Anochecer Tras El Amanecer (D...

By Dylivm

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La historia de Louis Gerald Train sigue, pero ahora en México y no sabe si algún día para encontrar a su más... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capitulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 15
Capítulo 16
Capitulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19: Final

Capítulo 14

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By Dylivm

Eran ya las ocho de la noche, mamá llegaba a las ocho con treinta a casa (según recordaba), así que me despedí de Lezley, Candy, Ryck (a este lo abracé muchísimo; no sé por qué de la nada me pareció muy guapo) y Logan, tomé mis maletas y me fui caminando a mi casa. Ventajas de Itaville: literalmente podías caminar a donde quisieras ir (debido al tamaño de la ciudad); pero la escuela seguía quedando bastante alejada de cualquier sitio (incluido el parque Orange); aunque no lo pareciera. Otra cosa que me gustaba,y disgustaba, de Itaville era que todo el mundo se conocía. Es bien sabido que «Pueblo chico, infierno enorme».

Tomé mis maletas y me fui directo a la casa de mis padres (una de mis casas estaba en México y otra en París; aunque, considerando todo bien, probablemente vendería la casa de París para quedarme con la de México, y muy probablemente también hubiera vendido la casa de México para comprarme una en Estados Unidos; o la vendería cuando tuviera una casa en Estados Unidos). ¿Qué habría pasado con Hades? ¿Qué estaría haciendo?

—¿Hola? —decidí llamar a Fátima para ver si Hades estaba bien, ella me respondió el saludo, y decidí no entrar en muchos detalles, no pudo mudarse; aunque sí accedió a ir a mi departamento cada dos días para limpiar su arena, bañarlo y rellenar su bowl de croquetas (se portó muy bien, ya que le compró su propio bowl para poner sus croquetas, porque no encontró el mío, así que tuve que hacerle una transferencia bancaria para pagarle por el favor)—. Estoy muy agradecido contigo por lo que has hecho por mí hoy y lo que harás el resto del mes —me dijo que no me preocupara por nada y que adoraba a Hades. Me imaginaba a Fátima con Diego y Leonardo en mi departamento viendo alguna película en alguna plataforma de Streaming, bebiendo alcohol y haciendo cosas de adolescentes de su edad (19 años, cada quien; yo tenía 22, ya era un anciano para esas amistades).

Volví a casa de mi madre (era su casa, ella la compró con su salario, la mayor parte, David Train; lo llamé así durante un rato por lo que le hizo a mi mamá, también tuvo que poner buena parte de su salario) y del imbécil que se hacía llamar mi padre (sí, tal vez referirme así de él estaba mal; pero le fue infiel a mi mamá, se lo merecía). Golpeé la puerta y esperé a que alguien fuera a recibirme.

—Hola, ¿tú quién eres? —una señora regordeta y de alta edad me recibió.

—Buen día, soy Louis Gerald Train —me presenté y la saludé amablemente—. El hijo de la señorita Theresa Brown —tras decir su nombre, ella supo a quién era yo.

—Eres el hijo pródigo; mis nietos son grandes fans tuyos

—¿Dijo nietos? —sin previo aviso y sin permiso, Marcus Miller llegó a la puerta de la casa de mi madre—. ¿Qué edades tienen? ¿Son guapos? ¿Extranjeros residiendo en América?

—¿Tú qué haces aquí? —lo miré con cierto disgusto, mientras mis ojos paseaban de arriba abajo su cuerpo; lo trabajó muy bien—. ¿Y por qué estás hablando?

—Año sabático —encogió los hombros—. ¿Y sus nietos vienen por aquí muy seguido?

—Eso no te incumbe, pequeño pillo, ¿y por qué me estás hablando? —la mujer; la que yo asumí que era la ama de llaves (nunca tuvimos una ama de llaves cuando vivía con mamá y papá, supongo que les empezó a alcanzar el dinero cuando me mudé), le respondió con una enorme sonrisa y lo invitó a que guardara silencio; aunque también le preguntó lo mismo que yo le pregunté a Marcus—. En cuanto a ti —me señaló—. Pasa, cariño. Adelante y mejor pasa rápido porque ya va a llover.

