𝕮𝚞𝚛𝚜𝚎𝚍 [Actualizándose...

Від JeanRedWolf

4.5K 448 86

[Los capítulos que tengan este icono: [*] son los que están editados] 𝙴𝚕 𝚌𝚊𝚘𝚜, 𝚛𝚎𝚜𝚐𝚞𝚊𝚛𝚍𝚊𝚍𝚘 �... Більше

0. «Iniciando...»
1. Atípico a lo convencional [*]
2. Sobrevive a cualquier precio [*]
3. No me abandones [*]
4. La peculiaridad de un Amo [*]
5. Tan joven y estúpido [*]
6. Renacido y jodido [*]
7. Adiestra a un gato [*]
8. Algo peor que el ego [*]
9. Sujeto de pruebas [*]
10. Érase la búsqueda de un oficio [*]
11. Un mal momento para el placer [*]
13. Cuando el castigo sobrepasa la crueldad [*]
14. Saborea tu culpa [*]
15. Engaños y trampas [*]
16. Obligado a luchar [*]

12. Érase un cortejo y un momento de lástima [*]

109 22 1
Від JeanRedWolf

La forma en la que matas a un monstruo dice mucho de la clase de personas eres, aunque lo creas un detalle insignificante. Hay quienes simplemente prefieren terminar rápido y largarse, o los que se ceban con los monstruos para así desatar toda su frustración. Otros sólo hacen trampas y se esconden, dejando que la propia criatura se muera por sí sola a causa del veneno u otra cosa que acabe con su vida. 

Yo no fui ninguno de ellos.

La primera vez que maté a un monstruo tenía tanto miedo que, en cuanto vi tanta sangra salir de un cuerpo arácnido, terminé vomitando. Por aquel entonces yo no era hábil creando armas y todo lo que hacía era basura, así que tenía que atacar entre las sombras con un trozo de metal malformado parecido a un puñal. Atacaba a las venas del cuello, la garganta, o me arriesgaba a dañar sus ojos.

No estoy seguro si eso me dejaba como un cobarde o un tipo astuto, pero el hecho es que todo el sufrimiento y la experiencia hicieron un cambio de chip en mi cabeza. Tuve que aceptar que eran ellos o yo. Su vida o la mía. 

Sin embargo, el yo de ahora no tiene una emoción tan primitiva y humana como lo es el miedo.

No es que tuviera miedo de que Toga muriera, ni tampoco el hecho de que ese efecto colateral en el contrato hiciera peligrar mi vida. No. Lo que verdaderamente sentía era rabia y enfado. Toga, aun estando semi-inconsciente, envía hacia a mí toda esa emoción de ira que circula por mi sangre como un torrente de fuego. Es como una explosión de sabores y olores que se instalan en tu cerebro mientras te mueves: ira, pánico, dolor, asco... Se cuelan entre el torrente sanguíneo, alterando mi psique para hacer una puja con mi espíritu y recordarme que yo soy débil frente a todo lo desconocido. 

Pero esa sensación está equivocada conmigo. Sangre fría, aunque es una habilidad pasiva que no sirve para cometer ningún tipo de dolor, me hace guardar la calma en momentos críticos como estos.

No he salido del agua por miedo, como he dicho, sino por desear recuperar esa sensación de batalla que una vez perdí al abandonar el laberinto. Lo siento cuando saco la hoz modificada con apariencia de guadaña gracias a mis habilidades de herrería. Lo saboreo cada vez que las armas chocan contra las espadas oxidadas de los monstruos, donde cada borbotón de chispas golpea nuestra piel al estar en constante movimiento. La adrenalina brota, pateando cualquier otra emoción que no sea el éxtasis con la fuerza de una erupción volcánica en mi interior; el sentir la carne de los goblins partirse por la mitad como lo harías con el pan recién horneado, el crujir de los huesos en cada impacto, la sangre verdosa golpeando mi cara que mantiene una sonrisa maliciosa... Todo cuenta. Es un placer morboso y refulgente, recordándome constantemente todos esos libros que hablan sobre cómo los dragones son difíciles de motivar porque viven por demasiado tiempo y terminan aburridos. 

La batalla. La información. La riqueza. La evolución del mundo. El poder.

Supongo que en mi caso es la batalla, el disfrutar observar cómo las cabezas vuelan por el aire como proyectiles hasta impactar entre sus compañeros. Patear sus cuerpos, robarles el arma y apuñalarlos con ella en el corazón, sin siquiera detenerme porque esto es una cacería y no una batalla de entrenamiento.

Aquí no importa el saber, sino el infundir miedo. El aplastarlos a todos, demostrándoles que no soy tan debilucho como parezco.

Aquella sensación evoca un recuerdo con Hell durante unos segundos.

Hell, ¿por qué los vampiros no hacen contratos de sangre para tener una legión de subordinados? ―le pregunté a los seis años y medio, justo en medio de una lección sobre efectos alterantes en las batallas por orden de mi padre―. ¿No serían los vampiros las criaturas más poderosas del continente por ello?

