Mörder [ COMPLETA ]

Por RipleyWylde

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《Cuando tu vida se reduce a matar o morir, ¿qué elegirías?》 FECHA ORIGINAL DE PUBLICACIÓN AÑO 2013 Más

Sinopsis
Advertencia
Introducción
Primera parte: prisionera
Capítulo N° 1
Capítulo Nº 2
Capítulo Nº 3 (Parte 1)
Capítulo N° 3 (Parte 2)
Capítulo N° 4
Capítulo N° 5
Capítulo N° 6
Capítulo Nº 7 |Parte 1
Capítulo N° 8
Capítulo N° 9
Capítulo N° 10
Capítulo N° 11
Capítulo N° 12
Capítulo N° 13
Capítulo N° 14
Capítulo N° 15
Capítulo N° 15 | parte 2
Capítulo N° 16
Capítulo N° 17
Capítulo N° 18
Capítulo N° 18 | parte 2
Capítulo N° 18 | parte 3
Capítulo N° 19
Capítulo N° 20
Capítulo N° 21
Capítulo N° 22
Capítulo N° 22 | parte 2
Capítulo N° 23
Capítulo N° 24
Capítulo N° 25
Capítulo N° 26
Capítulo N° 27
Capítulo N° 28
Segunda parte: Libertad
Capítulo N° 29
Capítulo N° 30
Capítulo N° 30 | parte 2
Capítulo N° 31
Capítulo N° 32
Capítulo N° 33
Capítulo N° 34
Capítulo N° 34 | parte 2
Capítulo N° 35
Capítulo N° 36
Capítulo N° 37
Capítulo N° 38
Capítulo N° 39
Capítulo N° 40
Capítulo N° 41
Capítulo N° 42
Capítulo N° 43
Capítulo N° 44
Capítulo N° 45
Capítulo N° 46
Capítulo N° 47
Capítulo N° 48
Capítulo N° 49
Capítulo N° 50
Capítulo N° 51
Capítulo N° 52
Capítulo N° 53
Capítulo N° 54
Capítulo N° 55
Capítulo N° 56
Capítulo N° 56 | parte 2
Capítulo N° 57
Capítulo N° 58
Capítulo N° 58 | parte 2
Capítulo N° 59
Capítulo N° 59 | parte 2
Capítulo N° 60
Capítulo N° 61
Capítulo N° 62
Capítulo N° 63
Capítulo N° 64
Epílogo
Nota de autora
EXTRA: El trato | parte 1
EXTRA: El trato | parte 2
EXTRA: El trato | parte 3
EXTRA: El trato | parte 4
EXTRA: El trato | parte 5
EXTRA: El trato | parte 6
EXTRA: El trato | parte final
EXTRA: Rata | parte 1
EXTRA: Rata | parte 2
EXTRA: Rata | parte 3
EXTRA: Rata | parte 4
EXTRA: Rata | parte 5
EXTRA: Rata | parte 6
EXTRA: Rata | Final

Capítulo N° 7 | parte 2

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Por RipleyWylde

Dedicado a quienes siempre dejan sus comentarios, adoro leerlos

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Como era de esperarse, Gretchen no les había dado un trabajo sencillo a los cinco sobrantes de los primeros diez en ganar la carrera. Habían sido enviados como ayudantes de los barrenderos para deshacerse de los cadáveres de las misiones de Mörder. Y aunque el profesional que los acompañó les había advertido respecto a lo vomitivo que podía ser ese trabajo, fue inevitable para ellos controlar el deseo de este cuando ingresaron a una casa muy bien asegurada y protegida.

Uno tras otro comenzaron a vomitar a un costado por la terrible imagen que tenían delante. El hedor en el lugar era inigualable, y las paredes manchadas con sangre en toda dirección solo lograban volver esa escena del crimen en una película de terror.

—Déjenme adivinar, ¿es un trabajo del Loco? —preguntó un muchacho luego de limpiarse la comisura del labio, aún con arcadas.

—Sí, este es un trabajo del Loco. Su deber ahora es limpiar —explicó uno de los barrenderos, un hombre con mascarilla y todo vestido de negro al igual que sus compañeros.

Sin embargo, al ver los dos cadáveres que estaban allí postrados en el suelo, Erica intentó resistir el impulso de vomitar esa vez. Se cubrió la boca con las manos y cerró los ojos, pero incluso con sus ojos cerrados podía oler la sangre allí frente a ella, incluso sus pies chapoteaban un poco allí.

—Novatos —bromeó uno de los barrenderos con una risotada.

