Tiempo muerto

By Galleta_Maria

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Después de meses de tonteos e indirectas, María ha decidido confesarle a Chanel lo que siente por ella, pero... More

Tiempo muerto
Cruzando líneas
Es complicado
Hay muchos tipos de relaciones
El día que todo empezó
El día que nos equivocamos
Fluyendo
Normas no escritas

Comienzos

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By Galleta_Maria

—Oye Ría, ¿tú has bailado con Kyle Hanagami, verdad?

—Bueno, fui a una MasterClass suya en Los Ángeles, ¿por qué?

—Tengo un proyecto entre manos en el que él está implicado, y había pensado que quizás te interesaría.

—Siempre estoy abierta a propuestas. —Le sonreí pícara.

Chanel se mordió el labio, riendo. Desde que habíamos empezado los ensayos de Malinche, el musical donde estábamos ambas, habíamos congeniado a la primera. Con el resto del grupito también, y es cierto que siempre estábamos coqueteando todos con todos, sin embargo, con Chanel parecía haber otro tipo de energía, un coqueteo sano, sincero, de esos que te ponen una sonrisa al final del día.

—Mira que todavía no te he hecho la propuesta indecente... —Sonrió, guiñándome un ojo, y yo reí con ella.

—Oh, estoy deseando escucharla.

A Chanel no le costó mucho convencerme, todo lo que tuviera que ver con trabajar, trabajar y trabajar me parecía bien, hasta el punto de trabajar durante días seguidos. Había periodos en los que no había descansado en más de 20 días seguidos. Mi cuerpo acababa destrozado, pero para mí era como una droga, necesitaba tener fondo y hacer currículum, porque la vida de un artista no es nada fácil, y al llegar a cierta edad las posibilidades de conseguir oportunidades van decayendo.

Kyle Hanagami iba a preparar una coreografía con ella para presentarla a Benidorm Fest, el concurso nacional que elegiría el representante de Eurovisión de 2022. Ella ya contaba con cuatro bailarines y necesitaba a una chica más.

—Sé que es quizás una liada por el tema del musical, pero quería coger a alguien que trabajara aquí.

—¿Por qué?

—Porque sé como trabajamos, la exigencia que tenemos y la técnica que tenemos todos.

Asentí, tenía un punto de razón.

—Al resto del equipo ya lo conozco de antes, sé cómo son, sé cómo trabajan y sé que van a dar el 200%, pero no puedo estar segura con gente de fuera. Por eso lo menos arriesgado es elegir a alguien de Malinche. Además, yo bailo con prácticamente todos, así que no será difícil coordinarnos.

Alcé la ceja, de repente una pregunta me rondaba la cabeza.

—¿Y por qué yo?

Chanel conocía a todas las chicas del musical, de hecho, a algunas las conocía de tiempo atrás. Gloria baila increíble, Cris tiene una técnica espectacular, Irene es capaz de aguantar horas y horas de secuencias complicadas sin perder la compostura...

—Porque me gustas. —Dijo sin más, encogiéndose de hombros, y yo la miré sorprendida.

—Está genial saberlo. —Dije, riendo, y con las mejillas un poco rojas, a decir verdad. —Me gusta que seas sincera.

—Es que no quiero mentirte. —Admitió. —Tienes una sonrisa preciosa, va a quedar genial en la perfomance.

Vi su boca abierta, traviesa, y supe que estaba burlándose de mí.

—Eres lo peor. —Dije riendo, y ella rió conmigo. —Podrías haber dicho que era por mi técnica, por mi esfuerzo, mi trabajo, mi currículum...

—Ah, eso también, por supuesto.

—Ahora ya no tiene validez. —Me hice la ofendida.

—Es por todo eso. —Reconoció, riendo. —Y también porque me gustas, lo he dicho en serio.

Se me cortó la risa, y a ella también. Ahora sí que lo estaba diciendo en serio.

De hecho, a decir verdad, creo que también lo había dicho en serio la primera vez.

El ambiente se torno un poco intenso entonces. Ella me miraba con sus brillantes ojos oscuros, casi sin pestañear, y yo amplié un poco mi sonrisa, casi sin creerme lo que estaba a punto de salir de mi boca.

—Tendrás que usar todas tus artes para convencerme entonces.



Chanel duerme entre mis brazos, acurrucada sobre mi pecho y rodeando mi cintura con su brazo. Son más de las cinco de la mañana y yo necesito, desesperadamente, dormir. Mañana es la Gran Final y tengo que descansar para poder rendir como corresponde en la actuación.