El vampiro sonrió con una sonrisa triste, casi lamentando que yo creyera eso.

Los contratos de sangre no son tan sencillos como parece ―me asegura con suavidad―. Tener un vasallo es una gran responsabilidad porque, aunque los vampiros tengamos una vida casi inmortal gracias a nuestras habilidades de supervivencia, eso significa que debes de cuidarlos como si pertenecieran a un grupo selecto del mundo. Sientes sus emociones más intensas, sientes su dolor, sientes cada pequeña punzada de frustración cuando sus sueños son destrozados. No son golems.

¿Tan problemático es?

Lo es cuando despiertas esa sensación de "pertenencia" cuando otros les hacen daño ―admite en voz baja, casi como si fuera un secreto que no tuviera que saberse por nadie―. Tu mente se nubla en ira cuando más cercano eres a tu vasallo, casi volviéndote irracional como le ocurriría a un Berserker en plena batalla. Es la necesidad de recuperarlo, protegerlo, vengarte de aquel que hirió a algo que está bajo tu cuidado.

Agaché la cabeza y miré los pergaminos con una expresión ceñuda. Eso era muy complicado, sobre todo porque significara que cuanto mayor era el grupo, más probabilidades tendrías de ser devorado por la ira y, por lo tanto, te volverías irracional.

Qué suerte que no sea yo un vampiro, ¿verdad? ―bromeé, dedicándole una sonrisa que lo animó un poco.

¿Acaso pensaba cambiarme por otra criatura, mi pequeño señor?

No lo sé ―mentí, pero él ya lo sabía. Aun así, no negó un exagerado y teatral jadeo dolido―. ¿Me prometes que serás siempre amable conmigo, incluso cuando me pongo insoportable?

Entonces él sonrió, quitándome la pluma de la mano, y añadió:

Los vampiros somos un poco egoístas y buscamos la calidad, pero si nuestro señor es tan inteligente como usted, estoy seguro cualquiera le sería fiel.

Eso no responde a mi pregunta, Hell.

Siempre, mi pequeño señor. Siempre le seré fiel ―inclinó la cabeza con elegancia―. Y eso, para un vampiro, no se puede medir con el tiempo.

Al principio no pude entender esas palabras, pero ahora las siento. Mi cerebro percibe a Toga como algo que me pertenece, similar a un efecto secundario evocado entre las regiones neuronales de mi cabeza. Sentir demasiado en batalla es peligroso, y tener lástima por otros puede causarte la muerte. 

Deseo venganza.

Los filos chocan contra el metal entre sonidos metálicos, y cuando sus armas intentan dañar mi piel ésta se vuelve en una coraza de escamas negras, protegiendo mi mayor debilidad y transformándome en un ariete descontrolado. Ocultan mi desnudez, evitan que muera de un golpe mortal aunque mi cabeza está al descubierto. No siento dolor. El golpe contra las escamas ni siquiera me hace cosquillas, como si estuvieras intentando pellizcar una piedra. No hay reacción.

Quizás sea la adrenalina, o quizás el pensamiento intrusivo de moverme en todas las direcciones para que nada pueda darle un golpe final a Toga que sigue inerte en el suelo con una respiración pesada y lenta. 

Crimson sabe que no debe de meterse en mis peleas salvo si se aprecia auténtico peligro, por lo que obviamente él sólo se encarga de eliminar a todos aquellos que se acobardan e intenta escapar del campo de batalla. Piedrecillas son suficientes para que una cabeza reviente como un globo de pintura o una pierna salga volando sin control. 

Estos goblins son criaturas de corta estatura, horrendos rostros demacrados y totalmente descoordinados. Parecen niños que tocan una daga por primera vez. Infravalorarlos puede ser algo peligroso, pues no deja de ser monstruos que pueden quitarte la vida.

Mis cortes son toscos y a veces golpeo con la base de la barra de madera que se utiliza como mango, pero no me importa. Aunque carezco de habilidades puramente ofensiva y mi fuerza bruta sea ridícula, la vida de un ser viviente no deja de ser la misma para todas las demás. Admito que no soy tan grácil como en el laberinto. Hay descontrol y frenesí en mis pasos y movimientos de los brazos, los esquives son torpes, y el único sonido que sale de mi boca es un gruñido que es acompañado de una neblina negra que sale de mi boca como lo haría el vaho en invierno.

No hay piedad ni misericordia sobre aquellos que se atreven a herir lo que es mío. 

No existe grado suficiente para descubrir cómo burbujean mis pensamientos tras cada movimientos, el como cada caída tambaleante a veces sólo ejerce heridas no-morales, o el uso excesivo de saliva ardiente en dirección a los ojos o las bocas abiertas para crear gritos entre los monstruos.

Pierdo la noción del tiempo.

A veces los golpes directos me hacen volver en mí, pero en otras ocasiones la ira intenta cegarme y el mundo se vuelve negro. Los persigo como lo harían los niños contra las gallinas en un corral, pero no todos son lo bastante inteligentes para evitarme sin salir airosos. Tampoco es que Crimson lo permita cuando una piedra del tamaño de una avellana es capaz de causar destrozos.

