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By _alemoran

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SINOPSIS + ADVERTENCIAS Y SIGNIFICADO.
CAP脥TULO 0.
鈥CAP脥TULO 1: DASSA脷LT.
鈥CAP脥TULO 2: SIMULADOR.
鈥CAP脥TULO 3: LEGADO FAMILIAR.
鈥CAP脥TULO 5: MU脩ECA.
鈥CAP脥TULO 6: PUESTA EN ESCENA.
鈥CAP脥TULO 7: PARC FERM脡.
鈥CAPITULO 8: 驴CON DASSA脷LT?
鈥CAP脥TULO 9: LAS VEGAS.
鈥CAP脥TULO 10: LADY ADELAINE.
鈥CAP脥TULO 11: SRA. DASSA脷LT.
鈥CAP脥TULO 12: FACHADA.
鈥CAP脥TULO 13: HIJA TROFEO.
鈥CAP脥TULO 14: UN TE QUIERO EN M脫NACO.
鈥CAP脥TULO 15: L脥NEA DE SALIDA.
鈥CAP脥TULO 16: ANACRON脥A.
鈥CAP脥TULO 17: DOLLHOUSE.
鈥CAP脥TULO 18: CONTRA RELOJ.
鈥CAPITULO 19: HERIDA ABIERTA.
鈥CAP脥TULO 20: INEFABLE.
鈥CAP脥TULO 21: HEAVEN.
鈥CAP脥TULO 22: HEAVEN PARTE II.
鈥CAP脥TULO 23: ADAGIO.
鈥CAP脥TULO 24: SIN REGLAS EN EL PARA脥SO.
鈥CAP脥TULO 25: EN LA MIRA DEL CISNE.
鈥CAP脥TULO 26: EL BESO DE LA MUERTE.
鈥CAP脥TULO 27: EL SILENCIO DE LOS INOCENTES.
鈥CAP脥TULO 28: A UN LATIDO DEL CAOS
鈥CAP脥TULO 29: L脕GRIMAS DE UN CISNE ROTO.
鈥CAP脥TULO 30: EP脥LOGO.
嗉衡湩 饾棢饾棞饾棔饾棩饾棦 饾棞饾棞: 饾棞饾棥饾棙饾棛饾棓饾棔饾棢饾棙.嗉衡湩
鈥CAP脥TULO 0.
鈥CAP脥TULO 1: LA FUNCI脫N DE UN CORAZ脫N ROTO.
鈥CAP脥TULO 2: UN T脥TULO REAL Y OTROS DESASTRES.
鈥CAP脥TULO 3: EL MANDATO DE LA REINA.
鈥CAP脥TULO 4: LOS DUQUES DE VASELL脥.
鈥CAP脥TULO 5: ENTRE EL PASADO Y EL PRESENTE.
鈥CAP脥TULO 6: TODO QUEDA EN FAMILIA.
鈥CAP脥TULO 7: ENTRE CONFESIONES Y CORAZONES ROTOS.
鈥CAP脥TULO 8: DASSA脷LT BONNET.

鈥CAP脥TULO 4: ANT脥TESIS.

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By _alemoran


Adelaine.


Romina se ha mantenido alejada desde hace una hora en cuanto llegó.

Las personas la conocen, sí. Como la accionista mayoritaria de las dos empresas de la familia. Así que nadie sospecha que ella viene siendo mi segunda madre cuando la primera viaja por el mundo cuando lo desea.

Scarlett está del otro lado de la sala con Trevor que le presta atención necesaria cuando ella lo llama y este sigue con su charla con los accionistas de Termar.

En cambio yo, tengo el brazo de Joseph sujetándome con posesión mientras él sostiene una copa de champagne.

—Con los dos Termar en el podio tras cerrar el campeonato mundial, hay peces gordos rondando a Magnus.—habla a mi lado Joseph.

Pero no son los peces gordos de Luxxe. El pensamiento me hizo ponerme aún más recta.

Me obligó a poner una sonrisa en el rostro cuando siento sus labios en mi mejilla, los miembros del equipo asienten y me recuerdo que esto es lo que me enseñó Arlerth.

Ser una mujer trofeo. La que le sonríe a las personas, a las cámaras.

