Tiempo muerto

By Galleta_Maria

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Después de meses de tonteos e indirectas, María ha decidido confesarle a Chanel lo que siente por ella, pero... More

Tiempo muerto
Cruzando líneas
Comienzos
Hay muchos tipos de relaciones
El día que todo empezó
El día que nos equivocamos
Fluyendo
Normas no escritas

Es complicado

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By Galleta_Maria

Siento los latidos de mi corazón martilleando contra mi pecho. Los noto invadir todo mi cuerpo, resonar en mis oídos. Es ensordecedor. Siento la sangre que se me empieza a acumular en la cabeza y un pequeño mareo súbito al sentir que he perdido el control.

Noto que todos me están mirando, están esperando mi reacción, están escudriñando mis ojos, mirando mis cara, observando mis manos temblorosas, mis gestos mecánicos, mi sonrisa forzada. Aunque yo lo que estoy esperando es desmayarme pronto.

Hemos vivido uno de los momentos más increíbles que he vivido en mi vida. España ha quedado tercera en Eurovisión, y aunque para muchos ha sido una decepción no alcanzar la victoria, para nosotros ha sido como tocar el cielo. Al acabar el festival, hemos entrado al camerino como auténticos campeones, porque así nos sentimos, y hemos empezado a llorar al sentir las emociones a flor de piel.

Chanel no paraba de llorar, de suspirar, de buscarnos a todos, de abrazarnos a todos. Están todos aquí, todos los importantes: nosotros seis, Kyle, Leroy, Javier, Yone, Eva, María...

En un momento de desahogo total, de emoción brutal, he comenzado a llorar porque no puedo creer que esto nos esté sucediendo.

Chanel se ha acercado a mí, buscándome, y con sus manos en mi cintura me ha atraído hasta su cuerpo. Me ha sonreído, me ha mirado como solo me mira ella y, rodeando su cuello con mis brazos, he apoyado mi frente en la suya. Y entonces han salido de mi boca, como un susurro, las palabras que llevo tanto tiempo sintiendo y que nunca le he dicho con tanta verdad como hasta ahora: "te amo".

Su reacción, lejos de asustarse o de esquivarme, ha sido sonreír y adelantar sus labios, como esperando un beso. Se ha mordido el labio inferior, como conteniéndose, aguantándose las ganas, y ha comenzado a rozar su nariz contra la mía. Yo, extasiada y en una nube de felicidad ante los acontecimientos de anoche, no he podido más que sonreír y negar con la cabeza, y cuando Chanel se ha separado de nuestro abrazo, he adelantado mi boca para juntar nuestros labios en un beso corto que me ha sabido a demasiado poco.

Demasiado poco después de haber tenido su aliento rozándome hace solo unas horas.


Todo habría quedado ahí y habría sido perfecto, el preludio ideal a una noche donde podría haberme cobrado todos los besos que no hemos podido darnos ahora. Habría sido perfecto si no fuera por el detalle de la camarita. La puta camarita de RTVE que nos sigue hasta cuando vamos a cagar, ha emitido en directo nuestro momento privado y ha roto nuestra pequeña burbuja de seguridad. Ha sido Josh el que muy inteligentemente ha parado a Chanel justo cuando iba a decir Dios sabe qué, y ha sido entonces cuando he visto toda mi vida pasar por delante.

Nuestro pequeño beso ha sido emitido en televisión, el día que toda España está pegada a la pantalla, en una cadena pública, y sin que lo supiéramos.

Mis compañeros me miran, Exon me pone la mano en el hombro y yo intento respirar escondiéndome de la cámara detrás de una banderita de España. De pronto siento pánico al pensar que la conversación que tuvimos Chanel y yo, porque los momentos que compartimos hace menos de veinticuatro horas pueden quedarse en nada por culpa de este desliz.



—No podemos hacer esto. —Suspiré, deshaciéndome de sus labios. —Chanel, tú...

—No digas nada ahora, por favor. —Rogó, sus manos sujetando mis mejillas, con desesperación. —Te necesito...

