answer » jungkook |+18| #1 VI...

By jungkookiegotme

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-Respóndeme, noona ... Dime la verdad. -No puedo, Jungkook. No puedo darte la respuesta que quieres. Kim Yeon... More

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By jungkookiegotme

Yeong

Habíamos quedado solos en el restaurante cuando nos levantamos a pagar, acercándonos al momento en que sabría de una buena vez de qué se trataba aquella reunión que, sin pretenderlo, había comportado un grato reencuentro entre dos amigos de la infancia.

Poco después, charlando de un reciente trabajo del que se había ocupado personalmente, salimos del lugar. La conversación era tan amena que ni siquiera me di cuenta de que echamos a caminar, en dirección contraria a las calles más transitadas, hacia un parque iluminado por numerosas farolas.

De repente, Hobi cortó de raíz con aquella anécdota y dio una palmada, masajeándose las manos.

—Bien, ese es mi coche —nos señaló un vehículo bastante grande de color negro al que no se le veía la marca—. ¿Cómo lo hacemos, Jungkook? Tú decides.

El más pequeño, que había estado hablando con Tae mientras nosotros tres los seguíamos a pocos pasos, regresó y eliminó toda separación.

—Es una sorpresa, así que nada de mirar hasta que te demos la señal, noona —me prohibió.

Colocó la mano en mi brazo, llevándome un poco más cerca del coche. De cara al ancho vehículo, Jungkook cubrió mis ojos con sus palmas y me arrastró contra su pecho, disfrutando de cada segundo.

—Está bien —sonreí, nerviosa—, pero date prisa, Hobi.

—Yo te ayudo, hyung —se ofreció Jimin, alejándose.

Las pisadas de Tae a mi izquierda y la tierna risa de Jungkook lograron que preguntara de nuevo, impacientándome.

—¿No me vais a dar ni una triste pista? —observé los mocasines de Taehyung—. Tae, vamos. Una pista diminuta, minúscula, por favor.

Él se rio, secundando a Jungkook, que tampoco podía contener la emoción.

—Solo espera unos segundos más, Yeonnie —me pidió—. Enseguida lo sabrás.

Por su parte, Jungkook apoyó ambos brazos en mis hombros, encontrando dicha postura mucho más cómoda para cubrir casi todo mi rostro e impedir que viera lo que Jimin y Hoseok hacían.

Oí que abrían el maletero.

Depositó sus labios muy cerca de mi oreja, aguardando a que los dos mayores continuaran.

—¿Quieres intentar adivinarlo? —me provocó, acrecentando la curiosidad con la que lidiaba desde primera hora de la mañana.

—No puedo adivinarlo si no me dices nada de nada, Jungkook —asesté de vuelta.

—Tienes razón —reconoció, risueño—. Mmmm ... Por lo que tengo entendido, es algo que querías mucho de pequeña.

Aquella pista, en lugar de orientarme, me desconcertó más. Arqueando las cejas, seguí bombárdeandole con nuevas preguntas.

—¿De pequeña? ¿Y cómo sabes eso, Jungkookie?

Tae soltó graves risotadas.

—Namjoon-hyung me lo dijo —me comunicó, orgulloso de que mi hermano le hubiera contado algo así.

—¿Namjoon? —me mordisqueé el labio, cayendo en esa tonta manía mientras elucubraba acerca de lo que podía ser—. ¿Estás seguro de que Nam conoce ese tipo de información? De niña quería muchas cosas y casi nunca lo decía.

Expresar mis deseos en esa casa era impensable para aquella niña. Además, ni siquiera recordaba haber añorado algo más una estabilidad que nunca conseguí.

En absoluto silencio, examiné el tono plateado de sus anillos gracias a la potente luz de un farol que nos amparaba en la oscuridad del parque. Había una suave brisa que removía mi cabello, logrando que recordara aquella triste época de mi vida una vez más.

—Ah, pero hyung me juró que te habría encantado tener uno, noona —comentó, quisquilloso—. Creo que se lo dijiste bastantes veces —añadió.

—¿Tener uno? —me reí, con el corazón latiendo a mil—. No sé a qué te refieres ... —y, como un destello, extraje el único recuerdo que podía concordar con lo que Jungkook decía. Esa posibilidad se hizo presente, deteniéndome la respiración—. No. No puede ser eso —me cerré en banda, escuchando sus risas—. Jungkook, dime que no has ...

—Sí. Eso mismo —me frenó. El abanico de su aliento revoloteó en mi cartílago—. Ya puedes mirar, Yeong.

Alejó las manos de mi rostro y, desesperada por confirmar lo que estaba suponiendo, encontré a Hoseok acercándose a nosotros al tiempo que Jimin cerraba el maletero de su coche.

Entre sus brazos, un bultito peludo trataba de ladrar a pesar de su corta edad. Su pelaje dorado atrapó mis pupilas al instante y, antes de que pudiera parpadear, empecé a succionar mis comisuras, negándome a creer que aquella fuera la sorpresa que me había preparado.

Hobi lo sostenía como si estuviera hecho de porcelana. El cachorro solo acertaba a abrir la mandíbula y olisquear la camiseta de aquel que lo cargaba.