Cómo si el agarre de Joseph no me cause dolor. Cómo si hace tan solo cinco minutos no discutimos por banalidades incoherentes dentro de la cocina y...

Me niego a recordar. Lo único que quiero es subir las escaleras y dormir.

Cruzo mirada con Trevor mientras me mantengo en silencio, sus ojos oscuros bajan posándose a mi cintura dónde mis dedos están atrapados con los de Joseph que no me suelta.

Él se agacha hablándole a Scarlett al oído y ella sonríe yendo con papá.

Agradezco que papá asienta cuando lo interrumpe y los socios la saludan con una sonrisa. Magnus está de buen humor.

Trevor se excusa caminando en mi dirección mientras se dobla las mangas de la camiseta, sin consideración se interpone con brusquedad entre su compañero y yo.

—Hey, princesa.—me besa la sien.

Trevor es tan camaleónico. Pero en esa aura de felicidad siempre. Todos los días sonríe, es alegre, pero cuando necesita dejar eso de lado lo hace.

Suspiro aliviada tan solo unos segundos porque la mirada oliva de Joseph me recrimina haciéndome estremecer.

—Mi hermana no es un pedazo de carne, Salvatore.—le habla sin dudar, poniendo media sonrisa en el rostro.—Muchachos.

Con aquella palabra los chicos del equipo se dispersaron.

—¿Le vas a solapar que Dassaúlt le use como su nuevo juguete?—preguntó él conteniéndose.

¿Qué?

—Tu hermana es como todas las bailarinas, una resbalosa.

Trevor dio dos pasos adelante mientras le arrebato la copa. Joseph no se inmutó, el área donde nos encontramos está alejada cerca de la cocina, así que mi hermano aprovecha para aventarlo y que este golpee la pared.

—Estas hablando de mi hermana, Joseph.—le habla tranquilamente, teniendo ese toque frío en la voz que deja en claro no está jugando.—Lo que ella haga con su vida no te debe de interesar. Recuerda que ustedes dos son marketing solamente.

Joseph me observa molesto, sabiendo que debo de intervenir.

No quiero hacerlo, sin embargo, de ese jodido marketing sale para pagar media colegiatura de la academia y lo demás lo pone papá. Así como mi madre paga la medicina con la que debo de vivir.

—No soy absolutamente nada de Dassaúlt. —intervengo.—Trev, suelta a Joseph, por favor.

Este levanta las cejas triunfante mientras se acomoda el saco.

—Te quiero a mi lado en la mesa.—me ordena antes de quitarle la copa a Trevor e irse.

—¿Por qué?—es lo único que pregunta mirándome.

—He soportado los dos últimos años sus actitudes, tan solo unos meses más y ya.—le respondí sin más.

—¿Qué ha hecho Arlerth?

—¿Existir?—eleve las cejas con frustración.—Mantener a Scarlett.

—Tiene dos hijas.

—Díselo a ella. Agradezco intervinieras, pero de ahí se tambalean muchos euros para la colegiatura.

Trevor sonrió.

—Te doy mi tarjeta entonces, princesa.

Negué al oírlo.

—¿Acaso no recuerdas que tú eres el piloto principal de Termar?—lo señalé.—¿Y quién maneja las finanzas? Exacto, tu madre.

—Le diré...

—No le dirás nada.—lo corté.—A ti también te manejan la vida, Trevor. Solo recuerda tu nombre completo, tu madre no te dio su apellido por órdenes de nuestro padre y su jodida imagen de perfección.

Se tenso por completo al oírme y sabe que tengo razón.

—Volví aquí porque mis ahorros se están terminando y mi refugio necesitaba mantenimiento que arregle con lo de mis clases. Le debo a Angie dinero y me siento mal por eso.—baje la voz, no quiero estar frente a él.—Así que haz lo que mejor sabes hacer, huye.

Retrocedí al verlo acercarse.

—No hui. A mí también me rompió, Adela. —murmuro.

—¡Si lo hiciste!—brame lo más bajito que pude sintiendo lágrimas en los ojos.—¡Me abandonaste! Caí en ese maldito hoyo, Scarlett tenía cinco y yo pasé sola mi cumpleaños.—lo mire a los ojos, los mismos que contenían lágrimas.—Esta familia olvidó que yo me lleve la peor parte, yo...

