Cambiantes Libro III Trascend...

By CCmyc02

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Se dice que nadie puede romper el hilo rojo. No importa quién una. No importa lo que una. salvo un dios. Des... More

Saludos
Dar la espalda a tu pareja
A cualquier parte
Alejarse de Narg
No hablas. No hables.
Porque yo quiero...
Amanas
Eliminando el amanas
Tú, ¿lo conocerías?
Sé que era raro
Porque, pase lo que pase, yo te protegeré
El secreto de Nalbrek
No puedes poder
Ella te amaba
Asilo
Llegada a Gammal
Tradiciones y una reunión
No el humano
Serpientes
Alejarse
Las reglas de la concordia
Heridas
Embarazadas
LLamada
Fargla
Pasa la eternidad conmigo
Un voluntario
Si puedo elegir
Pase lo que pase, no me sueltes
Un trato
La justicia de un zorro
Su pareja
Comienzo
No es un capítulo (Fuera de servicio)
En un pueblo tranquilo
Érase una vez un dios zorro

Cuando un alfa se rinde

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By CCmyc02

Los siguientes días no fueron fáciles, se sentía un completo inútil ya que, aunque notaba el sufrimiento de Nalbrek, cómo lo llamaba, no podía acercarse a él consciente de que su presencia solo haría las cosas más difíciles para este.

Cuando fue él quien recibió el afrodisiaco, ¿Nalbrek también se quedó fuera esperando incapaz de entrar, sintiendo cómo lo llamaba? ¿Se habría sentido así su pareja mientras esperaba? ¿Tan inútil? Al menos el lobo pudo ir al pueblo a por ayuda, pero ellos estaban demasiado lejos como para pensarlo siquiera. No podía dejarlo solo las semanas que tardaría en ir y luego regresar. Pero estar allí sin hacer nada era tan frustrante...

En esos momentos, lo único que sabía era que Nalbrek estaba vivo y que parecía a punto de volverse loco por los afrodisiacos, que tres días después seguían sin haber sido eliminados por completo. ¿Qué cantidad le habían dado? ¿Y qué consecuencias tendría? Aquella mujer se negó a darle más, argumentando que lo mataría, pero también había dicho que le dieron el doble de la dosis normal, que entre los afrodisiacos incluyeron algunos humanos, famosos por su peligrosidad, por lo que no quería ni pensar en lo que le podrían haber hecho a Nalbrek al ser mezclados con activadores hechos para lobos, quizás, incluso, hechos para la familia Uiba.

Además, Nal llevaba ya cuatro días sin comer, después de haber sido encadenado a aquella pared y haber sido arrastrado toda la noche y parte del día siguiente por el bosque en aquellas condiciones. Aquello no tenía buen aspecto. Ojalá pudiese consultar a alguien, buscar ayuda, llevarlo a un lugar seguro y darle algo que lo ayudarse a descansar, a recuperarse, pero solo podía permanecer sentado allí preocupándose por aquel lobo idiota mientras intentaba mantener sus sentimientos bajo control para que no lo afectasen. Intentando transmitirle a Nalbrek que él estaba allí, que todo estaba bien a pesar de estar desbordado por la situación.

Se sentía tan inútil.

Estaba intentando mantenerse fuerte con todas sus fuerzas para su compañero, pero aquello era muy difícil.

Aún así, no pensaba rendirse y abandonarlo.

Escuchó ruido a su izquierda y, al levantar la cabeza, vio a un mapache aparecer. Por un momento ambos se miraron, así que le mostró los dientes, pero este, en lugar de retroceder, avanzó gruñendo amenazador por lo que él se levantó y aunque por un momento todo giró, se rehízo cambiando a zorro antes de ponerse en posición de ataque lanzándose contra el mapache haciendo que este huyese, pero, en lugar de perseguirlo, se dejó caer en el suelo agotado. Después de tres días allí casi sin comer, no tenía fuerzas.

Aquello estuvo cerca. El olor de Nalbrek empezaba a atraer a los depredadores y el olor de un zorro debilitado no era bastante para espantarlos. Mejor conseguía algo para comer antes de que ellos fuesen la comida de alguien.