—¿Quieres ir con tu nueva mamá, pequeña? —agudizó la voz, acariciando una de sus orejas con el dedo índice—. Es esa de ahí, ¿la ves? —me miró, incapaz de esconder una gran sonrisa de mis estupefactos ojos. Caminó un poco más, deteniéndose frente a mí—. Está un poco adormilada. Debió echarse la siesta mientras cenábamos.

Estaba tan pendiente de los adorables gestos del perrito que ni siquiera me di cuenta de que las lágrimas me nublaban la vista. Solo asimilé que había roto a llorar cuando la primera gota descendió por mi pómulo y parpadeé, empujando a las demás para que siguieran a su atrevida compañera.

—¿Qué opinas, Yeong? —se pronunció Tae, a mi lado.

Pero las palabras no salían de mi garganta. Un intenso nudo lo impedía, como si no hubiera nada que decir después de entender que Jungkook había cumplido uno de los anhelos que más me dolió siendo una cría porque siempre supe que mi padre mataría a cualquier ser vivo que cruzara el umbral de nuestra casa. Siempre supe que una mascota en aquel lugar, no duraría más de una semana.

Y, a pesar de que lo sabía, de que renuncié a tener una hacía mucho, la ilusión que sentí teniendo delante a ese cachorro no podía compararse con el deseo que me persiguió durante años a lo largo de mi precaria infancia.

Contemplando mi atónito semblante, Hobi me tendió al animal, que intentaba entreabrir los ojitos en mitad de un tierno bostezo.

—¿Por qué no la coges? —me propuso, atento a mi reacción. Levanté la mirada, asimilando lo que estaba diciendo—. Es muy tranquila.

En ese preciso momento, divisé a Jimin, aproximándose a nosotros y guardando las distancias. Él esperaba mi respuesta, al igual que los demás.

—¿Puedo? —conseguí articular, notando los labios temblorosos.

—Claro —asintió—. Tiene que acostumbrarse a tu olor.

La agarré con cuidado. Nunca había tenido en brazos a una cosita tan pequeña, pero pondría la mano en el fuego a que era incluso más canija que un recién nacido.

Al cambiar de regazo, emitió un lastimero sonido, similar a un sollozo. De repente, me asustó que la colonia que solía usar le molestara o que la textura de mi ropa no fuera de su agrado. Sin embargo, unos segundos más tarde, tras haber puesto mi mano derecha en su cabeza, se cobijó contra mí, lamiendo la tela de la blusa que traía.

—¿Cuántas ...? ¿Cuántas semanas tiene? —le pregunté a Hobi, sorbiendo mi nariz.

Tae le acarició la barriga, atento a cualquier gesto de rechazo o molestia.

—Hoy cumple siete —me comunicó, guardando las manos en sus bolsillos—. Aunque es la más pequeña de la camada, así que necesita biberón todavía. Sus hermanos han crecido bastante ya.

Tenía sentido, puesto que se pegaba a mi torso como si buscara el refugio de su madre biológica.

Analizando cómo sacaba la lengua y se relamía el hocico, el color chocolate de sus ojos calló cualquier pega que quisiera poner a aquella locura. Yo ... Yo no podía quedármela. No debía, pero, por primera vez en mi vida, tenía la ocasión de satisfacer el sueño que se me negó años atrás.

Hobi se echó a un lado, dejando que Jungkook saliera de mi espalda y pudiera conocer en persona a esa perrita que había encontrado el cobijo perfecto bajo mi pecho.

—Hyung, las fotos no le hacían justicia. Es más bonita aún —descansó sus dedos en la cabecita del animal y yo, atribulada, admiré la sonrisa que bailaba en su boca. Poco después, sus orbes negros se dedicaron a barrer mi cara, localizando un par de lágrimas—. ¿Te gusta, noona? —se deshizo de las gotas con un hábil movimiento de muñeca y esperó a que intentara hablar—. Ya sé lo que vas a decirme, pero piénsalo solo un segundo —me rogó, manteniendo la esperanza—. No es un problema. Quiero decir, Jae no te prohibió en ningún momento tener mascota, ¿verdad? —ladeó el cuello, suplicándome con la mirada—. Además, Namjoon-hyung me aseguró que esa finca tiene mucho terreno al aire libre y un patio interior donde podría crecer perfectamente —tras una pausa, prosiguió—. Si necesitas tiempo para explicárselo, puedo cuidarla en mi apartamento hasta que dé el visto bueno. Es normal que un hermano mayor le regale un perro a su hermana para que le haga compañía —me explicó, siendo esa la historia que había elaborado para mí, para cuando tuviera que decírselo a Jae.

Sus argumentos eran válidos y no me vi capacitada para rebatírselos porque, en contra de mi sentido común, quería que bastaran. Quería que me convenciera con ellos, que me dejase sin excusas que pudieran echar por tierra el hermoso brillo que descubrí en sus pupilas negras.