—Princesa.

—Se repite, siempre. Deje de ir a la terapeuta.—admití.—Fue mi culpa.

—No fue tu culpa, princesa. Lo sabes.

Negué yendo en dirección a la cocina dejándolo ahí.

De reojo observé como mamá comenzó a seguirme y con rapidez me lleve las manos al rostro deseando quitar las pocas lágrimas. Casi corrí en el momento que su mano me tomo del hombro apretado con fuerza.

—¿Tienes el estelar?—fue directamente a mi yugular mientras entramos a la cocina donde encontré a Laila apilando las copas. Ella me dirigió una mirada rápida al ver a mi madre.

Ni siquiera fingió su tono amable.

—Lacroix aún no selecciona a los bailarines. Se abrirá con el lago de los cisnes. ¿Recuerdas que...—ella levanta la mano callándome.

—Te quiero con el papel de Odette.—apretó mi hombro con fuerza antes de soltarme e ir por una copa con champagne.

—Madre...—la desesperación por decirle de mi lesión se quedaron atascadas en mi garganta al ver que me levanto una perfecta ceja.—Lo voy a conseguir. ¿Podemos hablar de Scarlett?

—¿Qué sucede con ella?

—Ella no ama el ballet, madre. Si tan solo me dejas llevarla a la pista un fin de semana.—retrocedí al verla acercarse.

—No.

—Madre, por favor.—insistí.—Scarlett quiere ser como Trev.

Ese fue mi error.

El escozor de mi mejilla cuando me abofeteo me hizo jadear de la impresión, me obligué a mantenerme a raya deseando con todo mi ser no acumular lágrimas.

—No, es no, Adelaine. Suficiente tengo con que ése lleve mi apellido. ¿Entiendes?—asentí bajando la vista.—El día que tengas los suficientes recursos para mantenerte, a tu academia, tus gastos y puedas mantener de tu hermana, ahí sí decide sobre ella.

—Perdón.—balbucee.

—Tus tarjetas han sido renovadas, ya tienes fondos nuevamente. Ahora te quiero en silencio durante la cena y se linda con Joseph.

Salió dejándome ahí. Me toque la mejilla sintiendo dolor mientras hice una mueca ya que me dio con las piedras del anillo en el rostro.

Inspiré hondo volviendo a elevar la vista encontrándome con Laila y su sonrisa. Me señaló la barra.

—Tienes tus uvas. Su azúcar es natural y está dentro de lo que puedes comer. Anda, endúlzate un poco.—dijo deslizando el cuenco de cristal lleno de uvas.

Agarré dos con manos temblorosas llevándolas a las boca. El sabor dulce solamente hizo que más lágrimas se acumularán en mis ojos.

Quiero poder comer normalmente.

—Gracias.

Ella me guiñó un ojo siguiendo con su trabajo.

Me limpie las manos tomando valor volviendo a ir la salida de la cocina.

Son solamente algunos meses más. Tengo claros mis objetivos y podré estar bien. Tal vez si lo hablo con papá él pueda aceptar que Scarlett no quiere ir a la academia, le haga una transferencia a un colegio y ella pueda comenzar con lo que le gusta.

Me encaminé en silencio a la multitud nuevamente. Puse una sonrisa en el rostro al divisar a Joseph mientras me acerque, evité mirar a mi hermano que estaba en el círculo de personas importantes junto a él.

Simplemente centré mi atención en el piano a metros de mí mientras papá daba su discurso de siempre y lo volvería a repetir el fin de semana.

—Tenemos estrategias sólidas y nuestro primer objetivo es tener el podio estando en casa.—dijo mientras sonreía y sostenía la copa.—Un circuito difícil pero siempre debemos confiar.

Parpadee al oírlo hablar mientras elevé un poco el rostro a él.

—¿Ya se sabe dónde serán las carreras?—quise saber susurrando hacía Joseph.

Joseph negó con suavidad.

—¿Entonces?

—Contactos, Adelaine. Piensa.

Cerré los ojos tan solo unos segundos mientras comencé a armar mi pequeño rompecabezas. Las charlas de papá semanas atrás con señores que he visto pocas veces.

