Mientras la mayoría de la ciudad bebía cerveza, jugaba con las cartas o salían sin rumbo fijo a divertirte, o incluso iban dormir, Kim Namjoon a diferencia de esa mayoría estaba escogiendo las mejores donas de coco.
¿Para quién? Para su pequeña y linda adicción.
— Gracias. — Agradeció al chico de la repostería con una sutil reverencia al recibir el paquete con las donas que ordenó.
Ahora llevaría de inmediato esas donas a su casa, para que su linda adicción pudiera disfrutarlas.
Esa noche decidió no ir a verlo a ese sitio, donde pertenece, en su lugar le diría a su mayordomo que le llevara las donas, y que por supuesto diga que van de su parte.
Una vez en casa le entregó las donas a su mayordomo con unas claras advertencias.
— Llévalas con un poco de leche caliente, no dejes que las coma todas, ayúdale a tomar un baño una vez termine de comer, y dile que ayer lo amaba menos que hoy.
— ¿Qué? — Incrédulo — ¿No vas a ir hoy?
— No, Jimin, estoy muy cansado, no quiero que crea que mi semblante es porque hizo algo mal o algo que no me agradó.
— Se la pasó todo el día llorando porque anoche no te quedaste a dormir con él, ¿y aún así no vas a ir ni a saludarlo?
— Estoy demasiado cansado, Jimin. — Murmuró con cansancio mientras se sacaba la corbata. — Yo cuid-
— Si, ya sé, cuidas lo tuyo, y Jin lo es. — Interrumpió a su mayor imitando en un intento fallido la voz del castaño enfrente de él. — Sabes que puedes hacer lo que quieras, pero solo me preocupo por Jin y por lo rápido que crece su dependencia hacía a tí.
— ¿Entonces qué? — ¿Aceptas que la cena sea en tu casa? — Cuestionó el sujeto que abrió de golpe la puerta de la elegante oficina perteneciente al jefe de la empresa.
— ¿Tengo otra opción? — Preguntó el castaño mirando al sujeto dentro de su oficina por encima de los lentes.
— La verdad es que no, mi querido y buen amigo Namjoon. — Soltó con un tono burlón en su voz.
— A veces como que me arrepiento de ser tu "amigo". — Resaltó la última palabra haciendo comillas con sus dedos. — Es que no entiendo porque te tomas el atrevimiento de organizar tus estúpidas fiestas en MI CASA. — Levantó un poco la voz a la hora de decir las última dos palabras.
— Porque estamos en confianza, Kim.
El castaño resopló con fastidio, igual no era la primera vez en la que su molesto amigo hacía cosas que lo involucraban sin su consentimiento.
Resulta que ahora se daría una estúpida fiesta con cena incluida en su propia casa, y el dueño de la casa ni enterado estaba.
— ¿Al menos pagarás tú los gastos? Inútil. — Insultó al contrario importandole poco la reacción de este.
— Se hará en tu casa, lo correcto es que me obsequies el paquete completo.
— ¡Largo de mi oficina, inútil!
— Wow... Tranquilo, fue una broma. Es obvio que voy a pagar todos los gastos. Para que no te vuelvas a alterar, me comprometo a pagar cualquier daño que se ocasione en tu propiedad.
— Solo espero que sea verdad, porque decirlo y hacerlo son dos cosas diferentes. — Dijo para levantarse de su silla y caminar hacía la puerta. — Ahora, largo de aquí. — Abriendo la puerta para que saliera el intruso.
Luego de un cansado sábado de trabajo no planeado, se encontraba un castaño tomando un relajante baño de burbujas nocturno, mientras su amigo y confidente mayordomo simplemente lo escuchaba.
El pelinegro de verdad tenía el don de escuchar, sabía cuando debía y cuando no hablar; y cuando lo hacía simplemente las palabras que soltaba eran reconfortantes.
— Creo que Jin está llorando demasiado últimamente, ¿No lo crees? — Sacó el tema mientras mantenía los ojos cerrados.
— De nuevo se la pasó llorando todo el día. — Respondió el pelinegro tras un suspiro. — ¿Lloró cuando te vió?
— Si, creo que debo tomarme vacaciones o algunos días libres para recompensar a Jinnie.
— Por favor. — Fue lo único que dijo ante la idea el pelinegro.
El castaño mayor en la habitación se sentó correctamente en la tina con una expresión en el rostro que no se podría descifrar correctamente.
— ¿Adivina qué? — Sonrió el castaño.
— No lo sé, pero tu tonta sonrisa no me convence. — Lanzó cruzando los brazos.
— Mañana vendrá a darte indicaciones sobre una fiesta con cena incluida que se dará aquí en la casa el amor de tu vida. — Sonrió burlón mientras levantaba las cejas con picardía.
— Ese estúpido no es el amor de mi vida. — Resopló. — Sabía que tu tonta sonrisa no era una buena señal. — Dijo mientras se ponía de pie. — Namjoon, hay miles de empleados que se pueden encargar de lidiar con ese imbécil, ¿Por qué yo?.
¡No conspires en mi contra, Kim Namjoon! — Lanzó con furia mientras salía enojado y sonrojado del baño; dejando al castaño solo y medio muriendo de risa.
A Kim le encantaba molestar a su amigo mayordomo con su otro molesto y atrevido amigo, eran tan diferentes, pero tan parecidos a la vez.
Solo una vez los ha encontrado en una situación... Comprometedora, solo una. Jimin al darse cuenta de que Kim los había visto simplemente se enojó, saliendo de la cocina hecho una bolita sonrojada.
Jimin sonrojado, mientras que su estúpido y molesto amigo simplemente sonreía con burla ante la salida tan precipitada del mayordomo.
Sin duda alguna esos dos terminarían juntos, o se dejaría de llamar Kim Namjoon.
Al día siguiente.
— Hola, ¿Cómo est- — No pudo terminar de hablar.
— Hola, imbécil. — Contestó el mayordomo de forma grosera al ver a quien le había abierto la puerta.
— ¿Por qué tan agresivo, caramelito? — Preguntó mientras se recostaba en el marco de la puerta observando al pelinegro enfrente de él por encima de sus lentes oscuros.
— ¿Qué ley te da el derecho a llamarme así?
— La mía, caramelito. — Sonrió burlesco recibiendo una mala mirada por parte del pelinegro.
— Yoongi, deja en paz a mi mayordomo. — Se escuchó una tercera voz en el lugar.
¡BOOM!
Ahí va.