Chanel llevó sus manos a mi nuca y besó la piel de mi cuello. Pensaba que no era de esas que se acuerdan de los detalles, pero parecía recordar muy bien cómo cedía a su voluntad cuando sus labios atrapaban mi oreja.

Yo cerré los ojos. Estaba intentando encontrar un resquicio de cordura en alguna célula de mi cuerpo que me hiciera frenar, frenar antes de desgastar sus labios a besos y marcar mis dedos en sus caderas.

Pero no encontré la forma.

Cuando sus manos inquietas bordearon mis costados debajo de la camiseta, ya supe que estaba perdida. Y cuando sus labios, ávidos, ardientes, buscaron mis lunares más prohibidos para grabarlos a besos, ya tuve la certeza de que había caído del todo.

Chanel tiene esa capacidad, tiene esa tenacidad. Es capaz de hacer que me doblegue ante mis verdades más firmes y que olvide mi ética durante los insuficientes segundos que dura un orgasmo.

Cuando mis dedos, temblorosos y viajeros, resbalaron por su piel mojada, ella suspiró con desahogo, aferrando mi muñeca con fuerza, como una súplica silenciosa, un "no te vayas ahora que por fin puedo respirar".

La besé, la besé hasta consumir sus labios, hasta borrarle las huellas de otras bocas, hasta que sus gemidos y sus manos constataron la electricidad que circulaba entre nosotras, y entonces anidé mi cabeza en su cuello, respirando hondo, grabándome a fuego el olor de su piel cuando la sentía tan mía.

No sé cuánto rato pasamos así. La una encima de la otra, desnudas, con nuestras piernas enredadas y compartiendo calor. Chanel acariciaba distraídamente mi espalda, con los ojos cerrados y una expresión de paz que no le había visto en muchos días, y yo me dejaba llevar por las cosquillas que me provocaban las yemas de sus dedos en mi piel.

—Estoy hecha un lío.


Levanté un poco la cabeza, que reposaba sobre su pecho, lo justo para mirarla. Había abierto los ojos y miraba al vacío, de pronto su cara ya no era la misma de paz y sosiego que le había visto unos minutos antes.

—Yo... -Suspiró. —Quiero estar contigo, María, pero es que no sé cómo hacerlo...

La miré a los ojos. Estaban vidriosos, tristes, ya no tenían ese brillo que había visto cuando enredamos nuestros cuerpos.

—Yo tampoco. —Confesé. —Es la primera vez que... Que siento esto.

Chanel me miró son una sonrisa un poco triste y acarició despacio mi mejilla.

—Eres tan bonita... —Suspiró, y su mirada no era solo de admiración, casi diría que me miraba con amor. —Para mí también es la primera vez, y es por eso que tengo tanto miedo...

Yo me incorporé un poco, apoyando mis brazos y mi cabeza en su pecho y mirándola de cerca.

—Podemos hacerlo. —Dije convencida. —Podemos con todo, no tenemos que decir nada, no tenemos que contarle nada a nadie si es lo que tú quieres, hasta que estés preparada, hasta que...

—No me avergüenza contarle nada a nadie, no es eso...

—¿Entonces? —Pregunté.

Ella volvió a suspirar, cerrando los ojos y mirando hacia otro lado al abrirlos.

—Es más complicado que eso.

—Nada es complicado. —Aseguré.—Si tú me dices que... —Tragué saliva y me armé de valor, puede que mis sentimientos estuvieran desbocados tras el encuentro compartido, pero no me arrepentía en absoluto de lo que iba a pronunciar. —Si tú me dices que quieres intentarlo, que quieres ver qué es esto, sea lo que sea... Que sientes lo mismo que siento yo aquí dentro... —La miré. —Entonces haré lo que sea, Chanel, lo que sea.


Ella me miró entonces extasiada, mordiéndose el labio, y negando con la cabeza. De sus ojos brotó una pequeña lágrima, y antes de que pudiera recogerla, sus labios atraparon los míos suavemente, despacio. No era un beso urgente como los que nos habíamos dado antes. No era pasional, ni ardiente, era tan solo un beso de... de amor.