—Jodida corrupción.—me susurré.

Y así es como papá siempre se ha adelantado en hacer las estrategias. ¿Los Dassaúlt también serán así?

La melena oscura de Romina entró en mi círculo de visión y detalladamente note como mamá le tomó del codo cuando vio su intención de ir a estar con papá.

Está será una noche muy larga.


[.....]


«—Adelaine es quién seguirá elevando nuestro apellido así como Trevor.—le dirigí media sonrisa a papá estando en la mesa.—Saben sus responsabilidades y las han cumplido aunque tengan pocos errores.—los ojos oscuros de papá recayeron en mí.—No queremos un bronce, mucho menos un tercer puesto en el podio.

—¿Verdad, hija?—mamá preguntó del otro lado de la mesa.—Es de las mejores bailarinas que tiene esta academia.

No perdí la sonrisa mientras tomaba el tenedor en silencio. Dios, tantas expectativas y presiones.

—Si, así es.—respondí al sentir la presión que Joseph hizo en mi brazo con fuerza.

—Tranquilo, Magnus.—observe a Trevor.—Sabemos que dejas que otros hagan tu trabajo sucio.

Entonces suspiré profundamente y mi mano se aferró al mantel de la mesa cuando papá la golpeó con fuerza sin importar estar en compañía.»


—Señorita Bonnet.—gire inmediatamente el rostro al profesor que mantenía el brazo estirado en mi dirección.—Su ensayo, por favor.

—Si, claro.—me movilice sintiendo el dolor de cabeza más intenso que antes.

Busque en mi bolso el ensayo engargolado dándoselo mientras él sonrió con satisfacción.

El profesor se giró para terminar de recoger los demás, suspiré con cansancio apoyando la cabeza en la mesa mientras y me cubrí con la sudadera el rostro tras haberme dado una ducha al término del ensayo hace cuatro horas.

—Espero se estén preparando para su examen oral.—habló el profesor.—Sus traducciones y vocalización están mejorando mucho.

Joder que me da ansiedad hablar frente a otros.

—¿Scarlett vino a la academia?—me susurró Angie a mi lado.

—No. Es una niña de siete años, no debe de levantarse casi a las cinco de la mañana.—eleve un poco la sudadera encontrándome con sus ojos claros.

Estaré en problemas por eso. Pero ella no ama esto.

Papá me ha convocado para verlo en la noche, ya tengo una idea de lo que va a decirme. Más presiones, seguramente.

—¿Quieres ir a casa?—se recargó en mi hombro.—Mamá quiere que vayas.

Dirigí mi atención al pizarrón lleno de palabras en chino y después al reloj.

Cinco de la tarde. Prácticamente podemos vivir aquí ya que la academia se cierra a media noche.

—El chofer me deberá estar esperando, Angie.

—¿El chófer o Robert?

—Robert.

—Entonces lo podemos resolver.—habló ella acomodándose el cabello rubio.—¿Qué te pasó en la mejilla?

Suspiré cerrando los ojos y odiándome al instante. Me olvidé de ponerme maquillaje tras salir de las duchas.

—Me golpeé contra uno de los cajones del closet.

—No recuerdo que los cajones de tu closet también te causarán moretones en el brazo.—Angie elevo las cejas mientras se incorporó.

—¡Estudien por favor!—vociferó el profesor ante el timbre indicando la salida.

Me levanté echando la silla hacia atrás y guardando las cosas, entre esas la sudadera de color gris.

Me coloque los lentes oscuros sujetando el teléfono que estaba a nada de explotarme de notificaciones.

—Deja de preocuparte, Angie. Fue una pequeña discusión.

La mire por unos segundos rodeando la mesa para comenzar a salir con ella a mi lado.

—¿Por qué Rams no se quedó a la clase?—quise saber bajando las escaleras.

Angie se encogió de hombros desviando el rostro a los demás alumnos que tenían la misma intención que nosotras, irse.

—Angie.—insistí.

Me ajuste la blusa de tirantes por sobre el shorts oscuro de licra observándola. Ramsés nunca falta a clases, no él que debe de esforzarse mucho más que yo.

—Debía de irse por algo.—me respondió sin más al momento de cruzar los arcos decorativos en dirección a la salida llena de personas.