Los barrenderos eran aquellas personas en D.E.A.T.H. que se dedicaban a la limpieza de escenas, podían hacer desaparecer cuerpos, dejar una escena del crimen impecable, e incluso reemplazar objetos dañados al momento del asesinato. Sin embargo también estaban autorizados a ejercer la fuerza en caso de testigos, eran una pequeña rama de los Profesionales que prefería trabajar haciendo desaparecer cadáveres en vez de producirlos. Eran fácilmente reconocibles debido a sus mascarillas y mamelucos negros. Algunos llevaban lentes protectores, guantes e incluso sombreros, pero todos parecían ser variaciones de un mismo uniforme.

Erica nunca creyó que su trabajo por ser una de las diez primeras sería limpiar escenas de asesinato, y menos aún pensó que le tocaría limpiar un trabajo del Loco.

Los barrenderos hacían el verdadero trabajo, la parte complicada, mientras les explicaban a los asesinos presentes cómo quitar manchas de sangre, las formas más prácticas de deshacerse de un cuerpo, los procesos de putrefacción en el caso de no hacerlo e incluso hasta se animaban a bromear sobre los propios errores que ellos cometían al principio.

Erica debió envolver en plástico y luego en nailon a uno de los dos cadáveres, con la ayuda de otro asesino. Resistió el asco, las intensas ganas de llorar y vomitar, y se alegró de usar guantes para hacer todo ese trabajo. Luego colocaron el cuerpo dentro de una camioneta que los esperaba pegado a la puerta de ese lugar. El trabajo no solo era pesado, sino que les era asqueroso, aunque ella había sacado algo bueno de todo ello: había aprendido a cómo quitar manchas de sangre.

El otro cadáver, mucho más destruido que el anterior y mucho más difícil de ver, fue parte del trabajo de los barrenderos, quienes lo cortaron en pequeñas partes con una sierra para luego introducirlas en una bolsa que sellaron de manera perfecta. Algunos de los presentes terminaron por desmayarse, y los barrenderos no dudaron en reírse de ello, uno incluso se tomó una selfie con los desmayados, como si todo fuera una broma para ellos.

Erica también creyó que se desmayaría, pero no fue así. sorpresivamente para ella estaba soportando todo demasiado bien. Por ese motivo, aunque le resultaba asqueroso, decidió ver todo con atención. Quiso ver cómo cortaban ese cuerpo, cómo lo tiraban en una bolsa como si solo fuera basura. Quería ver todo lo que hacía Mörder y de lo que ellos eran capaces. Sintió que debía fortalecer su estómago y fortalecerse a sí misma si en verdad quería sobrevivir a todo ello.
Sin embargo, con un deje de tristeza, Erica no pudo evitar mirar con pesar aquella bolsa que era arrojada junto al cadáver que ella ayudó a envolver.

—¿Qué hicieron tan malo para que el Loco los matara así? —dijo en un susurro.

El barrendero que estaba a su lado, un hombre relativamente joven -suponía ella-, levantó un poco su máscara negra solo para encender un cigarrillo. Sopló el humo y respondió, aun a sabiendas de que en realidad Erica no buscaba una respuesta:

—Secuestraban mujeres, a las vírgenes las vendían al mejor postor, a las que no lo eran las violaban para luego alquilarlas.

Ella giró instantáneamente a ver a ese hombre a su lado, con sorpresa. Lo único que podía ver en él era sus labios y quemaduras en su barbilla, supuso que su cara estaba quemada, porque aunque todos usaban máscaras o mascarillas, era el único que no mostraba nada de él. Ni siquiera su cabello, puesto que una capucha lo cubría.

Él no la miró, continuó disfrutando de su cigarrillo y añadió:

—¿Creés que en D.E.A.T.H. se matan a buenas personas? Se elimina a la peste del país, y a veces a quienes paguen por ello.

—Creí...

—¿Que éramos los malos? —El barrendero giró hacia ella y no dudó en aclarar sus dudas—. Para algunos somos héroes y para otros somos villanos, pero sin dudas hay gente incluso más mierda que nosotros, y de esa gente se encarga Mörder.

Erica miró nuevamente las bolsas con restos humanos, giró para ver cómo limpiaban el suelo para quitar manchas. Le pareció curioso y hasta algo divertido ver a los barrenderos, tan oscuros y tenebrosos, trapear el suelo y limpiar los vidrios. Le pareció hasta irónico.

—¿Los trabajos del Loco siempre son así...? —susurró ella sin mirar a ese hombre a su lado.

—A veces. Solemos darnos cuenta cuando Wolff solo se divierte, cuando disfruta de lo que hace, cuando solo cumple órdenes o cuando está realmente enojado —dijo, y volvió a dar una pitada a su cigarrillo antes de añadir—: La experiencia nos brinda eso, poder reconocer por qué el asesino trabajó como lo hizo.

—¿Y cuál de las opciones fue...?

—¿Cuál creés vos? —inquirió él.

Ella se quedó en silencio un instante, solo miró fijo a ese hombre que cubría su boca nuevamente para luego apagar el cigarrillo y arrojarlo en una bolsita que sacó de su bolsillo.