Cuando quiero darme cuenta no parece existir nada vivo, o al menos a simple vista. Hay cadáveres en todas las direcciones, manchas de sangre ensuciando la tierra y la vegetación alrededor, y el sonido de las aves nocturna a duras penas se aprecian como murmullos.

Me siento en calma.

―Mi señor, he atrapado una mascota ―Crimson aparece con un goblin tomándolo del cuello―. Intentaba hacerse el muerto, pero no ha sido lo bastante inteligente para engañar mis sentidos. ¿Le gustaría que cocinara un caldo para celebrar su victoria?

Alimentarte de carne de monstruo es asqueroso, pero eso genera beneficios de manera nimia. Como ya dije con los slimes, matar monstruos tan débiles no ofrecen grandes porcentajes de mejora, pero sí generan puntos en la tienda de jugador. No son una burrada ni un número impresionante, pero mi sentido del gusto sigue estando anulado y todo sabe a ceniza. 

―Déjalo un momento en el suelo ―ordeno. Observo como éste lo lanza a la tierra sin ningún cuidado, consiguiendo que la criatura emita un sonido de dolor. El vampiro le ha roto los brazos y las piernas, por lo que no podrá huir ni aunque lo intente, pero eso no significa que no pueda morderme―. ¿Qué debería de hacer contigo, cosa repugnante? 

Hag gum, gugur! [¡Te voy a matar, humano de mierda!] ―gruñe el goblin mostrando dos líneas de dientes amarillos tan afilados como cuchillas de barbero. Está sucio y cabreado―. Garu ham! [¡Acércate y veras!]

No estoy sorprendido de que pueda entenderlo. Tampoco que sea la primera criatura a la que le entiendo su idioma, aunque la mayoría habla de una manera inconexa. Sabio me aseguró la primera vez que todo se debe a mi habilidad de lenguaje universal.

―Muy valiente cuando estás al borde de la muerte, pequeña mierda ―le golpeo en el ojo con la punta de hierro de la hoz modificada. No lo bastante fuerte para metérselo dentro, pero tampoco tan débil para parecer clemente―. ¿Qué tal si gritas un poco más alto para que otros vengan? Todavía sigo estando un poco molesto por lo que habéis hecho con mi gato.

Ñag! Ñag! Gag kag! [¡Cabrón! ¡Cabrón! ¡Deja de golpearme!]

―Por mucho que me insultes, eso no hará que te deje vivir por demasiado tiempo ―le digo con frialdad, acercando el filo hasta colocárselo debajo de la garganta. El monstruo se queda quieto, mirándome con una mezcla de ira y sorpresa porque puedo entenderlo―. Toga es un imbécil, ya que ir desarmado por la noche en el bosque es un acto digno de un descerebrado ―le comento a Crimson, el cual no dice ni una palabra. Sólo se mantiene en su lugar, expectante―. Supongo que será recurrente que, de ahora en adelante, los monstruos metan la nariz en mis asuntos y eso es una completa mierda. No me gusta que interrumpan mis metas ni toquen las cosas que me pertenecen por derecho.

Ñak haum ga! [¡Qué te follen!] ―me escupe, literalmente, a la altura de la rodilla parte de su saliva con sangre verdosa.

Táctica de herrería: Gliwong (Candente) ―evoco, provocando que la hoja pase de un frío gris platinado a un candente tono caléndula―. Hay un límite para mi tolerancia... ―comento en un tono bajo, inclinándome a duras penas unos centímetros al monstruo que se mantiene en una postura extraña―. ¿Sabes por qué todavía no te he cortado la cabeza como a algunos de tus compañeros? ―pregunto y el goblin frunce el ceño, confundido―. Porque cuando tu cabeza caiga y salga rodando de tu cuerpo, Crimson tendrá la gentileza de arrancaros la piel a todos, desprenderá la carne de vuestros huesos para hacerme un asqueroso guiso con sabor a ceniza para que me lo coma, y utilizaré vuestros huesos para mi alquimia. Será lento y milimetrado, para que si alguno sigue vivo, otros puedan escuchar su sufrimiento a través de sus gritos...

Por primera vez en todos mis años soy testigo del primer monstruo expresivo, y al primero al que le puedo hablar aunque mis palabras no sean amables. Sólo aguardo con paciencia su resistencia para no caer hacia delante, dudando sobre lo que hacer... hasta que me sorprende con partiéndose la lengua antes que soportar más esta tortura.

Cae, y por lo tanto su cabeza sale desprendida en cuanto la hora caliente parte el cuello y derrite el hueso.

―Gracias por participar en mi experimento ―agradezco de manera irónica―. Ahora ya sé que existe inteligencia entre los monstruos, aunque sea limitada.