—Es un Labrador —dijo Hobi, poniendo también su granito de arena—. Una de las razas más inteligentes del mundo. Ya he dado en adopción al resto de cachorros, pero ella es demasiado pequeña y nadie quería quedársela. Este tipo de perro suele crecer bastante, pero no creo que sea su caso —me relató—. Aprenderá muy pronto a comportarse y se adaptará rápidamente a esta edad —me informó, aunque yo no conseguía alejar la vista de Jungkook, que miraba con cariño a esa bolita de pelo áureo—. Puedes educarla bien y, así, no molestará a ese tipo. Te lo garantizo, Yeong.

Intenté despejar mi mirada al batir las pestañas varias veces. El esfuerzo no sirvió de gran cosa, ya que la densidad de esas lágrimas aumentaba a una velocidad inexplicable.

—Seguro que no le molestará si es tan dócil, noona. Es un plan sólido, ¿no crees? —insistió, vigilando la adorable manera que tenía de mover el rabo y abrigarse contra mi abdomen—. Y parece que le gustas mucho —acertó a declarar Jungkook y agrandó la sonrisa—. ¿Tú qué dices, preciosa? —le dio su índice, obteniendo un débil lametón de su parte—. Convéncela por mí, ¿quieres?

Su gimoteo me contrajo el corazón, envolviendo todo en una esponjosa burbuja que me protegía de esos pensamientos dañinos. Pensamientos que repudiaban la contestación que los cuatro y que yo misma confiábamos escuchar.

Todos callaron, deseosos de oírme, pero, para su mala suerte, necesité de un largo minuto antes de encontrar una única y solitaria palabra que repetiría el resto de mis días, si el mundo se apiadaba de mí y me concedía un deseo tan simple como ese.

—Jungkook —murmuré.

Él se había agachado bastante con tal de obtener una mejor visión de la mansa cachorra, quedando a mi altura. Se giró para responder a esa llamada, y listo para recibir el afectuoso calor de mi boca cuando cubrí sus labios en un beso que ninguno habría adivinado.

Noté la sonrisa crecer en sus comisuras, consciente de que había ganado, como siempre.

Mi mano derecha abandonó ese pequeño cuerpo y se aclimató a la mejilla del chico que, indudablemente feliz, alejó su brazo de mi regalo y lo pasó por mi cuello, acercándome tanto a él que aquella tenue corriente de aire no pudo encontrar ni un mínimo hueco por el que colarse.

Diestro, aplacó el suave temblor de mis labios y desplazó la lengua sobre ellos hasta que le di vía libre, penetrando mi cavidad sin pudor alguno. Dominar el beso fue fácil para él, pues yo apenas podía contener el llanto. En realidad, me resigné a bajar los párpados, arrollada completamente por unos sentimientos de agradecimiento puro que me rehusaba a calmar.

—Creo que eso es un sí, chicos —anunció Jimin, tan contento que incluso en mi suspensión pude distinguir la felicidad de su voz.

Sentía que caía en sus prodigiosos encantos otra vez. Que caía a lo más hondo y que nada podría hacer que dejara de amarle. Sería imposible. Seguramente, ellos lo comprendieron también después de presenciar una escena íntima como aquella.

En medio de aquel pausado y cálido beso entre nuestras bocas, Hobi vitoreó, celebrando el rotundo éxito de la operación que Jungkook había orquestado a mis espaldas. Tae tampoco se contuvo y comenzó a reír y aplaudir, seguido de Jimin, cuyas carcajadas debieron resonar por todo el amplio y silencioso lugar.

Relajé la mandíbula y deslicé la mano por su cuello hasta sujetar la tela de su camiseta, atrayéndole para que se adentrara más y se hartara del sabor que le ofrecía.

No pude detener el impulso y gemí, doblegada por aquel llanto.

Jungkook creó una endeble ranura, cortando la unión a raíz de ese espasmo que me llevó a gimotear, afectada.

—No llores —musitó, entrechocando su nariz con la mía—. Te protegerá mientras duermas y podrás descansar tranquila aunque yo no esté contigo —agotó sus razones—. Así no estarás sola cuando vuelvas a esa casa, Yeong.

He estado sola casi toda la vida, pero dejé de sentirme abandonada cuando llegaste tú.

—Gracias ... —logré decir, lagrimeando a pesar de que estaba encajando la situación de la mejor manera.

Me reveló sus dientes y achicó los ojos, radiante.

—Con el beso era suficiente, jagi —bromeó, ocasionándome una fugaz sonrisa que oculté a todos al esconderme en su pecho.

Me habría encantado llorar y desahogarme después de saber lo que Jungkook se proponía, pero la perrita comenzó a revolverse entre mis brazos, como si sintiera mis intenciones. Así que hice el sacrificio necesario y me recuperé para no hacer que la noche acabase de la forma más incómoda posible. Los chicos no merecían escuchar mi llanto aunque este naciera de la felicidad más sincera.

Al cabo de unos minutos, cuando ya parecía haber despertado por completo de su sueño, decidí tomar asiento en un banco del parque, dejando que tanto Jungkook como Taehyung jugarán con ella. Salió de mi regazo antes de que pudiera detenerla y se marchó con mi mejor amigo, que se dio por ganador tras haber sido el elegido. Pisoteó con sus finas patitas los pantalones de Tae y le olfateó mientras él disfrutaba como un niño.