—Bueno, no lo sé, pero conociéndolo seguro fue por placer —admitió ella con una mueca torcida.

El barrendero no dijo nada, solo se colocó alcohol en gel en sus  manos y se puso nuevamente sus guantes negros, para luego subir a la camioneta, y desde allí la miró fijo.

—Serías buena barrendera, una vez superás el asco y mantenés la mirada firme ya estás lista para esto.

—¿Terminamos?

—Queda una casa más, ustedes se quedarán con mis compañeros a esperar el siguiente auto.

—¿Vos no venís? —preguntó ella con sorpresa.

—Alguien debe terminar el trabajo —dijo con una risita y palmeó la puerta de la camioneta—: Si lo ves, decile que trate de no ensuciar las alfombras. Son difíciles de limpiar.

El barrendero se fue junto con otros dos más, y en la casa solo quedaron tres de ellos y Erica junto a sus cuatro compañeros.

La limpieza en la siguiente ubicación fue más sencilla y mucho más limpia, puesto que no había sido un trabajo del Loco o de alguno de sus compañeros, sino que había sido un buen y limpio trabajo de una profesional. Esta vez a Erica le tocó trapear el suelo y, aunque creyó ser buena en algo básico, fue regañada un par veces y debieron enseñarle cómo hacerlo correctamente. Limpió con esmero todo tal cual le decían que debía hacer, tratando de hacer un buen trabajo para poder irse más rápido de allí.

Erica no podía dejar de pensar en la casa anterior, en esos dos cuerpos que habían tenido un horrible final, y especialmente en aquel que había sido desmembrado y arrojado en una bolsa. Ya no sentía asco, por alguna razón se sentía molesta en vez de asqueada.

Acababan de finalizar con la limpieza y, para su sorpresa, los barrenderos les aplaudieron honestamente, libres de bromas o sarcasmos de por medio. Incluso les extendieron una lata de cerveza a cada uno como regalo por la ayuda recibida.

Con la luna sobre ellos y sentados en el jardín trasero de esa casa recién limpia, abrieron sus latas y bebieron tranquilamente. Sin embargo, Erica miró su lata con dudas. No estaba acostumbrada a buenos tratos en Mörder y estaba segura de que solo se trataba de una trampa o alguna clase de broma. Observó la lata atentamente de todos los ángulos posibles, buscaba ver si había algún pinchazo que demostrara que fue adulterada.

—¿No bebés alcohol?

Erica giró al oír la voz de ese barrendero que había hablado con ella antes, en la limpieza anterior. Parecía haber llegado recién.

—Sí, pero...

El barrendero se sentó a su lado y tomó en sus manos la lata, con suavidad la desinfectó muy bien por todos lados y luego la abrió, dejando caer parte del contenido en un vaso descartable. Levantó apenas su máscara para poder beber un sorbo.

—Ni que fuéramos El inexorable como para andar traicionando aliados... —dijo, un tanto ofendido.

—Nada en Mörder es gratis, nadie es amable, y a nadie le importamos —se defendió Erica clavando en él sus grandes ojos grises—. No me voy a disculpar por sospechar.

Él no dijo nada, bebió otro trago, volvió a desinfectar la lata con un paño y alcohol, y luego se lo pasó a ella para volver a acomodarse la máscara.

—Muy inteligente de tu parte.

—¿Siempre hablás así con los obligados que manda Gretchen? —preguntó ella aún dudosa de beber de aquella lata.

Él giró para verla con su vaso descartable aún en su mano, y aunque Erica no podía ver su rostro supuso que estaba sorprendido.

—No sos una obligada —dijo luego de un silencio—. Quizá creas serlo, pero una obligada no miraría fijamente un desmembramiento sin vomitar.

Erica frunció el ceño, ofendida por sus palabras. A ella la habían llevado en contra de su voluntad y la obligaban a matar, se sintió asqueada ante las suposiciones de un desconocido como él.

—Lo repetiré, aunque detesto repetir las cosas —dijo él al ponerse de pie, y allí a su lado le extendió una tarjeta personal negra—. Serías una buena barrendera.

—No, gracias. Estoy bien así —respondió sin tomar la tarjeta.

—¿Una obligada que prefiere matar antes que limpiar? —inquirió con una risotada.

—¿Y cuál se supone que es tu nombre?

—Ya no tengo nombre, pero sabrás de mí pronto.

Diciendo eso se alejó para acercarse a sus compañeros, dejó que Erica se quedará allí pensativa y sola.
Ella observó la cerveza un instante más, luego se animó a beber. Era más amarga que otras cervezas que solía beber, parecía ser una artesanal, lo cual significaba que era más cara que otras.

—Quizá no sea mala idea...