Entro en la tienda un rato después de arrancarme toda la sangre del cuerpo, soportar las nauseas de un repugnante estofado de goblin, y observar que Toga sigue tumbado en la improvisada camilla de piedra que todavía intento transformar algún día en cama. Crimson lo ha dejado ahí mientras me estaba bañándome, dejándolo de la manera exacta en la que se lo ordené: Sólo vistiendo su pantalón, tumbado boca arriba y que se mantuviera alejado de la tienda para no saber lo que voy a hacer dentro. 

Sigue en su sitio sin haberse movido ni un milímetro, mientras respira con lentitud. Mi mano se posa en su frente perlada por el sudor estival, a lo que sé que no hay fiebre de la que preocuparse. Todavía conservo parte de los resquicios de sus emociones en mi pecho, quemándome como pequeñas brasas cada vez que dejo escapar un suspiro. Supongo que Hell tenía razón cuando tener vasallos es una gran responsabilidad, pero he sido demasiado orgulloso y ciego para creer que algo así podría pasarme factura algún día.

He quedado como un idiota y lo tengo merecido.

―¿Por qué te has ido desarmado, gato estúpido? ―murmuro, colocando dos dedos en su cuello para pulsar la aorta, confirmando que su ritmo cardíaco está un poco alto pese a respirar con lentitud. No hay nada que preocuparse, como por lo menos veneno―. ¿Quizás lo hiciste por orgullo? ¿Te habías guardado esa espina que te dijo ese león de mierda, sobre que le tenías pánico a los monstruos? ―Aparto los dedos de la zona para, con calma, colocar la palma sobre su pecho para sentir los latidos de corazón. La piel está bastante sudada como a frente, cálida, y a veces se aprecia un ligero cambio de latido que parecen más bien amagos―. Eres igual de imbécil que mi exnovio... Por gente como tú, me recuerdo que el mundo es solitario y cruel para los que queremos ser dueños de nuestra propia vida.

Toga tenía un par de semejanzas a mi segundo exnovio: Era muy alto, de contextura ancha por su afición al deporte, y con una personalidad que chocaba siempre contra la mía. Animoso, pero terminando siendo irritante; orgulloso, pero cayendo en el tópico de individualista; fuerte, pero mentalmente fácil de desestabilizar... Todavía recuerdo cada pequeña pelea que él se encargaba de iniciar cuando yo hacía algo que lo ofendía o no le gustaba, todo para que al final terminara saliéndose de casa y no volviera hasta el día siguiente.

En aquella época yo no tenía mucho dinero y él se ofreció a que compartiéramos piso. Pensé que era una buena señal, de que todas las cosas malas que había vivido terminarían ahora que tenía un novio atractivo, iba a empezar mi universidad y podía tener tiempo para planificar mi futuro.

Me equivoqué.

Fui demasiado ingenuo al creer que él sólo me quería por mi forma de ser, del buen humor que me encargaba de mantener siempre alto, y las actividades ligadas al hogar para que él pudiera volver a casa y su ánimo fuera siempre positivo. Me equivoqué, porque mientras yo tenía que alternar trabajo, estudio y limpieza, él en el gimnasio ya estaba intimando con una chica. Él me dijo que éramos novios, que me ayudaría a ser alguien importante en el futuro... pero una noche trajo a la chica a cenar y me presentó como su "compañero de piso". Fueron tres palabras que me dolieron horriblemente, pero decidí callarme y mostrarme amable aunque no tuviera mucho que ofrecer en una conversación.

Ella era un encanto: Agradable y divertida, con una risa muy acorde a su personalidad. De contextura esbelta, inteligente en algunos campos y un poco tonta en otros, pero de trato fácil.

Fue en esa cena cuando supe que él y yo no estábamos hechos el uno para el otro, y mi planificación del futuro tendría que esperar. Lo supe cuando ella y él compartían miradas cómplices, los ligeros sonrojos de ella cuando le acariciaba el muslo bajo la mesa, la atención que ella recibía y las frases breves que yo obtenía. Me tragué todo eso, decidí expresar que me alegraba por él... y cuando ella se iba, el mundo pareció cambiar entre nosotros. Ella ya no existía, yo era el centro de su atención y me halagaba por mi "buen trabajo".

En ese momento no sabía bien por qué acepté tragar tanta mierda. Quizás porque me sentía solo, a lo mejor porque era el segundo novio medianamente atractivo que se fijaba en alguien como yo, y no huía cuando sabía que vivía en un cuartucho de una habitación. El primero me engañó, robó, y cuando menos lo esperé me echó a la calle sin nada, por lo que supuse que este segundo sabría manejarlo mejor.