Marcus también estaba a punto de pasar, pero la ama de llaves de mi madre se lo impidió porque no lo conocía y por lo menos ella sabía que yo era «el hijo pródigo».

—Soy su mejor amigo, ¿qué pasa? ¡Louis, di algo, por el amor de Dios! —me quedé callado—. ¿Esto es por el comentario hacia sus nietos? ¡Dios, supérelo y déjeme pasar! —se mantuvo unánime ante las órdenes de Marcus Miller; guau, el viejo Marcus habría hecho un verdadero berrinche, gritado o ponerse a llorar, y patalear, cual niño chiquito. Menos mal que cambió.

—No te voy a dejar pasar y esto no es por el comentario hacia mis sobrinos: es por lo mucho que respeto y valoro mi trabajo, jovencito —ouch! Justo en el ego de Marcus.

—Trae a tu mamá y dile que me deje pasar, soy tu mejor amigo, por el amor de Dios.

—Veré qué puedo hacer —y entré a la casa de mi mamá sin dedicarle una sola mirada a Marcus, la ama de llaves le cerró la puerta en sus narices; Marcus se molestó porque la ama de llaves lo hizo quedarse afuera en medio de la lluvia—. ¿Sabe dónde se encuentra mi mamá?

—Está en su habitación, bajara en un minuto —pero escuché el típico taconeo de mamá bajar por las escaleras.

—Estoy aquí —me acerqué a abrazar muy fuerte a mi mamá; eran años (literalmente) que no la veía, le comenté lo mucho que la extrañé (sin separarme de ella)—. Yo también te eché mucho de menos, cielo.

—¿Dónde está ese maldito infeliz cara de…

—¿De quién hablas, Gerald? —David salió de la cocina y llegó a donde estábamos mamá, la ama de llaves y yo platicando—. ¿Acaso hablas de mí, porque yo esperaría que no?

—Louis Gerald, no —mamá me suplicó y me impidió que le asestara un buen puñetazo en la cara (aunque sabía que perdería porque papá sí hacía ejercicio, se le veían músculos, parecía que hizo más ejercicio en cuanto me fui de sus vidas por un par de años; cuatro años, to be exact), no pude hacerlo por eso, por eso y porque ella pensaba que le tenía una especie de miedo; solo que no me daba miedo enfrentarme a él.

—¿Por qué no me dejas darle su merecido?

—Porque no lo perdoné. Sin embargo, le di permiso de que siga viviendo en mi casa, porque en esta casa se vive con el salario de dos y no con el salario de una sola persona, ¿entiendes?

—¡Sí, lo entiendo! Aun así yo puedo enviarte dinero —le sugerí—. Creo que eso ayudaría en algo, ¿no crees?

—No sería ni justo ni suficiente, también necesitas dinero para vivir allá —lancé un largo suspiro—. Creo que te acaban de despedir por venir de urgencia desde México hasta acá, necesitas buscar un nuevo empleo en otra disquera, cariño.

—Tengo contrato por dos discos con esa discográfica independiente en México, mamá; llevo uno y solo me falta otro disco para buscar otra disquera.

—Sí, pero te puede pasar como a una vieja amiga, su nombre es Alison: su sueño siempre fue ser una artista conocida a nivel mundial y tuvo que retirarse de ese sueño, porque tuvo un hijo y al final optó por estudiar Medicina para ser doctora.

—Theresa, ese es tu sueño.

—Sí, tal vez sea mi sueño, David, pero también es el sueño de Alison.

—Y dime, ¿sabes cómo se llama su hijo, mamá? —pregunté, aguantando mis ganas de soltar una enorme carcajada, mamá comenzó a titubear.

—Es que ella… —se quedó pensando un rato—. Se fue a México, se casó con un abogado que la ama, la respeta, jamás le ha sido infiel —mamá volteó a verlo mientras le soltaba su veneno a David (el cual estaba presente) justo en su cara—. Y su hijo se llama Luis Gerardo.

—¡Qué coincidencia que su nombre sea la variable del mío en español, ¿no crees, mamá?! —ahora sí solté una enorme carcajada.

—Sí, muchísima coincidencia, hijo.