Susurró, pensando que los barrenderos parecían ser más amables que los otros miembros de Mörder.

Unas horas después, cuando por fin pudieron regresar a Mörder, apenas si pudieron beber algo de agua, ya que Gretchen los mandó a llamar a su oficina, donde los esperaba con sus manos entrelazadas sobre el escritorio.

Erica estaba cansada, al igual que los demás. Solo querían bañarse y acostarse a descansar luego de un largo y duro trabajo repugnante, pero trataron de disimular su agotamiento para poder escuchar atentamente a su jefa sin reprimendas.

—Me han hablado muy bien de su trabajo —dijo Gretchen al observar a los cinco allí presentes—. Aunque también he recibido quejas por parte de los barrenderos, personas a las cuales respetamos mucho por su noble trabajo.

Ninguno dijo nada, dejaron que el silencio llenara la habitación y que este solo fuera interrumpido por la fría e insensible voz de Gretchen, quien miró fijamente a Erica.

—Dos de ustedes se desmayaron en pleno trabajo y eso es inaceptable. Y debido a que los barrenderos no los conocen confiaré en el buen juicio de ustedes para que, con dignidad, se dirijan a la sala de los locos, donde observarán y oirán atentamente lo que suceda allí durante una hora. Deberán practicar su tolerancia a lo grotesco. —Los miró a todos con una mirada dura e intimidante, e instantáneamente añadió con una sonrisa perturbadora—: Si no lo hacen, los barrenderos terminarán limpiando los restos de ustedes.

Erica estaba tranquila, a sabiendas de que ella no se había desmayado. Sí había vomitado en una primera instancia, al menos hasta que se acostumbró y solo se dedicó a hacer su trabajo. Estaba segura de haberlo hecho bien.

Una chica y un chico asintieron con sus cabezas y pidieron permiso para retirarse. Claramente preferían auto castigarse antes que terminar en esas bolsas.

Gretchen miró a los otros tres presentes, les otorgó puntos de recompensa por su trabajo bien efectuado, pero cuando estaban por irse miró fijo a Erica, a quien retuvo con su imponente voz. Ella se quedó paralizada por unos instantes, dudosa, estaba segura de no haber cometido un error que ameritara un castigo, pero con el desdén que le tenía su jefa todo era posible.

—Tomá —le dijo Gretchen al extenderle una tarjeta personal negra—. Mañana regresarás con los barrenderos.

—Pero... ¿Por qué? ¡No hice nada malo, cumplí con tus órdenes! —chilló Erica, confusa y molesta. Estaba segura de que era un capricho de Gretchen.

Sin embargo, Gretchen frunció el ceño y con un deje de repulsión añadió:

—«Fosa» quiere que regreses, me ha dicho específicamente que quiere a «la castaña de ojos grises» para un trabajo mañana por la noche —escupió, casi con asco—. No sé qué hiciste ahí con ellos, pero nunca olvides que sos una obligada y que siempre obedecerás mis órdenes. No pensaba permitir que te lleven, pero «Fosa» fue muy insistente.

—¿Debo ir? —fue lo único que Erica se animó a decir con la intensa mirada de su jefa en ella.

—Irás, pero no irás sola. No sé qué quieren esos desgraciados con vos, pero no les voy a dar el gusto —escupió Gretchen con odio—. Ahora date un baño porque apestás a morgue.

Erica asintió con respeto y se alejó para poder ir a su habitación en busca de ropa y una toalla. Estaba agotada, el trabajo era más pesado de lo que parecía, no había posibilidad de fallar, todo debía ser perfecto siempre.

Tomó ropa del mueble junto a su cama y saludó a Cris con una sonrisa y un movimiento de mano. Él estaba fumando un cigarrillo mientras leía un libro.

—¿Cómo te fue? —le preguntó él sin prestarle mucha atención.

—Te cuento luego de bañarme, todavía huelo a cadáver.

Él asintió como respuesta y siguió leyendo su libro, Erica no vio el título, pero era un libro que se veía viejo y roído.

De camino hacia las duchas no pensó en otra cosa que no fuera en esas bolsas, en su contenido, en la forma e que habían terminado. Tampoco pudo evitar pensar en ese extraño barrendero que quería reclutarla insistentemente, al punto de hablarle a Gretchen.

Casi chocó con alguien en los pasillos por no prestar atención, y terminó por retroceder un paso al darse cuenta de que era el Loco. Tenía gotitas de humedad en su piel y su aroma era limpio, como a flores. Parecía haber salido recién de las duchas.

Él no le prestó atención, solo suspiró y se hizo a un lado para que ella pudiera pasar. Sin embargo Erica no podía dejar de mirarlo, no luego de haber limpiado uno de sus macabros trabajos. Le causaba mucha curiosidad, así que lo vio alejarse por el pasillo, vio su amplia espalda y su increíble altura. Su cuerpo fornido.