Nuestra "relación" duró un año. Con él aprendí lo que era tener sexo con un hombre, lo que era saber que sus besos eran falsos, los abrazos convenientes, y las palabras en mi oído una dulce mentira que terminaría olvidando cuando él saliera de casa para irse con ella. Cuando ese año pasó, y la chica venía muy de seguido a casa, tomé valor para hacer una maleta e irme cuando él estaba en el gimnasio: Dejé una nota sobre la mesa agradeciéndole todo este año de nuevas experiencias, le deseaba felicidad y un agradable futuro con ella... pero también expresé mi dolor. Le recordé las punzadas que infringía cada vez que me llamaba "amigo" o "compañero de piso" frente a los demás, le dije que algún día tendría que salir al mundo y confesar que le gustaban tanto los hombres como las mujeres o alguien más sufría como lo hice yo, dejé caer lágrimas cada noche solitaria en una cama cuando él se iba con ella, y también lo difícil que era cocinarle a él tuppers en días señalados como navidad o San Valentín. Días que yo me quedaba solo en esa casa, mientras que él se iba con ella.

Desde aquel día me juré que no volvería a intimar con nadie, que mis únicos objetivos en la vida sería ser una buena persona y terminar la universidad al precio que fuera.

Pero, "al precio que fuera" decía muchas cosas. Algunas dolorosas, otras inhumanas, a veces agradables, pero siempre con un final económico para saber que cada billete sería invertido en mi educación aunque la comida proviniera de la basura o del banco de alimentos. 

―No estás preparado para seguir mis pasos, Toga... ―murmuro, tomando una profunda respiración―. Seris ide Tekte ba, ide na nise blut denbunge sit, dun sals ide hetifrie zahbelen (Arranca la cadena que está atada a su sangre, y permite que la libertad sea un pago saldado)... ―pronuncio en voz baja, evocando un círculo lleno de caracteres alrededor de su corazón en un rojo neón―. Nide Siterme fritebe chid nov nieme Benle ni winzernerge Vassallenchaft dun bigt med Biest ide cencha, nov nersie Charfthers fritebe zu denwer... (Tu amo te libera de una vida de vasallaje forzado, dando a la Bestia la oportunidad de ser liberada de su dominio). ―Asciendo hasta estar a la altura de los labios, concluyendo―: Vergib med red niset dammtver raw, vergib med mann, ned chi niset fesseltge beha. Red Meister tetiebe isene Mungzustig na dun siegeltver ise las Verchenspre, ni med re inenje Tügenmerei benha driw (Perdona a aquel que una vez fue condenado, perdona al hombre que una vez até. El amo ofrece su satisfacción, sellándolo como una promesa, en la que no existe deuda alguna).

Sello el desencantamiento con un ligero besos en los labios, sólo apoyándolos los unos con el otro sin ninguna connotación específica. Toga no puede alcanzar mis planes de venganza si sigue actuando de esa manera, y yo no puedo tener un lastre que haga de mi vida más complicada de lo que ya lo es de por sí. En el mejor de los casos, lo único que puedo hacer esa salvarlo y liberarlo, aunque esto sea un momento de lástima que no quiero volver a repetir jamás.

Ahora que está libre podrá irse cuando quiera, tomar la ruta que desee sin sufrir dolor alguno. No le diré lo que he hecho, porque tarde o temprano se dará cuenta que alejarse de mí ya ni siquiera parecerá importarle, quizás concluyendo que eso será una suerte para él y es mejor malgastar su vida en banalidades como gastar su dinero en putas, el beber hasta no saber caminar derecho, o recibir bofetadas por comportarse como un baboso.

Mi sorpresa llega cuando, antes de separar los labios, siento la lengua  de él invadiendo mi boca en un vago gruñido ronco de pecho. Abro los ojos, comprobando que él los sigue teniendo cerrados, pero su mano se ha levantado en algún momento para colocarse tras mi nunca, obligándome a agacharme hasta profundizar una acción que me ha pillado por sorpresa.

No hallo palabras exactas.

Sólo dejo que haga eso, acaricie mi lengua con la suya más ancha y rasposa, conforme la mano que me sujeta pasa de un agarre a una caricia sobre el cabello blanco. Los dedos anchos se cuelan entre los mejores blanquecinos, y su pecho se ensancha en una respiración de nariz. A duras penas es un minuto ininterrumpido de beso, pero siendo lo bastante intenso para que cuando nos separamos mi boca se sienta caliente y su sabor presente un regustillo que no sabe a ceniza.

No hay respuesta por su parte, más que volver a caer en un sueño profundo, mientras que yo me siento tan confuso con lo que ha pasado que ni siquiera dudo en darme la vuelta y salgo de la tienda de campaña.

No respondo a las palabras de Crimson, ni siquiera las escucho.

No detengo mis pasos hasta el río.

Y tampoco pronuncio ninguna palabra de lo que siento, pienso o quiero formular de alguna manera. Simplemente me mantengo callado. Estático frente al agua que muestra mi reflejo, donde las mejillas están rojas entre la piel morena, y mi cabello blanco parece un rayo de luz de luna.

No se siente como un agradecimiento, pero tampoco como una despedida.


Para cuando quiero darme cuenta, hemos alcanzado un mes desde que acampábamos en las proximidades a Belekhia. La vida sigue su curso, pero existen mejorías: Como por ejemplo, pasar de aventurero de grado F a D en menos de dos semanas tras empezar a dar partes útiles de monstruos que no sé darle un uso inteligente. Al principio poca cantidad, pero en cuanto las bolsas superan los cinco kilos de orejas de goblins o un kilo de dientes de perro salvaje o lobo salvaje, la gente comienza a preguntarse sobre este abrupto cambio de nivel.