—No puedo pedirte eso. —Dijo al fin, al separar nuestras bocas. —Es que no sé qué va a ser de mí, y yo tengo pareja, no puedo decirte que...

—Sé que tienes pareja. —La corté. —Pero la que está enredada en tu piel ahora soy yo, y no él.

Ella asintió, dándose cuenta de la realidad. Estábamos aquí porque ella había venido a mí, una noche antes del gran día, mientras su pareja dormía en la habitación de al lado. Comenzó a llorar, y pude ver cómo se sentía. Tan, tan culpable. Y no se merecía esto, no hoy.

—Por favor, quédate. —Pedí. —Si no va a haber nada más que esto, quédate. —Ella asintió. —Quiero dormir así, quiero cuidarte y acariciarte el pelo hasta que te duermas, y decirte que va a estar todo bien, que mañana va a ir genial, y que no tienes de qué preocuparte.

Ella cerró los ojos, suspirando y abrazándome contra su pecho.

—Gracias. —Dijo sinceramente. —Necesito poner las cosas en orden después de la actuación y...

—Shhh. —La callé poniendo un dedo en sus labios. —Mañana, cuando todo acabe, hablaremos, ¿vale?

—Tengo muchísimo miedo. —Confesó. Podía ver sus ojitos brillantes aterrorizados.

—Yo estoy contigo. —Cogí su mano y la besé, apretándola contra mi cuerpo. —Estoy contigo y te cojo la mano, siempre, ¿Vale?

—No la sueltes...

—Nunca, mi amor.



Y ahora, aunque sus ojos me digan que nuestra conversación, que nuestro encuentro, cambió el rumbo de las cosas, no puedo evitar sentir inquietud. Todo ha pasado demasiado rápido, y aunque no hayamos ganado el Festival, esto va significar un antes y un después en la vida de todos, pero sobre todo en la de Chanel.

Un después en el que no sé si yo estoy incluida.

Al abrir la puerta del camerino para salir al exterior, a la realidad, a nuestra nueva vida, todos nuestros amigos y familiares se abalanzan sobre nosotros. Veo a mis padres, a lo lejos, ondeando una bandera de España, y también veo a la hermana de Chanel, a sus padres y a su novio. Chanel me busca la mano, la aprieta con fuerza y me mira a los ojos, respirando hondo. Asiento levemente, dándonos fuerzas, y noto como Josh se pone delante de nosotras, dándonos cobijo, esos segundos que necesito para poder mirarla a los ojos y asegurarme de que todo va a estar bien.

—No me sueltes, ¿vale? —Le susurro, apretando nuestras manos.

—No te vayas. —Responde ella.

Y después de mirarnos como nunca antes nos habíamos mirado, directo, sin filtros, pura y dura realidad, ella desenlaza despacio nuestras manos y mira al frente, tomando una gran bocanada de aire, y observo desde ahí como se entrega a la muchedumbre, a todo el equipo que ha venido con nosotros, a los cámaras de RTVE, a su familia, a sus amigos, a su gente.


Veo a su madre, que me saluda desde lejos, levantando la mano, y le sonrío sinceramente. Su madre fue la primera en enterarse de que yo formaría parte de su grupo de baile y aunque Chanel no me lo ha dicho nunca, sospecho que también sabe de nuestros encuentros en otoño, antes de la selección nacional.

Raquel, a mi lado, me abraza de la cintura y me da un apretón cariñoso, y yo congelo mi cuerpo, lo dejo totalmente rígido, cuando veo a Chanel acercarse a su novio.

Él la agarra de la cintura, la envuelve en sus brazos y la acerca hacia él. Ella se impulsa un poco por la diferencia de altura, y colgándose de su cuello lo besa. Lo besa como minutos antes habría querido besarla yo, y él la atrapa como horas antes la atrapé yo.

Y entonces la realidad viene a mí como un tren sin parada, arrolladora y violenta: es verdad, es más complicado que eso.

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