—¿Su mamá se sintió mal de nuevo?—la detuve del brazo ante esa posibilidad.

—Quiero creer que no, Adela. Se está tratando su anemia, nos lo dijo.

Suspiré aliviada soltándola llegando a la acera llena de coches y camionetas lujosas.

—¿Entonces?

Sus ojos verdes conectaron con los míos.

—Déjame procesarlo, Adela. ¿Está bien?—aquello último salió con desesperación.—¿Y estas bien? No te he visto...

—No me moriré, no aún.—añadí inmediatamente.

Busqué a Robert encontrándolo cinco coches atrás, le hice una seña haciendo que viera a Angie. Él sonrió asintiendo para después entrar.

—¿Nos vamos?—gire el rostro con rapidez al oírla.

Angie se asomó desde adentro con una sonrisa señalando el asiento.

—¿Así que eres de la realeza?—pregunte y le sonreí al chófer cuando subí al asiento trasero para que él cerrará la puerta después.

Angelique hizo una mueca y se recargó en el asiento.

—Si. Y es horrible.

Sonreí y cerré los ojos oyéndola hablar en cuanto el coche arrancó.


La escuché con atención durante todo el trayecto, se quejó, grito y volvió a gritar mientras se desahogo. Me aventó el bote del medicamento, me incorpore agarrándolo al momento que mis dedos trataban de no tirarlo al piso.

—¡Es horrible!—grito y yo asentí aliviada sujetando el bote.

Ni siquiera entiendo porque me lo arrebató en primer lugar tras que me tomara las pastillas para el dolor del tobillo que ya está desapareciendo gracias a las cintillas. Encontrar el balance entre usar tu medicamento diario y el recetado para ayudarte con lesiones es de lo peor porque Trevor intervino al verlo hoy por la mañana.

Observé por la ventana asombrada por el largo camino de la entrada tras que el coche girará, la larga hilera de árboles, los jardines bien cuidados y el personal haciendo sus labores diarias yendo de un lado a otro.

Tras rodear la alta fuente decorativa la estructura se alzó más grande e imponente.

Si mamá ve esto de inmediato manda a remodelar toda la casa o intentaría buscar una más grande a la que tiene Angie.

Nunca he venido a casa de Angelique, mayormente siempre estamos en la mía o en mi pequeño refugio como yo lo llamo.

Baje detrás de ella cuando la mayordomo se acerca.

—Buenas tardes, señorita Dassaúlt.—le hace una leve inclinación.

—Jimena. Buenas tardes. ¿Todos están ahí?

Los ojos oscuros de Jimena recayeron en mi y después en Angie.

—¿Todos?—susurre en su dirección.

—Están en la terraza, esperándolas. ¿Me podrían permitir sus cosas?

—Claro.—me movilice a buscar el pequeño bolso dentro que siempre debo de llevar.—Solo necesito esto.

Le sonreí cuando lo saqué enredando en mi muñeca el listón. Ese bolso es técnicamente mi vida.

Jimena se hizo a un lado mientras entraba con Angie y me subí los lentes sobre la cabeza. Las paredes pulcras así como las baldosas, las dobles entradas para unir las escaleras, la mesita decorativa con un tazón lleno de dulces me hizo sonreír. Me hizo girar a la derecha haciendo que me sintiera fuera de lugar entre todo el lujo que por primera vez en la vida sobrepasa lo que he visto en mi familia.

—¿Cuántas terrazas tienen?

—Tres.

—Debía suponerlo.

Angie me codeó con burla.

—Hay una en el piso superior donde mayormente siempre estamos ahí. Tienen las pantallas, computadoras y el simulador de Marc.

Hice una mueca al oír su nombre.

Esa bestia.

Abrió la puerta corrediza donde de inmediato logramos ver a todos.

Y él tuvo el descaro de bajarse los lentes de pasta dura mientras me recorrió con la mirada poniendo una maldita sonrisa en el rostro cuando terminó.

Entonces yo le pare el dedo haciendo que me guiñara un ojo.

Es que es irritante.

Mi zapato bajo se hundió en el pasto conforme nos encaminamos, trate de ver el libro que descansaba en el regazo de Dassaúlt mientras esté maniobraba un tazón y galletas saladas.