Después de eliminar el contrato con Toga pensé que se ira, pero estuve equivocado. El tigre no se marchó ni una sola vez, y no porque yo no le mandara a la mierda o le dijera que se fuera de mi vista, sino porque a lo mejor no le apetecía hacerlo por costumbrismo. Aun así, sigue molestándome soportar sus borracheras en la taberna, sigue quejándose de la comida mientras acampamos, sigue la rutina del baño, y sigue siendo un grano en el culo incluso cuando recolectamos materiales en el bosque ya que no están los slimes tragándoselo todo sin dejar nada para los investigadores como yo.

Belekhia es una ciudad grande, imposible recorrértela por una semana. Siendo una ciudad relevante en el territorio de Balenka ―región generalmente poblada por Bestias― no es de extrañar que, durante los eventos, la ciudad se aprecie animada. Primavera y verano son las épocas en la que las Bestias se ven más activas, relajándose en los meses de otoño y guardando toda su energía en la época de invierno; y sin embargo, eso también implica que las Bestias exuden feromonas constantemente a causa del sudor constante. Por obvias razones, el cúmulo de olores durante las dos primeras estaciones del año genera una constante y repetitiva secuencia de cortejos en plena calle, especialmente por la noche para no estorbar a los tenderos. Y sobre todo son los hombres lo que son un poco más cansinos, en especial los carnívoros, que no les tiembla la boca para intimidar a los demás y robar "a sus presas" como signo de dominancia.

Pese a lo dicho, Toga durante todo el mes no pisó el Barrio Rojo ni una sola vez. A veces se lo dejo caer como una posibilidad, pero creo que piensa que me estoy burlando de él y me llama gilipollas antes de largarse a otro lugar. Con el tiempo dejé de hacerlo, ya que en el fondo en realidad no es mi problema y ahora todo recae sobre él mismo. Sin embargo, en la taberna si lo ves coquetear, buscando una constante atención que por la época que es genera ligeros frutos: Un beso fugaz que los hombres-bestia aplauden con vítores a causa de la ebriedad, o irse con una de esas mujeres a la parte trasera para volver pocos minutos después.

Demasiado breve para haber follado, pero demasiado rápido para haber hecho algo más intenso. Una incógnita que Toga no me cuenta y yo no le pregunto.

En cuanto a Crimson, espera con impaciencia el mejor momento para que intimemos de un modo mucho más "privado". Algo parecido a lo que ocurrió en río, pero de momento se contenta con ser atado con seda de araña y acariciar su piel con la punta de un cuchillo para provocarle un éxtasis un tanto obscuro. 

Simple, sencillo, aunque no entiendo el por qué no va directo al tema y se conforma con ello.

―¡Tenéis frente a vosotros oficialmente a un grado B de herrería! ―grita Toga a pleno pulmón en medio de la taberna, tan borracho como la mayoría al encontrarnos en un festival. Me señala con la mano abierta, a la vez que hincha su pecho con total orgullo―. ¡¿Y sabéis qué más!? ¡También ha subido esos niveles en alquimia farmacéuticas, costura y carpintería! ¡En un puto mes!

La gente genera un "Oooh" que resulta demasiado impresionante, casi rozando la exageración, pero también las risas al ver que el tigre está alardeando de ello como si todo ese esfuerzo hubiera sido gracias a su ayuda.

―Tendría que haberme ido con Crimson a la biblioteca, en lugar de soportar a estos putos borrachos ruidosos de mierda... ―murmuro para mí mismo. Siento vergüenza ajena sobre todo este espectáculo por culpa de este gato del demonio, y eso que intuí de ante mano que hoy la noche iba a ser demasiado animada y no me apetecía nada soportar tanto ruido―. Toga, deja de hacer el ridículo y no te cebes de mis beneficios personales. Además, estás borracho y no dejas de moverte como si tuvieras pulgas en los huevos, y si sigues así caerás de la silla hasta romperla por subnormal.

El tigre me ignora por completo, gritándoles a todos que brinden por mí, y ellos lo hacen. Este ruido sólo hace que suspire, y muerda el trozo de carne con lechuga que sabe a cecina en cuanto toca mi lengua. El sabor de la muerte, del castigo por lo que soy, o quizás es el efecto secundario tras la volver a nacer de un huevo. No lo sé.

Aunque la música sea animada y la gente se ría mientras bebe, yo en el fondo sé que esto sólo será algo temporal. Cuando termine el mes de agosto, finalizando así el verano, retomaremos nuestra aventura de la que no puedo desprenderme aunque todavía estemos a mediados de julio. Ahí Toga se dará cuenta que puede quedarse sin que yo le diga nada, ya que no está atado por sangre y por lo tanto puede hacer lo quiera con su vida.