—Los papeles están preparados —me avisó Hobi y yo aparté la mirada de esa preciosidad—. Todo está en orden. El viernes le puse la última vacuna —sonrió—. Lo único que falta es cambiar mi nombre por el tuyo como dueña y darle un nombre a ella.

—¿No tiene ninguno? —le pregunté, asombrada.

Jimin se acuclilló, teniendo la cercanía para acariciar el lomo del curioso animal y, posteriormente, obtener unos cuantos lametones en sus dedos.

—Es mejor que se lo ponga la persona que la va a cuidar, ¿no te parece, Yeong? —razonó él, esbozando una sonrisa al ver que la cachorra se pegaba a su mano en busca de más carantoñas.

—Sí, pero no se me ocurre nada —reí, nerviosa por la repentina presión que había caído sobre mis hombros. Al estar sentada entre los dos, miré a mi derecha, donde creía que Jungkook contemplaba a la invitada. Percatarme de que sus ojos estaban posados en mí no fue embarazoso en absoluto—. ¿Has pensado alguno, Jungkook?

Él, con el brazo izquierdo apoyado en el respaldo del banco, movió el derecho y colocó bien unos mechones de mi flequillo que se escapaban de mi oreja una y otra vez. Así pues, se tomó el tiempo de peinarlos y sacudir la cabeza con suavidad.

—No —me confesó—. Quería que lo eligieras tú, noona.

Mis labios quisieron subir, alzarse y sonreír solo para él, pero aquel silencio que compartimos mirándonos a la boca y a los orbes sucesivamente, fue roto por la gruesa voz de Taehyung.

—Hwang-geum —dictaminó—. Encaja con su aspecto, ¿no, Yeonnie?

Sí, encajaba. Su pelaje del color del sol hacía justicia a aquel nombre, que, si bien era un poco largo, no desentonaba con ese aura de sosiego que transmitía. Nunca había visto a un cachorro tan calmado y sereno a pesar de estar rodeado de personas que no conocía.

—Pero es muy elaborado, Tae —rebatió Jimin—. Debería ser más corto, para que lo aprenda pronto.

—Estoy con Jimin —hizo una mueca, disculpándose con el puchero de Tae—. En realidad, creo que hay un nombre que podría servir.

Me fijé en Hobi y, de repente, noté los dedos de Jungkook debajo de mi cabello, rozando ligeramente mi nuca.

—¿Cuál? —dije, interesada en su opción.

El antiguo mejor amigo de hermano mayor lo pensó durante unos segundos más, asegurándose de que no era algo descabellado y que podía valer.

—Yuna.

Oírlo bastó para que me gustara.

—¿Yuna? —repetí, pronunciándolo yo misma con tal de comprobar su sonoridad.

A mi lado, Jungkook dejó ir una escueta risita. El nombre también le agradó desde el primer momento.

—Tu nombre significa "coraje", Yeong, y Yuna significa "poder" —explicó, orgulloso de su aportación—. Son conceptos que van de la mano. Las dos caras de una misma moneda —concluyó—. Si hubiera sabido que Jungkook quería regalártela a ti, ese sería el nombre que le habría sugerido antes de dártela. Es perfecto, ¿verdad que sí, Jungkook? —se dirigió a él, esperando que le diera su opinión.

—Le va como anillo al dedo, hyung —reconoció, dibujando diferentes figuras geométricas en mi piel—. Eres un genio.

Solo Hoseok escogería un nombre con significado. Siempre lo hizo con sus mascotas, por lo que debí imaginar que ocurriría de la misma manera si hablábamos de la perrita que deseé durante más de diez años. Tuve que olvidarme de ella porque, en una casa donde no podía hacer ni decir, no era viable. Mi padre me lo habría negado, gritando y amenazando con matar al animal si se le presentaba la oportunidad.

Por eso desistí.

Otro motivo menos para ser feliz en un hogar que no me guarecía, que no me acogía como al resto de niños.

—A mí también me gusta —Jimin interrumpió mis reflexiones—. Es mucho mejor que el de Tae —se metió con nuestro amigo.

—¡Yah! —gritó el damnificado. Nosotros nos reímos de su alarido, pero Tae reconoció su derrota y suspiró—. Es más bonito. Lo reconozco.

Ella nos observaba con la curiosidad disparada al escuchar aquellas estridentes risas. Tentada por su carita de desconcierto, me incliné y rasqué bajo su barbilla. Como un acto reflejo, zarandeó el rabo de un lado a otro, contenta de recibir todas esas atenciones.

—Yuna —la llamé y me miró fijamente—, ¿te gusta ese nombre? —su respuesta consistió en un agudo ladrido, denotando esa inteligencia de la que había alardeado Hobi. Sonriendo, lo miré—. Parece que sí, oppa.

—¡Vamos! —chilló, eufórico.

Con aquellas risas extinguidas, Jungkook aplazó la tarea de acariciarme e interpeló a Taehyung, que no se cansaba de juguetear y sobar a la cachorrita.