¿Qué asquerosidad está comiendo?

"Oscar Wilde." Fue lo único que pude leer tras que él se recargara sobre el respaldo del sillón de la terraza.

—¡Cariño al fin llegan!—la voz de la señora Dassaúlt se elevó de más dejando la servilleta sobre la mesita.

—Pues hubiéramos estado media hora antes si Lacroix no nos exprimiera.—se quejó Angie.

Los ojos claros de la señora Dassaúlt revelaron que la comprendía en cierta forma. Su cabello casi llegando a ser pelirrojo estaba trenzado sobre un lado y usaba un vestido floral a juego con las zapatillas.

En cambio su esposo, portaba ropa informal y el cabello castaño oscuro sin habérselo atendido. Mal día para ser de la fórmula 1, el estrés sobrepasa todo.

—Papá ella es Adelaine.—di dos pasos al frente tras que Angelique me empujará sin dudar.

Mi pierna rozó la de Dassaúlt haciendo que me separara con frustración.

—Un gusto poder conocerla al fin.—pongo una sonrisa al oírlo.—Siéntete cómo en tu casa y no dudes en pedir lo que necesites.

Él me correspondió la sonrisa con amabilidad.

—El gusto es mutuo.

—Eso dice.—musito Dassaúlt detrás.

—Marcus...—fue mi momento de elevar las cejas ante el tono de advertencia de su madre.

¿Marcus?

—Es Marc, Diane.

—Ignora a Marcus.—dijo ella.—Toma asiento querida, me alegra que por fin puedas venir aquí.

—Toma asiento junto con Marc.—señaló el padre y yo borré mi sonrisa.—En breve estarán trayendo los aperitivos.

Gire sobre mi eje para verlo.

Genial. Un sillón enorme dónde pueden estar hasta tres personas pero este tiene medio cuerpo tomando el mayor lugar.

—Claro.

—Ahora vuelvo.—se excusó Angie.—Poppy tiene que comer.

—Así es. Recuerda que debes de hacerte cargo de ese perro o me lo llevo a la finca de Francia.—habló su padre mirándola irse.

—¡Alessio que te dará un infarto deja a Poppy!

Él negó volviendo su atención a la tableta.

—¿Ya se sabe dónde se abrirá temporada?—mire de reojo a Dassaúlt.

Se pasó una mano por el cabello despeinado volviendo a comer esa cosa de color casi marrón junto a sus galletas saladas.

—No. Estamos a nada de empezar. Giana se está encargando junto con William.

Dassaúlt emitió un sonido de insatisfacción ante la respuesta.

—¿Qué te pasó en la mejilla querida?

—Oh, nada importante.—le sonreí a la señora Diane.

Ella se levantó mientras deseaba hundirme en el sofá.

—Esto es más que un rasguño.—me tocó con suavidad.—Tengo una pomada que podría servir.

—En verdad se lo agradezco, señora Dassaúlt...

—Solo dime Diane, querida.—me sonrió.—Nada de formalismos.

—En unos días se quitará, estoy bien, Diane.—le reste importancia.

Ella se incorporó frunciendo los labios.

—Yo antes también me golpeaba con la puerta.—susurro solo para mí.—Se que apenas si hemos tenido interacción pero Angelique habla maravillas de ti.

—¿Adelaine no tienes problema con esperar a Angelique aquí? Debemos de ir a resolver algunos asuntos respecto al fin de semana.

Estar aquí sola con Dassaúlt.

Dios se apiade de mí.

—No tengo problema.—mentí con media sonrisa.

El señor Dassaúlt saco su teléfono poniéndose de pie al momento que se lo llevó al oído para responder la llamada.

—Son millones, Giana. No podemos darnos el lujo de terminar contrato con el piloto de repuesto...—fue lo que logré escuchar mientras se alejaba y me señaló cuando la chica del servicio salió con una charola.

—Aceptare la pomada.—hable y Diane volvió a sonreír.

Me sorprendió cuando me acarició la mejilla asintiendo y levantando un poco su vestido para girar e irse.

—Te la haré llegar con Angelique. Espero verte el fin de semana.

—Gracias.

