible decirles que no! 

Como siempre, algo dulce y tierno para aligerar los corazones~

¡Gracias por leer! 


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