❝Café de mañana.❞
✎.
Los meses habían pasado rápidamente, y con el tiempo la relación de la pelinegra y el castaño había mejorado bastante.
La pareja decidió mudarse a un departamento cerca de la universidad a la que asistían. Esto con el objetivo de no tener que demorarse demasiado en el camino desde la casa de la chica al instituto, el cuál quedaba bastante lejos.
Pero iban cada fin de semana a visitar a sus amigos y familiares, los cuales se reunían en la casa la chica.
-Sunghoon-
La mañana era bastante fría en esta época del año, nos encontrábamos en pleno otoño.
Estiré mi mano hacia el lugar de mi pareja, pero me extrañé al no sentir la presencia de la castaña.
Aún parecía temprano para pensar que había ido a sus clases, por lo que decidí abrir mis ojos, buscando con mi mirada en el cuarto semioscuro, sólo una tenue luz proveniente de la ventana me daba iluminación.
Sobé mi cuello un poco adolorido, mientras me sentaba en la cama tratando de recobrar todos mis sentidos. Una vez me encontraba totalmente despierto, me paré en busca de Heejin.
—Heejin... ¿estás en el baño? —pregunté en un murmullo.
Esperé un poco pero no recibí respuesta alguna. Desde ese momento comencé a preocuparme, así que me apresuré a salir de la habitación con el fin de encontrarla.
—Oh, estás despierto. —escuché su voz apenas crucé la puerta a la sala.
—Me he llevado un gran susto... —comenté soltando un suspiro.
—¿Por qué? —preguntó mirándome de reojo, simplemente negué.
Ella se encontraba haciendo algo en su computadora, supongo que alguna tarea de la universidad.
—¿Desayunaste?
Pregunté acercándome lentamente a ella, esta giró sobre silla para quedar enfrente de mí, rodee con mis manos su cintura y ella colocó las suyas sobre mis hombros.
—Todavía no. Esperaba que pudiéramos ir juntos a desayunar afuera. —sugirió, masajeando con delicadeza mis hombros.
—Me gusta la idea...
Respondí acercándome más a su rostro, ella sonrió alejándose un poco, fruncí el ceño mientras la miraba confundido.
—Ve a arreglarte. —dejó un pequeño beso sobre mi mejilla, girando nuevamente sobre su silla.
—Esperaba otra cosa. —dije fingiendo enfado.
Ella soltó una pequeña risa haciéndome señas para que me apurara.
Le dediqué una última mirada con una pequeña sonrisa y seguí por mi camino, yendo a prepararme para salir.
[...]
Caminábamos por las calles de Busan, observando las tiendas que se encontraban por ahí, los enormes edificios, las tiendas de ropa, librerías, pero lo más importante, pasando tiempo en pareja.
—¿No íbamos a desayunar? Desde que salimos sólo hemos estado viendo las vitrinas de las tiendas. —reproché, con una mueca.
—Lo siento, tienes razón.
Pasó una de sus manos por mi cuello, negué dejando un pequeño beso sobre sus labios.
—Vamos... —susurré entrelazando mi mano con la suya.
Ella me siguió gustosa. No tardamos en encontrar una cafetería bastante famosa cerca, había abierto hace no mucho y se volvió popular entre los universitarios.
En cuanto ingresamos al establecimiento la campanilla de la entrada suena, dando aviso a que llegaron otros clientes.
El olor a café es instantáneo y la música es suave, una de las canciones más antiguas del grupo SHINee se reproduce por los altavoces.
—Es bastante acogedor. —comentó la pelinegra, dirigiéndose a una de las mesas del final, justo al lado de las ventanas.
Era un día frío, la calefacción estaba prendida, dejándonos sentir la calidez del lugar.
—Es bonito, ¿verdad? —pregunta, sacándome de mis pensamientos.
—Cualquier lugar será bonito, mientras que estés conmigo. —le sonreí, guiñandole un ojo.— ¿Qué vas a pedir?
—Un café latte. —respondió sonriéndome.
—Muy bien, un café latte para la señorita. Ya vuelvo. —avisé para ir hacia la recepción a hacer la orden.
—Digame que desea... —dice el empleado al otro lado de la barra.
Él alza la mirada encontrándose con la mía y no puedo evitar sorprenderme.
—¿Kyungmin? —sonrió levemente.
—Park Sunghoon. —me llama por mi nombre, sonriendo.
—¿Aquí trabajas?
—Así es, quería una vida normal, ¿sabes? —meneó un poco su cabeza.— ¿Vienes solo?
—No.
Respondo, apretando ligeramente mis labios.
—¿Estás con Heejin? —pregunta curioso.
Asentí con la cabeza señalando con la mirada donde se encontraba la pelinegra, el siguió el recorrido con sus ojos, para después volver a mirarme.
—Eso es genial, en verdad les deseaba lo mejor, Heejin es una buena chica, nunca la vi juzgar mal a nadie, incluso a mi cuando-...
Lo interrumpí.
—Ella era demasiado inocente, no quería ver la maldad en las personas. Pero ahora es diferente, y tú igual, Kyungmin. Eres una buena persona.