Después de aquel incidente, comenzó a cazar, a comer, encontrando un río para asearse y lavar la ropa, también empezó a dormir en un árbol desde el que podía ver la entrada de la cueva, a inspeccionar la zona mientras las horas transcurrían convirtiéndose en días sintiendo como Nalbrek comenzaba por fin a debilitarse lo suficiente como para que su mente no fuese una constante fuente de sensaciones sin sentido, empezando a haber periodos en blanco que él esperaba que significasen que, por fin, estaba durmiendo y cuando pasó un día sin sentir nada, se arriesgó a entrar con precaución. Obvió el olor acercándose al lobo o eso esperaba, ya que no veía nada.

—Nalbrek —lo llamó acercándose cuando sintió que una mano delgada lo sujetaba de la muñeca son más fuerza de la que esperaba sobresaltándolo hasta el punto que se soltó de malas maneras con el corazón acelerado cuando se regañó—. No me des estos sustos —le advirtió disgustado.

—No te acerques —le advirtió este con voz débil.

—¿O qué? —replicó retador cuando se regañó—. Pensaba que se había acabado ya el efecto del afrodisiaco.

—Aún está dentro de mí. Tan solo, estoy demasiado débil para poder moverme, eso es todo.

—¿Pero cuánto te dieron?

—¿Acaso importa?

—No. Imagino que no. Nal...

—Quiero dormir, durante todos estos días no he podido hacerlo y es lo único que puedo hacer. Dormir.

—Está bien, descansa. Volveré después —aceptó regresando fuera y, una vez en la entrada, se sentó para vigilar.




Dos días después miraba la entrada de la cueva. Si no se equivocaba, Nalbrek llevaba nueve días sin comer y aquello no podía ser bueno. Necesitaba comer algo para recuperarse y él se encargaría. Cogió el trozo de carne que había machacado colocándolo en una hoja limpia entrando para dejar la carne a un lado antes de adentrarse en la oscuridad hasta que llegó hasta Nalbrek.

—Vamos, lobo gordo —dijo e iba a cogerlo en peso cuando se dio cuenta de que estaba en su forma animal, ¿cuándo cambió? ¿Y cómo había podido hacerlo? Él no fue capaz de lograrlo cuando estaba en la misma situación por más que lo intentó. Apartó aquellos pensamientos cogiéndolo en peso, cuando se dio cuenta de que podía hacerlo al ser Nalbrek un saco de huesos y piel. Su orgulloso compañero... sintió como algo amargo le subía por la garganta, pero lo devolvió al lugar de donde había salido obligándose a dirigirse a la salida. Ya habría tiempo después.

—Déjame —le pidió Nalbrek por su conexión.

—Claro que te dejaré, ¿o acaso crees que puedo cargar para siempre tu gordo culo? —replicó molesto—. Solo pensé que agradecerías un poco de aire fresco después de tanto tiempo —le explicó dejándolo a medio camino entre donde estaba y la salida.

—Déjame —repitió.

—Que sí —asintió irritado dirigiéndose a la salida cogiendo la carne para regresar. Al menos habían pasado de la más impenetrable oscuridad a una oscuridad a secas—. Toma —le dijo poniendo la carne delante de él.

—No quiero comer.

—No te estoy pidiendo tu opinión, solo come —le advirtió, pero Nalbrek no contestó, así que se quedó en silencio esperando hasta que se rindió—. Volveré después y espero que te lo hayas comido para entonces —le advirtió levantándose y saliendo fuera donde respiró hondo.

El estado de Nalbrek era tan malo como había temido, y es que el que él pudiese levantarlo en peso era preocupante. Su pareja necesitaba ayuda, a un curandero, pero no podía ir a ninguno de los pueblos de alrededor ya que los lobos debían estar buscándolos y allí no había zorros. Para conseguir ayuda debían salir de allí, pero para salir de allí Nal debía recuperarse, para lo cual necesitaban ayuda, ayuda que no encontrarían allí. Y dejarlo solo seguía sin ser una opción. Los depredadores sentían la presencia de una presa débil allí dentro y lo único que impedía que entrasen y se lo comiesen era él. Y lo peor era que sabía que, en caso de que algún animal entrase, Nalbrek permitiría que lo matase sin luchar. Se apretó la cabeza con fuerza mientras intentaba encontrar una solución que no existía.