Tomo la jarra con jugo de bayas, mezclando ceniza con cecina, y mi mente me recuerda que ser yo no parece muy divertido si lo piensas con perspectiva. No puedo disfrutar de la comida ni la bebida, son demasiado obstinado para aceptar fácilmente el placer y no creo ser demasiado carismático como los personajes de los anime en los isekai. Tampoco es que me importe demasiado, pues así soy ahora mismo y cambiarlo es una pérdida de tiempo y esfuerzo.

También pienso en Hell y en mi padre, preguntándome cómo estarán ellos. Qué será de su vida.

De repente me quitan la jarra, tomándome de la mano un segundo después para despegarme del asiento y así obligarme a meterme entre la multitud que no deja de moverse en el centro.

―¿Qué coño haces? ―le pregunto a Toga, quien es el culpable de haberme sacado de mis pensamiento para meternos entre la gente bailando―. Yo no bailo. Es estúpido.

―¡Claro qué bailarás! ―asegura, obligándome a que mi mano agarrada se coloque en su hombro y, la suya, me tome de la cadera para pegarme a él. La postura es demasiado incómoda por la diferencia de altura, y además no me gusta estar rodeado de gente haciendo tanto jaleo―. ¡Estamos celebrando una buena cosecha este años, e incluimos tus ascensos! Así que tienes que bailar sólo conmigo.

―Te he dicho que yo no bailo, cansino.

Aunque consiga separarme del felino, él consigue tomarme del brazo con fuerza y dedicándome una mirada decidida con la pupilas dilatadas y los ojos brillosos a causa del alcohol. Siendo honesto, su resistencia es bastante buena, pero tiene esa fea costumbre de rivalizar con otros hombres por "una cuestión de honor" y luego termina muy perjudicado cuando tiene que volver al campamento.

―¿Por qué tienes que ser siempre tan antipático? ―me pregunta con el ceño fruncido―. ¿No te gusta compartir tus logros con los demás, aun cuando lo que tú has hecho es impensable para la gente corriente?

Necesito ser fuerte, habilidoso, y demostrarle a esos estúpidos Dioses que no voy a ser el clásico héroe de novela. Yo no salvaré el mundo. No quiero tal cosa, porque mi objetivo es matar a esa Diosa que me jodió la vida como si fuera lo único importante en mi existencia; y es por ello que no puedo permitirme perder mi valioso tiempo en fiestas como estás. El exceso de ocio retrasa, y no puedo permitirme ir por detrás de nadie.

―Soy así y punto ―espeto con aspereza, la cual no parece importante en  absoluto ahora mismo―. Además, ¿a ti por qué te importa ahora que me "divierta", cuando he demostrado que no tengo interés en las interacciones sociales? 

―No siempre eres tan capullo e intratable, lo he comprobado bastantes veces, así que eso de estar a la defensiva se me hace muy raro.

Sus dedos hacen un daño terrible, a sabiendas de que dejará marcas en mi brazo. Toga aceptó el oficio de Beserket, y su fuera se disparó casi como si le dieras una patada a una piedra. Ahora su fuerza bruta es monstruosa, aunque sigo sin entender el por qué no aprovecha toda esa energía y fuerza en aplastar monstruos, en lugar de tomar estúpidas misiones de recolección o transporte de carga pesada. 

―Hoy no es el día que más católico me siento.

―No sé que significa esa expresión ―rebate, insistiendo en tener la razón.

―Significa que no estoy de humor para hacer estas idioteces.

Cuando estaba viviendo con mi familia y Hell, yo no era así. De hecho, era alguien de trato fácil, ya mucha gente le encantaba escuchar mis desvaríos sobre descubrimientos como si fuera algo impresionante. Lo era para mí, aunque no para ellos. Sin embargo el laberinto me cambió. Me volví salvaje, visceral y cruel por sobrevivir. No hay amigos en la supervivencia cuando han pasado mucho tiempo solo, y esas cosas se te clavan en la psique de alguna manera.

Consigo deshacerme de su agarre de nuevo, esta vez dirigiéndome hacia la puerta de entrada a paso ligero. 

Sin embargo Toga no va a permitirlo. Ni siquiera le cuesta nada atrapar mi brazo, obligándome a darme la vuelta y seguidamente empujarme contra una mesa alejada donde mi trasero golpea el borde. El impacto ha dolido un poco y estoy dispuesto a gritarle para que se fuera a tomar por culo por ser un bruto de mierda, pero me sorprende cuando me toma de los muslos y obliga que me siente en la mesa. Literalmente tengo su cuerpo pegado al mío, siendo esta situación una mezcla excitante y aterradora pese a ser ilógica por el cariz de la cercanía excesiva.

Yo lo miró con enfado.

―¿Qué coño haces?

No obtengo respuesta, pues Toga literalmente se agacha después de quedarse mirándome por un largo minuto y hace que nuestros labios se junten en un momento. Yo no soy bueno besando, o al menos no he sido alguien que ha practicado con frecuencia tanto como me gustaría. Noto la lengua torpe entre su boca y la mía, pero todo se debe a la sorpresa de que este bruto esté besando a un hombre, aun cuando siempre ha gritado que él es hetero.