—¿Cuáles son los apellidos del supuesto «hijo de Alison», mamá? —hice comillas con mis dedos mientras hacía mi pregunta.

—No hagas comillas con los dedos, no seas grosero —me cambió el tema—. Así que no fue como los crié a ti ni a Marcus —¡mierda, Marcus! Abrí la boca y los ojos de par en par.

¡Puta madre! —mamá me miró con una entremezcla de diversión con algo de burla por mis palabrotas en español; pero estaba bastante furioso.

—Sé que esa expresión es grosera en países de habla hispana, y quizá no la use, pero en mi casa no se habla con groserías —tras escuchar su regaño, le pedí una disculpa, le expliqué que Marcus no pudo pasar porque el ama de llaves (la cual tenía por nombre Jennifer y recién me lo comentaba mi mamá) no lo dejó pasar, ella asintió, dijo que hizo bien al no dejarlo pasar (consideró darle un aumento), me pidió que lo dejara pasar y corrí hacia la puerta, al abrirla me encontré a Marcus sentado en el pórtico (aunque, de hecho, creí que se había marchado).

—¿Tu mamá ya sabe que no soy un extraño y puedo pasar o piensa que les voy a robar, a secuestrar o algo parecido que haría algún psicópata? —le pedí una disculpa por tardar tanto—. No pasa nada, amigo, ¿puedo pasar?

—Adelante, solo no hagas ese tipo de comentarios frente a mamá y frente a Jennifer.

—¿Se llama Jennifer? —se lo confirmé, y al fin, entró a mi casa.

Nos aproximamos a mi mamá y a mi papá, David Train. Ella y él no dijeron una sola palabra porque estaban dándose un apasionado beso (que probablemente comenzó cuando me fui a abrir la puerta). Me aclaré la garganta para que se percataran de que Marcus y yo estábamos ahí.

—¿Qué quieren hacer, chicos? —al parecer ni mamá ni David nos querían en la casa por evidentes razones, ¿qué pasaba?—. ¿Necesitan dinero? Yo les puedo prestar un poco para que se vayan a hacer algo al centro comercial de Itaville —metió su mano a su bolsillo.

—No lo hagas, Theresa —Marcus literalmente le tomó la mano a mi mamá para que la deje dentro del bolsillo de su pantalón y a mamá le subió el rubor a la cara por esa acción tan poco premeditada—. Apuesto a que Louis Gerald tiene dinero de sobra por todos los conciertos que ha dado en el mundo.

—Marcus —mamá se dirigió a él en un tono molesto—, estoy segura de que mi niño hermoso ya gastó bastante al venir aquí a ver a sus padres —eso era cierto, solo contaba con, aproximadamente, mil quinientos dólares en mi bolsillo. Un momento, ¿Marcus llamó por su nombre de pila a mi madre?

—¿Cuánto tiempo llevas viviendo aquí otra vez, Marcus? —volteé a verlo.

—Desde la última vez que nos vimos, regresé con todo el miedo del mundo sobre qué dirán de mí los vecinos; pero claro que no me interesa en lo más mínimo, hubo miradas y murmullos cuando la gente me veía pasar; al parecer todo el mundo vio tu concierto donde fui tu telonero en L'Olympia, aprendí a vivir con ello y llevo aquí ya casi un año.

Wow! —abrí los ojos y la boca de par en par—. Al menos aprendiste a vivir con ello; aunque, sigo sin saber, ¿por qué fingir que estabas muerto?

—Creo que tienen que irse a discutir sus asuntos fuera de la casa, mis niños —nos echó de la casa, otra vez; supuse que mamá y papá necesitaban hablar—. Ten algo de dinero, Louis Gerald; pórtate bien, por favor —no tuve otra opción más que tomar el dinero que mamá me ofreció para que Marcus y yo saliéramos de ahí.

Sin embargo, apenas cerré la puerta, escuché un grito proveniente adentro de la casa; mi mamá le gritaba al señor David Train (el cual ya no merecía que lo llamara por su título de «papá» desde que me enteré lo que pasó). Le gritó que estaba mejor, y era más fuerte, estando sola, no lo necesitaba para nada…, también muchas cosas más que ya no alcancé a oír, y Marcus tampoco las escuchó (sin contar que antes estaban dándose un apasionado beso; ¡vaya locura!).