El sonrió asintiendo repetidas veces, luego carraspeó la garganta y puso sus manos sobre la barra.
—Dime tu orden, podrían darme un sermón si sigo hablando con un cliente. Ya tendremos otro momento para hablar, Sunghoon.
—No lo pensé, discúlpame por entretenerte, —dije divertido—, un café latte, un café americano y una porción de pastel de chocolate.
El asintió anotando todo lo que le había dicho, segundos después pagué con mi tarjeta, esperando la orden.
—Si quieres puedes ir con ella, yo se los llevaré. —me miró de reojo mientras preparaba alguna orden.
—Te lo agradecería mucho.
Hice una pequeña reverencia y me retiré hacia mi lugar correspondiente.
—¿Y esa sonrisa? —preguntá la chica una vez llegué donde ella.
—No sabés a quién me encontré.
Ella frunció el ceño confundida.
—No lo sé, ¿a quién?
Cuando estuvo a punto de darse la vuelta para buscar a alguien conocido, llegó aquella persona con nuestra orden.
Heejin subió su mirada para agradecer pero se exaltó bastante al ver a aquél chico enfrente suya.
—Dios, eres tú. —susurró.— Enserio eres tú.
—Sorpresa. —habló el chico divertido.
Ella no parecía saber que hacer, no parecía querer abrazarlo, no eran tan cercanos, pero un simple saludo le parecía bastante corto para expresar la felicidad que sentía de verlo.
—Me siento realmente feliz de habernos encontrado contigo, ¿cómo estás?
—Bastante bien ahora, ya sabes, fue complicado al principio pero nada que no pudiera superar, ¿qué tal tú?
Ella respondió con un simple, "bien".
—Si me disculpan me tengo que ir, mi turno casi termina, debo dejar todo limpio para mi compañero.
—Saluda a Yeonhee de nuestra parte, ¿si? No la veo desde que terminamos el último año.
—Supongo que es una gran estudiante de abogacía, siempre a dicho que le interesaba mucho derecho y leyes. —dije recordando—
Llegué a asistir a la misma clase que ella, el último trimestre, resultaba ser una persona muy generosa e inteligente.
—Así es, estudia derecho fuera de la ciudad, pero vendrá el próximo fin de semana, le haré llegar sus saludos. —sonrió feliz.— Ustedes saluden a los chicos de mi parte.
Se despidió de nosotros y se retiró.
—No esperaba volver a verlo, pero me alegra saber que está bien y que se está ganando la vida de esta manera, puedo ver lo mucho que se está esforzando.
Habló la pelinegra, dándole un sorbo a su bebida, enseguida hizo una mueca, a de ser que estaba demasiado caliente.
—Hoy es un bonito día, es agradable salir de vez en cuando. —digo mirando por la ventana.
El cielo se pintaba de un color rosado con anaranjado, dejándome apreciar un hermoso paisaje. Eran las nueve de la mañana, y ya comenzaba a haber más movimiento por las calles.
Nuevamente giré mi cabeza, posando mi mirada sobre la pelinegra enfrente mío.
Cuando la miré una ola de emociones me inundó, no podía creer lo muy feliz que me podía sentir al simplemente mirarla a los ojos, y en es momento lo comprendí, de eso se trataba el amor incondicional.
—Gracias. —solté sonriéndole.
Ella me miró extrañada, sin entender porqué le agradecía.
—Gracias por llegar un día cualquiera, y cambiar mi mundo para siempre. —terminé de decir.
Ella sonrió enternecida con mis palabras, se paró de su lugar y se sentó a mi lado tomando de mis mejillas entre sus manos, y se acercó depositando un tierno beso sobre mis labios.
Aún cuando se separó seguía sosteniendo una sonrisa y es cuando me detuve a pensar, ¿Es normal? ¿Es normal que su sonrisa a pesar del tiempo siga causando estragos en mi ser?
—Podría decirte tantas cosas... pero si te fijas en la manera en que te miro ya lo sabes todo. Pasamos por muchas cosas, Hoon. Y me alegra saber que la persona que está hoy a mi lado seas tú.
Finalmente termina por abrazarme fuertemente, ocultando su cara en el hueco de mi cuello y dejando pequeños besos ahí. Sus caricias y atención son todo lo que necesito para sentirme mejor.
Me aferro a su pequeño cuerpo, teniendo la sensación de querer hacerla sentir amada y protegida.
—Terminemos con nuestro desayuno y después nos vamos, ¿está bien? —le pregunté separándome un poco.
—Si.
Reparti algunos besos por su rostro, en su frente, sus mejillas, sus labios y un último en su cuello, sintiendo la tranquilidad de su aroma.
Nos separamos y continuamos desayunando entre risas, bromas, anécdotas y demás, sólo eramos un par de jovenes experimentando lo que es el amor, y con intenciones que eso nunca se acabara.
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Nota de la autora: Por fin todo se encuentra en su lugar, cada pieza del rompecabezas fue puesto en el lugar correcto.