Erica terminó por chasquear la lengua y entró en las duchas para poder quitarse el olor a muerte en ella. Decidió tomar su celular y poner algo de música para bañarse: Pomme comenzó a sonar por todo el lugar.

Le gustaba la música francesa, estaba acostumbrada por su madre y sus abuelos. Aunque también le gustaba el trap, solía preferir canciones melancólicas.

Refregó su cuerpo varias veces con jabón, quería que ese olor se fuera, sin embargo aún podía sentirlo en su nariz. Continuó tallando todo su cuerpo y su cabello.

Luego de estar más satisfecha con su aroma, regresó a la habitación ya vestida. Se sorprendió al ver una bolsa con un gran moño en su cama, temió tocarlo, al menos hasta que la voz de Chris la hizo sonreír:

—Es para vos —dijo y pasó una hoja de su libro para continuar leyendo—. Te prometí un vestido, ¿no?

Erica abrió el paquete con una sonrisa tímida pero entusiasmada, sacó de adentro un bonito vestido blanco al cuerpo, parecía ser de su talle.

—¿Y los tragos? —bromeó ella.

Aunque Chris quiso evitarlo terminó por sonreír.

—Mañana a la noche, ¿te parece?

—Mañana a la noche no voy a poder, debo volver con los barrenderos —dijo con un suspiro resignado.

Chris giró la cabeza para verla con sorpresa, con sus ojos café bien abiertos. Dejó el libro a un costado y se puso en una mejor posición para poder prestarle atención.

—¿Te hicieron deshacerte de cadáveres? —dijo, luego de un silencio incómodo.

Maso, tuve que limpiar y envolver un cuerpo en plástico. El trabajo duro lo hicieron ellos, pero fue asqueroso.

—Tené cuidado con ellos, siguen siendo Profesionales. Siguen siendo asesinos de alto nivel.

—Lo sé, no confío mucho en ellos, pero confío más en ellos que en los de acá —dijo con un suspiro.

—Entonces tomaremos cuando regreses de ese trabajo, lo vas a necesitar.

Erica acomodó el vestido junto al resto de su ropa, luego se recostó cómodamente bajo las sábanas. Estaba muy cansada, tan cansada que en poco tiempo se quedó dormida.

Al despertarse regresó a su rutina normal, desayunó una fruta que consiguió con sus puntos y comenzó a practicar su ofensiva —que tanto se la había criticado Aaron—, practicó con una bolsa que tenía delante, lanzando diferentes golpes combinados. Sintió que era más fuerte que antes, pero temía abrir sus heridas en la espalda.
Estaba concentrada en hacerlo bien, pero se distrajo al ver a Chris un poco más lejos con el grupo de cinco personas que haría la misión.

Una mujer de cabello corto por el mentón le estaba enseñando a la número dos de la carrera unas posiciones de ballet, tenía un pañuelo atado en su rostro que cubria su nariz y boca. No era la misma mujer que los había examinado anteriormente, pero parecía pertenecer al mismo grupo.

Erica pensó que esa profesional, la número dos de la carrera y la encargada de la misión, era una gran asesina, pero una pésima bailarina. Pensó que su passé en relevé era muy tosco y torpe.

No era su misión y la chica ya tenía una maestra que le enseñara, no iba a corregirla. Aunque estaba segura de que en dos semanas no lograría que esa chica bailara lo suficiente bien como para disimular ser una bailarina en el gran teatro.

Ver a otros asesinos de Mörder bailar le produjo nostalgia. Ella siempre supo que no llegaría a ser una bailarina importante, era buena pero no lo suficiente. Decidió alejarse de ahí, tomó un yogurt de una heladera y fue comiéndolo camino a algún lugar un poco más privado. Eso era difícil en Mörder, pero quería comprobar si aún era capaz de hacer un fouette. Hacía un par de meses que no bailaba, solo se dedicaba a entrenar técnicas de pelea y disparo.

Decidió ir al estacionamiento, era probable que hubiesen algunos asesinos allí yéndose a alguna misión o volviendo de ella, pero no le importó. Necesitaba espacio y tranquilidad. Se colocó tras unos autos en un espacio vacío y comenzó a calentar sus tobillos, sus pies y piernas. Se mantuvo así al menos durante unos diez o quince minutos, temía lesionarse si intentaba hacer un fouette luego de tanto tiempo.

Se paró firme, con gracia en retiré y luego en cuarta posición, para poder regresar a segunda. Lo hizo un par de veces solo para sentirse lista de comenzar a hacer  fouettés.

Se sintió gustosa y conforme al darse cuenta de que sí podía hacerlo, aunque ya no tantos como antes. Solo llegó a hacer seis fouettés sin perder el eje. Necesitaba practicar más, pero en Mörder veía difícil esa posibilidad. Pensó, quizás, conseguirse unas buenas zapatillas y practicar en sus descansos.