Llegamos al centro comercial de Itaville apenas unos minutos después de que salimos de casa de mi mamá, optamos por comer sushi (just like the old times, como hacía un par de años cuando nos encontramos a Katherine y Marie, acompañadas de Richard Vallaj; recuerdo también que en, ese tiempo, Marcus estaba enamorado de Richard Vallaj; mientras que yo no lo soportaba, ¿quién demonios diría que sólo un par de años después, Richard y yo, estaríamos juntos y nos amaríamos? ¡Qué vueltas me dio la vida!).

No esperaba encontrarme con Scott en el local de sushi (aunque mi viaje se estaba convirtiendo en un reencuentro de viejos personajes que estuvieron en mi vida años atrás), por fortuna no lo encontré ahí, sort of.

—Louis Gerald, ¡qué sorpresa! —Scott estaba adelante de Marcus y de mí en la fila para ordenar sushi—. La chica que está atendiendo debe ser nueva, la veo muy despistada y muy poco profesional.

—Tal vez sea nueva, ¿tendría algo de malo? —Marcus lo miró tras preguntar esto último.

—¿No te llegó el memo de que no quiero que te vuelvas a dirigir hacia mí o que vuelvas a pronunciar mi nombre en tu vida, Miller? —Scott me miró un poco irritado—. ¿No se lo dijiste, Gerald?

—Sí, Gerald, no se te olvidó algo importante que debías decirme, ¿verdad? ¿O acaso Scott es un mentiroso? —tuve que improvisar y pensar en algo pronto para responderles a Scott y a Marcus.

—No lo olvidé, simplemente es la primera vez que veo a Marcus en un rato y quise decírselo en persona, eso era todo; tal vez esta sea la segunda vez que lo veo y sí olvidé decirlo cuando lo vi —reí por lo bajo cuando terminé de hablar.

—Me viste hace un rato y no me habías comentado nada en absoluto; ¿qué pasa, Louis Gerald?

—No sé por qué me estoy encontrando a tantos personajes que eran parte de mi vida hace muchos años —añadí con sinceridad, interrumpiendo un poco a Marcus.

—Responde lo que te pregunté, Louis Gerald —puse los ojos en blanco. Otra vez Marcus me daba órdenes.

—Lo olvidé, ¿está bien? —Scott se volvió hacia Marcus y comenzó a repetirle lo que me dijo a mí.

—¿Y qué pasa si no lo hago, Scott? —ay, Marcus, tan fácil que era aceptar y cerrar la boca. Tenías que arruinarlo todo, sobre todo porque Scott sí te comentó lo que pasaría si volvías a mencionar su nombre

—Puedo jurar que repetí lo que le dije a Louis Gerald hace dos segundos —puso los ojos en blanco y no supe qué hacer ni qué decir—. Creo que puedo repetirlo nuevamente, pon atención.

—Sí, no te puse atención porque es poco lo que me interesa que hagas —Marcus Miller siendo Marcus Miller, otra vez.

—Espero que una demanda no te interese, pequeño bastardo.

—¿Una demanda? ¿Cómo dices, perdón?

—¿Eres idiota? —juro que quise irme de ahí, pero al mismo tiempo sabía que si me iba, ellos dos podrían matarse o algo peor pudo haber pasado. Marcus le preguntó la razón por la que lo iba a demandar en caso de que Marcus siguiera hablándole o hablar sobre Scott—. ¿Difamación? Es un crimen, por si no lo sabes. Y por tu culpa me echaron de Apple White, tuve que irme al Colegio Red Moon. El colegio rival en los partidos o en concursos académicos.

—Claro que sí lo es —de nuevo, yo era el intermediario en la pelea entre Marcus y Scott.

—Sí, imbécil pedazo de mierda —tuve que tocar el abdomen de Scott para que no golpeara a Marcus, comencé a inquietarme un poco y Scott lo notó (yo no era tan bueno fingiendo; a pesar de que me consideraba buen actor), no debimos ir al centro comercial— Tranquilo, Louis Gerald, le daré su merecido.