—Hyung, déjame que la coja —extendió el brazo.

Yo actué de intermediaria para que Yuna fuera hasta Jungkook. La invitaba a su regazo de un modo adorable y no pude hacer más que ayudarla a caminar sobre mis piernas, en dirección a él.

—Ve con Kookie, Yuna —la animé, observando cómo caminaba, obediente—. Muy bien. Buena chica —acaricié su lomo cuando él la agarró.

—Será pequeña, pero estoy seguro de que es la más avispada de la camada —dijo Hobi, muy orgulloso de la astucia que demostraba la perrita—. Igual que tú —puntualizó, haciéndome sonreír tanto que mis labios empezaron a doler—. ¿Te apetece dar un paseo? Mientras ellos se entretienen con Yuna.

Respiré hondo y me levanté, dejando que Tae se quedara con mi sitio.

—Claro —no me negué.

La conversación profunda no estaba destinada a ser esa noche, pero me apetecía mucho estar a solas con él y poder regresar en el tiempo aunque nada fuera como en aquella época que se me antojaba tan remota.

Jimin se incorporó también, revisando su teléfono móvil. Lo tenía en silencio, pero, por su cara, debía estar recibiendo una llamada importante. Una llamada que no podía esperar.

—Tengo que contestar, chicos —movió el aparato—. Vuelvo en dos minutos.

—No hay prisa, Jiminnie —dijo Tae como portavoz.

Conforme, se marchó de nuestro lado mientras descolgaba el teléfono y saludaba a la persona que lo solicitaba a aquellas horas de la noche.

Con Jimin alejándose del lugar y adentrándose en la maleza de unos arbustos que guarecían la zona, Hoseok le habló a un Jungkook muy concentrado en cosquillear la barriga de Yuna. Contemplé esa dulce estampa y sentí cómo la calidez me embriagaba en un exquisito remolino.

—Me la llevo un rato, Jungkook —le hizo saber.

Sin dejar de acariciar a la cachorrita, levantó la mirada y me escrutó, contento.

—Vale, pero cuídala, hyung.

—¿Dudas de mí? —espetó.

Él se disponía a desmentir dicha suposición cuando yo me acerqué y acaricié su barbilla. Un movimiento liviano, casi ilusorio para todos, excepto para él. Me obsequió con una cristalina mirada, a punto de suplicarme que volviera a hacerlo.

—Preocúpate por ella. Yo estaré bien —le prometí y retrocedí un par de metros.

No me quedé a escucharle, pues Hobi ya se había apartado bastante de ellos, aunque podía presentir la intensidad de ese par de faroles negros en mi espalda.

Los primeros minutos de aquel pausado paseo estuvieron ocupados por distintas preguntas que Hoseok me hizo sobre Namjoon. Le di su número de teléfono y la dirección de la librería para que pasase a visitarlo pronto. Los dos sabíamos la ilusión que le haría a mi hermano mayor si se presentaba allí porque la amistad que tenían era de esas que no se resiente frente al paso del tiempo. Al igual que hay relaciones que logran sobrevivir a grandes decepciones, también existen las que perduran a pesar de la distancia y de la falta de comunicación.

Caminamos alrededor de la placeta y, cerca de regresar a nuestro punto de partida, Hobi se detuvo. Yo le acompañé, contemplando cómo Jungkook y Taehyung intentaban que Yuna se sentara tras dicha orden.

Mientras los mirábamos, sentí cuánto le estaba costando decir aquello.

—Antes no me di cuenta por la emoción, pero tienes los ojos tristes, Yeong —expuso unos segundos después—. Me duele verte así.

Bajé la cabeza. No quería que se diera cuenta y fracasé rotundamente.

Para empezar, no estaba triste por una razón concreta. Habían sido muchos años cargando con ese malestar, así que, aunque no fuera mi intención, el rastro continuaba empañando mi mirada si no lo frenaba.

Que Hobi se percatara de ello dejaba claro que todavía debía trabajar en esa parte de mí. Si bien sabía que no era lástima lo que sentía tras comprender la condena que me acechaba a todas horas, no me agradaba que hablase en ese tono. Él representaba la felicidad en esencia; el resto de sentimientos, como la pena o la aflicción, lo desmerecían.

—Si nos hubiésemos visto hace unos meses, solo habrías encontrado a un fantasma —decidí no ser demasiado brusca con mi respuesta—. Estoy mucho mejor de lo que parece, Hobi.

Quería creerme. Sus orbes no me engañaron nunca y continuarían sin hacerlo, no obstante, ese espina que se hundía en la herida desde que nos reencontramos en aquel restaurante no se iría fácilmente.

El atisbo de una sonrisa en sus comisuras mermó las malas vibras del aire.

—¿Gracias a Jungkook?

Su pregunta no me pilló por sorpresa. De algún modo, imaginé que la conversación acabaría llegando a ese punto. Ese lado protector suyo no había desaparecido con los años, tampoco la familiaridad que creamos siendo unos críos.