La chica dejó la gran charola llena de fruta picada, comida, pan, juego y demás. Demasiadas cosas para Angie y para mí.

—¿Por qué pones esa cara?—por tan solo segundos olvide a quien tenía a mi lado.

—No puse ninguna cara, Dassaúlt.

Él dejó su libro de lado para incorporarse un poco haciendo que sus piernas tocaran las mías, baje la vista a eso y cuando volví a su rostro este tenía su atención en el mío.

Sus ojos aguamarina sobre mí llenos de diversión.

—Vamos muñeca, parece que quieres vomitar. Si es mucha comida solo déjala.

Levanté un dedo girando completamente hacía él.

—En primera, deja de decirme muñeca. ¿Si?

—Yo creo que no.—me respondió para comer de nuevo.—¿Quieres?

Baje la vista a la cosa viscosa de color casi amarronado.

—¿Qué es eso?

—Queso crema con chipotle.—sonrió al ver mi mueca de asco.

—¿Cuántos carbohidratos tiene eso?

Dassaúlt se encogió de hombros metiendo una de las galletas y me la dio.

—No puedo comer nada fuera de mi dieta. Y eso se ve muy raro pero lleno de carbohidratos.—le di una falsa sonrisa.

Y él me la correspondió de la misma manera que me hizo poner los ojos en blanco.

—Eres una jodida diva. ¿Verdad?—soltó con un suspiro.

Abrí la boca ante eso. Su sonrisa se hizo más grande haciendo que mi atención recayera en sus hoyuelos.

—Y tu eres un insufrible. ¿Verdad?

—Digamos que un poco. Sí.

Negué soltando un suspiro. Es tan metiche.

Mi alarma comenzó a sonar haciendo que pegará un brinco asustada y que él prestará mayor atención a mis movimientos. Con rapidez empuje sus piernas y dejé mi bolso de estampados sobre el sofá.

—¿Qué haces?—lo ignore.

Lo abrí con manos temblorosas sacando el aparato de la presión junto a los medicamentos. Dios que estuve distraída y no deben de pasar ni dos minutos porque debo de estar a la hora correcta.

Las manos de Dassaúlt sujetaron las mías quitando el frasco para abrirlo él.

—¿Cuántas?

—Dos.—emití jadeante tomando el aparato de la presión para sujetarlo a mi mano.—Puedes..—trague duro viendo la hora en el teléfono.—La insulina...

Dassaúlt comenzó a buscar en el bolso encontrando la inyección junto al frasco.

Me lleve las pastillas a la boca sin importarme agarrar el vaso de Dassaúlt que tenía a su lado.

—Yo me encargo.—hablo acercándose más.—Solo céntrate en tu respiración.

Fruncí el entrecejo y él me volteo el rostro con suavidad.

He echo esto tantas veces sola desde los últimos dos años.

Hice una mueca al sentir el pinchazo de la aguja mientras me mantuve mirando la mesita y el libro.

Respire profundamente cerrando los ojos, el cosquilleo que me invadía me lleno de desesperación sabiendo que él me estaba tocando, cómo sus dedos sujetaron mi mano izquierda maniobrando el aparato.

El tacto siendo suave.

—¿Diabetes?—me estremecí al sentir su aliento contra mi mejilla.

—Si. Hace dos años, específicamente.—dije abriendo los ojos y mirando el aparato.

—¿Y aún así bailas?

—El ballet es mi vida. Así como deduzco que el ser corredor es la tuya. Y es ejercicio, ayuda mucho.

Me quite el aparato para configurarlo tras ver el resultado.

—Pasan más de siete horas en la academia.

—Lo sé. Pero tengo el tiempo para ponerme la insulina.—voltee a verlo haciendo que me arrepintiera.

Su atención bajo a mi boca ante la cercanía. Lo noté pasar saliva y yo aproveché para alejarme un poco sintiéndome muy rara.

—¿Estarás bien?

—Siempre y cuando salgas de mi vista, sí.

Él sonrió abiertamente de nuevo.

—Joder que sí eres intratable, muñeca.

—Eres muy metiche, Marcus.

—Oh, no. Por ahí no le muevas. Ignora a mi madre y sus dos letras añadidas a mi nombre.—lo note retroceder regresando a su comida rara.—Un, gracias hermoso Marc por ayudarme a salvar mi vida, no estaría mal.