—Elige bien, Scott —Marcus tampoco ayudaba con lo que decía—. ¿Soy un imbécil o un pedazo de mierda, según tú? ¿Puedes hacerlo o no? —pero en ese momento llamaron a Scott para que pidiera algo.

—Una orden de rollitos primavera, por favor, Dianne —Scott decidió no pedir su orden con una bebida gaseosa; en su lugar pidió un agua embotellada—. Gracias, chica, esperaré mi orden —le entregaron el mismo aparato que vibraba y después se dirigió hacia mí—. Te veo luego, Gerald, gracias por decirle el mensaje que te pedí que le dieras.

Scott se fue directamente a sentarse, me fui atrás de él, dejando a Marcus atrás mientras él pedía lo que iba a comer.

—Espera, Scott —me miró con sorpresa, entremezclada con furia, en su mirada—. Siento mucho no decirle el recado a Marcus, en serio lo olvidé porque son tantas cosas que han pasado que no pienso con claridad y tampoco estoy en mis cinco sentidos como acostumbraba a estarlo —hablé con sinceridad.

—No pasa nada, me sorprende que lo hayas dejado solo, ahorita está haciendo un drama por algo absolutamente estúpido; ojalá lo echen del centro comercial —miré a Marcus, quien estaba platicando con la chica (Dianne) y ella se reía de sus chistes; pero seguro lo hacía por quedar bien con él, apostaba lo que fuera a que ella lo conocía y sabía del poder e influencia que Marcus, y su familia, poseía.

—Bromeas, ¿cierto? —Scott puso los ojos en blanco, pensando que iba a defenderlo—. Marcus está hablando con ella y le cuenta no se qué, tal vez le contó sobre la discusión que tuvieron.

—Sí, ya sé; pero ojalá sí lo echen del centro comercial, creo que no tienes idea de lo mucho que lo odio, ya se me pasará. No sabes todo el infierno por el que pasé —se echó a reír un poquito—. Y en cuanto a ti, dime, ¿qué haces aquí en Itaville? ¿No estabas de gira?

—Terminé hace un par de semanas, Scott, y estoy aquí para ver a mis viejas amistades y recordar mis viejas raíces; además de que pasaron años sin verles o saber de ustedes, ya las, y los, extrañaba, no creí que estuvieran en Itaville. Aunque solo he visto a Lezley, Candy, Ryck, Logan y a Marcus —decidí contarle la verdad, un poquito distorsionada pero al final del día era la verdad.

—Quiero estudiar lo mismo que tú y de esta forma ver si puede pasarme lo mismo que a ti; ¡todo un artista internacional, ¿eh?! Es como un sueño —me gustaron sus palabras hacia mí y me sentí halagado con lo que me decía.

—Gracias, pero lo mío fue un caso excepcional de uno en un millón, creo que lo sabes, ¿no? —me acerqué a darle un abrazo, Scott me lo rechazó.

—No quiero que me abraces por lástima, Louis Gerald.

—Bueno, no lo vuelvo a hacer y perdón si te ofendí o algo.

—El problema contigo es que siempre crees que todo es sobre ti —Scott me empezó a «regañar»—. Esta vez sí es sobre ti; sin embargo, no siempre lo va a ser y deberías entenderlo —solté una pequeña risa, esto lo hizo molestar bastante y me di cuenta.

—Ya, ya, tranquilo —le toqué el hombro e intenté abrazarlo; pero me rechazó el abrazo, nuevamente—. Será mejor si vuelvo con Marcus, no le gusta estar solo o que lo deje esperando, ¿sabes?

—Vuelve como el perrito faldero de Marcus Miller; como siempre lo has sido —me dolió mucho, tengo que admitirlo.

—Eso me dolió mucho, gracias por decírmelo —puse los ojos en blanco y me di la vuelta, pero Scott me tomó del brazo impidiéndome ir—. ¿Qué pasa, Scott?

—¿Ya te han dicho antes que dejes de ser el perrito faldero de Marcus? —no respondí—. De ser así, por favor, deja ya de serlo.