—Él es como un soplo de aire fresco —le dije. Me contuve durante un breve período de tiempo, pero terminé sucumbiendo al impulso y desvié mi atención hasta aquel banco de madera—. Cuando era pequeña, Nam y tú erais eso para mí. Esa niña ya no existe —Jungkook zarandeaba con sumo cuidado a Yuna, tratándola como a un bebé—. Las circunstancias y las personas equivocadas acabaron con ella, ¿sabes? Ahora es diferente —me mordí un poco la lengua para evitar el llanto—. Ya no lloro por caerme en el barro y ensuciar mis vestidos, sino por ese chico. Porque le quiero, porque deseo que sea feliz y porque sé que le hago daño con toda la mierda que me rodea —y cerré la boca.

Esa mezcla de angustia y pesadez montó su campamento en mi estómago, recordándome que la seguridad no era una de los valedores de nuestra relación sentimental. Todo podía desmoronarse en cuestión de minutos, segundos, y me aterraba ser incapaz de protegerlo.

—No creo que Jungkook sufra tanto como crees —me rebatió. Él tenía otra perspectiva a la mía y me alivió conocerla—. Está coladito por ti. Joder, si incluso te ha regalado un cachorro para que no estés sola —alegó, haciéndome reír por lo indignado que parecía al decir aquello—. ¿Quién hace eso hoy en día, eh?

Su intento por animarme funcionó bastante bien.

—Lo sé —afirmé—. Es demasiado bueno conmigo —sus carcajadas se perdían con las de Tae a lo lejos.

—No le culpo —suspiró—. ¿Cómo no iba a enamorarse de ti? Mereces que te traten así, Yeong —sus palabras eran similares a las de Nam—. Ya has tenido suficientes decepciones y no creo que él se convierta en otra.

¿Cómo iba a serlo? No me importa cómo acabase. Incluso si todo cambiaba para él y dejaba de amarme, yo no podría sentirme decepcionada porque me había dado más de lo que le habría pedido nunca en primer lugar.

—Le estoy muy agradecida. Quererle es lo mejor que me ha pasado —dije, sin un ápice de duda.

—Lo vería hasta un ciego —aseguró—. Esa sombra desaparece cuando lo miras.

Que mis pupilas se aclaraban, que resplandecían cuando él era el objetivo no suponía ningún misterio. Tae también se había burlado de mí por detalles como ese.

—Si no nos hubiéramos visto tan a menudo, creo que me habría enamorado de él igualmente —di unas pinceladas más a esa declaración que, mientras cenábamos, no pude completar correctamente—. Encajamos. Lo habríamos hecho, sin importar cuáles fueran las condiciones —le expliqué. Ellos reían, ajenos a nuestra charla—. Tenía que ser él. No ... No podía ser otro. Estoy convencida.

Me sonrojé porque ni siquiera había sido tan directa sobre mis sentimientos cuando Taehyung y yo teníamos ocasión de hablar sobre el ridículo giro que había dado mi vida. Simplemente, quise decírselo a Hoseok. ¿Para que se quedara tranquilo? No. Nada de eso. Solté aquello porque lo llevaba arrastrando durante demasiado tiempo ya. Reconocer que Jungkook estaba hecho para mí era algo que nadie había escuchado de mi boca. Jung Hoseok fue el primero en hacerlo y, por la curvatura de sus labios, supe que le gustó oírlo.

Jungkook parecía estar felicitando a la perrita por haber hecho lo que le habían pedido. Había bastante distancia entre nosotros, pero la forma de su sonrisa era diáfana a mis ojos.

—Siempre has sido una romántica empedernida —su broma era muy cierta, así que no fui capaz de reírme—, y me encantaría que siguiéramos charlando de tu chico, pero mañana me veo con un cliente temprano y se está haciendo tarde —me giré hacia él y, antes de que me lo pidiera, mis brazos lo rodearon. Él pasó los suyos por mi espalda, devolviéndome la misma fuerza que estaba poniendo en aquel abrazo—. Si necesitas cualquier cosa, llámame, ¿de acuerdo? —cerca de su hombro, asentí—. Ya tienes mi número y Jungkook también, así que no te olvides de mí.

Otro chiste del que no podía disfrutar por todo lo que implicaba.

—Eso es imposible, oppa —me aferré tanto a su ropa que, por un momento, temí rasgarla. Entonces, suavicé la sujeción—. Estoy muy feliz de haberte visto hoy, de verdad.

—Y nos veremos más veces, preciosa —mirándonos de nuevo a la cara, pensé en que no quería que se fuera—. Cuídate, por favor —terminó con una liviana caricia a mi mejilla.

Que todos ellos estuvieran bien siempre fue mi prioridad, pero, poco a poco, estaba sustituyendo ese altruismo por algo que no debía de ser extraño en absoluto. Era yo quien deseaba que nos viesemos pronto y quería que ese anhelo se cumpliera sin importar cómo.

—Tú también —le regalé una sonrisa de cariño—. Muchas gracias por traer a Yuna —agregué a la despedida.

Revisó la hora en su móvil y le restó importancia a ese último agradecimiento.

—Me alegra que te la quedes tú, Yeong —declaró. Su mirada no mentía. En realidad, Hobi no me mentiría nunca—. Jungkook escogió bien tu regalo —me acerqué y besé su mejilla, tragándome la pena de tener que decirle adiós—. Nos vemos pronto, ¿vale?