Estaba a punto de regresar, pero vio al Loco colocando la alarma a su auto e ingresaba en las instalaciones. No parecía haberla visto, así que ella esperó un poco antes de entrar. No quería llegar junto con él.

A la noche miró la tarjeta negra que le había dado Gretchen, la observó en su mano, y fue entonces a ver a su jefa, quien cenaba una porción de pizza mientras continuaba trabajando en unos papeleos.

—Esta es la dirección —le dijo Gretchen sin darle mucha importancia—, la tarjeta guardala. Es una invitación, te será útil siempre.

Erica tomó el papel que Gretchen le había extendido, tenía anotado una dirección con una bonita letra.

—¿Con quién voy? —se animó a preguntar.

—Irás sola, luego de una misión irá el Loco a asegurarse de que todo está en orden.

Erica se tensó, sentía que el oxígeno en su cuerpo se había escapado. No pensaba estar con los barrenderos y el Loco a la vez, no estaba segura de ser capaz de soportar algo así. Temía, también, decir algo y que Gretchen decidiera darle un castigo.

Apretó sus puños con impotencia y asintió, solo abrió sus labios para poder hacer una pregunta:

—¿Puedo ir en moto?

Gretchen levantó la mirada para verla, con sorpresa.

—¿Sabés usarlas?

—Soy mejor que varios acá.

—De acuerdo —dijo mientras limpiaba el hilo de queso que había caído en su mentón—. Tomá la moto que quieras, excepto la de Sabatini. Si tocás su moto olvidate de seguir viviendo.

Erica hizo un gesto extraño, no creía en realidad que Aaron podría hacerle algo solo por tocar su moto, pero decidió obedecer. De todas formas la motocicleta de él le parecía «una cagada».

—Llevale esto a Fosa —dijo Gretchen al extenderle un sobre blanco—. Ni se te ocurra abrirlo, él se va a dar cuenta y yo me voy a enterar.

Erica asintió con respeto y se dirigió hacia el estacionamiento en el subsuelo, para poder elegir alguna motocicleta que fuera acorde a sus gustos y necesidades. Vio la de Aaron allí, en la oscuridad, e hizo un sonido irónico al verla.

Rebuscó en el panel para encontrar la llave. Algunas tenían nombre, y supuso que esas estaban prohibidas, así que eligió una Kawasaki 300 y un casco negro. Tomó su celular de adentro de su mochila para poder colocar la dirección en el GPS, estaba a solo veinte minutos de allí.

Erica sonrió, segura de que con esa moto podría llegar en diez minutos si se salteaba algunos semáforos. Después de todo estaba acostumbrada a ello.

Cuando llegó a destino, en exactamente doce minutos, la recibieron los barrenderos. Ella entonces enseñó la tarjeta negra que demostraba haber sido invitada. Le permitieron pasar a una nueva escena de crimen.

Pudo diferenciar enseguida a ese barrendero que tanto había insistido con su presencia. Era fácil de reconocer, porque era el único al que no se le podía ver ni un solo centímetro de piel, ni su cabello ni nada de él.

Se acercó, estaba enojada por haberla obligado a ir incluso cuando lo había rechazado, pero dejó que su furia se fuera y le extendió el sobre blanco que le había dado Gretchen.

—Creí haber dicho que no quería ser barrendera —dijo, con sus ojos grises llenos de odio.

—¿Es lo que le pedí a Gretchen? —preguntó él al ver el sobre—. Qué presentación tan poco profesional.

—Vos sos «Fosa», ¿no? ¿Ese es tu nombre?

—Ya no tengo nombre. Fosa me llaman los profesionales, los locos me llaman Gusano. Podés decirme como quieras, no me interesa.

Él la miró tras esa máscara, la vio realmente enojada. Quiso comprobar por qué prefería ser una asesina que una barrendera, así que no dudó en decir:

—Tuve que insistir, sé que te encanta matar personas inocentes, limpiar parece más aburrido para una loca como vos, ¿verdad?

Erica no lo pensó, le lanzó un fuerte puñetazo que él frenó a una velocidad sorprendente. No solo frenó su ataque, sino que en tres movimientos, en cuestión de un segundo, la había sometido por completo y la tenía prisionera de una llave.

Él la soltó.

—Pensé que serías mejor que limpiando, me equivoqué —dijo, viéndola refregarse su brazo adolorido.

Erica pensó que era más rápido que Schulz, ese loco con el que debió pelear, y más fuerte también. Eso la sorprendió, sabía que eran profesionales, pero no pensó que pudieran ser mejor que un loco e incluso que Aaron, el preferido de Gretchen.

—¿Quién te entrena? —preguntó con curiosidad—. ¿Abigail*?