—Es mi mejor amigo, creo que nunca fui su perrito faldero, sino que me gustaba estar con él, sí, no me trataba bien o tal vez ni siquiera me respetaba. Sin embargo, nunca hizo algo que me hiciera sentir incómodo. Aunque yo dije que sí al principio —se lo expliqué, pareció entenderlo de inmediato.

—Ve con él, pero piensa lo que dije, por favor —me solté de su agarre y lo miré por última vez; tal vez lo hubiera besado si en ese tiempo no hubiera estado con Richard Vallaj, como mi novio oficial.

Volví con Marcus, quien seguía platicando con Dianne y ya no había gente formada en la fila, me pareció bastante raro que Dianne tuviera permiso de platicar con sus clientes y quedarse tanto tiempo con ellos.

—¿Ya ordenaste algo? —mi pregunta captó su atención, enseguida posó sus ojos en mí.

—Estaba contándole a Dianne un par de historias divertidas acerca de cómo nos iba en The Apple White High School; como nuestra historia de amistad tan tóxica que llevábamos, también le conté sobre tu fan anónimo —la rabia me invadió por completo.

—¿Que hiciste qué cosa? —soné bastante molesto y es que me molesté muchísimo.

—Le conté sobre tu fan a Dianne, ¿verdad que sí? —Dianne asintió con una pequeña risita—. ¿Te molesta o algo por el estilo?

Sí, claro que me molesta —hablé con cierta rabia en mi voz e hice énfasis en cada una de las palabras que le dije a Marcus—. Se supone que era un secreto; un secreto mío, no entiendo por qué divulgarlo.

—Me lo dices como si fuera el único que estuvo divulgándolo. ¿Se te olvida que, prácticamente, tú mismo se lo comentabas a cada persona que conoces?

—Lo hice —encogí los hombros—. Pero escucha lo que dije «yo lo hice» —casi grité—. Tal vez porque es un asunto mío, Marcus; ¿por qué la gente tiene que enterarse de que alguien se enamoró de mí y me declaraba su amor de forma anónima?

—Porque es difícil de creer que alguien estuviera enamorado tan perdidamente de ti, ¿no crees? —me molesté bastante (sí, otra vez) y puse los ojos en blanco, ¿a qué venía su comentario?—. Estás feo, sin ofender, amigo.

—Ok, pero dime la verdad —tenía muchísimas ganas de asestarle un buen puñetazo en la mandíbula—. ¿Estás celoso de que Richard me hizo caso a mí y a ti no? —me comporté como una víbora venenosa, de nuevo; fue una bofetada con guante blanco.

—¡Qué maldito te pusiste, Louis Gerald!

—Responde a la pregunta —en este punto de la historia, ya estábamos bastante alejados de la fila y Dianne continuó trabajando, mientras nos veía de vez en cuando para asegurarse de que no debería llamar a seguridad o algo así, ¡Dios!—. Creí que habías cambiado y ya no basabas tu comportamiento en personajes de televisión como Regina George o Alison Dilaurentis; al parecer, me equivoqué.

—Voy a ser totalmente sincero, Louis: creo que cada persona que conoce a Richard y a ti, sabe que él solo te eligió por lástima, ¿no? —lancé un suspiro profundo, esperando si, de esta forma, podía calmarme un poquito; fue inútil—. ¿Estás enojado porque te digo la verdad? Sólo mira tu cara: estás rojo de ira —de nuevo, Marcus estaba comportándose como una diva—. Sabes que tengo razón.

—¿Por qué tienes que ser tan malo conmigo, Marcus? ¿Qué te hice o qué carajos?

—Nada, ¿estás loquito o algo por el estilo, amigo? —soltó una risa al hacer su pregunta y eso me irritó

—Estás celoso porque Richard me eligió a mí sobre ti, ¿no es cierto? —una chica se acercó a preguntarnos si todo estaba bien, y al confirmarle que todo estaba en orden, me pidió una fotografía con ella (ahí supe que era fanática mía). Después de tomarme las fotos (fueron varias, ya que iba acompañada de sus amistades; chicas y chicos), de repente se nos pasó el enojo y pensábamos a dónde podíamos ir.

—¿Sigue lloviendo? —dije que sí con la cabeza—. Oh, carajo. ¿Qué podemos hacer, entonces?

