Cambiantes Libro III Trascend...

By CCmyc02

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Se dice que nadie puede romper el hilo rojo. No importa quién una. No importa lo que una. salvo un dios. Des... More

Saludos
Dar la espalda a tu pareja
Cuando un alfa se rinde
Alejarse de Narg
No hablas. No hables.
Porque yo quiero...
Amanas
Eliminando el amanas
Tú, ¿lo conocerías?
Sé que era raro
Porque, pase lo que pase, yo te protegeré
El secreto de Nalbrek
No puedes poder
Ella te amaba
Asilo
Llegada a Gammal
Tradiciones y una reunión
No el humano
Serpientes
Alejarse
Las reglas de la concordia
Heridas
Embarazadas
LLamada
Fargla
Pasa la eternidad conmigo
Un voluntario
Si puedo elegir
Pase lo que pase, no me sueltes
Un trato
La justicia de un zorro
Su pareja
Comienzo
No es un capítulo (Fuera de servicio)
En un pueblo tranquilo
Érase una vez un dios zorro

A cualquier parte

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By CCmyc02

Entró en la cueva en silencio, poniendo el nuevo trozo de carne delante de Nalbrek antes de cambiar a zorro y tumbarse con la espalda contra la suya comenzando a pasar el tiempo sin que ninguno de los dos dijese nada hasta que su estómago rompió el silencio. Su cuerpo exigía comida, sobre todo porque tenía carne justo al lado, pero él ignoró los cada vez más fuertes ruidos hasta que Nal habló.

—Deberías comer.

—Gracias por la opinión —replicó sarcástico—. Pero esa comida no es mía.

—Yo no comeré.

—Bien —aceptó cerrando los ojos de nuevo mientras su estómago seguía protestando hasta que, por fin, pareció entender que no iba a lograr nada, calmándose.

—¿Cuánto tiempo más piensas estar aquí? —le preguntó Nalbrek varias horas después, pero él lo ignoró—. ¿Piensas estar aquí hasta que coma? —Él volvió a ignorarlo y todo volvió a quedar en silencio—. Yo no comeré —le advirtió algún tiempo después.

—Cállate —le advirtió molesto—. ¿No comes? Muy bien. Pero cállate. Quiero morir de hambre en paz.

—No puedes quedarte ahí sin comer.

—Claro que puedo. Somos pareja, nuestro destino es el mismo. Si tú mueres, yo muero. ¿O acaso no te dije que te seguiría a cualquier parte? Bueno, pues morir de hambre en una cueva en medio de ninguna parte también entra dentro de ese "cualquier parte". Y ahora cállate.

—Pe...

—Cállate.

—No...

—Cállate.

—Es que...

—Que te calles —exigió exasperado.

—Tú no lo entiendes.

—¿El qué? ¿Que no eres capaz de pasar más de tres segundos en silencio? Sí, lo entiendo muy bien. Y ahora cállate.

—Los afrodisiacos aún están activos dentro de mí.

—Aja.

—Y si como carne, me recuperaré.

—Aja.

—Y te atacaré.

—Aja.

—Estoy hablando en serio.

—Yo también. Cállate, quiero morir de hambre, no de aburrimiento.

—Dau.

—¿Qué? —le preguntó exasperado—. ¿Quieres morir de hambre? Muy bien, yo te acompañaré, pero deja de aburrirme con excusas absurdas como esa.

—No es una excusa absurda.

—No, claro que no. Porque un lobo que es un saco de huesos y que ni siquiera tiene fuerzas para hablar va a poder someterme por comer un poco de carne. Claro. Y si te doy una patada en el culo lo bastante fuerte, te puedo mandar de un golpe a nuestro pueblo y hacer que caigas en nuestra cama. Y ahora, cállate —repitió—. Después de tantas horas, al menos podrías haber buscado una razón más creíble para no comer mi carne —murmuró quejándose a nadie en particular antes de cerrar los ojos. Al fin un poco de tranquilidad.





—Muy bien, sal —le dijo Nalbrek varias horas después—. Dau, me comeré la carne —le aseguró—, pero necesito que salgas.