Suspiro y acaricio el pelo de Chanel despacio, no quiero que se despierte. Hemos tenido una conversación algo trascendental y, como aquel día hace seis meses, Chanel ha logrado convencerme. De hecho, ha usado todas sus artes, en el sentido más estricto de la palabra, para embaucarme. Aunque si tengo que ser completamente sincera, en realidad han sido sus labios los que han logrado convencerme.

Primero ha sido un tanteo, suave, temeroso. Sus labios han temblado al acercarse a los míos, como si un último resquicio de cordura se cruzara por su mente en la última milésima de segundo.

Luego ha mandado a la mierda la cordura y ha colisionado su boca contra la mía en un beso tan ardiente que aún se me acelera el corazón al recordarlo.

Me he intentado resistir, lo juro, pero las curvas de Chanel no conocen el "no", y sus manos intrépidas tienen la capacidad de serpentear por mi cuerpo como quieren y sin permiso.

Exactamente igual que la primera vez que bailamos pegadas.



Tras aceptar la propuesta de ser su bailarina, Chanel y yo nos habíamos visto unas cuantas veces después de los ensayos con la excusa de "comprobar" que podíamos empastar bien juntas.

Lo que no sabíamos ninguna de las dos en ese momento es que verdaderamente empastábamos tan bien.

—Vale, ahora prueba a pegar tu cadera aquí... —Me agarró de la cintura, colocándome frente al espejo, y ella se posicionó justo detrás. —Eso es...

Chanel pego su vientre a mi espalda baja, acariciando mis costados con sus manos.

—Ahora tienes que ir bajando un poco... —Comencé a bajar mi cuerpo, notando como ella me seguía. —Y antes de que llegues abajo, golpeas con el culo hacia mí.

Suspiré, su voz susurrada empezaba a darme calor y notaba como empezaba a alterarse mi respiración al notar el olor de su perfume tan cerca de mí. Llevaba toda la santa tarde bailando pasos de salsa y regaetton y esto ya era lo que me faltaba para poner a prueba mi autocontrol.

—Vale, ahora otra vez. —Me hizo girar. —Pero de frente.

Mi corazón se aceleró al ver su rostro tan cerca. Chanel tenía una cara preciosa y unos ojos brillantes. Cuando sonríe se le achinan un poquito y sus facciones se parecen a las de una niña. En los días que hemos ensayado me he fijado en cómo cuadra la mandíbula al ritmo de los pasos, y mentiría si dijera que no me he fijado más de la cuenta en cómo arruga el entrecejo cuando se concentra en un paso nuevo.

Me agarró de la cadera y presionó ligeramente para que encajara una pierna entre las suyas. Cuando lo hice, sonrió y comenzó a deslizarse hacia abajo, recorriendo mi cintura con sus manos. Tragué saliva y me encomendé a todos los santos, porque si no estuviera segura de que Chanel era heterosexual, probablemente ya la habría arrinconado contra la pared.

Ella me miró desde abajo, con la boca casi pegada a mi ombligo.

—Se supone que tú también tienes que bajar...

Salí de la película que me había montado en mi cabeza y cerré los ojos, intentando concentrarme en la música y dejándome llevar. Bajé hasta abajo, casi hasta quedar de cuclillas frente a ella, y cuando comenzamos a subir, Chanel presionó mi espalda para juntar nuestros cuerpos y terminamos de pie, la una frente a la otra, nuestras narices rozándose. Estábamos tan pegadas que ni el aire pasaba entre nosotras.

Ella sonreía de una forma que no le había visto hasta entonces, y su mano derecha abandonó mi cintura y se ancló en mi nuca.

Juraría que esto no tenía nada que ver con el trabajo de estos últimos días y cuando quise preguntarle, la voz me tembló, pero no por nervios, sino por el deseo contenido.

—¿Esto forma parte de la coreografía?

Chanel tomó aire antes de contestar.

—No.

Su mirada fue directa a mi boca, y la mía a su sonrisa, observando cómo se mordía el labio inferior. Quise ser yo quien mordiera ese labio, era una necesidad imperiosa, vital. El aire era tan denso que estaba empezando a perder oxígeno.

Chanel se acercó un poco más, si es que eso era posible, y sentí el calor de su aliento sobre mis labios. Cerré los ojos inevitablemente, y antes de que se arrepintiera, y de que a mí me diera por pensar en si esto tenía alguna consecuencia, atrapé sus labios entre los míos, suave, despacio, sintiendo como su boca dejaba de temblar y se acomodaba a la mía.