—No conozco ninguna Abigail. Me entrenaba Gretchen, ahora me entre...

—¿Gretchen? —la sorpresa se notó en su tono de voz—. Ella solo entrena a los mejores, solo a los que tienen más potencial.

—Claramente no estoy entre los mejores ni los de más potencial —acotó Erica con una sonrisa torcida—. Me entrena Sabatini actualmente.

«Fosa» hizo un sonido cargado de ironía.

—Eso explica por qué sos tan débil.

Erica se sintió realmente ofendida por ello, no se consideraba débil, y tampoco consideraba que Aaron lo fuera.

Fosa no pareció darle mucha importancia, le extendió un mameluco negro plástico, guantes descartables y una mascarilla, para poder empezar a trabajar. La guió por dentro de esa casa hacía una habitación, tres cadáveres había allí. Una mujer desnuda y dos hombres a medio vestir.

Erica vio esa escena, no era tan asquerosa como la del Loco, era bastante limpia en realidad, aunque el piso estaba lleno de sangre, y las sábanas de satén rosadas deberían descartarse.

—¿Qué debo hacer? —preguntó Erica al ver a los barrenderos preparando sus hermanamientas.

—Verme trabajar —explicó Fosa—. Observar, mejor dicho. Prestar suma atención a cada detalle.

Erica sonrió tras su mascarilla, eso era mucho más sencillo que lo que tuvo que hacer la noche anterior. Se hizo a un lado y observó lo que Fosa hacía, todo con suma atención. Su manera de trabajar era delicada, no era tan bruto como los otros barrenderos.

Era extraño, quizás, pero para Erica le pareció realmente fascinante.

—Si te piden un trabajo «sin pruebas» —dijo Fosa de repente—. ¿Cómo te desharías del cuerpo?

—No lo sé... ¿Ácido?

—El ácido es complicado, necesitás recipientes adecuados, ¿y cómo te deshacés luego del ácido con restos humanos? —preguntó, nuevamente.

Erica se quedó en silencio, no sabía en realidad la respuesta. Creyó, en su ignorancia, que solo bastaba de ácido o cal para deshacerse de un cadáver.

—Depende para qué tipo de limpieza te hayan contratado, es lo que harás —explicó—. Lo más factible es cortar en partes y colocarlo en una bolsa, que luego se incinerará. Aunque no siempre se tiene el tiempo. ¿Qué harías sin tiempo?

—Dárselo de comer a los chanchos, quizá...

Fosa se rió y miró a sus compañeros, quiénes estaban algo sorprendidos.

—¡Macabra la muchacha! Me agrada —dijo con un tono de voz divertido—. Solo que hay un problema, no tenemos chanchos por esta zona. Tendrías que cargar las bolsas hasta algún campo y asegurarte de que sus dueños no te vean ni se enteren.

—Si dice que matemos a los dueños, me caso con ella —dijo uno de los barrenderos de repente, con una risotada.

—¡Gusano!

La voz ronca del Loco llamó su atención, Erica no giró para verlo, pero Fosa se acercó a él.

Erica se concentró entonces en ver trabajar a los otros barrenderos. Solo envolvían los cuerpos en plástico y luego en film. No los cortaron en pedazos ni los pusieron en bolsas, supuso entonces que lo que Fosa le había dicho eran simples ejemplos para aprender y no para ese trabajo en especial.

Aunque quiso evitarlo, la curiosidad pudo más. Resistió lo más que pudo, pero luego se acercó a la puerta de la habitación para poder ver al final del pasillo al Loco hablando con Fosa. El segundo parecía muy alterado, tenía un cuchillo en su mano y parecía pelear con el Loco.

—Se enojó otra vez —dijo uno de los barrenderos al asomarse junto a ella—. El Loco nos complica el trabajo cuando está enojado, salpica sangre para todos lados. Fosa le está explicando dónde dar con el cuchillo para evitar ensuciarlo todo.

Regresaron a la habitación y, a pesar de que su trabajo era observar, Erica los ayudó a limpiar. Les ayudó a terminar de envolver los cuerpos, luego a cargarlos hacia la camioneta que estaba allí. Secó la sangre del suelo y trapeó para que deje de estar pegajoso, le dijeron que el cloro era siempre lo mejor para desodorizar y desinfectar.

Vio al Loco sentado en una silla, fumaba un cigarrillo y hablaba con Fosa, quien leía atentamente el contenido del sobre, pasaba hoja tras hoja y parecía hacerle preguntas al Loco.

Se acercó a ellos solo por Fosa, quería avisarle que ya había terminado de trabajar, aunque temía acercarse por estar junto al Loco.

—Lo siento —dijo Fosa—, no pude enseñarte mucho. ¿Ya lavaste tus manos?

—Sí...

—¿Lo hiciste bien? —insistió, con dureza.