Y, en medio de ese cruce de afables palabras, tanto Jimin como mis lágrimas decidieron irrumpir. Él lo hizo antes de que la picazón en mis lagrimales me ganara el pulso, así pues, logré contenerlas.

—¿Te marchas, hyung? —preguntó, llegando desde el otro lado del parque.

—Sí, mañana tengo que madrugar —palmeó su espalda, despidiéndose—. Te llamaré esta semana.

Tras esa promesa, empezó a caminar hacia Tae y Jungkook.

—Ten cuidado de vuelta a casa —solicitó Jimin.

—Buenas noches, Hobi.

Me estaba resultando difícil no llorar y Hoseok lo habría visto de haber esperado un par de segundos más a mi lado.

—Buenas noches —exclamó, marchándose—. Voy a despedirme de ellos —señaló a los dos más pequeños.

Se sintió como si la pieza final encajara en el rompecabezas de mi enrevesada vida. Las gotas que no salieron cuando lo reconocí en el restaurante, empezaron a desbordar mi vista. Él se iba sin tener conocimiento de la historia completa y yo me deshice, alertando a un chico que de repente identificó los riachuelos que serpenteaban por mi rostro.

—¿Yeong?

Al llamarme, entendí que ya no era únicamente mi problema.

Un miedo atroz a que Jungkook, que se despedía cálidamente de Hoseok, posara sus orbes en mi persona y me encontrara de aquella guisa activó un endeble muelle. Un segundo más tarde del reclamo de Jimin, yo le daba la espalda a todos, incluso a él.

Me apresuré a retirar la mayoría de esas espesas lágrimas que quisieron romper la paz en la que nadaba desde que Hobi se presentó delante de mí.

¿Por qué lloraba? ¿De dónde salían esas lágrimas si había estado perfectamente bien hasta hacía apenas un minuto?

Un pañuelo blanco entró en mi campo visual junto con esa mano llena de anillos. Lo cogí y cargué mis pulmones con una buena bocanada de oxígeno.

—Gracias —sentí que se ponía tras de mí, obstaculizando la visión de los demás—. No quiero que Jungkook me vea así ... —mascullé entre dientes mientras me limpiaba las mejillas.

—Tranquila. Yo te cubro —comentó, dándome tiempo para eliminar cualquier vestigio de mi piel.

Que Jimin tuviera que tratar conmigo en un momento tan delicado no era plato de buen gusto para ninguno, pero él no se echó a un lado y me dejó allí, sino que esperó a que me encontrara mejor, a que mi voz saliera sin temblar más que un seísmo de alta magnitud. Y, una vez conseguí controlarla, intenté justificar de un modo bastante pobre aquel irracional arrebato.

—Tengo la lágrima fácil. No sé qué me pasa —reí un poco con la intención de aligerar el ambiente.

Su mano derecha acabó en mi hombro, ofreciéndome todo su apoyo.

—Muchas emociones en una sola noche —casi pude ver su sonrisa—. Es comprensible.

Pasado un largo minuto, logré detener el reguero y revisar que el poco maquillaje que llevaba esa noche no se había arruinado. Me alegraba de utilizar productos resistentes, de lo contrario, habría sido imposible ocultarle aquel momento de debilidad a Jungkook.

Más recuperada, me giré y choqué con la dulce mirada de Jimin, que se aseguró de que ya estaba mejor antes de que yo misma me deshiciera de esos temores.

Nos habríamos marchado, pues ya no había señal del coche de Hobi y no quedaba más que regresar con Jungkook y Taehyung, sin embargo, su teléfono móvil comenzó a temblar de nuevo al recibir unos mensajes. Por su semblante, deduje que se trataba de alguien con quien no tenía ganas de hablar y que, al mismo tiempo, le complicaba la tarea de parecer frío y desinteresado.

—¿Una mujer?

Mi suposición era acertada. Su mueca me respondió y yo pensé en qué tipo de chica sería para que Jimin tuviera que medir tanto sus acciones. En el fondo, quería contestar. Lo veía en el titubeo de sus pupilas.

—Sí. Una mujer —no me lo negó, pero desvió la conversación—. ¿Irás a la gala benéfica del domingo próximo?

—Probablemente —dije, a pesar de no estar segura—. ¿Tú también estás invitado?

Recordaba que invitaron a Jae la semana anterior y que él había dudado acerca de asistir porque el lunes debía madrugar debido a una reunión importante con algunos socios. De todas formas, imaginé que, de no poder él, iría yo en su nombre.

—Mi familia, en realidad —continuó Jimin, suspirando—. Los padres de Jungkook deben haber recibido algo similar, pero, ya sabes, la gente ocupada suele enviar a sus hijos para parecer interesados —y no le faltaba razón—. Debemos ir con acompañante.

—Entonces ... Supongo que iré con Jae —no me quedaba más alternativa.

Jimin asintió, comprendiendo que mi presencia en aquella gala solo estaría bien vista si acompañaba al verdadero invitado a la ceremonia.