—Sí, claro. En seguida me voy—asintió con los ojos cerrados. ¿Qué tipo de idiota creía que era?

—Dau, si como carne, no sé lo que pasará, necesito que te alejes de mí. Recuerda lo que ocurría cada vez que la comías a pesar de las medicinas de Sarnat para controlar tus feromonas.

—¿Crees que me afectará? —le preguntó volviéndose a medias.

—No lo sé, pero prefiero comprobarlo cuando no estés cerca.

—Está bien —aceptó. No era como si Nalbrek pudiese deshacerse de la comida en su estado—. Tan solo recuerda que esta es la única oportunidad que te voy a dar. Si me mientes, no habrá segunda oportunidad y no me volveré a alejar de ti —le advirtió y Nalbrek asintió—. Entonces esperaré en la entrada —aceptó levantándose y cambiando a humano antes de acercarle la carne.

—¿La entrada?

—Es lo más lejos que estoy dispuesto a ir —se reafirmo saliendo hasta la entrada donde se sentó viendo el cielo nocturno. Se había hecho de noche mientras ellos estaban allí dentro.

Se acercó a la zona donde tenía escondida la carne, desenterrándola para quitarle las hojas en las que estaba envuelta y limpiándola para comérsela. Tenía tanta hambre... saboreó la carne mordiendo grandes trozos cuando se detuvo al sentir una ola de calor que subía desde su entrepierna y por un momento se miró sorprendido al darse cuenta de que estaba excitado. Era cierto que a él le pasó lo mismo cada vez que había comido mientras regresaban después de que lo sacase de la cueva y era cierto que Nalbrek le había advertido, pero aquello era absurdo. ¿Cómo era posible que, por comer un poco, el celo se le activase hasta el punto de que incluso a él le resultase doloroso? Respiró hondo apretando las manos. Debía evitar responder ya que aquello significaría no solo que su pareja podría sentirlo, sino que comenzaría a segregar feromonas y aunque dudaba que aquello fuese suficiente para que el lobo lo atacase, no quería que sus feromonas empeorasen la situación de aquel lobo idiota.

Se obligó a respirar hondo. Era un adulto, tenía pareja y aquella sensación no era suya, sino de Nalbrek, así que debía ser capaz de controlarse. No debía ser tan difícil.

—Maldita sea —masculló golpeando un árbol con fuerza mientras empezaba a gotear a la vez que su trasero empezaba a ceder—. Mejor me alejo —decidió comenzando a avanzar antes de que segregase feromonas. ¿Cuánto tiempo iba a durar aquello? Tan solo esperaba no encontrarse con nadie o le sería difícil explicar su estado. Siguió andando de una manera extraña, ya que cualquier roce involuntario solo complicaba la situación, mientras sentía a Nalbrek masturbándose y aunque sabía que aquello era lo mejor, no pudo dejar de odiarlo porque aquel lobo podía mientras él no.

—Te lo advertí —le recordó Nalbrek a través de su unión y al oírlo casi pudo escucharlo gimiendo como cuando estaba dentro de él, haciendo que cayese de rodillas apretando las piernas mientras se corría a pesar de que no se había tocado.

—Al menos ahora me siento mejor —murmuró dejando caer la cabeza.





Se sentó junto al río intentando masturbarse, pero no consiguió ninguna reacción. Así que separó las piernas metiéndose un dedo, pero tampoco consiguió nada, rindiéndose. En esos momentos, desearía ser un humano, ya que estos podían estimularse a sí mismos, pero él necesitaba las feromonas, a su pareja, para conseguir algo.

Ya había comprobado hasta qué punto, cuando Nalbrek decía que aún tenía afrodisiacos en su sistema, lo decía en serio, pero debía alimentarlo, por eso estaba intentado desahogarse antes de ir a darle comida, pero era inútil. Iba a tener que repetir lo mismo de la noche anterior.