No esperó una respuesta, la llevó del brazo hasta el baño, donde le pidió que se lavara. Quería ver cómo lo hacía.

—¡Estás enfermo, Gusano! —gritó el Loco desde lejos con su risotada.

Erica se lavó las manos como hacía normalmente, abrió la canilla, se mojó un poco las manos, cerró la canilla y se puso jabón. Luego refregó un par de veces para después enjuagar.

Fosa, a su lado, tamborileaba sus dedos en el mármol con nerviosismo.

—Mal, muy mal, todo mal. Horrible, asqueroso —dijo a gran velocidad.

Se quitó los guantes y Erica pudo ver sus manos quemadas, él le mostró cómo hacerlo correctamente, se lavó incluso por encima de las muñecas.
Erica entendió cómo debía hacerlo correctamente, pero incluso así Fosa seguía empecinado con refregar sus dedos.

Pudo ver que alrededor de sus uñas tenía muy lastimado.

—Gusano —dijo el Loco tras ellos—. No tenemos todo el puto día, apurate.

Fosa secó sus manos con una toalla de papel, con suavidad, con ella levantó los guantes usados sin tocarlos y los echó a la basura, solo luego de eso y de colocarse alcohol en gel, se colocó guantes nuevos.

Instó a Erica a seguirlo, ella se quitó todo el traje y limpió, nuevamente, sus manos con el alcohol en gel que él le puso. Luego, sin muchas palabras de por medio, le extendió un sobre beige que Erica tomó con desconfianza.

—Lo de ayer fue un castigo, lo de hoy es un trabajo —explicó—. Esa es tu paga.

—A mí no me pagan, soy una obligada —dijo Erica con sorpresa.

—Nosotros sí pagamos —dijo—. Quiero que aprendas este trabajo, y quiero que luego trabajes para mí.

Erica estaba a punto de decir algo al respecto, pero Fosa no le dejó hablar.

—Cuando te necesite, te llamaré por medio de Gretchen. Mientras más aprendas, más te pagaré. —Levantó el sobre blanco que Gretchen le había enviado, solo para que Erica lo viera—. Tengo tu legajo, tu historial es... Interesante, muy interesante. ¿Así que mataste a un loco?

—A mi adorado primo —acotó el Loco con una sonrisa torcida.

—¿No lo odiabas? —preguntó Erica con molestia.

—¿Existe alguien que no lo odiara? —insistió el Loco.

Erica decidió ignorar a ese hombre que tan nerviosa la ponía, trató de concentrarse en Fosa, aunque él tampoco le proporcionaba paz alguna. Le parecía muy misterioso.

—¿Por qué te dicen Fosa? —se animó a preguntarle.

Él se rió por ello.

—Porque me deshago de los cadáveres.

Fosa no dijo nada más, con una seña le insinuó al Loco que ya podían irse.

Erica no deseaba irse con el Loco, había ido en moto y podía irse sola. Pero por orden de Gretchen él debía escoltarla de regreso, y sabía que ella no confiaba en muchas personas, Erica había aprendido que sus únicas personas de confianza eran el Loco y Aaron.

Cuando llegaron a Mörder, el Loco retuvo a Erica al sujetarla del brazo. Esa actitud hizo que ella se asustara, sintió su respiración cortarse y su cuerpo se paralizó. Él la miró por un instante, serio, clavando en ella sus ojos celestes.

Cortó el silencio solo para decir:

—Guardá tu paga, engel, que Gretchen no lo sepa —dijo, con seriedad—. Te lo quitará.

Ella asintió torpemente, porque no supo qué decir.

Desde aquella vez en la terraza en que la felicitó por la muerte de Schulz, no volvió a molestarla. Erica no sabía por qué, pero eso le daba miedo. No sabía de qué era capaz.

Sin embargo, sacó el dinero del sobre y lo colocó en sus senos, escondido. No contó cuánto dinero era, no tenía tiempo, pero pudo darse cuenta de que era bastante.

Trabajar con Fosa no le pareció, en ese momento, una mala opción.

NOTA

Engel: Ángel.

Buenas noches, gente bella. Me gustaría que comentaran este capítulo porque he introducido un nuevo personaje y una nueva unidad, me gustaría leer sus opiniones <3

A partir de ahora comenzaré a dejarles preguntas como hago con otras historias, solo para interactuar.

¿Qué opinan de Fosa?

¿Creen que Erica sea mejor asesina o mejor barrendera?

Como nota especial: he marcado con un asterisco el nombre de «Abigail», es un personaje eliminado de la historia, pero que decidí nombrar solo como guiño para los viejos lectores que la recuerden.

Dejo acá un vídeo de lo que es un fouetté que hace Erica:

Los quiero, nos leemos el próximo sábado <3

No olviden votar y comentar <3

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