Alzo la mano con intenciones de darle un puñetazo, pero Toga cierra mi puño con su mano para profundizar con el beso. Se le nota ansioso y caliente. No le importa en absoluto que olamos a cerveza por su lado y pino por el mío, incluso percibo una pelota de emoción en el estómago dando vueltas como lo haría un ovillo en una cuesta.

Para cuando suelta mi mano, ésta cae sobre su hombro. No sé dónde tocarlo, cuánta fuerza aplicar en un agarre, que tan profundo desearía clavarle las uñas en la piel. No sé lo que pasa por su cabeza, sólo que su beso está ligada a un hambre atroz, casi animal, y lo sé porque sus manos directamente se hincan en mi trasero para que mi cuerpo perciba la gruesa erección formada en sus pantalones en su completa extensión.

Es demasiado grande.

Esto es demasiado absurdo.

El beso es demasiado intenso.

De repente Toga rompe el beso, y la lengua de él lame sus propios labrio hasta soltar una sonrisa arrogante al ser testigo de cómo mi cara ahora mismo estará roja de la vergüenza y la confusión.

―Baila conmigo. Sólo conmigo.

Esto es estúpido, porque está haciendo todo esto por una mierda de baile de taberna.

Al principio quiero burlarme de él si en realidad no es hetero, que a lo mejor cambio de acera, pero luego recuerdo que ha ingerido mucho alcohol y eso a veces hace que la gente haga estupideces de las que no haría estando sobrio. Quizás mañana ni recordará esto. Esto no es más que un impulso primario, posiblemente causado porque sexualmente se le ha restringido demasiado y yo he sido lo más cercano ante el contacto cercano que ha tenido mediante las pruebas en la tienda de campaña.

―Estás tan ebrio que estoy seguro que no eres consciente de lo que acabas de hacer ―espeto ceñudo, sintiendo sus manos masajearme el culo como si lo hiciera un gato en un colchón. Y por supuesto que su polla no se desinfla debajo del pantalón de lino, mostrándose tan descarada como lo ha sido este beso a traición. Un beso que, técnicamente, no sigue ninguna lógica pese a sus insistencias de no verse atraído por otro hombre―. Lo que estás pidiéndome es estúpido, y ya te he dicho varias veces que no. ¿Sabes lo que significa la palabra "no", Toga?

―¿Tanto te cuesta cumplir un inocente capricho que tengo ahora mismo contigo? ―cuestiona mientras mantiene esa sonrisa que intenta ser seductora, como si creyese que yo soy como esas mujeres bobas que caen rendidas por su encanto al principio antes de comprobar que es un capullo y, después, le pegan una bofetada. Aun así no respondo sino que le dedico una mirada seca―. No puedes tirarte todos los días encerrado en el bosque, matando bichos, creando potingues o tallando madera como si fueras un inadaptado social. Necesitas divertirte como la gente común, aunque lo creas estúpido.

―Puedo y lo he hecho, así que aléjate de una vez.

―¿Quieres que me ponga insoportable? ―vuelve a preguntar―. Puedo ser muy insistente.

―Sí, ya lo he visto cuando una mujer te abofetea poco después ―refuto, lo que hace que su sonrisa pierda un poco de fuerza―. Así que no pongas a prueba mi paciencia, o lo lamentarás.

Entonces Toga, como si no tuviera ahora mismo miedo pese a saber de lo que soy capaz de hacerle a las malas, me susurra en voz baja, muy cerca de los labios:

―Hay alguien mucho más caprichoso que yo, y ese es mi tigre interno que me ordena ignorar todas tus palabras. ―Sin siquiera pedirme permiso me levanta de la mesa, llevándome hacia el cúmulo de gente borracha y bailando, mientras le pego capones con los puños cerrados.

―¡Toga, bájame de una puta vez!

No obtengo respuesta. Sólo tengo a un gato enorme y bruto, con una erección enorme que todos pueden apreciar pese a su ebriedad, más borracho que una cuba, y soltando una secuencia de carcajadas a cada paso porque ve que no puedo zafarme ni aunque ponga mi mayor esfuerzo en escapar de su agarre.

Продовжити читання

Вам також сподобається

151K 18.7K 30
«Mi futuro marido sabe todo de mí... yo solo sé que cuadruplica mi edad, y que pertenece a una especie que podría matarnos a todos» Libro de la saga...
49.6K 6.9K 45
toda mi clase y yo fuimos transportados a todo un mundo de fantasía lleno de magia y poderes, todo para vencer al Rey demonio. ¿¡Porqué debo pelear p...
21.3K 3.4K 43
Karla es una joven universitaria la cual, por obra del destino, presencia por error a uno de los pocos seres en el universo incapaz de ser visto por...
11.1K 733 4
Arrepentimiento, es ese sentimiento que no te deja dormir por las noches, es ese sentir de pesar por haber hecho o haber dejado de hacer algo. Este s...