Se consoló pensando que, al menos, había tenido razón al suponer que, si bien Nal estaba dispuesto a morir de hambre, no iba a permitir que él, su pareja, lo acompañase. Y aunque no sabía si debía agradecerlo al instinto de protección de los lobos, de los alfas o de la familia Uiba, lo que sí sabía es que se alegraba de no haberse tenido que dejar morir de hambre en medio de ninguna parte. Era una manera demasiado lenta de morir.

Se dirigió a la cueva entrando y acercándose al bulto que era el lobo.

—Vamos, nubecita, es hora de comer —dijo arrastrándolo un par de metros hacia la salida. El aire fresco los ayudaría a los dos.

—¿Qué? —preguntó Nalbrek. La primera vez que lo encontraba dormido.

—El aire está viciado y el suelo lleno de esperma, así que te llevo más cerca de la salida. ¿Cuántas veces te corriste ayer?

—Creo que seis, pero no estoy seguro.

—¿Y solo por ese trozo? —se detuvo—. Como sea, toma, el desayuno.

—Dau...

—El desayuno. Te lo dejaré aquí y me iré, tú come y vuelve a llenar todo el suelo de esperma, cada vez que te corres, el efecto del afrodisiaco disminuye. Y ahora me voy. Cómetelo todo y demuestra hasta dónde puede llegar el esperma de un alfa, lobito —lo retó saliendo de allí antes de alejarse y cuando, apenas se alejó sintió de nuevo el mismo calor suspiró antes de comenzar a correr en un intento de estar lejos cuando las cosas se saliesen de control.

Varios días después por fin estaban lo bastante cerca de la entrada de la cueva como para que Nalbrek pasase de bulto informe a sombra difusa que lo miraba con ojos brillantes en medio de la penumbra. La situación había mejorado lo suficiente como para que su pareja fuese capaz de sentarse y él solo tuviese una magnífica excitación de la que presumir cada vez que Nal comía, pero ya no se corría sin poder evitarlo. Y debía admitir que agradecía el cambio ya que era agotador cazar, enfrentarse a los depredadores que se acercaban y correrse varias veces al día a pesar de estar haciendo todo lo posible por controlarse. Por eso pasaba la mayor parte del tiempo dormitando, pero sin poder dormir del todo por el temor a que Nalbrek aprovechase para escapar ahora que era capaz de moverse obligándolo a seguirlo, en el peor de los casos, hasta la ciudad de los lobos.

—Nal —lo llamó.

—¿Qué? —contestó este después de un momento.

—Tú, ¿podrías resistir un pequeño viaje?

—¿Pequeño viaje?

—Los lobos se están acercando. Encontré rastros suyos no muy lejos de aquí. Quiero irme —le explicó.

—¿Tienes otro lugar?

—Sí. Estos días estuve buscando y encontré un lugar más seguro a un par de horas de aquí. Quiero que nos vayamos esta noche, a más tardar mañana. ¿Podrás? —le preguntó mirando la entrada de la cueva.

—Puedo intentarlo.

—Bien. Entonces descansa —le pidió.

Aquella noche, varias horas después de que Nalbrek cenase, este salió de la cueva por primera vez desde que lo llevó pudiendo verlo bajo la luz de la luna encontrándose con un lobo escuálido que apenas si era capaz de mantenerse de pie con la piel cubierta de suciedad. Nada que ver con el lobo orgulloso que él conocía.

—¿Vamos? —le preguntó dispuesto a comenzar su viaje.

—¿Tan mal estoy? —inquirió haciendo que se detuviese, envarándose, cuando se volvió sonriendo.

—No, nubecita, estás peor. Por eso te estoy dando la mejor carne que un zorro puede conseguir y con eso y un buen baño, te recuperarás y me devolverás el favor por cuidarte llevándome de regreso a casa sobre ese lomo tuyo. Y ahora vamos, tenemos que alejarnos de esos locos —repitió comenzando a avanzar con precaución mientras se aseguraba de que Nalbrek estaba siempre tras él hasta que se detuvo al llegar a un pequeño río—. Vamos, ven —le dijo metiéndose en él.

—¿Qué?

—Ven. Estás asqueroso y te voy a lavar.

—No creo que sea una buena idea.