¿Hermoso Marc?

—Esa es una oración muy larga para agradecerte, bestia.—Solté guardando poco a poco las cosas.

—Gracias divino, Marc. Eso también cuenta.—elevo las cejas a la expectativa.

Lo observé con la boca abierta tratando de entender cómo es que este hombre tiene tanta autoestima y al mismo tiempo es un grano en el culo.

—Bien.—me encogí de hombros terminando de cerrar mi bolso.

—Te escucho, muñeca.

Evite poner los ojos en blanco cuando me guiñó un ojo con diversión y estiró el brazo para recoger su libro.

"El retrato de Dorian Gray." Reprimí una sonrisa al leer el título, ya comprendo un poco su vanidad.

—Gracias, Dassaúlt.

Me puso mala cara al oírme.

—De nada, muñeca.

Inspiré hondo. Odio que me diga así. Me hace sentir como si fuera frágil como lo son las muñecas y al mismo tiempo superficial.

—Ahora que te veo...

—Tu siempre puedes verme todo lo que quieras.—me interrumpió volviendo a su lectura.

—Deja de ser un maleducado y no me interrumpas.

—Qué bonita manera de hablarle a un Lord.—me observó fijamente unos segundos.

Ya sabía suponer que diría algo así.

—¿Eres un Lord?—casi balbuceé tomando el atrevimiento de tomar de la charola un poco de pan tostado.

—Lo soy.

—Bueno, eso no cambia nada.—dije con decisión.—Sigues siendo el insoportable, Dassaúlt.

Dejo salir una risa negando.

—En lo que iba, me caes mal.

—Oh, vaya. Eso me rompe el corazón.—soltó con sarcasmo.

—Parte de mí es ser directa. Así que me caes mal.

—Parte de mi es ser sincero. Así que yo creo que eres una diva mimada.

Mordí el pan manteniéndole la mirada cuando la elevó hacia mí.

—Y no podemos ser amigos.—dije aún comiendo.—Porque estadísticamente hablando acabarías con mi paciencia y yo no quiero ir a prisión por haberte envenenado.

Suspiro incorporándose y cerrando el libro.

—¿Quién dice que no podemos ser amigos?

—Yo. Soy Adelaine Bonnet, mi palabra es la que se acata.

—Yo soy Marc Dassaúlt, mi palabra también se acata. Y yo creo que científicamente no puedes decidir si una persona te cae mal por las dos o tres veces que has convivido con ella.

—Deja de copiarme.

—No.

—¿Lo ves? —mordí de mala gana el pan.—Eres irritable.

—Hagamos una apuesta.

—Claro que no.

—¿La muñeca no hace apuestas?

—No con la bestia.

—¡Adela sube!—La voz de Angie llegó a nosotros desde los pisos superiores.—¡Ven a ver el traje de Poppy!

—Tengo que irme.—me incorporé mirándolo todavía.—Tu y yo no seremos amigos, te agradezco ayudarme con mi medicamento hoy. Pero tengo cierto rencor hacía los pilotos y sus auras de superioridad.

Mi lista la encabeza Joseph, después Trevor y ahora Dassaúlt.

—Tercera planta al fondo del pasillo.—fue su respuesta.

Asentí comenzando a alejarme y puse una sonrisa en el rostro cuando gire un poco.

Dassaúlt yacía acostado con un brazo debajo de su cabeza siguiendo con su lectura.

—¡Estás leyendo a un asesino!—eleve la voz haciendo que su rostro volteara a verme.—¡Y el cuadro absorbe los años de Dorian porque de alguna manera hace un pacto para no envejecer y tener su belleza!

Ese libro lo leí hace muchísimo pero recuerdo las partes más importantes.

Reí un poco cuando me levantó el dedo corazón en forma de insulto observándome casi cerca de la puerta.

—¡Joder que si eres una pesada, muñeca!—lo oí gritarme y yo cerré la puerta corrediza.—¡Angelique tu amiga me arruinó la lectura!

—Ups. No lo lamento.—susurre yendo en dirección a la habitación de Angie.

Por favor que le caiga un rayo y lo desaparezca.

No pido mucho.

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