—Sonará un poco suicida, pero me apetece conocerlo —comentó, con media sonrisa bailando en sus carnosos labios—. Por suerte, mi padre ama lo suficiente su trabajo y prefiere pillar a los malos antes que dejarse sobornar por ellos. Al menos me gusta pensar que no tiene trato con él —me expresó su deseo, aunque había algo de duda en su gesto.

Podía ponerme en sus zapatos. Jungkook también se preocupó por aquello al principio y, hasta que no le confirmé que el señor Jeon nunca había pisado las instalaciones del hotel, no pudo respirar tranquilo. A Jimin le debía ocurrir lo mismo.

—Jungkook me enseñó una foto de su padre con el tuyo hace unas semanas —doblé el pañuelo usado y él puso su mirada sobre mí—. No conozco a ninguno de los dos —le calmé.

Saber que su progenitor no había tenido contacto conmigo le quitó un peso enorme de encima.

—Es un alivio —aseguró.

Se produjo un corto silencio y decidí indagar más en el tema inicial.

—¿Y tú?

Confundido, me observó.

—¿Yo?

—Tu acompañante —fui más específica—. ¿Irás con esa mujer?

El síntoma de un sentimiento que no supe dilucidar relampagueo en sus facciones.

—Puede —retomó su actitud bromista—. Quién sabe.

—¿Por qué me da la sensación de que realmente no sabes qué hacer con esa chica? —le bombardeé, copiando ese tono de burla.

Se relamió las comisuras y sonrió más para disfrazar esa incertidumbre de la que no podía liberarse. Estaba segura de que él lo notaba y de que había intentado deshacerse del pálpito, pero que, lamentablemente, seguía parapetado en su pecho.

—Es ... Complicado —resumió.

—Pero te atrae, ¿no? —analicé cómo tocaba el anillo de su pulgar.

—Más de lo que me gustaría, sí —parecía lamentarse.

Así que no quería que avanzara más, ¿no?

Jimin estaba acostumbrado a relacionarse con mujeres, eso era más que evidente para cualquiera. Y no se acercaba a ellas en busca de una simple amistad. Por lo tanto, que mostrase rechazo hacia aquella chica me hacía sospechar que no era un lío más de una noche.

Le preocupaba de verdad encariñarse demasiado y, por desgracia, ese miedo me había perseguido durante años. Y, para qué engañarme, aún no se había ido del todo.

—Entonces no lo pienses demasiado. Créeme —apelé a su lado sentimental, repudiando la frialdad—. A mí me ha jugado ya más de una mala pasada. Pensar puede volverse en tu contra si hablamos de apreciar a alguien. En especial cuando no estás acostumbrado a sentirte así —le aconsejé.

Porque esa desconocida no era un polvo más, de esos que, en condiciones normales, ya habría olvidado hacía varios días. Jimin lo reconocía, pero le molestaba que fuera de tal manera. Le molestaba no poder controlarlo como siempre había ocurrido cuando se encaprichaba de alguna mujer.

—Tienes razón —volvió a sonreír—. Solo es una cena. ¿Qué puede salir mal? —intentó suavizarlo.

—Que te enamores de ella —respondí, consciente de que él ya había valorado dicha posibilidad—, aunque no creo que ocurra fácilmente —también le resté importancia y sonreí de vuelta.

Sus carcajadas hicieron que me compadeciera de él y de lo que le tenía preparado el transcurso de los acontecimientos. Saberse vencido por algo tan difuso como el amor sería muy intenso para alguien como Jimin. Esperaba que no le sucediera pronto y que la vida le diera tiempo antes de caer ante una mujer.

—No pasará algo como eso —prometió entre risotadas. Más calmado, añadió un agradecimiento—. Gracias por el consejo, Yeong.

Distinguí a Jungkook zarandeando los brazos en nuestra dirección y, cuando Jimin se dio cuenta, ambos nos encaminamos de regreso.

—A cambio, preséntamela, ¿vale? —dije, por último—. Me encantaría conocer a la chica que crispa los nervios de Park Jimin.

Con su dulzura habitual, me concedió aquel deseo.

—Eso está hecho.








🐶🐶🐶

La sorpresa era una perrita 🥹

Volver a esa casa con JaeHo le aterra más de lo que es capaz de decir, así que Jungkookie lo está intentando solventar con Yuna ༼༎ຶ༎ຶ༽. Yeong no estará sola a partir de ahora 🤧🤧

Y después tenemos a Jimin con problemas amorosos 😏 = c viene su novela ✌🏻👽✌🏻
Novela que caerá dentro de una semanita o así 7u7

Este capítulo queda publicado para celebrar el cumpleaños de Jungkook, pero no descarten algo más mañana para seguir con la fiesta del nene, que 25 años no se cumplen todos los días 🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹✨✨✨✨✨✨🎈🎈🎈🎈🎉🎉🎉🎉🎉🎊🎊🎊🎊🎊🎊💜💜💜💜💜💜

P. D.: funfact, mi padre y Jk cumplen el mismo día, así que yo celebro por dos xDD

Os quiere, GotMe 💜

1/9/2022 🎈

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