—Lo que no es una buena idea es ir a una nueva cueva con todo lo que debes tener en el pelaje, ¿sabes los problemas que vamos a tener con los parásitos? Ven aquí ahora —repitió exigente y Nalbrek se acercó reticente—. Ven— repitió cogiéndolo para meterlo en el agua—. Y ahora cambia a humano —le advirtió.

—No.

—Cambia a humano —repitió apretando los dientes y, cuando lo hizo, un montón de insectos cayeron al agua siendo arrastrados por la corriente—. Esto es horrible —murmuró disgustado cogiendo su cuchillo y comenzando a cortarle el pelo de la cabeza—. Siéntate —le ordenó y al ver que iba a replicar lo miró hasta que este se sentó—. Toma, empieza a lavarte —le dijo dándole algunas hojas que había recogido y aquella vez Nalbrek lo hizo sin quejarse mientras él comenzaba a cortar mechones de pelo quitándose los insectos que intentaban subir por sus brazos. La situación era tan mala como había imaginado. Al acabar de cortar, se dirigió a las cosas que había traído, regresando con el ungüento que hizo para ponérselo en el pelo antes de cubrirlo con hojas.

—Esto no lo había vuelto a hacer desde que era un niño y Andros regresaba de sus viajes.

—Eso te dará una idea de la condición en la que estás —replicó echándoselo él también en el pelo e imitándolo antes de mirarlo—. ¿Puedo quitarme la ropa?

—Estoy demasiado agotado para hacer nada —asintió así que se la quitó llenándola de hierbas y extendiéndola en la orilla contraria al equipaje para que los insectos que habían entrado en ella saliesen.

Regresó con Nalbrek cogiendo más hojas para limpiarle la espalda, que tenía llena de picaduras y marcas, pero él se limitó a restregarla y, cuando encontraba alguna garrapata aún pegada, la arrancaba lanzándola al agua antes de seguir a revisarlo. Por suerte, tenía buena vista de noche y para cuando acabó, el cuerpo de Nalbrek estaba libre de parásitos. Otra cosa era lo que tardaría en desaparecer el picor.

—Ya debe haber pasado tiempo suficiente, así que túmbate en dirección contraria a la corriente —le indicó antes de agacharse a su lado quitándole las hojas de la cabeza y, de inmediato, el agua comenzó a arrastrar a los piojos y garrapatas muertas lejos de ellos mientras él comenzaba a lavarle el pelo lo mejor posible—. No te lo he cortado muy bien, espero que, cuando crezca, se empareje un poco.

—No importa —negó Nalbrek que miraba el cielo estrellado—. Pensé que no volvería a verlo.

—¿El qué? ¿El cielo estrellado o mi hermosa cara?

—Ambos —contestó Nalbrek sonriendo un poco.

—Para ver el cielo estrellado, solo debes esperar a que sea de noche y mirar hacia arriba. Verme a mí es aún más fácil, solo debes darte la vuelta y estaré cuidando tu trasero. Ya puedes sentarte—le indicó cuando su cabeza quedó limpia cogiendo otro ungüento—. Levántate —le pidió y este lo hizo balanceándose por un momento, por lo que tuvo que sujetarlo.

—¿Para las picaduras? —le preguntó Nalbrek cuando recuperó el equilibrio y él asintió mientras se ponía a su espalda comenzando—. ¿De dónde lo has sacado?

—Lo hice yo —le explicó—. Encontré varias hierbas en mis cacerías y...

—Dau, vete —le pidió de repente Nalbrek tenso—. Ahora —le advirtió exigente, así que salió del agua a toda prisa antes de cambiar a zorro y alejarse a toda velocidad deteniéndose en un claro volviéndose con el corazón acelerado hacia dónde estaba Nalbrek cuando sintió el mismo calor extenderse por su cuerpo por lo que se dejó caer al suelo. Esa vez no parecía que fuese a ser fácil.




Dawi ha conseguido no solo que Nal coma, sino comenzar a alejarlo de la ciudad de los lobos. Siempre se puede contar con Dawi para que cuide a nubecita. 😎✌️

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