—Lo que sea, solo no hay que salir del centro comercial y tenemos que quedarnos aquí —Marcus metió la mano en sus jeans y sacó una bolsa de M&M's, me ofreció algunos.

—También venden de esos en México, ¿sabías? —negó con la cabeza—. Sí, ja, ja, muy curioso.

—Me imagino que son igual de deliciosos que lo son aquí.

—Apenas es mi primer día aquí y ya me pude reencontrar con Lezley, Candy, Ryck, Logan y contigo; solo me falta ver a Jessie Jones, Katherine y Marie, ¿te imaginas qué loco sería? —Marcus miró por encima de mi hombro.

—Pues, de hecho… —y escuché cómo alguien gritó mi nombre, para cuando volteé, Jessie Jones ya iba corriendo directo hacia mí.

Al reencontrarnos, nos abrazamos muy fuerte y nos preguntamos al mismo tiempo cómo es que estábamos.

—Bien —dijimos al mismo tiempo y reímos por lo bajo.

—Me sorprende tanto encontrarte aquí, Louis —Jessie volvió a abrazarme.

—Y a mí también me sorprende —la abracé más fuerte—. No sabes lo mucho que te extrañé, Jessie.

—Supongo que sabes que todo es mutuo, ¿no es cierto, pequeño Louis? —sonreí de oreja a oreja.

—¡Sé que lo es, dulzura! —y luego, en compañía de Marcus, nos volvimos a formar en un restaurante de comida rápida que prometía mucho; ¿a quién trato de engañar? Simplemente fuimos a McDonald's.

Marcus pidió una hamburguesa doble, yo pedí un cuarto de libra y Jessie pidió una hamburguesa que llevaba por nombre: mcnífica. Jessie, Marcus y yo nos quedamos platicando, hasta que, por fin, salió el tema de por qué Marcus Miller fingió haber estado muerto.

—¿La verdad? Solo fue un impulso de idiotez que se me ocurrió en el momento en que vi a Carlo cometer una infidelidad; llamémoslo un berrinche digno de Marcus Miller que solo Marcus Miller podría hacer —le preguntamos por más detalles acerca de ello—. Miren: sé que la relación entre Carlo y yo pareciera bastante buena, y un poco envidiada; porque la más envidiada era entre tú y Richard, Jessie. Pero todos pensaban que eran flores y todo muy cute, ¿no? —Jessie y yo asentimos con la cabeza, esperando por más información al respecto—. Pues no, ahí les va: la mayor parte del tiempo nosotros discutíamos por cosas sin importancia; me decía que se me subían mucho los humos a la cabeza; tal vez en eso sí tenía razón, no le di la importancia debida y se hartó de mí, así como de mi manera de tratarlo. En resumen: estuvimos juntos porque a ambos nos gustaba la manera en la que teníamos sexo y está bien, ¿no? Me sentí usado y quise que se sintiera culpable por mi muerte.

—Pero te perdiste el baile de graduación —Jessie se acomodó un mechón de cabello rebelde que no se acomodaba.

—Sí, Jessie, solo quise darle una lección, y no sabes lo mucho que me arrepiento de perderme ese baile; sé que Richard cantó un par de canciones y me hubiera encantado verlo cantar porque, a pesar de que yo estaba con Carlo, seguía sintiendo un poco de sentimiento por él y creo que no estuvo mal que lo sintiera.

—Y ya no sientes nada por él, ¿verdad? Porque recuerda que Louis está aquí y yo ya los veo casados; hasta con hijos y sé que serán muy hermosos, solo mira a Louis y mira a Richard; ambos son hermosos y con unos atributos maravillosos —Jessie, con una voz bastante coqueta y sexy, me defendió y Marcus rio por lo bajo.

—Buena observación, pero escucha: yo sé que Richard está loco por él —eso no fue lo que dijiste hacía un rato, Marcus, pero lo dejé pasar, porque quizá solo fue el calor del momento—. Como les dije a ambos cuando los vi después de cantar en L'Olympia: ellos dos se aman sin condiciones, ¿y sabes qué? Está bien, no me interesa estar ni con Richard ni con Louis; aunque tengo que admitir que siempre he querido tener sexo con Louis.

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