Oh Dios, sus labios eran tan cálidos. Se sentían tan dulces y ardientes al mismo tiempo que tenía la sensación de que con este beso no sería suficiente.

En realidad, no tenía la sensación, desde el mismo instante en el que Chanel me besó por primera vez tuve la certeza de que nunca sería suficiente.

Escuché un jadeo de su garganta y me aferré con fuerza a su espalda, no quería abrir los ojos y darme cuenta de que esto había sido un impulso estúpido por parte de las dos, pero después de un poco, esta vez de verdad, el oxígeno comenzaba a faltar. Nos separamos jadeantes, frente con frente, y cuando abrí los ojos le vi una inmensa sonrisa que me calentó el alma y me dio la tranquilidad que me estaba faltando.

—Creo que vamos a empastar bien.

Y tan bien empastamos que desde esa tarde los ensayos siempre tuvieron una recompensa final. A veces podía ser un simple beso corto, con un repaso visual en el vestuario, un suspirito, una caidita de ojos.

Otros días se trataba de un roce ardiente, una caricia atrevida, una mano demasiado traviesa.

Un par de días fueron un paseo hasta la parada de metro, con las manos metidas en el bolsillo de la otra, acariciándonos despacio como si pudiéramos parar el ritmo frenético de esta ciudad.

Solo una tarde fue un beso pausado, lento, largo. De esos besos que nunca se acaban, que parecen, este sí, parar el mundo de verdad.

De esos besos que están diciendo más de lo que pueden decir las palabras.

Y ese día fue el último que nos besamos, porque Chanel me confesó lo que yo llevaba semanas evitando a toda costa.

—María... Tengo pareja.

Yo suspiré, imaginaba algo así. Imaginaba que esto sucedería algún día y había intentado no hacerme ilusiones, pero era bastante difícil cuando sus caderas me tentaban.

—Vale. —Dije sin más. Le sonreí porque va en mi naturaleza ser así, y ella suspiró otra vez.

—Me... Me gustas mucho. —Me miró. —Me encantas. Pero no puedo, no...

—Está bien, Chanel, no tienes que darme explicaciones, solo nos hemos dado unos besos y...

—Yo... —Chanel se mordió la uña, nerviosa. —Lo conoces.

La miré con la ceja alzada.

—Es Bastián, es... Está con nosotras en el musical y...

—Bastián, claro, sé quién es.

Claro que sabía quién era. Bastián, tan divertido, tan misterioso, tan interesante, tan... Tan hombre.

—Yo, siento si te he confundido y...

—Eh. —La agarré de los hombros, ella parecía mucho más preocupada que yo. —Está bien, de verdad. Lo entiendo.

—Este tiempo ha sido increíble, y de verdad me gustas mucho, pero yo no me veo con... —Se cortó.

—¿Con una mujer? —Pregunté con la sonrisa torcida.

—Sí... —Bajó la cabeza, avergonzada. —Con él ha surgido todo muy rápido y...

—No tienes que darme más explicaciones. —Le aseguré. —Todo bien, ¿vale?

Chanel asintió, poco convencida.

—Venga, que tenemos que pulir esto. —Le dije con una sonrisa, acercándome al espejo.

—No sé... —Chanel parecía muy hundida esta tarde, y una parte de mí se regocijaba de pensar que tenía que ver conmigo. —No creo que vayan a seleccionarnos, todavía no sabemos nada y...

—Da lo mismo.

Me acerqué a ella y le sonreí, abrazándola por los hombros. En otras circunstancias nos habríamos besado, como venía siendo habitual entre nosotras, y tuve el impulso de hacerlo, pero corté el movimiento a tiempo y cerré los ojos al ver que Chanel se mordía el labio, aguantándose las ganas.

—Aunque no te seleccionen ha quedado una coreografía increíble, seguro que te sirve para otra ocasión.

—Sí, eso espero.

Ella sonrió por primera vez en todo este rato, y asintió. Me separé y me fui hacia el espejo, estirando mis brazos.

—María...

La miré a través del espejo, levantando las cejas.

—Ojalá nos hubiéramos conocido antes.



Un día después, Chanel fue seleccionada para participar en Benidorm Fest.

Y si no hubiera sido por ese pequeño detalle, por ese mísero detalle, por esa maldita tarde que ella decidió acojonarse en lugar de afrontar lo que sentía, ahora no estaríamos aquí.

No estaría durmiendo entre mis brazos, pero tampoco besaría sus labios.

Y por cosas como esta, algunos días creo que necesito tiempo muerto.

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