Entendía los sentimientos del lobo, después de todo él estuvo en esa situación y sabía lo frustrante que era, el desprecio que sentías por ti mismo por haber permitido que te hiciesen algo así, por comportarte de esa manera bajo la influencia de los afrodisiacos, pero ¿qué pretendía hacer? ¿Rendirse y dejarlo solo? Aquello no lo permitiría. Nunca.

—No he prendido fuego a una ciudad y arrastrado tu culo inútil hasta aquí para eso —le advirtió mirando la cueva, pero no obtuvo respuesta.





Poco después entró en la cueva encontrándose con que Nalbrek no se había comido la carne y aquello se repitió varias veces durante las siguientes horas hasta que se dejó caer delante de él sentándose.

—Nalbrek, tienes que comer algo —le advirtió—. Sé que todo esto es difícil, pero seguir así no ayudará a nadie. Debes comer y recuperarte para que podamos regresar, estar aquí es demasiado peligroso. Así que come, por favor. Nalbrek —le pidió, pero este siguió ignorándolo—. Nal... Nalbrek maldita sea, contéstame —exigió golpeando el suelo exasperado—. Se supone que somos una pareja, no puedes solo quedarte ahí esperando el final y dejarlo todo en mis manos porque yo no puedo hacerlo todo solo. Necesito que te recuperes, ¿entiendes? Nal... —repitió amenazador y, cuando este siguió ignorándolo, cogió el trozo de carne frustrado y se lo metió en la boca cerrándosela—. Trágatelo. Trágatelo —exigió, pero este siguió sin moverse—. Nalbrek, trágatelo —le pidió cuando, al ver que no lo hacía, lo soltó tan solo para escuchar el ruido de la carne caer al suelo cuando este abrió la boca y es que ¿qué se suponía que iba a hacer? ¿Cómo se obligaba a alguien a seguir vivo? ¿Qué tipo de amenaza o chantaje podías hacerle a alguien que solo quería cerrar los ojos y desaparecer?

Y la respuesta era ninguno.

Se levantó saliendo a toda prisa antes de echar a correr por el bosque hasta que se detuvo dejándose caer al suelo.

Debía mantenerse fuerte. Nalbrek podía sentir lo que él sentía y su estado de ánimo era lo único que mantenía a su pareja lejos de la oscuridad completa en la que estaba sumido, pero aquello era tan difícil... Ver a tu pareja consumirse delante de tus ojos días tras día sin poder hacer nada era tan frustrante, saber que en cualquier momento los encontrarían y los devolverían a la ciudad para que le hiciesen lo mismo a Nalbrek... Se sentía inútil al no poder hacer nada, al no poder protegerlo a pesar de ser su pareja y no dejaba de repetirse que debería haber ido a aquella reunión cuando el humano le advirtió, que no debería haber permitido que fuese a esa reunión cuando ya había visitado la tumba. En realidad, debería haberlo sacado de allí cuando se dio cuenta de que en aquella ciudad estaban locos; cuando entraron y todos sus instintos le gritaron que saliese de allí.

Pero no lo hizo.

Prefirió dejar que su estúpido orgullo lo cegase a pesar de ser él solo un zorro inútil y su rival una ciudad llena de lobos que habían sometido a la familia de Nalbrek durante generaciones.

No fue capaz de protegerlo y, por su culpa, su pareja estaba en aquel estado. Y no solo eso, Nal no dejaba que lo ayudase. Se estaba dejando morir delante de él y él no podía hacer nada más que verlo impotente.

Él estaba intentando ser fuerte por Nalbrek, de verdad que lo estaba intentando, pero entre la situación y las sensaciones que le llegaban por su conexión, era tan difícil, se sentía tan cansado... En esos momentos solo quería hacer lo mismo que el lobo, buscar un agujero, acurrucarse y esperar que todo acabase rápido.

Apretó las manos clavándose las garras hasta que la sangre comenzó a gotear sin que él se diese cuenta.

No se rendiría. Él era un zorro y los zorros nunca se rinden. Debía existir una manera de hacer que aquel estúpido comiese y él la encontraría. Lo haría o pasarían el resto de la eternidad juntos en aquella cueva.





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